TEMA 1: EPISTEMOLOGÍA
Y PROBLEMAS DEL CONOCIMIENTO HISTÓRICO.
Va a abordarse el temario desde un punto de vista atemporal
o filosófico y con un alto contenido especulativo.
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Concepto de
historia:
a) Diccionario
María Moliner: conjunto de todos los hechos ocurridos en tiempos pasados.
b) Diccionario
RAE:
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narración y exposición verdadera de los acontecimientos
pasados y cosas memorables. Relación de sucesos, hechos o manifestaciones de la
actividad humana.
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Conjunto de sucesos referidos por los historiadores.
c) Diccionario
de Manuel Seco.
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historia es sucesión de los acontecimientos pasados de
la humanidad.
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Cosas notables o curiosas del pasado dignas de ser
contadas.
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Ciencia que estudia y relata la evolución o sucesión de
los acontecimientos pasados.
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Narración ordenada de los acontecimientos pasados de la
humanidad.
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Narración, relato, sea real o ficticio.
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Suceso verídico frente a narración legendaria.
-
Cualquier asunto o cuestión.
Acudiendo a los historiadores hay tantas definiciones como
tendencias historiográficas, algunas de ellas incompatibles.
-
Prof. Fontana: la historia es una ciencia para conocer
el pasado, comprender el presente y transformar el futuro.
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Escuela de los Anales (Bloch): la historia es el
conocimiento del hombre en sociedad a lo largo del tiempo.
Por un lado, la historia ha podido contemplarse en un
sentido amplio, extenso como el conjunto de los hechos, de las cosas humanas
que han ocurrido en el pasado. Otros defienden una posición restrictiva; para
ellos la historia sólo se ocuparía de algunas cosas que ha ocurrido. Luego la
historia es una construcción intelectual porque es capaz de discernir y
conlleva una selección que incluya cosas verdaderas (que pueden ser
comprobadas; excluye lo legendario y lo no demostrado) y memorables (dignas de
ser recordadas). Todo esto implica adoptar criterios para la selección:
veracidad y ser memorables serían criterios consensuados.
Dicha operación intelectual también implica ordenación, por
lo menos cronológica. La ordenación también debe ser jerárquica en función de
su importancia y trascendencia. Por último también conlleva narración, plasmada
de una forma literaria.
Este acto lo realiza un historiador y por lo tanto entra un
factor de subjetividad. Lo hace comunicando los hechos de una forma
comprensible.
La historia, simplificando, sería un concepto semánticamente
ambivalente:
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historia entendida como los hechos acaecidos en un
tiempo pasado.
-
Historia entendida como reconstrucción, interpretación
y exposición de esos hechos.
En el primer caso, para algunos autores, serían la materia
de la que se compone la historia. La historia es lo segundo, el proceso de
conocimiento y acceso a ese pasado. Es por lo tanto un proceso intelectual,
epistemológico que cuando llega el historiador, decide cómo es ese pasado sin
reconstruirlo o recrearlo. De las formas que ha ido adoptando el proceso
intelectual de reconstruir el pasado es de lo que se ocupa la historiografía.
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Finalidad y
utilidad de la historia.
Tiene una finalidad esencial, conocer el pasado para
comprenderlo y de esa forma comprender el presente y poder actuar sobre el
futuro. Conocer es un proceso previo a la utilidad que le demos a ese
conocimiento. El historiador sabe que conocer el pasado tiene una utilidad
social. Pero conocer el pasado no es algo simple sino que conlleva una
complejidad porque los mecanismos, métodos y reglas del conocimiento han
variado mucho con el tiempo. Por eso ese conocimiento no tiene porque serlo
para otra generación.
El carácter científico de la historia es objeto de debate.
El pasado lo conocemos por las huellas que ha dejado y a
través de ellos construye el objeto
de estudio, de modo que ni el conocimiento es del todo científico ni el pasado
puede ser del todo conocido. Esto supone una contradicción con la definición de
historia.
“Comprender” el pasado ha estado sujeto a muchas
modificaciones. Trataba de comprenderse porque no se podía reconstruir para
discernir mejor el bien del mal. También desde el punto de vista político
(buscar lecciones morales en el pasado) para legitimar posiciones políticas,
sociales o ideológicas.
“Actuar” sobre el futuro es buscarle una utilidad social.
Por un lado el conocimiento histórico (con sus limitaciones) puede ser
indispensable para la comprensión, explicación y el tratamiento práctico de fenómenos
singulares del presente porque le conocimiento histórico trata de descubrir las
causas remotas y el desarrollo de estas causas. También la historia puede
suministrar categorías y modelos teóricos y conceptuales que pueden ser útiles
para una mejor orientación de grupos sociales o individuos en el presente
social y en el presente político. La historia proporciona una reserva de
conocimientos, nociones, experiencias, etc, que, sin ser un recetario de
aplicación obligada, sí sirve de instrumento de análisis para afrontar los
problemas.
El recuerdo histórico del pasado puede ser importante a la
hora de legitimar determinadas posiciones sociales y políticas de cualquier
tipo ya sean de carácter estabilizador o revolucionario.
La historia tiene por objeto mostrar el presente como
consecuencia del pasado luego incide en el cambio, no en la permanencia. Por
eso puede contribuir como ciencia social a generar actitudes sociales y
políticas saludables que aceptan la realidad no como algo necesario, inevitable
o excluyente sino como la consecuencia de un determinado devenir. Contribuye a
eliminar la idea de determinismo.
La historia ha de prestar atención a estos movimientos que
han quedado aparcados en una sucesión lineal de los acontecimientos.
En la medida que la historia se ocupa de lo particular y en
la medida en que lo hace, contribuye a educar para el pensamiento concreto y de
esa forma solventar los problemas presentes. La historia puede contrarrestar
una inclinación a comprender la realidad bajo principios de totalidad y
generalidad. También podemos admitir como función social de la historia como
objeto de ocupación y de ocio por su capacidad de proporcionar placer.
-
El historiador y
el objeto de la historia.
El objeto no puede ser la reconstrucción íntegra del pasado.
Tampoco puede considerarse que el pasado sea una realidad objetiva, que sea
independiente del proceso de conocimiento de ese pasado. El pasado no existe
hasta que no se ocupa de él el historiador, de modo que los hechos del pasado
hablan por sí mismos. Es la decisión del historiador lo que crea el hecho
histórico. Esta cuestión plantea, pues, la imposibilidad de escapar al
subjetivismo que es inherente al conocimiento histórico, entendido no como
parcialidad sino como consecuencia de la imposibilidad del historiador de
operar en el vacío, en un ambiente determinado.
Otro elemento es que realmente la única realidad histórica
sería el discurso o la narración, el pasado como construcción de nuestra mente.
El historiador no puede evitar la doble dirección de la
relación. Hay interrelación mutua entre el historiador y los hechos del pasado
y su visión también influye en cuáles son los hechos memorables.
La historia se ocupa de la dinámica de las sociedades
humanas en el tiempo, este sería su objeto más consensuado.
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La historia como
ciencia.
La actividad intelectual del historiador es racional ya que
opera con arreglo a un método con el uso de la razón. Además debe tratar
también de colocarse en la mente de los hombres del pasado. Debe evitar el mal
del “presentismo” con los juicios de valores del presente, enfocar el análisis.
Por lo tanto se deben conocer los sistemas de valores de cada época; evitar el
presentismo es evitar el eurocentrismo sin embargo debe evitarse también una
compenetración excesiva con esos valores, mantener un distanciamiento
intelectual, no pudiendo compartir esos valores pasados.
El método del historiador debe tener en cuenta todas estas
cuestiones. Método racional y que se puede considerar científico.
El concepto de ciencia tiene variaciones en cada momento y
es un concepto heredado de la época de la revolución científica y que se basaba
en que, a partir de la experiencia y de casos particulares y su inducción,
elaborar las leyes generales. Debía además ser capaz de predecir; posibilita la
experimentación y reproducción de las condiciones y las relaciones entre las
cosas, siendo esencial la predicción.
Hoy en día el concepto es más flexible. Se sustituye la
certeza de la predicción por la posibilidad de que se produzca tal cosa. El
concepto de ciencia tiene más que ver con la probabilidad que con la certeza.
Además, las cosas tienden a ocurrir regularmente de un modo, no ocurren
necesariamente.
Otro aspecto es el conjunto de reglas de carácter general
que comparten los profesionales de una disciplina y que utilizan como
estrategias para alcanzar los objetivos del conocimiento que se proponen.
Hay dos tipos de ciencia que observan los teóricos:
-
monotéticas: explican las leyes que rigen el
funcionamiento de las cosas que nos rodean. Físicos naturales, etc.
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Ideográficas: se ocupan de comprender los fenómenos
singulares o irrepetibles que afectan al hombre o están protagonizados por él.
Son la Historia, Economía, Derecho, etc.
Hay, sin embargo, argumentos en contra del carácter científico
de la ciencia:
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no existe un acuerdo compartido acerca de los
principios que rigen el comportamiento humano. No hay acuerdo en cuáles son los
criterios de comportamiento que será por lo tanto impredecible. La Historia es
comportamiento humano, de modo que una disciplina que se ocupe de esto no puede
ser una ciencia.
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no existe un método común y universal de investigación
de los hechos del pasado y de validación de los conocimientos adquiridos por
los historiadores.
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Imposibilidad de la objetividad del historiador luego
la Historia tampoco puede serlo y por tanto no es ciencia.
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La Historia no es más que un discurso que elabora un
historiador y eso es lo único comprobable. El discurso utiliza lenguajes,
categorías analíticas, tendencias historiográficas, discursos, etc, que no son
aceptados por la totalidad de los profesionales que se dedican a la Historia.
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La Historia no puede predecir el futuro y por ello hay
que desconfiar ya que ese análisis no serviría para aplicarlo a otros casos.
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En la Historia a veces ha sido protagonista, al azar,
lo contingente, lo imprevisto, luego la Historia a veces no se ocupa de lo
necesario sino de lo contingente y por ello no puede ser ciencia.
También hay argumentos a favor de considerar la Historia
como ciencia:
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acudiendo al método crítico que emplea la Historia y
que consiste en una serie de reglas procedentes de aplicar la metodología
racional y crítica, que parte de una hipótesis, que recoge datos sometidos a la
crítica para confirmar su veracidad, se propone una interpretación y se
elaboran conclusiones.
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la Historia se basa en la razón y en la experiencia que
supone el quehacer de los historiadores a lo largo del tiempo y que aporta
forma de verificar datos y afirmaciones que deben estar documentadas.
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Este método incluye también la posibilidad de elaborar
modelos teóricos capaces, no de establecer leyes, pero sí de explicar las
relaciones entre los hechos y de ser contrastados para que sean formas de
análisis de casos similares. El historiador capta posibles irregularidades en
la evolución histórica donde también interviene el azar.
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El conocimiento histórico debe ser capaz de discernir
verdades y lo que no lo son a pesar de que éstas a veces son relativas, a
partir de criterios racionales basados en el método crítico. Aunque no puede
ser del todo objetivo debe intentar alcanzar la objetividad aunque nunca lo
vaya a conseguir.
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En el gremio de historiadores sí es posible alcanzar
acuerdos acerca del valor de la producción historiográfica para validar lo que
es científico y lo que no. En definitiva lo que importa es el rigor.
- La historia y las
ciencias sociales.
La Historia comparte con otras
disciplinas o ciencias que también tratan del hombre el interés por el hombre,
el interés por explicar su comportamiento. Pero se diferencia de todas las
demás ciencias sociales en que tiene peculiaridades o connotaciones. En ese
intento de explicación del comportamiento humano el historiador tiene que
atender a todas las facetas de ese comportamiento y además con un criterio
integrador. El método científico debe rechazar cualquier tipo de reduccionismo
entendido como la formulación de generalizaciones universales a partir de una
serie de variables entre las que hay una jerarquía, la última de las cuales,
que es una variable independiente, pueda ser conocida.
Las predicciones del historiador
no pueden ser entonces precisas. El historiador debe intentar tratar los hechos
como una red, debe percibir su estudio como una red en la que todo está
interconectado y con una relación mutua y multidireccional. Debe tenerse en
cuenta que en esa relación debe haber una jerarquización. Todos los hechos no
son igual de importantes y esa red no es por lo tanto homogénea.
El historiador no debe prescindir
de la teoría para tejer esa red. No puede ignorar las generalizaciones porque
se esté explicando algo concreto. La relación del historiador con la
generalización es diferente con respecto a otras ciencias sociales. El
historiador debe tratar de insertar la generalización dentro de la narración de
hechos concretos y no al contrario.
El historiador no debe tratar de
confirmar una hipótesis de partida subordinando a su confirmación la narración.
En realidad su conocimiento opera de algún modo a la forma en que lo hace un
geólogo porque conoce el resultado final reconstruyendo el proceso a través de
los indicios. Tiene que explicar la dinámica de las cosas a diferencia de otras
ciencias sociales.
El historiador se ocupa de algo
que ya no existe, que ya pertenece a la imaginación y no se puede observar
directamente, lo que la limita. El horizonte de la Historia es la totalidad del
comportamiento humano pero sin posibilidad de observar la realidad. El
historiador debe ser consciente de la imposibilidad de alcanzar ese horizonte y
todo tipo de indicación histórica sería parcial en parte porque no se pueden
dominar todas las técnicas y métodos de investigación que han desarrollado las
diferentes ciencias sociales y porque el objeto de la Historia es disperso y
con muchas vertientes, algunas de ellas sin posibilidad de acceso.
Debe tenderse, sin embargo, a la
totalidad y a la integración para lo que hay que desarrollar
interdisciplinariedad o capacidad para relacionarse con otras disciplinas
aplicando los métodos de análisis. También debe tender a superar cualquier
explicación monocausal de la cual dependan las demás. Debe aspirar a conocer de
la sociedad o de los hechos mucho más que los propios protagonistas. Esto puede
conseguirse por dos razones: porque maneja más datos y sabe qué ocurrió después
y por la distancia del observador.
Cuando se trata de elaborar esa
visión integradora trata de ofrecer ese cuadro donde se sintetizan los
principales elementos de análisis, no puede ser por acumulación o suma sin más
de aspectos de todo tipo. Lo que importa es el Todo. Lo importante es la
interrelación, no la acumulación.
