CAPÍTULO 0
ESPAÑA EN EL ANTIGUO RÉGIMEN
1.-España en el marco de la Europa de la Edad Moderna
La tónica general en lo que respecta a la política de las monarquías europeas a lo largo de la Edad Moderna será su tendencia al absolutismo. La economía, por otro lado, pasará de estar cerrada en sí misma a abrirse al mundo gracias a los descubrimientos geográficos. Europa dejará de ser así un reducto ensimismado y empezará a mirar hacia el Atlántico. Otro cambio notable será el del eje económico: si antes los países bañados por el Mediterráneo ostentaban el privilegio de ser los más favorecidos económicamente hablando, ahora este eje se trasladará hacia el Este, siendo los países atlánticos los más prósperos.
Respecto a la cultura, se producirán grandes cambios en los siglos XVI y XVII, de manos del Renacimiento y del Barroco respectivamente. Se dará la revolución educativa, proliferando las escuelas y, sobre todo, las universidades . La vida religiosa siempre ha sido importantísima en España, y esta época no será una excepción. Es imprescindible para comprender la Historia de España, ya que estaba presente de una forma total y absoluta en la vida de los hombres: la Iglesia tenía tantos o más bienes que la nobleza, daba trabajo a campesinos, tenía poder político e influencia y la cultura era prácticamente monopolio de los religiosos. Casi todas las escuelas estaban aún controladas por la Iglesia, al igual que más del ochenta por ciento de las universidades. La teología controlaba todo pensamiento, ocurriendo igual con el arte. Éste estaba muy controlado, comprando la Iglesia casi toda la producción pictórica y pudiendo “sugerir”, por lo tanto, su contenido .
La monarquía y la Iglesia mantendrán, aparentemente, buenas relaciones, ya que se necesitan mutuamente. El estado obtiene rentas de la Iglesia, por lo que debe de ser muy cuidadoso con ella: las relaciones hispano-romanas debían ser, por tanto, fluidas y amistosas
CAPÍTULO 1
POBLACIÓN DE ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
1.-El marco geográfico
El terreno geográfico es el escenario donde el hombre se desenvuelve, su medio físico. Manuel Fernández Álvarez , autor de El siglo XVI, economía, sociedad e instituciones, decía que la España del siglo XVI ha sufrido muy pocos cambios en relación con la actualidad, ya que sigue siendo un país abrupto, plagado de montañas que rodean una gran planicie en el centro del país.
Sin embargo, sí que ha sufrido una serie de transformaciones de orden cualitativo, las cuales han modificado las relaciones del hombre con el entorno. Entre estas transformaciones podemos incluir la progresiva degradación ecológica, la cual ha mermado los recursos naturales, antes necesarios para la vida del individuo. Otro gran cambio es la deforestación que ha afectado a la península. Ésta, a su vez, ha repercutido en la caza, la pesca y la agricultura, pilares a los que se recurría en la Edad Moderna para la subsistencia. Esta deforestación se debe tanto a la necesidad de madera para múltiples usos como al crecimiento demográfico, que hizo necesario la roturación de nuevas tierras .
También se ha dado una domesticación de llanuras que antes eran insalubres, como en zonas donde se estancaban las aguas debido a las lluvias torrenciales, siendo imposible su explotación agrícola. Además, estas zonas eran potenciales focos de cultivo de enfermedades infecciosas, como las palúdicas y las tifoideas. Las llanuras litorales tampoco eran zonas habitables, ya que se inundaban con frecuencia y había riesgo de enfermedades, pero eran zonas ricas en caza y pesca. Aún así, resultaba impensable que se llegase a desarrollar la vida urbana en estas zonas.
Además, se observa que han aumentado considerablemente las tierras de regadío en relación a las grandes zonas de secano de siglos anteriores. Las redes viarias de la península también se han multiplicado. Durante los siglos XVI, XVII e incluso XVIII todavía seguían en uso las antiguas vías romanas.
Estos cambios han perseguido pulir la rudeza del paisaje de antaño, cambiando la forma en la que el hombre se desarrollaba en éste. Como dice F. Brandel, “la vida de antaño se encontraba mediatizada por tres tipos de paisaje: la montaña, los altiplanos y la llanura”. Esta división se puede aplicar perfectamente a nuestro país.
1.1.-La montaña
Es una zona marginal, donde no llegan ni la justicia ni la Iglesia, por lo que el cristianismo apenas ha echado raíces allí. En estas zonas se puede vivir gracias a los productos naturales, pero éstos no son suficientes como para permitir un exceso de población. Cuando se produce esta situación la población desciende a poblar las llanuras, cosa que no ocurre si se da el caso inverso.
Nunca van a encontrarse grandes ciudades en las zonas montañosas, ya que los asentamientos no son más que pequeñas aldeas. Las montañas son, por lo tanto, zonas de marginación y evitadas por la Historia. Era el lugar elegido para ocultarse por parte de aquellos que huían de la justicia o de la Inquisición. Los fenómenos de brujería suelen estar asociados también a zonas de montañas. Jules Michet en La bruja estudia la brujería en Europa, si bien cierto que en España nunca se dieron muchos casos de brujería.
El sistema de gobierno tradicional en la montaña es el patriarcal. Al estar las aldeas más alejadas del brazo del rey es más fácil mantener un gobierno más basado en la costumbre que en la autoridad de los oficiales reales.
Sabiendo que España es el segundo país más montañoso de Europa, es fácil deducir que la mitad de su extensión estaba muy poco poblada.
1.2.-Las mesetas o altiplanos
Estos lugares son más favorables para la vida y el desarrollo humano siempre que se encuentren a una altura razonable, la cual oscila entre los seiscientos y setecientos metros de altura . Las Mesetas españolas cumplen con estas condiciones de altitud.
Es un terreno ideal para el cultivo, pero también para favorecer el trasiego del ganado, especialmente del lanar, que en la Edad Moderna tenía una importancia comparable a la del petróleo en la actualidad. No sólo proporcionaba lana, producto con un consumo superior al del algodón o la seda, sino que también proporcionaba cuero, carne y lácteos. España era un país exportador de lana por excelencia, ya que los ganados podían trashumar perfectamente en los grandes espacios abiertos de las Mesetas.
En los altiplanos la facilidad de las comunicaciones es muy grande, lo cual favorece al comercio. En la altiplanicie española, que tiene una superficie total de once mil quinientos kilómetros cuadrados entre las dos Castillas, es donde se encuentra el grueso de la población entre los siglos XVI y XVII. La seguridad que proporcionan las Mesetas, debido tanto a su posición central como a su elevación, queda plasmada al ser el lugar elegido para ubicar tanto las capitales como los primeros centros del saber . La meseta también favorecerá la aparición de un tipo de gobierno peculiar: centralista y absoluto. Su posición central hace que sea más fácil controlar el resto de territorios y hacer llegar a ellos su autoridad. La Historia de España en los siglos XVI y XVII va a florecer, principalmente, en sus dos Mesetas .
1.3.-La llanura
Como ya hemos adelantado, las llanuras eran, por lo general, lugares insalubres debido a la acumulación y estancación de aguas procedentes de lluvias torrenciales que aquí se producía. Eran, por lo tanto, zonas no aptas para el cultivo a la vez que peligrosas por ser focos de enfermedades infecciosas. Las llanuras costeras, a pesar de las posibilidades de pesca y caza que ofrecían, tampoco eran lugares propicios para el desarrollo urbano debido a su insalubridad.
1.4.-Las distancias en la Edad Moderna
El medio ambiente condiciona la vida del hombre, pero no olvidemos que el hombre es capaz de pasar por encima de los problemas geográficos. Cambian, por lo tanto, las distancias: a pesar de que los kilómetros entre dos puntos siguen siendo los mismos, los medios de transporte actuales han acortado la duración de los trayectos y, por lo tanto, las distancias, con respecto a la Edad Moderna.
En aquellos tiempos una jornada de viaje a pie eran veinticinco kilómetros, por lo que es fácil ver que las distancias condicionaban el modo de vida. Además, las estaciones agravaban los problemas de comunicaciones, ya que no es lo mismo viajar en primavera que en invierno. Hay que añadir que las vías utilizadas seguían siendo, en la mayoría de los casos, las mismas que dejaron los romanos. La mayoría de estas vías estaban muy deterioradas, así que no se conservaban en un buen estado de uso . Además, los ríos de España son los únicos de Europa que no son navegables debido a su caudal irregular y al relieve, por lo que no podían ser usados como vías de comunicación.
Por poner un ejemplo, cualquier intento de viajar desde Alicante a Valencia entre los años 1300 y 1770 se encontraba con la imposibilidad de seguir el camino más lógico y corto por culpa de las barreras montañosas. Pero en barco era aún peor, ya que la amenaza de los piratas berberiscos hacía imposible este trayecto por mar. La única solución posible era seguir el río Vinalopó hasta Villena, desde donde se podía tomar la Vía Augusta hasta Valencia. Por lo tanto, emprender cualquier viaje en la Edad Moderna era una tarea complicada y no exenta de riesgos.
2.-Las fuentes demográficas en la Edad Moderna
Es importante tener en cuenta que las fuentes demográficas de la Edad Moderna son defectuosas, ya que no presentan la periodicidad deseable para evaluar los cambios de la población española. Estas fuentes, especialmente las de finales del siglo XV y principios del XVI, son muy difíciles de estudiar ya que no tienen intención cuantitativa. Es más, los cronistas hablan vagamente y con criterios cualitativos. Podrían referirse, por ejemplo, a la población de una ciudad de la siguiente manera, sin aportar más información: “Muchamiel era una ciudad poco poblada”. No especifican más porque no había un interés particular en contabilizar a la gente.
Pero ya a partir del siglo XVI cada vez son más abundantes los documentos que hacen referencia a la población. Este cambio se debe al nacimiento y consolidación del estado moderno, que pretende controlar y centralizar todo a su alrededor. La monarquía va a tener ahora la necesidad de saber con cuántos súbditos cuenta, ya que tiene que cobrarles los impuestos. También necesitará contabilizar, por ejemplo, a las minorías religiosas, etc. Bodino escribirá sobre esta época que “un país es tanto más poderoso cuanto mayor sea el número de habitantes que tiene” . Pero no importa únicamente el número de habitantes, sino también la calidad de los mismos, es decir, conocer la cantidad de hombres, de niños, de ancianos…
Pero hay más causas que motivan el interés por el cómputo de las gentes:
-En el año 1517 estallará la Reforma. Europa se partirá en dos bloques enfrentados entre sí. Cada uno de estos bloques necesitará saber con cuánta gente que practique su religión cuenta, tanto a nivel militar como para la previsión en infraestructuras.
-El siglo XVI es el de los grandes descubrimientos geográficos. Los monarcas van a querer saber quién habita las nuevas tierras para poder implantar allí nuevos impuestos. Serán conscientes, por lo tanto, del potencial demográfico.
-La propia dinámica del Renacimiento, que llevará a querer conocer la gente que forma parte de un país.
A partir del siglo XVI aparecen ya los censos, padrones, recuentos de población, etc. en pueblos, aldeas, obispados… aunque muy raramente aparecen documentos que nos hablen de recuentos estatales. Las razones de estos recuentos tienen que ver con intereses concretos y particulares, como por ejemplo contabilizar el número de moriscos para tenerlos controlados o contar quién posee caballo para que lo lleve al ejército.
Como ya hemos dicho anteriormente, los registros de población son piezas muy defectuosas y presentan numerosas lagunas. Muchos padrones, por ejemplo, tienen una finalidad exclusivamente fiscal, así que no van a medir todo aquello que no sirva para recaudar impuestos. Esto implica que tanto nobles como eclesiásticos no van a estar reflejados, ya que como privilegiados que eran no pagaban impuestos, y sólo aparecerán contabilizados los cabezas de familia , los cuales debían de pagar los impuestos por todos aquellos que habitasen en su unidad familiar. Además, no resultaba ajeno que se diesen ocultaciones en estos censos, para evitar así que ciertos individuos pagasen sus impuestos. Por otro lado, si el censo tenía, por ejemplo, fines militares, sólo contabilizan a los nobles.
Los documentos que más información demográfica nos aportan son los referidos a los impuestos de la sal, ya que eran pagados incluso por los eclesiásticos. Algunos censos o padrones también nos aportan una información muy rica, a pesar de sus defectos. Tomemos como ejemplo un recuento de pecheros : en dicho censo viene el nombre de todos los individuos que deben pagar impuestos. Pero, además de sus nombres, nos informa de los bienes que poseen así como del valor que se le atribuye a sus propiedades, ya que se tienen que pagar los impuestos en arreglo a dicho valor. De estos informes podemos extraer también la estratificación social de un lugar, ya que nos permite averiguar quiénes son campesinos y cuántos son, etc. Es importante recordar, de todas maneras, que los censos aparecen realizados con más frecuencia en áreas pequeñas que en grandes. Cuando más grande sea el área, más difícil va a ser que encontremos algún censo realizado.
Teniendo en cuenta estos puntos, los tipos de fuentes demográficas que tenemos disponibles en los archivos son:
-Sincrónicas o de fecha determinada. Son aquellas que nos permiten conocer el estado de la población en un momento y lugar concreto. Aquí ubicaríamos los censos y padrones. Se hacen para evaluar la población. Muchos de ellos se han perdido o no fueron realizados en su momento con la suficiente periodicidad para poder establecer una evolución de la población mediante su estudio.
-Diacrónicas o fuentes referentes al discurrir demográfico. Nos permiten seguir la evolución de la población. Con ellos medimos el movimiento natural de la población, es decir, sus nacimientos y defunciones . Normalmente encontramos este tipo de documentos en los archivos parroquiales, en forma de libros de bautismo, de defunciones, de matrimonios… Estos libros no nos ofrecen estadísticas, pero sí los datos para poder realizarlas. Ya se encontraban en la Edad Media, pero desde el Concilio de Trento (1563) las iglesias estaban obligadas a llevar libros de este tipo.
Además, esta no es la única información que podemos extraer, por ejemplo, de los libros de bautismos. Éstos también nos dan los nombres de los padres, de los padrinos… Se puede ver si los mismos sabían firmar o no, con lo que podríamos hacer un estudio de alfabetización. O podríamos ver quiénes son hijos ilegítimos, esclavos, etc. . De hecho, en la actualidad, por medio de ciertas técnicas demográficas, podemos incluso reconstruir familias enteras.
Otro tipo de libro interesante a nivel demográfico del que disponen las parroquias es el libro de visitas pastorales, que era elaborado por el párroco cuando los obispos de la diócesis hacían una inspección o visitaban sus parroquias. En estos libros hay información tan interesante como qué parroquianos van a misa y cuáles no, ya que, al ser obligatorio ir a misa, nos indica de forma bastante fiable el número de habitantes. Estos libros de visitas pastorales serían una fuente sincrónica.
Debido al carácter de las fuentes de la Edad Moderna, un estudio demográfico será más fiable cuanto menor sea el área sobre la que se realiza. Los estudios macrodemográficos, es decir, los que corresponden a las ciudades, presentan grandes márgenes de error que oscilan en torno al veinte por ciento.
3.-El modelo demográfico de la Edad Moderna
Se caracteriza por un ciclo demográfico antiguo, con alta natalidad y mortalidad, ya sea ésta ordinaria o catastrófica, producida por guerras, epidemias, etc. La mortalidad infantil era muy elevada, pudiendo observarse que el saldo positivo de la población a corto plazo es escaso, incrementándose algo sólo si se contempla a largo plazo. La esperanza de vida media era muy baja, alrededor de los treinta años. Además, la edad media con la que se contraía el matrimonio estaba alrededor de los veinticinco años, por lo que el ciclo fértil era muy reducido .
Todas estas características se dan dentro de la enorme dependencia existente entre los recursos agrarios y la población. Dicha dependencia se traduce en unos movimientos acíclicos recurrentes de la población. El más frecuente sería el que se origina a partir de una mala cosecha: la mala cosecha provoca la subida de los precios, con lo que no todo el mundo puede pagar el precio de los productos de primera necesidad. Se producirán hambrunas , las cuales causan fuertes debilidades en el organismo humano y favorecen la aparición de epidemias, que causan la muerte de una parte de la población. Con el tiempo se restablece el ritmo normal, hasta la llegada de una nueva mala cosecha.
Pierre Goubert estudió este fenómeno, centrándose en la región francesa de Beauvais. Demostró que el precio del trigo era un auténtico termómetro demográfico: cuando el precio del trigo subía, aumentaban las muertes y descendían los matrimonios y nacimientos. También descubrió que las crisis agrícolas no afectaban por igual a los pueblos vecinos. Por ejemplo, las lluvias torrenciales que habían podrido las cosechas de las zonas llanas de Beauvais habían sido beneficiosas para las zonas montañosas. Por lo tanto, si hay crisis en una población pero no en la vecina, la afectada podría ser socorrida.
En las poblaciones de nuestra Meseta las crisis se llevaron mucho peor que en nuestro litoral, ya que estas últimas podían ser socorridas más rápidamente que las de interior gracias a la cercanía de las vías de transporte marítimas. En general, España era deficitaria de trigo, por lo que recurría a la importación de grano de Polonia, Alemania, etc. Por el Mediterráneo se recibía trigo procedente de Nápoles, Sicilia y aún del Norte de África.
Otra dependencia observable en los ciclos demográficos de la época preindustrial es la siguiente: todo cambio en la demografía de la sociedad tiende a producir nuevos cambios, los cuales contrarrestan el inicial. Pongamos un ejemplo: en períodos de alta fecundidad hay un mayor consumo de alimentos, así que disminuye la alimentación disponible por individuo con las consecuentes carestías y crisis demográficas. Después de un período de mortalidad se vuelve poco a poco a un período de normalidad. Existe así una autorregulación de la población, con un crecimiento muy lento que provoca la sensación de estancamiento.
Otro rasgo de la demografía de esta época es la terrible frecuencia de la mortalidad catastrófica, la cual se pone de manifiesto, por ejemplo, a través de la tristemente célebre peste negra. Esta terrible enfermedad era transmitida por las pulgas que parasitaban a las ratas negras. Al inocular el bacilo en los humanos producía un ataque a su sistema linfático, dejándolo indefenso. Causa una caquexia que tiene como síntomas inmediatos vómitos, ascensos súbitos de altas fiebres y la aparición en ingles o axilas de bubones. Aunque la peste más famosa fue la del 1348, aparecerán después nuevos brotes durante los siglos XV y XVI, si bien es cierto que tuvieron un carácter más local. En el XVII la peste volvería a causar estragos, teniendo sus brotes una virulencia comparable a la de época medieval.
Pero la peste bubónica no era la única plaga a la que estaban expuestos los hombres de la Edad Moderna. Otra terrible enfermedad era la sífilis, la cual era endémica y hereditaria además de vergonzosa. No se consiguió una cura para ella ya hasta el sigo XX. También causó estragos la viruela . Con el tiempo uno podía salir bien librado de la misma, pero dejaba desagradables secuelas en la epidermis.
El otro gran problema que afectó a la demografía de la época fueron los conflictos bélicos, los cuales eran muy recurrentes durante estos siglos. En España hubo tanto guerras civiles y revueltas, como las Germanías, las Comunidades o las revueltas en Portugal y Cataluña durante el XVII, como guerras en el exterior, como en Francia, Flandes o el Milanesado , sin olvidarnos de grandes desastres militares como las revueltas moriscas de las Alpujarras o la Armada Invencible. Los ejércitos producían graves daños en sus desplazamientos (quemaban tierras, gravaban con impuestos a los lugareños para su mantenimiento …). Además, portaban consigo las enfermedades, como la sífilis. Hay que recordar también que las guerras no producían bajas sólo por los caídos en combate: eran mucho más numerosos aquellos que morían a causa de las heridas sufridas.
Uno de los rasgos más destacables es la notable diferencia entre la calidad de la vida urbana y la vida rural. En el campo se vivía claramente mejor, mientras que en los núcleos urbanos la gente vivía aglomerada y sin medidas higiénicas de ningún tipo , siendo la suciedad el origen y causa de numerosas enfermedades. En casos de plaga, éstas solían llegar aunque se cerrasen las puertas de la ciudad. En épocas de hambrunas era más fácil sobrevivir en el campo, ya que podían asegurar el sustento gracias a la recolección de frutos silvestres y a la caza en los bosques. Es cierto que algunas ciudades disponían de pósitos o almacenes, en los cuales almacenaban el grano en previsión de las épocas de carestía para disponer de él cuando subiesen los precios y atenuar así el efecto de las subidas en épocas de escasez. Pero esta prevención era poco frecuente, ya que el grano se podía pudrir.
Otra característica a destacar sería la diferencia de mortalidad y natalidad según las clases sociales, que se resume básicamente en la diferencia entre ricos y pobres. Como es lógico imaginar, la mortalidad era menor en los ambientes acomodados, ya que tenían a su alcance una mejor y más completa alimentación gracias a una mayor inmunidad ante la subida de precios. También contaban con acceso a médicos . Los ricos, por lo tanto, podían escapar con mayor facilidad de las epidemias.
La mortalidad infantil era también mucho más alta entre los pobres, aunque España tenía la excepción de los moriscos: las familias de moriscos tenían una alta natalidad.
4.-Estudio de la demografía europea
Esta gráfica no representaría sólo la demografía. Podemos aventurarnos a decir que la economía e incluso la cultura siguen los mismos movimientos. Y no sólo se manifiesta de esta manera en España, sino que podríamos extenderla a toda Europa. Vamos a comentar la gráfica estudiando cada uno de sus tramos.
Los siglos XII y XIII son los años de las grandes roturaciones en Europa, lo que indica que aumentó la producción de grano. Las favorables condiciones climáticas permitieron cultivar cereal a una mayor altitud. En España nos encontramos casi en el final de la Reconquista, produciéndose un auge del comercio plasmado en el Camino de Santiago o en los contactos entre la España cristiana y la musulmana.
Sin embargo, el siglo XIV empezará ya de una manera poco alentadora: en el 1317 tuvo lugar una aguda crisis de subsistencia, perdiéndose las cosechas y produciéndose hambrunas. Habrá que buscar las causas en el cambio climático que se estaba produciendo, ya que a partir del año 1300 se recrudeció el clima del planeta, enfriándose y creciendo los casquetes polares, con lo que la temperatura descendió cuatro o cinco grados. Terrenos aptos para el cultivo de cereal, como eran muchas mesetas, dejaron de serlo por las bajas temperaturas.
Además, en el 1348 surgirá una de las más terribles plagas que jamás asolaron a la humanidad: la terrible peste negra. Tuvo su origen en Crimea, desde donde se extendió a toda Europa. Causó la muerte de la mitad de la población europea, siendo también catastrófica en España. Si añadimos a todas estas calamidades la Guerra de los Cien Años, que asoló Europa por estas fechas, nos encontramos con otra grave causa de descenso demográfico .
No se alcanzará una cierta recuperación hasta la segunda mitad del siglo XV. Según algunos historiadores el clima se suavizó un poco, pero sin volver ya a las temperaturas previas al descenso del siglo anterior. Este cambio favorecería una nueva época de bonanza, apoyada por el descubrimiento del Nuevo Mundo, que abrió nuevos destinos comerciales. Se incrementará la natalidad y, por razones todavía desconocidas, el siglo XVI no sería muy afectado por las pestes.
Respecto al siglo XVII, hay que decir que los historiadores de hace cincuenta años pensaban que fue un siglo de grandes crisis económicas y demográficas, el llamado “Siglo de Hierro”. En España reapareció la peste a principios de siglo, seguida por nuevos rebrotes en el 1648 y entre el 1676 y 1678. La expulsión de los moriscos supuso otra merma en la población española, y las crónicas del momento nos dicen que ésta va a menos. Pero estudios más recientes apuntan hacia un período duro, pero más de estancamiento que de declive. Lo que ocurrió fue que la población descendió mucho a principios de siglo, pero a partir de 1680 empezaron a incrementarse los índices de natalidad, como se ve en las partidas de bautismo.
El siglo XVIII continuará el ritmo ascendente, que ya no se detendrá hasta el 1970. Pero este efecto está siendo compensado en la actualidad gracias a la inmigración.
5.-La población española en el siglo XVI
Para estudiar la población española en estos siglos tenemos tres documentos que nos hablan de la población refiriéndose a grandes territorios:
-Por un lado tenemos un censo realizado a finales del siglo XV por Alonso de Quintanilla, el Contador Mayor de Castilla.
-Otro censo de entre 1528 y el 1536. Fue mandado realizar por el Consejo de Hacienda con la intención de recaudar impuestos. Abarca sólo el territorio de Castilla .
-Un censo realizado por orden de Felipe II en el 1591 y que se aplica a la población de la corona de Castilla .
Vamos a analizar la información que nos aporta cada uno de estos censos. El primero de ellos, el de Quintanilla, ha sido muy criticado por los historiadores como fuente de información fidedigna. Felipe Ruiz Martín no le otorga ninguna fiabilidad, ya que piensa que peca por exceso. Sin embargo, Manuel Fernández Álvarez opina que está realizado después del 1492 y que fue hecho con mucha escrupulosidad, ya que Quintanilla era un hombre muy cualificado y con un gran conocimiento del reino. Pero este censo no tiene un carácter fiscal sino militar, con la intención de formar un ejército permanente. Según el censo, la población a finales del siglo XV sería de un millón y medio de vecinos. Aplicando el coeficiente del cuatro y medio, la cifra de habitantes censados se quedaría en seis millones setecientos cincuenta mil.
Parece ser que este censo, el de Quintanilla, está realizado en el 1496. Si lo comparamos con el último censo del siglo XVI, realizado en el 1590, vemos que se obtiene casi el mismo número de habitantes. No deja de resultar extraño, si tenemos en cuenta que el siglo XVI fue una época de crecimiento demográfico. Pero Fernández Álvarez justifica este argumento planteando que no todo el siglo XVI fue de crecimiento: los primeros años fueron de catástrofe y pudo descender la población, atravesando varios baches dentro de la tendencia a crecer. Estos descensos de población serían:
-Un terremoto que se produjo en Andalucía en el año 1504 y que ocasionó muertos, hambres, enfermedades…
-Hambrunas en Castilla.
-Un brote de peste en Andalucía y las Mesetas en el 1507.
Fernández Álvarez apoya también su teoría en los escritos de un cronista de la época, Andrés Bernáldez, que intenta transmitir el caos reinante en los inicios del siglo XVI hablando del terremoto y de sus terribles efectos , las lluvias torrenciales del 1504 y del 1505, seguidas por sequías en los dos años siguientes. El remate final sería el brote de peste del 1507. Respecto a esta crónica, debemos decir que son valoraciones cualitativas, por lo que no podemos saber la magnitud real de los hechos, a pesar de que se vienen manejando cifras que hablan de la pérdida de alrededor de dos millones de habitantes. Lo que sí es cierto es que las dos primeras décadas del siglo fueron muy duras, agudizadas con una fuerte crisis política tras la muerte de Fernando “el Católico”, que desembocará en las revueltas de las Germanías y de las Comunidades ya durante el reinado de Carlos V.
El segundo censo del que disponemos, fechado entre el 1528 y el 1536, tiene un origen fiscal por iniciativa del Consejo de Hacienda. Su intención era la recaudación de dinero para Carlos, el nuevo monarca, para su viaje a Roma, donde iba a ser coronado emperador. No aparecen, por lo tanto, nobles, caballeros, hidalgos o jóvenes, pero sí que se incluye al reino de Granada, que no había sido tenido en cuenta en el censo de Quintanilla. En total habla de una cifra aproximada de unos tres millones y medio de habitantes. Pero este censo resulta poco fiable, ya que en la época no hay una sensación de un bache demográfico tan serio y que explicase la obtención de unas cifras tan bajas, las cuales se han intentado justificar con la ausencia de los privilegiados, especialmente de la baja nobleza.
