viernes, 15 de febrero de 2013

Tema 1 de Historia contemporánea en el País Valenciano



TEMA 1. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA “GUERRA DEL FRANCÉS” EN
TERRITORIO VALENCIANO

I. La crisis del Antiguo Régimen
La crisis del Antiguo Régimen fue un largo periodo, de gran complejidad. Fue un gradual proceso de cambio en el que el sistema político liberal acabó sustituyendo al absolutismo monárquico. Con ello las viejas instituciones feudales fueron desarticuladas para dar paso a un nuevo sistema económico, el capitalista. El proceso se dio en el último tercio del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX.

La Revolución Francesa y la invasión napoleónica aceleraron de forma notable ese proceso gradual de cambio, aunque ya desde la época de Carlos III se veía clara la necesidad de efectuar reformas, aunque en un sentido elitista y limitado.

Pero también existían factores internos que ayudan a entender las necesidades de cambio en el País Valenciano. En el siglo XVIII se dio un gran crecimiento demográfico, superior a la media nacional. Se pasó de 402.400 habitantes en 1714 a 780.000 en 1787. Fue una época histórica de gran crecimiento. Además, la población se concentró en las zonas del litoral.

La agricultura experimentó un desarrollo extraordinario, intensivo y extensivo, donde convivía la agricultura tradicional de subsistencia con una agricultura comercial precapitalista. En la Vega Baja y la Albufera se incrementó de forma notable la tierra cultivada, y la productividad aumentó con ciertas mejoras tecnológicas. Se extendió además el cultivo del arroz y la vid. El algarrobo, el olivo y el almendro se extendieron en las tierras de secano, y la morera hizo lo propio en las tierras de regadío, por el pujante negocio de la seda. El cultivo de la naranja no se desarrolló de forma intensiva hasta mediados del siglo XIX. Todo esto porque se desecan zonas pantanosas, nuevas tierras de cultivo. Es posible esta nueva agricultura por nuevas técnicas de cultivo que da mayor productividad (rotación de cultivos, nuevos abonos) junto a las nuevas tierras.

Muchos de estos productos agrícolas estaban claramente orientados hacia el comercio exterior. El modelo comercial de agricultura se vio favorecido por la liberalización del comercio con las colonias trasatlánticas, en 1778. Alicante obtuvo su licencia para el comercio con las colonias en 1765.

En el siglo XVIII hubo además un desarrollo claro de la manufactura rural, en base a pequeños talleres a tiempo parcial, el putting out system. Destaca el trabajo de la lana, el cáñamo, el papel, el esparto y la seda. Las manufacturas más importantes fueron las textiles, caso de la seda en Valencia. Alcoy, Morella, Bocairente y Onteniente destacaron por su industria lanera, dedicada al comercio exterior. Alcoy además de exportar a América se introdujo en el mercado nacional.

Según la historiadora Mari Cruz Romeo, se produjo una modernización de los pequeños talleres, lo que hizo que los gremios fueran más tolerantes y flexibles, no limitando tanto la producción. Pero tampoco parece que se quisieran adaptar a un sistema de fábrica. Estas transformaciones económicas fueron acompañadas de importantes transformaciones sociales. La burguesía valenciana reinvertía sus beneficios en la compra de nuevas tierras. Pero esa burguesía mercantil, en su proceso de acumulación de tierras, topó con el predominio del régimen señorial en el País Valenciano. Ese fue el gran obstáculo para acceder al dominio directo de la tierra.
Las tierras de realengo estaban bajo dominio y jurisdicción directa de la monarquía. En cambio, las tierras del régimen señorial estaban bajo dominio y jurisdicción de un señor feudal. El régimen señorial abarcaba el 77% de las poblaciones, y en torno al 54% de los habitantes. Aunque eso sí, al realengo pertenecían 6 de los 9 núcleos urbanos más importantes, como eran Valencia, Alicante, Orihuela, Jijona, Játiva y Peñíscola. Gandía, Dénia y Segorbe quedaban en manos de un señor.

Varias casas castellanas tenían grandes dominios en el País Valenciano. La casa de Osuna poseía Gandía, el condado de Oliva y el Marquesado de Llombai, con unos 40.000 vasallos en total. El conde de Altamira poseía Elche y parte de sus alrededores, con unos 30.000 vasallos. También había nobles autóctonos valencianos de importancia, como fueron el conde de Cervelló y el Marqués de Dos Aguas.

El poderío del régimen señorial se sostenía en el dominio jurisdiccional, ya que el señor poseía facultades de gobierno y ejercicio de justicia, con el monopolio de todos los elementos del señorío. El dominio territorial iba más allá del derecho de propiedad, ya que permitía al señor aplicar tributos o prestaciones personales a sus vasallos.