-
La
historiografía.
Cuando la Historia trata de reflejar el pasado lo ha hecho
desde sus preocupaciones, intereses y condicionantes de todo tipo. Cada época
mira el pasado en función de lo que preocupa e interesa en esa época.
El historiador no se relaciona directamente con el objeto de
su estudio sino mediatizado por elaboraciones de ese pasado que han hecho otros
colegas.
La historiografía se define como conjunto de escritos,
discursos y publicaciones que la tradición investigadora ha ido reuniendo sobre
diferentes temas a lo largo del tiempo. Se ocupa de la actividad de los
historiadores a lo largo del tiempo.
Es necesario acudir a ella para evitar errores que se han
cometido en el pasado y aprovechar la investigación previa, mejorar datos e
incluir nuevos enfoques y perspectivas y porque nos permite introducirnos en la
mente de los hombres del pasado. Por esto la historiografía es también una
fuente.
También tiene peligros acudir a la historiografía porque
puede condicionarnos la perspectiva histórica en la medida que nos contaminamos
de conceptos, elaboraciones teóricas o doctrinales, métodos, etc, que no
siempre han sido correctos. Se corre el riesgo de acumular tantos datos que nos
perdamos en temas triviales.
TEMA 2:
PLANTEAMIENTOS DE LA HISTORIA GRECOLATINA.
-
Origen de los relatos históricos.
Podemos suponer que el origen del relato histórico se
remonta incluso a sociedades que no conocían la escritura. Donde hubiera
sociedades humanas organizadas habría conciencia histórica y necesidad de
relatar el pasado, sin embargo, esos relatos se transmitirían de forma oral de
generación en generación. La conciencia del pasado comunitario debía ser
inevitable, lógica y consustancial al hecho de la existencia de instituciones,
intrínseca a valores e ideas, ceremonias y formas de relacionarse con otras
sociedades.
Los grupos humanos han tenido una necesidad de tener una
conciencia con una función de carácter social, como medio de identificación y
orientación de la comunidad. También porque los grupos humanos tienen la
necesidad de explicar sus orígenes, legitimar su existencia, lo que consigue
elaborando genealogías que los vinculan con el pasado o catálogos de
predecesores de los que se consideran herederos. Son formas de vincularse con
antepasados remotos que eran los fundadores de esa sociedad en una época en que
la realidad se confunde y funde con la ficción, cuando viven los héroes de los
que proceden y que incluso pueden descender de dioses.
El pasado también responde a la necesidad de justificar y
transmitir lo que cada sociedad considera importante para su estabilidad, lo
que le otorga una función social y didáctica. Del pasado proceden las técnicas
que conocen, la sabiduría, las tradiciones que permiten la reproducción de la
sociedad, la supervivencia del grupo.
Para esta conciencia temporal es posible distinguir entre
las épocas más remotas, más distantes y un pasado más reciente. El pasado
remoto se refiere al origen mítico de la sociedad. El pasado reciente es más
cercano, es un tiempo con otra lógica, más vinculado al presente. Es el tiempo
que han conocido los mayores y aun podrían quedar testigos.
En los orígenes siempre está el mito, la tradición, etapa en
la que se mezcla lo real y lo fantástico. No trata de aproximaciones a la
verdad histórica pero tiene otra función. Tiene una función de conservación de
las estructuras vigentes, legitimadora, justificadora y explicativa. Al
pensamiento mítico no se le puede exigir racionalidad ya que no es esa su
finalidad. No hay investigación histórica y no importa la falsedad porque no se
puede demostrar.
Con la aparición de la escritura esto cambia porque se puede
superar la fragilidad de la memoria individual o colectiva que ahora se fija
por escrito. Permite transmitir a generaciones sucesivas la memoria en otras
condiciones. Será más factible la aparición de la narración histórica para
narrar acontecimientos del pasado.
Habría que fijar su aparición en Egipto o Mesopotamia. En Egipto
ya hay pruebas de una conciencia histórica aún similar al mito pero que revela
una actitud que preludia el campo de la historia. Destaca la estela de Palermo
(IV dinastía, 2350 a.C.) donde se recoge una lista de reyes egipcios con su
nombre y sucesos acaecidos en sus reinados. La finalidad, probablemente era
doble: dejar constancia de la gran antigüedad de la monarquía egipcia y
legitimar su poder basado en dicha antigüedad. También tuvo una función más
pragmática de carácter administrativo en la medida que podía utilizarse como
sistema de datación.
En Egipto también hay otras manifestaciones: inscripciones
donde se registran campañas y éxitos militares de los faraones que fueron
memorables o también otros acontecimientos como las inundaciones del Nilo o sus
particularidades.
Lo mismo se puede decir de las culturas mesopotámicas en
cuyos escritos hay mezcla de sucesos religiosos o mitológicos ligados a otros
de carácter dinástico. Hay listas de reyes con una función dual: legitimadora y
explicativa. Destacan las Crónicas de Babilonia, del siglo VIII a.C., en las
que se narran sucesos políticos y religiosos con un orden cronológico. Son
narraciones que revelan cierta objetividad y donde los hechos no religiosos
también se tratan con una cierta autonomía de la acción divina. Pudieron
obedecer a un encargo real para elaborar hazañas militares. También en estas
crónicas aparecen otros motivos como la construcción de obras públicas, que
también tenían una función legitimadora para la grandeza del poder real. También
hay otras inscripciones en templos y palacios de estas culturas.
En la cultura hebrea destaca el Antiguo Testamento, del que
una parte se considera hecho histórico y contiene un relato de los orígenes del
mundo y una recopilación de las tradiciones del pueblo judío. La preocupación
por el pasado en el pueblo judío es casi un precepto de la religión hebrea. El
Antiguo Testamento recoge acontecimientos, tradiciones, mitologías relativas
también al pueblo egipcio y a las civilizaciones mesopotámicas. Aparecen
elementos comunes a muchos cultos de la antigüedad y recurrentes como la
Creación, el Diluvio o la conciencia del pecado. La concepción del tiempo que
se tiene en el Pentateuco es lineal, aspecto no tan claro en otras culturas del
Próximo Oriente. La historia tiene así un principio y un final. Vinculado al
origen aparece el desarrollo del pueblo hebreo como el elegido.
La historia de la humanidad en el Antiguo Testamento es una
revelación gradual del plan divino lo que implica una concepción teológica o de
historia dirigida por Dios. La historia así se desarrolla como un continuo
donde se pueden fechar los acontecimientos, obsesión del cristianismo durante
el comienzo de la Edad Media. El Antiguo Testamento también establece una
relación entre el poder y la historia. Los gobernantes representan e
interpretan la voluntad divina. No cabe autonomía con respecto al elemento
divino. No por esto toda la información debe ser ignorada ya que hay hechos que
sí han podido ser comprobados.
El comienzo de la historia habría que buscarlo sin embargo
en la Grecia clásica entendida como un relato sujeto a pautas racionales, como
una actividad que busca desligarse del mito, como un intento sistemático de
construir un relato racional que de algún modo puede verificarse. Sin embargo,
en Grecia también hubo un período con características similares a las de las
culturas antes mencionadas y en el que predominó el mito. El mito es un relato
tradicional que refiere la actuación memorable y ejemplar de unos personajes
extraordinarios en un tiempo prestigioso y lejano. En Grecia el mito tiene una
función muy clara: haría inteligible el pasado, trataría de dotar a ese pasado
de un sentido y para ello selecciona hechos, no hace un inventario, y concentra
ese pasado sólo en algunos fragmentos. El mito ha de tener permanencia y un
relieve universal. También se concibe como el gran maestro de todo lo
concerniente al espíritu: moralidad, buenas costumbres, conducta, etc. y
proporciona información sobre la sociedad, civilización o raza de la que se
trate (organización política, sociedad, etc.). Los hechos que recoge el mito
pertenecen a un pasado incierto y aislado, no mensurable. El mito no presupone
la idea de un tiempo lineal. No hay que buscar ese hilo que nos lleve a tiempos
remotos. La cronología no es mensurable, no hay fechas que deban recordarse e
incluso se habla de personajes por los que no pasa el tiempo. Se transmite de
forma oral para ponerse por escrito más tarde. Esto también implica una
recreación de esos conocimientos, es decir, el mito se recrea con la
transmisión transfiriéndose porque se trata de responder en diferentes
sociedades a necesidades que varían. De esta forma el mito incorpora elementos
de otras tradiciones y se va creando una “versión oficial” o “autorizada” de
mito, que es la aceptada, ha de transmitirse tras fijarse en la memoria y se
adapta a las necesidades de los grupos dominantes de las sociedades. Sirve así
para acrecentar el prestigio de unas elites y legitima estructuras. Lo que
importa para el mito es que sea aceptado por la comunidad y que proporcione
respuestas.
Los grandes historiadores griegos no se desprenden del todo
del mito. Cuando empiezan a escribir historia lo hacen, en cierto modo, para
diferenciarse de los “bárbaros” autoaplicándose la denominación de
“civilizados”. Esto les llevó a contraponer ambos modelos lo que va paralelo al
desarrollo de la ciudad como marco político y por ello no debe inferirse una
vocación nacionalista griega. Vinculado a este aspecto también destaca cierta curiosidad
por los bárbaros, a los que intentan descubrir para entender lo que ellos
consideran exótico. También se ha mencionado el interés de las familias nobles
y sacerdotales que buscan legitimar, mediante la reelaboración del pasado, su
hegemonía en las poleis. Todo se
produce en un contexto de explosión cultural y de conciencia cívica que tiene
su reflejo en las poleis.
Hay autores que vinculan la consistencia del relato
histórico con la creación de una nueva conciencia política que se generaba en
algunas poleis tras una ruptura del
equilibrio tradicional provocado por la sustitución de unas elites por otras de
carácter comercial. Esto creaba una nueva conciencia que reclamaba estudiar el
pasado con mayor racionalidad. También se ha relacionado con cambios religiosos
vinculados a la influencia de las religiones orientales.
A partir de los siglos VII-VI a.C. se contempla el pasado de
forma que se anuncia el relato histórico bastante desligado de la mitología. El
grupo que inicia esta tradición es el de los logógrafos, grupo de escritores
anteriores pero ya cercanos a Heródoto, que narran sucesos pasados y en los
cuales apartan, sin conseguirlo, el recurso final a los mitos. Destaca Hecateo
de Mileto (s.VI a.C.) que también describe territorios lejanos y relatos que
trata de efectuar de acuerdo con el sentido común. Se conocen sobre 30 nombres
de logógrafos aunque no sus obras.
-
Heródoto (485-425 a.C.): considerado como el padre de
la historia. Como explicación o narración su obra queda reflejada en los 9 libros
de la historia que trata sobre las Guerras Médicas, entre griegos y persas.
Supera a los logógrafos pero aún no se despoja del mito. Todavía hay presencia
de la intervención divina y aparecen hechos sobrenaturales pero predominan las
explicaciones racionales o humanas. En su visión del pasado hay determinismo
ligado al capricho de los dioses, a su voluntad. El curso de la historia
también estaba ligado a esta voluntad. Hay un interés mayor por la cronología,
por datar y proponer fechas.
Los sistemas de datación son
distintos a los actuales y hay referencias a las Olimpiadas. Heródoto persigue
este interés cronológico en un tiempo reciente. Al ocuparse de los tiempos
remotos desaparece el interés de datar esos hechos y recurre a los mitos
griegos. Distingue entre tiempo mítico y tiempo de los hombres y es éste el que
quiere datar. Al relato le interesa también las causas de los acontecimientos
(cómo y por qué) o la historia explicativa. No se contempla como una colección
de acontecimientos sino que se trata de entrelazar esos hechos. Introduce la
racionalidad y la explicación lógica con las pruebas de las que disponga.
También usa el criterio de veracidad, descartando los hechos que son falsos.
Procura diversificar las fuentes de información y no conformarse con la primera
noticia, es decir, coteja con otras fuentes complementarias. Su obra se recrea
en detalles o anécdotas, algunos demasiado concretos. Será muy conocido, sobre
todo por sus intervenciones orales explicando aspectos de Grecia. Esto explica
que no pudiese despejarse con facilidad del mito, algo agradable al oído del
público. Presta bastante atención a lo accidental, a lo subjetivo del
comportamiento humano, los deseos. También atiende a las costumbres de los
pueblos, de las civilizaciones, instituciones y regímenes políticos. Heródoto
no olvida a los bárbaros, a los extranjeros. Describe otras tierras, otros
lugares refiriéndose a elementos geográficos de otras zonas.
“El objeto de la historia es
describir los hechos pasados para no olvidarlos, sus causas y valorar el
pasado. Si escribe el pasado es para que el tiempo no borre las acciones
humanas realizadas por los griegos y los bárbaros”. Esta puede ser la intención
de una historia universal.
Sus fuentes de información las
valora, prefiriendo la observación directa que tiene sus límites. En segundo
lugar, la narración de los testigos presenciales. Acude a documentos. Están los
de los poetas y los logógrafos, pero no puede creerse todo lo escrito allí.
Pudo manejar registros escritos generados por las instituciones.
-
Tucídides (460-395 a.C.): es de una generación
posterior a Heródoto, al que conoció y criticó, considerándole un logógrafo. No
le desprecia, pero se cree superior a él porque piensa que su historia es mucho
más racional y científica. Su obra es “Guerras
del Peloponeso”. Tiene una conciencia de centrarse en el tiempo de los
hombres y desentenderse del tiempo remoto o de los mitos. No los niega,
simplemente no le interesa. Su preocupación es investigar las causas de los
acontecimientos del pasado y si es reciente mejor. Distingue dos tipos de
causas:
a) superficiales
o agravios: se manifiestan de forma evidente cuando tratamos de entender lo que
ocurre. Pueden ser lejanas en el tiempo y no inmediatas.
b) Razones
profundas: las ocultas. Pero no buscarlas en el encadenamiento de unos hechos
hacia atrás. Es lo que más le interesa. Son las razones que hay en la
naturaleza de las ciudades, de los pueblos, de las sociedades o aquellas que no
muestran fácilmente.
Otro elemento es la voluntad clara de contrastar sus
informaciones. Con mayor espíritu crítico no se conforma con las primeras
informaciones que recibe y selecciona aquéllas más lógicas y acordes con el
sentido común. Busca un acercamiento a la veracidad.