El tercer y último censo, el de Felipe II del año 1591, tiene una intención fiscal. Contabiliza a la población para el pago del llamado impuesto de los millones, el cual afectaba a todos los suministros básicos y era pagado por casi toda la población. Los datos nos dan unas cifras para Castilla de seis millones ciento cuarenta y cinco mil habitantes, algo menos que en el censo de Quintanilla. Si tomamos este censo como fiable, tendríamos que aceptar que la población no creció mucho a lo largo del siglo, sino más bien que descendió un poco. Los historiadores han elegido el censo de Quintanilla y este último como los más fiables. La explicación para la evolución demográfica que nos muestran sería que la población ha crecido a lo largo del siglo XVI, llegando Castilla a la cifra de seis millones ciento cuarenta y cinco mil habitantes. A esta cifra haría que sumarle la de los habitantes de otras regiones de la corona: doscientos mil de las Vascongadas, cincuenta mil de las Canarias y ciento cincuenta mil de Navarra. El total resultante para toda la corona de Castilla llega ahora a los seis millones quinientos cuarenta y cinco mil habitantes.
Pero este censo no contabilizaba a los habitantes de la corona de Aragón, de los cuales tenemos una ligera idea gracias a diversos censos realizados en el mismo año de 1591. Así, en Valencia tendríamos cuatrocientos cincuenta mil habitantes, cuatrocientos mil en Cataluña, trescientos cincuenta mil en Aragón y ciento treinta y cinco mil en las islas Baleares, sumando un total de un millón trescientos treinta y cinco mil habitantes en toda la corona.
Sumando las cifras de las dos coronas tendríamos que España, a finales del siglo XVI y tras un proceso de crecimiento poblacional a lo largo del siglo, alcanza los siete millones ochocientos ochenta mil habitantes.
Llama la atención la diferencia de densidad de población entre Castilla y Aragón. La corona de Castilla tenía más habitantes, especialmente en las regiones de Castilla La Vieja y del País Vasco, mientras que en la corona de Aragón era Valencia la zona más densamente poblada. No se conoce exactamente a qué causas se debe este crecimiento demográfico del siglo XVI, pero habría que buscarla entre las siguientes posibilidades:
-Fue un período benévolo, climatológicamente hablando, entre los siglos XIV y XVIII.
-Hasta el 1550 se dio en España un equilibrio bastante estable entre hombres y cosechas, de forma que éstas llegaban para alimentar a la población y para almacenar excedentes con fines comerciales. Esta estabilidad fomentó la natalidad.
-El descubrimiento de América, que aportará metales, especialmente oro y plata. Subirán los salarios, las gentes vivirán mejor, la bonanza atraerá a inmigrantes con ansias de prosperar… Además, hay que tener en cuenta que el establecimiento de las colonias españolas en suelo americano traerá implícito una demanda de productos agrícolas, ya que los Reyes Católicos prohibieron la plantación de trigo, vid y olivo en las nuevas tierras. Los colonos se veían obligados así a adaptarse a la dieta indígena o a importar los productos españoles. La nostalgia por los mismos disparó la demanda de estos productos en las colonias americanas, por lo que en España se invertirá en el cultivo de estos productos, aumentando las tierras destinadas a los mismos haciéndolos más extensivos. Esta serie de medidas favorecieron el aumento demográfico.
-Mayor tranquilidad respecto a las epidemias.
5.1.-Las ciudades en el siglo XVI: desarrollo y grupos sociales
Pero donde mejor se observa el crecimiento es en las ciudades. El rasgo más espectacular del crecimiento es el auge urbano que se experimentó en España a partir del siglo XVI, fenómeno que fue estudiado por Ramón Carande en su obra Carlos V y sus banqueros. En él explica cómo Carlos V obtenía dinero gracias a los créditos concedidos por banqueros extranjeros para poder sufragar los gastos del ejército. Para que estos créditos le fuesen concedidos se tuvo que verificar el estado de la economía española, con el fin de demostrar que tenía suficiente solvencia como para devolver los préstamos con sus intereses. Este estudio de la economía del momento está muy vinculado al crecimiento urbano.
En general, el crecimiento demográfico en las mismas está directamente relacionado con el aumento de la natalidad frente a la mortandad, aunque también influyó el aumento de los servicios en las ciudades. Veamos algunas de ellas de una forma más específica y las razones para su incremento poblacional. En el caso de Sevilla, es el único puerto que tenía permitido el comercio con América debido a la voluntad de los Reyes Católicos. La gente acudió allí debido a que era la puerta de entrada del oro y la plata americanos, convirtiéndose en una de las ciudades más populosas de Europa en esta época, por encima incluso de París o Londres.
En el caso de Toledo, que era una ciudad muerta a principios del siglo XVI, se recibió un fuerte impulso por la demanda recibida por parte de las colonias de productos artesanos, como marroquinerías y espadas, por ejemplo.
Respecto a las ciudades andaluzas de Jaén, Baeza y Úbeda, el motivo de su crecimiento hay que buscarlo en el aceite. Al estar prohibido el cultivo de olivos en América, los centros productores incrementan su labor, con lo que también aumentan su población.
Por su parte, Salamanca y Alcalá de Henares, ciudades universitarias, aumentarán su número de habitantes al haber más gente interesada en estudiar, ya que los estudios superiores eran salvoconductos para entrar a formar parte del cuerpo administrativo real.
Burgos, Ávila, Toro, Palencia y Guadalajara, las ciudades castellanas, están relacionadas con la Mesta o con el comercio y manufactura de la lana, lo cual explica su crecimiento.
Pero, si bien en el siglo XVI el crecimiento urbano es la tónica general, no todas las ciudades experimentaron este fenómeno. Algunas sufrieron baches demográficos, pero no dejan de ser las excepciones que confirman la regla. Valladolid, por ejemplo, pasó de tener treinta y ocho mil cien habitantes en el 1530 a tener treinta y tres mil setecientos cincuenta en el 1591. A pesar de ser una ciudad universitaria, sufrió este bache demográfico debido a la decisión de Felipe II de trasladar la corte desde Valladolid a Madrid: mucha gente acompañó a la corte en su cambio de destino.
También conocemos los datos de Medina del Campo y de Medina de Rioseco, que en 1530 tenían respectivamente veinte mil seiscientos ochenta y once mil trescientos diez habitantes, pero que en el 1591 pasan a tener trece mil ochocientos y diez mil treinta habitantes. Estas ciudades estaban directamente vinculadas a las ferias de época medieval. Pero la configuración del comercio en España ha cambiado: ahora los mercaderes acuden a Sevilla, lo cual produjo la decadencia de estas dos ciudades.
Otras ciudades que decrecieron fueron Santiago de Compostela, Orense, Vigo, La Coruña, Betanzos… La explicación la encontramos en la misma Galicia, ya que el crecimiento de toda esta región fue siempre muy pequeño: los campos cultivables tienen poca extensión y no es viable que las familias tengan muchos hijos. Es más, muchos de ellos se verán obligados a emigrar al no tener recursos en su Galicia natal.
Podemos concluir afirmando que en esta época se dio un movimiento poblacional de Norte a Sur, siendo las ciudades allí ubicadas las que ostentaron la primacía económica en esta época.
Este incremento de la población urbana es un fenómeno muy interesante por la gran cantidad consecuencias que produjo. Una de ellas es la aparición de una mayor división social del trabajo. Conforme la gente abandona los campos para buscar una vida mejor en las ciudades, el campo empezará a despoblarse poco a poco. La actividad manufacturera, que antes estaba focalizada principalmente en el marco rural, verá cómo la figura del artesano-campesino desaparece. A partir de este momento, las ciudades pasan a convertirse en centros especializados en la transformación de materias primas en productos artesanales.
En el último tercio del siglo XVI la dependencia de los centros urbanos con respecto al campo se va haciendo cada vez mayor. Los excedentes agrarios podían llegar a las ciudades bien por vía comercial o bien por vía institucional. Decimos que el excedente del campo entra en las ciudades por vía comercial cuando el campesino lleva al mercado urbano sus productos y los vende, obteniendo en el proceso ingresos para alimentar a su familia. Pero también hay una proporción de excedentes que llegan a las ciudades por vía institucional, es decir, en forma de impuestos. Al residir en las ciudades concentraciones de nobles, eclesiásticos y agentes de la corona, todos los cuales cobraban impuestos, se favorecía que el excedente se acumulase en las ciudades en forma de pagos fiscales. Gracias a las rentas que produce esta acumulación de excedentes en las ciudades, éstas tienen capacidad de demandar productos manufacturados y artesanales.
Pero la acumulación de riqueza en las ciudades tenía una contrapartida, que era la atracción que estas riquezas provocaban en los grupos más desfavorecidos. Multitudes de pobres acudían a los centros urbanos con la intención de participar de la riqueza que florecía dentro de las murallas. Estos pobres subsistían a base de traspasos de rentas voluntarios por parte de las capas más acomodadas de la sociedad urbana, es decir, los más favorecidos les ayudaban a subsistir por medio de la caridad, la cual estaba perfectamente institucionalizada en esta época por la obligación que los ricos tenían de socorrer a los pobres . Se establece, de esta manera, una especie de dependencia y clientela entre los más necesitados y los pudientes, aunque cuando la situación económica se resentía la caridad se veía igualmente afectada, tanto por parte de la Iglesia como por parte de los nobles.
Otro efecto de la acumulación del excedente agrario en las ciudades es el éxodo rural hacia estos centros urbanos en pleno auge, ya que la vida allí es parece, en principio, más cómoda. Esta tendencia va a provocar la superpoblación de ciertas ciudades y la ruptura del equilibrio campo-ciudad, ya que si los campesinos se trasladan en masa a las ciudades se reducirá la producción agrícola y, por lo tanto, la entrada de excedente para alimentar a las ciudades.
La ruptura de este equilibrio llevará a una crisis del sistema, haciendo que los campesinos, siendo menos mano de obra, se vean obligados a trabajar más horas y a subir los precios. El modelo de crecimiento urbano del siglo XVI lleva implícito una contradicción: este mismo crecimiento urbano es el germen de la crisis poblacional que se dará en la siguiente centuria, ya en el siglo XVII. Es un fenómeno que se observa ya a partir de entre los años 1580 y 1585: los estudios sobre esta época ponen sobre la mesa el inicio de una despoblación rural en beneficio de las grandes ciudades.
La renta agraria llegará cada vez de una forma menos fluida a las ciudades, bajando en consecuencia la producción manufacturera y llegando la crisis a los núcleos urbanos. El amanecer del siglo XVII viene marcado por estos tintes sombríos: ha acabado el crecimiento.
6.-La población en el siglo XVII
La característica general respecto a la población en esta centuria va a ser el estancamiento. El siglo XVII empieza ya con una gran epidemia de peste, que transcurrió entre los años 1596 y 1602. Esta epidemia significa, para muchos historiadores, el final del crecimiento demográfico del siglo anterior y el inicio de una época de catástrofes, la peor para España desde el siglo XIV.
Esta peste es la primera de las epidemias que se introduce en la península desde el Cantábrico , por lo que recibirá el nombre de la peste atlántica. Su primer foco fue el puerto de Santander, desde donde se extendió a toda Cantabria, Asturias, Vizcaya y Navarra de forma simultánea. Luego descendió por el Duero y hacia Extremadura en el 1598, llegando finalmente a Andalucía en el 1599. Domínguez Ortiz en su obra La sociedad española en el siglo XVII nos dice que las pérdidas humanas podrían elevarse a cifras que andan en torno al medio millón de individuos.
Después de esta dura epidemia se dio un período de una cierta bonanza, aunque aparecieron algunos otros brotes aislados, como en el 1637 en Málaga y en el 1644 en Madrid. Pero pronto aparecería una nueva gran epidemia, la más grave del siglo, que se dio entre el 1647 y el 1652 y que es conocida como la peste de 1648, ya que éste fue el año más virulento de todos los que duró.
Esta nueva epidemia de peste se cebó, sobre todo, en el Levante español y en Andalucía. Penetró por el puerto de Valencia, teniendo como foco de infección a un barco procedente de Argel. Un fraile dominico, Francisco Gavaldá, nos dejó testimonio en su libro, escrito a modo de diario durante la peste y llamado Memorias de los sucesos particulares de Valencia y su reino en los años de 1647 y 1648. Tiempo de peste. Dicho libro fue editado ya en el 1651, al acabar la epidemia. Es una obra de gran valor, ya que el autor vivió esos duros momentos de epidemia. Gavaldá contabilizó las víctimas, que ascendían a la cifra dieciséis mil setecientas ochenta y nueve para Valencia, más de la mitad de su población . De Valencia la epidemia descendió al Sur, afectando a ciudades como Alicante, Elche u Orihuela . De aquí pasó a Murcia y, desde allí, a Málaga y a Cádiz, extendiéndose ya por toda Andalucía. Si exceptuamos un brote aislado en Chinchilla, la epidemia no afectó a la corona de Castilla. La causa hay que buscarla en que los castellanos, escarmentados tras haber padecido otras plagas en el pasado, establecieron un efectivo cordón sanitario gracias a lugares de cuarentena y a no dejar entrar a nadie que mostrase los síntomas de la peste. No se tienen cifras globales de mortandad para esta plaga, pero sí datos aislados. Sabemos, por ejemplo, que en Córdoba fallecieron trece mil trescientas ochenta personas, mientras que en el llamado reino de Sevilla murieron ciento treinta mil personas de una población de seiscientos mil. En el año 1651 aún duraban los efectos de la epidemia. Cuando parecía que sus efectos habían acabado en Levante, surgieron nuevos brotes en Aragón y Cataluña, desde donde se extendieron al Rosellón y a Mallorca.
La de 1648 fue la epidemia más dura del siglo, pero no la última. Otro brote atacó las mismas áreas geográficas entre los años 1676 y 1685. A pesar de ser menos intensa, fue más duradera. En este caso, el foco propagador fue el puerto de Cartagena, desde donde se extendió hacia el Norte y el Sur , llegando de nuevo a Andalucía. La corona de Castilla se salvó también de esta epidemia.
A partir del 1767 la peste desapareció, no sólo de España sino de toda Europa. Las causas quizás haya que buscarlas en que el hombre llegó a producir una serie de mecanismos de defensas frente al bacilo que la producía, aunque algunos biólogos opinan que su desaparición se debe a una guerra que se dio en el subsuelo entre la rata negra, principal transmisora de la peste, y la rata gris, enfrentamiento en el que se impondría la rata gris.
7.-El problema de los musulmanes en la España de la Edad Moderna
7.1.-Los moriscos en la corona de Castilla y su influencia en la demografía: revueltas y amenazas de conversión o expulsión
Pero la población española también disminuyó por otros motivos muy distintos de plagas o epidemias, como fueron los motivos políticos. Nos referimos a la expulsión de los moriscos decidida en el año 1609 por Felipe III. El hecho de que esta expulsión afectase a la demografía española implica que en España había un elevado índice de población morisca . Los moriscos no eran musulmanes, sino cristianos nuevos que se habían convertido al cristianismo desde la religión de Mahoma, ya sea de forma voluntaria o por haber sido bautizados de forma obligada. No hay que confundir a los moriscos con los mudéjares, que eran musulmanes a los cuales los cristianos viejos permitieron conservar su religión, o con los mozárabes, que son los cristianos que vivían en la Córdoba musulmana y que conservaban su religión con el consentimiento de los musulmanes.
El problema de los moriscos en España se remonta a la conquista de Granada en época de los Reyes Católicos, los cuales firmaron una serie de capitulaciones con los musulmanes del reino nazarí. En ellas, los monarcas cristianos se comprometían a respetar su religión, costumbres, creencias, vestidos, etc. a cambio de su rendición. Estas capitulaciones se cumplieron de forma coyuntural, ya que pasado un tiempo los monarcas intentarían extender el catolicismo por toda la península. Su intención era que en su estado hubiese una religión única para evitar los problemas que podían derivar de la coexistencia de varias. Para ello pensaron llevar una política de conversiones lenta pero eficaz y que, con el tiempo, acabase consiguiendo la ansiada totalidad católica.
Un año después de la rendición de Granada se expulsó a Boabdil y a sus allegados, ya que se consideró que difícilmente iban a aceptar la política cristianizante que se quería practicar y serían un mal ejemplo para el resto de musulmanes, que podían imitar la actitud de su antiguo rey ante la política cristianizadora. Tras la conquista se creó un arzobispado en Granada, encabezado por fray Hernando de Talavera y con la intención de que hubiese allí una autoridad católica. Éste se interesó en aprender la lengua árabe para facilitar así la labor de una evangelización católica , realizada de una manera tranquila, pausada y total. Parte de esta política fueron las facilidades que los monarcas proporcionaron para que familias cristianas se trasladasen a Granada. A pesar de estos planteamientos iniciales, uno de los hombres fuertes de la corte de los Reyes Católicos, el cardenal Cisneros, era partidario de la completa erradicación del islamismo. Era un hombre de un gran peso político, además de confesor de la reina Isabel. Era partidario de que tanto judíos como musulmanes debían convertirse o abandonar España .
Fue así, por decisión de Cisneros, como se precipitó la conversión de los moriscos. Sin contar con el apoyo de los Reyes Católicos hizo llamar a los alfaquíes, los sacerdotes musulmanes, tan sólo un año después de la toma de Granada para convencerles de que se convirtiesen, ofreciéndoles a cambio derechos, pagos y el respeto de sus creencias, pero amenazando a aquellos que no se convirtiesen con ser perseguidos . Muchos de los alfaquíes aceptaron convertirse de buen grado, pero poco después empezaron a brotar entre ellos protestas al haberse quebrantado las capitulaciones. Una persecución por parte de unos alguaciles de Cisneros por el Albayzín, el barrio musulmán de Granada, a unos malhechores musulmanes fue tomada como una grave afrenta por los vecinos: uno de los alguaciles murió y se llegó a sitiar el palacio de Cisneros, estallando una gran revuelta. Los reyes intentarán encontrar una solución política: la reina Isabel mandó una carta a los musulmanes de Ronda, pero llegó tarde. Además, las posibilidades de llegar a un acuerdo parecen ya remotas. Ante el caos que se produjo, la monarquía no tuvo más remedio que tomar medidas más radicales, así que Fernando, el cual estaba en Sevilla, formó un ejército y aplastó la revuelta tras un mes y medio de cruenta guerra. La represión cristiana fue muy dura, obligando a los musulmanes a abandonar las tierras que ocupaban y a pagar una serie de impuestos como medida de perdón, eximiendo de los mismos a aquellos que decidiesen abrazar el cristianismo. Ante esta alternativa, fueron muchos los que se convirtieron.
Un año después, en el 1501, estalló una nueva revuelta. Ante estas circunstancias, se llevarán finalmente a cabo los deseos de Cisneros: se da a los musulmanes la opción de convertirse o de ser expulsados. Aquellos que se convirtieron y se quedaron fueron los que pasaron a ser conocidos como cristianos nuevos o moriscos. El papa otorgó en el 1502 una bula a los Reyes Católicos que les cedía el diezmo recaudado a estos cristianos nuevos para financiar con estos ingresos la construcción de iglesias y las labores de evangelización. Todas las mezquitas serán así convertidas en iglesias. El problema se da por finalizado en febrero del 1502, cuando se manda al exilio a aquellos musulmanes que no quisieron convertirse. Pero ahora surgirá un nuevo problema para estos cristianos nuevos: no conocían los pormenores de la doctrina cristiana y al no haber sido instruidos en la misma podían caer en errores doctrinales y ser considerados herejes.
7.2.-Los mudéjares en la corona de Aragón
7.2.1.-Coexistencia pacífica y vasallaje
Sin embargo, en la corona de Aragón no habrá problemas con los musulmanes de estos territorios ya que, tras la expulsión o conversión de los musulmanes de Castilla, los de la corona de Aragón mandaron una embajada a Fernando “el Católico” solicitando no ser tratados de la misma manera que lo fueron sus hermanos en la corona de Castilla, mediante el uso de la fuerza, ya que no querían provocar revueltas en sus territorios. Es importante puntualizar aquí que la Reconquista no fue realizada de la misma manera por la corona de Castilla que por la corona de Aragón. Mientras que Castilla, al ir conquistando hacia el Sur fue empujando y concentrando a la población musulmana en el reino de Granada, Aragón fue permitiendo al conquistar sus tierras que los musulmanes permaneciesen en ellas, manteniendo su religión, usos y costumbres a cambio del sometimiento a los cristianos viejos. Esta diferencia explica lo distinto que fue en ambas coronas el problema musulmán. El resultado fue que la corona de Aragón conservó su población islámica, permitiéndoles mantener su religión y costumbres a cambio de que se comprometiesen a aceptar las decisiones políticas de los caballeros cristianos. De hecho, al entrar en la Edad Moderna, vamos a encontrarnos en la corona de Aragón con una población mudéjar que convivirá pacíficamente con los cristianos pero, eso sí, viviendo en calidad de vasallos y adscritos a la tierra, obedeciendo las leyes de los caballeros y monarcas cristianos a pesar de que estos musulmanes tenían sus propias autoridades consentidas por los cristianos. La condición de vasallos se afirmó a partir de un régimen de de propiedad de la tierra, compartida por el cristiano viejo y el mudéjar a través de la enfiteusis. El señor cristiano posee el dominio directo de la tierra, el cual le viene dado por derecho directo de conquista, mientras que el vasallo musulmán posee el dominio útil de la tierra, es decir, el derecho a trabajar la tierra y a vivir en ella siempre y cuando pagase al señor el reconocimiento de su posesión del dominio directo.
Esta condición de vasallos se reafirma, además de por la enfiteusis, por los derechos jurisdiccionales que posee el señor respecto a sus vasallos. Dichos derechos le permiten extraer sustanciosas ventajas económicas de sus vasallos musulmanes, ya que la jurisdicción no implica sólo el derecho del señor a impartir justicia, imponiéndoles multas que redundan en su beneficio, sino que además permiten que ejerza derechos de regalía o monopolio, lo cual es una fuente de riqueza muy importante. Por estos derechos de regalía, los vasallos mudéjares están obligados a llevar a moler el grano de sus cosechas al molino del señor, pagando así los derechos de molienda. O a comprar la carne en la carnicería del señor, o a pagar los tributos establecidos por el señor por cruzar sus puentes y ríos, etc. También se veían obligados a realizar las corveas, determinadas prestaciones de trabajos para el señor cuando llegaba la época de ciertas labores agrícolas, y a pagar al señor las aldehalas . Esta situación hacía de los mudéjares una mano de obra muy barata, por lo que existía un gran interés por parte de la corona de conservarlos. Recordemos que el sistema económico de la corona de Aragón se basaba en la agricultura, así que los aragoneses preferían permitir que los musulmanes conservasen su religión y costumbres para evitar así revueltas como las que estallaron en Granada.
Como contrapartida, el señor tiene que cumplir, a su vez, con una serie de obligaciones respecto a sus vasallos. Por ejemplo, no puede expulsarlos de sus tierras a menos que incumplan sus funciones o que no paguen sus tributos, ya que el vasallo tiene un dominio útil sobre la tierra, el cual incluso es hereditario. Es más, este dominio útil podía ser objeto de compra-venta, lo que explica que pueda haber musulmanes ricos dentro de un señorío, los cuales acumulan parcelas mediante la compra de su dominio útil, dándose así diferencias sociales entre los moriscos más pudientes y el resto.
Las actividades de los mudéjares se ceñirán a la agricultura y, en contadas ocasiones, a la artesanía . Estos mudéjares vivían, en el reino de Valencia, en las zonas montañosas, cerca del valle del Vinalopó. En Cataluña ocupaban el delta del Ebro, mientras que en Aragón estaban a ambos lados del río. Sin embargo, se les prohibió habitar las zonas de regadío, reservadas a cristianos viejos, y en las costas, por temor a que pudiesen mantener contacto con los berberiscos. La región de la corona de Aragón donde más densidad de población mudéjar se daba era, sin duda, en la corona de Valencia. Como ya hemos dicho, residían en zonas de montaña, en lugares ubicados cerca de otra población mayor, habitada por cristianos viejos. En la zona del Vinalopó, sin embargo, mudéjares y cristianos viejos vivían en la misma población pero, eso sí, separados por murallas en diferentes barrios . Éstos eran llamados, en el caso musulmán, rabal, arrabal o aljama.
7.2.2.-Las revueltas de las Germanías
Los cristianos viejos y los musulmanes vivirán en paz hasta el siglo XVI. Los conflictos con los colectivos islámicos en Castilla empezarán en el 1502, mientras que en Valencia los problemas con los mudéjares surgirán más tarde, entre el 1519 y el 1521, a causa de las llamadas Germanías , que fueron unas revueltas de tipo social que dividieron a la población del reino en dos facciones, provocando una guerra civil que duró tres años. Veamos las causas que produjeron estos conflictos en el reino de Valencia.
Valencia era una importante ciudad, poderosa y con una fuerte economía. Pero no todos participaban en la ciudad de los beneficios de esta bonanza económica, sino más bien todo lo contrario: sólo unos pocos privilegiados tenían acceso a estas riquezas. Las razones hay que buscarlas en el funcionamiento del sistema gremial, donde toda la producción está extremadamente controlada de una forma muy precisa, como ocurría con los horarios y con las cantidades de producción, por ejemplo. Este sistema gremial era muy limitado ya que, a pesar de estar basado en la oferta y la demanda, controlará y evitará la formación de stocks. Pero este sistema se verá pronto socavado por ciertos individuos que tenían contactos en Italia. Mercaderes italianos proporcionaron materia prima a diversos talleres, que trabajaban estas materias y producían artesanías, las cuales eran llevadas ya elaboradas a Italia por dichos mercaderes para su comercialización. Los principales beneficiarios de estas prácticas fueron los maestros artesanos de los grandes gremios, los cuales alcanzaron tal nivel de riqueza y poder que llegaron a acceder a cargos municipales. Por otro lado, los maestros gremiales de los talleres más pequeños y modestos no tuvieron la suerte de beneficiarse del negocio italiano, así que no fue posible para ellos enriquecerse o acceder a cargos públicos . Otra de las causas fue la crisis que afectó al trigo y, por lo tanto, al pan.
La situación empeoró con la llegada de Carlos I a España en el 1519. El nuevo monarca juró las Cortes de Castilla, Aragón y Cataluña. En este momento recibió la noticia de la muerte de su abuelo, por lo que podría optar al título de emperador. Viendo esta oportunidad al alcance de su mano, Carlos I se marchó a Castilla con la intención de recaudar dinero para el viaje de su coronación imperial, sin llegar a jurar los fueros en las Cortes de Valencia. Este hecho fue tomado como un insulto en la ciudad levantina. Además, ese mismo año se temía en Valencia un ataque de los piratas berberiscos, así que se solicitó permiso al rey para armarse con la intención de repeler el hipotético ataque. Seguidamente, un brote de peste infectó Valencia. La epidemia no fue tan fuerte como en ocasiones anteriores, pero aún así las autoridades huyeron de la ciudad.
Aprovechando este vacío de poder los menestrales de los gremios se unieron en germaníes o hermandades. Organizarán la llamada Junta de los Trece y gobernarán Valencia como si fuese una república, imitando el modelo veneciano. Los nobles se amotinaron, produciéndose un enfrentamiento armado. Pero este fenómeno se extendió a otras ciudades e incluso al campo, alzándose los menos favorecidos contra los poderosos y convirtiéndose lo que en principio fue una revuelta urbana en un conflicto generalizado: las Germanías. Los nobles, con la ayuda de sus vasallos mudéjares, lucharán contra los cristianos agermanados. El alzamiento popular no será sofocado hasta el 1521, aplicándose unas terribles represalias sobre los insurrectos.
Estas revueltas de las Germanías serán el detonante del problema morisco en la corona de Aragón. Durante las Germanías los rebeldes bautizaron masivamente a los mudéjares bajo amenaza de muerte. Al ser derrotado el bando de los menestrales, el reino se encontró con un colectivo de mudéjares que habían sido bautizados a la fuerza y que ahora eran cristianos nuevos. No se sabe cuál fue exactamente el motivo de esta actuación por parte de los agermanados, aunque se barajan dos posibles motivos:
-Lo hicieron para que la Iglesia viese sus logros evangelizadores y brindase su apoyo a la causa agermanada.
