TEMA
2. ENTRE LA
REVOLUCIÓN LIBERAL Y LA REACCIÓN ABSOLUTISTA
1. Evolución política.
I. La Restauración de
Fernando VII. El Sexenio absolutista (1814-1820).
Tras
la firma del Tratado de Valençay, en diciembre de 1813, Napoleón reconoció a Fernando
VII como monarca español, iniciándose así el Sexenio Absolutista (1814-1820).
Desde finales de 1813 diversos grupos absolutistas habían estado conspirando
para eliminar la obra legislativa de las cortes de Cádiz y reestablecer el
Antiguo Régimen.
La
ciudad de Valencia fue el principal núcleo de la actividad propagandística y
política antiliberal, lo que hace que Fernando VII entre por
Valencia porque sabe que es una ciudad fiel. En 1813 surgieron periódicos como El Fernandino o Lucindo,
que apostaban por la vuelta al trono de Fernando VII como monarca absoluto. Fernando
VII tenía además en Valencia el apoyo de los sectores privilegiados, como la
nobleza propietaria valenciana, y también del ejército, teniendo el apoyo del
capitán general de Valencia, Elio. El arzobispo de Valencia también apoyó a
Fernando VII. De esta forma, en la ciudad de Valencia se forjó la trama
política y militar del golpe. Desde la ciudad se lanzó en abril de 1814 el
Manifiesto de los Persas, un documento firmado en Madrid por 69 diputados que
rechazaban el ordenamiento constitucional y apostaban por el carácter absoluto
de la monarquía fernandina.
El 4
de mayo de 1814 Fernando VII firmó en Valencia un decreto que abolía toda la
legislación liberal y la
Constitución de 1812, decreto que fue acompañado del golpe de
Estado de Elio en Madrid. El apoyo de la nobleza valenciana a Fernando VII vino
dado por el deseo de volver a percibir las rentas y derechos señoriales.
También pretendían recuperar sus dominios jurisdiccionales, para mantener los viejos
privilegios.
La
restauración de Fernando VII, sin embargo, no supuso una vuelta atrás sin más.
En septiembre de 1814 Fernando VII aprobó una Real Cédula a través de la que
reforzaba el poder de la Corona
a costa de la vieja nobleza feudal. Aunque restituyó el pago de rentas
derivadas de la propiedad privada, no reconoció el derecho jurisdiccional de
los señores. Con ello se evitaba la pluralidad de jurisdicciones. La nobleza valenciana
reaccionó de forma inmediata, y se dirigieron numerosas peticiones a Fernando
VII para recuperar sus poderes jurisdiccionales, pero éste no cedió. Así, el
Sexenio Absolutista nos muestra el proyecto del monarca de administrar mejor el
patrimonio de la monarquía, aún a costa de la nobleza.
En
el periodo se produjo además un grave incremento del bandolerismo, por la
crisis socioeconómica provocada por los años de guerra. Uno de los ejemplos más
destacados fue el de Jaime el Barbudo, que actuaba en la sierra de Crevillente,
contra la miseria y contra el absolutismo.
Los liberales
intentaron desde el exilio acabar con el régimen de Fernando VII. En 1817 se descubrió
una conspiración para desalojar a los Borbones de sus tronos en Francia y
España. En ella participaron afrancesados y liberales en el exilio, con nombres
como Amorós o el conde de Toreno, mostrando la coincidencia práctica de sus
ideas.
En
1819 se produjo la conspiración de Vidal, que pretendía asesinar al capitán
general de Valencia, Elio, y proclamar la Constitución de 1812.
La organización y financiación de esta conspiración corrió a cargo de los
hermanos Bertrán de Lis. Destaca otra conspiración de 1819, estudiada por
Claude Morange en su obra Una conspiración fallida y una Constitución non nata,
puesto que pretendía crear una nueva Constitución basada en la de 1812.
II. El Trienio Liberal (1820-1823).
El
pronunciamiento militar que finalmente tendría éxito fue el de Rafael Riego, en
enero de 1820, dando paso con ello al Trienio Liberal o Trienio Constitucional.
