TEMA 4.
CRECIMIENTO ECONÓMICO, TRANSFORMACIONES SOCIALES Y TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA
I. La transición demográfica.
La segunda
mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX constituyeron la época de transición
demográfica en el País Valenciano, pasando la población de un régimen
demográfico antiguo a uno moderno. Así, de altas tasas de natalidad acompañadas
de altas tasas de mortalidad se pasó a una reducción de ambas variables. Esos
cambios aumentaron de velocidad en el primer tercio del siglo XX. En 1857 la
población valenciana era de 1.250.000 habitantes, mientras que en 1930 la cifra
ascendía a 1.900.000. Ello reflejaba un crecimiento superior a la media
nacional.
El aumento
poblacional se tuvo que enfrentar a diversas crisis, como las epidemias. Uno de
los casos más graves fue el de la epidemia de cólera de 1855, que causó 4.000
muertos en la ciudad de Valencia y 2.000 más en la ciudad de Alicante. El
gobernador civil Trinitario González de Quijano, que se había ganado el afecto
popular, actuó en primera línea contra la epidemia, por lo que contrajo la
enfermedad y murió por esa causa. De ahí que se erigiera el panteón de Quijano,
un obelisco a imitación del dedicado en Madrid a los mártires de la Guerra de Independencia.
Desde la
segunda mitad del siglo XIX se redujeron los estragos causados por las crisis
de subsistencia, por las mejoras de las comunicaciones y el ferrocarril, que
permitieron articular un mercado nacional de los productos de primera
necesidad. Así, el crecimiento demográfico se dio en parte por una coyuntura de
bonanza económica.
Otro factor clave fue la emigración, que puede ser de 2 tipos: de tipo permanente y de tipo
temporal (en momentos de paro estacional se emigra trabajando un tiempo en otro
lugar y luego se regresa teniendo en cuenta lo que ello conllevaba en el
trastorno de la vida familiar). La emigración habría desprovisto a las tierras
valencianas de buena parte de su mano de obra si no se hubiera visto compensada
por la población que desde el interior se acercaba a la costa. La emigración
valenciana se dirigió mayoritariamente hacia Argelia, aproximadamente desde 1830. A finales del siglo
XIX unas 60.000 personas compondrían la población valenciana emigrada a
Argelia, que tras el proceso de descolonización retornaría a Alicante en muchos
casos. Ello llevó a la creación del Liceo Francés. Cabe destacar que en Argelia
se hablaba una mezcla de francés, árabe, valenciano y castellano, con
expresiones como mala baraka o Douro (5 francos).
Otro proceso
importante es la urbanización que se da de forma muy profunda. Ya a mediados
del siglo XIX casi la mitad de la población valenciana vivía en ciudades o
poblaciones de mínimo 5.000 habitantes, dependiendo evidentemente de la
importancia de la ciudad y la más importante en orden era Valencia, seguida
de Alicante y detrás Castellón, pero ese
proceso hace conlleva una transformación en la fisonomía de las ciudades,
favorecidas también por los procesos de desamortización, permitiendo abrir algunos
espacios en la trama urbana.
Además, ésta
fue la época de los ensanches de las poblaciones, tras el derribo de sus murallas.
Esa reestructuración espacial vino dada de nuevo por las favorables
expectativas económicas, que llevaron a que Valencia pasara de 106.000
habitantes en 1857 a
213.000 en 1910. En Alicante la muralla se derribó en 1858, y la ciudad contaba
en aquel entonces con 30.000 habitantes. El derribo de la muralla vino dado en
gran medida porque en ese año Alicante se convirtió en el primer puerto unido
por ferrocarril con Madrid. En 1910 Alicante ya tenía 55.000 habitantes.
También se
introducen además construcciones de nuevos barrios con una mejora de
condiciones de la burguesía, se incorporan paulatinamente algunos servicios en
las ciudades, muchas veces por iniciativa privada como por ejemplo la introducción de la
electricidad por una empresa privada “la popular eléctrica” o el agua
corriente. Algunos servicios eran de voluntarios como los bomberos. Unos
servicios paralelos al crecimiento de las ciudades.
La ciudad de
Castellón, de menor población, tenía 30.000 habitantes en 1910, y también
creció tras el derribo de sus murallas, en 1885. Cabe destacar que las murallas
de Castellón fueron construidas en época reciente, a causa de operaciones
bélicas de las guerras carlistas.
II. La expansión agrícola.
En las décadas
centrales del siglo XIX, de 1840
a 1870, se dio un momento decisivo para la evolución
agraria valenciana. Se produjeron grandes cambios en la estructura de la
propiedad de la tierra, entrando nuevas tierras en el mercado por las
desamortizaciones. Además, se produjo una expansión de cultivos como el naranjo
o la vid, lo que permitió a su vez la expansión de una agricultura comercial.
