lunes, 6 de mayo de 2013

Cronología

14.1. Definición de cronología
La cronología es la ciencia que tiene por objeto la medida del tiempo, tanto desde el punto de vista astronómico como desde el histórico. Se llama cronografía técnica cuando el cómputo tiene en cuenta el movimiento de los astros, y cronografía histórica cuando queremos situar un acontecimiento dentro del tiempo.
La posesión de nociones cronológicas es de suma utilidad para el diplomatista, pues, entre los numerosos quehaceres del estudioso, destacan el análisis que debe hacer de la forma y el modo cómo se expresa la data en los documentos, muy diferentes según épocas y cancillerías. Si su trabajo ha sido realizado metódicamente podrá culminarlo fijando, con plena seguridad, el año, el mes y el día, esto es, la fecha exacta del documento, reducida, en su caso, a nuestro sistema actual.

14.2. La data o fecha
Se puede definir la fecha documental como la expresión del lugar, el tiempo y las circunstancias en el que el documento ha sido elaborado. Es un elemento importante que no suele omitirse ni en la documentación privada ni en la pública, aunque en determinadas ocasiones puede faltar. La data completa y entera de una pieza documental nos indica el lugar (data tópia o topográfica), el año, el mes y el día (data cronológica) -algunas veces también la hora-, de la reacción documental.
La fecha se introduce con los términos Actum, Acta, Datum, Data, Factum, Facta, Scriptum, Scripta si es documentación redactada en latín, o mediante los participios y fórmulas "Fecho/a, Hecho/a, Dado/a, Escrito/a, En la ciudad de, En el año, En l'anée, Asso fo feyt, Dat, An de grace, Feyta, Feta, Faites et accordées"... cuando se trata de lenguas romances. El uso de los participios Actum (aplicado a los documentos privados) y Datum (a los públicos) en la data proviene de tiempos romanos, aunque siguió empleándose en el medievo: en época de los carolingios, se señalaba con el primero el lugar y con el segundo la cronología. Los términos Factum, Scrip-tum y Datumse emplean indistintamente en la documentación privada.
Por último, no hay una regla fija para la colocación de la data dentro del texto documental. Cada cancillería, en función de la época y del tipo de documento, variaba su ubicación, aunque lo más usual en la documentación antigua era situarla abriendo el estatocolo o protocolo final. En cambio, muchos documentos notariales se abren y encabezan con la fecha tópica y cronológica.

14.3. El calendario
El calendario fue establecido para regular, según las revoluciones_p.eriódicas de los cuerpos celestes, ía medida del tiempo en relación con los actos y..sucesos principales de la vida civil y eclesiástica, y sus indicaciones comprenden las distintas unidades o medidas de tiempo utilizadas por el hombre: día, semana, década, mes y, principalmente, año. En sentido técnico, el calendario es un conjunto de normas para determinar del modo más preciso posible la medida del tiempo. La unidad de medida empleada es el intervalo entre dos salidas del sol, y por ello el calendario adopta la forma de un cuadro en el que constan los días del año.
No todos los calendarios utilizados a lo largo de la historia se basan en el ciclo solar; algunos, como el calendario ático antiguo, el romano atribuido a Rómulo y Numa Pompilio y el musulmán, tienen como medida los meses lunares; otros, como el hebreo, son calendarios lunisolares. Nuestro calendario actual es el cristiano, que, a su vez, se basa en el romano. Comprende un año ajustado al año solar del trópico, dividido en 365 días y cuatro horas aproximadamente; y se divide en meses, semanas y días.

14.3.1. Calendario romano
El primitivo calendario romano, atribuido a Rómulo, es de origen lunar. El año, con comienzo en marzo, constaba de 304 días, dividido, en períodos de diez meses de 30 o 31 días.
El calendario de Rómulo fue reformado por Numa Pompilio y, aunque es lunar, no se ajusta con exactitud al ciclo de la luna. Las primeras reformas consisten en la adición de dos meses finales, que se sitúan después de diciembre: enero y febrero; con ello el año tiene 355 días. Numa también varió la duración de los meses; a febrero le asignó 28 días; a enero, abril, junio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre, 29 días, y 31 al resto de los meses (marzo, mayo, julio y octubre).
Para ajustar este calendario al ciclo de la luna y del sol, se intercaló cada dos años un nuevo mes, entre el 23 y 24 de febrero, denominado mercedonius, que, alternativamente, tenía 22 o 23 días. Con la corrección llevada a cabo, queda un año cíclico, cuya duración media es de 366 días y medio, aunque es de gran confusión, porque el año civil excede en un día y cuarto al año solar.
La última reforma emprendida en el calendario de Numa Pompilio afecta solamente al inicio del año. En el año 153 a. J. C. se fija el 1 de enero la entrada en funciones de los nuevos cónsules elegidos para cada año; esta decisión gubernamental va a originar el traslado del comienzo del año a la referida fecha.
En el año 45 a. J. C., Julio César y el astrónomo alejandrino Sosígenes reforman el calendario de Numa, dando origen con ello al llamado calendario solar juliano, cuya duración común es de 365 días y seis horas exactas. La reforma se orienta a suprimir el mes mercedonius, agregando en su lugar al año lunar 10 días; a colocar invariablemente el equinoccio de primavera el 25 de marzo; al cambio de algunos nombres de los meses, y, por último, a intercalar cada cuatro años, entre el 23 y el 24 de febrero, un día que se llamó bisiesto (bis sextus), porque el 24 de febrero es la sexta calenda de marzo; de este modo, el annus bissextilis (año bisiesto) pasa a tener 366 días, resultando bisiestos todos los años divisibles por 4.