En la organización de la conspiración volvemos a encontrar a los hermanos
Bertrán de Lis.
Es una época de libertades
políticas: libertades individuales exclusivamente de propiedad, expresión,
opinión... El liberalismo va así evolucionando y desde esta época habrá una
separación: los moderados, defienden un poder ejecutivo fuerte, apoyan la
libertad de expresión, imprenta, pero con ciertos controles; y los exaltados,
también liberales pero quieren una profundización en los liberales, que no
hayan las ligeras cortapisas de los moderados, que el legislativo tenga más
peso, son más democráticos. Los
moderados serán los que controlen el poder hasta 1868 con la abdicación de
Isabel II, pero con presión de los exaltados que representan una clase
media-baja, que quieren que se ensanche la participación política. Y por otra
parte los realistas: aristocracia, algunos burgueses, muy religiosos y
conservadores.
En esta época se renueva la composición
de los Ayuntamientos, con un sufragio censitario masculino. Hasta ese momento
el poder local está controlado por la nobleza local, comarcal y el clero, ahora
en esta época serán elegidos por liberales de la alta burguesía o campesinos
enriquecidos, depende de la localidad. Es un proceso muy lento pero es más
representativo que la época anterior. El control de los ayuntamientos en este
momento será fundamental. Los dos únicos polos de poder son los ayuntamientos y
el poder central.
Durante
el Trienio Liberal se produjo un importante desarrollo de la sociedad civil, en
base a la creciente importancia de la prensa política, la creación de
sociedades patrióticas y el restablecimiento de la Milicia Nacional
como elemento difusor y defensor de las ideas liberales. Los periódicos de
ideología liberal surgieron a cientos en el Trienio Liberal, también en Alicante
y Valencia. La prensa se mostraba claramente como un elemento crucial para
movilizar a la ciudadanía, iniciándose la guerra por la opinión pública.
Durante el Trienio Liberal existían 12 periódicos en Alicante, entre ellos El
Liberal Alicantino o El Constitucional.
La
creación de sociedades patrióticas también fue vital, habiendo sido estudiadas
por Gil Novales. En su opinión, eran centros de sociabilidad, lugares de
reunión de nobles y burgueses liberales para el debate político. Eran clubes
abiertos a la discusión política y fueron una clara imitación de los clubes
políticos franceses. Se trata de sociedades liberales para la época, muy
de izquierdas, pero muy elitistas.
Espacios de libertad, en el sentido de debate político y reelaboración de las
ideas que provienen del extranjero. También emanan nuevas ideas a través de
folletos y periódicos fundamentales para el desarrollo del liberalismo. En el
País Valenciano destacó la Sociedad Patriótica de Valencia, dirigida por los
hermanos Bertrán de Lis, que creó el periódico El Tribuno de la Sociedad Patriótica
de Valencia. También hubo otras en Monóvar, Castellón, Orihuela y en Alicante,
donde se situaba la Sociedad
de Amantes de la
Constitución, que admitía a mujeres como socias.
En
cuanto a la Milicia
Nacional, eran milicias locales voluntarias que habían
surgido en el contexto de la
Guerra de Independencia. Eran el brazo armado de la
burguesía, y volvieron a surgir en 1820, compuestas por civiles voluntarios
dirigidos en ocasiones por militares, y estando organizadas por los
Ayuntamientos. Llevaban a cabo labores de carácter policial y fueron
fundamentales para sofocar diversas sublevaciones absolutistas, caso de la gran
asonada de Valencia en 1822, que terminó con Elio ejecutado. En 1822 en
Orihuela también se hubo de sofocar una sublevación absolutista, para lo que
fue necesaria la colaboración de las milicias de Elche, Crevillente, Alicante y
Murcia, dirigidas por Antonio Fernández Bazán. En cuanto a la legislación del
prolífico Trienio Liberal, se aprobó la desvinculación del mayorazgo junto con
ligeras leyes desamortizadoras sobre tierras nobiliarias y eclesiásticas.
También se aprobaron leyes para
abolir los gremios y liberalizar la industria. Con todas esas leyes se
pretendía consolidar el capitalismo en España. Pero esta legislación tuvo
efectos muy negativos sobre las clases populares. Y es que la industria en el
País Valenciano tenía poco peso, estando basada en pequeños talleres, exceptuando
el caso de Alcoy, el único foco significativo de la industrialización
valenciana. De 1821 a
1823 se produjeron las primeras manifestaciones ludistas en España, en el
contexto del primer movimiento social colectivo del proletariado industrial
alcoyano contra la introducción de máquinas en el sistema productivo: los
campesinos de Alcoy y alrededores que trabajaban para ganar un sobresueldo en
una pequeña industria manual domiciliaria “puttin out system” ahora se van a
encontrar con fábricas que necesitan
poca gente y producen una gran cantidad y evidentemente eso les quita a ellos,
no solo posibles empleos, sino también mercado en el que vender sus productos
para sacar algo de beneficio, por lo que hay una revuelta con armas, aunque
este tipo de revueltas no impidió que el proceso continuara.
Lo más importante del Trienio fueron
las medidas que afectaron a la agricultura, la desamortización de bienes de la Iglesia y de la nobleza. Sus
consecuencias en el campo valenciano es que muchas de estas tierras se
expropian y a subastan, siendo compradas por enfiteutas ricos o burgueses
dedicados al comercio, beneficiando a nuevos propietarios agrarios y campesinos
enriquecidos , pero que perjudica al campesinado, pues los nuevos dueños imponen
nuevas rentas y normalmente más altas, lo que hace que muchos campesinos ,
sobre todo los más pobres, acabaran abrazando las posiciones del realismo como
rechazo a ese régimen liberal que les ha traído más pobreza y no mejoras, lo
que hace, a su vez, que se extiendan las partidas realistas, grupos armados con
un cierto componente de bandolerismo , coordinadas incluso por sacerdotes con
una cierta implicación del bajo clero.
Este
tema, enlaza con las relaciones tensas entre Iglesia y Estado, pues la primera
está contra la desamortización, pues se trata de una ingerencia del estado en
su ámbito de poder y pretende un fuerte control sobre la Iglesia y se obliga desde
las autoridades locales que los sacerdotes desde el altar expliquen la Constitución de 1812
y la defiendan. En el caso del País
Valenciano se desterró al arzobispo de Valencia y obispo de Orihuela, Simón
López, quien nombra a un sustituto cuando lo echan, Félix Herrero, pero al
ayuntamiento liberal de Orihuela no le gusta y fuerza al cabildo de la catedral
para poner a un clérigo liberal, Joaquín Jimeno, caracterizado por su defensa de
tesis mas absolutistas. Hay una situación de caos porque los clérigos de la Diócesis no saben a quien
prestar atención.
III. La Década Ominosa
(1823-1833).
Tras
la restauración en el trono de Fernando VII, éste abolió toda la legislación
del Trienio Liberal, incluyendo la recuperada Constitución de 1812. Se inició
así la Década Ominosa,
de 1823 a
1833, término utilizado por los propios liberales de la época.
En
abril de 1823 un Congreso de la Santa Alianza reunido en Verona decidió acabar
con el germen del liberalismo español. Se decidió enviar a los 100.000 hijos de
San Luis, un ejército enviado por Francia. Si bien su número no era el
indicado, se unieron en España al Ejército de la Fe, constituido en 1822 en el norte del país por
absolutistas dirigidos por el Duque de Angulema. A estas fuerzas se unieron los
2.000 hombres de la guerrilla absolutista del ilicitano Rafael Senpere. Todos
juntos tomaron la ciudad de Valencia en junio de 1823. Alicante ofreció una gran
resistencia a las tropas absolutistas, constituyéndose en refugio de los
liberales, aunque finalmente fue tomada en noviembre.
La
resistencia alicantina fue dirigida por el militar Chapalangarra, y fue la
última ciudad en caer ante las tropas invasoras. Nicasio Jover, cronista
alicantino, habló de las dificultades de abastecimiento de la ciudad por el
gran número de liberales allí reunidos. Así, se acrecentó el mito de Alicante
como ciudad liberal por excelencia.
El
periodo se caracterizó por la gran represión social y política ejercida contra
los liberales, a través de varios mecanismos. Y es que tras el retorno de
Fernando VII, parte de los integrantes del ejército de la Santa Alianza
permanecieron en España hasta 1828, para garantizar el orden absolutista.
También
destacó la creación de Tribunales de Purificación y Seguridad Pública, aplicados
ya en 1814, y que ahora se retomaron para depurar los puestos administrativos y
funcionariales. El Ayuntamiento de Valencia creó uno de estos tribunales en
1823, lo que supuso la cárcel o el exilio a Francia o Gibraltar para muchos
liberales. Junto a ello, se abolió la libertad de prensa. Otro elemento de la
represión fueron las Juntas de Fe, y es que se pidió una reinstauración de la Inquisición, que no se
hizo de forma oficial aunque sí de forma práctica. Las Juntas de Fe eran una
Inquisición enmascarada, y la de Valencia fue creada en 1824, estando
controlada por una sociedad secreta ultrarrealista valenciana, La Eliana.
Detrás
de las Juntas de Fe estaban las altas jerarquías eclesiásticas, como el
arzobispo de Valencia, Simón López. Entre 1823 y 1833 actuaron estas Juntas de
Fe, hasta tal punto que en 1834 Martínez de la Rosa abolió la Inquisición de nuevo,
asimilando así las Juntas de Fe al Santo Oficio. Y es que las Juntas de Fe
condenaban a la gente por herejías políticas, lo que provocó un importante
escándalo internacional.
La
represión llegó incluso a la
Universidad de Valencia, donde se suprimió la cátedra de Agricultura,
por depender de la
Sociedad Económica de Amigos del País. En julio de 1830 la Universidad de
Valencia fue cerrada por completo para evitar que los alumnos hablaran sobre el
destronamiento de Carlos X y la entronización de Luís Felipe de Orleáns en
Francia.
Otro
mecanismo de represión fue la creación en 1823 de unos grupos paramilitares,
los Voluntarios Realistas. Esta fuerza seguía una organización similar a la de la Milicia Nacional.
En la ciudad de Alicante la represión fue muy dura, quedando a cargo de Pedro Fermín
Iriberry, gobernador de la ciudad. Controlaba todos los aspectos del gobierno
municipal con el apoyo de los Voluntarios Realistas alicantinos. Los clérigos
también le apoyaron, incitando a que los habitantes delataran a sus vecinos
liberales. Iriberry detuvo a tanta gente que desbordó la capacidad de la cárcel
del castillo de Santa Bárbara, por lo que hubo de utilizarse como cárcel el
castillo de San Fernando y la
Casa de la
Asegurada, el edificio civil más antiguo de la ciudad de
Alicante, de 1685.
Durante
la Década Ominosa
la contraofensiva liberal se llevó a cabo desde la clandestinidad. En el País
Valenciano destacó la insurrección de Antonio y Juan Fernández Bazán (hermanos
Bazán). El primero había sido el director de la fábrica de tabacos de Alicante
y un destacado dirigente de las milicias liberales. En febrero de 1826
intentaron poner las bases para permitir la vuelta de los liberales exiliados para
dar un golpe. Desembarcaron en la playa de Guardamar con unos 100 liberales
más. Pero los Voluntarios Realistas de Guardamar y Rojales los rodearon, y les
forzaron a huir hacia la Sierra
de Crevillente. Posteriormente llegaron a Elche y Agost, siendo dispersados y
hechos presos en San Vicente. Muchos fueron fusilados.
En
1827 se creó una Junta Directiva para coordinar las acciones de los liberales
en el exilio. El antiguo Ministro de la Guerra durante el Trienio Liberal y exiliado en
Gibraltar, Torrijos, fue un destacado participante en esa organización. Intentó
organizar una insurrección de alcance que comenzara en Málaga. La insurrección
se produjo finalmente en 1831, siendo financiada por los hermanos Bertrán de Lis.
Pero la rebelión fue sofocada por las fuerzas realistas y Torrijos, entre
otros, fue fusilado. Irene Castells ha estudiado esta cuestión en su obra La
utopía insurreccional del liberalismo.
2. Las provincias valencianas.
I. Proyectos durante la Guerra de la Independencia.
Durante
la Guerra de Independencia
hubo diversos proyectos. Y es que la administración de José I recibió diversas propuestas
de varios afrancesados, entre los que destacan las figuras del clérigo Juan
Antonio Llorente, la de Francisco Amorós y Ordeano y la de José María de Lanz.
Todos ellos deseaban confeccionar un nuevo mapa de España más racional que
contribuyera al progreso y a una mejor gestión tributaria. Deseaban crear con ello
una España unitaria y centralizada, por lo que intentaron diluir los
particularismos de las viejas comunidades históricas. Por ello dividieron el
territorio sin atender a la historia, basándose en los accidentes geográficos.
En
noviembre de 1808 Amorós presentó a José I un proyecto de división
territorial, elaborado en base a un proyecto de Llorente, que había hablando
anteriormente de dividir España en diócesis. Amorós, en cambio, proponía
dividir España en 38 departamentos, con unos 300.000 habitantes en cada uno.
Pero ese proyecto no se pudo aplicar por la situación de guerra existente.
Pero
ese proyecto fue la base para la idea de José María de Lanz, un
matemático que en abril de 1810 apostaba por dividir España en 38 demarcaciones
territoriales, denominadas prefecturas. El Reino de Valencia quedaba
desvirtuado, ya que quedaba subsumido en la prefectura del Guadalaviar Bajo
(con capital en Valencia) y la prefectura del Cabo de la Nao (con capital en Alicante),
que incluía Yecla, Almansa y Villena. Además, cabe destacar que se perdían los
puertos de Morella y el Maestrazgo, incluidos en la prefectura del Ebro, con
capital en Tarragona. El Rincón de Ademuz pasó a la prefectura del Alto
Guadalaviar, con capital en Teruel, mientras que Cofrentes pasó al Alto Júcar,
con capital en Cuenca. El sur del Segura pasó a la prefectura del Bajo Segura,
con capital en Murcia, de forma que todo el sur de Orihuela pasó a depender de
Murcia.
Los legisladores
liberales de Cádiz también proyectaron una nueva división administrativa del territorio.
Pretendían construir un estado centralizado y uninacional, elemento compartido
con los afrancesados. Algunos liberales incluso plantearon la posibilidad de
que los gentilicios (valencianos, vizcaínos) desaparecieran, al igual que las
denominaciones históricas para denominar las demarcaciones, pasándose a usar
accidentes geográficos, como en el caso francés.
La Constitución de 1812 no reconocía personalidad
política a las regiones, apostando por una estructura uniforme que hiciera
desaparecer el viejo recuerdo histórico. Así surgió la provincia como una
entidad político-administrativa al servicio del Estado, ya que el Gobierno
Central determinaba su territorio y su capital, además de nombrar un jefe
político para cada una de las provincias. A partir de 1849 a ese jefe político se
le llamó gobernador civil.
Felipe
Bauzá llevó a cabo
en 1813 una división provincial, pero en el momento en que fueron a aplicarla,
Fernando VII fue restaurado en el trono, volviéndose a la división territorial establecida
por el conde de Floridablanca en 1789.
II. Proyectos durante el Trienio
Liberal.
Un
nuevo proyecto de división territorial llegaría con el Trienio Liberal, aunque
su aplicación fue efímera, abarcando únicamente de 1822 a 1823. El 22 de enero
de 1822 un decreto dividió España en 52 provincias. Sobre el País Valenciano se
crearon 4 provincias, la de Castellón, la de Valencia, la de Játiva y la de
Alicante. Un diputado valenciano, Lorenzo Villanueva, influyó en que se
conjugara el reformismo del Trienio Liberal con el respeto a la tradición en la
configuración de los límites históricos. Por ello esta división recordaba a la
división foral con gobernaciones y lugartenencias.
La
provincia de Játiva se hacía con el puerto de Denia. El Rincón de Ademuz pasó a
la provincia de Teruel, y las zonas de Requena y Utiel quedaron incorporadas
por vez primera a la provincia de Valencia, por su expreso deseo. Alicante se
anexionaba Bocairente, Caudete y Villena, mientras que Orihuela y todo el Bajo
Segura pasaban a formar parte de Murcia.
III. La división administrativa de
1833.
La
división administrativa de Javier de Burgos, aprobada en 1833, dividía a España
en 49 provincias, las actuales, aunque con algunas modificaciones
territoriales. Se utilizó un criterio histórico para la división provincial, lo
que permitió la permanencia de cierta conciencia regional que se superponía a
la partición provincial.
A
partir de 1833 apareció un término ficticio y disgregador, el de Levante
español. Apareció desde Madrid, siendo un término muy elástico donde cabían
también las regiones de Murcia, Almería, Teruel, Albacete y hasta Cuenca.
Además, cabe destacar que era un término que se había utilizado anteriormente
para hablar del Mediterráneo Oriental. Es posible que no fuera creado con
malicia política, pero posteriormente se usaría con ese interés.
Los
límites occidentales volvían a coincidir con los del antiguo Reino de Valencia.
Requena- Utiel y Villena quedaban fuera de las provincias de Valencia y
Alicante, respectivamente, por el predominio del criterio histórico. El Rincón
de Ademuz sí se incorporó a la provincia de Valencia. En el sur, Orihuela y el
Bajo Segura retornaron a la provincia de Alicante, siguiendo el criterio histórico.
Castellón y Valencia quedaban con una frontera como la actual. En cambio,
Alicante y Valencia veían como la
Safor y la Vall
d’Albaida se integraban en Alicante.
IV. Modificaciones territoriales
después de 1833.
Pero
después de 1833 también hubo diversas modificaciones territoriales. En 1836 Onteniente,
Bocairente, Albaida y Gandía pasaron a formar parte de Valencia. En esta
ocasión los cambios seguían criterios económicos y geográficos, en ningún caso históricos.
En
1836 también cabe destacar las gestiones del villenense Joaquín María López,
que consiguió que Villena y Sax pasaran a formar parte de la provincia de
Alicante. Argumentaba para ello la necesidad de consolidar el eje de
comunicación entre la Meseta
y el Mediterráneo por Villena, apoyando así el mantenimiento del corredor del
Vinalopó. Con ello vemos que el factor económico era predominante.
En
1836 Caudete pasó a formar parte de la provincia de Albacete, ya que desde el
Trienio había vuelto a formar parte del territorio valenciano. En 1851 Requena
y Utiel se volvieron a integrar en la provincia de Valencia, ya que su
industria sedera era exportada por el puerto de Valencia, como se hizo
posteriormente con su vino.
La
división de 1833 supuso una reorganización de los servicios dependientes del
Estado, a nivel de justicia, reclutamiento, elecciones… Todo ello quedó
organizado sobre la base de la provincia, y las capitales de provincia
sufrieron una fuerte concentración del aparato burocrático, lo que generó un
crecimiento aún mayor. Además, para optimizar el funcionamiento del sistema se
decidió subdividir la provincia en partidos judiciales, la unidad territorial y
administrativa que comprendía varios municipios en los que ejercía jurisdicción
un juez de primera instancia, cuya capitalidad recaía en la población de mayor
importancia, llamada cabeza de partido. No se debe confundir partido judicial
con la comarca, que normalmente no coincidía. La comarca en tierras valencianas
no tiene utilidad administrativa. Posteriormente la mancomunidad intermunicipal
agruparía a diversos municipios colindantes para la explotación de un bosque o
diversas actividades culturales, en una evolución de las mancomunidades provinciales.
En
1833 la provincia de Alicante se dividió en 16 partidos judiciales, que
normalmente se beneficiaban con mayores obras públicas. En los siglos XIX y XX
sufrieron diversas modificaciones, hasta que en 1989 se produjo la última
reforma. La
Comunidad Valenciana quedaba dividida en 34 partidos
judiciales, mientras que Alicante era dividida en 12, que eran Villena, Alcoy,
Denia, Villajoyosa, Novelda, Alicante, Elche, Orihuela, Benidorm, Elda, Ibi y
San Vicente del Raspeig.
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