Todo ello permitió la consolidación de una burguesía terrateniente
agrocomercial, dedicada a una agricultura eminentemente comercial, que se constituyó
en un sólido pilar de apoyo del liberalismo moderado.
En las décadas
centrales del siglo XIX se fue configurando esta burguesía, con una procedencia
heterogénea. Así, en algunos casos provenía de antiguos enfiteutas que habían podido
acceder a la tierra y se habían enriquecido, mientras que también había
antiguos nobles aburguesados, dedicados a los negocios, que solían ser miembros
del Partido Moderado. Era el caso de la casa nobiliaria Roca de Togores,
destacando Mariano Roca de Togores, Marqués de Molins.
Las
transformaciones en la estructura de la propiedad de la tierra tuvieron efectos
negativos sobre los campesinos, ya que las parcelas no se vendieron en pequeños
lotes, sino en grandes extensiones que éstos no podían comprar. Además, algunos
burgueses habían visto un filón en la compra de tierras, con lo que hubo cierta
especulación. Esto provocó que muchos campesinos se proletarizaran, por lo que
dejaron de dedicarse a la agricultura y hubieron de emigrar a las ciudades,
conformándose como mano de obra industrial de bajo coste. Estas consecuencias
negativas sobre el campesinado explican en gran medida el apoyo del campo al
carlismo.
El auge de la
agricultura comercial fue un elemento de primer orden en la historia del País Valenciano,
lo que se enmarcaba en un contexto europeo de industrialización y mejora de las
comunicaciones. Los cultivos que más crecieron fueron la vid, el naranjo, el
arroz, el almendro y las hortalizas, en detrimento del trigo, la morera o el
olivo y el algarrobo, que fueron desplazados hacia las zonas del interior.
Este desarrollo de cultivos no se
puede entender sin la expansión de los regadíos y las innovaciones agronómicas.
La Real Sociedad.
Económica de Amigos del País de Valencia promovió diversos proyectos para
realizar ampliaciones de los canales de regadío y crear pozos. Se prolongó
además a mediados de siglo la
Acequia Real del Júcar, que no se había ampliado desde su
creación en la segunda mitad del siglo XIII. También se construyó el embalse de
Guadalest.
Además se
introdujeron nuevos abonos, de carácter natural,como el guano, introducido por José
Polo de Bernabé. Estaba formado por excrementos de aves marinas y murciélagos,
y su efectividad era alta, produciendo un aumento considerable de la producción
de la naranja. A finales del siglo XIX ya se introdujeron los fertilizantes químicos.
El cultivo de
la vid fue la base de un activo comercio de vinos y depasas a finales del siglo
XVIII. Pero la gran expansión del viñedo entierras valencianas llegaría a
partir de 1854, gracias a la plaga de oidium, que afectó a gran parte de
Europa, pasando casi de largo de lasvides valencianas. En los años 60 llegaría
además la plaga de filoxera,que asoló los viñedos europeos. Por ello se dio una
enorme demanda de la vid valenciana en la década de los 50, lo que motivó que
se plantaran 50.000 nuevas hectáreas de vid, destacando la comarca de
Requena-Utiel por su gran aprovechamiento vinícola. En el último tercio del siglo
XIX se daría la época dorada, y la superficie de la vid se multiplicó en el
Valle de Albaida, en el Alto y Medio Vinalopó y en la Marina Alta. En
Requena-Utiel la vid ocupó másde la mitad del territorio. La exportación de
vinos valencianos pasó de 1 millón de hectolitros en 1879 a 5 millones en 1891.
El cultivo del
arroz también se expandió, pero con una clara orientación al mercado interior.
La mayor extensión del arrozal se dio en Valencia, en zonas como La Albufera, los marjales de
la Costera y la Ribera Alta.
El naranjo se
comenzó a extender en diversas zonas de Castellón desde 1840. Pero el verdadero
auge de su cultivo no comenzó hasta mediados del siglo XIX, cuando José Polo de
Bernabé trajo mandarinas de China y nísperos de Japón, aplicando además nuevas
técnicas de abono, como el guano, a su cultivo. La naranja se había exportado a
nivel menor desde finales del siglo XVIII, en base a barcos de cabotaje. Pero
la verdadera expansión de la naranja llegaría con la conquista del mercado inglés,
hecho que se produjo a partir de 1850, cuando José Aguirre y los hermanos
Fournier realizaron los primeros envíos. Aún así, el verdadero boom exportador
llegaría a finales del siglo XIX. En 1880 el 80% de los cítricos españoles
exportados provenían del País Valenciano. Además, en 1890 el País Valenciano
exportaba 140.000 toneladas de naranjas, mientras que en 1910 la cifra había ascendido
a 500.000 toneladas, lo que nos revela el inusitado auge. La ciudad más
beneficiada por este auge exportador fue Valencia, por la estratégica posición de
su puerto. Así, a finales del siglo XIX el naranjo se había convertido en un
monocultivo en muchas zonas.
