miércoles, 16 de junio de 2010

EL REINO HISPANOVISIGODO

II.1.-Consolidación del reino visigodo

II.1.1.-El control ostrogodo del reino: la regencia de Teodorico

La derrota de Vouillé en el año 507 provocó que los visigodos se replegasen hacia el Sur, quedando reducidas sus posesiones en la Galia a la Baja Provenza y a la Narbonense. Estas regiones pudieron conservarse gracias a la oportuna intervención de un ejército ostrogodo, que frenó el avance franco sobre estas tierras y aseguró el control visigodo de las mismas.

Gesaleico fue proclamado sucesor de Alarico II en el trono visigodo debido a que el legítimo heredero, Amalarico, era menor de edad. Pero este nombramiento se encontró con la oposición de un sector de la aristocracia visigoda y del rey ostrogodo Teodorico, abuelo del joven Amalarico. Ambas facciones terminarían enfrentándose con trágicas consecuencias para Gesaleico, que falleció en el año 511. La corona pasó así a un Amalarico aún niño bajo regencia de Teodorico. Comenzará así un período de control ostrogodo sobre el reino visigodo, ya que el poder de Teodorico durante los siguientes quince años excedió con mucho al de un mero regente, existiendo incluso indicios que apuntan hacia un intento frustrado de fusionar las dos ramas del pueblo godo por medio de una alianza matrimonial.

Durante este tiempo la política de Teodorico se centró en consolidar la presencia goda y en fortalecer la monarquía. Reorganizó la administración del territorio atendiendo a pautas duales, es decir, haciendo distinciones entre godos e hispanorromanos. Para ello procedió a la revitalización de antiguos cargos imperiales y entregó a ostrogodos el control militar y de las propiedades regias. Este reforzamiento del aparato estatal implicó una mayor importancia de la fiscalidad y un recorte a la autonomía de las aristocracias locales, que sumaron estas medidas al descontento ya existente a causa del control ostrogodo, dando lugar a resistencias. La gestión conjunta de los dos reinos godos, el itálico y el hispánico, continuaría hasta el año 526, fecha en la que murió Teodorico.



II.1.2.-Fin de la regencia: el breve reinado de Amalarico

Tras la liberación del control y la presencia ostrogoda en la península poco cambió el gobierno interno del reino. Amalarico mantuvo la estructura dual introducida por Teodorico sin que tuviese lugar ningún cambio notable. Lo que sí supuso una novedad respecto a la etapa anterior fue su relación con los francos. A pesar de que la gran mayoría de los ostrogodos regresaron a la Península Itálica tras fallecer su rey, aquellos que se habían casado con mujeres hispanas obtuvieron permiso para quedarse. Dentro de este grupo había personajes importantes, los cuales habían ostentado gran poder en tiempos de Teodorico. El nuevo monarca, para lograr mantener su independencia frente a este fuerte grupo, escogió Narbona como lugar de residencia y llevó a cabo una política de acercamiento a los francos.

Fruto de dicha política será su matrimonio con Clotilde, la hija del rey franco, en el año 526. Pero las desavenencias religiosas entre ambos desembocaron en el maltrato de ésta. Al llegar estos abusos a oídos de su hermano, éste decidió intervenir y atacó la Septimania. Derrotó a Amalarico en el año 531, el cual fue asesinado durante su huida.



II.1.3.-Fortalecimiento monárquico y control peninsular

La desaparición del monarca significó el fin del linaje de los Baltos y un giro del poder hacia la aristocracia, que unificaba cada vez más a sus componentes godos y romanos. Se eligió como sucesor a Teudis, general ostrogodo casado con una noble hispanorromana y antiguo tutor de Amalarico. Contando con el apoyo aristocrático, el nuevo monarca se dedicó a ensanchar los dominios territoriales y a afianzar la monarquía. El primero de los objetivos se vio frustrado muy pronto en la Galia, donde los francos impidieron la expansión visigoda[16]. Corrió mejor suerte en el Sur peninsular, donde no fue necesario recurrir a las armas sino que simplemente se profundizó el entronque con la aristocracia autóctona. La corte desplazó su residencia a lugares más estratégicos para lograr el control peninsular, abandonando Narbona y ubicándose en Barcelona, Sevilla o Toledo.