Tiene interés por la historia contemporánea, ese tiempo más
reciente porque el lejano ofrece pocas garantías de certidumbre y porque los
hechos más recientes permiten entender mejor lo sucedido en el presente. La
explicación de este pasado inmediato trata de conocer los principios o criterios
por los que se rigen sociedades, estados o sistemas políticos.
También hay reflexiones de carácter moral, guerra o paz.
Otro rasgo nuevo es la atribución a los personajes históricos de reflexiones,
pensamientos o argumentos. Así deduce que es la mejor forma de entenderlos, aún
siendo pensamientos de Tucídides, con lo que inaugura una nueva forma o método.
En Grecia ocurre un declinar de la Historia en los siglos IV
y III a.C. No fue por falta de historiadores sino por el nivel científico y la
categoría analítica de esos escritores. Se conocen cerca de 100 nombres de
eruditos que escribieron acerca de la Historia, de los que algunos gozan de
reputación, sin embargo aportan poco a la disciplina aunque sí datos. Sucede
una paulatina desaparición de la idea de ciudad griega, lo que hace retroceder
la idea de historicidad como reflejo de la crisis del ideal de la polis griega.
También se propone que en esta época el panorama intelectual está dominado por
otras ramas del conocimiento como la filosofía, la política, la ética, la
elocuencia y la retórica, disciplinas que son aceptadas y sobrepasan el
protagonismo hasta entonces de la Historia. Ésta se consideraba como una rama
del conocimiento que abordaba hechos concretos, luego el discurso histórico era
una sucesión de actos humanos contingentes o intrascendentes. Se le daba pues
un sentido despectivo y se tendía a hacer hincapié en valores más universales,
eternos e inmutables, más propios de la metafísica, de modo que las reflexiones
sobre lo humano es lo que proporcionaba saber de carácter general. De este
modo, para extraer consecuencias generalizadoras, se acude sobre todo a la
política más que a la historia, que alcanza una gran significación con Platón y
Aristóteles. La Historia se asocia a lo particular y anecdótico relacionándola
con la poesía, se hace retórica y vuelve a llenarse de fábulas y leyendas con
personajes maravillosos y retrocediendo con respecto a la época de Tucídides.
La Historia aparece lastrada por una concepción filosófica según la cual sólo
proporciona un conocimiento marginal porque no llega a conocer la esencia de
las cosas. Los historiadores se dejan seducir por la tentación retórica,
interés por el arte oratorio y se confunden con los oradores (hay incluso
concursos). El pasado se veía como un almacén de conocimientos y hechos
concretos a los que se acude para alcanzar la brillantez. Proporciona cultura
general que debían conocer los buenos oradores, que dramatizan situaciones y
dibujan perfiles que se acentúan en función del gusto del público. Los
historiadores también caen en la tentación política o la historia concebida
como actividad cuya finalidad es proporcionar argumentos para legitimar
posiciones políticas. Así se relatan hechos o biografías usadas para una idea
política. La tercera tentación es la ética, que se manifiesta, abordando el
pasado para detectar comportamientos detestables moralmente. La Historia enseña
lo que es bueno y malo.
No hay que olvidar el posicionamiento respecto a la Historia
de los grandes intelectuales (Platón y Aristóteles), a la que se refieren
concediéndole poca importancia e incluso ironizándola, como Platón. Sin embargo
él también acudía al pasado para obtener información leyendo a los
historiadores pero con la finalidad de poner los acontecimientos al servicio de
la filosofía política. Tampoco lo hace con mucho rigor, muestra de su baja
consideración por la Historia. Esta actitud tuvo una influencia negativa en la
consideración hacia la Historia en esa época.
Aristóteles también considera a la Historia un arte menor
porque se ocupaba de lo particular, lo que era muy poco para sus aspiraciones
de conocimiento. La poesía sí era capaz de realizar afirmaciones generales o
establecer verdades que resumirían la experiencia de la humanidad. Aristóteles
y sus discípulos acuden a la Historia más que Platón, desde su interés por el
estudio de las cosas humanas. Recoge información referente a las ciudades
griegas que en el pasado tenían determinados regímenes políticos. A lo más que
llegó fue a idear una explicación o una concepción acerca de las diferentes
formas de gobierno como evolución de distintas etapas de la humanidad. El
tiempo es protagonista en la sucesión de distintos gobiernos. Sin embargo la
Historia no podría proveer de conocimientos generales.
La Historia, en la época helenística, se considera poco más
que parte de la cultura de las elites, pero no llega a alcanzar rango de
conocimiento “científico” y suministra datos a otras disciplinas como la
política, la filosofía o el derecho.
Este declinar tuvo su “despertar” en Polibio, que marca la
transición en la práctica historiográfica (200-122 a.C.) hacia el mundo romano.
-
Polibio: era griego, pero Grecia cae en poder de Roma,
a la que se incorpora también culturalmente. Es autor de las “Historias”, 40 libros de los que sólo se
conocen los cinco primeros y que reflejan una forma distinta de entender el
pasado porque hay intencionalidad de hacer un discurso con mayores
pretensiones, más analítico y metódico, y con un espíritu ambicioso. Hay un
plan general en la obra e incluso ofrece un guión. El argumento es tratar de
explicar las razones del éxito de la dominación romana del mundo conocido. Hay
un espíritu metódico y voluntad de aportar explicaciones encadenando los hechos
en una dinámica de historia universal. No se remonta a épocas excesivamente
remotas porque en ese método es fundamental garantizar la fidelidad de las
fuentes de información.
Polibio se interesa por aspectos
políticos y militares. Aunque en su obra aparecen diferentes reinos y ciudades,
las explicaciones se refieren a la superioridad de las instituciones romanas
sobre otros regímenes políticos y también a la superioridad a nivel militar por
su forma de reclutamiento, armamento, técnicas bélicas, táctica y estrategia.
Él admira esa grandeza y en él encontramos la idea apuntada de una concepción
cíclica del tiempo y de la evolución de las sociedades. Subyace la idea de que
los pueblos están inmersos en un ciclo o serie de fases de ascenso, madurez y
decadencia. Otro elemento a destacar de Polibio es que trató de viajar a todos
los territorios sometidos a Roma y conocer de primera mano sus fuentes de
información (se reía de Timeo porque no salía de sus archivos). Otra
característica de Polibio que le aproxima a Tucídides es la voluntad de buscar
una utilidad práctica a la Historia, sobre todo didáctica para lo que en su
discurso hace con frecuencia disgresiones o arengas y sobre todo reflexiones de
sus puntos de vista e incluso de su función como narrador e historiador.
Polibio ha sido bien valorado por
la historia de la historiografia por su sistematismo, integración y por su
concepción y método.
-
Plutarco: no fue un gran historiador porque no hace
avanzar la Historia. Fue muy leído y se hizo célebre por sus “Vidas Paralelas”, que eran 46 personajes
cuyas biografías trató de estudiar y comparar siguiendo la metodología de
establecer un análisis comparado entre griegos y romanos. Su objetivo final era
buscar siempre elementos de lección moral haciendo hincapié en los
comportamientos y costumbres de personajes de la época.
-
Conclusiones de la Historia en Grecia:
-
con los griegos la Historia alcanza un rango más
elevado que en otras culturas.
-
se aborda con criterios de racionalidad, diferentes a
los de la época del mito y se plantean cuestiones metodológicas como solución
de las fuentes (veracidad y cotejo).
-
Se concibe desde el punto de vista utilitario. Se pide
a la Historia que aporte cuestiones útiles, de moral o de comprensión del
comportamiento humano.
-
La Historia será ajena a cuestiones teológicas.
-
Se relaciona con la vida política.
-
Es fáctica porque narra hechos políticos y militares.
-
La Historia en Roma. Rasgos generales.
-
en general la historiografía romana no llega a alcanzar
el grado de originalidad, innovación y calidad de la griega a pesar de que si
por algo destacó Roma fue por el Derecho y la Historia.
-
Es una fuente de primera mano para el estudio de la
Historia Antigua.
-
La Historia tendió a considerarse como un género
literario que no persigue tanto la exactitud de las informaciones como la forma
de expresarlas (la forma prevalece sobre el fondo).
-
Es una Historia mucho más pragmática que la griega.
-
Es una Historia mucho más comprometida políticamente y
al servicio del poder político
-
Su vinculación al poder hace que muchos escritores de Historia
sean a la vez políticos.
-
Es una Historia legitimadora y también educativa y
ejemplarizante, de modo que también se persigue, no sólo legitimar, sino educar
a los políticos proporcionando guías de comportamiento político.
-
La Historia a veces se declara imparcial. De hecho es
frecuente en los escritos que se inicien con un prólogo en el que los autores
hacen una declaración de intenciones de buscar la realidad y objetividad, pero
también es frecuente que no se consiga y sí hay parcialidad.
-
La Historia en Roma se sigue vinculando con la retórica
y esta preocupación es incluso mayor que en Grecia. El discurso es muy
frecuente en Roma no sólo como expresión oral sino también, en las obras de
Historia, es frecuente que los protagonistas pronuncien discursos supuestos.
-
En general la Historia en Roma ha sido contemplada como
una obra colectiva que trata sobre la grandeza y decadencia de Roma, sobre las
costumbres heroicas de los antepasados y la decadencia de esas costumbres (en
los últimos escritos) como causa de la pérdida de dicha grandeza.
En Roma la Historia aparece con cierto retraso. Los primeros
relatos no son anteriores al siglo III a.C. a pesar de que se sabe que ya
habían documentos antiguos sobre todo procedentes de la clase sacerdotal. Muchos
de estos documentos fueron destruidos en el saqueo de Roma (390 a.C.) pero en
torno al año 200 a.C. se comienzan a elaborar anales o recuentos de sucesos
importantes mezclados con actas de deliberaciones políticas de las
instituciones del gobierno. A la vez comienzan a escribirse con frecuencia
genealogías o relatos de familias aristocráticas y vinculadas a un fuerte
sentimiento familiar (hazañas de las clases nobles). Sólo surge la Historia
cuando Roma avanza hacia la hegemonía. El espíritu romano era pragmático,
guerrero y que le impedía la reflexión sobre el pasado hasta su consolidación.
Es entonces cuando se plantea la necesidad de un pasado oficial.
La literatura mítica nunca dejó de difundirse y no afectó
demasiado a los relatos históricos ya que la mayor parte era historia
contemporánea donde no tenía gran cabida el mito.
-
Julio César (100-44 a.C.).
Busca la legitimación con la
escritura de la Historia. Sus obras más importantes son “Comentario de la Guerra de las Galias” en la que justifica su intervención
personal en las Galias y describe sucesos pero también etnografía de los
pueblos conquistados y “Guerra Civil”
en la que justifica su participación en las luchas que hacen caer la República
y que tiene un mayor componente político.
Ambas obras están escritas sin
adornos retóricos, son discursos sencillos y con frases cortas, concisos.
Escribe pretendidamente de forma imparcial y refleja hechos que él ha vivido o
de los que tiene conocimiento de su veracidad. Pretende que esta sucesión de
hechos se conserve para la posteridad.
-
Salustio (87-34 a.C.).
Destacan tres obras, dos monográficas,
“La conjuración de Catilina” y “La guerra de Yugurta”, el rey de
Numidia. Allí Salustio gobernó y conoció aquellas tierras. La tercera obra más
general, “Historia de Roma”, abarca unos años muy concretos (78-67 a.C.), es
decir, historia contemporánea de Roma, mientras Salustio es muy joven.
El primer libro es la historia de
la conspiración de Catalina en tiempos de la transición, sobre 63 a.C. Son
discursos con cierto pesimismo. La obra sobre Yugurta es más descriptiva acerca
de los hechos del siglo II a.C.
Destaca que intenta imitar a
Tucídides. Es su modelo de historiador a seguir pero sin llegar a profundizar.
Se detiene en las causas más superficiales. Existen reflexiones morales acerca
de los vicios de los gobernantes. Él interviene en la narración, manifestándose
en contra de la inmoralidad de esos personajes y a veces del sistema político
romano. Introduce también discursos de los personajes, descripciones de algunas
zonas y tiene también la intención de retratar psicológica y moralmente a
dichos personajes. Transmite subjetivismo por medio de sus valoraciones
personales. No data con exactitud aunque su obra es influyente y es
reconsiderado.
-
Tito Livio (59 a.C.- 17 d.C.).
Es la obra más ambiciosa. Vive el
principio del Imperio. Es una magna obra y es citada en latín “Ab urbe condita” o una historia
universal de Roma. Es sistemática, con 142 libros de los que sólo se conservan
35 y no seguidos, iniciándose en los orígenes de Roma hasta el año 9 d.C. Sus
características son:
a) obra
histórica con finalidad política, legitimadora del nuevo sistema político que
es el Imperio, como una necesidad política de superar la República.
b) Es
propagandística a favor de la grandeza del Imperio romano. Gozó de gran
difusión y aceptación.
c) Contiene
mucha información.
d) Trata
de explicar acontecimientos. No consigue dar una imagen general integradora de
los acontecimientos en un relato.
e) No
suele ser muy riguroso en la elección e inserción de datos. Tiene poco espíritu
crítico.
La obra es tomada como un modelo y fue muy valorada en el Renacimiento.
Su estilo es sencillo y contiene reflexiones de carácter moral. Es un claro
defensor de las costumbres tradicionales del pueblo romano y que tienen que ver
con la grandeza de Roma; una moralidad que Tito Livio empieza a echar en falta.
Introduce arengas o discursos en boca de personajes más relevantes (400). A
veces el relato se corta por ello. Supone el primer intento sistemático de
construir una Historia de Roma grande.
-
Suetonio (70-150 d.C.).
Contribuye a difundir el género
biográfico con “Vidas Paralelas” que
es un conjunto de libros donde Suetonio analiza las figuras de los
protagonistas de la Historia de Roma de su época. Es una colección de
biografías que abarca la dimensión pública de estos personajes y también de su
vida íntima, que es lo que más le interesa. Muestra las cualidades humanas y
también los vicios. Desde el punto de vista moral exalta valores que considera
positivos como la virtud, la ética y otras actividades negativas como los
vicios que erradicar. Sin embargo no se le puede calificar como un moralista.