-Para que los mudéjares, al ser convertidos al cristianismo, pudiesen protestar a sus señores y exigirles mejoras en el vasallaje, debilitando así el poder de la nobleza valenciana.
7.2.3.-El problema morisco en la corona de Aragón
Es ahora cuando nos encontramos con el problema morisco en Valencia, a partir del 1521. La Iglesia decidirá tomar medidas y participar, ya que a partir de este momento los musulmanes pasaron a ser cristianos nuevos y, por lo tanto, estaba en su derecho y obligación de adoctrinarles y educarles cristianamente. Además, los agermanados no habían logrado bautizar a todos los musulmanes del reino, así que decidieron continuar esta labor. Se reunirá una junta de teólogos ante Carlos I para tratar este asunto, pero el monarca responde que, debido al tratado que su abuelo, Fernando VII, firmó con los musulmanes prometiendo nunca actuar sobre ellos, la corona no tiene posibilidad de intervenir. Pero, por otro lado, la situación había cambiado: ahora la mayoría de los musulmanes habían sido bautizados. Ante la presión de los teólogos, Carlos I mandó una carta al papa pidiéndole que le liberase del juramento de su abuelo. El papa le responderá enviándole una bula, la Idcirco nostris, en la cual libera a Carlos del juramento de su abuelo para que él pueda contentar a la Iglesia con bautismos generales, los cuales tuvieron lugar entre el 1525 y el 1526.
Se formará un nuevo levantamiento, ya que algunos moriscos se negaban a ser bautizados. Éstos marcharán a las montañas, dando así lugar a las revueltas de la sierra del Espadón y de la sierra del Bernia. La actuación de la nobleza suavizará la situación, consiguiendo que los insurrectos dejen las armas y se conviertan: a partir del 1526 el problema morisco llegó a la corona de Aragón.
Pero el malestar continuará ya que, a pesar de haberse convertido, seguirán pagando unas tremendas imposiciones fiscales. La sensación que tenían estos moriscos es que se les obligaba a vivir como cristianos pero les exigían tributos como a musulmanes. A partir de este momento se romperá la convivencia entre los moriscos y los cristianos viejos. Los moriscos ofrecieron una enorme resistencia a las campañas de cristianización y, a pesar de convertirse, seguirán practicando el islamismo en secreto entre el 1526 y el 1531 . No siguieron practicando su religión a escondidas únicamente por motivos teológicos o dogmáticos: mantener su religión significaba conservar su forma de vivir y de actuar, lo cual tenía una difícil erradicación. Los que vivían en lugares aislados siguieron viviendo y vistiendo según sus costumbres, celebrando fiestas islámicas como el Ramadán e incluso circuncidando a sus hijos. Los cristianos, ante esto, tienen la sensación de estar siendo engañados por los moriscos.
Otro motivo que explica esta situación es el uso por parte de la Iglesia y de la monarquía de métodos poco eficaces, como las compañías misioneras y la creación de centros de catequesis estables, que fracasaron rotundamente. La práctica de las misiones consiste en que un grupo de sacerdotes va a aquellos pueblos y lugares en los que la fe corre peligro de perderse y tratan de rehabilitarla. La figura principal de la misión es el predicador, personaje muy respetado y carismático. Usaban su gran elocuencia para dirigir discursos directamente al corazón de las personas o a sus sentimientos más primarios con la intención de asustar. No había fiesta en un pueblo sin la presencia de un predicador, ya que incluso existía un presupuesto municipal para ellos. Entre los predicadores los había más y menos famosos, pero todos ellos recurrían a la gesticulación e incluso a “efectos especiales” para causar mayor impresión con sus discursos. Se trató de convertir a los moriscos de las montañas por medio de misiones, pero al no conocer los predicadores la lengua árabe y al no ser apoyados por los nobles locales, su presencia no servía de nada y bajaban de las montañas desmoralizados y sin haber cumplido su misión.
Los centros de catequesis estables consistían en fundar una iglesia donde antes había una mezquita, intentándose diariamente desde allí la conversión. Pero, al tener que retribuir al párroco y pagar los gastos de las iglesias sin contar con el apoyo económico de los nobles, la escasez de capital hizo que el número de estos centros fuese limitado. Además, los párrocos no querían residir en poblaciones moriscas.
Estos dos modelos de conversión fracasaron, aumentando las tensiones entre moriscos y cristianos viejos. Además, la presión de las catequesis provocó que muchos moriscos quisiesen marcharse del país. Se dio una riada de emigración clandestina , ya que el señor no les permitía abandonar sus tierras, al Norte de África.
En el año 1532, mediante el In breve, el papa prohibirá que los nobles cobren más impuestos a sus vasallos moriscos que a los cristianos, ya que habían sido convertidos. La gran perjudicada de esta decisión papal será la nobleza, que por primera vez dejará de apoyar los intereses de los moriscos.
7.3.-La situación empeora: los moriscos entre el 1550 y el 1570
Las tensiones irán en aumento, agravándose especialmente entre los años 1550 y 1563. Serán varios los sucesos que aumenten la conflictividad entre cristianos nuevos y viejos:
-Aumento de la frecuencia de las incursiones piratas en Levante, añadiéndose la presencia de la armada turca en el Mediterráneo en el 1551. En el 1556 Denia fue atacada por norteafricanos.
-En este mismo año, 1556, en Sevilla y Valladolid tendrán lugar brotes de protestantismo.
España considera que su misión es defender al cristianismo en Europa ante sus amenazas, es decir, protestantismo y también musulmanes. Los moriscos sufrirán las consecuencias, aumentando así la represión que padecían. Tras concluir el Concilio de Trento, Felipe II se convierte en el gran defensor de la cristiandad, actuando con mano dura contra los moriscos. Fomentará las campañas misioneras y mandará desarmar a todos los moriscos del reino de Valencia, arrebatándoles sus hoces, azadas y cualquier utensilio susceptible de ser usado como un arma .
Entre los años 1568 y 1570 la situación se hizo insostenible, estallando en la corona de Castilla la revuelta de los moriscos de Granada. Las Alpujarras tenían una alta densidad de población morisca dedicada a la manufactura sedera. La monarquía trató de hacerse con las riquezas de estos moriscos productores y exportadores de finas sedas por medio de una gran presión fiscal. La situación empeoró cuando los cristianos viejos empezaron a asentarse allí: muchos moriscos no disponían de títulos de propiedad de la tierra, ya que eran muy antiguos, y la monarquía se decantó a favor de los cristianos viejos, dándoles las tierras de los moriscos que no podían demostrar la posesión de las mismas.
En estas mismas fechas se sufrieron varios e importantes ataques piratas: los piratas argelinos atacaron Nerja, los turcos hicieron lo propio con Fuengirola y los corsarios de Tetuán llegaron a las costas andaluzas, penetrando incluso hasta las Alpujarras.
En el año 1567, en el aniversario de la toma de Granada, Felipe II y el Inquisidor General Diego de Espinosa promulgaron un duro edicto:
-Todos los moriscos tenían que hablar castellano y abandonar el árabe en un período de tres años, fecha a partir de la cual quedaría terminantemente prohibido el uso de esta lengua.
-Debían abandonar sus vestidos y costumbres y adoptar las cristianas.
-El cierre de los baños públicos y prohibición de su uso, ya que eran lugares de reunión.
Los moriscos pensaron que este edicto podía ser negociable, así que mandaron como representante a Francisco Núñez Muley. Éste intentó mostrar lo perjudicial que estas medidas serían para la economía estatal, pero el monarca consideró que la religión estaba por encima de la economía. Finalmente, en la Nochebuena del 1568 estalló una revuelta en Granada. Se logró reprimir aquí, pero se extendió a las Alpujarras. Su cabecilla fue el morisco Fernando de Córdoba y Válor, que cambió su nombre cristiano por el de Abén Humeya. En marzo del 1569 la cifra de moriscos sublevados ascendía a cuarenta mil. Intentaron ponerse en contacto con los turcos y obtener de ellos ayudas en su revuelta, pero las negociaciones no fructificaron. La guerra comenzó como una serie de acciones de guerrilla contra intereses cristianos, aprovechando que la mayoría de los tercios españoles se encontraban en Flandes.
Felipe II ordenó a don Juan de Austria que formase un ejército para acabar con el problema morisco en las Alpujarras, consiguiendo éste apagar la rebelión en octubre del 1570. Empezó una nueva y fortísima fase de represión contra los perdedores: muchos fueron hechos y repartidos por toda España. De los ciento cincuenta mil moriscos que había en las Alpujarras murió un veinte por ciento de los mismos, quedando vacías muchas poblaciones. De las cuatrocientas que existían se repobló unas doscientas setenta, incautando y vendiendo la corona todas las tierras.
Mientras tanto, en la corona de Aragón la inquietud por el problema morisco fue aumentando entre el 1568 y el 1570. El año siguiente don Juan de Austria derrotó a la armada turca en la batalla de Lepanto, la cual fue ampliamente exagerada como efecto propagandístico. Lo cierto es que la capacidad de los turcos para rearmarse era muy grande, así que en pocos años estaban de nuevo en disposición de navegar de nuevo por el Mediterráneo. Pero no es menos cierto que, tras la derrota de Lepanto, concentraron su actividad en el Mediterráneo Oriental.
7.4.-La expulsión de los moriscos
Será a partir de este momento cuando se empiece a plantear el CAPÍTULO de la expulsión de los moriscos y, en algunos casos, incluso el genocidio de los mismos mediante la castración de los varones. En el 1580 Portugal se incorporó a España. En las Cortes de Portugal de 1582 se habló de la expulsión de todos los moriscos de España, cosa que no se realizó hasta años más tarde. Las razones de este retraso hay que buscarlas en el hecho de que las condiciones no eran las adecuadas: existían grandes obstáculos de tipo político, religioso y económico.
El problema político consiste en que España estaba involucrada en guerras con Francia, Inglaterra y con las Provincias Unidas, así que no podía disponer de tropas en la península. Respecto al problema religioso, la Iglesia no acababa de pronunciarse sobre el CAPÍTULO de la expulsión de los moriscos. Por ejemplo, el arzobispo Juan de Ribera, virrey de Valencia, era partidario de fundar escuelas para la formación de los niños moriscos . Además, planteó un problema asociado a la expulsión de los moriscos: ¿qué se haría con sus hijos? Él proponía que se quedasen en la península, ya que con el tiempo podrían adaptarse al cristianismo. Pero el aspecto económico no fue menor en importancia. La expulsión de los moriscos significaría la pérdida de mano de obra barata y cualificada para el trabajo agrícola, lo cual causaría importantes repercusiones en la economía nobiliaria.
Estos tres obstáculos paralizaron la expulsión de los moriscos hasta el año 1609, fecha en la que la situación cambió al desaparecer alguno de los problemas. La firma de paces con Inglaterra y Francia y de una tregua con las Provincias Unidas permite que el ejército pueda volver a España. Respecto al problema religioso, “el Patriarca” se dará finalmente por vencido, viendo que es imposible aculturizar a los moriscos y que el problema seguía quedando latente en los niños. Incluso el plano económico se vio atenuado, ya que los moriscos habían dejado de ser rentables para los nobles. La llegada del oro americano supuso una revolución en los precios. Los precios subieron mientras que las rentas de los nobles se habían estancado. Muchos señoríos cayeron así en bancarrota, como por ejemplo el conde del Real, señor de Elda, al no poder vivir de las rentas. Ocurre lo mismo con el marqués de Guadalest, el conde de Concentaina… La situación, por lo tanto, no era ya como en el XVI. La posibilidad de la expulsión podría beneficiar a los señores, ya que les permitiría repoblar sus tierras y el cobro de unas rentas superiores.
El corrupto duque de Lerma, señor de Gandía, influyó en el monarca Felipe III, decidiéndose finalmente la expulsión de los moriscos. Ésta deberá iniciarse en el reino de Valencia así que el marqués de Caracena, virrey de Valencia, promulga el bando de expulsión el veintidós de septiembre del 1609. Este bando ordena que en tres días todos los moriscos deben dirigirse a los lugares de embarque en Alfaques (Castellón), Denia y Alicante, desde donde saldrían hacia África. Se les permite llevar todos los bienes muebles que puedan acarrear, pero se pena con la muerte la destrucción de sus casas o cosechas, que pasarían a manos de sus señores. Se permitía que de cada cien familias se quedasen seis, para impedir así el deterioro de las cosechas. También podían quedarse las familias formadas por matrimonio de cristiano viejo y morisca , así como los hijos menores de seis años de los matrimonios mixtos.
La mayor parte de los moriscos no aceptó estas condiciones y deciden marcharse todos. Tres días después se produjo el primer embarque en Denia. En octubre, un mes después, parten desde Alicante los moriscos del Vinalopó. Hasta el día 20 de ese mes los embarques se suceden con cierta normalidad, sin darse grandes altercados. Finalizado octubre empezarán los primeros conflictos.
A los moriscos del valle de Ayora les llegan noticias de que los recién llegados al Norte de África han sido muy mal recibidos, así que deciden subir a la Muela de Cortes y resistir la expulsión. Los moriscos del valle de Guadalest tomarán la misma decisión, trasladándose al valle de Laguar unos doce mil moriscos, haciéndose fuertes allí y resistiéndose a ser expulsados. El ejército, mandado por don Agustín Mejía, evitó una auténtica masacre en estas revueltas, ya que se habían organizado milicias populares contra los moriscos con la intención de obtener botín. Estas milicias fueron disueltas por el ejército.
Cuando finalmente se rindieron fueron tratados con desprecio en toda ciudad o pueblo por la que pasaron. Los cristianos les robaron cerca de dos mil niños, que quedaron a cargo de nobles, clérigos y artesanos como criados, con la excusa de darles una educación cristiana.
Excepto estos capítulos, la expulsión fue todo un éxito, zarpando el once de enero del 1610 el último barco de moriscos valencianos. Acto seguido se procedió a la salida de los moriscos de Cataluña y de Aragón, seguidos por los de Castilla, concluyendo en el 1614.
7.5.-Consecuencias de la expulsión
El impacto que esta expulsión tuvo sobre la demografía española no está muy claro. No hay datos claros que nos den la cantidad exacta de moriscos en la España de la Edad Moderna, así que todas las cifras son aproximativas y tomadas a partir de listas de embarque. Lapeyre calcula alrededor de trescientos mil moriscos en el 1609, de los cuales ciento cincuenta mil vivían en el reino de Valencia. Esta cifra es muy considerable, ya que supone un tercio de su población. Su expulsión, sin duda, supuso la pérdida de una mano de obra muy cualificada. Los moriscos del reino de Aragón ascendían a unos sesenta y cuatro mil, los cuales se concentraban en la orilla derecha del Ebro y en la llanura central de Huesca. La expulsión aquí fue casi total, lo que supuso la pérdida de un quinto de la población de Aragón. En Cataluña había unos cinco mil moriscos, que se repartían principalmente entre Lérida y Tarragona. Salieron unos tres mil setecientos dieciséis, quedándose el resto ya que el obispo de Tarragona respondió de ellos como buenos cristianos.
Los datos de la corona de Castilla son aún menos fiables. En Murcia había unos dieciséis mil moriscos, de los que trece mi quinientos cincuenta y dos fueron expulsados. En Granada se expulsó a dos mil veintiséis de los tres mil que quedaban. Entre Huelva, Cádiz y Sevilla había unos treinta mil, siendo expulsados casi todos ellos, al igual que en el resto de Castilla.
Los moriscos expulsados fueron al Norte de África, principalmente a Orán y Túnez. En Orán fueron muy maltratados, mientras que aquellos que se dirigieron a Túnez tuvieron mejor suerte. A finales del siglo XVIII aún podía encontrarse en Túnez a moriscos que se consideraban exiliados españoles.
Los historiadores de los años cincuenta del siglo XX consideraban que la expulsión de los moriscos fue una gran catástrofe y consecuencia de la decadencia de España. Hoy en día se sabe que estas afirmaciones son demasiado exageradas a pesar de la importante pérdida demográfica y del problema económico derivado del descenso de rentas y producción agrícolas así como de manufacturas, el aumento de precios… También trajo una grave inflación del vellón o cobre, ya que los moriscos cambiaron mucho vellón por oro antes de marcharse, sabiendo que el oro les sería más útil allá donde fuesen, llenándose así el mercado de cobre. Los moriscos, además, falsificaron mucha moneda de vellón, lo que acrecentó aún más la inflación y provocó la intervención de la Taula de Canvis, que retirando el vellón para hacer con él bloques de cobre.
Otro problema derivado de la expulsión de los moriscos es el de los censales. En esta época la Iglesia prohibía el préstamo de dinero con intereses, pero como éstos eran necesarios se inventó un sistema, un truco legal para poder prestar dinero: el censal. El censal es, en realidad, un préstamo hipotecario en forma de compra-venta de dinero y con necesidad de un aval. En vez de prestarse el dinero, se compra. Este sistema estaba generalizado en todo el reino de Valencia. A lo largo del siglo XVI muchos moriscos habían solicitado censales, avalándolos con el dominio útil que poseían. Pero también los cristianos recurrían a esta compra-venta de dinero, entre ellos algunos señores que se habían endeudado. Los vendedores de dinero solían ser particulares adinerados, generalmente viudas ricas, mercaderes y artesanos, aunque muy frecuente y paradójicamente también instituciones eclesiásticas se dedicaban a este negocio, como conventos ricos, catedrales… gran parte de la burguesía valenciana vivía del cupón, es decir, de los intereses de estas compra-ventas de dinero.
Tras la expulsión de los moriscos surgió un problema: ¿quién pagaba el dinero que éstos adeudaban? El responsable directo era la monarquía, así que los censales solicitaron recibir los avales, es decir, el dominio útil de las propiedades como pago. La monarquía va a encontrarse pues con un problema doble: la pérdida de la mano de obra y de las tierras. La nobleza, por su parte, pide a la corona que no se efectúen estos pagos, ya que pretendían quedarse con las tierras tras la expulsión de los moriscos. Los señores endeudados serán otro problema, ya que tras la marcha de los moriscos no podrán hacer frente a los pagos. Finalmente la monarquía decidió que los señores no pagasen a los censales las deudas de sus vasallos moriscos con las tierras, decidiendo también que se prorrogase el pago de las deudas particulares de los señores, para que fuesen pagadas cuando los señores pudiesen hacerlo. Los más perjudicados de estas decisiones fueron, por lo tanto, los prestamistas.
El sistema de censales cayó en el descrédito, ya que si no había garantía de cobro nadie se iba a arriesgar a dejar dinero, justo en un momento en el que la economía estaba en una situación límite. La expulsión, por lo tanto, no afectó sólo al campo, sino que también las clases urbanas que vivían del préstamo se vieron gravemente perjudicadas.
8.-La repoblación de las tierras valencianas
Una vez expulsados los moriscos los señores intentaron repoblar sus tierras por medio de colonos, buscando obtener contratos más rentables y unas condiciones más actualizadas que permitiesen recuperar su tren de vida. Se pensó que la repoblación sería la solución idónea, creyendo que la gente acudiría a ocupar estas tierras. Pero lo cierto es que no se alcanzó el nivel esperado.
Más que una repoblación deberíamos calificarla de trasvaso de población dentro del mismo reino de Valencia, ya que fueron las gentes de los lugares del reino con exceso de población las que acudieron a estas tierras que dejaron los moriscos: fue una repoblación regnícola , cumpliendo su objetivo sólo a medias.
Los señores pusieron condiciones a los nuevos colonos para poder proteger sus rentas de futuras subidas de precios, así que exigían que el canon anual que debía ser pagado por el dominio útil fuese en forma de “partición de frutos” o lo que es lo mismo, la parte proporcional de la cosecha en vez de un pago en metálico. La razón de esta decisión se que los señores perciben cantidades que les permiten colocar los productos en el mercado al precio del momento, sin merma para sus rentas en caso de una subida de precios. Además, también tratan de reactualizar sus rentas en concepto de regalías, subiendo así el precio de sus monopolios.
Si los señores imponían ahora estas condiciones tan poco atractivas y además no había mucha oferta de colonos, ¿cómo se explica que éstos acudiesen? Lo cierto es que las exigencias señoriales eran una traba más al proceso de repoblación, pero en aquellos lugares donde las tierras moriscas eran muy fértiles y rentables sí que acudieron los nuevos colonos cristianos, sometiéndose a sus condiciones. Sin embargo, en otras regiones con perores tierras los señores no pudieron presionar como ellos deseaban, e incluso se vieron obligados a dar ciertas ventajas a los colonos .
Algunos historiadores estudiaron sólo los señoríos más ricos, extrayendo la errónea conclusión de que el campo valenciano fue “refeudalizado”. Este argumento fue utilizado para explicar el malestar del campo valenciano en el siglo XVII, situación que cristalizó en el 1590 con las Segundas Germanías, las cuales tuvieron lugar en la Marina Alta y en el Sur de la actual provincia de Alicante, y que estallaron contra lo abusivo de las cargas señoriales. Es más fiel a la verdad afirmar que si hubo “refeudalización”, ésta se dio exclusivamente en las mejores tierras.
Para el estudio de este proceso de colonización los historiadores cuentan con un documento fundamental, las cartas pueblas. Las cartas pueblas o cartas de población son los documentos que realizaban los señores para asentar a los nuevos colonos en sus tierras, son contratos con las condiciones de asentamiento. En el caso del marquesado de Elche, por ejemplo, los colonos eran en su mayoría individuos venidos de otros lugares y que se dedicaban, mayoritariamente, a actividades no relacionadas con la agricultura. Esta tendencia se dio en otras muchas regiones, lanzándose muchos individuos a la aventura y aprovechando la disponibilidad de nuevas tierras. Volviendo al caso de Elche, las cartas pueblas están firmadas en el 1611, encontrándonos ya en el 1637, fecha en la que los señoríos entraron en crisis, con una lista de morosos que incluía a casi todos los artesanos que decidieron probar suerte en la agricultura, sin demasiada fortuna según nos indica el documento.
La peste del 1648 empeoró aún más la situación, haciendo que los años centrales del siglo XVII sean una época de fuerte crisis en toda España, aunque en el reino de Valencia se deberá más a las repercusiones de la expulsión de los moriscos.
9.-Otras causas de la crisis demográfica del siglo XVII
El siglo XVII fue una centuria de crisis para la demografía española, que sufrió la expulsión de los moriscos y brotes de peste. Pero hubo más factores que contribuyeron a este proceso.
Veamos lo que nos dicen los arbitristas sobre los problemas de la época, pero antes averigüemos quiénes eran estos personajes. Los arbitristas eran personas que, observando la realidad del país y cómo éste había entrado en crisis respecto a tiempos pasados, considerados de mayor esplendor, se dedicarán a buscar y proponer soluciones, las cuales reciben el nombre de arbitrios. Mandaban extensos documentos llamados memoriales a los monarcas, presentándoles sus soluciones para salir de la crisis. Fueron tantos los arbitristas que han llegado a nuestros días cientos y cientos de legajos con este tipo de documentos, conservados tanto en el Archivo Nacional como en el Archivo de Simancas. Este tipo de escritos se ha considerado incluso como un género literario, digno de ser estudiados no sólo por su valor histórico sino también por su valor artístico. La mayor parte de los arbitristas no escribían sus propuestas por amor al arte, sino que esperaban una recompensa por parte de los monarcas como pago y reconocimiento de sus esfuerzos. Entre los arbitristas, por lo tanto, había muchos embaucadores y aventureros.
Uno de los problemas que los arbitristas plantean es el celibato, considerándolo como una traba para la recuperación de la población. Había un número excesivo de clérigos y de gentes que cumplían voto de castidad, lo cual traía un descenso de la natalidad y suponía un problema para la recuperación del país. Pero es más bien una impresión que tenían los arbitristas que una realidad. Los estudios nos dicen que en la España del siglo XVII no había más eclesiásticos que en otros países, aunque lo cierto es que no sabemos el número exacto que representaba este colectivo, ya que había mucha gente con votos y que no eran miembros del clero. Además, aunque los votos no favorecían precisamente a la demografía tampoco se cumplían siempre, como se sabe por el número elevado de hijos bastardos documentado. El celibato no tuvo la importancia sobre la demografía que los arbitristas le atribuyeron, aunque es fácil que tuviesen esta impresión al vivir en ambientes urbanos, donde la proporción de clérigos era mayor.
Otro de los problemas que plantean es la emigración a América, que era una sangría demográficamente hablando para el país, especialmente para Castilla . La gente que se marchaba solían ser jóvenes en edad de procrear, por lo que Castilla perdía potencial demográfico. La impresión de los arbitristas sobre este problema parece más consolidada que la del celibato. En el 1623 un catedrático de la Universidad de Sevilla escribió un arbitrio en el que plantea que mucha gente parte para las Indias sin pasar por el control de la Casa de Contratación, por lo que no se puede saber exactamente cuánta gente marcha al Nuevo Mundo. Además, dice que estas gentes son, en su mayoría, delincuentes y maleantes, lo que también perjudica a las colonias americanas. El profesor Guillermo de Céspedes estudió la inmigración con documentos de los Archivos de la Casa de Indias, calculando que partían hacia América cuatro mil personas cada año.
Los arbitristas también hablan de las guerras como causa del descenso poblacional, siendo de nuevo Castilla la región más afectada. La política de los Austrias hizo que la corona de Castilla estuviese más directamente implicada en los conflictos bélicos del país que la corona de Aragón, ya que sus fueros la protegieron numerosas veces de la aportación de dinero y hombres. Castilla, por lo contrario, no tenía esta alternativa y participó activamente en todas las guerras, tanto en las que tuvieron lugar fuera de nuestras fronteras como la Guerra de los Treinta Años, como las que estallaron dentro de nuestro país, como la Guerra de Portugal en el 1640 o las revueltas catalanas. Es cierto que no todos los ejércitos eran propiamente españoles, ya que existía un alto porcentaje de tropas mercenarias, pero no es menos cierto que cada cierto tiempo se reclutaban nuevos soldados, a veces de forma forzosa.
10.-Conclusiones
El balance de la población española en el 1715 es muy desalentador. Un censo realizado sólo para Castilla, el de Campoflorido, habla de cifras de cinco millones doscientos mil habitantes, mientras que en el 1591 hay documentada una población de seis millones ciento cuarenta y seis mil habitantes: se produce un descenso poblacional de casi un millón de habitantes. No sucederá lo mismo con la corona de Aragón y con las regiones periféricas, como Andalucía y Cantabria, ya que los estudios de los libros de bautismos nos indican un aumento poblacional desde el 1680 en todos los pueblos y ciudades.
En cifras globales y uniendo las dos coronas vemos que la población en el 1715 es más o menos la misma que la de 1591: podemos hablar de crisis y de estancamiento demográfico. Pero ya a partir del 1680 se producirá un corte respecto a la situación anterior, dándose en España un aumento de la natalidad y una inversión del crecimiento, ya que se crecerá más en las periferias que en el centro. Este fenómeno irá acompañado de una cierta recuperación económica sobre las mismas fechas, en las que despierta un movimiento intelectual. Aparecerán los novatores o innovadores, generación de intelectuales que empieza a ser consciente de la enorme crisis cultural e intelectual que sufrió España en el siglo XVII por culpa de la Inquisición, ya que ésta no permitía la entrada de libros científicos provenientes de Europa. Tampoco era posible hablar de ideas distintas, como las de Newton en Inglaterra. Eran gente vinculada a universidades y academias, que viajaban por Europa y que se preocupaban por los nuevos avances : pretenden modernizar el país para ponerlo al nivel europeo, ya que España había pasado de ser la gran potencia europea del siglo XVI a su posterior declive en las siguientes centurias. Estos hombres serán la generación puente de los ilustrados del siglo XVIII.