Esta expansión territorial se vio acompañada de un robustecimiento del poder monárquico sobre el territorio. Se abandonaron las pautas administrativas duales, lo cual indica tanto la creciente unificación de los dos grupos étnicos como la voluntad regia de ejercer un poder globalizador. Pero esta concentración de poder por parte de la monarquía no fue bien visto por quienes fueron sus principales valedores, los miembros de la aristocracia. Tras el asesinato de Teudis en el 548 la sucesión recayó en su más brillante general, Teudiselo. Su voluntad de continuar con la misma política de sometimiento aristocrático que su predecesor provocó que los mismos aristócratas que posibilitaron su ascenso organizasen la conjura que trajo su muerte.



II.2.-Guerra civil, presencia bizantina e intento de reconstrucción de un mermado reino visigodo

El nuevo monarca, Agila, también fue elegido contando con el apoyo de la mayor parte de la aristocracia. Pero la Historia se repitió de nuevo, ya que los mismos grupos nobiliarios que le proclamaron rey se rebelaban ahora contra él. En el año 550 tuvo que enfrentarse a un alzamiento en Córdoba, el cual tuvo consecuencias catastróficas. Perdió gran parte de su ejército, el tesoro real, y la vida de su propio hijo, viéndose obligado a retirarse a Mérida.

Un sector de esta díscola aristocracia rebelde proclamó como nuevo rey a Atanagildo en el año 551. Éste, consciente de su inferioridad militar respecto a Agila, decidió solicitar la ayuda de los bizantinos. Los romanos orientales accedieron a cambio de la cesión de la franja costera que va desde Cádiz hasta Valencia. Gracias al apoyo que proporcionaron a su causa Atanagildo logró frenar el avance de Agila sobre Sevilla que tuvo lugar el año siguiente, lo que justificó la llegada de nuevas tropas bizantinas a finales del año 554. Un año más tarde Agila fue asesinado por sus propios partidarios, ya que su presencia dificultaba la negociación con el bando que ya se perfilaba claramente como vencedor.

Pero una vez concluida esta guerra civil las intenciones de los bizantinos fueron claras. Su entrada en la península era parte del plan del emperador Justiniano de reconquistar los territorios que el Imperio perdió tras las invasiones bárbaras. A pesar de que Bizancio nunca lograría la ansiada unidad imperial soñada por Justiniano, la franja costera de la Península Ibérica siguió en su poder hasta el primer tercio del siglo VII.

Siguiendo con el reino visigodo, Atanagildo tampoco se vio libre de las insurrecciones nobiliarias. Sevilla y Córdoba se alzaron contra el poder real, poniendo al mismo seriamente en entredicho en la Baetica. Esta manifiesta debilidad de la monarquía fue aprovechada por los sustratos indígenas que perduraban en el Norte, donde tuvieron lugar una serie de levantamientos. La amenaza de la descomposición se cernía sobre el reino visigodo, demostrando que no había logrado una clara consolidación en todos estos años. Afortunadamente para los intereses de la monarquía visigoda su tradicional enemigo, los francos, estaban inmersos en conflictos internos, por lo que no pudieron sacar provecho de los problemas de Hispania sino más bien todo lo contrario: la presencia bizantina en el Sur de la península hizo que ambos pueblos bárbaros, francos y visigodos, se aliasen mediante matrimonios ante el temor que despertaban las ambiciones territoriales del Imperio Romano de Oriente.