14.3.2. Calendario gregoriano
Recibe este nombre en honor al papa Gregorio XIII, quien, el 24 de febrero del año 1582, mediante la bula ínter gravissimas -y después de numerosos estudios de una comisión científica formada en el Concilio de Trento-, corrige la duración del año solar en el calendario juliano con respecto al año trópico.
La reforma del calendario de Julio César era necesaria por la inexactitud que mostraba; así lo habían puesto de manifiesto desde el siglo Xill el monje escocés Giovanni de Sacrobosco, el obispo Roberto Grossetéte, canciller de la Universidad de Oxford, Giovanni Campano, Ruggero Bacone y otros más. En los concilios de Costanza (1417), el cardenal y arzobispo de Cambray, Pietro d'Ailly, y en el de Basilea (1434-1437), el cardenal Niccolá de Cusa, intentan sin éxito reformar el calendario juliano. Pocos años después, la muerte prematura sorprende a Giovanni Regiomontano cuando había iniciado dicha corrección por encargo del papa Sixto IV. En el Concilio V de Letrán (1512-1517) y en el de Trento (1543-63) también se estudia la reforma del calendario vigente. Fue en Trento (a. 1563 y ss.) donde se nombra una comisión de doctas personas, presididas por el cardenal bibliotecario Guillermo Sirleto, encargada de examinar los trabajos científicos del Concilio Lateranese y de llevar a cabo las correcciones oportunas en el calendario juliano. En el año 1580 -una vez consultadas las universidades y cátedras de astronomía de Europa-, están en poder de Gregorio XIII los trabajos de la comisión. Dos años después, el pontífice promulga la bula ínter gravissimas.
La duración del año juliano es de 365,25 días, mientras que la del año trópico es de 365,2422 días. Esta diferencia anual equivale a 11 minutos y 14 segundos, que, en cuatrocientos años, según los años julianos, se convierten en tres días en los comienzos astronómicos de las estaciones. Dicho error se observó en el Concilio de Nicea (325), donde se establece con carácter fijo la fecha del equinoccio de primavera en el 21 de marzo (25 de marzo en el año juliano), porque sirve para determinar la Pascua, aunque, al no corregirse en Nicea la precisión de los equinoccios, el calendario llevaba el adelanto anual citado. Desde el año 325, fecha de la celebración del Concilio de Nicea, hasta 1582 habían trancurridos 1257 años, o, lo que es lo mismo 9 días, 19 horas, 20 minutos y 10 segundos de adelanto.
La reforma de Gregorio XIII (a. 1582) consiste, pues, en suprimir esos diez días en el calendario, pasando del 4 de octubre al 15 de dicho mes. Y para evitar errores en el futuro, reforma el ciclo solar, que comienza en el año 1601 y concluye en el 2000, suprimiendo tres bisiestos cada 400 años: los años 1700, 1800 y 1900. Además, serán años bisiestos aquellos cuyas dos últimas cifras sean múltiplo de 4. El exceso que producía la intercalación de un año bisiesto cada 4 años seculares se corregiría estableciendo que, en lo sucesivo (a partir de 1583), sólo fueran bisiestos los divisibles por 400.
La propagación de la reforma gregoriana no fue sencilla, debido principalmente a causas de índole religiosa y política. En los países católicos se fue implantando paulatinamente, mientras que en los estados protestantes la aceptación no llega hasta la primera mitad del siglo xvm. En Italia, Portugal y España se aplicó el mismo día de su implantación en Roma: del 4 de octubre de 1582 se pasó al 15 de octubre. En Francia, unos meses después: se pasó del 10 al 20 de diciembre del citado año. En los Países Bajos, Felipe II ordenó que se impusiera en el año 1583. Entre 1583-84, Carlos Borromeo, cardenal arzobispo de Milán, introduce el calendario en los cantones católicos de Suiza. En Inglaterra y Suecia, al igual que en los estados protestantes alemanes y en los cantones protestantes suizos, se acepta el calendario gregoriano en el siglo XVlil.