La explotación de la tierra se cedía en base a la enfiteusis, por la que el dominio de la tierra se dividía. El señor poseía el dominio directo sobre la tierra, y tenía derecho a recibir un pago a censo enfitéutico en dinero o especie. El dominio útil quedaba para el usuario de la tierra, campesinos o burgueses enriquecidos normalmente, aunque predominaron los segundos. La enfiteusis era un contrato vitalicio y muchas veces hereditario, de ahí que ofreciera mayor seguridad al cultivador. La enfiteusis contribuyó a crear en el campo valenciano una conciencia antiseñorial, a favor de una propiedad privada de estilo burgués, exenta de prestaciones feudales.

A esta situación social complicada se sumó que en la década de los 90 la expansión económica comenzó a mostrar signos de agotamiento. Se sucedieron diversas epidemias y hambrunas motivadas por las malas cosechas, destacando el hambre de 1803-1804 y la epidemia de fiebre amarilla que la siguió.

A todos esos elementos se añadieron factores de política internacional, y como ha señalado Manuel Ardit, se dio un periodo bélico casi ininterrumpido de graves consecuencias. En 1793 se inició la Guerra contra la Convención Francesa, que acabó en 1795. Mientras duró la guerra se produjeron frecuentes motines contra los comerciantes franceses afincados en el País Valenciano. Además, para sufragar la guerra se hubo de aumentar algunos impuestos, apareciendo un fenómeno como el bandolerismo, que es un fenómeno social de delincuencia que obedece normalmente a coyunturas económicas malas. Pronto, este fenómeno, empieza a impregnarse de política. Son grupos armados, en una situación a veces de vacío de poder o debilidad del estado y significa que son grupos importantes y controlados políticamente pueden ayudar a hacer la revolución o acabar con ella. Por la geografía valenciana estas milicias armadas o bandoleros, ayudan a mantenerse mucho tiempo, la zona del Maestrazgo por ejemplo.

Tras la paz de Basilea, firmada en 1795, la nueva alianza con Francia forzó a entrar en guerra contra Inglaterra, en 1796-1802 y 1804-1808. Las guerras con Gran Bretaña supusieron un grave trastorno para el comercio, ya que los ingleses poseían el peñón de Gibraltar y Menorca, arruinando desde esas posiciones el comercio exterior.

En este contexto de crisis se dieron multitud de revueltas populares y campesinas motivadas por el hambre. Pero destacó particularmente una que se produjo en septiembre de 1801, la revuelta de Pep de l’Horta, un personaje imaginario. La revuelta estuvo localizada en la Ribera Alta y el Marquesado de Llombai, donde los campesinos se manifestaron en contra de las prestaciones feudales. La revuelta fue sofocada rápidamente, pero Carlos IV se percató del gran rechazo del campo valenciano hacia el régimen señorial.

II. La “guerra del Francés”.
En la Guerra de la Independencia, a nivel del País Valenciano, se dio una primera fase, de mayo de 1808 a enero de 1812, en la que no hubo ocupación del territorio valenciano por tropas francesas. En una segunda fase, desde enero de 1812 hasta julio de 1813, parte del País Valenciano fue ocupado por las tropas del mariscal Suchet.

La guerra paralizó el comercio, agudizó la crisis agrícola existente y generó un gran incremento de la mortalidad. En los comienzos de la primera etapa, las noticias de las abdicaciones de Bayona y el alzamiento madrileño llevaron a que el 23 de mayo los valencianos se levantaran en una revuelta espontánea, alentada por el Palleter (Vicente Domenech). Posteriormente se produciría una sublevación organizada por notables como Juan Rico, un clérigo, o los hermanos Bertrán de Lis, una familia de burgueses enriquecidos. Estos dotaron a la revuelta de un sentido, insuflando un contenido político que iba más allá del sentimiento patriótico y antifrancés.

La revuelta comenzó así a ser dirigida por la burguesía, que buscaba una regeneración de España en sentido liberal. Los Bertrán de Lis aprovecharon que el Capitán General de Valencia había jurado fidelidad a José Bonaparte para forzarlo a dimitir. Así, el levantamiento antifrancés se constituyó en un contexto favorable para instaurar el liberalismo. Se creó la Junta Suprema del Reino de Valencia, para defender la patria y la religión. A la vez surgieron pequeñas juntas locales revolucionarias. En estas juntas revolucionarias predominaron inicialmente los elementos absolutistas, pero poco a poco, según los estudios de Hocquellet, el predominio absolutista fue declinando, hasta que en 1809 la burguesía había tomado el control de las juntas.