La corte fue trasladada a Toledo debido a que su ubicación en el centro de la península permitía una mayor cercanía a los distintos frentes abiertos. Fue en esta ciudad donde falleció Atanagildo en el 567 sin que las disputas nobiliarias permitiesen nombrar a un sucesor hasta meses más tarde, cuando Liuva I fue proclamado rey en Narbona. Las tensiones entre los reyes francos terminaron amenazando a la región de la Septimania, donde fue requerida la plena atención del monarca. Liuva se vio obligado a delegar los asuntos hispanos en su hermano Leovigildo, vinculándolo al trono en el año 569. Éste se casó en segundas nupcias con la viuda de Atanagildo, tratando así de unir las fuerzas de los distintos grupos aristocráticos.



II.3.-El reino suevo católico

La crónica de Hidacio se detiene bruscamente en el año 469, de manera que no disponemos en la actualidad de información sobre lo acontecido en el Noroeste de la península a partir del reinado de Remismundo. Tras más de ochenta años de oscuridad documental llegamos hasta mediados del siglo VI, fecha en la que gracias a Juan de Bíclaro y a Gregorio de Tours retomamos la Historia del reino suevo. Lo que sí parece claro es que a lo largo de este desconocido período tuvo lugar la integración de los invasores bárbaros con la aristocracia local en un marco de aislamiento exterior y paz.

Llegamos así al año 550, en el que según Gregorio de Tours reinó Cararico, monarca de dudosa existencia según muchos historiadores. Parece ser que este rey suevo se convirtió del arrianismo al catolicismo por un milagro de San Martín de Tours. Lo único que se ha podido verificar históricamente de este relato cargado de leyenda es la influencia merovingia y oriental llegada al reino a través de San Martín, que cristianizó y construyó la estructuración eclesiástica de la región de Galicia. Seguramente este hecho fue de vital importancia en el cambio de credo que tuvo lugar en el reino suevo.

La existencia de su sucesor, el rey Ariamiro, no despierta duda alguna. Reorganizó la Iglesia sueva tras la conversión de su monarquía, siendo más que probable que fuese él y no su predecesor el artífice del cambio de fe. También propició la celebración del Concilio de Braga, que fue condenado por los elementos priscilianistas que todavía pervivían en el cristianismo galaico. Le siguió en el trono Teodomiro, que dividió el territorio en dos provincias eclesiásticas, Lugo y Braga. Este proceso de articulación eclesiástica culminará en tiempos del rey Mirón con un nuevo Concilio de Braga. El destacado papel que el sínodo otorgó a la monarquía tenía una clara influencia del cesaropapismo bizantino, elemento que aportaría el propio San Miguel, de origen oriental.

Las peculiaridades de la Iglesia sueva se deben tanto a los intereses políticos de su monarquía como a intereses externos:

-El catolicismo suevo se convirtió en elemento aglutinador del pueblo y de su monarquía frente al arrianismo visigodo.

-Las dos influencias más importantes que presentaba, la merovingia y la bizantina, correspondían a los dos enemigos del reino visigodo, los cuales deseaban presionar al mismo en su flanco noroccidental.

El apoyo que Mirón prestó al también católico Hermenegildo en la revuelta que protagonizó contra el rey visigodo Leovigildo en el año 581 se resolvió con la derrota del primero. Mirón se vio obligado a prestar juramento de lealtad a Leovigildo, hecho que marcó el principio del fin del reino suevo como una entidad autónoma. El siguiente rey suevo, Eborico, tuvo que realizar el mismo juramento ante el rey visigodo, lo que provocó revueltas en el reino suevo. Cuando el soberano del reino germánico del Noroeste fue destronado por su cuñado, Leovigildo empleó el juramento de lealtad como excusa para socorrer a su cliente Eborico en el año 585, logrando así la anexión del reino suevo a la monarquía visigoda.



II.4.-El reino visigodo de Leovigildo

II.4.1.-Expansión territorial y consolidación monárquica

Tras su asociación al trono en el año 569, Leovigildo centró su atención en el Sur peninsular. Dirigió una ofensiva contra los bizantinos, tratando de cortar en dos su territorio. No consiguió su objetivo, pero la toma de plazas de importantísimo valor estratégico como Medinasidonia debilitó sus posiciones. En el 572 conquistó la rebelde ciudad de Córdoba, consolidando el poder monárquico en el centro de la Baetica.