14.3.3. Otros calendarios
Además de los calendarios juliano y gregoriano, se han empleado otros cómputos en la documentación medieval y moderna. Destacan entre ellos el calendario litúrgico eclesiástico, el musulmán y el republicano francés.
El calendario litúrgico eclesiástico, que se basa en el juliano, es lunisolar. La duración del año eclesiástico es la misma que en el calendario civil, aunque ni el inicio ni el fin del mismo coinciden. Dicho año tiene dos ciclos: uno en que se conmemora la vida de Cristo con la fiesta fija de la Natividad y la móvil de la Pascua; en el otro ciclo, la Iglesia celebra fiestas fijas en honor de la Virgen, de los apóstoles, santos y mártires. En el calendario eclesiástico, hay, pues, una serie de fiestas fijas, como la Navidad, cuya festividad viene determinada por el calendario solar, y otras móviles, como la Pascua de Resurrección, calculada, según la luna pascual, entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Tiene gran importancia fijar el día de la Pascua, pues dicha fecha es la base del calendario eclesiástico. Para el cálculo de la misma se emplean diferentes fórmulas, bien sean la de Hartmann, la de Gauss o la de Delambre-Andoyer. Sólo conociendo con precisión y sabiendo conjugar este conjunto de elementos precisos: la indicción, el número áureo, los ciclos solares y lunares, las epactas, las letras dominicales y del martirologio, los concurrentes y las claves y términos de las fiestas fijas y móviles, puede fijarse la Pascua y, con este dato, establecer el calendario litúrgico de un año hasta la reforma llevada a cabo a raíz del Concilio Vaticano II.
El calendario musulmán y la Hégira o Era Mahometana, de origen religioso (huida de Mahoma de la Meca a Medina el 16 de julio del año 622 d. C.), se basa en el mes lunar sinódico, que es algo mayor que el mes periódico lunar, o tiempo que tarda la Luna en dar una vuelta completa alrededor de la Tierra. Consta este calendario de 12 meses de 30 y 29 días alternativamente. El comienzo del mes se hace coincidir con el primer día de la Luna (neomenia), que puede retrasarse uno o dos días después del orto astronómico, y su duración media, en cálculo normal, es de 29 días y medio. La semana comienza el domingo; el día principal es el viernes, que los musulmanes dedican a la oración en la mezquita. Los años normales constan de 354 días, y los bisisestos, de 355; de ahí que cada año lunar sea unos 11 días más cortos que el solar.
Siguiendo los cálculos de los computistas hispano-árabes, 34 años de la Hégira equivalen aproximadamente a 33 años julianos; por ello, las fórmulas de reducción de los años árabes a nuestro cómputo deben tener en cuenta el año de la Hégira, el comienzo de la misma (= año 622) y el cociente de dividir el año de la Hégira dado por 33, como puede verse en las Tablas de E. Josué [1903] y de M. Ocaña [1946].
A raíz de la proclamación de la I República francesa (1792), la Convención establece un nuevo calendario; su vigencia llega hasta el comienzo del Imperio napoleónico (1805). El año republicano francés comienza en el equinoccio de otoño (22 de septiembre) y tiene 12 meses de 30 días, divididos en tres décadas, cuyos nombres son: primedi, duodi, tridi, quartidi, quintidi, sextidi, septidi, octidi, noni-di y decadi.
Por último, muy característico, de este calendario son los nombres que los revolucionarios franceses dieron a los meses del año. En la estación del Otoño están los meses de Vendémiaire, Brumaire y Frimaire; en Invierno se encuadran Nivóse, Plu-vióse y Ventóse; en Primavera, Germinal, Floréal y Prairial y, finalmente, el Verano incluye los meses de Messidor, Thermidor y Fructidor.

14.4. Las eras
Se definenjeomo períodos indeterminados de tiempo, cuyo inicio se conoce, pero no su terminación; la única limitación está establecida en su comienzo, referido siempre a un acontecimiento importante de naturaleza política o religiosa. Las eras son, pues, un punto de partida que sirve para medir los años, numerados a partir de dicho acontecimiento.

14.4.1. Era de las Olimpiadas
Cómputo usado por griegoá y romanos durante largo tiempo, incluso después del año 395 d. C., fecha en que Teodosio el Grande suprime los juegos olímpicos.
La Era de las Olimpiadas se inicia el 1 de julio del año 776 a. C. Cada olimpiada consta de cuatro años, que es la periodicidad con la que se celebran los juegos olímpicos. La data por este cómputo se expresa indicando el año de la olimpiada en curso (1.°, 2.°, 3.°, 4.°); en la documentación antigua, ese guarismo va acompañado con la cifra de olimpiadas transcurridas desde el año 776 a. C., inicio de la era.

14.4.2. Era constantiniana o bizantina
Esta era, al igual que otras muchas, parte del nacimiento de Cristo para calcular la fecha de la Creación; según este cómputo, el nacimiento de Jesús aconteció en el año 5508 de la Creación. El comienzo de año es el 1 de septiembre.

14.4.3. Era de la fundación de Roma (ab urbe condita)
Su punto de partida es la fundación de Roma, que para Catón tiene lugar el año 752 a. C., y, para Varrón, el 21 de abril del año III de la VI olimpiada, esto es, el año 753 a. C. De ahí que, para reducir un año cualquiera de Roma a la era cristiana, baste con sustraer 753 al año de Roma.

14.4.4. Era del consulado y postconsulado
Fue utilizada en el Imperio romano desde el año 509 a. C. y durante la Edad media. Recibe este nombre porque la documentación pública de Roma se databa por el año de los cónsules (cónsules eponimí) que gobernaban cuando el documento se redactó y promulgó; esta datación oficial se resolvía mediante las listas oficiales o "fastos consulares romanos".
En los últimos años del imperio se introdujo la data del postconsulado, que toma como inicio del año la elección del último cónsul. Desde el año 541 d. C., fecha en que terminó la última elección consular en la persona de Flavio Basilio el Joven, el título de cónsul fue exclusivo del emperador. Desde esta fecha hasta el año 566-567, se introdujo la costumbre de contar los años como post-consulares bajo la fórmula: post consulatum F. Basilü anno primo, secundo, etc.

