1. La hegemonía de la monarquía
La política de la monarquía estará encaminada a reforzar las
bases del poder real. En este objetivo de la Corona contará con apoyo entre las
clases urbanas y burguesas, a las que recompensará a cambio de su soporte en
ese fortalecimiento del poder real. Por el contrario, la monarquía obtendrá la
oposición de los señores y nobles en general por su marginación en el
fortalecimiento del poder real.
En este camino hacia la hegemonía de la Corona, podemos
distinguir tres etapas o fases:
1.
Hegemonía monárquica. Abarcaría entre 1238 y
1283, es decir, los reinados de Jaime I y Pedro el Grande.
2.
Reacción de la nobleza. Desde 1283 hasta 1329.
Reinados de Alfonso “el Liberal” y Jaime II. Coincidiría con la Unión
Aragonesa.
3.
Ruptura. Entre 1329 y 1348. Se producirá la ruptura
de la alianza entre monarquía y ciudades.
La primera de las etapas coincide con la conquista de la
capital, consolidación de los Fueros, consolidación del aparato administrativo.
No obstante, el control del Reino de Valencia no era total, pues hubo revueltas
musulmanas, en que las primeras estallan entre 1247 a 1258, amenazando la
dominación cristiana. Entre 1266-67 tendrá lugar la última insurrección
islámica que será finalmente sofocada. Aparte de esas revueltas musulmanas el
frente de la nobleza se oponía a los avances del poder de la Corona. Los nobles
aragoneses se oponían a la extensión del Fuero de Valencia e incluso algunos
tomaban posiciones más radicales añadiendo a Valencia como territorio aragonés.
En lo que respecta a aquellos nobles catalanes que participaron en la
conquista, estos habían hecho fortuna al servicio del rey, obteniendo también
sus prerrogativas y privilegios, por lo cual accedieron a cargos
administrativos pues pensaban que esta sería una fórmula eficaz para
promocionar social y políticamente. Algunos linajes de la alta sociedad
valenciana saldrán de esos funcionarios reales que se habían puesto al servicio
del rey.
Coincidiendo con la revuelta de Al-Azraq en 1265, recordando que la Costum se extiende
por todas las tierras valencianas. Esta situación va a provocar esta reacción, que se pondrá de manifiesto en
las Cortes de Zaragoza, celebradas en 1264, porque solicita ayuda para acudir a
la campaña en contra de una nueva revuelta acaecida en el Reino de Murcia.
Entre el año actual y el siguiente (1265-1266) se producirá la revuelta en
territorio castellano (Murcia) que sofocará el suegro del rey castellano
Alfonso X. Los nobles se negarán a sufragar esta campaña, y precisamente en
estas Cortes Generales los nobles aragoneses presentan sus agravios al rey y
solicitan que el Fuero de Aragón se mantenga en todo el territorio valenciano
en aquellos señoríos que pertenecían a la nobleza aragonesa. En un principio
Jaime I aceptó el mantenimiento de los Fueros Aragoneses en los señoríos donde
estaba implantado, pero en las Cortes Valencianas de 1271 Jaime I vuelve a
confirmar que los Fueros de Valencia deben aplicarse de forma general en todo
el Reino.
2. La reacción nobiliaria
Es en el reinado de Pedro III (1239-1285) cuando se intensifica
el enfrentamiento entre monarquía y nobleza. En octubre de 1283, tras Jaime I
dictar que debían regir los fueros valencianos en todo el territorio, los
nobles aragoneses se alían en la “Unión Aragonesa” aprovechando un momento de
dificultades para la Corona, especialmente en la política exterior. Los nobles
aragoneses presionarán y conseguirán del rey importantes concesiones recogidas
en el llamado Privilegio General de
Aragón. Entre estas concesiones, la más importante vuelve a ser la validez
del Fuero de Aragón para los aragoneses residentes en tierras valencianas.
El origen de esta disputa es la naturaleza de los fueros. El
Fuero de Aragón era menos proclive al dominio real, todo lo contrario que los
Fueros de Valencia que aplicaban un reforzamiento de la figura monárquica. Tras
esta concesión, finalmente el rey firmará el llamado Privilegium Magnum en el que, de nuevo, se reconoce únicamente el
Fuero de Valencia para todas las tierras valencianas.
Alfonso III “el Liberal” (1285-1291). Cambia la balanza a
favor de la monarquía, y en 1286 se ve obligado a aplicar el Fuero de Aragón en
todo el Reino de Valencia. Para el cumplimiento de esta concesión incluso un
ejército aragonés entró en territorio valenciano devastando las huertas de
Morvedre y de Valencia, se sucedieron varios enfrentamientos armados entre
nobles y oficiales reales valencianos. La propia ciudad de Valencia fue poco a
poco alcanzando ese protagonismo en pro de los fueros y privilegios del Reino
de Valencia. La consecución de sus pretensiones por parte de la nobleza
aragonesa tuvo como consecuencia la creación de un mayor número de señoríos, al
mismo tiempo que se va enajenando patrimonio real a favor de los nobles. En
época de Alfonso III los comerciantes catalanes, gracias a la anexión de nuevos
territorios, tendrán una hegemonía comercial en el Mediterráneo Occidental.