Se recrea en las anécdotas que les ocurren a estos personajes.
Se preocupa por acudir a las
fuentes de información disponibles, de forma crítica e investigando datos.
Representa, con matices, el impulsor del género de la biografía.
-
Tácito (55-120 d.C.).
Contemporáneo de Suetonio.
Vinculado al pensamiento político. Sus obras están impregnadas de filosofía
política. Destacan tres obras: “Germania”,
obra descriptiva de estos territorios y las luchas. “Anales” e “Historia” son
colecciones de libros que relatan los acontecimientos más importantes ocurridos
en períodos concretos de la Historia de Roma. Interesa la concepción, la intención
legitimadora del status quo de Roma en ese momento. Es propagandista acerca de
la grandeza de Roma. Es una obra apologética y bastante pesimista porque añora
tiempos pasados. También tiene contenido moral y finalidad instructiva, con
elementos de carácter ético y moral, criticando lo que él considera la
degradación en las cuestiones morales.
Tiene un estilo dramático con un
gran apasionamiento en los personajes, que se relacionan y dialogan y se
responden a los discursos. Ofrece una gran riqueza de detalles, pero de poco
calado (este paso Tácito no lo da).
Su obra explica cosas pero el
relato encadenado parece ser insuficiente. Tiene en cuenta el rumor en la calle
o del pueblo como fuente fidedigna.
TEMA 3: LA HISTORIA EN LA CRISTIANDAD MEDIEVAL.
Desde el punto de vista temático,
la historiografía medieval hunde sus raíces en el mundo antiguo. Un hecho que
no debe olvidarse es la desintegración política del Imperio Romano y la
ulterior invasión de los pueblos bárbaros caracterizados por una escasa memoria
escrita y que provocan la desaparición de una parte de la cultura clásica a la
que, sin embargo, se asimilan aclimatándose en aspectos como por ejemplo la
lengua, el latín.
Otro elemento esencial es la
hegemonía alcanzada por el cristianismo y su oficialidad (s. IV) en el Imperio
Romano, lo que tendrá importantes consecuencias como es la aparición de un
nuevo género, la historia de la Iglesia cristiana, que provoca una ruptura con
la tradición historiográfica racionalista, que deja de ser importante. Es una
época (s. III-V) donde también se produce la coexistencia de dos tipos de
historiografías, la pagana, tradicional, en griego y latín que representa la
continuidad de los autores ya citados, junto con la historiografía cristiana. Además
de coexistir, se produce un debate entre formas de hacer historia, una pugna
intelectual en la que paulatinamente se impone la historiografía cristiana,
sobre todo a partir del siglo V y coincidiendo con la decadencia del Imperio
Romano.
La historiografía cristiana supo
aprovechar materiales valiosos procedentes del ámbito pagano, situación que no
tuvo éxito a la inversa, hasta el punto de la casi desaparición intelectual de
los pensadores paganos.
Dos elementos están presentes en
la historiografía cristiana:
-
providencialismo: que persigue formular una historia
universal con un único argumento, la salvación de la humanidad, desde la
creación hasta el juicio final. Esta historia se desarrolla con arreglo a la
providencia o voluntad de Dios. No se trata la historia como hechos o
acontecimientos encadenados, con causas y consecuencias al modo clásico, sino
que es algo más, la manifestación del plan divino de la salvación. La función
de aquellos historiadores era contar los designios de la voluntad divina pero
no explicarlos. Interesa la simbología, las profecías. De esta manera se
interpreta el Antiguo Testamento (lo que después se refleja en el Nuevo
Testamento), con intervenciones sobrenaturales o fantásticas en los asuntos
terrenales.
-
concepción del tiempo: la preocupación por la
cronología es casi una obsesión, establecer las fechas precisas de los
acontecimientos. La concepción de la historia es lineal, con principio y final,
ya que es fundamental saber cuándo. Descubrir los hitos, datarlos con precisión
para interpretarlos con arreglo al providencialismo, pero nunca establecer
encadenamientos de hechos o esos hitos esenciales del pasado. Es un tiempo que
se puede medir. Si la historia la concibe Dios, el hito fundamental es la
encarnación de Dios en Jesucristo como salvador de la humanidad. En Jesucristo
se cumplen los signos del Antiguo Testamento. Al historiador le interesa la
carga simbólica de los acontecimientos más relevantes.
Esta concepción del tiempo
implica el interés por los hechos aislados y centrarse en los hechos esenciales
de los que no importan sus causas o consecuencias, sólo la simbología. No hay
necesidad de explicar lo que se narra. La datación correcta permite situar los
acontecimientos, fijarlos en el tiempo.
-
Orígenes (185-252 d.C.): gran autor e intelectual del
que no se conservan totalmente sus obras. Con él el cristianismo da un gran
salto ya que sus planteamientos son diferentes.
Su obra persigue una
interpretación alegórica de las Sagradas Escrituras. Se considera que esos acontecimientos
son el anuncio de la venida del Mesías y los hechos por él protagonizados.
Ubica a Jesucristo dentro de la historia del pueblo judío además de insertarlo
dentro de una historia global de la humanidad, aunque esto último no lo
consigue.
Trataba de justificar la
existencia de Jesús convirtiendo los hechos del pasado en profecías. Realiza
una exégesis o interpretación del Antiguo Testamento. Con Orígenes se confunden
las figuras del teólogo y del historiador. Pero además estos hechos exigen fe y
la datación porque era difícil creer que se hubieran producido. La fe o
creencia como elemento que da autenticidad pero que es insuficiente sin la
cronología. Si los hechos de las escrituras son verdad es porque suceden en un
tiempo datable. La cronología refuerza la veracidad de lo narrado.
-
Eusebio (260-340 d.C.): era el obispo de Cesarea y fue
difundido por San Jerónimo. Inaugura un nuevo género, la cronografía que da
título a su obra “Chronographia”.
También tiene una historia de la Iglesia como complemento a su obra. Chronographia era una historia
universal, desde Adán y Eva hasta el juicio final. Reutiliza los materiales
procedentes de la historiografía pagana, datos, hechos y sobre todo los
breviarios o resúmenes de historia antigua muy difundidos en este siglo como
manuales de los hechos más relevantes, que son su fuente principal de
información, junto a otros autores. Lo combina con material de las Sagradas
Escrituras, apareciendo todo. Tiene dos obras en griego.
También se debe a Eusebio la idea
de las 6 grandes edades del mundo, luego retomada por otros autores. Esa
concepción lineal del tiempo se decide en seis etapas: desde Adán hasta el
Diluvio, desde Noé a Abraham, desde éste al rey David, de aquí al exilio del
pueblo de Israel en Babilonia, hasta el nacimiento de Cristo, y de aquí al
Juicio Final.
Se intentan establecer unas
tablas sincrónicas donde se hacen corresponder fechas bíblicas con otros hechos
fuera del mundo del Antiguo Testamento, es decir, de procedencia pagana. Se
trataba de sincronizar o relacionar. Esto ayudaría a profundizar en el tema de
la periodización; así se calculaba para datar acontecimientos y proponer una
cronología. En la “Cronographía” de
Eusebio apenas hay referencias a hechos políticos o militares. Los únicos que
aparecen son los referidos a las persecuciones por parte de Roma contra los
cristianos y más tardíamente a las herejías. Otro elemento a destacar fue el
rechazo o la casi ausencia de la retórica, esencial en el discurso
historiográfico anterior.
Cobra importancia la preocupación
por las citas textuales de las obras que se utilizan como fuentes de
información. Es frecuente citar textos anteriores textualmente indicando de
dónde se han obtenido.
Su estilo es directo, sencillo y
con abundancia de documentos incorporados. El autor no se mantiene al margen de
exponer su visión, sobre todo en el terreno de las controversias doctrinales.
Contribuye a expandir la
hagiografía como género bibliográfico y que trata de las vidas ejemplares de
los santos, biografías (no al uso) desde un punto de vista religioso y moral.
Destaca la Vida de Constantino que no destaca hazañas militares o políticas
sino elementos espirituales que hicieron de él un modelo a seguir, un santo. Se
trata de perpetuar su memoria entre los fieles por su santidad para que sirva
de ejemplo e inspiración. El primer libro de este género es la Vida de San
Antonio, de Atanasio.
-
San Agustín (354-430 d.C.): su importancia radica en la
obra “La ciudad de Dios”, obra donde
difunde una concepción filosófica de la Historia; encarna la visión
providencialista de la Historia. Fue redactada al poco tiempo del saqueo de
Roma por Alarico (410 d.C.), lo que generó una gran conmoción en el mundo
cristiano y pagano. Los paganos acusan a los cristianos de la crisis del Imperio
y del saqueo porque en gran medida argumentaban que el pensamiento cristiano
era “blando”, lo que pudo favorecer la crisis de sus valores. Los cristianos lo
rechazan acusando a los paganos de relajación moral.
San Agustín utiliza estos
argumentos en su obra, elabora una teología de la Historia con un enfoque
providencialista. El proceso histórico era también la manifestación de la
dialéctica u oposición entre dos ciudades, la terrenal y la celestial. El
enfrentamiento entre las dos ciudades es una constante a lo largo de la
Historia. Este enfrentamiento se da hasta el final de los tiempos con el
triunfo de la ciudad de Dios (Jerusalén terrenal), símbolo de la vida eterna y
la resurrección y representada en la tierra como la Iglesia. Los cristianos son
miembros de la ciudad de Dios y su objetivo es obtener la paz celestial.
También aquí San Agustín reconoce las seis edades de Eusebio pero hay un cierto
desinterés por demostrar hechos relevantes del pasado. No le interesan las
cosas de los hombres, lo que muestra una concepción historiográfica donde los
hechos son sólo trascendentes en la medida en que son reflejo de la providencia
divina.
-
Paulo Orosio: contemporáneo de San Agustín y procedente
de Hispania. Representa la adecuación a la Historia de la doctrina de San
Agustín. Hay un intento de enlazar un mensaje bíblico con la Historia en
general, de modo que recibió el “encargo” de reunir documentación (la mayor y
mejor posible) para demostrar la verdad de su filosofía de la Historia
recuperando acontecimientos del pasado que demostraran la importancia del
cristianismo, exonerándolo de la responsabilidad en la caída del Imperio
Romano. Escribe entonces una Cronografía. Durante la Alta Edad Media fue más
conocido que San Agustín porque influyó en la forma de hacer Historia.
La hagiografía se desarrolló de forma importante en la Alta
Edad Media. Tenían cabida elementos fantásticos, sacrificándose la fidelidad de
los datos verificados para establecer modelos de conducta. En relación con ella
se desarrolla un género con gran difusión, que son las vidas de los obispos,
historia de los conventos, monasterios y episcopados. Aquí el objetivo casi
siempre es legitimar la antigüedad de las sedes episcopales para ser capitales,
para participar en debates que facilitaran el acceso a los ingresos
eclesiásticos. Es un momento en el que la Iglesia se territorializa
articulándose en obispados y arzobispados.
Todo este ambiente propició un interés por la generación de
archivos, de material escrito que pudiera ser usado posteriormente como fuente
para determinadas pretensiones. Estos géneros hacen que durante la Alta Edad
Media se configure otro género que será la historia de la Iglesia y que
desplazará a la Cronografía.
La historia de la Iglesia se configura como un macrogénero
donde se van subsumiendo los demás y donde se incorpora toda la documentación
de la Iglesia como institución (concilios, sínodos, patrística o autoridades
eclesiásticas). Ya tiene la Iglesia pretensiones de universalidad y en eso se
iguala con el Imperio. La historia de la Iglesia no es una cronografía porque
la supera ya que incorpora mucha cantidad de documentación relacionada con el
hecho religioso incluso con sus implicaciones terrenales; es un momento en el
que se fija el dogma de la Iglesia. Es una historia en la que se presta
atención a los textos sagrados y todo lo que tiene relación con la Iglesia; se
proporciona una visión del mundo concreta y la única válida. Sus ideólogos son
los intérpretes autorizados de la Historia. Propone una forma de relatar el
pasado que será ortodoxa. Se fija un dogma que coincide con la Historia de la
cristiandad.
A partir de este momento también se desarrolla, respondiendo
a otras motivaciones políticas, otro tipo de historia complementaria, no
opuesta. Es una historia que tiene que ver con los deseos de legitimación de
los incipientes reinos cristianos que surgen de la desintegración del Imperio
Romano. Estos reinos se convierten pronto al cristianismo y por ello no se
oponen a él. Narran el desarrollo, orígenes y avatares de las nuevas monarquías
pero en el marco de una interpretación cristiana y providencialista de la
Historia. Se tratará ya no de Cronografías ni historia de la Iglesia, sino de
historias particulares, ligadas a la preocupación por legitimar las diferentes
monarquías. Combinan la historia de la Iglesia con las nuevas sociedades
bárbaras cristianizadas y para ello se apropian de elementos de la primera. En
esa tradición destacan los francos que produjeron la gran obra de Gregorio de
Tours (538-594 d.C.) “Historia de los
Francos”, de finales del siglo VI, y que arranca con la creación mostrando
cómo se insertan los francos en la historia de la cristiandad. Calcula que
pasan 5774 años desde el principio y divide el período en etapas. Hay una
percepción religiosa de los acontecimientos que narran con una concepción
también providencialista. El protagonista principal es Dios y sus intercesores
en la tierra, los monarcas y obispos francos.
Otro ejemplo es San Isidoro de Sevilla (560-636 d.C.), autor
de las “Etimologías” y de “La Historia de los godos, vándalos y suevos”,
con un discurso mezcla de historia religiosa y civil. Hay relatos de
persecuciones a los cristianos y luego se centra más en la época más cercana.
Contiene mucho material sobre el debate doctrinal como herejías y concilios.
-
Beda de Dirham “el venerable” (675-735 d.C.): escribe
una historia eclesiástica “Gentis
Anglorum”, historia de los pueblos que destaca por la preocupación por las
fuentes de información y por la erudición cronológica (fechar acontecimientos
más próximos). Contiene mucha información de la que gran cantidad es veraz.
-
Paulo Diácono: en el siglo VIII escribe la “Historia de los lombardos”, donde relata
acontecimientos de estos pueblos, enlazando con la historia eclesiástica.