14.4.5. Era cristiana (anno Domini)
Fue establecida en el s. Vi por el monje Dionisio el Exiguo. Basándose en la tradición cristiana, fija el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre del año 753 de la fundación de Roma, haciendo coincidir, pues, el primer año de la era cristiana con el 754 de Roma.
En el s. VI comienza ya a emplearse en algunos documentos ingleses, difundiéndose en España en la centuria siguiente, y un tiempo después en Francia y Alemania. En la curia pontificia no se emplea hasta el pontificado de Juan XIII (s. X).
La correcta datación de un documento por la era cristiana debe tener en cuenta la fecha de comienzo del año según los diversos estilos (Navidad, Circuncisión, Encarnación, Pascua de Resurrección...).

14.4.6. Era hispánica
Recibe este nombre porque, en la documentación de los estados ibéricos y del sur de Francia, se emplea durante la Edad Media un cómputo diferente a la era cristiana. El comienzo de esta era hispánica se sitúa el 1 de enero del año 38 a. C. El origen de la misma es bastante incierto. La opinión más generalizada es aquella que encuentra en esta data relación con la conquista y la pacificación de la Península Ibérica por los romanos, cuyo final puede establecerse en el año 716 de Roma.
Desde el s. III, la era hispánica aparece empleada en epígrafes en la zona as tur-cantábrica, aunque su máxima difusión la alcanza en la documentación del período medieval. Se introduce mediante la fórmula era, in era, o sub era, seguida del año, que puede ir en numeración romana. La reducción de este cómputo a la era cristiana se hace restando 38 años a la data del texto.
En cada uno de los estados peninsulares tuvo una vigencia diferente. En Portugal deja de emplearse en el siglo XV, bajo el reinado de Juan I. En la documentación privada de Navarra también llega hasta esta centuria; sin embargo, en la pública deja de usarse mucho antes. En el reino aragonés, Pedro IV prohibió su utilización desde el año 1350, con la excepción de Valencia, donde continuó hasta 1358. Por último, en el reino castellano-leonés la era hispánica fue abolida en las Cortes de Segovia de 1383 y confirmada en las de Valladolid de 1385.

14.4.7. Era de Diocleciano
Se la conoce también desde el s. vil como "era de los mártires". Tiene su origen en Egipto, y nace para conmemorar la última persecución general de los cristianos. El comienzo de la era de Diocleciano se fija el 29 de agosto del año 284. Desde el s. v es empleada en inscripciones cristianas egipcias.

14.4.8. Era del reino, del imperio
El emperador Justiniano, mediante una disposición imperial, impuso en el año 537 el sistema de datar la documentación según el año del reinado del emperador. La era del reino o del imperio se basa en la era del consulado y el postconsulado romanos. Hallamos esta datación en crónicas y documentos medievales italianos, alemanes e ingleses, al igual que en los reinos merovingio, carolingio y franco.
La correcta datación de los documentos realizados por este cómputo puede plantear al diplomatista cierta dificultad; ésta proviene del desconocimiento histórico que se tiene, a veces, del primer día del reinado de un soberano, de su coronación o bien de la existencia de reyes homónimos o, incluso, del empleo de diferentes eras por un mismo monarca, titular de varias coronas. Para obviar todos estos problemas, es imprescindible la consulta de alguna Regesta imperii o servirse de las llamadas "Tablas históricas", que aparecen en cualquier manual de Cronología española o universal.

14.4.9. Era del pontificado
Los primeros pontífices de la historia fechan la documentación según la era de los cónsules y de los emperadores griegos. Pero desde el Papa Adriano I, la cancillería comienza a datar la documentación por el año del pontificado, cuyo comienzo es el día de consagración de los papas. Para la documentación emitida desde el día de la elección al de la consagración, se emplea la fórmula suscepti a nobis apos-tolatus officii anno I.
En la reforma de Adriano I y en la fórmula cronológica adoptada (regnante domino Deo et salvatore nostro Jesu Christo cum Deo paire et Spiritu Sanctó), se ha visto un claro significado político, ya que explícita la dependencia del Papa solamente de Dios.
Al igual que hemos visto en la era del reino o del imperio, el historiador y diplomatista debe auxiliarse en su trabajo de las listas cronológicas o alfabéticas oficiales de los Romanos Pontífices y de las "Actas y Regestas" de los mismos para conocer el itinerario seguido por cada pontífice de la Iglesia y detectar, de este modo, las posibles falsificaciones documentales.
Por analogía con la era del pontificado, se encuentra en algunos documentos religiosos, como los episcopales, y en otros civiles, como los señoriales, cuya fecha está hecha tomando como punto de partida la consagración y el inicio del mandato de los obispos o la toma de posesión del poder civil.

14.4.10. Era mahometana o Hégira
Esta era religiosa musulmana comienza el 16 de julio del año 622 del nacimiento de Cristo, fecha en que se produjo la huida de Mahoma de La Meca a Medina.
Para reducir los años del cómputo mahometano a la era cristiana, es preciso recurrir a una fórmula, o bien consultar las tablas de correspondencia en cualquier manual de Cronología. Los años de la Hégira se componen de 12 meses lunares, en que se alternan períodos mensuales de 29 y de 30 días. Cada 30 años, 11 tienen un día más. Por ello, 34 años de la era mahometana equivalen a 33 años julianos.

14.4.11. Era de la Revolución Francesa
Fue establecida el 22 de septiembre del año 1792 (proclamación de la República) y dejó de usarse en el imperio napoleónico. Más interesante que ésta es el calendario que la acompaña.

