viernes, 14 de mayo de 2010

La economía liberal

La economía liberal
1. La reforma tributaria de 1845
En primer lugar es preciso incluir aquí el impacto causado por el conjunto de ingresos y gastos del sector público a lo largo de tan dilatado período. En primer lugar, en el primer tercio del siglo, o sea, hasta la muerte de Fernando VII, el sistema tributario español eran una anárquica mezcolanza de viejas figuras impositivas heredades y de intentos reformistas, ya liberales -que la inmensa mayor parte de las veces quedaron en el papel-, ya absolutistas, como fueron los de Garay y de López Ballesteros, que mientras perviviese el Antiguo Régimen no era posible efectuar una reforma tributaria moderna.
De 1833 a 1845 aparecen algunas figuras tributarias nuevas y, sobre todo, la primera desamortización de Mendizábal, con el fin de allegar fondos con urgencia para financiar la primera guerra carlista. De este modo, se creó una nueva base tributaria que se coronó, en cierta medida, con la reforma de los moderados de 1845 o reforma Mon-Santillán.1
El ejecutivo que llegó al poder en 1844, presidido por Narváez, emprendió una reforma tributaria impulsada por su ministro de Hacienda Alejandro Mon y que se basó en el Dictamen de una comisión en la que jugó un papel fundamental un hombre poco brillante pero admirablemente lógico y ordenado, Ramón de Santillán; la reforma estableció las bases del sistema fiscal vigente, rompiendo con los esquemas del Antiguo Régimen.
El sistema anterior mantenía regímenes distintos para el antiguo reino de Aragón, Navarra, País Vasco y el resto del territorio y se articulaba sobre una gran variedad de impuestos, en su mayor parte de origen medieval.
La reforma trataba de introducir los principios tributarios liberales: legalidad, suficiencia y generalidad e implantar un sistema fiscal unificado para todo el país y eliminar las trabas al crecimiento económico y así se suprimieron las aduanas interiores, los diezmos, la alcabala y los millones. En el nuevo sistema tributario se dio mucha más importancia a los impuestos directos que a los impuestos indirectos, la base del nuevo sistema estaba compuesta por cinco impuestos:
- Impuesto reales: contribución territorial (sobre el cultivo, inmuebles y ganadería), subsidio industrial y de comercio (derecho de patente y cuota proporcional).
- Impuesto sobre las personas: derecho de inquilinato.
- Circulación de bienes: derechos de aduanas, derechos de hipotecas.
- Consumo de bienes: derechsos de puertas, gravámenes de mercado
- Impuesto especiales: loterías, tabaco.
Junto a estos impuestos también tenían importancia destacada las rentas de aduanas y monipolios de tabacos y loterías.
El subsidio industrial y comercial suscitó numerosas protestas y dio lugar a un alto nivel de fraude. La Administración no estaba preparada para la gestión de este nuevo sistema tributario y ésta se encomendó a los ayuntamientos y a los gremios, utilizándose el sistema de reparto de cupos. Más protestas aún suscitó el derecho de consumos (entrada de artículos en la ciudad, o su venta en el los mercados) que perjudicaba a las clases más modestas y que pronto se hizo muy impopular.
La reordenación tributaria fue la base de la recuperación de la Hacienda durante el reinado de Isabel II y la que hizo posible por tanto el desarrollo de las obras públicas y de las disponibilidades en general. El sistema establecido en 1845, perduró hasta 1900, con algunas pequeñas transformaciones, en este año los problemas financieros derivados de las guerras coloniales, impusieron la reforma de Raimundo Fernández Villaverde.
Los resultados inmediatos de la reforma de 1845 fueron desalentadores, ya que, a pesar de aumentar lo ingresos de la Hacienda, el sistema implantado en 1845 fue insuficiente desde el primer momento. El problema surgió cuando los gastos del Estados subieron por encima de los ingresos, porque con el surgimiento del Estado liberal hubieron de asumirse nuevas funcioes (Administración, Justicia y Policía, Clero, Fomento, Deuda Pública y Defensa Permanente) desatendidas por el Estado del Antiguo Régimen.
El sistema establecido era muy suave en su presión tributaria. Se le ha calculado en sólo un 6 % para 1860. De ahí que se convirtiese, con rapidez, en uno muy consolidado. Sin embargo, era poco equitativo, y la necesidad de compensarlo, sobre todo en las ciudades, con impuestos sobre el consumo, originó revueltas populares continuas.

2. La ley de ferrocarriles de 1855
La implantación del ferrocarril representó una revolución tanto por la gran velocidad que alcanzaba como por la reducción del coste del transporte de mercancías y pasajeros. Una caballería podía transportar como máximo 120 kilos a una media de 4 km/h. Por el contrario, el ferrocarril era capaz de arrastrar varios vagones con unas diez toneladas de carga cada uno a una velociudad media de unos 20 m/h y durante mucho más tiempo.