CONCLUSIONES:
A principios de la Edad Media, lo esencial en el campo
historiográfico es la historia cristiana concebida como una disciplina sin
consideración especial y auxiliar de la Teología o el Derecho.
Es una historia centrada en géneros determinados que
incluyen la historia de los reinos cristianos. No se puede hablar aún de
historiadores sino de teólogos, moralistas o canonistas, predicadores que
escriben acerca del pasado. Es una época donde se cimentan las historiografías
nacionales porque aparecen historias puntuales de territorios que constituirán
los núcleos de los grandes estados europeos.
El objetivo de estos historiadores era esencialmente
explicar el pasado desde una clave religiosa, con el triunfo de la fe sobre la
barbarie, el paganismo y la herejía. Es una época en la que se forman mitos que
motivarán las ideologías políticas de las monarquías occidentales (leyendas
artúricas).
En la Baja Edad Media hay ya indicios de que algo cambia en
la concepción y abordaje del pasado y es algo que tiene que ver con la
secularización de la vida intelectual y que afecta a la historiografía.
Significa que la Iglesia pierde el monopolio exclusivo el conocimiento. La
aparición del intelectual laico no se produce al margen ni por oposición a la
Iglesia (no se trata de un intelectual ateo). En su trabajo no predominan las
consideraciones religiosas sino que es función de sus enfoques particulares.
Otro elemento que aparece en esta época es la pérdida del monopolio del latín y
la aparición de las lenguas romances, con consecuencias para la difusión
cultural.
Las Cruzadas son expediciones militares en contra de otra fe
donde se realizan actos heroicos dignos de ser narrados; supone el conocimiento
de mundos hasta entonces poco conocidos. Se descubre lo exótico.
El contacto con la cultura musulmana hay que relativizarlo
porque ellos transmiten la cultura griega a occidente, de modo que es una
cultura novedosa y transmisora de la ciencia griega.
Se produce la consolidación del feudalismo, lo que genera la
teoría que sirve como fundamento ideológico de los tres órdenes sociales:
bellatores, oratores y laboratores. Se consolidan o reaparecen nuevas
monarquías feudales como en el caso hispano y esto afecta al desarrollo de la
historiografía.
Con la aparición de nuevos géneros historiográficos algunos
se mantienen también. Aparecen las Crónicas. Actualmente su sentido es más
preciso (hechos actuales). En la época
es intercambiable con términos como “historias” o “anales”, pero también son
variados en cuanto al tema de estudio, creando subgéneros. Estas crónicas
podían ser de reinados, de reyes. Se centran sobre todo en el personaje o la
dinastía y no tanto en el territorio sobre el ejerce su soberanía. Esto es una
diferencia con respecto a la Alta Edad Media. Tratan de exaltar y legitimar la
figura del monarca. Es una historia fáctica protagonizada por los monarcas.
También hay crónicas caballerescas donde se relatan hechos
dignos de ser recordados y protagonizados por caballeros o nobles, muchos de
ellos vinculados a las Cruzadas, que son su origen. Ensalzan valores que tienen
que ver con la jerarquía social, como el honor, la honra, el valor. Priman las
hazañas y los valores y defienden también los valores de esas clases sociales.
Tienen elementos propios de la tarea el historiador.
Normalmente no hay explicaciones. Pueden aparecer elementos fantásticos o
imaginarios, y no revelan sentido crítico con las fuentes. Se producen
falsificaciones. No están reñidos con aspectos religiosos en forma de elementos
sobrenaturales. Las crónicas suelen estar escritas en lenguas romances porque
su público es delimitado. Se escriben para los súbditos de ese reino o los
próximos a reyes o caballeros.
Otra característica es su nacionalismo, exaltación de un
colectivo, sus valores y que incluso tratan de legitimar entidades políticas
como nacionales. Por ejemplo el “llibre
dels feyts” (Jaime I) o la “crónica
general de España” de Alfonso X. En Portugal destaca la “Crónica Geral” de Alfonso IV y en
Francia las “Grandes Crónicas” de las
monjas de St. Denis. En Inglaterra todo esto versa alrededor del rey Arturo.
Este género manifiesta el proceso de secularización.
Otro género es el de las Genealogías que son frecuentes por
razón social, ya que son de linajes nobiliarios y de grandes familias. Tiene
una importante función social y se trata de hacer retroceder los orígenes a los
tiempos más remotos posible (esto es más nobleza). Algunos se remontan a
tiempos anteriores a la monarquía e incluso a personajes bíblicos. Se pretende
así legitimar la condición social y proporcionar argumentos en la política
matrimonial convenientes como una forma de ascenso social.
Otro género es la historia urbana, de las ciudades, aunque
su desarrollo máximo corresponde al Renacimiento.
Es la historia de una comunidad, de la importancia de su
fundación y conviene hacerla retroceder lo más posible. Algunas incluso se
atribuyen a personajes bíblicos porque lo que hay que mostrar es la gloria de
sus fundadores. También inciden en las hazañas realizadas por los hijos ilustres
que allí habían nacido. También destacan los momentos excepcionales de la
ciudad, la intervención de santos o divinidades. En definitiva, se persigue
legitimar la superioridad de esa ciudad respecto a otras porque puede estar en
juego la capitalidad. También esto es un activo político con respecto a la
Corona para la obtención de privilegios por los que podría estar pugnando con
otra ciudad.
-
Guillermo de Conches: escribe “Filosofía del mundo”. Reinterpreta muchos pasajes de la Biblia y
trata de mostrar cómo deben entenderse estos pasajes.
-
Pedro Abelardo considera que el orden de la Divina
Providencia puede ser conocido de forma racional.
-
Bath: tradujo obras científicas procedentes de la
cultura griega y del Islam al latín. Introduce en occidente este conocimiento
en la primera mitad del siglo XII.
Coinciden en aplicar la razón para explicar la voluntad
divina. Son discusiones acerca de la libertad humana, hasta qué punto el hombre
es libre y puede alcanzar el plan divino, hasta dónde puede actuar.
Joaquín de Fiore tiene influencia en el pensamiento
posterior. Propone reinterpretar textos bíblicos y profecías. Propone una
periodización distinta a la de las seis edades ordenadas anteriormente. Tuvo
influencia en los franciscanos.
La historiografía medieval se produce en el ámbito de
monasterios y catedrales, pero en la Baja Edad Media se observa un proceso de
secularización de la historiografía, no tanto en desentenderse de la
Providencia como en la búsqueda y concepción de otras explicaciones donde hechos
de los hombres obedecen a causas terrenales.
Pero la historia todavía no alcanza una posición importante
en el panorama cultural general. No se estudia en las universidades de este
momento. Se contempla como disciplina auxiliar, subordinada a otras como Retórica
o Gramática. Los filósofos-teólogos consideran que la Historia no se ocupa de
lo contingente, visión aristotélica. Proporcionaba pruebas de la existencia de
Dios.
TEMA 4: RENACIMIENTO
Y BARROCO.
- Humanismo y
renovación del panorama historiográfico.
Aspectos importantes son:
- continuismo: es lógico, ya que con las
tendencias ya consolidadas, no hay ruptura total.
- Renacimiento: la nueva valoración del
hombre, del ser humano o humanismo. Hay un interés creciente en las acciones
humanas, el hombre como sujeto pero sin olvidar la Providencia. Esto abre
nuevas perspectivas ya que supone una liberación con respecto a la Teología de
la Historia.
- Durante el Renacimiento se produce la
invención de la imprenta que supondrá la difusión de la cultura. Se multiplican
las obras escritas y el acceso a la cultura por parte de grupos sociales que
antes no podían hacerlo.
- Se redescubren los clásicos grecolatinos que
se revalidan y admiran, y se les concede una gran importancia. Se puede acceder
a sus obras y esto conlleva la multiplicación de las traducciones. Se les trata
de imitar, lo que también influye en la Historia, incluso en su estilo
narrativo.
Surgen nuevas formas de concebir
el tiempo, distinto al tiempo lineal y que no procede de Dios. Hay nuevas
formas de concebir el pasado, lo que afecta al sentido de la periodización para
la que se proponen otras formas. El tiempo tiene sus ciclos con cambios. Hay
una perspectiva más secularizada y no se acude tanto a profecías y sagradas
escrituras.
Hay otra forma de concebir lo
antiguo. Se trata de ser moderno valorando lo antiguo, porque ahí están las
raíces de la cultura moderna.
Surge también la necesidad de
llevar a cabo estudios de crítica de los textos, procedencia y sentido de las
palabras para tratar de aproximarse al sentido del escritor. Renacen o aparecen
estudios críticos filológicos, lo que permitió depurar lo auténtico de lo falso
para la Historia.
Durante el Renacimiento se
introduce el sentido de la perspectiva histórica, del enfoque de los
acontecimientos pasados a la hora de emitir juicios. Se relativiza teniendo en
cuenta los hechos y el contexto. Esto nos eleva a actitudes mentales más
relativistas.
La relación entre la práctica de
la Historia va a entablar relaciones con actitudes nuevas llevadas a cabo por
otros personajes como los anticuarios o los estudiosos de los restos
arqueológicos.
Otro elemento es la datación
correcta de los hechos del pasado, es decir, fechar con exactitud. Aparece
también la erudición como la búsqueda y agrupamiento de textos que pueden ser
útiles para el conocimiento del pasado.
Otros aspectos son de carácter
político. Se está produciendo el debilitamiento del poder político del Papado,
no tanto el espiritual. La caída de Constantinopla en 1453 supone la diáspora
de muchos intelectuales, guardianes de la cultura griega en oriente.
Los estados modernos tomarán en
serio la función de legitimación de los poderes que van asumiendo. Ha nacido el
estado moderno y la Historia se va a vincular al poder civil, el de la
monarquía.
La historia se propone ofrecer
consejos útiles para los gobernantes. Se contempla como una fuente de sabiduría
moral y política. Es un instrumento eficaz para la acción de los gobiernos. Los
historiadores acrecientan esa función de consejeros del princeps o monarca,
función que también se contempla en las ciudades.
Otro elemento es el
descubrimiento de América, que va a influir en la manera de hacer Historia
porque supuso romper con esa visión medieval ya que aparece la cosmovisión del
mundo. También supone el contacto con lo exótico, con seres humanos que tienen
otra lógica.
También es la época de la Reforma
y la Contrarreforma que supuso la división de la cristiandad y la adopción de
posiciones extremas, rompiéndose la unidad. Esto propició un avance de la
crítica pero en los debates teológicos era esencial ofrecer una interpretación
de las Sagradas Escrituras lo más ajustada posible.
Las guerras de religión
supusieron también que muchos intelectuales desconfiaran de la Iglesia, también
entre los calvinistas.
-
Los florentinos y sus reflexiones histórico-políticas.
Florencia es una ciudad-estado importante pero se producen
luchas internas lo que genera obras que representarán un avance de la
historiografía. Será una historia utilitarista. Predominan los autores laicos
muy implicados políticamente. En realidad son políticos que escriben y hacen
historia, y no al revés. Utilizan bastante los archivos que se crean ahora y
aumenta la importancia de guardar documentos.
También es una historiografía política militar y diplomática
al margen de motivaciones religiosas. Los móviles son humanos y no Dios.
Así aparecen intrigas políticas, retratos de importantes
personalidades. Tiene mucho de biografía, género que recupera el Renacimiento.
o Lorenzo
Bruni (1370-1444): precusor. Escribe en latín una “Historia del pueblo florentino” donde trata su evolución política.
Se remonta tiempo atrás hasta el momento contemporáneo. Se admira su legado
cultural grecorromano, en particular, sus historiadores, a los que utiliza.
Exalta la ciudad-estado como forma de organización política y como heredera de
Roma. Trata de imitar a Tito Livio, incluso en recursos como los discursos. Se
apoya en documentación y en fuentes medievales de estas historias urbanas que
habían circulado. Ignora los elementos legendarios donde la providencia está
ausente alguna vez. Tuvo seguidores.
o Lorenzo
Valla (1ª1/2 s. XV. 1407-57): al servicio del rey de Nápoles, Fernando I.
Escribe la vida de Fernando I de Aragón, una crónica pero según el modelo
renacentista, es decir, de gran contenido biográfico, de exaltación,
apologética. Aplica o se sirve de la crítica filológica a los documentos
históricos. Admira la tradición grecorromana. Es uno de los padres de la
Filología. Se hizo famoso a partir de estas críticas. Concluyó que la donación
de Constantino era una falsificación.
Valla estuvo vinculado con Roma y
luego vivirá en Nápoles. Es un autor
importante después de Bruni y antes de Maquiavelo.
-
Maquiavelo (1469- 1527): es un intelectual esencial
para la teoría política y el mundo moderno. Interesa más por su doctrina
política que por su historiografía. Ocupó cargos políticos importantes en
Florencia. Su preocupación es conseguir un tratado de doctrina política.
Entre sus obras destaca “El príncipe” y “Discurso sobre la primera década de Tito Livio”, que son obras
complementarias. La primera insiste en la vertiente política, sirviéndose a
veces de la historia porque aporta un conocimiento verdadero. En la segunda
obra la historia de Roma es tomada como pretexto para el desarrollo de
planteamientos políticos. Se produce una separación de la política y la
filosofía moral. Inaugura la política en sí misma. El político debe buscar
objetivos distintos a los éticos y la política se convierte en amoral.
Los elementos para el político
son el mantenimiento del poder y el
éxito. Todo aquello que proporcione poder y éxito es bueno. El fin justifica
los medios. También destaca entre buenos y malos tiranos: el bueno mantiene su
poder y el malo no consigue el éxito con su actuación política.
La historia proporciona
experiencia de vida para los políticos; era la disciplina útil que había que
practicar. Destacaba la importancia de las acciones humanas, la acción del
hombre como objeto y el hombre como sujeto de la historia. Hay humanismo,
autonomía de la política, filosofía de la historia y doctrinas del príncipe.
-
Guicciardini (1483- 1540): es florentino y
contemporáneo de Maquiavelo. Se aproxima más a ser historiador. En su historia
hay menos doctrina y sí investigación y relato. Entre sus obras destacan “Historia de Italia” e “Historia de Florencia”. Como
planteamiento común pone de manifiesto la supremacía de las ciudades italianas
desde el punto de vista político, económico y cultural que ahora se encuentra amenazada
por las naciones bárbaras (como le sucedió a Roma) y que son Francia, España y
los principados alemanes.
