Ha llegado el momento de intentar explicar quiénes eran los hicsos, a los cuales ya nos hemos referido en varias ocasiones pero sin ocuparnos de ellos. Según Manetón, la palabra hicso significa rey pastor: se trataría de un pueblo desconocido, que se apoderó de Egipto por sorpresa y trató a los indígenas con gran crueldad. Veamos seguidamente el pasaje manetoniano:
Bajo su reinado (de Tutimeo), no sé cómo, la cólera divina sopló contra nosotros y de pronto, desde el oriente, un pueblo de raza desconocida tuvo la audacia cíe invadir nuestro país y, sin dificultades ni combates, se apoderó de él a la fuerza. Se apoderaron de los jefes, incendiaron salvajemente las ciudades, arrasaron los templos de los dioses y trataron a los indígenas con la mayor crueldad, degollando a unos, llevándose como esclavos a los niños y a las mujeres de los demás. Al final, llegaron a hacer rey a uno de los suyos llamado Sa-litis. Este príncipe se estableció en Menfis, imponiendo tributos al país y dejando una guarnición en las plazas más convenientes. Sobre todo fortificó las regiones del este, ya que preveía que los asirios, más poderosos algún día, atacarían a su reino por allí. Como hubiera encontrado en el nomo Setroítes una ciudad^de una posición muy favorable situada al este del brazo Bubástico y llamada Ávaris según una antigua tradición telógica, la reconstruyó y la fortificó con murallas sólidas...
Al conjunto de esta nación lo llamaban hicsos, es decir «reyes pastores». Porque «hic» en la lengua sagrada significa «rey» y «sos» quiere decir «pastor» en singular, y en plural en la lengua vulgar; la unión de estas palabras forma hicsos.
(Manetón, fragmento 42 de la edición de Waddell, traducción según Briend, Israel et ]uda vus par les textes du Proche-Orient Ancien, París, 1982).
Según el historiador judío Flavio Josefo, quien ha conservado el ttteto íntegro de Manetón referente a ellos, los hicsos no eran otros que log hebreos, Sobre esta cuestión habremos de volver.
En realidad, la palabra hicso no es más que la deformación de heqa-jasut, expresión egipcia que significa jefe de países extranjeros, designación de los jefes de las tribus semitas de Palestina y Siria en las fuentes egipcias a partir de comienzos del Imperio Medio, y que encontramos utilizada, por ejemplo, ya en la Historia- de Sinuhé.
La dominación de los hicsos fue provocada por la infiltración lenta "y pacífica en el Delta, desde Palestina, de elementos semitas, más exactamente cananeos o amontas, los cuales eran a su vez empujados por importantes movimientos étnicos que estaban teniendo lugar en esta época en todo el Próximo Oriente asiático, jista penetración sabemos que se inició ya durante el reinado de Amenemes III, de la Dinastía XII, y se aceleró aprovechando la debilidad de la Dinastía XIH, en un movimiento que nos recuerda esta vez la instalación de los hijos de Jacob en Egipto, tal y como la narra la Biblia.
En todo caso, ha de quedar claro que el nombre de_hicsx>s. con viene sólo a sus jefes y reyes; a los invasores, los egipcios les llamaban simplemente asiáticos. La administración egipcia, con el visir al frente, había asegurado el buen gobierno del interior del país. No obstante, Egipto echó en falta la presencia de auténticos líderes políticos, capaces de adoptar decisiones importantes e incluso difíciles cuando hiciese falta. Los reyes de paja de la Dinastía XIII no fueron, por supuesto, estos líderes, pero tampoco lo fueron los visires ni los altos cargos de la administración del Estado. Es así que Egipto careció, en realidad, de auténticos dirigentes a comienzos del Segundo Período Intermedio, y que sólo ello parece explicar la lenta decadencia del país y el retroceso del poder del Estado. Los jefes hicsos, que después de haberse instalado en Avaris habían ido extendiendo su poder por toda la zona oriental del Delta de forma lenta pero segura, se dieron perfecta cuenta de la situación. Muchos asiáticos ocupaban además cargos de responsabilidad en la administración egipcia desde hacía muchos anos. Finalmente, sintiéndose suficientemente fuertes, decidieron apoderarse del trono faraónico, de la capital y del gobierno.
Aparentemente, pues, el acceso al poder de los hicsos es más un cambio dinástico o un golpe de estado que una invasión repentina, Sin embargo, para extender su poder los hicsos hubieron sin duda de vencer algunos focos de resistencia más o menos organizada de los indígenas. Y ello hubo de provocar una inevitable secuela de destrucciones, incendios, crueldades y matanzas, que serían más o menos frecuentes.
Obviamente, una vez afianzado su poder, los hicsos gobernaron con dureza a los indígenas, imponiendo impuestos a sus subditos egipcios y tributos a los reyezuelos indígenas del sur. De todos modos, también hay que reconocer que mantuvieron la actividad de la administración con funcionarios indígenas, que su gobierno no debió ser tan bárbaro como posteriormente se dijo y que incluso fue más o menos tolerado por los subditos egipcios. A favor de estas últimas consideraciones podemos esgrimir sobre todo la evidencia de la continuidad en la vida del país.
De hecho, los hicsos se limitaron a aprovechar el aparato del Estado egipcio en beneficio propio, contando para ello con colaboradores indígenas —colaboracionistas, en definitiva, como siempre los encuentran las fuerzas ocupantes de cualquier país—. Los jefes hicsos se constituyeron, pues, en una aristocracia superpuesta a la sociedad egipcia, del mismo modo que muchos siglos más tarde los visigodos se superpondrían a la sociedad hispano-romana.
Además, los reyes hicsos se egiptizaron más o menos superficialmente, construyeron algunos monumentos y se hicieron representar en estatuas y relieves. Poseemos gran abundancia de escarabeos a su nombre, amuleto éste que es precisamente ahora cuando alcanza una gran popularidad que ya no volverá a perder hasta el final de la historia egipcia.
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