Al principio  son unas organizaciones plurales ideológicas, unidos por el sentimiento antifrancés de lealtad a Fernando VII (Juntas Revolucionarias Locales) y adoptan toda una serie de medidas; la 1ª y más importante es  organizar el alistamiento de los patriotas, incluso a veces, poniendo condiciones: personas honradas, con un mínimo de ingresos, con un arma que aportar, etc. Seguida por el orden de la vida cotidiana, ya que sustituyen a los ayuntamientos y no es una situación pasajera que se vaya a acabar en un mes, sino que tardará mucho más y hay que organizarse.

Además la Junta Suprema creó un Tribunal de salud publica para juzgar y condenar a las personas que causaran mayores desordenes , porque en momentos mas avanzados las masas populares se salían de las directrices que marcaban las elites y no querían consentirlo , ni podían. Las Juntas Locales coordinadas por las Juntas Supremas de los reinos a su vez, controladas por una Junta Central organizada y ordenada por las Cortes de Cádiz.

La Junta Revolucionaria de Alicante, según Álvarez Cañas, tomó varias medidas desde el 28 de mayo. Alistó obligatoriamente a todos los varones de entre 16 y 40 años, creó milicias urbanas para defender la ciudad y aplicó contribuciones extraordinarias. Además, hizo acopio de víveres y detuvo a todos los franceses de Alicante, por su propia seguridad, ya que en Valencia el fraile Baltasar Calvó alentó a las masas populares a asesinar a sangre fría a 400 franceses detenidos. Finalmente, creó un Tribunal de Seguridad Pública para controlar a los revolucionarios más radicales, y con ello, en cierto modo, a las clases populares.
Mientras duró la guerra coexistieron dos poderes, el de la administración de José Bonaparte, apoyada por los afrancesados, y el de las Juntas Revolucionarias y el posterior Consejo de Regencia. Los afrancesados eran una elite minoritaria, siendo más burócratas que militares. En su obediencia a José Bonaparte fue vital la idea de la obediencia administrativa y el servicio al Estado.

Uno de los afrancesados valencianos más destacados fue Francisco Amorós, que escribió una obra en el exilio, en 1814, donde criticaba muy duramente a Fernando VII. Entre las razones de Amorós para justificar su obediencia a José I, indicaba que la renuncia al trono del rey en Bayona fue acompañada de una carta para que se acataran las órdenes del Emperador. Además, José I fue reconocido por todos los ministros y consejeros de Fernando VII. Por otro lado, opinaba Amorós que era preferible obedecer al rey para mantener el orden y evitar la anarquía o la guerra, ya que sólo Inglaterra no había reconocido al nuevo monarca. Además, era ventajoso que la misma dinastía ocupara los dos tronos, elemento que además era dado por Dios, que organizaba los tronos, por lo que debía respetarse su decisión. Amorós estaba imbuido del concepto providencialista de la monarquía.

Todas estas razones y la necesidad de reformas hicieron que José I fuera visto por muchos como la única vía para modernizar España en base a las reformas ilustradas, y así, colaborar con José I significaba mantener la libertad de la nación y la independencia administrativa.

La España que rechazó la política napoleónica se reunió en un bando angloespañol. Las juntas revolucionarias ocuparon el vacío de poder, y por ello se crearon 13 Juntas Supremas Provinciales, apoyadas por las tropas británicas. De esta forma, la Guerra de Independencia fue también una guerra civil y una guerra internacional.

En septiembre de 1808 la Junta Central Suprema fue creada en Aranjuez para consolidar el poder del resto de juntas. Las juntas locales reconocieron a esta Junta como el gobierno legítimo de la nación, mientras no estuviera presente Fernando VII. En 1810 la Junta Central se disolvió y se creó un Consejo de Regencia formado por 5 miembros, entre ellos el valenciano Gabriel Císcar.

El Consejo de Regencia convocó Cortes Constituyentes en Cádiz. Hasta allí acudió un nutrido grupo de diputados valencianos, que destacaron por sus feroces planteamientos antiseñoriales. Hubo dos grandes tendencias dentro de este grupo. Por una parte, unos diputados valencianos apostaban por el foralismo, con la recuperación de los fueros. Eran una minoría, y entre ellos destacaron Ribelles y Borrull. La mayoría de los diputados valencianos eran partidarios del centralismo según el modelo francés, destacando las figuras de Villanueva, Juan Rico, Císcar o alguno de los Beltrán de Lis. De ahí que finalmente en la Constitución de 1812 se impusiera la tendencia de un centralismo político y administrativo. Las Cortes promulgaron diversos decretos vitales para el País Valenciano. El 6 de agosto de 1811 se aprobó la Ley de abolición de los señoríos, aboliéndose la propiedad feudal de la tierra y haciéndola propiedad privada, transformando los antiguos señoríos en propiedad privada , sin cuestionarse la propiedad de la tierra con consecuencias políticas , pues es un intento de uniformizar políticamente el país acabando con esas jurisdicciones propias de los señoríos y también con  consecuencias económicas fundamentalmente , porque permitió al convertirlos en propiedad privada , una mayor fluidez en compra-venta de las tierras, antes sometidas a manos muertas y mayorazgos.