14.5. Formas de comenzar el año en la documentación
No todos los documentos datados por la era cristiana hacen coincidir el comienzo del año en la misma fecha. La variedad de estilos hace preciso que los historiadores y diplomatistas medievales deban reducirlos a un único sistema: el nominado moderno o actual, también conocido como de la Circuncisión.

14.5.1. Estilo de la Navidad (anno a nativitate, anno nativitatis)
Llamado también "estilo romano", por haber sido usado en la cancillería pontificia. El comienzo del año se hace coincidir con el nacimiento de Cristo, esto es, el 25 de diciembre. Las datas coinciden, pues, hasta el 24 de diciembre con el estilo de la Circuncisión, pero desde el día 25 al 31 de diciembre hay que añadir un año más.
Fue empleado el estilo de la Navidad desde el imperio carolino hasta el inicio de la Edad Moderna. En nuestro país también fue frecuente su uso, sobre todo en la documentación aragonesa de los siglos xiv y XV.

14.5.2.  Estilo moderno o de la Circuncisión (anno Domini, anno circumcisionis)
El comienzo del año es el 1 de enero, coincidiendo con la festividad religiosa de la Circuncisión. En el antiguo calendario romano de Julio César, el punto de partida del año se situaba también el 1 de enero.
En la Edad Media, este estilo fue empleado por lo reyes merovingios, así como en la documentación de la cancillería germánica de los siglos xm-xiv. Su plena difusión llega con el s. xvi, cuando Francia, Venecia, España y Gregorio XIII adoptan como único el estilo de la Circuncisión. Desde está centuria quedan abolidos, pues, los otros sistemas cronológicos.

14.5.3.  Estilo de la Encarnación (anno ab incarnatione Domini, anno incarnationis, anno Domini)
Se conoce también como estilo de la Anunciación; en él, el comienzo del año se hace coincidir con la festividad de la Encarnación de María, que la Iglesia celebra el 25 de marzo.
La datación de un documento por este estilo se puede hacer por dos cómputos diferentes: el florentino y el pisano. Entre uno y otro existe un año de diferencia.
El primero de los cálculos, empleado en Florencia, Francia, Inglaterra y también en la cancillería pontificia, sitúa la Encarnación dos meses y 24 días después de la fiesta de Navidad; de ahí que la documentación fechada desde el 1 de enero hasta el 25 de marzo corresponda al año anterior, según el estilo moderno y que, en consecuencia, haya que sumarle una unidad (un año); el resto de los meses coinciden con el mencionado estilo de la Circuncisión.
En el estilo pisano, más lógico que el anterior, la Encarnación tiene lugar nueve meses antes que el Nacimiento; por ello, los textos datados entre el 25 de marzo y el 31 de diciembre llevan un año de adelanto con relación al estilo moderno, año que habrá que restar para su sincronización, mientras que aquellos fechados entre el l de enero y el 24 de marzo caen dentro del mismo año y, por tanto, coinciden con el sistema moderno.

14.5.4. Estilo de la Pascua de Resurrección, o mos gallicanus, mos Coloniensis o stylus franciscus
Fue frecuentemente empleado en Francia y en aquellos territorios donden reinaban dinastías francesas, como es el caso de Ñapóles y Navarra.
El comienzo del año coincide con el día de Pascua de Resurrección, fiesta variable en el calendario eclesiástico, que cae entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

14.5.5. El estilo veneciano (mos venetus)
Comienza el año el 1 de marzo, con dos meses de retraso respecto del estilo moderno, imitando de este modo el calendario romano de Rómulo. Al igual que el estilo florentino, los meses de enero y febrero corresponden al año anterior, según el estilo moderno. Fue empleado por los escriptorios franceses de los siglos vi al vin y, sobre todo, en tierras venecianas hasta la caída de la República.

14.5.6. El estilo griego o bizantino
Toma como inicio del año la fecha del 1 de septiembre, anticipando 4 meses el comienzo del año con relación al estilo moderno. Desde esta fecha hasta el 31 de diciembre, lleva, pues, un año de adelanto con respecto a la Circuncisión, como ocurre con el estilo pisano. Fue utilizado en Oriente e introducido por los griegos en la zona meridional de Italia.

14.6. La expresión del día y la semana
Los babilonios y hebreos adoptaron un ciclo de siete días, independiente del mes, para la medida del tiempo; con ello daban nacimiento a la semana. El último día de este ciclo fue llamado "sábado" por los hebreros; los otros seis restantes se nombraban con relación a aquél; así, el viernes se designaba como el día anterior al sábado, el lunes como el segundo día después del sábado, etc.
Fueron los romanos quienes designaron los siete días de la semana con nombres de sus divinidades: Sábado (dies Saturnf), Domingo (dies Solis), Lunes (dies Lunae), Martes (dies Mariis), Miércoles (dies Mercurií), Jueves (dies Jovis), Viernes (dies Veneris). La Iglesia, recordando que en el Génesis se afirma que el mundo fue creado en seis días más uno de descanso, adoptó, con algunas modificaciones, la semana romana. Los cambios vienen en el nombre de los días. El día de Saturno pasó a denominarse, según la tradición hebrea, "sábado" y al día siguiente (dies Solis) lo llamaron "Día del Señor" (dies Domini o Dominica). El día del Sol, la Iglesia lo consagró al Señor, al descanso y a conmemorar la Resurrección de Jesús, que aconteció en ese día .
La mayor parte de los nombres de la semana son, pues, de origen romano y pagano. Desde el siglo II, la Iglesia comenzó a emplear en sus documentos otros nombres, más acordes con el rito y la tradición eclesiástica. Así, cada uno de los siete días de la semana pasó a denominarse "feria", excepto el sábado y el domingo La distinción entre ellos se hizo añadiéndoles un ordinal. Esta semana eclesiástica, a diferencia de la hebrea, comenzaba el domingo, que era la feria 1.a, o día del Señor.
En la documentación medieval, muy especialmente la de carácter religioso, no faltan ejemplos de datas que designan los días de la semana con el nombre de "ferias", costumbre que sigue en vigor en Portugal y en muchos pueblos de Galicia y que procede del calendario eclesiástico.