En conclusión,
la transformación y orientación en sentido comercial de la agricultura
valenciana fue un proceso de modernización capitalista que nos muestra la
adaptación de la burguesía a la demanda del mercado.
III. Nuevos negocios
especulativos y el desarrollo del ferrocarril Valenciano
Además, gran
parte de esa burguesía agrocomercial se implicó en nuevos negocios de carácter
especulativo. Invirtieron en sociedades bancarias, negocios urbanos y por
encima de todo, en la construcción del ferrocarril. Así, la reinversión del
capital creó una nueva burguesía financiera valenciana, ejemplificada en la
figura de José Campo. José Campo y su padre comenzaron a comerciar en 1839 en
el puerto de Valencia, y en 1843 José Campo fue nombrado alcalde de Valencia
por la reina Isabel II, con 29 años únicamente.
Durante su
alcaldía se promovió el desarrollo del ferrocarril, la actividad financiera y
la creación de sociedades financieras como la Sociedad Valenciana
de Crédito y Fomento, la primera sociedad bancaria valenciana, creada en 1846,
para estimular el desarrollo económico de la provincia. Estaba compuesta por
los principales terratenientes alicantinos, involucrados también en el
lucrativo negocio del abastecimiento de agua potable.
El ferrocarril
apareció en fechas tempranas en tierras valencianas, por el interés que
despertó entre las burguesías de Valencia y Alicante. El primer proyecto
elaborado para unir Madrid con el Mediterráneo fue la Línea del Mediterráneo, del
año 1844. El proyecto uniría Madrid con Alicante, pero no se ejecutó finalmente
por falta de capital. Las dos compañías ferroviarias más importantes ahora en
el territorio valenciano son:
-
la MZA
(Madrid- Zaragoza- Alicante)
-
la
AVT (Almansa- Valencia- Tarragona)
En la ciudad
de Valencia el ambiente también era muy favorable en la década de los 40 al tendido
de líneas de ferrocarril. La
Real Sociedad Económica de Valencia impulsó la construcción
de una red ferroviaria para distribuir la producción agrícola de la zona. A la
vez impulsó las obras de mejora del puerto de Valencia. En 1845 surgió la idea
de conectar Madrid con Valencia, pero no se llevó a cabo por falta de capital
probablemente.
José Campo
creó la Sociedad
del Ferrocarril del Grao de Valencia a Játiva, constituida por grandes
terratenientes y relevantes políticos, como los Bertrán de Lis. Esta línea sí
tuvo éxito, y quedó concluida en 1854. El interés de este tramo, además del
puramente económico, era controlar la línea del Mediterráneo, obteniendo así
una concesión para continuar las obras ferroviarias hasta Madrid. Esa licencia
fue concedida en el tramo Játiva-Almansa.
Pero esta
concesión chocaba de frente con el proyecto que tenía la burguesía alicantina.
Un senador alicantino, el Marqués de Ríoflorido, era dueño de una concesión
para construir el ferrocarril en el tramo Alicante-Almansa, y creó una sociedad
financiera compuesta por la burguesía alicantina para construir ese tramo.
La cuestión se resolvió cuando
las Cortes aprobaron ambos proyectos, y se decidió que ambas compañías
explotarían de forma conjunta el tramo Almansa-La Encina, que bifurca la vía de
Madrid.
Las nuevas
leyes aprobadas dieron facilidades al capital extranjero para invertir en el
sector ferroviario, que pronto entró en crisis en España. En 1856 el senador
José de Salamanca llegó a diversos acuerdos con grupos económicos franceses, y
la línea Madrid- Alicante pasó a manos de la Compañía de los
Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante, controlada mayoritariamente por
el capital francés. Esta compañía concluyó las obras del tramo alicantino en
marzode 1858, y así Alicante fue el primer puerto español unido con Madrid,
quedando inaugurada la línea por la propia Isabel II.
Así, la
burguesía alicantina tomó conciencia de sus propias limitaciones financieras,
puesto que tuvo que ceder ante el capital extranjero, pero a la vez
consiguieron que Alicante fuera el primer puerto unido a Madrid, lo que reforzó
de forma importante ese eje comercial.