La muerte de de Liuva permitió a Leovigildo extender su actuación al Norte peninsular. Una serie de exitosas campañas entre el 573 y el 575 sometió a diversas comunidades indígenas rebeldes. Tan sólo unos años más tarde lograría que el rey suevo Mirón aceptase una sumisión de clientela. El frente Norte había dejado de ser un problema para el reino visigodo, de manera que Leovigildo dirigió entonces su mirada hacia la región de Sierra Morena. El desgobierno visigodo de épocas anteriores hizo que en este espacio, vital por su carácter fronterizo con los bizantinos, surgiesen núcleos de resistencia hispanorromanos. Tras imponerse a ellos en el 577, el balance de su política de consolidación se saldaba con la destrucción de los rivales internos de la Hispania visigoda, ya fuesen bizantinos, aristócratas rebeldes o comunidades indígenas.

Este dominio territorial fue acompañado de una reorganización interna del reino. Reforzó el poder de la monarquía mediante medidas de corte autoritario, ensalzó la figura real[17] y trató de imponer la perpetuación hereditaria de la realeza asociando en vida a sus hijos Hermenegildo y Recaredo al trono. Leovigildo les encargó responsabilidades de gobierno, pero manteniéndose subordinados a él: Recaredo se hizo cargo de la Cartaginense y Hermenegildo de la Baetica. También destaca el deseo homogeneizador de sus súbditos que presenta la monarquía, plasmado en un código que no ha llegado a nuestros días, el Codex revisus, expresión legal de la unidad de godos e hispanorromanos. La fiscalidad tendió ensanchar la base económica mediante confiscaciones a la nobleza, mientras que en el terreno administrativo una figura militar, el dux, se imponía en las provincias.



II.4.2.-La rebelión de Hermenegildo

Hermenegildo, hijo de Leovigildo, entró en contacto con la ortodoxia católica mediante su matrimonio con una princesa merovingia, enlace que formaba parte de un plan de alianzas políticas. En el año 579 se hizo cargo del gobierno de la Baetica, trasladándose a Sevilla. Esta ciudad era el centro de predicación del arzobispo Leandro, quien probablemente influyó en su conversión al catolicismo en el 580.

Tras este cambio de fe y contando con el apoyo de la aristocracia, molesta por los recortes a los que se vio sometida por Leovigildo, se rebeló contra su padre. Este alzamiento, de carácter eminentemente nobiliario, se vio secundado en el valle del Guadalquivir y en la mayor parte de la Lusitania. Hermenegildo trató de internacionalizar el conflicto, siendo una prueba evidente la embajada del arzobispo Leandro en Constantinopla. No hubo, sin embargo, una intervención activa bizantina o franca en esta crisis.

La reacción de Leovigildo fue de extremada prudencia, renunciando a las acciones militares y tratando de buscar una mayor cohesión interna. Hay que enmarcar en este contexto la dulcificación de las doctrinas arrianas, que obedecieron más a razones políticas que a religiosas. Hermenegildo no aprovechó la ausencia de movimientos de su padre, consciente de su incapacidad para que una revuelta regional pudiese alcanzar el grado de alternativa al gobierno de Leovigildo, especialmente careciendo de ayuda externa. El monarca visigodo avanzó hacia el Sur ya en el 582, tomando Mérida y sitiando el corazón de la rebelión, Sevilla. En el 583 derrotó al ejército suevo que acudió en auxilio del bando católico, tomando la ciudad a continuación. Hermenegildo se refugió en Córdoba, viéndose obligado a rendirse. Fue exiliado, muriendo asesinado en Tarragona en el año 585. A pesar del fracaso de este alzamiento, los enfrentamientos entre los aristócratas, celosos de su autonomía y de sus bases económicas, y una monarquía cada vez más autoritaria caracterizarán la agitada vida política del reino visigodo durante todo el siglo VII.