CAPÍTULO 2
LA ESPAÑA DE LOS REYES CATÓLICOS
1.-España en vísperas del reinado de los Reyes Católicos
A mediados del siglo XV cuatro grandes estados se asentaban dentro de los límites de la península Ibérica. Tres de ellos eran estados cristianos, potentes y en pleno auge (Portugal, la corona de Castilla y la corona de Aragón) mientras que el cuarto estado era musulmán y se encontraba en plena crisis (reino de Granada, que abarcaba la actual provincia de Granada y las zonas limítrofes de Málaga y Cádiz).
Los tres estados cristianos eran llamados en Europa con el nombre común de España, aunque también se utilizaba este nombre para hablar sólo de Aragón y de Castilla. Lo cierto es que no hay que hacer caso al uso de este nombre durante esta época, ya que se hacía de una forma imprecisa .
1.1.-Portugal
Este estado se caracteriza a mediados del siglo XV por su precocidad: fue el primer estado de la península que realizó su unidad nacional, ya por el 1238, al fijar sus fronteras , conquistar el Algarbe a los musulmanes y terminar su Reconquista. Al no poder seguir avanzando hacia el Este por la presencia de los castellanos, ni por el Oeste, donde limita con el océano, Portugal se centró en su desarrollo económico y en satisfacer la necesidad de conseguir grano para alimentar a su población.
A partir del siglo XV Portugal se dedicó a buscar la afirmación de su independencia así como otras vías de expansión que le permitiesen los recursos cerealísticos que no podía tener por la escasa superficie de su estado. Para mantener su independencia Portugal, ya desde el siglo XV, buscó el apoyo de un aliado fuerte para defenderse de las ansias expansionistas castellanas: este aliado sería Inglaterra.
Pero en lo que concierne a la expansión territorial, Portugal buscó una solución para conseguir las tierras que necesitaba: continuar la Reconquista más allá del mar, en el Norte de África. Portugal, deficitaria de grano, compraba trigo a Marruecos, así que pensó que si conquistaban este país musulmán podrían acceder directamente a este recurso. Pero había otro aliciente, igual o más poderoso que el del trigo: Marruecos era un eslabón fundamental en la circulación del oro que llegaba desde el África subsahariana, desde un ignoto y mítico país que había sido bautizado como Sudán. La conquista de Marruecos podía servir para hacer de Portugal un país con gran poder adquisitivo para poder comerciar y satisfacer sus grandes necesidades económicas.
Este oro sudanés entraba a raudales por el comercio que los marroquíes establecieron con el África negra por medio de caravanas que cruzaban el desierto del Sahara. Cambiaban baratijas a cambio de oro, que luego utilizaban para comprar sedas en Granada. El reino musulmán de la península era quien introducía en circulación este oro sudanés en Europa por medio del pago de las parias, impuestos en oro que pagaban los granadinos a los estados cristianos para no ser conquistados. Este oro, una vez en Europa, servía para financiar las caras expediciones a la India, ya que los turcos, tras la toma de Constantinopla, habían bloqueado el paso a Oriente. El oro que ansiaban los portugueses era, por tanto, el motor de la economía europea.
En el 1415, imbuidos por la idea de Cruzada, conquistarán Ceuta. Pero la aventura en el Norte de África terminará bruscamente tras sufrir los portugueses una importante derrota al intentar tomar Tánger. La conquista de Marruecos era una empresa más difícil de lo que habían previsto los portugueses en un principio, así que abandonaron sus ideas militaristas. Cambiaron de política y decidieron utilizar su experiencia marítima para, en vez de conquistar Marruecos, buscar un camino para acceder a las fuentes del oro, a Sudán.
Esta idea fructificó, siendo su gran artífice el monarca portugués Enrique “el Navegante”. Se instaló en la ciudad de Lagos (el Algarbe), en el cabo de San Vicente, lugar donde fomentó la experimentación y el estudio para la planificación de tan ambiciosa empresa.
La expansión marítima de Portugal por el Atlántico trajo grandes beneficios económicos y técnicos, ya que los marinos portugueses adquirirán una gran experiencia en la práctica de su arte. Entre los años 1423 y 1425 los portugueses colonizarán Madeira. Por culpa de las corrientes descubrieron las Azores en el 1427, archipiélago que terminarán de conquistar ya en el 1450. Desde estas islas soplaban los vientos alisios, que impulsaban a sus naves hacia el Oeste, desde donde los contralisios las impulsaban ya hacia África.
En el 1434 los portugueses rodearon el cabo Bojador, llegando en el 1454 hasta la desembocadura del río Senegal. Allí, en la llamada Costa de la Malagueta, encontrarán una de sus fuentes de ingresos. La malagueta, sucedáneo de la pimienta, era un producto que producía grandes beneficios. El comercio de especias será el nacimiento del capitalismo comercial. Los portugueses también comerciarán con esclavos negros, convirtiéndose así en los primeros negreros. En las Azores y en Madeira plantaron el trigo que Portugal necesitaba, pero también caña de azúcar, producto muy rentable por el ron, utilizando para ello una baratísima mano de obra esclava.
Descubrirán las islas de Cabo Verde, imprescindibles para posteriores expediciones ya que era un punto donde abastecerse de agua potable. Continuarán al Sur, llegando a Guinea y a lo que los portugueses llamaron la Costa del Oro. Fundaron allí una ciudad, Mina, desde donde se dedicaron a comprar el oro que procedía del interior del continente. Consiguieron así su objetivo entre el 1470 y el 1480, llegando por vía marítima a las fuentes del oro y ahorrándose las rutas a través del desierto.
Tras la llegada de los portugueses el oro dejará de fluir en el comercio europeo. Los marroquíes ya no podían comprar sedas a los granadinos, así que éstos no tenían oro para pagar las parias. Los reyes cristianos, al no recibir su paga y ver que Granada ya no es rentable, deciden conquistarla para obtener botín y premiar así a sus nobles .
Los castellanos, ante el éxito de las campañas marítimas de sus vecinos portugueses, querrán hacer lo mismo. Sin embargo, llegan tarde a su aventura marítima: pisan las islas Canarias cuando éstas ya estaban controladas por los portugueses. Surgirá un conflicto entre las dos potencias, que será resuelto gracias al arbitrio del papa y al reparto del mundo entre estos dos estados .
Entre el 1480 y el 1490 la aventura marítima de los portugueses había continuado, convirtiéndose en un rotundo éxito. Tras bordear Bartolomé Dias el cabo de Buena Esperanza y acceder al Índico, los portugueses hallaron una nueva ruta para llegar a la India, lo cual perjudicaba enormemente al monopolio turco y beneficiaba a Portugal justo en las fechas en las que el oro sudanés se había agotado. Los beneficios serán todavía mayores cuando los portugueses asienten sus colonias en Asia. El resultado final será muy positivo, destacando Portugal como gran potencia económica y comercial europea. A pesar de que el oro sudanés se agotó sin ser lo bastante importante como para generar una revolución económica en el país, sirvió para fortalecer los escudos y los cruceiros, las monedas portuguesas, y para financiar las expediciones a la India. Allí compraban sedas y especias, convirtiendo a Lisboa en un gran mercado y en uno de los grandes puntos comerciales de Europa, por encima de ciudades como Venecia, Génova o Marsella, que dominaron el comercio anteriormente. El mundo dará un giro, dejando de ser el Mediterráneo el eje económico y basculando éste hacia el Atlántico (Lisboa, Sevilla, Londres, Amsterdam…).
1.2.-La corona de Aragón
Este reino se encuentra en el lado opuesto de la península, en la costa mediterránea. Bajo este nombre hay, a finales del siglo XV, una confederación política de dos reinos y un principado sometidos a la autoridad de un único monarca: el reino de Aragón, el reino de Valencia y el principado de Cataluña.
Los orígenes de esta confederación hay que buscarlos en el siglo XII, cuando Petronila, hija del rey de Aragón, casó con el conde de Barcelona y príncipe de Cataluña Ramón Berenguer IV. Desde entonces gobernará un único monarca, el descendiente de ambos, sobre los dos estados. Estos descendientes reinaron con el título de reyes de Aragón. Su capital estará en Zaragoza, aunque el motor de la corona durante su período de mayor esplendor, entre los siglos XII y XV, fue el principado de Cataluña, con Barcelona como ciudad más destacada, gracias a su industria pañera, textil y a su flota.
En el siglo XIII Aragón y Castilla empezarán la Reconquista al Sur de sus tierras, incorporándose entre el 1229 y el 1250 los territorios del reino de Valencia, que se incorporará a la confederación y se someterá a los reyes de Aragón. Pero esta confederación se encontrará con el mismo problema que Portugal: la corona de Castilla bloquea su Reconquista hacia el Sur, así que piensan en el mar como una fuente de salida. Entre el 1229 y el 1235 conquistará las Baleares, incorporando a sus territorios a finales del siglo XIII Sicilia y los ducados de Atenas y Neopatria, tomando a principios del siglo XIV la Cerdaña. La corona de Aragón tendrá una cierta tendencia a expandirse hacia el Norte, anexionándose el Rosellón.
El auge de esta corona duró hasta principios del siglo XV, cuando una serie de adversidades condujeron al principado de Cataluña, el cual arrastró consigo a Aragón, a una crisis económica que llegó a tener también un carácter político y social. La crisis comenzará ya en el siglo XIV a causa de la peste negra pero, sobre todo, la gran razón será la toma de Constantinopla por parte de los turcos. Éstos bloquearon el paso a Oriente, provocando la caída comercial de las ciudades-estado italianas. Barcelona se verá también afectada, resintiéndose todavía más por el auge comercial de Lisboa en el Atlántico.
Como ya hemos adelantado, la crisis tuvo también una vertiente política. Tras la muerte de Martín I “el Humano” sin descendencia, los reinos de la corona se encontrarán ante el problema de elegir a un nuevo soberano. Se reunieron en el Compromiso de Caspe del 1412 donde se eligió como rey de la confederación a Fernando I de Antequera, que procedía de la rama castellana de los Trastámara. Este monarca nunca fue del agrado catalán, ya que era castellano y además le atribuían la culpa de la crisis que padecían. Sus descendientes, a pesar de ser buenos monarcas, tampoco gustaron en Cataluña, el estado con más fuerza dentro de la confederación.
Alfonso “el Magnánimo”, que reinó desde el 1416 hasta el 1458, intentó continuar la Reconquista en el Norte de África y tomó un par de plazas. Los catalanes le acusaron de belicista, criticando que estuviese más preocupado de guerrear que de abrir nuevos mercados. Su hijo, Juan II, también tendría problemas para ganarse la confianza de los catalanes durante los años de su reinado, entre el 1458 y el 1479, ya en plena crisis. Este monarca se encontró con una guerra civil dentro de Cataluña, que tuvo su origen en el malestar social existente tanto en los núcleos urbanos como en las áreas rurales.
En los núcleos urbanos se formaron dos facciones enfrentadas, la “biga” y la “busca”. La “biga” reunía a los grandes rentistas y terratenientes de las ciudades. Eran muy conservadores y no deseaban cambios, viviendo de las rentas que les producía su mano de obra barata. Dentro de este grupo estaban los grandes mercaderes acomodados, que apenas notaron los efectos de la crisis y que querían proteger su patrimonio, así como los sectores más acomodados de la Iglesia. La “busca”, sin embargo, estaba formada por artesanos del sector textil, de los gremios y de otras corporaciones productivas, los cuales querían reformas que les permitiesen salir de la crisis. Creían que el rey, con su autoridad, debía propiciar los cambios necesarios para sacar a flote los negocios. Estos dos grupos se acabarán enfrentando.
Mientras tanto, en el campo estallará una revuelta de campesinos contra sus señores. Con la llegada de la peste murieron varios nobles, tomando los campesinos sus tierras de forma fraudulenta. En el siglo XV los señores querrán que estas tierras sean devueltas, produciéndose un fuerte malestar. Además, éstos intentarán salir de la crisis mediante la imposición de nuevos impuestos. Los campesinos se indignaron ante esta medida, especialmente ante el intento por parte de los nobles de imponer de nuevo los llamados cinco malos usos. Destacamos algunos:
-Inestia, o derecho del señor a quedarse con un tercio de la herencia de los campesinos que mueran sin dejar testamento.
-Derecho del señor a recibir la parte correspondiente al hijo en la herencia de un matrimonio de campesinos sin descendencia en detrimento del resto de familiares.
Los señores también intentarán revitalizar un viejo derecho de corte feudal que databa del año 1123, el llamado derecho de remença. Consiste en que el campesino queda adscrito a la tierra, sin poder marcharse de ella a no ser que pague al señor por su liberación.
Ante todas estas nuevas imposiciones señoriales los campesinos se rebelaron. Estos sublevados, los llamados remenças, eran una tercera parte de los campesinos de Cataluña. Se unieron a la facción de la “busca” y pidieron ayuda al monarca para ser librados de las nuevas cargas. Entre los años 1462 y 1472 la situación se hizo finalmente insostenible y estalló la guerra. Este conflicto pone de manifiesto la decadencia en la que estaba sumida Cataluña y la negativa por parte de sus grupos dirigentes a la hora de aceptar los cambios derivados de esta evolución histórica, plasmada en el aumento del poder real y en la liberación de la fuerza productora.
Juan II apoyó a la “busca” y pacificó la situación en el 1472, pero el arbitraje del rey en la contienda no satisfizo a ninguna de las dos partes y el problema, tanto en el campo como en las ciudades, permaneció latente. Ésta fue la situación que se encontró Fernando “el Católico” al subir al trono de la corona de Aragón en el año 1479:
-Cataluña, en vísperas del reinado de los Reyes Católicos, se encontraba económicamente postrada.
-Valencia estaba en un gran momento de crecimiento económico, siendo el estado que lleva las riendas de la confederación hasta el 1519 con el estallido de las Germanías.
1.2.1.-Instituciones de la corona de Aragón
Desde sus orígenes, la corona de Aragón estaba formada como una confederación de estados donde cada uno de ellos conservaba sus propias instituciones, destinadas desde su aparición a controlar el poder de la monarquía y a velar por los derechos de sus territorios. Se ha exagerado mucho por parte de algunos historiadores su oposición a la monarquía, hasta el punto de que algunos autores incluso hablan de instituciones de corte democrático.
La más importante de estas instituciones eran las Cortes, una por cada estado, que eran las organizaciones de representación social y política más importante de esta época. Se reunían de forma independiente en cada uno de los estados, asistiendo a ellas el rey para deliberar y aprobar los impuestos. En algunas ocasiones se reunían todas las Cortes juntas para tratar de asuntos comunes, pero esto fue poco frecuente. Las Cortes de la corona de Aragón, a diferencia de las de la corona de Castilla, las cuales contaban sólo con representación de la nobleza y del clero, se reunían con más frecuencia y tenían una composición distinta. Estaban estructuradas en tres brazos, la nobleza, el clero y el llamado brazo real, que estaba integrado por representantes de los ayuntamientos de algunas de las ciudades. En el caso de las Cortes de Aragón propiamente dichas, la nobleza se dividía en dos grupos, alta y baja nobleza .
La función primordial de las Cortes es de tipo legislativo, mientras que su función secundaria consiste en impedir todo abuso por parte del poder real. Cuando se reunían las Cortes el primer punto consistía en la exposición de los agravios que el rey podía haber hecho a los estados incumpliendo sus normas, etc. Una vez que el rey aceptaba rectificar y satisfacer estos agravios, se pasaba a tratar otros temas. El monarca podía, por ejemplo, intentar solicitar impuestos o tributos, los cuales no se concedían sin la aprobación de las Cortes.
Otra institución de la corona de Aragón, muy vinculada a las Cortes, es la Diputación. Es el órgano permanente de las Cortes, siendo su misión el hacer que lo debatido y aprobado en éstas se lleve a la práctica a lo largo del intervalo que tardaban en reunirse de nuevo: hacen que se cumplan las leyes aprobadas, recaudan impuestos, etc. Se elegía a un grupo de representantes de las Cortes para que formasen la Diputación. Este organismo gozaba de inmunidad jurídica y sus decisiones no podían ser apeladas ante el rey. En Cataluña esta institución se llamaba la Diputació del General , que con el tiempo pasó a ser conocida como la Generalitat.
En Aragón, además de la Diputación, había otra institución, el cargo de Justicia, alto magistrado o juez supremo, designado por el rey entre los nobles y que, por tradición, solía pertenecer a la familia Lanuza.
Todas estas instituciones se oponían y trataban de limitar el poder real, pero estaban muy lejos de ser democráticas: no representaban a la totalidad del pueblo. En Aragón, por ejemplo, la nobleza y el clero aplastaban siempre en las votaciones al brazo real. Éste, además, no representaba a todas las ciudades sino sólo a las privilegiadas. Sus enviados no pertenecían al pueblo llano, sino a las oligarquías urbanas, que eran quienes accedían a sus cargos por el método de la insaculación. Tampoco se puede hablar de democracia. Siguiendo con el caso de Aragón, en un estado donde nobleza y clero acaparan la mayor parte de la posesión de las tierras: en el siglo XIV muchos campesinos aragoneses estaban adscritos a la gleba, lo que significaba poca movilidad espacial y tener a los señores como sus dueños casi absolutos. A principios del siglo XV había una ley en Aragón que permitía dejar morir de hambre, sed y frío a los siervos que cometiesen un delito grave en las tierras señoriales. Nobles y clero fomentaban este tipo de abusos y los fueros enmascaraban el mantenimiento de privilegios muy antiguos y odiosos.
Lo mismo ocurre con las Diputaciones. La Diputación de Aragón tiene en el 1436 treinta y dos diputados, ocho por cada uno de los brazos representados. Está claro que el brazo real estaría en minoría en el caso de que quisiese oponerse al resto, cosa que no ocurría porque solía coincidir en intereses con el clero y la nobleza . Los desheredados, por lo tanto, no tenían representación municipal, en Cortes o Diputación. Cuando algún individuo perteneciente a un grupo no representado en Cortes quería hacer alguna reivindicación, su único medio era el arbitraje real, lo cual satisfacía enormemente al monarca ya que era una forma de irritar a las instituciones que limitaban su poder. El rey procuraba siempre ayudar al humilde en la medida de lo posible, pero nunca en exceso para evitar que nobleza y clero se planteasen modificar el sistema.
1.3.-Corona de Castilla
Es un vasto dominio territorial que se extiende desde el Cantábrico hasta el estrecho de Gibraltar, un estado configurado a lo largo de los siglos gracias al poder aglutinante del original condado de Castilla. Fue una zona fronteriza con el Islam en la curva del Duero y repleta de fortalezas, lo que le dio su nombre. Este carácter fronterizo de sus territorios hizo que según se iban conquistando nuevas tierras fuese necesario repoblarlas, creándose en ellas castillos y ciudades. A la hora de convencer a las gentes de que se instalasen en estos peligrosos lugares de frontera, fue necesario otorgar muchos fueros y libertades. Así se explica que el régimen señorial que se dio en la corona de Castilla fuese mucho menos duro y opresivo que el de la corona de Aragón. Podemos decir, por lo tanto, que la Reconquista frenó la constitución de una sociedad auténticamente feudal en Castilla. Es más, su carácter de guerra intermitente dotó a esta corona de una serie de peculiaridades sociales, económicas y políticas.
1.3.1.-La sociedad castellana antes del reinado de los Reyes Católicos
Aún así, no podemos afirmar que la sociedad castellana no estuviese jerarquizada. A la cabeza de la misma se encontraba el monarca, apoyado en la alta nobleza o ricos hombres. Por debajo de ellos estaba la baja nobleza, también llamados infanzones. El resto de la sociedad eran los habitantes de la villa o villanos, campesinos sin ningún tipo de privilegios. Pero esta pirámide no era, ni mucho menos, inamovible. La guerra contra el Islam permitió una inusitada movilidad social: cualquier villano que arrebatase un caballo a un musulmán en combate se convertía en ese mismo momento en caballero, ganándose una serie de derechos que le aproximaban a la nobleza . Esta situación irá cambiando según la Reconquista se vaya acercando a su fin.
En las tierras de Andalucía y Extremadura la Reconquista fue más rápida, recayendo la responsabilidad de repoblar estas grandes extensiones en nobles y órdenes militares, que no fueron tan generosos a la hora del reparto de parcelas como lo había sido la corona. Esta es la razón de que en las áreas castellanas situadas por debajo del Tajo hubiese un elevado número de jornaleros sin derecho a tierras. En la última etapa de Reconquista ya sólo quedaba por tomar el reino de Granada, lo que influyó sobre los ascensos sociales: será cada vez más difícil escalar puestos en la pirámide social, mientras que los nobles irán incrementando cada vez más su autoridad sobre el campesinado.
A mediados del siglo XV Castilla ya no era la tierra de grandes libertades y movilidad social que fue durante la Reconquista. La presión de los nobles en sus tierras será cada vez mayor, las ciudades estaban controladas por la aristocracia, los colonos son asalariados en vez de ser propietarios…
Las pestes habían producido un vacío demográfico en el Norte de Castilla, por lo que la falta de mano de obra afectó negativamente a las rentas nobiliarias. Los nobles pidieron auxilio al rey, presionándole para exigirle a la monarquía una solución. Los nobles abandonaron así su antigua actitud pasiva y tratarán de defender sus intereses. Este creciente malestar culminará finalmente con el estallido de una guerra civil, que cambiará la situación social y política del reino.
El monarca Pedro I “el Cruel” no era del agrado de la nobleza castellana, que apoyó al hermanastro del rey, Enrique de Trastámara, en sus pretensiones al trono . Pedro había ofendido a la aristocracia al no hacer caso a sus demandas y apoyar los intereses del campesinado, de los comerciantes y de los judíos. Ambos bandos decidirían la suerte final del reino en la batalla de Montiel (1369), en la que el usurpador, el futuro Enrique II, mató con sus propias manos a su hermanastro. Esta victoria supuso el triunfo de la nobleza inmovilista y conservadora frente a la burguesía comercial y manufacturera. Desaparecerán así las antiguas libertades al mismo tiempo que el nuevo monarca otorga compensaciones a los nobles como agradecimiento al apoyo de su causa, incrementando aún más su poder.
Se otorgaron, como ya hemos dicho, las llamadas mercedes enriqueñas, cesiones que Enrique II hizo a la aristocracia como pago por los servicios prestados. Aparecerá así una nueva casta de nobles, enriquecida gracias a la generosidad del rey y a su debilidad. Los nobles recibieron tierras y la jurisdicción implícita a su título, pero también fueron recompensados mediante la cesión de cobro de impuestos, del control temporal de monopolios reales e incluso de ferias y mercados : incrementarán enormemente su poder e influencia hasta la llegada de los Reyes Católicos. Estas familias nobiliarias van a controlar grandes territorios, como ocurría con los Mendoza, los Guzmán, los Ponce de León…
Por debajo de esta casta encontramos una baja nobleza, caballeros antiguos o hidalgos, por lo general con escasas propiedades pero con notables privilegios. El hidalgo fue la figura característica en la Castilla de la Edad Moderna, tanto por su elevado número (casi el diez por ciento de la población) como por su fama: a pesar de que la mayoría de ellos estaban arruinados y no percibían ni dinero ni rentas de forma alguna, se negaban a trabajar porque lo consideraban indigno de su categoría social. Si no primaba la laboriosidad, era imposible que se pudiesen crear talleres y manufacturas. Estos hidalgos, sin embargo, preferían imitar el estilo de vida de la alta nobleza, especialmente aquellos que regresaban de América cargados de oro: querían ser rentistas, vivían en palacetes… A pesar de todos los males endémicos que padecía la hidalguía, este título seguirá siendo vendido cuando la corona necesitaba ingresos incluso en la época de Carlos I y de Felipe II.
Junto a esta alta y media nobleza, de las que ya hemos hablado, habría que situar tanto por riqueza como por rango a los maestres, encomendados, e incluso en ocasiones a los caballeros de las órdenes militares. Éstas ya habían perdido en el siglo XV su primitivo sentido religioso, aunque todavía se exigía a quienes entrasen a formar parte de las mismas los tres votos del clero, obediencia, pobreza y castidad, eso sí, pudiendo quedar excluidos de este último por medio de una dispensa papal. A partir del siglo XII son tres las órdenes militares que encontramos en territorio peninsular: Calatrava, Santiago y Alcántara.
La décima parte de la riqueza de la corona de Castilla estaba en manos de estas órdenes. Tierras y riquezas eran administradas por el Gran Maestre, que además distribuía los hábitos y las encomiendas. Los hábitos, además de la indumentaria propia de la orden, eran las pensiones vitalicias sobre los bienes de la orden, mientras que las encomiendas equivalían a un título, pudiendo ejercer con ella el dominio jurisdiccional y económico sobre un territorio de la orden.
Estas órdenes militares contaban con una gran autonomía, conformando una especie de estado propio dentro del estado. La influencia de estas órdenes militares era tan grande que todos los miembros de la alta nobleza buscaban que alguno de sus hijos fuese maestre de alguna de ellas. Además de las riquezas y del poder político, las órdenes militares contaban con un ejército propio y bien preparado, lo cual acrecentaba todavía más su poder. Las órdenes militares mantendrán esta privilegiada situación hasta la llegada al trono de los Reyes Católicos.
1.3.2.-La economía
La base fundamental de la economía castellana era, como en todos los estados de la época, la agricultura. Tras la gran peste del siglo XIV aumentaron las roturaciones en Castilla, aprovechándose al máximo ambas Mesetas para el cultivo de cereal, vid y olivo. A pesar de ello, Castilla nunca logró producir excedentes de grano, necesitándose del suministro de trigo báltico e italiano. No ocurría lo mismo con la vid y el olivo. Estos cultivos no existían en Centroeuropa, así que parte de la producción se exportaba a estos destinos.
Si bien la agricultura es la base y sustento de las rentas, el motor más espectacular de la economía castellana fue la ganadería, especialmente la lanar. La importancia de la ganadería en la economía castellana viene ya de lejos, de la época de la Reconquista. Para las gentes de la frontera era mucho más fácil poseer rebaños, los cuales podía desplazar consigo en caso de incursión o ataque, que bienes inmuebles y cosechas. Las riquezas de estas gentes consistían en lo que pudiesen llevar con ellos. Según el historiador Sánchez Albornoz, la Castilla reconquistadora fue una tierra de soldados y ganaderos, lo cual dejó huella en los hábitos económicos de Castilla.
La actividad ganadera, que como hemos visto ya era habitual en Castilla, se vio incrementada al conquistarse las tierras al Sur del Tajo. Era complicado ponerlas en explotación debido a la falta de mano de obra, así que la ganadería fue nuevamente la opción elegida. La peste del siglo XIV vino a favorecerla aún más: las defunciones asociadas a la plaga hicieron disminuir drásticamente el número de manos para trabajar el campo, que eran insuficientes. Los supervivientes, por lo tanto, se volcaron en la ganadería. Según Julius Klein: “la Mesta fue hija de la pestilencia”.
Será esta organización, la Mesta, el ejemplo que plasma perfectamente la importancia que llegó a tener la ganadería lanar en Castilla. El Honrado Concejo de la Mesta de Pastores, más conocido como la Mesta, es una asociación de ganaderos trashumantes cuyos orígenes se remontan a la Edad Media.
En las tierras de Castilla se podían encontrar tres tipos distintos de rebaños:
-Rebaños estantes. Son los rebaños sedentarios que no hacen grandes desplazamientos. Pastan en los alrededores de los pueblos y ciudades, en las tierras comunes, aportando a las mismas carne, leche, lana, abono… Por lo general, estos rebaños no suelen constituir la única riqueza de sus propietarios, sino que más bien son un complemento a la economía agrícola.
-Rebaños riberiegos. Presentan unas características similares a los rebaños estantes, pero tienen más movilidad, pastando en las riberas de los ríos .
-Rebaños trashumantes. Eran los más importantes en volumen y solían constituir la única fuente de riqueza de sus propietarios. Estos rebaños realizan largos desplazamientos dos veces al año: de Norte a Sur en septiembre para invernar en los pastizales de Extremadura, del Sur de La Mancha y de Andalucía, realizando el camino inverso en primavera, buscando los pastos frescos de las montañas.