Vinculado al
desarrollo del ferrocarril y de las comunicaciones en general esta el aumento
de la circulación de barcos del puerto de Alicante, tanto barcos de vapor como
de vela que se extienden mucho en el tiempo.
Además, se moderniza definitivamente el puerto de Valencia que favorece
el comercio de la naranja.
El trazado del
Ferrocarril y la importancia de las exportaciones hicieron que ganaran
importancia las poblaciones costeras o cercanas a las vías del ferrocarril,
mientras que las interiores quedaron más desplazadas.
III. La industrialización
valenciana.
En el proceso
industrializador valenciano se dio un importante retraso con respecto a Europa occidental,
muy visible en el proceso de modernización y mecanización. Y es que a finales
del siglo XIX seguía predominando el trabajo artesanal. En segundo lugar, a
ello se unió la decadencia de la industria de la seda, floreciente en el siglo
XVIII, lo que favoreció el auge de la vid.
En tercer
lugar, cabe destacar que se inició una pequeña industria textil, de la cerámica
y del calzado, desde finales del siglo XIX a principios del siglo XX. La
debilidad del proceso industrial valenciano vino dada porque la banca
valenciana prefirió invertir en el ferrocarril y otros sectores urbanos y con
mayores perspectivas de beneficio rápido. Así, la inversión en industria fue
mucho menor.
Pero la
importancia del sector industrial en el País Valenciano puede afirmarse
teniendo en cuenta que era la 3ª región de España tras Cataluña y el País Vasco como potencia industrial (u
como resultado de esa industrialización podemos observar como se va a ir
formando un movimiento obrero que va a conseguir progresivamente mas importancia
y muestra de ello es que Alcoy se convertirá en la sede de la Internacional)
Una industria, por otra parte, concentrada más
que nada en la provincia de Alicante. Es una industria dirigida al nivel de
consumo (textil calzado, papel, etc.) y a diferencia del País Vasco, y hay muy excepcionalmente una industria de
medios de producción (siderurgia, etc.) .En términos generales, nos encontramos
con empresas pequeñas dirigidas al mercado interior y excepcionalmente al
exterior como Cuba temporalmente y Norte de África.
A mediados del
siglo XIX cabe destacar el intento de crear un tejido de industria pesada en la
ciudad de Valencia, con diversas fábricas de metalurgia y fundiciones, como la Fundición Primitiva
Valenciana. Estas industrias no pudieron consolidarse por los bajos precios de
los productos elaborados fuera de España. En Alicante, a pesar del
florecimiento mercantil asociado al puerto, jamás se creó un centro industrial
destacado en la ciudad, salvo la fábrica de tabacos, que llegó a dar empleo a
unas 3.000 mujeres.
Alcoy fue la
excepción a esta tónica general, constituyéndose como el único centro
industrial valenciano. La industria alcoyana se centró en el sector textil y el
papelero. En la década de 1850 la burguesía industrial de Alcoy había
conseguido mecanizar sus fábricas, pese a las protestas artesanas,
introduciendo los telares mecánicos y la máquina de vapor, cuyo uso en la década
de los 60 estaba generalizado en Alcoy.
El sector
textil lanero se especializó en la elaboración de paños de lana de baja
calidad, que se destinaban a Andalucía, el Ejército o los mercados de las
antiguas colonias. En cuanto al papel, también se apostó por producir papel de
baja calidad, por la competencia exterior, usado como envoltorio de los
productos agrícolas. La industria papelera alcoyana tuvo una etapa muy
floreciente hasta 1880, momento en que empezó a decaer, la que había sido la zona
productora del 75% del papel valenciano.
En las
comarcas del Vinalopó, sobre todo en Elche y Elda, se desarrolló una industria
del calzado desde mediados del siglo XIX, gracias al tradicional trabajo del
esparto. La producción se comerciaba en los pequeños mercados ambulantes. En
Elda, en torno a 1870, comenzaron a crearse talleres centralizados, con
máquinas de coser y cortar telas. A principios del siglo XX el calzado eldense
se introdujo ya en el mercado nacional, en Cuba y Marruecos. El calzado en
Elche se basó en la producción de alpargatas, y en los años 80 del siglo XIX
proliferaron talleres que las exportaban a Argelia y América. No hubo una
diversificación de esa industria hasta bien entrado el siglo XX.
En cuanto a la
industria de la cerámica, tenía una larga tradición artesana y el importante antecedente
de la Real Fábrica
de Alcora, creada en el siglo XVIII en Castellón. Los núcleos más importantes
de la industria cerámica fueron Alcora, Manises, Alicante y Agost. Destacaba Manises,
que contaba a finales del siglo XIX con 36 fábricas de cerámica.
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