Así, se suprimió el señorío jurisdiccional, aunque se mantuvo el señorío territorial, en base a la propiedad privada de la tierra, sujeta al pago de impuestos. Todo este proceso permitió la consolidación de la propiedad capitalista.

Y es que se debe tener en cuenta que desde mayo de 1808 la gran mayoría de los enfiteutas habían dejado de pagar sus prestaciones a los señores feudales, por lo que esta medida de las Cortes fue muy bien acogida en el País Valenciano.

La segunda fase de la guerra, de enero de 1812 a julio de 1813 vino dada porque a comienzos de 1812 Valencia fue tomada por las tropas del mariscal Suchet. Ello llevó a la disolución de la Junta Suprema de Valencia, que se trasladó a Alicante. En las zonas ocupadas por los franceses los señores cobraron de nuevo las cargas señoriales, en virtud de un pacto de Suchet con la nobleza valenciana. Todo ello iba en contra del propio Estatuto de Bayona, donde se habían abolido los señoríos.

El marqués de Malferit, el de Dos Aguas y las altas jerarquías eclesiásticas apoyaron a los franceses por esta causa. De esta forma, la nobleza valenciana usó el poder militar francés para mantener su posición de hegemonía. Así, la nobleza valenciana actuó en todo momento por conveniencia, no por adhesión política.

La ciudad de Valencia sirvió de refugio posteriormente a José I y su corte, en agosto de 1812, cuando tuvieron que retirarse de Madrid ante la presión de los aliados angloespañoles. Lo nutrido de la corte y su estancia en Valencia, que se alargó medio año, hasta que los franceses recuperaron de nuevo la capital, a finales de año, conllevó importantes consecuencias.

Para mantener los gastos de la corte se ejerció una alta presión económica sobre los valencianos. Además, se obligó a los enfiteutas a que volvieran a pagar las rentas a sus señores. Por otro lado, Suchet recibió el título de señor de Sueca y duque de la Albufera. Los valencianos estaban obligados a abastecer al ejército francés en sus necesidades. Finalmente, los valencianos fueron sometidos a unos impuestos desorbitados, mayores que los de otras regiones españolas. Y es que Napoleón impuso un fuerte castigo de 200 millones de reales por la matanza de franceses patrocinada por Baltasar Calvo.

Esa fuerte presión económica llevó a un incremento de la marginalidad y la pobreza de los sectores más desprotegidos de la sociedad. Fue motivo además de la formación de grupos guerrilleros valencianos que lucharon tanto contra los franceses como contra los señores. Suchet los persiguió de forma implacable pero nunca pudo acabar con todos ellos. El más destacado de estos guerrilleros fue José Romeo Parras, de Sagunto, que llegó a dirigir  2.000 hombres. Finalmente fue capturado y ejecutado públicamente en Valencia. Otro amoso guerrillero fue el fraile Ascensio Nebot, conocido como el Frare, que llegó a estar al ando de 4.000 hombres, actuando en Castellón.

En cuanto a la ciudad de Alicante, cabe indicar que nunca fue conquistada, aunque sí fue ocupado el norte de la provincia, con localidades como Ibi y Castalla en poder francés. El 16 de enero de 1812 se intentó el sitio de Alicante durante varias horas, pero el Castillo de San Fernando y el de Santa Bárbara consiguieron repeler la agresión. Alicante reforzó sus defensa con la construcción del castillo de San Fernando, y se convirtió en el bastión militar del territorio valenciano , refugiándose gentes de otras poblaciones vecinas aumentando su población  y hubo una notable libertad de expresión concentrando a mucha gente , publicando numerosos folletos y panfletos.

En cuanto a las batallas más importantes en suelo valenciano, destacan las dos batallas de Castalla. La primera tuvo lugar el 21 de julio de 1812.En ella O’Donnell atacó a los franceses sin éxito, pese a doblarlos en número, acabando la operación en un completo fracaso.

En la segunda batalla de Castalla, el 13 de abril de 1813, Suchet fue derrotado por un ejército aliado de 18.000 hombres dirigido por los ingleses Murray y Wittingham. Como resultado de esta batalla se produciría un repliegue francés hacia el norte del Júcar, que sería seguido en junio de 1813 por otro repliegue al norte del Ebro, tras la derrota de Vitoria.

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