14.6.1. La expresión del día y el mes: la calendación romana
La calendación es el sistema empleado por Roma para indicar la fecha del día del mes, que se divide en 3 períodos desiguales: calendas, nonas e idus, con inicios fijos, en cuyo caso la documentación dice simplemente "en las kalendas, nonas o idus de un mes concreto", omitiendo los días del período. Su uso se extiende a lo largo de toda la Edad Media, siendo el procedimiento más frecuentemente utilizado en el medievo para expresar el día del mes en la documentación latina. Desde el siglo xiv, con el triunfo de las lenguas vernáculas, decae su empleo.
La calendación romana puede ser retrógada y directa. En la primera, empleada en época clásica y en toda la Edad Media, los días del mes se cuentan hacia atrás; introducen, en el caso de las calendas, en el mes anterior. Con la aplicación de una sencilla fórmula, se reduce la fecha a nuestro cómputo. Sin embargo, la calendación directa cuenta los días de modo progresivo, esto es, hacia adelante. Los dos sistemas conviven en la documentación medieval.
Los romanos dividen el mes -como queda indicado- en tres períodos desiguales, que corresponden a las tres fases de la luna: las calendas (novilunio), las nonas (primer cuarto de luna) y los idus (plenilunio).
Calendas deriva del verbo griego %aAeco (=llamar) y alude al primer día del mes en que el Pontífice Máximo convocaba al pueblo para indicar los días religiosos, las jornadas de trabajo, días de juicios, etc. Es, por tanto, el primer día de cada mes, además de ser el período mayor de los tres en que se divide el mes. Comprende un período que puede oscilar entre 14 y 19 días, según los meses (ver tabla de correspondencia).
En la documentación, las calendas pueden venir expresadas de diferentes modos. Cuando se quiere indicar el primer día de cada mes, se expresa en ablativo (kalen-dis ianuaris = 1 de enero). El día anterior a las calendas se expresa con el adverbio pridie seguido de acusativo (pridie kalendas apriles = 31 de marzo). Si se quiere indicar el día 2 de cada mes, se expresa con la preposición post o con el adverbio postridie y acusativo (postridie kalendas aprilis = 2 de abril). Es entonces un cómputo directo. Para el resto de las fechas, las calendas van acompañadas de un numeral (VIII.0 kalendas iunias - 25 mayo). Como es un sistema retrógado, contando regresivamente nos introducimos en el mes anterior, por tanto, en mayo. Si no disponemos de una tabla, tenemos que recurrir a una fórmula simple para reducir la fecha a nuestro cómputo:
N.° + 2-n.° cal. dadas
donde N° es el número de días del mes anterior (31 días que tiene mayo) y n.° cal. dadas es el número de calendas dadas en la documentación (en este caso VIII); es decir, que para reducir las calendas a nuestro cómputo, se suman 2 unidades al número de días del mes anterior, y a dicha suma se le resta la cifra o numeral de la data|Otra fórmula para hallar las calendas es restar al número de kalendas del documento "dos unidades y volver a restar el resultado o resto del número de días del mes anterior.
Las nonas es el período más corto del mes, de tan sólo 4 o 6 días. A diferencia de las calendas, a las cuales siguen, caen dentro del mes que se da. Su comienzo es variable, el día 5 en los meses de enero, febrero, abril, junio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre, y el 7 en el resto: marzo, mayo, julio y octubre.
La fórmula para hallar las nonas es:
5 ó 7 +l-n.° nonas
donde 5 o 7 son el día de comienzo de las nonas de ese mes y n.° el número de nonas dados.|Ai este mismo resultado se llega restando una unidad al número de nonas que figura en el documento y volviendo a restar el resto resultante del día en que, en ese mes, caen o celebran las nonas.
Los idus es un período de 6 a 10 días que, al igual que las nonas, caen dentro del mes dado. Su comienzo es también variable: el 13 en los meses en que las nonas caen el día 5 y el 15 cuando las nonas caen en el día 7. La fórmula de reducción de los idus a nuestro cómputo es idéntica á la de las nonas; basta sustituir los guarismos de estas por los de los idus:
13 ó 15 +l-n.°idus
También podemos aplicar otra fórmula. Basta para ello restar una unidad a los idus propuestos en el documento, y el resultado se vuelve a restar de las fechas en que caen los idus de ese mes.
Cuadro 14.1 Correspondencia de la kalendación romana retrograda.