La Mesta sólo abarcaba a la ganadería trashumante, la cual reportaba enormes beneficios a la corona mediante el cobro del impuesto real de servicio y montazgo. Éste consistía en el pago de una cantidad de dinero que el pastor abonaba a los oficiales del rey por cada cabeza de ganado que atravesaba los puertos de la cordillera Central en sus desplazamientos, los cuales tenían lugar por una serie de cañadas que la Mesta tenía establecidas. Durante toda la Edad Media y hasta entrado el siglo XVI este impuesto se pagaba en metálico, pero a partir de estas fechas y debido a la inflación y a la revolución de los precios se preferirá el cobro en especia, es decir, en cabezas de ganado. La corona pasaba así a disponer de ganado que podía comercializar. La corona recibía de la Mesta el dos por ciento de sus ingresos totales, lo cual explica que protegiesen y privilegiasen a esta hermandad.
Se piensa que la Mesta estaba integrada por pequeños y medianos ganaderos, poseyendo la mayoría de ellos entre unas cincuenta y unas quinientas ovejas, aunque excepcionalmente había rebaños más grandes . Cualquier pastor trashumante, por pequeño que fuese su ganado, podía entrar a formar parte de la Mesta siempre que pagase la cuota anual.
No hay que pensar en la Mesta como un simple grupo de pastores. Era una asociación perfectamente organizada y estructurada. Esta hermandad no estaba bajo el control de los grandes propietarios, sino que todos sus miembros tenían voz y voto en su asamblea. La organización tenía tal complejidad que hasta llegaron a tener a trabajadores asalariados que buscaban las ovejas perdidas, a otros que protegían a los pastores y rebaños en sus desplazamientos… Otra prueba de dicha organización la encontramos en sus numerosos privilegios.
La Mesta tenía muchos e importantes privilegios , algunos de los cuales sigue manteniendo hoy en día:
-El rey garantizaba con su autoridad a todos los hermanos el tránsito pacífico de sus rebaños por las cañadas o calzadas y el paso por las bifurcaciones que unen unas cañadas a otras, llamadas cordeles y veredas.
-La monarquía también permite que la hermandad, a través de juristas y vigilantes, se defienda de los peajes abusivos que algunas ciudades intentaban imponer en el tránsito y de los propietarios que se negaban a aceptar que los ganados atravesasen sus propiedades.
-Los oficiales de la Mesta podían ajustar los precios de los pastizales de un año para otro, evitando así la especulación por parte de los propietarios.
-La Mesta dispone de un funcionario, el llamado alcalde-entregador, cuya misión es defender a los ganaderos ante todo tipo de litigios en los que pudiesen verse envueltos durante el traslado del ganado, especialmente cuando incumplían los llamados “los cinco casos vedados a la Mesta”, lugares por donde no podían circular los rebaños: plantaciones de cereales, viñedos, huertos, terrenos cercados y destinados a rebaños estantes y pastizales dedicados a animales que iban a ser sacrificados, las llamadas dehesas boyales . Los jueces reales siempre solían dictar sentencias que favorecían a la Mesta, en detrimento de los agricultores.
Eran tres las grandes cañadas que atravesaban los puertos de montaña, unidas entre sí por veredas y cordeles. A través de estas rutas circulaba la riqueza de Castilla:
-La cañada leonesa, que transcurre paralela a la frontera con Portugal y atraviesa Zamora y Salamanca antes de llegar finalmente a Béjar.
-La cañada central o segoviana. Este camino desciende por Logroño y pasa por Burgos, Palencia, Ávila, Toledo…
-La tercera es la cañada manchega. Cruza la sierra de Albarracín, pegada a la región valenciana. Recogía los ganados de la zona de Cuenca.
Alrededor de estas tres principales arterias se articulan las grandes infraestructuras de la Mesta: abrevaderos, lugares de esquileo, de limpieza de la lana, de almacenaje… Sin embargo, a pesar de ser el vellón de lana merina el de mayor calidad de toda Europa, muy poco era manufacturado en Castilla, prefiriéndose su venta en bruto para obtener una rápida capitalización de la lana en lugar de invertir en la elaboración de la misma.
En torno al negocio de la lana se desarrollará uno de los polos económicos de Castilla, el cual tendrá su centro en Burgos. Esta ciudad se convertirá en el mayor punto de almacenaje de lana, comerciándola desde los cercanos puertos del Cantábrico. La lana castellana llegará así a Flandes, Inglaterra, Francia y del Norte de Italia. En el siglo XVI los mercaderes burgaleses habían logrado introducirse completamente en estos mercados, aprovechando la apertura de los mismos para vender otros productos, como hierro, carbón, cueros, aceite y, sobre todo, vino. Este comercio dinamizó la actividad económica del Norte de Castilla.
A pesar de que Burgos siguió siendo durante el siglo XV el principal polo comercial del reino, poco a poco irá tomando peso otro polo comercial, al Sur, aprovechando la expansión portuguesa por el Atlántico. El centro de esta actividad será la ciudad de Sevilla. De aquí saldrán aceite y vino andaluz, pero también mercurio, frutos secos, salazones de atún y sedas de Granada hacia mercados genoveses y holandeses. Este polo estará bajo la sombra del burgalés hasta el descubrimiento del Nuevo Mundo, cuando Sevilla se convierta en el puerto de América .
En torno a Burgos se implantarán ferias comerciales, las cuales traerán grandes beneficios. Por su parte, Castilla compra a los estados italianos, a las Provincias Unidas y a Inglaterra productos manufacturados y esclavos. Se observa, por lo tanto, un carácter dinámico en su economía, pero una economía rudimentaria o poco desarrollada al fin y al cabo. Como ya hemos apuntado antes, los talleres de transformación de materias primas en productos elaborados son prácticamente inexistentes. Se dedican a vender materias primas para luego adquirir por un precio muy superior productos manufacturados.
Pero, siendo Castilla como era tan rica en materias primas, ¿por qué no contaba con una producción manufacturera propia? Lo cierto es que sí que hubo intentos a principios del siglo XV de crear unos talleres que elaborasen la lana, pero al no recibir el apoyo de la corona, que estaba más interesada en obtener un beneficio rápido mediante la venta de las materias primas, el resultado fue una producción de una mediocre calidad. No era apta para su puesta en circulación en mercados exteriores, pero fue comercializada en la Meseta, siendo adquirida por gente de pocos recursos económicos.
Otro foco productor de manufacturas laneras era la zona de Toledo. Su resultado final era de mayor calidad, llegando incluso a exportar su producción, pero éste se vio afectado por la exportación masiva de lana en bruto que la corona llevaba a cabo. Castilla no se sumó a las tendencias mercantilistas europeas, que propugnaban incrementar las exportaciones y reducir las importaciones, pudiendo así permitirse acumular oro . Muchas voces se alzarán, pidiendo a la corona que detuviese las exportaciones de materia prima. Estas súplicas se mantuvieron hasta que, finalmente, la corona aprobó que un tercio de la producción total lanar podía quedarse en el reino. Es fácil ver cómo esta política real afectó al desarrollo lanero .
1.3.3.-La situación política
El poder de la nobleza fue incrementando su poder debido a la decadencia y debilidad de la monarquía castellana que se produjo tras la entronización de la dinastía Trastámara.
En el 1454 nos encontramos con una nobleza castellana dividida. Por un lado hay una serie de aristócratas que comprenden la necesidad de consolidar el poder que ya habían adquirido, para lo que se precisaba una monarquía fuerte, que fuese capaz de mantener el orden público y sus posesiones. Al frente de esta facción se encontraba la noble familia de los Mendoza. En el bando opuesto se posicionaba la nobleza de nuevo cuño, siempre insatisfecha con su poder y ambicionando más. Para llevar a cabo sus intereses preferían que la monarquía fuese una institución débil y maleable. Estaban liderados por la familia de los Pacheco y por su entorno, como el arzobispo Carrillo de Toledo.
Este mismo año será coronado rey de Castilla Enrique IV de Trastámara. Su padre, Juan II, había dejado perfectamente estipulada la sucesión al trono: a su muerte le sucedería su hijo Enrique, pero si éste fallecía sin dejar descendencia la corona pasaría a manos del infante Alfonso. En caso de fallecer también éste, la corona iría a parar a manos de su hija, Isabel de Castilla.
El nuevo monarca, Enrique IV, presentaba un conjunto de males y defectos que no eran del agrado de la nobleza castellana. Era pelirrojo, exotismo que no era valorado positivamente en Castilla. También se le acusaba, al estar más inclinado hacia la lectura y a la música que hacia la caza y al tener la inconveniente afición por vestir al estilo musulmán, de ser un degenerado y homosexual, marido engañado e impotente. Es fácil, por lo tanto, imaginarse que no gozaba de una gran popularidad en la corte. Casó con Blanca de Navarra, anulándose su casamiento tras no haber engendrado descendencia en los doce años que duró su matrimonio . Contrajo nupcias entonces con Juana, hermana del rey de Portugal. Tras siete años de casados tuvo una hija, Juana, amadrinada por su hermana Isabel de Castilla y nombrada sucesora en el 1462.
Pero empezaron a correr en la corte rumores de que Juana, la heredera, no era hija del rey sino de su valido, Beltrán de la Cueva. Por este motivo Juana pasó a ser llamada “la Beltraneja”. Esto terminó de enemistar al rey con la nobleza. No hay constancia histórica de la veracidad o no de estas acusaciones, pero lo cierto es que Juana, en aquellos momentos, dejó de considerarse como una heredera válida. Enrique IV, escarnecido y humillado, se vio obligado a nombrar como su sucesor a su hermano Alfonso. Su temprana muerte hizo que la hermana de ambos, Isabel, se convirtiese en la sucesora al trono en el año 1468, cuando contaba tan sólo con diecisiete años de edad. La facción nobiliaria que pretendía incrementar su poder se acercó a la heredera, considerando que por su juventud sería maleable. Isabel se mostró muy hábil, no enemistándose con ninguno de estos ambiciosos nobles. Su hermano Enrique, aún en el trono, contaba con el apoyo de los nobles más conservadores, los más interesados en consolidar el poder regio, aunque éstos empezarán a fijarse en Isabel, considerando que podría ser capaz de gobernar Castilla.
La heredera, consciente de su papel, realizó una boda de estado. Eran varios los posibles candidatos: Carlos de Navarra, Alfonso V de Portugal, el Gran Maestre de la Orden de Calatrava y Fernando de Aragón. Este último será el elegido por Isabel, considerando que su enlace beneficiaba a los intereses políticos de Castilla . Don Gutiérrez de Cárdenas llevó a cabo las disposiciones matrimoniales, firmándose en enero del 1469 un protocolo matrimonial, que establecía una serie de cláusulas, las cuales estipulaban que Isabel sería la reina propietaria de Castilla, mientras que Fernando sería sólo su monarca consorte, comprometiéndose también el aragonés a impartir justicia en Castilla y a combatir al Islam. En octubre del mismo año el joven Fernando viajó a Castilla de incógnito, disfrazado de mozo de mulas. El arzobispo Carrillo celebró los esponsales, uniendo en matrimonio a Isabel y Fernando, los futuros Reyes Católicos.
El joven matrimonio, sin haber accedido todavía al trono, intenta ser atraído por las dos facciones nobiliarias de Castilla, viendo los esposos cómo los nobles iban cambiando constantemente de un bando al otro al comprobar que la heredera y su marido no eran tan maleables e influenciables como hubiesen deseado . A la muerte en el 1474 de Enrique IV estallará una guerra civil. Antes de fallecer había vuelto a nombrar como heredera a “la Beltraneja”, pero Isabel fue proclamada reina de Castilla en Segovia, en ausencia de Fernando. Empezará así el conflicto, enfrentando a los dos bandos nobiliarios, posicionados del lado de Isabel unos y del lado de Juana otros.
La parte Norte del reino y la ciudad de Toledo apoyarán a Isabel, al igual que los Mendoza, el duque de Alba y el duque de Haro. Extremadura, Galicia y casi toda Andalucía, así como el arzobispo Carrillo se declararon, sin embargo, partidarios de “la Beltraneja”. Pero el conflicto aún fue más allá, rebasando las fronteras castellanas e internacionalizándose, al apoyar Francia y Portugal a la hija de Enrique IV. Fue una guerra larga, de desgaste, en la cual incluso se disputaron las rutas atlánticas y las islas Canarias. En el año 1479 se impondrán finalmente Isabel y Fernando, firmando la paz con el Tratado de Alcaçobas. Es una paz compleja, que marcará los límites de la expansión castellana en el Atlántico a cambio de pasar las Canarias bajo control de los Reyes Católicos. Isabel es reconocida finalmente como reina legítima por Portugal y se obliga a que Juana renuncie a sus aspiraciones, recluyéndola en un convento . Isabel y Fernando, ya en el trono, comenzarán a construir un nuevo estado.
2.-La construcción del estado
Isabel, como ya hemos visto, fue proclamada reina en Segovia en el año 1474 en ausencia de su esposo, lo cual no sentó muy bien a Fernando . A este acontecimiento le siguieron varios días de intensas negociaciones, ya que Fernando no se conformaba siendo simplemente el maridote Isabel. Ambos cónyuges firmarán en el 1475 la llamada Concordia de Segovia, la cual recoge una serie de puntos que confirman a Isabel como reina y única propietaria del reino, lo cual denota un marcado sentido patrimonial del mismo, pasando tras su fallecimiento dicho reino a quien ella designe. Su marido, por lo tanto, podría ser rey si así lo dejaba testado Isabel. Fernando es reconocido como rey consorte. A partir de este momento, todo documento oficial debe incluir el nombre de ambos monarcas, primero el de Fernando y luego el de Isabel . Es Isabel quien nombra todos los cargos militares y civiles en Castilla, pero los asuntos de justicia y de gobernación del reino serán llevados por los dos monarcas. Así, en ausencia de uno de ellos, el otro podía desempeñar estas funciones. Mediante esta Concordia de Segovia Isabel no cede su poder a su esposo, sigue siendo ella la única titular, pero en la práctica Fernando recibe facultades para gobernar con ella.
A partir de esta Concordia de Segovia, ambos formarán un bloque compacto, imposible de dividir, actuando siempre en conjunto, sin ser posible distinguir las acciones de ninguno de ellos por separado . Parece ser que Isabel tendió a ocuparse más de los asuntos internos de Castilla, mientras que Fernando se encargó de los externos y militares.
El mismo año que finaliza la guerra y se firma el Tratado de Alcaçobas, el 1479, muere Juan II de Aragón, convirtiéndose Fernando en el monarca de esta corona. Se unieron así las dos coronas, pero no tuvo lugar una unidad nacional. Cada una de las coronas mantendrá sus propias leyes, pesos, medidas, monedas, cultura, tradiciones y lenguas. Incluso seguirán vigentes las aduanas entre ambas realidades. El matrimonio de Isabel y Fernando logró que las dos coronas estuviesen gobernadas por los mismos monarcas, siendo la única unidad que existió entre ambas la matrimonial. De hecho, es muy probable que los monarcas ni siquiera pensasen en la posibilidad de unir estas coronas .
A pesar de esto los dos estados emprendieron empresas comunes, como por ejemplo la toma de Granada o la implantación de la Inquisición. Aún así, cada una de estas coronas realizó sus propias empresas. Quizás el ejemplo más claro está en el descubrimiento de América y su posterior explotación, tarea que llevó a cabo en solitario la corona de Castilla. El monopolio del Nuevo Mundo, por lo tanto, sería para este estado .
2.1.-Reorganización de la Hacienda
2.1.1.-Situación de la Hacienda Real a la llegada al trono de los Reyes Católicos
Los Reyes Católicos, al llegar al trono, disponían de dos tipos de recursos económicos:
-Las tasas o impuestos, ya sea directos o indirectos. Su recaudación servirá para pagar los gastos ordinarios de la monarquía, como por ejemplo los salarios de los funcionarios reales, las reparaciones, las obras públicas…
-Los llamados servicios o impuestos extraordinarios, empleados para financiar gastos extraordinarios que consistían, sobre todo, en campañas militares.
Dentro de las tasas podemos distinguir varios tipos:
-La alcabala, que era una tasa del diez por ciento sobre el volumen de todas las transacciones realizadas en el reino y que, por lo general, era pagada por el vendedor del producto. Era una tasa antigua, del siglo XIV, con numerosas excepciones al pago de la misma . Hacia el 1498, por ejemplo, muchos artículos de primera necesidad estaban exentos de pagar la alcabala, como el pan, los caballos, etc. En tiempos de los Reyes Católicos este impuesto suponía entre el setenta y el ochenta por ciento de los ingresos ordinarios anuales.
-Le sigue en importancia las llamadas tercias reales, que consistían en las dos novenas partes del diezmo eclesiástico según aprobó el papa Inocencio IV en el siglo XIII.
-Las aduanas eran otra fuente de ingresos, aunque muy variable. Dependían del volumen de productos que cruzasen las fronteras, así que algunas aduanas eran mucho más productivas que otras. Las de Portugal, por ejemplo, no aportaban muchos ingresos, todo lo contrario que las del reino de Valencia. Las tasas aduaneras suponían el diez por ciento del producto exportado o importado. Los puertos secos también se consideraban aduanas, pagándose en ellos el llamado almojarifazgo.
-El servicio y montazgo, impuesto cobrado a la Mesta en sus desplazamientos, era casi una aduana más.
-Los monopolios reales, como las minas y salinas, también podrían incluirse en este apartado. Los monarcas podían explotar directamente estos monopolios o ceder estos derechos a terceros, en cuyo caso cobrarían un pago por los mismos.
Hay otros muchos impuestos más, con diversos orígenes y valores. Una evaluación llevada a cabo por parte de Laredo nos indica que sólo las alcabalas y la tercia real significaban el ochenta por ciento de los ingresos ordinarios, siendo el aporte de las aduanas de entre un diez y un doce por ciento, el de las salinas de un cuatro por ciento y el servicio y montazgo un dos por ciento, repartiéndose el resto de ingresos entre los otros impuestos.
Respecto a los servicios extraordinarios hay que hacer una aclaración: es imposible conocer el valor de los mismos, ya que dependen de las cantidades que demanden los reyes y de las que decidan finalmente conceder las Cortes, aprobando así un impuesto que caería sobre los no privilegiados.
La recaudación de impuestos se realizaba por medio de una oficina dependiente de la Hacienda Real, la Contaduría Mayor de Cuentas. Dicha oficina calculaba a ojo el importe que la corona esperaba percibir ese año por cada una de las tasas. A continuación reunía a hombres de negocios del reino, los arrendatarios o contratistas generales, comunicándoles la cifra deseada. Dichos contratistas debaten entre ellos y pujan por darle al rey la cantidad que solicita. Aquel que más se aproxime pagará al rey dicha cantidad y comprará así el derecho a cobrar el impuesto en cuestión. Su beneficio sería, por lo tanto, todo lo que cobrase por encima de la cantidad que había adelantado a la corona. A partir de este momento, el rey se desentendía del cobro del impuesto, recayendo esta responsabilidad en el contratista, aunque eso sí, será apoyado por los agentes reales para evitar impagos. El rey, mediante este sistema de subasta de los impuestos, nunca percibía la cantidad que reclamaba inicialmente. Lo mismo ocurría con el arrendatario, que nunca lograba recaudar la cifra que esperaba. La percepción de muchos impuestos era entregada por el rey a miembros de la nobleza.
En aquellos momentos en los que las finanzas de la corona atravesaban un mal momento, era común que se emitiesen títulos de deuda pública, llamados obligaciones de situado. En algunas ocasiones el rey podría dar estas obligaciones como pago de favores, como ocurrió con Enrique IV. Este monarca se vio obligado a entregar muchas obligaciones de situado, generando así una increíble deuda flotante. Esta situación será la que se encuentren los Reyes Católicos al llegar al trono: la monarquía está gravemente endeudada, siendo necesario pagar parte de estas deudas con las rentas ordinarias.
2.1.2.-Reforma de la Hacienda Real por parte de los Reyes Católicos
En las Cortes de Toledo, reunidas en el año 1480 y presididas por fray Hernando de Talavera, los Reyes Católicos tomarán una serie de medidas orientada a reorganizar la Hacienda Real. No serán muy innovadores, simplemente sanearán la situación que han heredado:
-Reducirán el excesivo número de obligaciones de situado. Con tal fin revisarán todas las existentes para ver cómo y cuándo fueron obtenidas, su importe exacto, etc. Una vez realizado este estudio, se eliminarán todas aquellas que la nobleza consiguió por medios abusivos en tiempos de disturbios. Con esta medida consiguieron al mismo tiempo reducir la deuda pública y dar un escarmiento a aquellos nobles que se enfrentaron a los monarcas en la guerra civil. Se llegará a un pacto con los nobles que tenían obligaciones de situado: aquellos que estuvieron en el bando de los Reyes Católicos durante la guerra vieron reducido su número de obligaciones en torno a un treinta o cuarenta por ciento, mientras que los nobles que apoyaron al bando perdedor van a sufrir pérdidas de entre un sesenta y un ochenta por ciento de sus obligaciones. El resultado fue enormemente beneficioso para la Hacienda Real.
-Unos años más tarde, en el 1495, modificaron el sistema de percepción de los dos impuestos más importantes para la corona, la alcabala y las tercias reales. Eliminarán el antiguo sistema de los arrendatarios, ya que la mayoría de éstos eran judíos y tras la expulsión de los mismos no quedaron en Castilla gentes de tanta solvencia económica. Se sustituirá por el llamado sistema de encabezamiento. La Contaduría General de Cuentas realizan una estimación de lo que esperan percibir de cada ciudad, comunicándoselo a éstas. Los agentes municipales de cada núcleo urbano realizarán un padrón de su población y, con arreglo a cada individuo y a sus propiedades se le dice cuánto tiene que pagar. La presión fiscal municipal, por lo tanto, será más clara ahora. El problema que presentará este sistema de cobro es que los padrones son realizados por los agentes municipales, los cuales pertenecen a la oligarquía urbana: los fraudes no tardaron en hacerse comunes .
No se dieron muchas novedades más en cuestión fiscal. Se aumentó el número de impuestos y se intentó que la Iglesia colaborase más en su apoyo económico a la monarquía. La Iglesia es reacia a pagar cualquier impuesto regular y obligatorio, pero sí que aceptaba, en algunos casos, el colaborar mediante el pago de subsidios extraordinarios. Los Reyes Católicos, sin embargo, lograron que el subsidio extraordinario con el que la Iglesia colaboró a la toma de Granada, que fue considerada como una Cruzada por la Iglesia, se convirtiese en un ingreso bastante regular para sus arcas. Veamos cómo ocurrió.
El sistema que empleaba la Iglesia para entregar ayudas extraordinarias era muy parecido al de arrendatarios. Cuando el papa necesitaba dinero sacaba a subasta bulas, es decir, indulgencia plenaria de los pecados para quien la compre. Los banqueros pujaban por el derecho a cobrar la bula, adelantándole al papa el dinero que él estimaba. Los banqueros se encargarían, a partir de este momento, de comercializar las bulas y recaudar el dinero mediante los llamados buleros, que las vendían por los pueblos. En casos de Cruzada, el papa otorgaba el cobro de dichas bulas a quienes combatían contra el Islam. Tras ser concedido el subsidio de cruzada a los Reyes Católicos para la conquista del reino nazarí, éstos se acostumbrarán a solicitar al papado un ingreso extraordinario siempre que lo precisasen, pretextando, por ejemplo, la conquista de Argel o la defensa de la costa contra los turcos. Si las relaciones entre la monarquía y el papado eran buenas, lo cierto es que al papa no le suponía ningún esfuerzo conceder esta ayuda, que acabó convirtiéndose prácticamente en un ingreso regular.
La Hacienda Real pasó de los setenta y tres millones de maravedíes con los que contaba en el año 1474, antes de la guerra, a disponer de doscientos catorce millones de maravedíes en el 1493, cifra que se incrementaría sustancialmente tras la llegada del oro americano, como nos indican las cifras del año 1510, que hablan de trescientos veinte millones de maravedíes. La reforma de la Hacienda Real, por lo tanto, fue todo un éxito.
2.2.-La reorganización política
2.2.1.-El orden público
Castilla acababa de salir de una guerra civil, por lo que la pacificación del territorio cobraba una trascendental importancia. Los Reyes Católicos decidirán poner la detención de las violencias en manos de una institución de origen medieval, la Santa Hermandad, a la cual reorganizaron . Convirtieron así a las antiguas fraternidades municipales para mantenimiento del orden público en una hermandad que las aglutinaba y colocaba bajo el control estatal, mediante un consejo que coordinaba a las distintas hermandades municipales.
Los Reyes Católicos organizaron así un ejército que velaba por la seguridad en los campos, alejado de los intereses nobiliarios y fiel a la corona. Será el embrión de un ejército permanente e independiente de la nobleza. Al finalizar la pacificación de Castilla tomaron incluso parte de la toma de Granada. A partir de esta fecha y acabados los tumultos de épocas anteriores, la Santa Hermandad comenzará a perder su razón de ser .
2.2.2.-La reorganización de las instituciones
Una vez asegurada la paz, el siguiente paso era reorganizar el gobierno. Para ello, los Reyes Católicos reformaron las instituciones ya existentes. Veamos qué ocurrió con cada una de ellas.
2.2.2.1.-El Consejo Real
Era la institución más próxima a los monarcas, creada en el año 1385, un organismo con amplias y diversas atribuciones. En él se debatía sobre todo tipo de cuestiones de una forma no demasiado bien definida, aunque podemos decir que sus funciones básicas eran judiciales y administrativas, desplazándose junto al monarca donde quiera que este fuese. Estaba formado por miembros de la nobleza y del alto clero y, al tener estos estamentos al completo el derecho a asistir al Consejo Real, su número de miembros era indeterminado. Los Reyes Católicos reformarán esta institución.
Los Reyes Católicos tratarán de convertir esta institución en un instrumento de la monarquía. Para ello, deciden empezar limitando su número de miembros, aprovechando además esta oportunidad para arrebatarle algo de poder a los estamentos privilegiados al mismo tiempo que afianzan el de la monarquía. En las Cortes del 1480 se establece que el número de miembros titulares del Consejo Real sea de doce, elegidos directamente por el rey: tres caballeros o nobles y nueve letrados o juristas , todos ellos presididos por un obispo. Al reducir el número de miembros consiguieron que los grupos privilegiados pierdan influencia en el poder ejecutivo. Seguirán teniendo un papel consultivo, ya que cualquier noble o eclesiástico puede acudir al Consejo Real cuando éste es convocado por los reyes, pero sin tener capacidad alguna de decisión.
Esta institución sigue teniendo atribuciones judiciales, siendo de hecho el más alto tribunal del reino, además de competencias administrativas, pero se irá perfilando cada vez más como un organismo de gobierno. La toma de decisiones se hacía por votación, siendo necesarios los votos de dos tercios de sus miembros para aprobar cualquier medida. Los reyes tenían presencia física en el Consejo Real todos los viernes, para hacerse cargo de forma personal de las cuestiones más delicadas. Los monarcas se irán acostumbrando a despachar sólo con uno o dos de sus miembros, especializados en temas concretos, lo que dará origen a la aparición de la figura de los secretarios de estado, enlace imprescindible entre el rey y sus consejos. Serán el embrión de los secretarios de los Austrias .
Cuando el Consejo Real demuestre ser insuficiente, se irán creando nuevos consejos y asambleas. Se formará así un sistema polisinodal o de muchas asambleas. Estas asambleas no tienen una estructura piramidal, sino que se encuentran al mismo nivel, por lo que se convertirá en un pesado y lento aparato burocrático. Con la aparición del resto de consejos, el Consejo Real se dedicará exclusivamente a asuntos de alta envergadura, liberando a este consejo de los asuntos de la gobernación de Castilla con la creación del Consejo de Castilla. Se puede clasificar a estos nuevos consejos en dos categorías, territoriales y temáticos. En el primer grupo estarían el Consejo de Castilla, el Consejo de Aragón y el Consejo de Indias , mientras que dentro de los temáticos nos encontramos con el Consejo de la Hermandad, el Consejo de la Inquisición, el Consejo de la Mesta o el Consejo de Hacienda.