II.4.3.-El final del reinado

Los últimos años del reinado de Leovigildo estuvieron marcados por la incorporación del reino suevo. En este territorio se intentó aplicar una cierta unidad religiosa por medio de un arrianismo edulcorado, estableciendo una serie de obispados pero sin llegar a ejercer coacción alguna sobre los católicos.

Las relaciones con el reino franco de Austrasia y con Borgoña, su aliada, quedaron rotas tras la rebelión protagonizada por Hermenegildo[18], así que Leovigildo intentó compensar el equilibrio de fuerzas entre las potencias europeas estrechando lazos con Neustria. Pero estas negociaciones terminarían súbitamente al ser asesinado el monarca merovingio de este reino franco en el año 584. Un año más tarde Borgoña aprovecharía esta falta de apoyo por parte de Neustria para lanzar una campaña militar contra la Septimania visigoda y una campaña naval en ayuda de los suevos, pero ambos intentos acabaron en fracasos.

Leovigildo falleció en el 586 en Toledo, dejando a su muerte un reino que había ampliado su control territorial y que contaba con una aristocracia unificada pero intransigente hacia las actuaciones de la monarquía dirigidas a limitar su poder.



II.5.-La unificación religiosa

El intento de Leovigildo de lograr la unidad religiosa del reino bajo la fe arriana fracasará. Será su hijo y sucesor, Recaredo, quien logró culminar tan ansiada meta, pero haciendo del catolicismo el elemento de unión. La crónica de Juan de Bíclaro nos dice que Recaredo se convirtió al catolicismo en el 587, siendo imitado por la mayoría de los nobles y obispos arrianos. Hubo alguna oposición de escasa entidad, pero parece ser que ya estaban superadas cuando se celebró el III Concilio de Toledo en el año 589, proclamándose públicamente el cambio de religión oficial en este sínodo.

Sólo ocho obispos arrianos abrazaron en este primer momento la nueva fe. Este cambio de credo significaba el deseo de conversión de una mayoría arriana a la religión de la minoría hispanorromana. Aunque en principio pueda parecer una capitulación ante los católicos, esta conversión permitió a la monarquía introducirse en las esferas de poder que hasta este momento se habían dejado en manos de los obispos católicos. Sólo los núcleos paganos de las regiones del Norte y los judíos quedaron al margen de esta unidad religiosa.



II.6.-La monarquía católica en el siglo VII

A la muerte de Recaredo en el año 601 le siguió un período de reinados cortos y convulsos a causa de la reacción arriana y del asesinato como medio de imponer a un nuevo monarca. Tras un corto e infructuoso intento de regresar al arrianismo, la monarquía católica se restauró de forma definitiva.

En el 621 fue elegido rey un prestigioso jefe militar, Suintila. En el 624 expulsó de la península a los restos de presencia bizantina, lográndose por primera vez la unidad política de toda Hispania y de la Narbonense bajo dominio visigodo. Este monarca logró también importantes victorias sobre los vascones, que realizaban frecuentes incursiones en el valle del Ebro. Será finalmente depuesto en el 631 por una revuelta nobiliaria que tuvo su origen en la Septimania y que contó con el apoyo de los francos.



II.6.1.-El período constituyente

Con el reinado del nuevo monarca, Sisenando, comenzará lo que según Orlandis fue “el período constituyente, durante el cual se estructuraron las instituciones fundamentales para garantizar la estabilidad de la monarquía y la participación pública de las principales fuerzas del reino”. Estos cambios están recogidos en los setenta y cinco cánones del IV Concilio de Toledo, celebrado en el año 633. Entre los logros de este sínodo, que tuvo como figura principal a San Isidoro de Sevilla, se cuentan las regulaciones sobre la celebración de oficios divinos, los nombramientos episcopales, la formación del clero o la repudia a las conversiones forzosas. Pero hay dos puntos que destacan especialmente sobre todos los demás:

-Se convocaría un nuevo concilio general siempre que hiciese falta tratar cuestiones de fe o de interés común de la Iglesia, instaurando el ritual y el orden en el que deben ser celebrados. De esta forma se institucionalizan estos cónclaves.

-El hito más importante fue el canon número setenta y cinco, al que se dio rango de ley. Su carácter era más político que religioso, ya que fijaba el sistema de sucesión al trono. Este concilio instituyó una monarquía electiva y sacral, donde la legitimidad, en vez de derivar de la sangre o la herencia, proviene de la elección y consagración del elegido. Dicha elección se encomienda de forma conjunta a los magnates áulicos y a los obispos, tratando así de defender el reino de posibles usurpaciones.

Chintila, que accedió al trono en el año 636, convocó inmediatamente el V Concilio de Toledo. Sus cánones tuvieron un marcado cariz político, probablemente por la intención del monarca de completar la tarea constitucional iniciada por su predecesor. Le seguiría un VI Concilio, en el que destacó el papel del obispo Braulio de Zaragoza. Este sínodo se caracterizó por la dureza de sus cánones contra judíos y conversos y por la prohibición de presencia de no católicos en el mismo.



II.6.2.-Los reyes legisladores

Las medidas tomadas para asegurar la monarquía electiva no fueron respetadas por Chintila, que asoció a su hijo al trono, pero éste no lo conservó por muchos años. Chindasvinto le derrocó y justificó sus actos en el VII Concilio de Toledo, en el que se aprobó la pena de muerte para quien conjure contra el gobernante. Para asegurar su propia permanencia en el trono, el usurpador llevó a cabo una depuración entre los clanes que tenían poder suficiente como para significar una amenaza. A pesar de su defensa de la monarquía electiva, que motivó su toma del poder, asoció a su hijo Recesvinto al trono.

A partir de muerte de su padre en el 653, Recesvinto llevó a cabo una política diametralmente opuesta. Durante su reinado se convocó dos veces el Concilio de Toledo, donde promulgó una ley que diferenciaba claramente los bienes de la corona de los del patrimonio real, devolviendo a la corona los bienes que su padre se apropió de forma ilegítima, y limitó el poder regio en un intento de satisfacer a la nobleza, que había sufrido una purga en tiempos de Chindasvinto. El mayor logro de su reinado lo hallamos en el campo del derecho. Su padre comenzó una gran labor legislativa y una recopilación de las leyes del reino partiendo del código de Leovigildo. Al quedar esta tarea inconclusa con su muerte, será su hijo Recesvinto quien la finalice. Éste reunió y adaptó todas las leyes del reino en el Liber Iudicorum o Lex Wisigothorum, válida para todo el reino y sus habitantes con la única excepción de los mercaderes judíos y griegos, que se siguieron rigiéndose por el código marítimo internacional de la época, el llamado Derecho de Rodio.



II.6.3.-Los últimos reyes

A la muerte de Recesvinto en el año 672 Wamba fue aclamado como nuevo monarca. Durante su gobierno se inició el proceso de desintegración del reino visigodo. Ante una rebelión de carácter cantonalista en la Narbonense mandó a sus tropas a sofocar las revueltas, pero éstas se cambiaron de bando y se alinearon del lado de los rebeldes. Tras derrotarlos y castigar severamente a los protagonistas, el rey se dio cuenta de la necesidad de contar con un ejército poderoso y, lo que es más importante, fiable. La promulgación de una exagerada ley militar de reclutamiento causó gran descontento y provocó una conjura que lo apartó del trono.

Le sucedió Ervigio en el 680. Su más que probable vinculación en la conjura que arrebató la corona a Wamba marcó su reinado, ya que trató de legitimar su poder acercándose al clero. Legisló contra los judíos y retiró la ley militar de su antecesor en un nuevo sínodo. En el ámbito religioso, nombró al obispo metropolitano de Toledo primado de Hispania, quien a partir de ahora consagrará a los obispos elegidos por el monarca. La debilidad de su gobierno seguía siendo manifiesta, así que llevó a cabo una serie de concesiones a los nobles para ganarse su apoyo.

Designó a su yerno Egica para que ocupase el trono tras su fallecimiento, que tuvo lugar en el 687. La situación político-religiosa del momento estaba caracterizada por la quiebra económica, la degradación del clero el descontento social en las capas bajas y las tensiones entre la nobleza. Sucesivas conspiraciones y su posterior represión por parte del monarca han hecho que pasase a la Historia como un cruel perseguidor de la aristocracia. Legisló con dureza contra los judíos, prohibiéndoles el comercio exterior y limitando el interior a intercambios con gentes de su misma religión, gravándolos además con el pago de un impuesto especial. También se promulgaron leyes contra los conspiradores y otras de fortalecimiento del poder real. Un intento por parte de los oprimidos judíos peninsulares de pactar con los judíos ultramarinos para terminar con el estado visigodo desataron la adopción de medidas aún más duras contra este colectivo, convirtiéndolos en siervos, arrebatándoles a sus hijos para que fuesen educados en monasterios, dispersando sus aljamas por todo el reino…

Su hijo Witiza fue asociado al trono, gobernando en solitario tras la muerte de Egica en el año 702. Trató de llevar una política conciliadora, otorgando amnistías a los enemigos de su padre y devolviendo bienes incautados. Su temprana muerte en el año 710 abrió un debate sucesorio. Su clan pretendió que sus hijos, aún niños, heredasen el trono, mientras que la mayoría de los magnates rechazaban esta opción. Estos últimos proclamarán rey en una asamblea a Rodrigo, duque de la Baetica. Los witizanos no se resignaron, teniendo lugar una serie de secesiones en la Narbonense y especialmente en la Tarraconense, donde llegaron a acuñarse monedas de Akila, el candidato propuesto por la familia del antiguo soberano. Mientras Rodrigo estaba sofocando un levantamiento de vascones en el Norte, la noche del veintisiete al veintiocho de abril del 711 iniciaría el desembarco de tropas musulmanas en Gibraltar. El reino visigodo de Hispania había llegado a su fin.



II.7.-Causas de la caída del reino visigodo de Toledo

El reino visigodo, que había logrado su expansión territorial y su unidad étnica, religiosa y jurídica se derrumbó tan rápidamente que sucesivas generaciones de historiadores han tratado de encontrar una explicación a este fenómeno. La historiografía española actual defiende que la causa del rápido hundimiento ante los invasores musulmanes fue la profunda crisis generalizada en la que estaba inmerso el reino:

-Tan sólo en el transcurso de los últimos cinco reinados se dieron media docena de conjuras para apartar del poder a los gobernantes. El morbo gótico era algo característico del reino visigodo, pero los episodios eran ahora más frecuentes y extensos.

-El fortalecimiento de los distintos clanes familiares, enfrentados entre sí para acceder al trono, no se encontraron con una política clara por parte de los monarcas. En sus reinados se sucedían etapas de represión con otras de tolerancia, marcando una política real desigual e insegura.

-Los cambios socioeconómicos producidos por causas naturales, como pestes y malas cosechas, que repercutieron en la demografía e hicieron aflorar síntomas de decadencia.

-El descontento social provocó un notable incremento en las fugas de esclavos, que una vez libres se dedicaron al bandidaje en los caminos. Se tiene constancia de un aumento de los suicidios como forma de escapar de una existencia insoportable. También crecería el descontento de un colectivo tan oprimido como los judíos.

-La moneda se degrada, pasando de la buena ley de las mismas en época de Wamba a la acuñación de monedas ligeras, apenas sin oro, durante el reinado de Witiza. Trae como consecuencia la subida de precios y el pago en especie para hacer frente a la inflación.

-Crisis moral y de costumbres en el seno del clero, plasmada en su envilecimiento y en la necesidad de legislar contra sus abusos.

La conclusión sería que en el siglo VIII el reino visigodo estaba sumido en una profunda crisis que le restó capacidad de resistencia.

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