14.6.2. Días andados y por andar
Se conoce también como "sistema bolones" o consuetudo bononiensis. Los testimonios más antiguos de este sistema se remontan a documentos toscanos del siglo VIII, pero su uso más frecuente data desde la segunda mitad del siglo XII hasta la segunda mitad del siglo xiv.
La consuetudo bononiensis divide el mes en dos partes. En los meses de 31 días, del 1 al 16 y del 17 hasta finales; en aquellos que tienen 30 días, del 1 al 15 y del 16 al 30; para el mes de febrero, del 1 al 14 o al 15 si es bisiesto y del 15 o 16 hasta el 28 o 29, según corresponda. Los días de la primera mitad o quincena reciben el nombre de "andados" o intrantes, y los de la segunda, días "por andar", exeuntes o exientes.
La particularidad de este sistema radica en que, en la primera quincena, la numeración de los días es directa o moderna (quinto die intrante mense novembri, X días entrados nel mes de junyo), mientras que en la segunda parte del mes es de modo inverso (die secundo exeunte mense februarii, que indica el penúltimo día del mes de febrero).
No faltan tampoco en la documentación variantes a este sistema, como, por ejemplo, contar los días de modo idéntico al de la calendación retrógada, esto es, incluir en la cuenta el día 1 del mes siguiente.

14.6.3.1 Expresión del día en el calendario litúrgico
Está basado en el calendario eclesiástico, cuyo comienzo de año es yariable_£el primer_domingo de Adviento, que cae entre el 27 de noviembre y el 3 de diciem-^ bre). Este sistema comenzó a emplearse en el siglo XI, aunque su uso no se generaliza hasta la centuria siguiente. En la documentación cancilleresca y administrativa francesa y alemana de los siglos xn al xiv, es muy frecuente que se indique el día según las fórmulas cronológicas del calendario litúrgico.
En la liturgia católica, la Iglesia celebra anualmente fiestas fijas y otras móviles. Cada una de estas festividades hace referencia siempre al día y no al mes en que se conmemoran. Se toman como base de este cómputo cronológico las fiestas del Señor, de la Virgen y de los santos de mayor relieve y popularidad, bien sean de carácter fijo o móvil. Por ello es muy útil la consulta de un calendario litúrgico eclesiástico. A partir de cada una de estas festividades, los días anteriores o posteriores, o bien sus vísperas y octavas, se fechan muchos actos histórico-jurídicos, mediante la fórmula ante (die iovis ante ramos palmarum, anuo domini MCCLX) o post (anno domini MCCXLV mense februarii, die lunepost octavam puríficationis beatae María Virgi-nis). En otras ocasiones, la fórmula cronológica empleada hace referencia a las primeras palabras del comienzo o Introito de la Misa correspondiente, a la festividad de un día o santo concreto (Invocavit me = primer domingo de cuaresma; Laetare Iheru-salem = cuarto domingo de cuaresma; Viri galilaei = Ascensión; Omnis térra - segundo domingo después de Epifanía, etc.), o a cualquier acto penitencial, como por ejemplo, "carnes-tolendas" a partir de Miércoles de Ceniza y durante toda la cuaresma

14.6.4. Numeración directa del día del mes
Este sistema, conocido como "moderno", nace en Oriente, empleándose en las tierras de Siria, Egipto y Grecia. Llega al occidente europeo después de la caída de Roma. En Italia fue utilizado por la cancillería del reino lombardo, y en Francia, por las de los reyes merovingios y por la dinastía carolingia. Las indudables ventajas que presenta este cómputo sobre los demás hace que, desde mediados del siglo XIII hasta nuestros días, este sistema sea adoptado umversalmente.

14.7. La expresión de la hora
Con frecuencia, en la documentación eclesiástica medieval hallamos que en la data se indica la hora de la redacción de la misma. La mención de esta hora se lleva a cabo siempre por el calendario romano. Desde el punto de vista diplomático, la indicación de la hora es un complemento a la datación del día y, como tal añadido, suele tener menos importancia.
Roma divide el día en doce horas diurnas; desde las 6 a las 18 horas: hora prima (la aurora, que son las seis de la mañana), hora secunda (las siete), etc. También estas horas se agrupan en períodos de tres horas: la hora, prima (el amanecer, es decir, las seis de la mañana), la hora tenia (media mañana, esto es, las nueve), la hora sexta (el mediodía), la hora nona (a media tarde, que son las 15 horas), la hora véspero (a la caída de la tarde, que es una hora antes del ocaso, esto es, las 18 horas) y, por último, completorium (después del ocaso, que son las 21 horas, por tanto una hora nocturna).
La noche, en el calendario romano, estaba dividida en cuatro partes, de tres horas cada una, llamadas vigiliae o "turnos de guardia" (prima, secunda, tenia, cuarta). La primera vigilia empezaba a las seis de la tarde y la cuarta terminaba a las seis de la madrugada.

14.8. Los ciclos
Los ciclos son series de números determinados de años que se renuevan ince-santamente al término de cada una de ellas. El ciclo es, por tanto, un período de tiempo que tiene una duración fija y que periódicamente se renueva. A lo largo de la historia, los ciclos se han basado en diferentes hechos, como observaciones astronómicas, combinaciones aritméticas, creencias religiosas y mitológicas, o bien en acontecimientos políticos.