2.2.2.2.-Las instituciones de justicia
Los Reyes Católicos también van a ocuparse de reformar las instituciones judiciales de Castilla, terreno en el que realizaron importantes logros. A partir de un eficaz aparato propagandístico los reyes difundieron la idea de que la monarquía es la fuente de la que mana el derecho y, por lo tanto, la cumbre máxima de la justicia en la corona. Los cronistas de la época nos muestran que Isabel y Fernando estaban realmente convencidos de ser el foco de justicia. Isabel, más a menudo que Fernando, presidía juicios una vez por semana, dictando sentencia. La idea de que la justicia emanaba de los soberanos fue tomando importancia a lo largo de la Edad Moderna.
Los Reyes Católicos proponen tres niveles distintos de administración de justicia. Cuando ellos llegan al trono, quien juzga en las ciudades es la figura del justicia, juez de primera instancia. Este justicia pertenecía a la oligarquía local, por lo que no solía ser demasiado imparcial.
Con la intención de controlar la acción de los justicias, los diarcas recuperaron un cargo, el de corregidor, que ya existía desde principios del siglo XV. Multiplicarán el número de estos agentes reales, otorgándoles nuevas atribuciones. Pasan a ser depositarios de la justicia real en distintos puntos de la geografía castellana, supervisando la acción de los justicias . Cuando un ciudadano no se encontraba conforme con la sentencia de un justicia podía apelar al corregidor, por lo que esta figura se convertirá en una persona de gran importancia dentro de la maquinaria estatal. Además de poder judicial, tiene también poder administrativo y militar. Ejercían su cargo, en principio, por un período de tres años. Pasado este plazo se les sometía a un juicio de residencia: se valora su trabajo y se decide si continúa en el cargo o no. En el caso de haber desempeñado su cargo con especial brillantez podía incluso aspirar a ser trasladado a un lugar de más importancia. Los corregidores son el instrumento de la corona para hacer llegar la justicia del rey a todos los rincones de Castilla.
Dentro de los corregidores hay que distinguir dos tipos:
-Los llamados alcaldes mayores o corregidores de letras, que son elegidos entre los letrados.
-Al no poder prescindir los reyes completamente de la nobleza, algunos corregidores son elegidos en este entorno. Son los corregidores de capa y espada, que desempeñan un papel más militar. Siempre que un corregidor de este tipo es asignado a una ciudad va acompañado de un alcalde mayor, para que le asesore en cuestiones de justicia. Es posible, por lo tanto, encontrarnos con ciudades que tengan dos corregidores al mismo tiempo.
Hay un nivel superior a los corregidores al que se puede apelar en caso de disconformidad con una sentencia, la Chancillería. La primera de estas instituciones es la que se instaló en Valladolid en el 1486. Es el tribunal supremo del reino, con un funcionamiento similar al de un consejo: consta de un presiente; de cuatro oidores, todos ellos abogados letrados que preparan los papeles; tres jueces o alcaldes; un fiscal y dos abogados de pobres o abogados de oficio. También hay escribanos, figura característica de la Edad Moderna . La Chancillería contaba con siete competencias temáticas o salas: una dedicada a lo criminal, cuatro dedicadas a lo civil, una de asuntos de hidalgos y otra de vizcaínos .
Pronto la Chancillería se quedó pequeña para atender los asuntos de una Castilla en expansión, viéndose desbordada. En el 1494 se creará una segunda Chancillería en Valladolid, pero demostró ser muy poco práctico que las dos existentes estuviesen ubicadas en la misma ciudad, siendo trasladada en el 1505 a Granada. A partir de este momento el territorio de Castilla quedó dividido en dos zonas jurisdiccionales perfectamente delimitadas, separadas una de la otra por el Tajo y con sedes en Valladolid y Granada respectivamente.
Los asuntos más importantes y delicados aún podían apelar a una instancia superior, la que configuraban el Consejo Real y los mismos monarcas.
La intención de los Reyes Católicos al realizar toda esta serie de reformas en la justicia de la corona fue socavar la influencia que en este campo ejercían nobles y eclesiásticos. El rey no podía enfrentarse u oponerse directamente a la justicia que aplicaba cada señor en su territorio, pero logró grabar en la mente del pueblo que había una justicia superior a la de los señores, la real , representada en la figura de los corregidores, a la cual podían acudir si no estaban conformes con las decisiones de sus señores. El problema que planteaba es que estas gentes, después de su protesta, debían de regresar a vivir al señorío, donde el noble en cuestión podía tomar represalias. No será, por lo tanto, un gran cambio a efectos reales en la justicia, pero asentó las bases del mismo.
Los Reyes Católicos intentarán también limitar el poder de la Iglesia sobre la justicia. Los eclesiásticos eran juzgados por tribunales especiales, más benévolos con sus miembros de lo que lo sería un tribunal ordinario. Pero el verdadero problema se daba cuando había alguna causa que hacía que el derecho civil y el derecho canónico chocasen. ¿Cuál de los dos debía imponerse? Los reyes tratarán de imponer su justicia, pero sólo lo conseguirán a muy largo plazo. Era complicado, por ejemplo, saber con exactitud quién pertenecía al estamento eclesiástico y quién no. Había muchos individuos que, simplemente por el hecho de ir tonsurados, participaban de todas las ventajas y beneficios que suponía ser eclesiástico.
Otra preocupación de los Reyes Católicos será codificar todas las fuentes de derecho y jurisprudencia de la corona. El cuerpo jurídico estaba disperso y olvidado, por lo que interesaba unificarlo para que tanto jueces como abogados pudiesen disponer de él . Esta empresa ya había sido realizada en tiempos de Alfonso X “el Sabio”, pero no se incluyeron todas las leyes y, además, ya habían pasado muchos años desde entonces y habían aparecido más leyes que estaban sin recoger en el trabajo anterior. Los monarcas encargarán esta monumental tarea a un letrado, Alfonso Díaz de Montalvo. Se encargó de compilar todas las leyes desde época visigoda, recuperando el material de las Ordenanzas Reales y completándolo con las Pragmáticas de Alcalá y las Leyes de Toro. El producto final será el llamado Ordenamiento de Montalvo, instrumento de trabajo judicial que sirvió para acelerar la justicia y para crear un precedente en la elaboración de este tipo de obras .
2.2.2.3.-La administración urbana
A finales del siglo XV la situación casi democrática que habían experimentado algunas ciudades castellanas en épocas anteriores era prácticamente un recuerdo. Muchas ciudades conservaban todavía los fueros y privilegios heredados de sus tiempos como ciudad fronteriza durante la lucha contra el Islam, pero el sistema de elección de cargos municipales y el carácter representativo de éstos se había perdido ya completamente.
Al crecer el poder de la nobleza, muchas ciudades pasaron a ser controladas por reducidos grupos de regidores . A finales del siglo XIV estos cargos eran nombrados por el rey de entre las familias más acomodadas de las ciudades. Esta endogamia en el poder generará grupos oligárquicos, los cuales asignan las regidurías a miembros de sus mismas familias. Al morir un regidor, el ayuntamiento en cuestión escribe al rey informándole del hecho y proponiéndole como sucesor a algún familiar. Normalmente el monarca ratificaba esta elección, continuando en el poder un miembro de estos poderosos clanes. Los cargos, por tanto, se consideraban prácticamente hereditarios y, en muchas ocasiones, incluso llegaron a ser vendidos. En estos casos, el rey se conformaba simplemente con supervisar la venta y dar el visto bueno. De este modo se fue configurando un decadente patriciado urbano, basado en la sangre y absolutamente inmovilista, todo lo contrario de lo que ocurría en esta misma época en las ciudades italianas.
Al empezar el reinado de los Reyes Católicos, las ciudades castellanas estaban en manos de la pequeña nobleza, excepto las ciudades más importantes y de mayor tamaño, donde el poder era controlado por familias de la alta nobleza. Por ejemplo, Guadalajara estaba dominada por el marqués de Santillana y su familia, los Mendoza; en Valladolid encontramos a los Enríquez; en Murcia a los Fajardo; la ciudad de Sevilla estaba en disputa entre los Medinasidonia y los marqueses de Cádiz…
Los Reyes Católicos decidieron tomar una serie de medidas para controlar estas ciudades, que estaban fuera del área de influencia de la monarquía. Necesitaban interrumpir el dominio de los nobles en estas urbes, acabando asimismo con las luchas de facciones por su control. Llegaron a una solución mediante la aplicación de medidas radicales:
-En aquellas ciudades que durante la guerra civil se habían posicionado en el bando de “la Beltraneja” recuperaron el sistema electivo de los cargos, aunque no siempre se logró que fuese un proceso tan transparente como se pretendía. Así, ciudades como Sevilla o Plasencia recobraron su independencia administrativa.
-Otra medida fue poner en funcionamiento el sistema de corregidores . En algunas ocasiones incluso utilizaban a la figura del gobernador, funcionario con poder militar que depende directamente del rey. A la muerte de Isabel en el 1512, Castilla estaba dividida administrativamente en sesenta y cuatro corregimientos, con sede en ciudades, controlados por el poder real .
3.-Las Cortes de Castilla
Este organismo tendrá mucha menos fuerza e importancia que su homólogo en la corona de Aragón. Los reyes no las convocaban desde tiempo inmemorial, reuniéndose únicamente en casos de asuntos muy importantes o para solicitar subsidios extraordinarios. Además, en las escasas ocasiones en que las Cortes se convocaban, nobles y eclesiásticos no acudían, de forma que la asistencia se reducía al llamado brazo real, los representantes de las ciudades, ya que era el estamento realmente involucrado en el pago de una posible ayuda económica a la corona . Las Cortes perdieron, por lo tanto, su papel de vigilar y controlar a la monarquía, llegando un punto en el que el rey acudía directamente a los delegados de las ciudades para solicitarles los subsidios, prescindiendo de convocar Cortes.
No todas las ciudades de Castilla contaban con representación en las Cortes. La presencia en este organismo no era un derecho, sino un privilegio otorgado por los monarcas a las urbes. Las ciudades que contaban con dicho privilegio eran: Burgos, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid, León, Zamora, Salamanca, Toro, Toledo, Cuenca, Guadalajara, Madrid, Sevilla, Córdoba, Jaén y Murcia, siendo incorporada Granada ya en el siglo XVI. Cada una de ellas contaba con dos procuradores en las Cortes, en representación del concejo municipal, es decir, del patriciado urbano pertinente en cada caso. Tampoco existía un organismo permanente que se asegurase de velar por el cumplimiento de las decisiones de este organismo, como ocurría en la corona de Aragón con las Diputaciones.
En Castilla el rey legislaba por su cuenta, solo, sin contar muchas veces con el consenso de los privilegiados. Los Reyes Católicos gobernarán sin ayuda de las Cortes, legislando a través de su Consejo Real. Sólo emplearon las Cortes para dar prestigio a la toma de ciertas decisiones puntuales durante los primeros años de su reinado.
4.-La corona de Aragón
Tras la muerte de Juan II, su hijo Fernando se convirtió en rey de Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares, reinos que poseía en el concepto más patrimonial de la palabra. Debido a su matrimonio con Isabel, reina de Castilla, ésta pasó a ser reina consorte de los dominios de la corona aragonesa. Ambas coronas estarían unidas bajo una misma monarquía , gobernando de forma conjunta.
Durante el reinado de los Reyes Católicos la corona de Aragón pasó a ocupar un segundo plano, eclipsada por la creciente importancia que fue adquiriendo Castilla. John Elliott dice que la corona de Aragón fue descuidada por los diarcas debido a sus muchos anhelos autoritarios y al deseo de ambos de gobernar sin impedimentos. En Aragón el poder real tropezaba con las Cortes, las Diputaciones y demás instituciones, cosa que no ocurría en Castilla. Si bien esto es cierto, no quiere decir que los Reyes Católicos descuidasen los problemas aragoneses.
Aún así, Fernando “el Católico” tampoco se dejó doblegar por las resistencias legales que se le planteaban en su reino . Se sobrepuso a las instituciones de la corona, como prueba el hecho de que impusiese la implantación de la Inquisición en Aragón a pesar de la oposición con la que se encontró .
El motivo principal que explica la escasa, por no decir nula, participación de la corona de Aragón en las grandes empresas de los Reyes Católicos se encuentra en las condiciones militares, comerciales y económicas en las que se encontraba. Es muy probable que, de haber sido mejor su situación, hubiesen tomado parte, por ejemplo, en la aventura americana.
Fernando encontró la solución para su absentismo en una institución que no gustó, pero que solucionaba la menor presencia regia en la corona. Fue la figura del virrey, sustituto del monarca en el reino y su alter ego en estos territorios. Los súbditos aragoneses tomaron las largas ausencias del monarca y su “sustitución” por un virrey como una humillación. La otra gran institución de gobernación es el Consejo de Aragón, creado en el 1494. No estaba ubicada en el territorio aragonés, sino siguiendo a los monarcas en los desplazamientos de su itinerante corte. Era un órgano de carácter consultivo, ya que la corona de Aragón ya contaba con instituciones ejecutivas, como las Cortes y las Diputaciones. Hacía las veces de correa de transmisión de los problemas aragoneses al monarca, que tiene en la creación de este consejo uno de sus hitos. Otra reforma que emprenderán los Reyes Católicos en la corona de Aragón es de tipo administrativo, extendiendo el sistema de elección municipal por insaculación.
Fernando se ocupó del gobierno de sus súbitos tratando de solucionar los problemas existentes. En Cataluña, por ejemplo, buscó solución para el problema de los remenças, como ya intentara su padre antes que él sin demasiado éxito. Logrará un acuerdo entre campesinos y señores, la Sentencia de Guadalupe de 1486, que abolía los malos usos y permitía a los campesinos comprar su libertad . También trató de imponer un mismo sistema de contrato sobre la tierra, la enfiteusis, en sus tres reinos. Esta medida resultará ser positiva a largo plazo: nos encontraremos con un campesinado de pequeños propietarios y con unas tierras bien repartidas, ajenas al problema que los grandes latifundios supusieron para Castilla .
5.-La unidad territorial peninsular: la conquista de Granada
Una vez pacificado el país y organizado el estado, la siguiente reforma que se plantea supone la unidad territorial de la península. El reino nazarí de Granada, que ya había dejado de ser rentable, se convirtió en un obstáculo para lograr este fin.
La nobleza había sido tratada con inusitada dureza por los Reyes Católicos y por sus reformas, así que Granada se presentó ante los monarcas como una posibilidad de contentar a los aristócratas: la conquista del reino nazarí reportaría botín y reparto de tierras y vasallos. Además de estos objetivos, el sueño de la unidad religiosa rondaba la mente de los soberanos. Obtendrán del papado financiación para esta campaña por su carácter de Cruzada y se lanzarán a la conquista.
Fue una guerra larga, de unos diez años de duración. Los vastos dominios del reino de Granada presentaban una situación muy inestable, siendo frecuentes las alianzas con distintas facciones. Esta guerra de desgaste terminó con la rendición de la capital granadina mediante la firma de una serie de concesiones o capitulaciones a los musulmanes, las cuales sólo se cumplirían durante un período muy breve.
6.-La reforma del clero
6.1.-La situación del clero secular y regular antes de la llegada de los Reyes Católicos
La Iglesia con la que se encuentran los Reyes Católicos a su llegada al trono es una institución poderosa, fortalecida tras la Reconquista , período en el que añadió nuevas adquisiciones a los dominios que ya poseía desde época visigoda. Sus patrimonios rurales eran impresionantes. Ostentaban, además de su gran poder económico, privilegios sociales y políticos , así como una gran influencia ideológica y cultural sobre el pueblo . El alto clero estaba formado, en su mayoría, por los hijos segundones de la nobleza, los cuales acaparaban todos los altos cargos eclesiásticos. Esta fuerte influencia nobiliaria quedaba patente en muchas cuestiones. También estaba perfectamente organizada y estructurada: mientras que el estado aún no contaba con división administrativa alguna, la Iglesia funcionaba mediante un sistema de diócesis .
Habría que especificar la existencia de dos tipos de clero, el secular y el regular, con ideas afines pero, al mismo tiempo, con notables diferencias. El clero secular es aquel que vive mezclado con la sociedad, derivando de ahí su nombre: son quienes viven en contacto con el siglo. El regular, sin embargo, nace con la vocación del retiro. Sus miembros viven sometidos a una regla de convivencia, aislados y apartados del mundanal ruido. Dentro del regular hay que distinguir los monasterios, lugares de retiro pertenecientes a las órdenes monásticas, y los conventos, que pertenecen a las órdenes mendicantes.
Como ya hemos mencionado antes en alguna ocasión, era imposible determinar con exactitud el número exacto de eclesiásticos. No existía ninguna medida de control, así que simplemente por el hecho de hacerse la tonsura un individuo pasaba a formar parte de la Iglesia con todos los privilegios que ello significaba.
Igual de incalculables eran los recursos económicos del clero. Procedían de diferentes fuentes, como donaciones, tanto de origen regio como de particulares; el diezmo , que era pagado por todos los cristianos; la explotación de los recursos rústicos que posee; los beneficios derivados de la jurisdicción de sus tierras, como regalías… Otra fuente de ingresos derivaba directamente de su prestigio, como el pie de altar, es decir, lo que percibe un sacerdote por predicar; las misas; la administración de sacramentos que, a pesar de que no estar permitido cobrarlos, siempre se hacía alguna donación. Una fuente de ingresos regular eran las misas por difuntos, que servían para reducir el tiempo de espera de las almas en el purgatorio. Eran organizadas por los familiares, aunque incluso había gente que las solicitaba en su testamento. Algunos preferían legar sus propiedades a la Iglesia en vez de a sus propios hijos para poder así financiar la celebración de misas póstumas por la salvación de su alma.
Estos ríos de dinero no eran repartidos de forma equitativa entre los distintos miembros de la Iglesia. La riqueza de cada diócesis, convento o monasterio dependía de factores tan diversos como su extensión territorial, la calidad de sus tierras, la densidad de población, etc. Había, por lo tanto, obispados pobres, como Lugo, Orense o Ciudad Rodrigo, otros tremendamente ricos, como Toledo , Sevilla y Santiago de Compostela, y otros de un nivel intermedio, como el de Orihuela. Además, la percepción de la riqueza era directamente proporcional a la importancia del cargo eclesiástico. El dinero se distribuirá desde el obispado a sus parroquias rurales, pero de una forma muy desigual.
El clero más selecto de la diócesis siempre se encuentra en la iglesia catedral: los más cultos, los mejor preparados intelectualmente… Este clero catedralicio cuenta con una jerarquización muy rígida. Al frente está el deán, junto a quien encontramos a diversas dignidades: el sochantre, que enseñaba canto; el maestre-escuela, depositario de la capacidad de enseñanza de la Iglesia ; el penitenciario, que pone orden y juzga los delitos, etc. Un escalón por debajo de las dignidades encontramos a los canónigos . Su función es asistir al culto para darle color y esplendor, ya que éste es muy ostentoso. El acceso a los cargos más importantes se realizaba mediante una oposición, cobrando al lograr su puesto una retribución derivada de las rentas de la catedral, por lo que su importe dependerá de la riqueza de la diócesis.
Tras los canónigos se encuentran los sacerdotes de a pie y, por debajo, los trabajadores que pertenecen al clero, como sacristanes, pertigueros , racioneros, medio-racioneros, los beneficiados… Son el estrato inferior del clero, no han realizado todos los votos y reciben el pago de una cantidad anual a cambio de sus servicios a la iglesia.
La Iglesia atraía a mucha gente, la cual no siempre ingresaba en sus filas por vocación. Ser eclesiástico ofrecía, como ya hemos visto, enormes ventajas de tipo económico, jurídico y social. Había quienes consideraban al clero como una carrera más, especialmente los segundones y demás miembros de la aristocracia. Esto ocasionó que no hubiesen realmente diferencias perceptibles entre un miembro de la alta nobleza y un prelado o alto cargo eclesiástico: ambos tenían un tren de vida, unas riquezas y unas costumbres similares. Respecto a las costumbres, éstas eran muy laxas en la época de los Reyes Católicos. Encontramos un ejemplo clarísimo en los tres prelados más importantes del momento, Alonso de Carrillo, Mendoza y Alfonso de Fonseca. Los tres tenían amantes reconocidas e hijos a los que intentaban colocar en altos cargos . Esta misma relajación se reflejaba en los párrocos, que tenían los mismos defectos que sus superiores.
Como grupo privilegiado que eran, los eclesiásticos pasaban en primera instancia a un tribunal propio y, ya en segunda instancia, a los tribunales del rey. Esta doble sujeción legal daba lugar a pleitos y constantes peleas y conflictos entre ambos tribunales. Además, como ya hemos comentado anteriormente, era muy difícil determinar quién estaba completamente dentro de la Iglesia y debía, por tanto, ser juzgado por sus tribunales especiales y quién no. La justicia eclesiástica tendía a intimidar a los agentes del rey, sobre todo cuando éstos interferían en cuestiones religiosas.
La Iglesia contaba con poderosas armas para ejercer dicha intimidación:
-La excomunión. Es una orden eclesiástica que aparta de la Iglesia a un individuo concreto, temporalmente o de forma vitalicia, por lo que no puede confesarse ni recibir la extremaunción, así que sus pecados quedarían sin perdonar y estaría condenado a las penas del infierno.
-La interdicción. Es el poder que tiene la Iglesia para castigar a un colectivo, como por ejemplo a una ciudad, que se esté apartando de la salvación mediante la prohibición de recibir sacramentos y misas durante un tiempo .
-Otro modo de resistencia con el que contaba la Iglesia era el derecho de asilo, que permitía que cualquier perseguido de la justicia secular encontrase refugio en templos y lugares sagrados.
El inmenso poder de la Iglesia también se pone de manifiesto en el ámbito político. Su presencia en determinadas ciudades por medio de catedrales e iglesias es tan fuerte que influye en el gobierno municipal, hasta el punto de que hay ciudades que estaban gobernadas por la Iglesia.
6.2.-La reforma de la Iglesia de los Reyes Católicos
Este panorama tan poco halagüeño para el poder real es el que se encontraron los Reyes Católicos. Éstos trataron de arrebatar poder a la Iglesia de varias formas distintas.
Impusieron la justicia secular a la eclesiástica, delimitando sus campos de acción. Para lograr este objetivo se tomarán una serie de medidas, como las leyes encaminadas a limitar el número de falsos clérigos. Un ejemplo seria la orden del 1493 que obliga a que todos los eclesiásticos usen hábito y luzcan tonsura, incluso llegando a imponer un diámetro para la misma. De esta forma dictan qué aspecto debe tener un eclesiástico para así poder diferenciar quién lo es y quién no. Asimismo prohibieron las excomuniones en asuntos profanos, animaron a todos los seglares que residiesen en un señorío eclesiástico a acudir a la justicia real cuando no se sintiesen satisfechos con la eclesiástica y limitaron el derecho de asilo.
Pero quizás el mayor logro fue el control de los obispos. Comenzarán fijando su atención a las diócesis, a las que miraban con envidia. Crearán el sistema de los corregimientos, pero además tratarán de aprovecharse de las diócesis mismas. Los monarcas pensaron que, si pudiesen llegar a nombrar ellos a los obispos, controlarían tanto sus territorios como sus recursos económicos. Los Reyes Católicos estaban obsesionados con la idea de contar con unas jerarquías eclesiásticas bien formadas, dóciles y con una vida moral ejemplar. En el Concilio de Segovia del 1475 plantearon la posibilidad de que, según fuesen quedando vacantes los puestos de obispo, tener potestad de presentarle al papa el nombre del candidato . Suplicaron al papado que les concediese el derecho de presentación de obispos, que era un poder que ya existió en la Hispania visigoda. Será el principio de la política regalista llevada a cabo por los Reyes Católicos, encaminada a restar poder al papado sobre la Iglesia española y a conseguir el patronato universal de la misma.
El nombramiento de obispos otorgaría a los monarcas un tremendo poder sobre la Iglesia. Éstos, en deuda con los monarcas por haberles propuesto, siempre les serían fieles. Además, serviría para asegurar que los individuos que accediesen a estos cargos correspondiesen con el perfil de gente culta y de altos valores morales que querían los reyes. No hay que dejar de lado el interés económico que podría suponer el nombramiento de cargos eclesiásticos, ya que si los monarcas controlaban a los obispos podrían tener también un cierto control de sus rentas. Pero esta pretensión de los Reyes Católicos no sólo suponía grandes beneficios para el estado, también la Iglesia española salía ganando. Si los reyes podían proponer los candidatos al papado, evitaban que éste nombrase a obispos extranjeros. Esta práctica era bastante común, siendo habitual el nepotismo y el pago de favores mediante la concesión de cargos. Pero estos nombramientos derivaban en absentismo de los cargos recién nombrados y en la salida al extranjero de gran parte de las rentas que se percibía.
Para lograr la concesión que ansiaban, los Reyes Católicos organizarán una fuerte campaña diplomática en Roma, que contó con el apoyo de la congregación del clero castellano . Esta lucha contra la Santa Sede fue muy dura. El papa se negó rotundamente a otorgar el derecho de nombramiento de obispos, mientras que aceptaría el derecho de presentación tan sólo en contadas ocasiones. Pensaba, y con razón, que significaba una pérdida de poder de la Iglesia. Pero la terquedad de los Reyes Católicos hizo que finalmente concediese el derecho de presentación de una terna de candidatos para, entre estos, elegir al futuro obispo.
La conquista de Granada supuso un nuevo paso en la política regalista de los diarcas. El papa reconocerá el carácter de Cruzada de esta conquista, concediendo a los monarcas el patronato de las iglesias que se creasen en las tierras conquistadas, no tardando en hacerse extensivo a las islas Canarias .
No se puede decir que fueran pocos los logros de los Reyes Católicos en materia religiosa. Lograron que la mayoría de los obispos fuesen nacionales, quedando reducido a treinta y dos el número de obispos pertenecientes a familias aristocráticas y llegando a ochenta el de obispos nombrados entre las clases medias, muchos de ellos licenciados en derecho y teología. El alto clero se parecía bien poco al de épocas anteriores. En el año 1516 el clero era mayoritariamente español, menos aristocratizado y caracterizado por su gran fidelidad al monarca y por tener una cultura superior. Pero, ¿estas reformas mejoraron la formación espiritual del clero además de la cultural? La respuesta es que su comportamiento, ciertamente, fue menos escandaloso. Sin embargo, presentaba un nuevo inconveniente: tienden cada vez más a ocuparse y preocuparse de asuntos temporales que a vivir de forma contemplativa.
La reforma de la Iglesia no fue una tarea exclusiva de los Reyes Católicos, sino que la llevaron a cabo en colaboración con los grandes prelados de su tiempo, es decir, Mendoza, Hernando de Talavera y Cisneros. Los tres tuvieron un papel muy importante, a pesar de ser muy distintos entre sí. Mendoza ayudó a los monarcas a ascender al trono, poniéndose de su lado durante la guerra civil. Podríamos calificarlo como el último de los obispos de la vieja escuela , que colaboró con los monarcas para que éstos se asentasen con solidez en el reino.
Talavera y Cisneros, sin embargo, presentan un corte menos feudal. Fray Hernando de Talavera fue el confesor de la reina entre los años 1478 y 1492 cuando, con la conquista de Granada, fue nombrado arzobispo de la nueva diócesis que allí se creó. No era una aristócrata, sino que más bien tenía un origen un poco oscuro. Cursó estudios universitarios y fue fraile jerónimo, amando la disciplina y buscando una vida pobre. Logró escalar por méritos propios hasta llegar a ser arzobispo de Granada. Habría que destacar de él su política pacífica de conversión y su comprensión de la realidad de Granada: aprendió árabe para poder evangelizar a los mudéjares, escribió un catecismo en lengua árabe… Sus intentos de conversión fracasaron por culpa de la intervención de Cisneros.
La gran diferencia entre estos dos grandes hombres de su época, Hernando de Talavera y Cisneros, está en la intolerancia e impaciencia del segundo, que no soportaba los obstáculos entre él y sus deseos. Nació en el seno de una familia humilde, estudió en la Universidad de Salamanca y viajó a Roma. A su regreso entró en el clero regular, en la orden de los franciscanos. Su convento, La Salceda, experimentaba en estos momentos una transformación de manos de su prior, el padre Villacreces, un giro que intentaba imponer la disciplina original de la regla, relajada con el paso de los años. Este convento será también el lugar de nacimiento de un nuevo tipo de espiritualidad, de contacto entre el hombre y Dios, que afectará a la vida, al arte, etc. El contacto de Cisneros con este convento encendió sus deseos de reformar la Iglesia.
En el 1492, al ser nombrado fray Hernando de Talavera arzobispo de Granada, Cisneros pasó a ser el nuevo confesor de la reina Isabel. La única condición que Cisneros impuso para aceptar el cargo fue que se le permitiese seguir en su monasterio, La Salceda, ya que no quería abandonar la vida sencilla. Tres años después falleció el arzobispo de Toledo, ofreciéndosele a Cisneros esta alta dignidad. Éste dudará, ya que significaría renunciar a la vida monacal que tanto amaba, pero acabará aceptando. Los Reyes Católicos pensaban que, debido a su austeridad, sería fácil que renunciase parte de los beneficios económicos de su cargo a favor de la corona. Cisneros, sin embargo, se mostró sorprendentemente firme en este aspecto. Arguyó que él nada pidió a los reyes, por lo que si ellos le nombraban arzobispo es porque así ellos lo deseaban, pero que si aceptaba el cargo sería con todas sus consecuencias. Pero el nuevo arzobispo de Toledo no pensaba enriquecerse, sino que tenía previsto utilizar los medios económicos que le aportaba su nueva dignidad para financiar las reformas que tenía en mente. Prueba de ello es la vida pobre que siguió llevando una vez tomó su nuevo cargo, hasta tal punto que el mismísimo papa tuvo que llamarle al orden: no era propio que un príncipe de la Iglesia llevase su estilo de vida. A regañadientes, Cisneros se vio obligado a cambiar algunas de sus costumbres.
El ideal reformista de Cisneros concuerda perfectamente con el deseo que los Reyes Católicos tenían de realizar profundos cambios en la Iglesia. Los logros en este campo, por tanto, hay que atribuírselo tanto a los monarcas como al arzobispo. La reforma consistiría en dotar al estado de una religión única, en reformar el clero secular y en reformar el clero regular.
Cisneros no tuvo un papel especialmente destacado en la consecución de una religión única en el estado. Cuando tuvo poder para llevar a cabo su reforma, los grandes pasos ya estaban dados: los judíos ya habían sido expulsados y ya se había creado el tribunal de la Santa Inquisición. En la empresa en la que sí intervino, y además con un papel relevante, fue en la conversión de los mudéjares del antiguo reino de Granada, en la que llevó una política marcada por su radicalidad y su falta de paciencia.
Cisneros encontrará un uso a su fortuna, invirtiendo dinero y esfuerzos en el ideal de Cruzada. El Islam había sido expulsado de la península, pero había que seguir la Reconquista hacia el Norte de África. Su intención era seguir avanzando hasta tomar los Santos Lugares. Logrará así la conquista de Orán en el 1509. Dos años antes, en el 1507, había sido nombrado Inquisidor General, puesto que usó para perseguir elementos judaizantes en su afán por lograr la unidad religiosa.
6.2.1.-La reforma del clero secular
Otra de sus grandes empresas fue la reforma del clero secular. Su intención era mejorar la situación de todas las diócesis españolas, caracterizadas por el elevado nivel de absentismo, por no realizar labor pastoral y por presentar una deficiente formación, tanto intelectual como religiosa, de sus miembros. Para evitarlo, Cisneros obligará a que los sínodos diocesanos se reúnan con periodicidad con el fin de examinar la situación junto al obispo, intentando así ir corrigiendo los defectos. De estos sínodos saldrán una serie de ordenanzas orientadas a mejorar la vida clerical:
-Obliga a los clérigos a abandonar el concubinato, aunque fueron muchos quienes, ante este ultimátum, prefirieron marchar al Norte de África con sus familias y dejar la Iglesia.
-Se dictaron leyes severas contra los sacerdotes que no residían en el lugar de su parroquia, que no administraban con regularidad los sacramentos y contra los que no enseñaban la doctrina cristiana. Estas medidas fueron un ataque contra el absentismo .
Además de estas ordenanzas, Cisneros se embarcó en grandes empresas de corte reformista, que denotan su marcado espíritu moderno y su talante humanista .
6.2.1.1.-La Universidad de Alcalá de Henares
Para mejorar la deficiente formación del clero, el arzobispo fundó la Universidad de Alcalá de Henares, exclusiva para eclesiásticos . Con un sólo centro de formación era imposible que culturizase a todo el clero del país, pero su intención era que aquí acudiesen los aspirantes a sacerdote, saliendo así formadas las futuras elites eclesiásticas . Conviene recordar que hasta el año 1563 la Iglesia no reguló el sistema educativo para la formación de sacerdotes, así que aún no existían los seminarios . Este hecho era especialmente grave en el caso del clero secular ya que, al vivir con el pueblo, influían mucho en el mismo: una mala formación de los sacerdotes causaba grandes daños a la imagen de la Iglesia. Cisneros, consciente de este hecho, trató de utilizar una institución en pleno auge, la universidad, adaptándola al espíritu de la clerecía para alcanzar la meta de un estamento clerical preparado, tanto cultural como teológicamente.
Cisneros siguió todos los pasos que eran precisos en la época para la fundación de una universidad: solicitó el permiso pontificio de enseñanza al papado en el año 1500 y ordenó la construcción de los edificios necesarios en la pequeña localidad de Alcalá de Henares, que contaba en estas fechas con tan sólo unos trescientos habitantes . Decidió que su universidad debía centrarse únicamente en los estudios que tuviesen auténtica importancia para la formación de los futuros sacerdotes, es decir, filosofía y teología, por lo que sólo contaba con las facultades correspondientes a estos campos en lugar de las cinco que eran características en las universidades de la época. Ni siquiera aceptó incluir estudios de derecho canónico, considerando esta especialidad como una disciplina que se apartaban de lo estrictamente necesario para los religiosos.
Pero la inusual configuración de facultades que presentaba esta universidad no era su única peculiaridad. Los estudios de teología, en los cuales se impartía la ciencia sagrada, presentaban un carácter realmente innovador. Además de seguir el camino habitual de esta disciplina, que explicaba las enseñanzas de Santo Tomás, enriquecía sus clases aportando una visión más global, mediante la incorporación de las interpretaciones de lo divino llevadas a cabo por otros dos autores, Duns Escoto y Guillermo de Occam.
La vía más habitual de estudios dentro de la teología era la tomista. Santo Tomás interpretaba a Dios siguiendo los pasos de Aristóteles, “cristianizando” al filósofo griego. Esta visión toma a Dios como punto de partida universal, concibiendo al mundo sensible como una creación divina, como parte del absoluto. La interpretación que ofrece Duns Escoto es básicamente la misma, exceptuando un par de variantes. El verdadero rasgo de modernidad y de innovación está en la inclusión de los planteamientos de Guillermo de Occam en los estudios de teología de la universidad. Occam ofreció un nuevo planteamiento del entendimiento y comprensión de Dios. La divinidad, omnipresente y todopoderosa, escapa de nuestra capacidad de comprensión. Su magnitud es tan inmensa que no puede ser asimilada por la razón, siendo precisa la fe para creer en el ser supremo. El hombre necesita de la fe para estudiar a Dios, lo cual hace recurriendo a lo que la divinidad misma ha dicho a los hombres acerca de su naturaleza mediante la Palabra Revelada. Sin embargo, Occam dice que para estudiar la obra de Dios, es decir, el mundo sensible, no hace falta fe, sino solamente la observación, la experimentación y la capacidad de raciocinio para su comprensión. Estos planteamientos son realmente revolucionarios, ya que separan la teología del estudio del mundo sensible. Son los primeros pasos que desembocarán en el racionalismo cartesiano.
La posibilidad de estudiar teología mediante la aproximación a Dios de estos tres autores significó un importantísimo avance para la ciencia sagrada, además de colocar a Cisneros al mismo nivel que los grandes pensadores humanistas del momento, como Tomás Moro o el mismo Erasmo de Rotterdam. Pero la disciplina de teología de la Universidad de Alcalá de Henares incorporaba otra gran novedad. Va más allá de estudiar a los autores clásicos, proponiendo una alternativa insólita hasta la época: recurrir directamente a la Biblia. Los humanistas consideraban las Santas Escrituras como la fuente de la que manaba el cristianismo, es la Revelación y la Palabra de Dios. Si el mensaje original de Dios residía aquí lo más lógico, pensó Cisneros, era recurrir a la Biblia para explicar a Dios, tal y como proponían los sabios europeos del momento.
Pero había que tratar de aproximarse lo más posible a sus primeras versiones, las más puras y cercanas temporalmente al momento en que Dios nos legó su Palabra. Tras siglos de traducciones incorrectas y de malos copistas, la Biblia presentaba corrupciones que la alejaban del mensaje divino original, siendo recomendable leerla en las lenguas en las que fue escrita por primera vez, el hebreo y el griego. Con este fin se creó el Colegio Trilingüe, una escuela donde se enseñaba hebreo, griego y latín y que complementaba la formación de los alumnos de la Universidad de Alcalá de Henares. La intención de recurrir a los textos en sus lenguas originales muestra el corte auténticamente renacentista de esta universidad.
6.2.1.2.-La Biblia Políglota de Alcalá
Estos intentos de recurrir a las versiones más puras posibles de las Sagradas Escrituras llevaron a Cisneros a embarcarse en una aventura intelectual de primer orden, que cumpliría al mismo tiempo la gran obsesión de los humanistas de la época: ofrecer a toda Europa la edición de una Biblia políglota, escrita tanto en latín, la lengua académica del momento, como en hebreo y griego, las lenguas en las que fue escrita originalmente.
Esta ambiciosa obra requería un gran desembolso económico y muchísimo esfuerzo: había que reclutar a filólogos y eruditos de probada solvencia, adquirir los más antiguos manuscritos y los mejores diccionarios, poner en marcha una imprenta con los caracteres de las distintas lenguas… Podríamos incluso decir que este proyecto era peligroso desde el punto de vista intelectual en la España del momento. El Antiguo Testamento, una de las partes de la Biblia, es a la sazón un libro santo para los judíos. Su publicación en hebreo podría avivar el criptojudaísmo , motivo que ya hizo que la Inquisición interviniese anteriormente, en los años 1490, 1492 y 1494, obligando en las universidades de Salamanca y de Valencia a quemar Biblias escritas en la lengua de David. Pero estos problemas no supusieron ningún obstáculo para Cisneros, ya que en esos mismos momentos ostentaba el cargo de Inquisidor General.
El método empleado por Cisneros en su Biblia no fue el correcto. En lugar de traducir los textos más antiguos, los hebreos y griegos, al latín, lo que hizo fue recurrir para la parte latina a la versión de San Jerónimo. En el siglo IV San Jerónimo tradujo por primera vez la Biblia del hebreo y griego a la lengua popular o vulgar del momento, el latín. Esta versión, conocida como la Vulgata, fue reconocida por la Iglesia como la oficial. Cisneros no se atrevió a traducir los textos más antiguos al latín. Temía descubrir errores de traducción por parte de San Jerónimo que hiciesen que toda la tradición católica tuviese que ser modificada o replanteada.
Esta Biblia, por lo tanto, son tres versiones distintas depuradas, no una nueva traducción. Esto motivó que algunos intelectuales no estuviesen de acuerdo con el método de trabajo propuesto por Cisneros. El gran latinista y gramático Nebrija abandonó el proyecto por este motivo. Varios grandes intelectuales de la época rehusaron participar en el mismo, siendo quizás el caso más sonado el de Erasmo de Rotterdam. Cisneros le invitó a venir a España para colaborar en esta empresa, el deseo de todo humanista. La negativa de Erasmo con su célebre frase non placet Hispania ha dado lugar a todo tipo de especulaciones. Hay quien dice que se debió precisamente a su rechazo hacia el miedo de Cisneros a traducir. También hay quienes piensan que Erasmo consideraba a España un país intolerante debido a la expulsión de los judíos y a la persecución por parte de la Inquisición de los judíos conversos. Es más que probable que su amigo Luis Vives, que huyó de España por tener sangre judía, influyese en su opinión sobre nuestro país. Otros autores defienden la teoría de que en el año 1512, cuando Erasmo fue invitado a participar en esta obra, ya era el hombre más famoso de toda Europa, disputado por príncipes y universidades. Su negativa pudo ser una reacción de comodidad, no queriendo afrontar tan complicada empresa en este momento.
Tras un largo trabajo y gracias a la colaboración de los mejores especialistas, como el hebraísta Pablo Coronel o el helenista Hernán Núñez, la Biblia Políglota de Alcalá vio finalmente la luz en el año 1517, el mismo en el que fallece Cisneros. Esta obra en seis volúmenes, éxito científico y tipográfico, no tuvo ni el respaldo ni el éxito esperados. La aprobación papal que permitió su libre circulación por Europa no llegará hasta cinco años más tarde, siendo éste el primero de los diversos obstáculos con los que se encontró:
-El barco que transportaba seiscientos ejemplares hacia la península Itálica naufragó, perdiéndose su carga.
-Varias universidades españolas, celosas del éxito logrado por su nueva competidora, no colaboraron en la difusión de su gran proyecto.
-La inmensa mayoría de los teólogos españoles eran escolásticos. Estudiaban a Dios con las obras de Santo Tomás, de Escoto y de otros santos padres, pero sin recurrir nunca directamente a la Biblia. Eran muy conservadores y reacios a la circulación de esta nueva Biblia Políglota de Alcalá porque suponía una amenaza a su tradicional forma de dar clase. Por lo tanto, no utilizaron esta obra ni la publicitaron.
A pesar de los accidentes y de las conspiraciones silenciosas de los intelectuales, la Biblia empezó a circular en los circuitos intelectuales europeos entre los años 1526 y 1530, con lentitud pero siendo muy valorada y apreciada.
6.2.1.3.-La imprenta de Alcalá
En el siglo XVI hacía ya tiempo que el latín había dejado de existir como lengua vulgar, pasando a ser lengua académica. El papel de lengua popular era desempeñado ahora por los distintos idiomas que surgieron tras la caída del Imperio Romano. Un intento de divulgar la Biblia mediante su traducción a alguna de estas lenguas, de forma similar a como hizo San Jerónimo con su Vulgata, era impensable . Los teólogos creían que si cualquier persona pudiese tener acceso a la Biblia y a su contenido, les llevaría a perder su monopolio interpretativo y su papel preponderante dentro de la sociedad caería.
En este marco la Universidad de Alcalá de Henares tuvo un importantísimo papel para la espiritualidad española. La imposibilidad de publicar la Biblia en castellano llevó a su imprenta a poner en circulación libros piadosos que hablaban sobre la vida de Jesús . Cisneros conseguirá enlazar mediante estos libros con la Devotio Moderna holandesa, abriendo España a una nueva espiritualidad. Su divulgación permitió a las gentes capaces de leer el castellano entrar en contacto con la vida de Cristo, provocando un giro de la religiosidad hacia el llamado cristocentrismo. Gracias a estas obras los hombres del siglo XVI abandonaron poco a poco la idea de un Dios terrible y severo, adoptando y adaptándose a su faceta más humanizada, la del Hijo, que es ejemplo de caridad, amor y perdón, conceptos mucho más cercanos al hombre. Esta tendencia cristocentrista va en consonancia con los tiempos en los que se desarrolló, el Renacimiento. El Humanismo destacaba especialmente el valor de la obra humana y tenía como principal dogma el antropocentrismo, considerar al hombre como medida de todas las cosas. Está claro que este pensamiento valoraría mucho más a Dios hecho hombre en la figura de Jesucristo que al Dios distante e inaccesible del Antiguo Testamento. Cristo será a partir de ahora el modelo y ejemplo a imitar.
6.2.2.-La reforma del clero regular
La situación del clero regular dejaba mucho que desear desde finales del siglo XIV. Tras la muerte de los grandes abades y priores por las pestes y guerras se fueron formando vacíos culturales en estos centros de vida en común, que llevaron a la ruptura de la disciplina y a relajación de las costumbres. La antigua regla que regía la oración y el trabajo cayó, en muchos casos, en el olvido, mientras que los monjes se dedicaban a fructificar los bienes, viviendo con gran comodidad y sin ensalzar el culto ni realizar tareas de ayuda al prójimo.
Hacia el año 1390 surgieron un par de puntos en España en los que algunos religiosos tomaron consciencia de esta situación, tratando de luchar contra ella y de acabar con la vida disoluta de los monjes. Podemos considerar estas acciones como una autorreforma del clero regular. Dichos lugares fueron el monasterio de San Benito en Valladolid y en convento de La Salceda en la Alcarria.
En el caso del convento de La Salceda fue el padre Villacreces quien trató de impulsar una serie de cambios. Los hermanos trataron de volver al cumplimiento estricto de la regla de San Francisco, lo que suponía recuperar el ideal de pobreza evangélica, de trabajo y de oración. Poco a poco se irá perfilando la aparición de un espíritu novedoso, consistente no sólo en la aplicación de la regla sino en llevar una vida espiritual mucho más sencilla y esquemática, que fuese un ejemplo para los demás. Cuando años más tarde Cisneros ingrese en La Salceda se empapará de este espíritu reformista y lo hará suyo.
Buscando la consecución de este ideal se puso orden en el convento y se acabó con las diferentas sociales que se daban en su seno, debidas en parte a que sus miembros pertenecientes a estamentos privilegiados no abandonaban sus riquezas al incorporarse a la vida en común, siendo conocidos casos de hermanos que conservaron a sus criados en el convento. Asimismo se intentó cumplir de nuevo el estricto y duro horario canónico, que ordenaba su trabajo y oración, sin que quedase tiempo para el recreo o incluso para la vida personal, aportando a la misma equilibrio y orden. También se trata de recuperar la austeridad perdida, para poder llevar una vida espiritual más auténtica.
Como ya hemos adelantado, en el seno de este convento despertó una corriente interpretativa de la vida religiosa que tiende hacia la sencillez. Es un rechazo claro a la teología escolástica de corte especulativo, que para conocer a Dios exige un gran esfuerzo intelectual. Es una teología destinada sólo a quienes tienen unas ciertas cualidades intelectuales. Es selectiva y no está al alcance de todos. Tampoco da consejos prácticos ni enseña a vivir: sólo sirve para razonar y discutir.
Pero los frailes reformistas de este convento preferirán acercarse a Dios de una manera más elemental. Llevan a cabo una comprensión de Dios más afectiva, interior y sentida. No se aprende por la vía tomista o escotista, sino imitando a Cristo. En la Biblia Jesús da consejos a los hombres sobre cómo vivir y ser mejores: es un conocimiento de Dios a través de su Hijo. Para alcanzar dicho conocimiento no hacen falta grandes maestros. Podemos llegar a Él sencillamente, mediante la oración, la meditación y la lectura, actividades que llevan a desarrollar una intensa vida interior.
Llegamos aquí a un momento de vital trascendencia en la Historia de la espiritualidad española. Monjes y frailes comenzarán a sustituir la oración vocal y conjunta, el canto llano o canto gregoriano, por otra más íntima, mental e individual. Se realiza en solitario y sin necesidad de palabras y, en determinados momentos, puede llegar a recompensar al orante con un premio, el matrimonio místico. El orante siente cómo su alma se une a Dios. Éste le invadía de bienestar, paz y felicidad, anticipo de lo que sería la gloria divina tras la muerte de la carne. Esta experiencia se difundió entre los monjes mediante el boca a boca, siendo cada vez más los que practicaban la oración individual, tratando de alcanzar tan sublime experiencia.
Aquellos que llegaron a disfrutar del matrimonio místico escribieron métodos y consejos para poder llegar al mismo, ya que no todos los que practicaron la oración oral lograban que sus almas tocasen a Dios. No siempre son tratados didácticos en prosa, ya que la propia naturaleza de esta experiencia es tan vaga y etérea que resultaba difícil expresarla o describirla con palabras. Fueron muchos los que recurrieron al lenguaje más depurado que existe, la poesía, que se amoldaba perfectamente a sus necesidades comunicativas por su tendencia a la abstracción y al sentimiento.
Prácticamente cada orden disponía de su propio método para alcanzar el matrimonio místico. A pesar de que difieren en algunos detalles entre sí tienen, por lo general, muchos puntos comunes. Casi todos están de acuerdo en seguir tres etapas, caminos, vías o subidas, para lograr su fin. Siguiéndolas a rajatabla se alcanzaría tan preciada meta, pero era necesaria tanta fuerza de voluntad, fe y disciplina mental y física que no todos podían llegar a completarla. Veamos cuáles eran estas tres vías:
-Purgativa. El individuo se encierra a orar en solitario, en penumbra. Trata de llegar a conocerse a sí mismo de la forma más clara y desnuda, en toda su integridad. Esta vía incluso propone los temas que deben orientar la reflexión del orante durante una semana entera: el lunes debe meditar exclusivamente sobre qué era antes de ser, el martes sobre qué hace en el mundo, el miércoles sobre a dónde va… Al final de la semana, si el espíritu se ha impuesto sobre la materia, si se ha olvidado de las necesidades físicas y se ha dedicado exclusivamente a la meditación sobre estos temas, el orante adquiere el conocimiento de su insignificancia en el mundo.
-En la semana siguiente se practicaría la vía iluminativa, también llamada de conocimiento de Cristo. El orante debe pensar y reflexionar sobre la pasión y muerte de Cristo, tiene que introducirse en el cuerpo y carne de Jesús para vivir mentalmente estas experiencias. Al igual que en la etapa anterior, se propone un CAPÍTULO de meditación diario: el lunes el prendimiento de Jesús en el huerto de Getsemaní y la negación de los apóstoles, el martes Jesús con Anás y Caifás, el miércoles Jesús ante Pilatos… Implica un elevado conocimiento sobre la vida de Jesús, ya sea directamente a través de los Evangelios o mediante librillos piadosos de la vida de Jesús. El objetivo consiste en que al finalizar esta segunda semana de reflexión el orante conozca a Cristo y se identifique con él, llegando a amarlo de una forma desmedida.
-La tercera y última fase, la unitiva, es el fruto de la reflexión de las semanas anteriores. Mediante ejercicios de abstracción total y un desentendimiento absoluto de los sentidos , ahora que el orante tiene su alma limpia y en suspenso, es el momento de esforzarse por acercarse a lo sobrenatural. Necesita mucho sacrificio y una competa dedicación hasta que, finalmente, su alma toca al Creador. Por unos momentos forma parte de Dios y Dios está dentro del orante. Cualquiera que viva esta experiencia sale enriquecido de la misma: tiene la certeza de que un día, al morir, vivirá de nuevo estos momentos maravillosos, pero durante el resto de la eternidad.
El matrimonio místico trascenderá al pueblo, no va a quedarse encerrado entre los muros de conventos y monasterios. Su práctica se difundirá y hacia la primera quincena del siglo XVI ya son muchos los seglares que practican la oración mental y que tratan de alcanzar la comunión con Dios. Será el principio del movimiento conocido como la mística .
La trascendencia de la oración mental fue tal que todas las artes del siglo XVI y XVII plasman estas experiencias místicas, no sólo la literatura. Tuvo una gran importancia en las artes plásticas, especialmente escultura y pintura. Ambas disciplinas muestran vívidamente que sus artistas se habían metido en la misma piel de Jesús, padeciendo y sufriendo con él. Queda reflejado en la crispación y el dolor que emanan, siendo sólo posible representar algo así poseyendo un verdadero conocimiento de la pasión y muerte .
Las jerarquías eclesiásticas, desde el primer momento que estas prácticas se popularizan, las observan con prudencia e incluso temor. Algunos de los que alcanzaban este contacto con Dios decían que gracias a estas disciplinas ya no necesitaban de misas ni de parafernalia religiosa. El mayor miedo de la Iglesia oficial es que el fiel trate de mantener un contacto directo con Dios, sin necesidad de recurrir al intermediario, es decir, a los sacerdotes. Esta situación iba claramente en contra de sus intereses y perjudicaba a su monopolio de salvación divina.
Es cierto que los recelos de la Iglesia son más entendibles al observar qué pasaba cuando ignorantes e iletrados trataban de hacer suyo el matrimonio místico. Quizás el mejor ejemplo lo tenemos en la región de la Alcarria donde, entre los años 1512 y 1513, surgió un grupo de gentes que se hacían llamar “alumbrados” o “iluminados”, porque dicen que han sido alumbrados por Dios mediante el matrimonio místico. Sin embargo el camino empleado para su consecución fue muy distinto del propuesto por los eclesiásticos: mientras que en conventos y monasterios se había llegado a esta experiencia mediante la disciplina, estos “alumbrados” llegaban simplemente por medio de la dejadez, por lo que algunos de ellos empezaron a ser conocidos como los “dejados”. Según contaban cuando se dejaban, es decir, cuando estaban apartados, en paz y recogimiento, percibían estar en gracia de Dios. Como el Creador estaba con ellos sentían que habían escogido el buen camino, así que no precisaban la necesidad de comulgar, ir a misa, etc.
Los rumores sobre la existencia de este tipo de grupos llegaron a oídos de las jerarquías eclesiásticas que, horrorizadas, decidieron investigar el asunto. En el año 1415 enviaron a la región de la Alcarria a unos inquisidores de incógnito, con la misión de averiguar todo lo posible sobre estos “dejados”. El fruto de sus pesquisas fue un informe manuscrito, el llamado Libro de alumbrados . Cuatro años más tarde la Inquisición intervino, deteniendo a los que se hacían llamar “alumbrados”. Comenzaron así una serie de procesos judiciales, algunos de los cuales terminaron en condenas a la hoguera. Esta situación hizo que toda la región de la Alcarria se convulsionase presa de una gran inquietud, máxime cuando en estas mismas fechas otro asunto, esta vez de índole política, estallaba en estas tierras castellanas: la revuelta de las Comunidades .
La drástica intervención del Santo Oficio no logró exterminar completamente este movimiento místico considerado herético, como demuestran los distintos brotes que siguieron dándose incluso durante la siguiente centuria, aunque éstos siempre fueron reprimidos. Uno de los más virulentos tuvo lugar en la ciudad de Valencia en el año 1611, aprovechándose quizás de las dificultades y el caos que tuvieron lugar tras la expulsión de los moriscos. Otra prueba de la continuidad de este tipo de misticismo lo encontramos en la proliferación de las llamadas Escuelas de Cristo durante el siglo XVII. En ellas enseñaban a sus miembros la realización de prácticas ascéticas para llegar a alcanzar el matrimonio místico. Contaban con estrictas reglas y sólo los varones podían aspirar a entrar en ellas.
Pero sigamos con el clero regular. Como ya hemos visto, había ido creciendo en su seno la apetencia por la reforma, reflejada tanto en los intentos de ordenar la vida de conventos y monasterios mediante el sometimiento estricto a las reglas como en el nacimiento del nuevo tipo de espiritualidad que acabamos de comentar, a pesar de que su difusión entre los simples había llegado a dar lugar al nacimiento de herejías.
Los monjes y frailes reformistas, ansiosos de llevar a cabo profundos cambios en sus órdenes, empezarán a formar grupos para convencer a sus compañeros de congregación de que acepten el nuevo tipo de vida que proclaman. Pero fueron muchos los que rechazaron esta invitación de volver a una vida austera y simple, más espiritual y cercana al cristianismo primitivo. Ante este fracaso, los frailes y monjes reformistas se marcharon de sus conventos y monasterios. Decidieron formar comunidades en lugares apartados, donde pudieran llevar el tipo de vida al que ellos aspiraba pero, eso sí, sin abandonar sus respectivas órdenes. A estos eclesiásticos regulares se les llamó “observantes”, ya que observaban una regla. A aquellos que no tenían este afán reformista y mantuvieron una vida relajada se les llamó “conventuales” o “claustrales”.