2.1.- La construcción de la red
Cuando a mediados del siglo XIX se inició la construcción de la red ferroviaria en España, el atraso de los sistemas de transporte era notable con relación a otros países del continente. España contaba con menos de diez mil kilómetros de carreteras y caminos, ocho veces menos que Francia, y la densidad viaria era un tercio de la francesa.
El primer trazado ferroviario español fue inaugurado en 1848 para unir Barcelona con Mataró. A pesar de las multiples iniciativas anteriores, la construcción de una red amplia tuvo que esperar a la Ley General de Ferrocarriles, de junio de 1855. Esta ley abrió una etapa de intensa construcción, llegándose a tender unos 4.500 kilómetros entre 1856 y 1865. La crisis financiera de 1866 provocó el hundimiento de las acciones del ferrocarril en la Bolsa. Se inició entonces una fase de paralización de las construcciones, que se reemprendieron en el período de 1876-1885 con la construcción de unos 3.000 kilómetros de vía, y que continuaron en las primeras décadas del siglo XX.
La construcción del ferrocarril dependía de la protección del Estado, que ofrecía subvenciones a las compañías por kilómetro de vía férrea construido. Esto hizo que a menudo se planificasen trazados en función de la subvención más que de la viabilidad económica de la propia línea. Por otro lado, las grandes inversiones que requería la construcción del ferrocarril favorecieron la entrada de capitales extranjeros, especialmente franceses. De las cuatro grandes compañías ferroviarias existentes en 1869 en España, dos eran de capital exclusivamente francés, la tercera lo tenía en un 90% y sólo en una de ellas había una importante presencia de capital español.

2.2.- Las limitaciones de la construcción
Algunos de los aspectos de la Ley General de Ferrocarriles condicionaron la historia económica de España de los cien años siguientes. En primer lugar, se consolidó la estructura radial de la red ferroviaria española con centro en Madrid. Los motivos de esta decisión fueron inseparables del deseo de consolidar un Estado centralizado, articulado a partir de la capital. Un segundo aspecto controvertido fue el ancho entre carriles, que se fijó en una anchura mayor que la de casi la totalidad de las líneas europeas. La causa de esta decisión no fue, en contra de lo tradicionalmente señalado, dificultar otra hipotética invasión desde Francia. En realidad, los motivos resultaron de carácter técnico, ya que se pretendía instalar calderas de vapor más grandes y aumentar la potencia de las locomotoras para superar mayores pendientes. Sin embargo, adoptar un ancho de vía distinto al europeo fue un error muy grave, porque dificultó los intercambios por ferrocarril con el resto de Europa ya que obligaba a transbordar las mercancías en la frontera, con el consiguiente aumento de costes y tiempo.
El aspecto más controvertido de la ley fue la autorización, concedida a las compañías, para importar, libres de aranceles, todos los materiales utilizados en la construcción. El plazo de este permiso fue sucesivamente ampliado, con lo cual, hasta 1887, la importación del material ferroviario se realizó sin ningún tipo de gravamen. El aumento de la demanda sobre el sector siderúrgico o de maquinaria que la construcción de los ferrocarriles podría haber provocado, como ocurrió en otras economías europeas, no tuvo aquí lugar. Se frenó de este modo una de las consecuencias más positivas sobre la industria inducidas por el tendido de la red.

3. La industrialización
A mediados de siglo, el algodón dominaba el textil español, representando algo más del 60% del total del sector. Esta moderna producción algodonera desplazó, por su mayor calidad y menor precio, a la tradicional industria textil dispersa por España. De todas maneras, aunque el impulso del sector algodonero industrializó Cataluña, fue insuficiente para arrastrar al conjunto de la economía y dar paso a un proceso de industrialización generalizado en toda España.
Para comprender por qué España quedó rezagada en el proceso industrializador europeo deben tenerse en cuenta una serie de factores. En primer lugar, la escasa capacidad de compra de la mayoría de los consumidores españoles, que comportó una demanda insuficiente. Esta falta de demanda supuso, a su vez, costes más elevados y poco estímulo a la competitividad.
En segundo lugar, la escasez de fuentes de energía, por la falta de cursos de agua importantes para obtener energía hidráulica o por la mala calidad del carbón mineral, situó a la economía española en una posición de desventaja respecto a otros países europeos mejor dotados de fuentes de energía naturales.
En tercer lugar, la posición excéntrica de España en Europa constituyó un factor adverso para la expansión industria!. En una época en la cual los costes del transporte eran muy elevados, la distancia al núcleo central de la industrialización supuso una desventaja, que se manifestó tanto en la difícil adquisición de materias primas como en la comercialización del producto acabado.
Por último, hay que considerar las negativas repercusiones de la absorción de gran cantidad de recursos por la Hacienda Pública española. El hecho de que el Estado absorbiera cuantiosos recursos para hacer frente a sus gastos porque no tenía suficiente con los impuestos elevó los tipos de interés. Así, se encareció la financiación de las empresas y se desincentivó la inversión productiva en cualquiera de sus formas.