14.8.1. La indicción
Es un período de tiempo convencional del que se conocen el inicio y el final. De entre las distintas indicciones: griega o bizantina, bedana o cesariana e imperial, sienesa, genovesa y romana, utilizadas en los documentos (reales, pontificios, imperiales, etc.) como elemento cronológico complementario, para nosotros la más importante y de mayor uso es la indicción romana, equivalente a un ciclo convencional de 15 años. Debe advertirse, no obstante, que con el vocablo "indicción" se expresa no sólo un período de 15 años, sino también el número de orden de cada año dentro de ese ciclo. Etimológicamente viene del verbo latino indico (= notificar un tributo) porque era el ciclo de un impuesto que Roma cobraba, hasta el siglo m, en cada lustro, y, desde el siglo IV, cada quince años.
Parece que el ciclo indiccional fue establecido en tiempos de Constantino o de Constancio, fijándose el año 312 como comienzo de la primera indicción, aunque el inicio del año varía según se trate de la indicción griega o bizantina (1 de septiembre), de la cesariana o imperial (24 de septiembre) -llamada así por haber sido utilizada en los documentos imperiales de los carolingios-, de la romana o pontificia (25 de diciembre o 1 de enero) o, todavía más complicado, de indicciones de carácter local, como por ejemplo las de Colonia (1 de octubre) y Siena (8 de septiembre).
Como elemento cronológico, la indicción -sobre todo la romana, de 15 años-, aparece con frecuencia en la documentación europea antigua y medieval. La fórmula para calcular la indicción de un año dado es la siguiente:
(A-312) : 15
donde A es el año dado, 312 el punto de partida del primer ciclo indicional, y 15 la duración de cada ciclo. En el cociente queda expresado el número de ciclos de indicción transcurridos desde el año 312; en el resto se indica la indicción buscada, esto es, el número que corresponde al año propuesto (A) dentro del período indiccional. Si el resto nos da O, nos indica que es el último año de un ciclo, es decir, la indicción 15.
Algunos computistas parten del año 3 antes de Cristo como inicio de la indicción primera del ciclo I.°; de ahí que la fórmula utilizada sea esta:
(A.d.+3) : 15

14.8.2. Ciclos solares y lunares
Sólo a base de períodos o ciclos más o menos largos de tiempo, pero superiores a la duración de los años, tanto solares como lunares, y valiéndose de otros elementos cronológicos auxiliares, como el número áureo, las epactas, los concurrentes... relacionados con dichos ciclos, los computistas medievales lograron la adaptación y sincronización de ambos ciclos y la coincidencia entre año solar y año lunar.
Los ciclos solares de mayor uso fueron dos: uno de 4 años, que implica la intercalación de un día (cada 4 años) en determinada fecha y mes y da lugar a los "años bisiestos", y otro de 28 años, empleado para adaptar y sincronizar la duración del ciclo anual del sol con las semanas o ciclos de 7 días de la semana.
En cambio, los ciclos lunares de 8, 16 y 19 años, que son los más utilizados y tienen una duración anual que oscila entre 354-356 días, son más cortos y, en consecuencia, exigían la adición de días intercalares variables para conseguir la adaptación, exacta o aproximada, entre el ciclo solar y lunar.
Cada año solar ordinario o común tiene 52 semanas y 1 día; si no existiesen los años bisiestos, cada siete años coincidiría el inicio del año en el mismo día de la semana. Al alterarse este ciclo por los bisiestos (52 semanas y 2 días), son necesarios 28 años para que vuelva a darse dicha coincidencia en el ciclo semanal. El guarismo 28 -mínimo múltiplo de 7-, proviene de multiplicar la cifra 7, esto es, los días de la semana, por el número 4, que son los años del ciclo bisiesto.
El ciclo solar de 28 años sirve, también, para determinar las denominadas letras "dominicales" y los concurrentes, muy utilizados ambos en el calendario eclesiástico.
Se conoce por letras "dominicales" las siete primeras letras del alfabeto latino, con las que se designa el ciclo de los días de la semana, aunque el nombre de "dominical" deriva de la letra que señala únicamente los domingos del año. En los calendarios medievales, cada día del mes se acompañaba de una de estas siete letras; así, los días 1, 8, 15, 22 y 29 del mes de enero llevan la letra A; los días 2, 9, 16, 23 y 30 del mismo mes, la letra B, y así sucesivamente. Para poder calcular la letra dominical existen diversas fórmulas.
Las letras dominicales indicadoras del día de la semana (feria) en que comienza cada mes se llaman "letras feriales".
La epacta era el elemento indicador de la edad de la luna el 22 de marzo, primer día en que podía caer la Pascua y que aumentaba 11 días cada año del ciclo.
Los concurrentes -también conocidos como "epactas solares"- son números convencionales que sirven, como las letras dominicales, para designar el día de la semana y expresan los días sobrantes transcurridos desde el último domingo del año precedente hasta el inicio del año en cuestión. Para poder hallar la relación existente entre las letras dominicales y los concurrentes es preciso acudir a las correspondientes fórmulas cronológicas.
Dentro de los ciclos lunares, destaca el ciclo del astrónomo ateniense Metón, usado por lo judíos, que tiene una duración de 19 años, periodo en que la luna nueva (neomenia) tarda en occurrir en el mismo día del mes y a las mismas horas. El número de días lunares del ciclo de Metón -contenidos en 235 meses con lunaciones de 29 o 30 días- coincide exactamente con el número de días solares que hay en los 228 meses del ciclo.
Por último, el áureo número es un número indicador del año en que iban dentro de un ciclo y, por consiguiente, señalaba el orden que correspondía a un año dentro del ciclo lunar de 19 años de Metón. La razón de este nombre está en que se escribía en caracteres dorados en los calendarios antiguos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario