TEMA
1. LA CRISIS DEL
ANTIGUO RÉGIMEN Y LA “GUERRA DEL FRANCÉS” EN
TERRITORIO
VALENCIANO
I. La
crisis del Antiguo Régimen
La
crisis del Antiguo Régimen fue un largo periodo, de gran complejidad. Fue un gradual
proceso de cambio en el que el sistema político liberal acabó sustituyendo al
absolutismo monárquico. Con ello las viejas instituciones feudales fueron
desarticuladas para dar paso a un nuevo sistema económico, el capitalista. El
proceso se dio en el último tercio del siglo XVIII y la primera mitad del siglo
XIX.
La Revolución
Francesa y la invasión napoleónica aceleraron de forma notable ese proceso gradual
de cambio, aunque ya desde la época de Carlos III se veía clara la necesidad de
efectuar reformas, aunque en un sentido elitista y limitado.
Pero
también existían factores internos que ayudan a entender las necesidades de
cambio en el País Valenciano. En el siglo XVIII se dio un gran crecimiento
demográfico, superior a la media nacional. Se pasó de 402.400 habitantes en 1714 a 780.000 en 1787. Fue
una época histórica de gran crecimiento. Además, la población se concentró en
las zonas del litoral.
La agricultura experimentó un
desarrollo extraordinario, intensivo y extensivo, donde convivía la agricultura
tradicional de subsistencia con una agricultura comercial precapitalista. En la Vega Baja y la Albufera se incrementó de
forma notable la tierra cultivada, y la productividad aumentó con ciertas
mejoras tecnológicas. Se extendió además el cultivo del arroz y la vid. El
algarrobo, el olivo y el almendro se extendieron en las tierras de secano, y la
morera hizo lo propio en las tierras de regadío, por el pujante negocio de la
seda. El cultivo de la naranja no se desarrolló de forma intensiva hasta
mediados del siglo XIX. Todo
esto porque se desecan zonas pantanosas, nuevas tierras de cultivo. Es posible
esta nueva agricultura por nuevas técnicas de cultivo que da mayor
productividad (rotación de cultivos, nuevos abonos) junto a las nuevas tierras.
Muchos
de estos productos agrícolas estaban claramente orientados hacia el comercio exterior.
El modelo comercial de agricultura se vio favorecido por la liberalización del
comercio con las colonias trasatlánticas, en 1778. Alicante obtuvo su licencia
para el comercio con las colonias en 1765.
En
el siglo XVIII hubo además un desarrollo claro de la manufactura rural, en base
a pequeños talleres a tiempo parcial, el putting out system. Destaca el trabajo
de la lana, el cáñamo, el papel, el esparto y la seda. Las manufacturas más
importantes fueron las textiles, caso de la seda en Valencia. Alcoy, Morella,
Bocairente y Onteniente destacaron por su industria lanera, dedicada al comercio
exterior. Alcoy además de exportar a América se introdujo en el mercado
nacional.
Según
la historiadora Mari Cruz Romeo, se produjo una modernización de los pequeños talleres,
lo que hizo que los gremios fueran más tolerantes y flexibles, no limitando
tanto la producción. Pero tampoco parece que se quisieran adaptar a un sistema
de fábrica. Estas transformaciones económicas fueron acompañadas de importantes
transformaciones sociales. La burguesía valenciana reinvertía sus beneficios en
la compra de nuevas tierras. Pero esa burguesía mercantil, en su proceso de
acumulación de tierras, topó con el predominio del régimen señorial en el País
Valenciano. Ese fue el gran obstáculo para acceder al dominio directo de la
tierra.
Las
tierras de realengo estaban bajo dominio y jurisdicción directa de la
monarquía. En cambio, las tierras del régimen señorial estaban bajo dominio y
jurisdicción de un señor feudal. El régimen señorial abarcaba el 77% de las
poblaciones, y en torno al 54% de los habitantes. Aunque eso sí, al realengo
pertenecían 6 de los 9 núcleos urbanos más importantes, como eran Valencia,
Alicante, Orihuela, Jijona, Játiva y Peñíscola. Gandía, Dénia y Segorbe quedaban
en manos de un señor.
Varias
casas castellanas tenían grandes dominios en el País Valenciano. La casa de
Osuna poseía Gandía, el condado de Oliva y el Marquesado de Llombai, con unos
40.000 vasallos en total. El conde de Altamira poseía Elche y parte de sus
alrededores, con unos 30.000 vasallos. También había nobles autóctonos
valencianos de importancia, como fueron el conde de Cervelló y el Marqués de
Dos Aguas.
El
poderío del régimen señorial se sostenía en el dominio jurisdiccional, ya que
el señor poseía facultades de gobierno y ejercicio de justicia, con el
monopolio de todos los elementos del señorío. El dominio territorial iba más
allá del derecho de propiedad, ya que permitía al señor aplicar tributos o prestaciones
personales a sus vasallos.
La
explotación de la tierra se cedía en base a la enfiteusis, por la que el
dominio de la tierra se dividía. El señor poseía el dominio directo sobre la
tierra, y tenía derecho a recibir un pago a censo enfitéutico en dinero o
especie. El dominio útil quedaba para el usuario de la tierra, campesinos o
burgueses enriquecidos normalmente, aunque predominaron los segundos. La
enfiteusis era un contrato vitalicio y muchas veces hereditario, de ahí que
ofreciera mayor seguridad al cultivador. La enfiteusis contribuyó a crear en el
campo valenciano una conciencia antiseñorial, a favor de una propiedad privada
de estilo burgués, exenta de prestaciones feudales.
A
esta situación social complicada se sumó que en la década de los 90 la expansión
económica comenzó a mostrar signos de agotamiento. Se sucedieron diversas
epidemias y hambrunas motivadas por las malas cosechas, destacando el hambre de
1803-1804 y la epidemia de fiebre amarilla que la siguió.
A todos esos elementos se añadieron
factores de política internacional, y como ha señalado Manuel Ardit, se dio un
periodo bélico casi ininterrumpido de graves consecuencias. En 1793 se inició la Guerra contra la Convención Francesa,
que acabó en 1795. Mientras duró la guerra se produjeron frecuentes motines
contra los comerciantes franceses afincados en el País Valenciano. Además, para
sufragar la guerra se hubo de aumentar algunos impuestos, apareciendo un
fenómeno como el bandolerismo, que es un fenómeno social de delincuencia que
obedece normalmente a coyunturas económicas malas. Pronto, este fenómeno,
empieza a impregnarse de política. Son grupos armados, en una situación a veces
de vacío de poder o debilidad del estado y significa que son grupos importantes
y controlados políticamente pueden ayudar a hacer la revolución o acabar con
ella. Por la geografía valenciana estas milicias armadas o bandoleros, ayudan a
mantenerse mucho tiempo, la zona del Maestrazgo por ejemplo.
Tras
la paz de Basilea, firmada en 1795, la nueva alianza con Francia forzó a entrar
en guerra contra Inglaterra, en 1796-1802 y 1804-1808. Las guerras con Gran
Bretaña supusieron un grave trastorno para el comercio, ya que los ingleses
poseían el peñón de Gibraltar y Menorca, arruinando desde esas posiciones el
comercio exterior.
En
este contexto de crisis se dieron multitud de revueltas populares y campesinas
motivadas por el hambre. Pero destacó particularmente una que se produjo en
septiembre de 1801, la revuelta de Pep de l’Horta, un personaje imaginario. La
revuelta estuvo localizada en la
Ribera Alta y el Marquesado de Llombai, donde los campesinos
se manifestaron en contra de las prestaciones feudales. La revuelta fue
sofocada rápidamente, pero Carlos IV se percató del gran rechazo del campo
valenciano hacia el régimen señorial.
II. La
“guerra del Francés”.
En la Guerra de la Independencia, a
nivel del País Valenciano, se dio una primera fase, de mayo de 1808 a enero de 1812, en la
que no hubo ocupación del territorio valenciano por tropas francesas. En una
segunda fase, desde enero de 1812 hasta julio de 1813, parte del País
Valenciano fue ocupado por las tropas del mariscal Suchet.
La
guerra paralizó el comercio, agudizó la crisis agrícola existente y generó un
gran incremento de la mortalidad. En los comienzos de la primera etapa, las
noticias de las abdicaciones de Bayona y el alzamiento madrileño llevaron a que
el 23 de mayo los valencianos se levantaran en una revuelta espontánea,
alentada por el Palleter (Vicente Domenech). Posteriormente se produciría una
sublevación organizada por notables como Juan Rico, un clérigo, o los hermanos
Bertrán de Lis, una familia de burgueses enriquecidos. Estos dotaron a la
revuelta de un sentido, insuflando un contenido político que iba más allá del sentimiento
patriótico y antifrancés.
La
revuelta comenzó así a ser dirigida por la burguesía, que buscaba una
regeneración de España en sentido liberal. Los Bertrán de Lis aprovecharon que
el Capitán General de Valencia había jurado fidelidad a José Bonaparte para
forzarlo a dimitir. Así, el levantamiento antifrancés se constituyó en un
contexto favorable para instaurar el liberalismo. Se creó la Junta Suprema del
Reino de Valencia, para defender la patria y la religión. A la vez surgieron
pequeñas juntas locales revolucionarias. En estas juntas revolucionarias predominaron
inicialmente los elementos absolutistas, pero poco a poco, según los estudios
de Hocquellet, el predominio absolutista fue declinando, hasta que en 1809 la
burguesía había tomado el control de las juntas.
Al principio son unas organizaciones plurales ideológicas,
unidos por el sentimiento antifrancés de lealtad a Fernando VII (Juntas
Revolucionarias Locales) y adoptan toda una serie de medidas; la 1ª y más
importante es organizar el alistamiento
de los patriotas, incluso a veces, poniendo condiciones: personas honradas, con
un mínimo de ingresos, con un arma que aportar, etc. Seguida por el orden de la
vida cotidiana, ya que sustituyen a los ayuntamientos y no es una situación
pasajera que se vaya a acabar en un mes, sino que tardará mucho más y hay que
organizarse.
Además
la Junta Suprema
creó un Tribunal de salud publica para juzgar y condenar a las personas
que causaran mayores desordenes , porque en momentos mas avanzados las masas
populares se salían de las directrices que marcaban las elites y no querían
consentirlo , ni podían. Las Juntas Locales coordinadas por las Juntas Supremas
de los reinos a su vez, controladas por una Junta Central organizada y ordenada
por las Cortes de Cádiz.
La Junta Revolucionaria de Alicante, según Álvarez Cañas,
tomó varias medidas desde el 28 de mayo. Alistó obligatoriamente a todos los
varones de entre 16 y 40 años, creó milicias urbanas para defender la ciudad y
aplicó contribuciones extraordinarias. Además, hizo acopio de víveres y detuvo
a todos los franceses de Alicante, por su propia seguridad, ya que en Valencia
el fraile Baltasar Calvó alentó a las masas populares a asesinar a sangre fría
a 400 franceses detenidos. Finalmente, creó un Tribunal de Seguridad Pública
para controlar a los revolucionarios más radicales, y con ello, en cierto modo,
a las clases populares.
Mientras
duró la guerra coexistieron dos poderes, el de la administración de José
Bonaparte, apoyada por los afrancesados, y el de las Juntas Revolucionarias y
el posterior Consejo de Regencia. Los afrancesados eran una elite minoritaria,
siendo más burócratas que militares. En su obediencia a José Bonaparte fue
vital la idea de la obediencia administrativa y el servicio al Estado.
Uno
de los afrancesados valencianos más destacados fue Francisco Amorós, que
escribió una obra en el exilio, en 1814, donde criticaba muy duramente a
Fernando VII. Entre las razones de Amorós para justificar su obediencia a José
I, indicaba que la renuncia al trono del rey en Bayona fue acompañada de una
carta para que se acataran las órdenes del Emperador. Además, José I fue
reconocido por todos los ministros y consejeros de Fernando VII. Por otro lado,
opinaba Amorós que era preferible obedecer al rey para mantener el orden y evitar
la anarquía o la guerra, ya que sólo Inglaterra no había reconocido al nuevo
monarca. Además, era ventajoso que la misma dinastía ocupara los dos tronos,
elemento que además era dado por Dios, que organizaba los tronos, por lo que
debía respetarse su decisión. Amorós estaba imbuido del concepto
providencialista de la monarquía.
Todas
estas razones y la necesidad de reformas hicieron que José I fuera visto por
muchos como la única vía para modernizar España en base a las reformas
ilustradas, y así, colaborar con José I significaba mantener la libertad de la
nación y la independencia administrativa.
La España que rechazó la política napoleónica
se reunió en un bando angloespañol. Las juntas revolucionarias ocuparon el
vacío de poder, y por ello se crearon 13 Juntas Supremas Provinciales, apoyadas
por las tropas británicas. De esta forma, la Guerra de Independencia fue también una guerra
civil y una guerra internacional.
En
septiembre de 1808 la
Junta Central Suprema fue creada en Aranjuez para consolidar
el poder del resto de juntas. Las juntas locales reconocieron a esta Junta como
el gobierno legítimo de la nación, mientras no estuviera presente Fernando VII.
En 1810 la Junta Central
se disolvió y se creó un Consejo de Regencia formado por 5 miembros, entre
ellos el valenciano Gabriel Císcar.
El Consejo de Regencia convocó
Cortes Constituyentes en Cádiz. Hasta allí acudió un nutrido grupo de diputados
valencianos, que destacaron por sus feroces planteamientos antiseñoriales. Hubo
dos grandes tendencias dentro de este grupo. Por una parte, unos diputados
valencianos apostaban por el foralismo, con la recuperación de los fueros. Eran
una minoría, y entre ellos destacaron Ribelles y Borrull. La mayoría de los diputados
valencianos eran partidarios del centralismo según el modelo francés,
destacando las figuras de Villanueva, Juan Rico, Císcar o alguno de los Beltrán
de Lis. De ahí que finalmente en la Constitución de 1812 se impusiera la tendencia de
un centralismo político y administrativo. Las Cortes promulgaron diversos
decretos vitales para el País Valenciano. El 6 de agosto de 1811 se aprobó la Ley de abolición de los
señoríos, aboliéndose la propiedad feudal de la tierra y haciéndola propiedad
privada, transformando los antiguos señoríos en propiedad privada , sin
cuestionarse la propiedad de la tierra con consecuencias políticas , pues es un
intento de uniformizar políticamente el país acabando con esas jurisdicciones
propias de los señoríos y también con
consecuencias económicas fundamentalmente , porque permitió al
convertirlos en propiedad privada , una mayor fluidez en compra-venta de las
tierras, antes sometidas a manos muertas y mayorazgos.
Así,
se suprimió el señorío jurisdiccional, aunque se mantuvo el señorío
territorial, en base a la propiedad privada de la tierra, sujeta al pago de
impuestos. Todo este proceso permitió la consolidación de la propiedad
capitalista.
Y es
que se debe tener en cuenta que desde mayo de 1808 la gran mayoría de los
enfiteutas habían dejado de pagar sus prestaciones a los señores feudales, por
lo que esta medida de las Cortes fue muy bien acogida en el País Valenciano.
La
segunda fase de la guerra, de enero de 1812 a julio de 1813 vino dada porque a
comienzos de 1812 Valencia fue tomada por las tropas del mariscal Suchet. Ello
llevó a la disolución de la
Junta Suprema de Valencia, que se trasladó a Alicante. En las
zonas ocupadas por los franceses los señores cobraron de nuevo las cargas
señoriales, en virtud de un pacto de Suchet con la nobleza valenciana. Todo
ello iba en contra del propio Estatuto de Bayona, donde se habían abolido los
señoríos.
El
marqués de Malferit, el de Dos Aguas y las altas jerarquías eclesiásticas
apoyaron a los franceses por esta causa. De esta forma, la nobleza valenciana
usó el poder militar francés para mantener su posición de hegemonía. Así, la nobleza
valenciana actuó en todo momento por conveniencia, no por adhesión política.
La
ciudad de Valencia sirvió de refugio posteriormente a José I y su corte, en
agosto de 1812, cuando tuvieron que retirarse de Madrid ante la presión de los
aliados angloespañoles. Lo nutrido de la corte y su estancia en Valencia, que
se alargó medio año, hasta que los franceses recuperaron de nuevo la capital, a
finales de año, conllevó importantes consecuencias.
Para
mantener los gastos de la corte se ejerció una alta presión económica sobre los
valencianos. Además, se obligó a los enfiteutas a que volvieran a pagar las
rentas a sus señores. Por otro lado, Suchet recibió el título de señor de Sueca
y duque de la Albufera. Los
valencianos estaban obligados a abastecer al ejército francés en sus
necesidades. Finalmente, los valencianos fueron sometidos a unos impuestos
desorbitados, mayores que los de otras regiones españolas. Y es que Napoleón
impuso un fuerte castigo de 200 millones de reales por la matanza de franceses
patrocinada por Baltasar Calvo.
Esa
fuerte presión económica llevó a un incremento de la marginalidad y la pobreza
de los sectores más desprotegidos de la sociedad. Fue motivo además de la
formación de grupos guerrilleros valencianos que lucharon tanto contra los
franceses como contra los señores. Suchet los persiguió de forma implacable
pero nunca pudo acabar con todos ellos. El más destacado de estos guerrilleros
fue José Romeo Parras, de Sagunto, que llegó a dirigir 2.000 hombres. Finalmente fue capturado y
ejecutado públicamente en Valencia. Otro amoso guerrillero fue el fraile
Ascensio Nebot, conocido como el Frare, que llegó a estar al ando de 4.000
hombres, actuando en Castellón.
En
cuanto a la ciudad de Alicante, cabe indicar que nunca fue conquistada, aunque
sí fue ocupado el norte de la provincia, con localidades como Ibi y Castalla en
poder francés. El 16 de enero de 1812 se intentó el sitio de Alicante durante
varias horas, pero el Castillo de San Fernando y el de Santa Bárbara
consiguieron repeler la agresión. Alicante reforzó sus defensa con la
construcción del castillo de San Fernando, y se convirtió en el bastión militar
del territorio valenciano , refugiándose gentes de otras poblaciones vecinas
aumentando su población y hubo una
notable libertad de expresión concentrando a mucha gente , publicando numerosos
folletos y panfletos.
En
cuanto a las batallas más importantes en suelo valenciano, destacan las dos
batallas de Castalla. La primera tuvo lugar el 21 de julio de 1812.En ella
O’Donnell atacó a los franceses sin éxito, pese a doblarlos en número, acabando
la operación en un completo fracaso.
En
la segunda batalla de Castalla, el 13 de abril de 1813, Suchet fue derrotado por
un ejército aliado de 18.000 hombres dirigido por los ingleses Murray y
Wittingham. Como resultado de esta batalla se produciría un repliegue francés
hacia el norte del Júcar, que sería seguido en junio de 1813 por otro repliegue
al norte del Ebro, tras la derrota de Vitoria.
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