En el reinado de Jaime II “el Justo” (1291-1329) se vuelve a
mirar hacia la península sin olvidar el Mediterráneo. Es el momento en que se
conquista Murcia, se produce la cruzada contra Granada que afectó de forma
directa al Reino de Valencia. Esta política modificará las fronteras del reino,
alejando la posibilidad de una invasión granadina. Sí hubo un intento, por
parte del Reino de Granada, de invadir el Reino de Valencia tanto por tierra
como por mar, atacando la Vila, Penáguila, Alcoy, la zona de Cocentaina… Poco
después volverán a hacer una nueva incursión, sobre todo en el litoral
valenciano (Denia, Alicante,…) provocando cada vez más el sentimiento de terror
y odio hacia los musulmanes, tanto los granadinos como los mudéjares de los que
se pensaba que eran directos colaboradores. Aunque Alicante no tenía frontera
directa por tierra con Granada, sí era zona fronteriza con Castilla e
indirectamente con Granada: musulmán significaba “persona sospechosa”. Este
clima de odio y de sospecha va a generar un descenso considerable en cuanto al
número de mudéjares (80% a 30%) entre los siglos XIII y XVI), debido a los
ataques pero también las envidias por las actividades económicas que
desempeñaban los musulmanes. Estas violencias estallaron fundamentalmente en
tres momentos clave:
-
1391. Se producirán estallidos de violencia
musulmana. Es también el año de los pogroms
judíos.
-
1455.
-
1521.
En el s. XIV para poner fin a esas posibles amenazas por
parte del Reino de Granada y por motivos económicos para asegurarse la ruta
comercial del norte de África, sobre todo en beneficio de los comerciantes
catalanes, Jaime II proyecta una cruzada conjunta entre Castilla y Aragón
dirigida hacia Granada, el último reducto musulmán en la Península. Esta
campaña asignaba para Aragón la conquista de Almería. La expedición, de 1309
contó con un importante apoyo financiero y militar, pero resultó un auténtico
fracaso, lo que llevó al rey a abandonar cualquier otra tentativa sobre
territorio granadino.
Ante este fracaso contra el Reino de Granada, pero siempre
teniendo presente el peligro que podía tener, la defensa del reino valenciano
es asumida por una nueva orden militar: la Orden de Santa María de Montesa. Fue
fundad en junio de 1317 por el Papa Juan XXII mediante una bula. Se le asignan
los bienes de los templarios, y tendrán su sede en el castillo del mismo
nombre, en una sede fronteriza del reino, y que evitará un crecimiento
desmesurado por parte de los hospitalarios. No obstante, el surgimiento de la orden también estaba
interesado por por diversos motivos: el defender la frontera sur de Valencia,
la anexión a Castilla de Murcia con el Tratado de Torrellas y de Elche.
En la década de 1414 tiene lugar la conquista de Cerdeña,
momento en que por primera vez en la expansión mediterránea de la Corona de
Aragón[1]
pone de acuerdo los intereses de la Corona y los intereses valencianos. Para
financiar esta campaña la propia ciudad de Valencia aporta 350.000 sueldos, y
serán principalmente los nobles los que obtengan donaciones como feudos y
tierras en esta nueva isla, además de permitírseles el participar en la
administración y el gobierno de la misma.
En el reinado de Alfonso IV “el Benigno” (1327-1333) cuando,
en las Cortes Generales de 1329-1330, encuentre una solución a esa disputa por
la divergencia de fueros. Reconocerá el monarca a los nobles aragoneses
amplísimas distribuciones a que renuncien de forma total al fuero de Aragón y
acepten el fuero valenciano.[2]
También la nobleza va a tener la posibilidad de participar en el gobierno
municipal que hasta ese momento les había estado prácticamente vedado, pudiendo
participar en los devenires de la política urbana. Por tanto, este monarca
conseguirá la implantación total del Fuero de Valencia
3. La divergencia entre la monarquía y sus ciudades
La renuncia por parte de la nobleza aragonesa no fue
gratuita, sino que a cambio obtuvieron amplias prerrogativas y privilegios, lo
cual favoreció todavía más la señorialización del Reino de Valencia y ese
equilibrio iba a favor de la nobleza. Esta circunstancia marcó un punto de
inflexión en la relación que la Corona había mantenido con las ciudades y la
tradicional alianza entre ambos acabó en un claro enfrentamiento. La principal
causa era que el patrimonio real se había visto mermado en las sucesivas
donaciones realizadas a la nobleza, reduciendo la fuerza de las ciudades. Se
dio el caso de que Alfonso “el Benigno” trató de realizar una donación al
infante no heredero Fernando de una serie de ciudades importantes dentro del
Reino de Valencia (Castellón, Morvedre, Alzira, Novelda, Alicante, Guardamar,
Orihuela…) y suponía una desmembración del reino. Ante este intento, la ciudad
de Valencia se alzó en defensa de la unidad e integridad del reino, y una
delegación enviada por la propia capital le obligó a que revocase su concesión.
Esto nos da una idea de la limitación del monarca tanto hacia las ciudades como
hacia la nobleza.
Esta relación se va a romper de forma definitiva, provocando
el avance del autoritarismo monárquico, bajo el reinado de Pedro IV “el
Ceremonioso” cuando tiene lugar la llamada Guerra
de la Unión en 1347-1348. Este enfrentamiento monarquía-ciudades
desembocará en un triunfo de la monarquía y romperá el modelo “pactista” que
había predominado hasta el momento. Coincide esta Unión con un período de
carestías y de hambre, y supondrá el inicio de un período bastante adverso y
complicado y cuyo malestar desembocará en una serie de conflictos hacia mediados
del s. XIV.
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