Destaca su minuciosidad en el
relato ya que hay descripciones detalladas, datos. Este positivismo es lo
fundamental ante las explicaciones porque en ellas intervienen otros elementos
como el azar o la imprevisión.
Rechaza la posibilidad de
construir una ciencia política a partir de la historia porque intervienen
elementos como el azar. Sus obras contienen valiosas síntesis pero no llega a
la condición de Maquiavelo. Su obra fue muy conocida.
En Francia lo novedoso fue un
movimiento intelectual, “la historia perfecta”, propuesta de este ambiente
francés del siglo XVI y que trasciende al campo metodológico o de la filosofía
de la historia. Se pregunta qué debería ser la historia. Se le da importancia a
la historia conjunta, dando valor a algo más y propone ampliar el horizonte del
historiador dando cabida a otros temas del pasado incluso ampliando espacial y
geográficamente. Pero se quedó en lo deseable.
Destacan varios autores:
-
Bodin: autor que se clasifica como un teórico del
pensamiento político posterior a Maquiavelo. Su cronología es 1530-1596.
Interesa “el método para un conocimiento fácil de la historia” de 1566, donde
hace consideraciones acerca del pasado y el quehacer de los historiadores y
propone una búsqueda de las claves explicativas que redujeran la diversidad y
heterogeneidad de la realidad histórica, con un discurso inteligible y grandes
resúmenes para dar cuenta del pasado de una forma más racional. La historia,
sin embargo, está muy lejos de entenderse como una especie de conocimiento
científico en el que hay que descubrir leyes. Apela a otros elementos de
causación u otros factores que tienen función explicativa, por ejemplo, reclama
atención al clima como elemento esencial en los cambios históricos,
refiriéndose a las grandes regiones climáticas y que afectan a la personalidad
de las diferentes civilizaciones. Reivindica mayor atención a la observación de
constantes históricas que pueden repetirse y que tiene una sucesión
cuantificable para lo que reclama el uso de la astrología. Busca regularidades
aritméticas incluso con la finalidad implícita de poder predecir qué va a
ocurrir. Apela a una visión universal de la historia no eurocéntrica, que tenga
en cuenta todo el mundo conocido y pone de manifiesto la necesidad de que la
historia siga siendo política.
- La Popeliniére: es otro
representante de la “historia perfecta”, contemporáneo de Bodin (1540-1620).
Escribió “La idea de la historia cumplida”,
donde plantea cuestiones de carácter programático para el estudio de la
historia y la necesidad de una historia comparada que trate de explicar las
diferencias y similitudes entre diferentes pueblos.
En su obra aparece también como
idea novedosa alguna afirmación acerca del carácter relativo de los
conocimientos acerca del pasado que proporcionan los libros de historia, del
carácter condicionado por las circunstancias que ofrecen los historiadores;
relativiza desde el supuesto que la visión del pasado refleja la cultura de los
historiadores y el ambiente en que se producen esos escritos. El medio
condiciona luego el conocimiento histórico es relativo. Su obra esboza una
historia de la historiografía de la que sería uno de los primeros hitos.
También reclama una especie de
historia total o global donde quepan gran cantidad de pueblos. No expone una
filosofía de la historia pero sí algo que se parece bastante.
En Inglaterra no hay grandes
novedades. Hay crónicas militares o políticas, como también ocurre en España
donde hay una eclosión de crónicas apologéticas de la monarquía o los
territorios (nacionalista) como la crónica de Sandoval acerca del reinado de
Felipe II. La más conocida es la de los Reyes Católicos de Hernando del Pulgar
(finales del siglo XV) que cuenta también cómo se forma el sistema de consejos
y secretarías. Se remontan tiempo atrás como los “Anales de la Corona de Aragón” de Jerónimo Zurita, historia
dinástica, de los territorios y de las instituciones. Destaca la “Historia de
España” de Juan de Mariana, jesuita que mantuvo una doctrina política que
defendía la idea del pacto entre el pueblo y el monarca y que llegaba a
justificar la idea del tiranicidio. Su obra es un ejemplo de historia nacional.
También destacan la crónica de Martín de Viciana sobre la historia del reino de
Valencia de 1567 y las “Décadas de la
historia de Valencia” de Escolano (principios del siglo XVII).
Las crónicas también proliferan
en su carácter urbano. No hay ciudad importante que no tenga su propia
historia. Destacan Bendicho en Alicante (1ª ½ siglo XVII), “Anales de Orihuela” de Pedro Benlloch, “Antigüedades de la historia de Elche” de Cristóbal Sanz y
“Discursos históricos sobre el reino de Murcia” de Cascales.
Estos autores acuden a los archivos
para obtener información. Es una historia apologética de exaltación de lo
propio.
Otro género que aparece en el
siglo XVI con continuidad en el siglo XVII e sla historia religiosa que nunca
dejó de practicarse y que ahora tiene motivos para intensificarse con motivo de
la Reforma y la Contrarreforma.
Ya en la prerreforma, con Erasmo,
se intentó mejorar la imagen de la Iglesia mediante un conocimiento más exacto
de las Sagradas Escrituras.
Se trataba de buscar en los
orígenes de la Iglesia los textos de las Sagradas Escrituras y unos hechos
objeto de investigación histórica para hallar lo genuino dentro de la doctrina
cristiana.
Las disputas teológicas impulsan
una vuelta a los orígenes de la Iglesia y un estudio crítico de las fuentes. La
historia es un camino hacia la verdad teológica, es un instrumento de la
doctrina. Es una expresión de la lucha religiosa porque es “munición” para las
disputas. La Iglesia primitiva busca la pureza y hay una sensación por parte de
los reformistas de que la Iglesia medieval la corrompió y es por ello
descalificada. Se trata de volver a etapas anteriores. El debate teológico hizo
avanzar la historia como ciencia porque aumentó la erudición. Esto se hizo a
través de dos grandes documentos que se inician en el bando reformista: por un
lado, las “Centurias de Magdeburgo”
como intento de la Iglesia reformista para enlazar con la Iglesia primitiva y
desacreditar las bases sobre las que se asentaba el Papado. Es una historia de
la Iglesia desde la óptica protestante dirigida por Iliricus en varios
volúmenes que se recopilan entre 1539 y 1546.
Intenta desbrozar lo auténtico de las falsedades de las Sagradas
Escrituras y de la documentación de la Iglesia primitiva. Contribuyen a la
erudición y a la crítica documental.
Esto provoca una reacción en el
bando católico. Se desarrollan unos anales eclesiásticos bajo la dirección del
cardenal Beronio (1588) que ocupan 38 volúmenes en la réplica a las “Centurias de Magdeburgo” y que fue más
rigurosa y seria que la protestante.
Ambas obras tienen una voluntad
polémica, apologética, de modo que persista la manipulación y falsificación de
los datos. En ambos bandos surgen movimientos y discrepancias internas, lo que
contribuyó a revolucionar la historiografía. La historia eclesiástica toma impulso
con mayor voluntad crítica y que ya no es la misma que era en el Medioevo
porque aparecen elementos más secularizados dada la creciente importancia del
poder temporal. Es una historiografía más erudita y profana, que trata de ser
más demostrativa con más recursos más allá de la fe. Sin embargo es una
historia hecha por clérigos pero destinada también a amplias capas sociales
porque se trata de ganar adeptos, de hacer propaganda a través de la imprenta.
-
Las crónicas de Indias: en el siglo XVI el mundo se
expande y ya se incluye América y la totalidad del continente africano. Aparece
una nueva conciencia, con nuevos problemas y géneros con planteamientos
novedosos. Son relatos producidos por los propios partícipes en el
descubrimiento del Nuevo Mundo. Cristóbal Colón o Hernán Cortés son ejemplos
que ponen también de manifiesto datos geográficos y etnográficos. Hay una
eclosión de crónicas de Indias entre las que destacan la de Fernández de
Oviedo, López de Gomara y Bernal Díez del Castillo y que contienen relatos.
Esta eclosión se explica por el asombro ante lo diferente, el deseo de
transferir al otro los valores propios que se consideran superiores, voluntad
de dominio político y militar y la legitimación de dicho dominio. También hay
un esfuerzo por inmortalizar las hazañas y gestas en las que se ha participado.
Las crónicas fueron escritas por colonos, militares, clérigos, descubridores,
etc. La conquista del Nuevo Mundo tuvo efectos sobre la conciencia del Viejo
Mundo que indujo la aparición de replanteamientos acerca del derecho natural e
internacional, reabre debates sobre el alma humana y cuestiones de la historia
sagrada, cuestiones sobre economía, en el campo de la política, en la aparición
del género de la utopía o de las sociedades perfectas y trajo consigo
autocríticas como la de Bartolomé de las Casas.
El Renacimiento supone renovación
pero también tradición. Hay una forma de pensar un tanto arcaísta. El humanismo
trajo consigo una nueva periodización de la historia que minusvalora la Edad
Media. La historiografía presenta unas características renovadoras que se
desarrollarán en el período siguiente.
-
El Barroco: es un concepto ambiguo que implica una
retórica rimbombante, retorcida, efectista y grandilocuente. De hecho hay una
historiografía así pero también el siglo XVII tiene otras características. Es
un siglo muy plural. Convive por un lado la historiografía tradicional que se
practica desde la Edad Media, milagrera, fantástica y ausente de sentido
crítico. También hay una historiografía renovadora.
El siglo XVII supone la aparición
de la ciencia moderna lo que supone que la historia retrocede como forma de
conocimiento con respecto al Renacimiento. Esto tiene que ver con las nuevas
concepciones científicas que proporciona la razón y que suponen que lo
importante es lo que sucede en la naturaleza y no a las personas. La naturaleza
suplanta al hombre.
Descartes considera la historia
como algo secundario. Las grandes figuras del conocimiento son científicos y no
teólogos. Propone una nueva forma de conocimiento a través de la experiencia
interior, rechazando la posibilidad de un conocimiento real a través del
pasado. La razón es la que permite deducir leyes científicas asimiladas a las
leyes de la naturaleza. La historia no tiene leyes. Lo esencial era lo eterno,
lo duradero y no los acontecimientos pasados. Es una vuelta a Aristóteles.
Pascal y Bacon tienen posiciones militares y destacan procedimientos
experimentales y deductivos. La ciencia moderna supone que la historia se
relegue como disciplina que proporciona conocimiento.
La 2ª ½ del siglo XVII también
transcurre de forma paralela y la historia responde a este reto utilizando
“armas” que provienen del campo de la ciencia y recuperando formas de hacer
historia propias del siglo XVI.
Los Bollandistas: jesuitas bajo
la dirección de Bolland que comienzan la redacción del Acta Sanctorum basándose
en un examen crítico de las fuentes, descartando fraudes y falsificaciones y
enlazando con el espíritu de las pugnas doctrinales de la Reforma y Contrarreforma.
Los benedictinos: también
trabajan en la aplicación de la crítica y el rigor documental. Uno de sus
líderes intelectuales era Mabillon que lleva a cabo un intento de
sistematización de los procedimientos que permiten depurar los textos mediante
una crítica rigurosa y que plasma en su obra “De Re Diplomatica”.
Estos fueron hitos que hacen
avanzar las reglas para el conocimiento crítico del pasado y se crea la
Diplomática.
En esta época se llevan a cabo
intentos de crear centros de investigación y estudio de la historia como
algunas bibliotecas. Se da una importante labor de recopilación y publicación
de documentos y la creación de enciclopedias de documentos históricos
(bibliotecas) como por ejemplo la de Nicolás Antonio. Impone de forma paralela
al desarrollo de la historia barroca, un progreso en el conocimiento histórico
y en el método historiográfico y pone las bases del método crítico.
-
Bossuet: escribe “Discurso
sobre la Historia Universal” en 1681. Era un teórico de la política y del
derecho al servicio de Luis XIV. Es propaganda del monarca. Contiene muchos
elementos de la historiografía barroca. Interpreta la historia universal como
providencialista. Ante la intervención divina el hombre ocupa un lugar
secundario pero también incorpora argumentos racionalistas. Dios ha querido
hacer al hombre libre y por lo tanto le ha concedido protagonismo en los
acontecimientos terrenales determinados por causas humanas.
Representa una historiografía
caduca pero no tanto, porque va a
atravesar todas las épocas y tendrá continuidad.
TEMA 5: LA HISTORIA
ILUSTRADA.
Estamos en el siglo XVIII. No es ilustración todo lo que
reluce ya que hay elementos que permanecen en la forma de hacer historia.
Los elementos a recordar del siglo XVIII son:
1- expansión
comercial importante: se desarrolla el capitalismo comercial e industrial
(revolución industrial). Adquiere un protagonismo creciente la burguesía que se
extiende con un gran protagonismo económico y reclama presencia política. Si no
lo consigue puede adoptar la vía revolucionaria.
2- Ansia
de reforma: es un siglo reformista más que revolucionario. Tanto la burguesía
como la aristocracia la potencian desde diversos ámbitos. Es un siglo de
proyectistas, un siglo en que la razón se erige como algo más que la principal
vía de conocimiento verdadero. Desplaza a la autoridad de los antiguos como
medio de conocimiento. Es la razón lo que ilumina la verdad. Es la única vía de
conocimiento.
3- Otro
elemento es el utilitarismo. El conocimiento que se alcance debe ser útil. El
siglo de las luces se caracteriza por un mayor pragmatismo en el saber. Es el
siglo de los filósofos que usan la razón para alcanzar el pragmatismo.
4- Es
también el siglo del progreso, concepto que se expone con claridad. Cualquier
tiempo pasado fue peor. Esto supone una concepción lineal del tiempo pero no la
medieval. Las etapas anteriores fueron peores que la actual y el futuro es
seguro mejor. La historia se concibe como una sucesión de etapas, desde la
barbarie hasta un futuro mejor que el pasado. Esta idea procede de la confianza
de las elites, burguesía y nobleza; elites intelectuales que toman confianza
generando un sentimiento de autocomplacencia. Esta idea de progreso alimenta el
ansia de reforma. Reformismo y progreso están muy vinculados.
5- No
es incompatible la idea del progreso con una idea cíclica del tiempo, aunque es
verdad que sugiere una concepción lineal.