3.1.- La industria algodonera catalana
La expansión de la industria moderna en la España del siglo XIX se inició en Cataluña con el sector algodonero. La importancia de esta moderna industria textil reside en que desde su nacimiento fue un sector dedicado a producir para el mercado y no para el autoconsumo, a diferencia de la inmensa mayoría de las actividades manufactureras entonces existentes. En el resto de España, la actividad industrial no experimentó el mismo proceso de modernización.
A mediados del siglo XVIII ya existía en Cataluña una importante manufactura dedicada a la producción de indianas (tejidos de algodón vistosamente estampados). Los primeros cambios se iniciaron hacia 1780 cuando empezaron a introducirse las nuevas máquinas de hilar inglesas que estaban revolucionando la producción en aquel país (spining jenny, mulé jenny).
La consolidación de la moderna industria algodonera tuvo su impulso definitivo a partir de 1802, cuando se prohibió la entrada en España de algodón hilado, aunque este inicial crecimiento de la industria textil catalana se viera frenado por la desarticulación de los mercados durante la Guerra de la Independencia (1808-1814).
Después del conflicto, y a pesar del inicio casi inmediato de la emancipación de las colonias y de la interrupción del comercio colonial, el ritmo expansivo de la producción se reanudó con rapidez, indicio claro de que su principal mercado era el interior. A partir de 1830, y durante los decenios siguientes, el ritmo de avance de la industria textil fue elevado, como lo demuestra el crecimiento en la importación de materia prima.
En 1833 se instaló la primera máquina de vapor y la mecanización conoció un buen impulso, aunque fue más rápida en la hilatura que en el tejido. Así, mientras en 1861 los husos mecánicos habían sustituido completamente a los manuales, la mecanización de los telares era limitada y no alcanzaba el 50% del total.
Una de las causas de esta rápida mecanización de la hilatura fue la escasez relativa de mano de obra derivada de la incorporación al mercado laboral de las generaciones menos numerosas nacidas durante la Guerra de la Independencia. Esto hizo aumentar el coste del trabajo. El abaratamiento relativo del capital y el aumento de los costes laborales impulsaron la mecanización. Esta mecanización supuso una notable disminución de los costes y también de los precios de venta, lo cual estimuló una mayor demanda.
Esta fase del crecimiento del sector textil sólo se vio interrumpida durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos (1861-1865) a causa de las dificultades para proveerse de materias primas (hambre de algodón). Pero a partir de 1874 se inició una nueva fase expansiva que vino marcada por la mecanización del tejido

3.2.- La siderurgia
Los primeros intentos de crear una siderurgia moderna se desarrollaron en Andalucía, y más concretamente en Málaga. En 1826, Manuel Agustín Heredia, una gran exportador de vinos y aceites, intentó desarrollar la siderurgia moderna explotando el hierro de Ojén, cerca de Marbella. La producción de sus empresas condujo a la hegemonía andaluza por espacio de treinta años. Sin embargo, esta primera tentativa fracasó por la dificultad para adquirir carbón de coque y por el uso de carbones vegetales. Esto comportó unos elevados costes de de producción que hicieron insoportable la competencia de zonas que se podía abastecer del mineral más fácilmente. De este modo, la siderurgia malagueña entró en declive en la segunda mitad del siglo XIX.
Así, la existencia de yacimientos de hulla en Asturias, convertía a esta región en el centro siderúrgico de España entre 1864 y 1879. Hay que tener en cuenta que para la obtención de una tonelada de hierro laminado se precisaban siete de hulla por tres de mineral de hierro, lo que favorecía la localización de la siderurgias cerca de las zonas carboníferas. La producción asturiana creció con rapidez y, aunque se mantuvo en valores absolutos muy modestos, no perdió su hegemonía al ser, en ese momento, la única zona de España en disponer de carbón mineral.
Pero, a partir de 1876, la llegada de coque galés más barato a Bilbao, como contrapartida de la exportación de mineral de hierro, condujo a la consolidación de la siderurgia en Vizcaya. Eso comportó la pérdida de competividad de las empresas asturianas con costes muy superiores por el uso del coque de escasa calidad obtenido a partir de hulla autóctona.
En resumen, la producción siderúrgica experimenta tres etapas:
Inicialmente se localiza en Andalucía (Málaga y Sevilla), porque había minas de hierro (1833-60)
Llega un momento en que por falta de recursos se ponen en explotación las del norte, en zonas como Asturias (1860-76)
Debido a la competencia de otros países el carbón de Asturias resulta caro y se localizará posteriormente en el País Vasco, a partir del año 76.
España, aunque va contando con un sector industrial sigue siendo un sector eminentemente agrario. Las actividades alimentarias suponen un 56% de las actividades industriales. El problema será la escasa demanda interna en comparación con otros países. Es el Estado el que absorbe recursos y encarece la financiación de empresas, por lo que hay poca inversión.

1 comentario:

  1. No resuҺlta sencillo encontrar articulos correctamente redactadοs, pߋr lo
    tanto me alegrߋ de darte las grɑcias.Un saludo.



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