lunes, 7 de junio de 2010

DEL «LIBRO DE LOS MUERTOS» (Selección)

72. Capítulo CXXV:

»Lo que ha de decirse cuando se acceda a esta Sala de Justicia, purificando a (X) de todo el mal que ha hecho y contemplando los rostros de los dioses:

¡Salve a ti, gran dios, señor de la Justicia! He venido a ti, mi señor, para que me lleves de forma que pueda ver tu belleza, porque yo te conozco y conozco tu nombre; y conozco los nombres de los 42 dioses que están contigo en esta Sala de Justicia, que viven de aquellos que aman el mal y que se tragan su sangre en este día de considerar los caracteres en presencia de Un-nefer. Mira al doble hijo de las Cantantes. Señor de Verdad es tu nombre. Mira, yo he llegado a ti; te he traído la armonía, he rechazado la falsedad por ti. Yo no cometí falsedad alguna contra los hombres. No empobrecí a mis socios. No hice daño en el Lugar de la Verdad. No he aprendido lo que no es. No hice mal. No hice diariamente que fuera excesivo el trabajo que debía hacerse para mí. Mi nombre no alcanzó los despachos de aquellos que controlan a los siervos. No he desposeído al huérfano de su propiedad. No he hecho lo que los dioses detestan. No he calumniado a un sirviente ante su señor. No he causado dolor. No he provocado hambre. No hice llorar. No he matado ni he mandado matar. No hice sufrir a nadie. No disminuí las ofrendas de alimentos en los templos. No he destruido los panes de los dioses. No he arrebatado la comida de los espíritus. No he copulado. No me he comportado mal. No disminuí los suministros de alimento. No he disminuido la arura. No he invadido los campos. No añadí nada a los pesos de la balanza. No rebajé nada de la plomada de la balanza. No arrebaté la leche de las bocas de los niños. No privé a los rebaños de sus pastos. No he atrapado pájaros de las reservas de los dioses. No he capturado pescados de sus marismas. No desvié aguas en su estación. No he construido una presa en agua corriente. No he apagado el fuego cuando estaba ardiendo. No he olvidado las fechas de las ofrendas escogidas de carne. No retuve ganado de las ofrendas del dios. No me opuse al dios en sus salidas procesionales. ¡Soy puro, puro, puro! Mi pureza es la pureza del gran Fénix que está en Heracleópolis, porque yo soy ciertamente la nariz del Señor del Viento que hace vivir a todos los hombres en este día de completar el Ojo Sagrado en Heliópolis en el último día del segundo mes del invierno, en presencia del señor de esta tierra. Yo soy aquel que vio la terminación del Ojo Sagrado en Heliópolis, y nada malo puede acontecer contra mí en esta tierra, mi en esta Sala de justicia, porque yo conozco los nombres de estos dioses que están ahí...»

BIBLIOGRAFÍA: a) Texto: E. Naville, Das Ágyptische Totenbuch der XVIII bis XX Dynastie, Berlín 1886 (3 vols,); b) Traducción: T. G. Alien, The Book of tbe Dead or Going Fortb by Day, Chicago, 1974; P. Barguet, Le Livre des Morís, París, 1967; R. O. Faulkner, The Ancient Egyptian Book ofthe Dead, Londres 1990*; Lichtheim, AEL, II, págs. 124-132 (selección de capítulos).

COMENTARIO: El Libro de los Muertos (o "Salir afuera De Día", como lo llamaban los egipcios) es el gran texto funerario por excelencia, heredero de los Textos de las Pirámides y de los Sarcófagos, resultado final de un proceso de reelaboración de fórmulas, plegarias y rituales centrados en el difunto, su resurrección y la vida eterna venturosa, que tuvo lugar durante el Imperio Nuevo y la Época Tardía. El rollo de papiro que lo contenía era uno de los elementos fundamentales del ajuar funerario, y se colocaba bien en el mismo sarcófago, bien en un recipiente especialmente destinado a ello. El texto, dividido en cerca de doscientos capítulos o parágrafos, se nos presenta como una vasta recopilación de recetas mágicas destinadas a garantizar felizmente el tránsito a la condición de difunto santificado, asimilado a los dioses, y a consagrar los poderes y beneficios de los que como tal disfrutará eternamente. Ofrecemos una selección de capítulos: el primero es parte del célebre texto del juicio osiriano, en el que el difunto declama la "confesión negativa", ante Osiris y los 42 dioses-jueces que le acompañan; de esto depende el acceso a un más allá bienaventurado o por el contrario la condenación eterna, por lo que suele ser uno de los pasajes que más se repite; se trata de uno de los trozos que más claramente muestran el predominio de la religión osiríana en el Libro de los Muertos. El nº 73 es una fórmula propiciatoria para atraerse al corazón, según los egipcios la sede de los sentidos y la inteligencia; con ello el difunto recupera todas las facultades de que había dispuesto en vida, y puede disfrutar eternamente de ellas. El nº 74 se refiere a los Ushebti ("respondientes"), pequeñas estatuillas funerarias que tan frecuentes son en los Museos y colecciones, y que tenían como función ocupar el lugar del difunto ("responder" cuando se les llame) en los trabajos en los fértiles campos del más allá. Algunas tumbas llegarán a contener un número de Ushebtis equivalente a los días del año, para que cada uno, por turno, trabaje por el bienestar del difunto bienaventurado. El último texto es una buena muestra de fos elementos solares o heliopolitanos del Libro de los Muertos (Re fue el primitivo juez del difunto, antes del desarrollo de la religión osiriana a partir de fines del Imperio Antiguo); se trata de un encantamiento para superar el peligro que supone la serpiente Apopi, el mítico enemigo del sol-Re en su viaje nocturno por la región de los muertos. En este caso, el difunto consigue triunfar asimilándose al gran dios solar Atón.

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