6- Interesan
más las civilizaciones que los personajes. Se presta mayor atención a los
pueblos como objeto de estudio y reflexión. No se descuida el estudio de los
grandes personajes y tampoco desaparece la biografía como género. Esto supone
explicaciones que van más allá de los comportamientos de los protagonistas. Es
lo colectivo frente a lo individual lo que adquiere relevancia.
7- Se
caracteriza por una reivindicación de la cultura cosmopolita y universalista
frente al localismo de épocas anteriores. El siglo XVIII se abre al espacio
exterior.
8- Hay
un interés por el exotismo. América, Oriente y China son objeto de interés
porque son diferentes a lo occidental.
9- Se
proclama la capacidad de la razón para descubrir leyes de la naturaleza.
Interesa saber cómo se producen las cosas y además cómo operan realmente esas
leyes. Hay que descubrir la maquinaria del Universo, sus engranajes, el por
qué. Se compara al Universo a un gran reloj. Es también el siglo de la técnica
como ciencia aplicada, es el siglo de la máquina. Lo que también se pretende es
transformar el mundo, lo que tiene que ver con el reformismo. Estas
concepciones pueden aplicarse a los comportamientos del hombre del pasado
(historia) y del momento (aritmética social) o leyes sociales.
Desde el punto de vista formal el siglo XVIII se distancia
bastante del humanismo. Es un siglo menos efectista, más frío, menos
rimbombante. Apenas a parecen discursos en los libros de historia y no son
frecuentes las reflexiones de carácter moral y político que ahora se exponen
con más frialdad inspirados en la lógica y la razón. Rompe con los excesos del
Barroco.
Todavía la historiografía no se presenta como desligada de
estos elementos. Se presenta muy vinculada a la filosofía. La historia en el
siglo XVIII se hace más independiente en relación al poder, con un público más
amplio, más extenso y más culto. Se produce cultura para círculos muy amplios
con lo que la cultura se hace más variada, se abordan más temas al haber más
intereses y conocimientos entre los lectores. Ya no puede estar tan controlada
por el poder, es más crítica, desvinculada del poder y más independiente.
El siglo XVIII es heterogéneo también entre los productores
de cultura. Ahora escriben desde muchos ámbitos culturales e intelectuales.
En el siglo XVIII aumenta el nivel cultural gracias al
acceso a la cultura de grupos sociales burgueses y urbanos lo que favorece que
se amplíe el horizonte temático. Se estrechan las relaciones entre la historia
y la filosofía a costa fundamentalmente de la teología. Ahora la historia y la
filosofía comparten espacios temáticos lo que condiciona el desarrollo como
disciplina autónoma de la Historia.
Las intrusiones de unos y otros (historiadores y filósofos)
estaba provocada por la ausencia de especialistas en ambos campos. En la
historiografía aparecerán formas de enfocar el pasado como la historia
filosófica y la filosofía de la historia.
La historia filosófica trataría de ir de lo particular a lo
general y extraer conclusiones concretas de la Historia a partir de hechos de
carácter filosófico. Serían consideraciones metahistóricas a partir de datos
suministrados por la Historia. En el siglo XVIII este campo se desarrolla más.
La filosofía de la historia también se desarrolla en el
siglo XVIII aunque también existen precedentes en épocas anteriores. En este
caso se parte de lo general, de ideas preexistentes a la concepción histórica y
se trata de aplicar esa filosofía a hechos concretos del pasado.
Esta relación supone un salto cualitativo desplazando el
hermanamiento entre historia y teología y minimiza la relación con la política.
Ahora la historia política será más independiente, más filosófica. La historia
se hace más erudita y avanza espectacularmente el interés por las fuentes de
información, los documentos y para ponerlos a disposición de quien los quisiera
usar para proporcionar información y conocimiento. Esto enlaza con el sentido
utilitarista y se refleja en la proliferación de bibliotecas, no como sedes
materiales sino como enciclopedias de conocimiento.
Un autor que destaca es Muratori.
-
Muratori: bibliotecario en Roma. Representa el esfuerzo
del erudito de la Ilustración dedicado a reunir documentos antiguos. Es una
época en la que se acude a los archivos y fuentes de información de forma
intensa para tratar de rescatar documentación. También comienzan a
institucionalizarse inquietudes, por ejemplo a través de la fundación de
Academias bajo los auspicios de los poderes monárquicos, territoriales, etc.
Destaca la Royal Society, la Real Academia de las Ciencias de París, la
Academia de Inscripciones y Bellas Ciencias de Francia, la Real Academia de la
Historia de España, que ya comienza con Felipe V.
-
Juan Bautista Vico (1668-1747): italiano y catedrático
de Retórica en Nápoles. Escribe una obra “Principios
de una ciencia nueva acerca de la naturaleza común de las naciones” y que
se publica en 1725. Es un prototipo de las relaciones entre la historia y la
filosofía. Vico cataloga a la historia como una ciencia nueva, se opone al
cartesianismo reinante todavía según el cual todo conocimiento científico
estaría sometido a peso y medida. Acepta la idea providencialista de que el
principio del conocimiento es Dios, creador de la naturaleza y sólo Él es capaz
de conocer las leyes por las que se rige. El hombre puede crear las matemáticas
pero no puede dar cuenta del funcionamiento o mecanismo de la creación.
La historia es una ciencia nueva
porque sí se rige por leyes que pueden ser conocidas por el hombre que es quien
hace la historia. Dios interviene pero la historia es una creación humana y
puede ser por tanto objeto de un conocimiento científico. Del estudio de la
historia pueden deducirse leyes que permiten explicarla y también a las
sociedades humanas, propósito máximo de la historia.
Vico hace un intento de
comparación de la evolución de las diferentes sociedades humanas para
comprender la evolución general de la humanidad. En este intento pone de manifiesto
una concepción “evolucionista” aunque dicha evolución no es lineal sino
cíclica. En general Vico señala que la historia es una sucesión de
civilizaciones hegemónicas y que atraviesa tres etapas. La primera es la
infantil, donde hay primitivismo, salvajismo y que también califica como divina
porque es cuando los dioses intervienen; es la edad de la creación. La segunda
etapa es la juvenil o heroica, etapa en que los dioses y héroes dan paso a los
acontecimientos humanos que ya cobran todo su esplendor. La tercera etapa es la
humana o madura; las civilizaciones también tienen momentos de apogeo,
hegemonía y decadencia.
El planteamiento de Vico no es el
de una historia universal, es una reflexión acerca de la posibilidad de llegar
a establecer leyes que dieran cuenta de la evolución de las sociedades humanas.
La idea que Vico tiene de Dios es un poco panteísta. En definitiva es una autor
que hace consideraciones que tuvieron influencia en autores de la Ilustración y
del siglo XIX.
Inglaterra es un territorio donde
con más fuerza aparece la idea de progreso vinculada a la defensa intelectual
de principios que se ligan al liberalismo económico y político. Desde el punto
de vista social se liga a la burguesía.
El siglo XVIII fue política e
ideológicamente más tranquilo a diferencia de lo que sucedió en el continente.
Se desarrolla la idea de que la historia es una evolución continua que avanza
hacia la libertad y el capitalismo como forma de organización económica,
desarrollo económico ligado al desarrollo de la burguesía. La riqueza llegaría
y se distribuiría entre todos y sería mayor la felicidad. La aplicación de la
razón permite el desarrollo y progreso de la humanidad y la civilización
occidental.
Los historiadores ingleses
comparten esa visión optimista y lo presentan con autocomplacencia.
-
Hume: escribe también sobre economía y filosofía. Cree
en una ciencia global acerca del hombre y participa de las ideas empiristas,
sensistas (en relación con los sentidos) que vienen a decir que los sentidos
eran la principal vía de conocimiento. Publica una historia constitucionalista
de Inglaterra, desde la invasión de Julio César hasta la revolución gloriosa de
1688, y es una recopilación de estudios más concretos de diferentes etapas.
Hume vive entre 1711 y 1776. Trata de mostrar los progresos llevados a cabo en
Inglaterra desde la anarquía inicial, la obra civilizadora de Roma, otra vez la
anarquía medieval y el gobierno de la ley al final.
Es una historia de creciente
perfeccionamiento que se basa en la conciliación de las leyes y en el progreso
económico ligado a las relaciones capitalistas. Mantiene la idea de que el
desarrollo humano está ligado al progreso económico de modo que las etapas de
la humanidad son etapas fundamentalmente económicas. Menciona el derecho de
propiedad como elemento clave del progreso.
Las personalidades y
protagonistas de la historia también son estudiados por Hume, cuya historia
también tiene mucho de historia de la ciencia y la literatura.
Utiliza fuentes de información
que cita en el texto o en notas a pie de página. Representa una concepción del
progreso vinculada a la economía y a la política.
-
Robertson (1721-1793): ejemplo de historiador-filósofo.
Recopila y utiliza documentación sobre todo política para llevar a cabo su
obra.
Escribió muchos libros de
historia como “Historia de la India”
o “Historia de América” pero sobre
todo “Historia del reinado del emperador
Carlos V”, obra monográfica racionalista centrada en un personaje y que
conecta con las ideas del constitucionalismo. En su obra en general pone de
manifiesto la superioridad del sistema político inglés.
-
Gibbon (1737-1794): escribió “La Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano”, obra
prototipo de la historiografía inglesa del siglo XVIII. Trata de explicar cómo alcanzó
Roma la hegemonía y cómo ocurre la disgregación y lo hace estudiando también a
Inglaterra con la que intenta establecer un paralelismo. Para Gibbon, el
imperio británico sería una rememoración del romano, con carácter conquistador
pero civilizador y virtuoso. Inglaterra debe evitar su caída aprendiendo la
lección de Roma.
No tiene una visión pesimista y
es una obra un tanto volteriana porque no participa de la admiración a la
Iglesia y de los principios del cristianismo, al que hace responsable en parte
de la caída del Imperio Romano.
En general es una obra que
interesa como reflejo de una actitud personal identificada con el imperialismo
británico y la fe en el progreso. Reconoce el papel de personajes ilustres o
genios individuales pero también concede importancia y protagonismo a los
colectivos y a las formas de expresión de dichos colectivos como
manifestaciones culturales o literarias. Trasciende planteamientos
personalistas.
-
Adam Smith (1723-1790): destaca por el campo de la
economía que sistematiza y expone en términos inteligibles. Explica cómo
funciona el sistema económico. También escribe la “Teoría sobre los sentimientos morales” y “Riqueza de las naciones”.
Debe mucho a Hume y supo
ensamblar elementos diferentes de la teoría económica de autores precedentes en
una filosofía acerca de la idea del progreso sin faltar alusiones a la
filosofía política o con elementos procedentes de la historia.
La historia de la humanidad
muestra un progreso continuo desde el salvajismo inicial y profundiza en el
liberalismo como liberación de las ataduras que impedían que los recursos
(tierra/trabajo/capital) se combinaran adecuadamente. La historia de la
humanidad busca ese objetivo. La obra “Riqueza
de las naciones” sistematiza principios de la humanidad y ofrece otra
explicación distinta, basada en la economía, de la que tradicionalmente habían
ofrecido os historiadores. La economía es el motor del progreso frente a otros
factores.
Francia: se diferencia de la
historiografía británica en que la historia va más hermanada con la filosofía.
Son los filósofos franceses los que destacan escribiendo historia.
-
Montesquieu (1689-1755): destacan dos obras planteadas
desde el campo de la Historia, una desde la filosofía de la historia y otra
desde la filosofía política.
“Consideraciones sobre las causas de la grandeza de los romanos y su
decadencia” es una obra que encaja como filosofía de la historia, mientras
que “Espíritu de las leyes” es una
obra de filosofía política. En ambas obras hay consideraciones sobre el pasado.
La propuesta de Montesquieu es
tratar de encontrar constantes que permitan explicaciones racionales a los
sistemas políticos. Esto traduce una preocupación política y se utiliza la
antigüedad romana como marco de reflexiones o pretexto y como modelo de
referencia para sus consideraciones políticas y filosóficas. Su visión de la
historia es utilitarista, como instrumento.
Insiste en otras causas de
carácter jurídico pero también climático o geográfico. Quiere establecer una
explicación racional de los procesos históricos donde la providencia
permaneciera ajena. Distingue entre lo accidental y lo estructural en la
historia y le interesa esto último donde se incluyen por ejemplo las leyes
sociales. Esto le permite entender procesos históricos.
Los llama también las causas
generales. Hay una propuesta que trasciende la historia particular tratando de
alcanzar leyes generales. Es una visión filosófica en la que cobra importancia
la doctrina de la división de poderes, la crítica del poder real y del absolutismo.
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Voltaire (1694-1778): es más historiador y el paradigma
de la Ilustración francesa con su racionalismo extremo. Escribe sobre casi todo
pero de su obra interesan tres volúmenes.
a) “Nuevas consideraciones sobre la Historia”:
breve resumen del progreso historiográfico de la Ilustración francesa. Hace
consideraciones sobre la Historia y reclama una historia que atienda a
cuestiones acerca de la economía, la demografía (aunque ya había precedentes),
las costumbres de los pueblos, de la técnica y de los avances de la ciencia.
Insiste en la necesidad de estudiar la política y especialmente la diplomacia y
las constituciones que se han desarrollado en las diferentes naciones. No sólo
deben estudiarse los personajes peculiares sino también los colectivos humanos
y las estructuras, además de los acontecimientos.
Voltaire propone el estudio de
una historia del movimiento que fuera explicativa y no solamente narrativa. Es
casi una historia total. Critica a la historia tradicional con elementos
fantásticos o irracionales. Es una nueva propuesta que critica lo negativo; es
una historia racional liberada de supersticiones.
b) “El siglo de Luis XIV”: en esta obra
Voltaire se convierte en historiador. Aunque es una historia del siglo de Luis
XIV, también se narran asuntos de otras monarquías. Su idea central es mostrar
la exaltación del siglo francés por excelencia desde su perspectiva, donde el
autor quiere captar el espíritu y las costumbres de los hombres de ese tiempo.
c) “El ensayo sobre el espíritu y costumbres de
las naciones”: es una prolongación de la obra anterior, aunque aborda los
temas de una manera más general y extensa. Replantea la historia de Francia y
pretende ir más allá de occidente (casi es una historia universal y hace
referencias a territorios como India o China). En realidad es una propuesta de
historia universal que se narra contra la historia de Bossuet y donde se refuta
la concepción providencialista de la historia con un aire polémico y
anticlerical, donde quiere demostrar que el cristianismo habría sido una rémora
para la civilización occidental. Voltaire es creyente pero se muestra en contra
de la Iglesia.