Esta división se dio en todas las órdenes religiosas, siendo ésta la situación de fractura dentro del clero regular con la que Isabel y Fernando se encontraron al subir al trono. Los Reyes Católicos apoyaron desde un principio a los “observantes”, ya que veían en ellos a individuos comprometidos a cambiar la Iglesia para bien, interés que compartían los monarcas. Una muestra de este apoyo es la elección de Cisneros como arzobispo de Toledo: viene de La Salceda, convento reformista y observante por excelencia. Además, su carácter austero se ajustaba perfectamente al perfil que buscaban los reyes para este importante cargo.
Cisneros se enfrentó a los “conventuales”, algunas veces con suma dureza, tratando de imponerles el cumplimiento de la regla, mientras que favorecía a los “observantes”. A pesar que esta división entre “conventuales” y “observantes” se mantuvo durante todo el reinado de los Reyes Católicos, al final del mismo la observancia se había impuesto en la mayor parte de las órdenes españolas.
Los historiadores han denominado a esta serie de reformas religiosas que tuvieron lugar durante el reinado de los Reyes Católicos la Prerreforma Española, anterior a la Reforma que traerán los protestantes. Fue éste un movimiento apoyado e incluso fomentado por la monarquía, que buscaba en sus reinos el mismo tipo de espiritualidad que se empezaba a pedir por toda Europa. Los expertos opinan que en la Prerreforma está la razón de que las ideas protestantes nunca cuajasen en España: el clero ya se había reformado en buena manera, así que los cambios que anunciaban las disidencias protestantes no eran tan necesarias en España como en el resto de Europa. También se debe a que el estado español contaba con una poderosa herramienta para impedir la implantación y el éxito de las ideas luteranas, la Santa Inquisición.
Pero también es cierto que esta Prerreforma Española tuvo sus límites, ya que no llegó a cambiar todos los vicios del clero antes de que Lutero expusiese sus doctrinas. Un importante poso de clero opuesto a la reforma, escolásticos irreductibles y “conventuales” recalcitrantes, impidieron que esta reforma española alcanzase una verdadera profundidad.
7.-La creación de la Santa Inquisición
7.1.-Los judíos
La documentación apunta a una presencia de judíos en la península Ibérica ya en fechas anteriores al nacimiento de Cristo, aunque fue a partir del año 72 con la Diáspora cuando su cantidad se hizo realmente notable en suelo hispano.
Debido a su desarraigo el pueblo judío no se llegó a integrar nunca en la cultura y la religión de aquellos lugares en los que se asentó. Es más, su actitud fue más bien completamente la opuesta, ya que desarrollaron fuertes vínculos basados en su religión y costumbres propias como signo de identidad. Se convirtieron, por lo tanto, en elementos inasimilables por la sociedad que les acogía, lo cual no tardó en crearles problemas. El hecho de ser distintos a los demás provocaba recelos y rechazo, que llegaron a ser causa de odios y persecuciones.
La historiografía ha tendido siempre a interpretar la presencia judía en España como parte de la mítica convivencia de las tres religiones del Libro, la judía, la musulmana y la cristiana, dentro de un idílico marco de tolerancia. Si bien es cierto que hubo momentos en los que coexistieron sin demasiados problemas, estos hechos se correspondieron con circunstancias excepcionales. Tanto durante el dominio musulmán como en el cristiano tuvieron lugar brotes de fundamentalismos fanáticos, rompiendo la convivencia y empezando las persecuciones.
En el caso de al-Andalus la llegada de los almorávides, y posteriormente de los almohades, marcó épocas de persecución de judíos y mozárabes. Los reinos cristianos no se libraron de estos brotes fundamentalistas. San Vicente Ferrer, elocuente monje dominico, predicó fervientemente contra el pueblo deicida, los judíos. Sus incendiarios discursos dieron lugar a quema de juderías y a progroms. Los cánones del Concilio de Letrán en el 1215 vienen a confirmar la desaparición de la tolerancia: recomienda a los cristianos no entrar en contactos con los judíos, animándolos además a discriminarlos y mantenerlos controlados.
En torno a los judíos se fue creando una leyenda negra:
-La mentalidad popular les acusaba de ejercer una serie de profesiones vinculadas con el dinero y la economía, como comerciantes, banqueros y prestamistas, aunque lo cierto es que podía encontrarse judíos ejerciendo todo tipo de actividades laborales. Estudios realizados sobre los judíos en el siglo XIV arrojan datos reveladores: muchos de los doscientos cincuenta mil judíos que se estimaban en la península vivían de la agricultura .
-En el siglo XIV ya fueron objeto de graves persecuciones. Se les acusaba de haber extendido la peste negra, portándola y contaminando los pozos para extenderla. La call de Barcelona fue arrasada como efecto de una venganza injustificada y absurda.
7.2.-El problema de los judeoconversos
A partir del año 1391 más de la mitad de los judíos pedirán el bautismo para librarse así de la constante persecución. Por estas fechas se instalarán en las ciudades, empezando a dedicarse a las actividades comerciales, a la producción de manufacturas, a la banca y a los créditos. Alrededor del 1469 un quince por ciento de los quinientos arrendadores de impuestos eran judíos, teniendo a su cargo la recaudación de la cuarta parte de los impuestos de la corona. Para entender este meteórico progreso hay que analizar el carácter de los judíos. Era personas que se dedicaban a su trabajo con una gran responsabilidad y tesón, preocupados por desempeñarlo siempre de la mejor forma posible. Estas cualidades hicieron que diversos nobles se fijasen en ellos y en su capacidad laboral para hacer de ellos sus administradores y darles cargos de responsabilidad. También los monarcas les apoyaban, ya que los banqueros judíos les habían sacado de más de un apuro. Pero este éxito les trajo como consecuencia el aumento de los celos por parte del resto de la población.
Pero a principios del siglo XV este odio hacia los judíos se hizo extensivo a los judeoconversos, que ahora profesaban la religión cristiana. Los cristianos podían reprochar a los judíos adinerados su religión, cosa que ya no podían hacer con los judeoconversos. Encontramos un claro ejemplo en Salomón Ha-Leví. Era un judío muy rico de Toledo que se convirtió al cristianismo. Tras enviudar entró en religión y acabó siendo obispo de Burgos. La conversión, por lo tanto, permitía a los judeoconversos acceder a altos cargos que antes les estaban vedados. Pero su ascenso social incrementó las reacciones negativas, ya que los cristianos les acusaban de judaizar, de haberse convertido falsamente al cristianismo para medrar socialmente.
Esta acusación era cierta en parte. Muchas de las conversiones realizadas en el 1391 dieron lugar a un nuevo fenómeno, el criptojudaísmo. Muchos judeoconversos fingieron externamente la adopción de la religión cristiana, mientras que en la intimidad de sus hogares, protegidos de miradas indiscretas, seguían practicando su religión tradicional, contando en muchas ocasiones con la ayuda de los judíos que seguían fieles a sus creencias.
Los conversos fueron siendo considerados cada vez más como la fuente de todos los problemas. Un nuevo brote de antisemitismo tuvo lugar en Toledo en el año 1449, provocando consecuencias trascendentales: vio la luz el tristemente célebre Estatuto de la limpieza de sangre. Mediante éste se prohibía que los conversos ocupasen cargos públicos, ingresasen en religión y estudiasen en las universidades hasta que pudiesen demostrar, al menos, ser la tercera generación de cristianos de su familia. Los conversos pasaron a ser cristianos de segunda categoría de forma oficial.
7.3.-Los Reyes Católicos y la solución al problema de los judeoconversos: la Santa Inquisición
Durante la crisis política de la consolidación en el trono de los Reyes Católicos, entre los años 1467 y 1474, hubo una fuerte represión contra los judíos. Los monarcas tratarán de solucionar el problema que suponían los judeoconversos. Para ello se plantearon expulsar a los judíos, a los que se acusaba de contaminar a los conversos y de ser una mala influencia para ellos, y controlar a los judeoconversos. Para llevar a cabo este último fin decidieron recurrir a la creación de un tribunal especial que velase por la sinceridad de las conversiones: la Santa Inquisición.
La idea de crear este tribunal no era nueva. Hay que recordar el precedente de la Inquisición medieval, extendida por toda Europa con el fin de acabar con las herejías. Más recientemente, Enrique IV de Castilla, el hermano de Isabel, ya en el 1460 trató de obtener del papa permiso para perseguir la herejía en su reino por medio de cuatro inquisidores, dos para cada Castilla. El papa no aprobó esta petición, ya que pensó que estaba más orientada hacia otros fines que a la persecución de la herejía.
Durante el reinado de los Reyes Católicos se incrementó la presión para lograr la instauración de este tribunal. Ésta no procedía únicamente de cristianos viejos y de la Iglesia. Los judíos que se convirtieron sinceramente pedían la eliminación de los falsos conversos, que tan mala fama les daban. Sobre este aspecto, incluso historiadores como Américo Castro y Sánchez Albornoz, tradicionalmente enfrentados, coinciden en afirmar que la Inquisición nació, en parte, por expreso deseo de los judeoconversos.
A comienzos del reinado de Isabel se le sugirió que apoyase la creación del Santo Oficio, pero su confesor en ese momento, fray Hernando de Talavera, tenía sangre judeoconversa. Su talante tolerante influyó en la reina, haciendo que la idea no prosperase. Ya en el año 1478, durante un viaje a Andalucía, la reina comprobó en persona que los conversos continuaban judaizando. Los métodos empleados hasta el momento para solventar este problema demostraban haber sido inefectivos, así que los diarcas decidieron solicitar finalmente al papa un tribunal para vigilar este tipo de situaciones. Sixto IV accedió, concediéndoles la bula del 1 de noviembre del 1478 llamada Exigit sincerae devotionis.
Dos años más tarde fueron nombrados los primeros inquisidores de Castilla, fray Miguel de Morillo y fray Juan de San Martín, ambos dominicos . En el año 1481 la Inquisición se instaló en Sevilla, empezando a perseguir a los judeoconversos. En tan sólo siete años de actuación inquisitorial en esta ciudad andaluza se aplicaron varios miles de penas menores o reconciliaciones y, lo que es peor, más de setecientos conversos acabaron en la hoguera. Ante este terrible panorama serán muchos los conversos andaluces que huyan a otras tierras. Algunos conversos fueron tomados bajo la protección de nobles que se oponían a la imposición de este tribunal eclesiástico, como por ejemplo el duque de Medinasidonia. Incluso el Ayuntamiento de Sevilla protestó enérgicamente contra esta desmedida y brutal intervención por parte del Santo Oficio, alegando que estaba afectando gravemente al cobro de impuestos. Por su parte, los Reyes Católicos se limitaron a advertir que cualquiera que protegiese a los conversos incurría en el peligro de correr su misma suerte.
Muchos conversos e incluso cristianos viejos se alarmaron ante tal muestra de barbarie y escribieron a la Santa Sede, informando al papa de los abusos cometidos por la Inquisición. Sixto IV descubrió entonces, horrorizado, que había puesto en manos de los Reyes Católicos un inmenso poder que escapaba de su jurisdicción, un instrumento de control religioso que no tardó en ser también una herramienta ideológica. Trató de anular la bula y de eliminar la Inquisición, pero ya era demasiado tarde. Sus infructuosos esfuerzos no sirvieron de nada así que, pasado un tiempo, este asunto simplemente fue olvidado por parte de la Santa Sede.
Fernando también quiso instaurar este tribunal en Aragón. Los deseos del monarca chocarán con una fuerte oposición, tanto popular como institucional. En Aragón, al contrario que en Castilla, la Inquisición medieval aún seguía existiendo y cumpliendo su papel tradicional de perseguir las herejías. De hecho estaba empezando a juzgar casos relacionados con judeoconversos, por lo que no se entendía el empeño del monarca en imponer otro tribunal con las mismas competencias. En el año 1478, cuando se promulgó la bula papal, Fernando aún no era rey de Aragón, así que no tenía suficiente poder para llevar a cabo sus planes. Pero no tuvo que esperar mucho tiempo, ya que tan sólo un año más tarde heredó el reino e inmediatamente trató de imponer este tribunal en los territorios de su corona. En Aragón sospechaban que las intenciones del monarca no iban tanto en el camino de lo religioso como de aprovechar que este tribunal depende directamente del rey para juzgar casos de otra índole, pasando así por encima de los fueros. A pesar de todos los recelos instaló un tribunal en Barcelona en el año 1484, estallando una serie de conflictos. Lo mismo ocurrió en Valencia, mientras que en Aragón llegaron más lejos y asesinaron en el 1485 a Pedro Arbués, que había sido nombrado inquisidor de este reino.
A pesar de todas estas protestas los tribunales de la Inquisición se fueron instalando por toda España. El Santo Oficio se extendió a Navarra cuando este reino fue anexionado, siendo Granada el único territorio que quedaba por ahora libre de su presencia. Recordemos que allí se había optado por seguir una línea blanda de conversión de los musulmanes. Los tribunales de la Inquisición permanecieron vigentes en España desde su fundación en el año 1480 hasta el año 1836: es fácil entender que su existencia marcase profundamente la vida en nuestro país.
7.4.-La expulsión de los judíos
La Santa Inquisición se convirtió en el instrumento para luchar contra los falsos cristianos, así que los judeoconversos entraban en su jurisdicción. Los judíos, sin embargo, escapaban de su autoridad ya que no eran cristianos. A pesar del pensamiento popular de que los judíos eran una mala influencia en los conversos y que podían inferir en que éstos siguiesen judaizando, la reina Isabel los reconocía como sus súbditos. Incluso hay cartas escritas por ella al rabino de la ciudad de Trujillo en el año 1474, en las que le dice claramente que considera a su pueblo bajo su protección. Entonces, ¿cómo explicar la expulsión de los judíos tan sólo unos años después, en el 1492?
Hay un debate abierto sobre esta decisión por parte de los Reyes Católicos. La explicación más sencilla es la que ellos mismos dan en el decreto de expulsión: se les expulsa simplemente porque su presencia era nociva para la sincera conversión de los cristianos nuevos o judeoconversos. Esta afirmación no resulta extraña en estas fechas, ya que en muchos de los procesos abiertos contra judeoconversos éstos hablan de la presencia de judíos como inductores. Por lo tanto, se les considera claramente un factor contaminante para los cristianos nuevos. Pero esta teoría siempre ha despertado escepticismo entre los historiadores. Algunos expertos creen que la expulsión se debe más a motivaciones económicas. Quizás la intención de los monarcas era impedir a los judíos sacar sus capitales de la corona o simplemente pretendían evitar pagar deudas pendientes a los banqueros judíos. Otra hipótesis habla de las presiones sociales ejercidas por grupos que veían en los judíos un problema para sus intereses, achacando a la nobleza el peso de la expulsión al tratar de desembarazarse de esta floreciente burguesía mercantil. Con todo, parece ser que los motivos religiosos fueron los que tuvieron un mayor peso, especialmente tras la conquista de Granada: la utopía de una única religión para toda la corona se veía ahora como un objetivo posible.
La leyenda negra de los judíos tampoco ayudó a que éstos se quedaran en la península. En el 1490 un converso fue detenido en La Guardia, localidad cercana a Toledo. Al registrarlo se descubrió que llevaba una ostia dentro de su bolso, así que fue interrogado. Confesó que había celebrado el Viernes Santo una misa negra junto a unos amigos judíos, crucificando en ella a un niño cristiano y arrancándole el corazón. Este caso provocó un nuevo estallido de odio y violencia contra los judíos, imponiéndose también muchas condenas a judeoconversos.
El 31 de marzo del 1492 se redactó el bando de expulsión, haciéndose público a finales de abril. Se daba cuatro meses a los judíos para que éstos eligiesen entre la conversión o la expulsión. Se vieron forzados a marcharse inmediatamente y a malvender sus bienes, pero sin poder sacar de la corona oro, plata, armas o caballos. Sí que se les permitía, sin embargo, llevar capital en forma de letras de cambio.
No se sabe con certeza cuántos judíos fueron expulsados ya que no se dispone de datos suficientes. Se estima que en esta época habría en España alrededor de doscientos mil judíos, de los cuales ciento cincuenta mil estarían en la corona de Castilla y el resto en la corona de Aragón. Además, muchos se convirtieron antes de marcharse, lo que aún dificulta más la obtención de una cifra fiable. Se habla de entre cincuenta mil y cien mil expulsados en total. De ellos sólo diez mil procedían de la corona de Aragón, ya que la gran mayoría de los judíos que allí residían se convirtieron.
La inmensa mayoría de los expulsados se marchó a Portugal, volviendo tan sólo unos meses después ya como judeoconversos. El País Vasco francés fue otro de los destinos elegidos, al igual que Flandes. Otros muchos se dirigieron al Norte de África y al Imperio Otomano, donde fueron bien recibidos. Los judíos sefardíes conservaron la lengua castellana y guardaban las llaves de sus antiguas casas españolas, como símbolo de sus esperanzas de regresar algún día a su amada Serafad .
7.5.-El papel de la Inquisición tras la expulsión de los judíos
La expulsión acabó con el judaísmo ortodoxo, pero no con el criptojudaísmo. Sin embargo, los Reyes Católicos ya contaban con una herramienta para luchar contra la práctica secreta de la religión judía, la Inquisición. El Santo Oficio se dedicará a controlar tanto a cristianos viejos como a nuevos, velando para que no caigan en la herejía. Esta institución será estatalizada mediante la creación del Consejo de la Suprema y General Inquisición, a cuyo frente estaba el Inquisidor General, nombrado directamente por los monarcas y asesorado por toda una pléyade de funcionarios, letrados, teólogos, abogados… El primer Gran Inquisidor del Consejo fue el tristemente famoso Tomás de Torquemada.
La estatalización del Santo Oficio modificó también el carácter itinerante de los inquisidores. A partir de este momento se crearán tribunales locales con una amplia jurisdicción geográfica bajo su responsabilidad. Estas divisiones administrativas de los tribunales del Santo Oficio no correspondían con ninguna división anterior existente, política o religiosa. Este hecho parece apuntar a la intención por parte de los Reyes Católicos de utilizar dichos tribunales para usos no exclusivamente religiosos, ya que sus jurisdicciones no respetaban frontera alguna entre reinos y les permitía romper con impunidad leyes y fueros. En el año 1492 el territorio peninsular estaba dividido en veinte tribunales. Al frente de cada uno de ellos nos encontramos a uno o más inquisidores, auxiliados por comisarios, fiscales, jueces cualificados en materias teológicas, alguaciles, médicos, familiares .
Todos los tribunales funcionaban de forma independiente entre sí, coordinados desde el Consejo. Su sistema estaba fundamentado en la proclamación del Edicto de gracia. Cuando llega a oídos del inquisidor la existencia de herejías en algún lugar bajo su jurisdicción, éste o sus agentes se dirigían a sus plazas, edificios públicos e iglesias. Allí leía y clavaba en las paredes un texto, el Edicto de gracia, explicando la herejía que buscaba e invitando a los vecinos a autoincriminarse en un plazo no superior de treinta días. Si en este período alguien confesaba el haber incurrido en un error doctrinal se le aplicarían penas leves y se actuaría contra él con una cierta benevolencia. Pero, si pasado este tiempo nadie ha declarado su culpa, se procede a leer de nuevo el texto, llamado ahora Edicto de fe. Invita a todo aquel que tenga noticias de la práctica de la herejía en cuestión a comunicárselo a los inquisidores. A partir de este momento la acusación y la delación son el método utilizado para localizar a los herejes, agravándose sus penas.
En el proceso de identificación de los herejes tenían casi la misma importancia que las pesquisas, o incluso más, las acusaciones y las delaciones provenientes de terceros. La acusación implica que el denunciante debe estar completamente seguro de los cargos que presenta contra el supuesto hereje ya que, si tras una serie de comprobaciones se demuestra que era una acusación falsa o infundada, será él quien reciba el castigo que correspondía al inocente objeto de la acusación. La delación, sin embargo, consistía simplemente en comunicar al inquisidor unas ciertas sospechas sobre algún individuo. A partir de este momento era responsabilidad del inquisidor el creer o no estas denuncias. En caso de aceptarlas como buenas, no eran necesarias más investigaciones y comenzaba el proceso inquisitorial. Todas las denuncias, incluso las anónimas, eran tenidas en cuenta.
Una vez que la denuncia está formulada y los denunciantes juran decir la verdad y exponen los hechos comienza el proceso propiamente dicho. La exposición no consistía simplemente en aportar el nombre y el pecado del acusado, sino que había que acompañar estos datos de una serie de personas que, en calidad de testigos, pudiesen corroborar su acusación . Tras la declaración del denunciante ante un escribano que toma acta viene la declaración de los testigos. A éstos sólo se les preguntaba sobre el comportamiento del acusado, no sobre el motivo de la denuncia en sí.
Comenzaba entonces la llamada declaración preparatoria o sumario. En ella se recurría a los calificadores del Santo Oficio, eclesiásticos expertos en teología que calificaban el delito dentro de unos índices de gravedad. En caso de que éstos consideren que, efectivamente, hay un caso de herejía, se nombra a un fiscal. Éste ordena la detención del acusado, el cual hasta este momento no tenía conocimiento alguno del proceso que estaba teniendo lugar contra él, e ingresa en las prisiones de la Inquisición sin saber de qué cargos se le acusan.
A lo largo de los tres primeros días de encarcelamiento se procede a la denominada audiencia de monición. Al no saber el reo las acusaciones que pesaban sobre él, se le interrogaba de una forma muy sutil, instándole a decir la verdad. El acusado solía preferir tantear la situación autoacusándose de algún pecado menor, ya que en caso de no decir nada a sus interrogadores pasaría a ser torturado. Pero tampoco debía dar demasiada información, ya que en ese caso podría ser considerado hereje confeso.
A lo largo de esta audiencia los inquisidores proceden a verificar cuestiones del sumario, e incluso podía derivar en un examen de ortodoxia, haciendo que el acusado rezase el Padre Nuestro o contestase a preguntas de tipo doctrinal. En caso de errar se consideraba que había caído en flagrante herejía. Si el reo no proporcionaba ningún dato o se negaba a acusar a otros, se le aplicaba tormento para lograr que diese la información que de él se esperaba. Estas sesiones de tortura siempre se efectuaban delante de un médico, de forma que eran detenidas y pospuestas hasta el día siguiente cuando se dañaba en exceso al reo.
Una vez que los inquisidores se han convencido de la culpabilidad del acusado informan a su prisionero de los cargos, preguntándosele si alegaba algo a su favor. Si reconocía su culpa se continuaba el proceso. El acusado tiene derecho a elegir un abogado defensor de la Inquisición, al que sólo se le entregan las acusaciones y delaciones anónimas, sin aparecer los nombres de quienes las formulaban. Teniendo en cuenta que la única manera con la que contaba el reo de salvarse era refutar a los testigos, es fácil comprobar que su situación era muy complicada. Se le pedía que elaborase una lista con los nombres de sus enemigos y, en caso de que alguno de éstos apareciese entre los testigos, se invalidaba su acusación pero continuaba el proceso.
El siguiente paso era el dictado de sentencia, que oscilaba por orden de gravedad:
-De levi suspectu o ligeramente sospechoso de herejía.
-Vehemente suspectus haeresis o gravemente hereje.
-Hereje formal.
La sentencia era comunicada al reo y se hacía por medio de un acto multitudinario y religioso, el auto de fe. Se celebra de cara a la población, con la finalidad doble de servir como espectáculo ejemplarizante y de aterrorizar a todos los fieles que acudían al acto. Estos autos de fe fueron los grandes espectáculos populares durante los siglos XVI y XVII. Dan comienzo al amanecer, cuando los inquisidores y los miembros de los conventos de la ciudad tratan de convencer al condenado de que se arrepienta . A continuación salía una procesión desde la cárcel hasta una plaza pública, donde se ejecutaría la condena. En este desfile participaban las autoridades civiles, los cargos religiosos, los alguaciles… al final va el reo, vestido con el sambenito , tocado con una mitra de cartón, con una cuerda de retoma al cuello y llevando una vela verde, color de la Santa Inquisición. Las calles por las que circulaba el macabro desfile estaban protegidas por vallas, mientras que la plaza se había preparado para albergar el “espectáculo”: se había instalado estrados, un cadalso, púlpitos para las predicaciones… Una vez ya en la plaza se hacía pública la sentencia y tenían lugar una serie de sermones .
A los levi y a aquellos que se arrepentían, los reconciliados, se les aplicaban penas que iban desde penitencias hasta prisión o incluso el destierro. En ciertos casos también se recurría a las flagelaciones y al castigo corporal. Se les perdonaba la vida, pero sus bienes eran embargados y la infamia caía sobre ellos y sus familias durante generaciones: su sangre se consideraba desde entonces manchada por la herejía. Conservaban sus vidas, pero habían muerto a nivel económico y civil.
Pero había muchos que no se arrepentían, los declarados herejes formales y llamados impenitentes. Tenemos un ejemplo en la persona de Carlos de Seso, italiano afincado en Valladolid. Era persona respetable, casado con una noble y corregidor. En calidad de experto teólogo fue invitado al Concilio de Trento, donde entró en contacto con las doctrinas protestantes y se convirtió al luteranismo. Ya de regreso a Valladolid impulsó el foco protestante que se dio en esta ciudad castellana. Su falta de arrepentimiento ante sus actos le llevó a morir en la hoguera.
Una vez hechas públicas las sentencias eran relajados a la justicia civil, que se encargaba de ejecutar las condenas. A aquellos que habían sido condenados a muerte se les llevaba, una vez finalizado el auto de fe, a un área fuera de la ciudad llamada “el quemadero”. Allí eran atados a postes y quemados vivos. Si alguno de ellos se arrepentía en este momento se convertía en un relapso. Se le otorgaba la gracia se ser estrangulado o apuñalado antes de ser quemado. En caso de que el reo se hubiese fugado su castigo lo recibía una efigie suya. Tampoco la muerte era un impedimento para una condena de la Inquisición: si el acusado era un difunto se aplicaba la pena a su cadáver.
Durante el siglo XVIII irán desapareciendo los autos de fe como tales. Ya no serán estos acontecimientos populares y multitudinarios, sino que se convertirán en los llamados “autillos de fe”, normalmente con un solo acusado.
Hay un encarnizado debate historiográfico abierto en torno a la Inquisición. Hay expertos que opinan que no fue tan terrible como la fama que la precedió, ya que fueron pocos los que fueron condenados a la hoguera. Pero lo cierto es que el número de ajusticiados resulta menos relevante que el estado de terror permanente que provocó en la sociedad de estas épocas. El historiador Jaime Contreras ha estudiado más de cincuenta mil procesos inquisitoriales entre los años 1540 y 1700, que suponen tan sólo el setenta y cinco por ciento de los que tuvieron lugar en este período. En ellos ha constatado que más de cinco mil tuvieron como protagonistas a individuos acusados de judaizar. Vemos así que el problema de los conversos siguió patente durante mucho tiempo. En el año 1691 cuarenta y tres chuetas o judíos conversos mallorquines fueron condenados a la hoguera. La lucha contra los falsos conversos tomó un carácter preventivo, generalizándose el Estatuto de limpieza de sangre: era necesario presentarlo para acceder a cualquier cargo o institución pública.
Los encargados de elaborar estos informes eran los familiares de la Inquisición. Eran los ojos y oídos de la Inquisición, espías voluntarios encargados de vigilar, controlar y transmitir sospechas. No ganaban sueldo alguno por sus funciones, pero gozaban de un gran poder social y de una cierta impunidad. La Iglesia les garantizaba la indulgencia plenaria y, además, tenían algún que otro privilegio más mundano, como el derecho a llevar armas y a estar exentos de la justicia civil. Con el tiempo este cargo llegó a venderse para obtener recursos económicos.
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