Para Voltaire y Montesquieu la
historia es un instrumento de conocimiento del funcionamiento de las
sociedades; es un planteamiento metahistórico. Ambos participan de la idea de
progreso. La historia puede ser un arma para la transformación de la sociedad.
Ambos son reformistas y contemplan la posibilidad de introducir reformas que la
historia les podía proporcionar. No se preocuparon en exceso por las fuentes y
aceptaron informaciones en función de sus propuestas, es decir, según su
conveniencia.
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Turgot y Condorcet son ilustrados de esa idea del
progreso. Turgot fue fisiócrata y responsable de finanzas que intentó reformas
que fracasaron. Escribió “Discurso sobre
los progresos del espíritu humano” donde hay referencias a la historia y
donde incita a los compromisos de los intelectuales para las reformas.
Condorcet escribe “Bosquejo de un cuadro
histórico del espíritu humano”, donde defiende que ciencia y razón eran las
dos fuerzas creadoras del género humano.
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Rousseau (1712-1778): manifiesta tendencias opuestas a
lo anterior en “Discurso sobre el origen
de la desigualdad”. Para él, el progreso conduce al mal y el mayor grado de
civilización estaría al principio de los tiempos, cuando el hombre estaba en
armonía con la naturaleza. Todo el mal sería la consecuencia de la aparición de
la propiedad privada.
Se trata de una concepción
degenerativa de la evolución social en la que se camina hacia la infelicidad.
Es un escritor ambiguo y es encasillado en el anarquismo o como padre del
romanticismo porque no solamente es la razón sino los sentimientos los que
generan conocimiento.
Su aportación a la historia es
nula y es un ejemplo de filosofía de la historia.
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Alemania: también surge un tipo de historiografía pero
sin comparación con la francesa e inglesa y que aparece vinculada a la historia
del derecho. Supone una anticipación en algunos aspectos que se desarrollarán
en el siglo XIX. Un hecho destacable en el siglo XVIII es la intensificación de
los estudios sobre jurisprudencia en las universidades alemanas, lo que
generará la creación de cátedras de derecho a las que se vincula la
historiografía.
En Alemania coexisten unidades
territoriales diversas con diferente derecho positivo, tradiciones jurídicas
peculiares y sistema normativo diferenciado, lo que no casa bien con la idea de
un derecho natural universal guiado por la razón e independiente de preceptos
teológicos. El derecho natural se considera válido para cualquier época y
territorio, más allá del derecho positivo.
En Alemania se trata de explicar
las diferencias en el derecho positivo acudiendo a la historia, que suministra
el conocimiento que permite explicar la diversidad del derecho positivo. De
esta forma se desarrolla la crítica y la metódica.
Destaca la universidad de
Göttingen en esta serie de estudios. Estudiar el derecho es hacerlo también
acerca de las instituciones y el marco político del que ha surgido el derecho
positivo, es también estudiar las costumbres, la cultura y las formas de
organización social, así como el papel del poder político.
En estas universidades nace
también la estadística, considerada como la ciencia que se ocupa de lo relativo
al estado y que estudia aspectos institucionales, demográficos, sociales y
económicos.
Este interés produjo
investigación histórica cuyo objetivo era buscar las señas de identidad. Esto
generó el auge de la historia local entendida como la que tiene su objeto en
pequeños territorios.
Surgen especialidades en el campo
de la historiografía como la historia del arte que Wincklemann desarrolla en su
“Historia del arte en la antigüedad” (1764) y que supone una renovación en lo
que hasta entonces era una mera historia acerca de los artistas. Esta obra es
un claro reflejo de cómo un pueblo o civilización entiende el arte. Mosser
también desarrolla una historia económica y social.
Un autor destacado es Herder,
precedente de la historiografía romántica germana del siglo XIX.
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España en el siglo XVIII.
La historiografía española no
aporta ninguna gran obra o nuevo planteamiento sin embargo tuvo su importancia
a finales del siglo XVIII cuando su aportación fue digna de ser comparada con
la de otros países. La evolución se distingue en tres etapas:
a) el
final del siglo XVII se caracteriza por los inicios de la aplicación del
racionalismo como elemento de la crítica histórica. Es la época de los
novatores, que contribuyen a preparar el ambiente para el desarrollo de los
planteamientos críticos y permiten la apertura del país a los conceptos de la
Ilustración. Introducen una forma de ver lo histórico en la que no se olvida la
visión hispana tradicional y renacentista- humanista. Tratan de superar algunos
aspectos negativos de corrientes ligadas a la superstición con origen en la
Edad Media. Entre estos novatores destaca el deán de Alicante Manuel Martín,
Nicolás Antonio, el marqués de Mondéjar y Sanz de Aguirre.
b) La
segunda etapa está marcada por la personalidad de Gregorio Mayans, heredero del
espíritu de los novatores y que escribió sobre muchos temas entre los que
destaca la historia. Se implica en proyectos de poco éxito porque no gozó del
favor real aunque fue nombrado bibliotecario real y participó en la Academia
Valenciana publicando fuentes documentales para las que usó el método crítico
en la edición de autores importantes para la historia de España. Chocó con
grupos cortesanos dominados por los jesuitas y colegiales mayores, lo que le
apartó de los centros de decisión y favoreció que su obra quedara relegada.
Esto no ocurrió con el padre Feijoo o el padre Flórez. Mayans no publicó obras
ambiciosas sino obras eruditas y editó fuentes y recopilaciones de autores
válidos para una historia crítica de España. Debe mencionarse su participación
en la Real Academia de la Historia y su proyecto de desarrollar un diccionario
histórico de España.
c) A
partir del reinado de Carlos III hay un cambio importante en el ambiente de la
corte, ya no dominada por los jesuitas. Campomanes y los manteístas llevan a
cabo el ideario de la Ilustración aunque sin una gran ambición. Proliferan
intelectuales con puntos de vista críticos y que se ocupan de la historia desde
la política. También hay estudiosos que abordan los planteamientos
historiográficos desde perspectivas innovadoras, por ejemplo el catalán
Campmany, en materia económica (tiene varias obras centradas en Cataluña),
Sempere y Guarinos, en materia de derecho, Larruga y Forner. En general hay un
ambiente propicio para la historia desde planteamientos más críticos.
TEMA 6: EL SIGLO DE LA HISTORIA. ROMANTICISMO, HISTORICISMO Y
POSITIVISMO.
El elemento más importante fue el
impacto de la Revolución Francesa que supuso el fin de un orden social y
político, lo que provocó miedo y ansiedad pero también confianza en determinados
grupos sociales. Derivó posteriormente en las revoluciones de 1830 y 1848.
En la primera mitad del siglo XIX
estamos bajo el impacto de la Revolución Francesa y las sucesivas revoluciones.
Irán seguidas de períodos reaccionarios con intentos de vuelta a etapas
prerrevolucionarias. Es una etapa de gran inestabilidad política, desconocida
hasta ese momento.
Es la época del capitalismo
industrial y financiero que se afianza y expande y lleva a trasformaciones
sociales como la evolución de la burguesía que avanza política y económicamente
frente a una aristocracia en retroceso.
Otro elemento novedoso es la
aparición del proletariado como grupo social que se consolida, de carácter
revolucionario, cada vez más numeroso y que comienza a ser visible políticamente
mediante la acción sindical, reclamando un mayor protagonismo. Se convierte en
una fuerza potencialmente y de hecho revolucionaria.
También destaca la extensión de
corrientes de pensamiento vinculadas a la expansión burguesa y a su ideario
liberalista que se va moderando desde unos inicios revolucionarios. A la vez se
radicaliza el proletariado con el surgimiento del socialismo en sus diferentes
versiones, desde la utopía al cientifismo.
También aparecen los
nacionalismos como ideología vinculada a la burguesía con conceptos como el de
soberanía nacional. Se vincula al fortalecimiento político de los estados.
Europa consolida su dominio
político y económico sobre el planeta pero también lo hace en el ámbito
cultural. Es la época de las grandes exploraciones geográficas y científicas.
El siglo XIX es bautizado como el
“siglo de la historia” y es cuando penetra en las aulas para quedarse.
La historia en este siglo se
consagra como disciplina académica lo que conlleva la profesionalización del
oficio de historiador al mismo tiempo que se reclama y obtiene un estatuto
científico para la historia.
La historia pasa de ser una
reflexión de eruditos, filósofos, clérigos y políticos a ser una especialidad
académica o disciplina que es practicada por profesionales que a ella se
dedican específicamente. Los gobiernos pagan para que se dediquen a estudiar el
pasado y esto supone que se adquiera prestigio social por su labor específica.
Se facilitan estos aspectos por la formación en las universidades de cátedras y
departamentos donde se organiza el trabajo del historiador. La historia se
incluye entre las materias que se imparten en la enseñanza primaria, prueba de
su prestigio académico. Los departamentos organizan seminarios que suponen las
primeras incursiones en los trabajos de investigación, es decir, cambia la
forma de enseñar y aprender historia.
Se dota una infraestructura para
desarrollar los conocimientos que aporta la historia. Es importante la creación
de archivos y bibliotecas donde se archiva, recoge y cataloga material para
ponerlo a disposición de los profesionales.
Se crean órganos de difusión del
conocimiento como revistas que dan publicidad a hallazgos y avances. Se editan
fuentes.
El siglo XIX también destaca por
el historicismo, no como corriente peculiar sino en sentido amplio. Se
considera como una visión acerca de los humano desde planteamientos que
permiten ver el desarrollo a lo largo del tiempo de esas manifestaciones de lo
humano. El punto de vista del
historiador se extiende a todo lo que tiene que ver con el hombre. En el siglo
XIX se toma conciencia de que todo es el resultado de un proceso histórico y que
hay que explicarlo todo en función de dicho proceso. Todo es por lo tanto
relativo, todo es evolución y se toma conciencia de la dinámica implícita en
todo lo humano. Esto casa mal con la creencia en verdades inmutables y valores
eternos y universales. Se reclama la inexistencia de estas categorías. La
naturaleza humana es por lo tanto una entelequia cuando el hombre es cambio y
evolución.
Los planteamientos
historiográficos se oponen entonces a los planteamientos de la Ilustración. No
es un rechazo total pero sí en algunos aspectos choca con el racionalismo
ilustrado que tendía a pensar en categorías universales deducidas a partir de la
razón.
Durante el siglo XIX cobra
protagonismo el interés por los hechos únicos e irrepetibles incluso por encima
de las generalidades en las que quedan subsumidos y en las que ahora se cree
menos. Cobran importancia los contextos en los que se producen los
acontecimientos. Esto supone un esfuerzo por contextualizar. El siglo XIX
relativiza las grandes consideraciones generales que proceden de la filosofía
racionalista del siglo XVIII.
Otro elemento a destacar es la
vinculación cada vez más estrecha entre la historia y los nacionalismos.
Incluso llega a interpretarse como un intento de legitimar las construcciones
estatales y el fortalecimiento de la idea de nación.
En el siglo XIX hay un gran
interés por investigar las historias nacionales, los orígenes. Hay una
exaltación de elementos forjados a través del tiempo y que son las señas de
identidad de esa nación. La historia investiga esas señas, cuándo aparecen y
cómo evolucionan. Se acude a la historia para hacer buenos patriotas y
conocedores de la nación y así, como tales, se comportarán.
Las características de la
historiografía del siglo XIX tienen que ver con las conquistas intelectuales
del siglo XVIII.
La historiografía se hace más
compleja y aparecen reflexiones desde planteamientos diversos. Una parte hunde
sus raíces en la Ilustración, por ejemplo, el desarrollo de la erudición y la
crítica documental (que avanza en el siglo XIX), el racionalismo positivista
con pretensiones cientifistas, planteamientos filosóficos en relación con qué
es y para qué sirve la historia (mecanicismo propio de la Ilustración) e ideas
de carácter materialista como el materialismo histórico.
Pero el siglo XIX también ve
aparecer elementos en la historiografía que suponen implícitamente cierto
rechazo de algunos de los postulados clásicos de la Ilustración, como por
ejemplo el romanticismo, que es una negación del pensamiento ilustrado, y
también el nacionalismo que no encaja bien con los postulados universalistas de
la Ilustración.
El siglo XIX tiene que ver con la
institucionalización de la práctica académica de la historia. También se inicia
o alcanza un gran desarrollo un proceso de compartimentación y especialización
sectorial de la práctica de la historia. Se fragmenta con la aparición de
monografías, trabajos concretos con detalle, estudios detallados sobre aspectos
concretos del pasado y con la mayor cantidad de detalles y de verificación
posible. A veces esta proliferación de monografías pudo ir en detrimento de los
grandes planteamientos generales u obras de síntesis. También esto produjo un
alejamiento de la historia con respecto de la filosofía de la historia que aún
sigue practicándose pero con una menor importancia que anteriormente.
Sin embargo, el siglo XIX sí
produjo elaboraciones teóricas, no exactamente filosóficas, en la medida que se
hacían desde dentro de la historia. En el siglo XIX y como parte de esa
diversidad, la historia oscila entre tendencias cientifistas y otras de
carácter más teórico-filosófico.
Por un lado encontramos
planteamientos que tienen que ver con la historia como una ciencia social, que
opera con un método crítico, unas reglas de procedimiento, que trata de
descubrir el pasado tal y como ocurrió en realidad y con mayor objetividad (que
es lo que hace de ella una ciencia social). Destaca en este planteamiento
Ranke.
Se difunde la creencia en la
posibilidad de reconstruir el pasado tal como ocurrió a través de la
recopilación de sucesos ordenados cronológicamente mediante un análisis crítico
de las fuentes documentales. Si éstas no son precisas, se trata de acudir a las
ciencias auxiliares que podrían contribuir a rellenar esos vacíos. Se intenta
también establecer los hechos de forma indirecta, sobre todo en historia
antigua y medieval porque son períodos extensos y poco explícitos, lo que
repercute en la presencia de vacíos documentales. Se acude así a la
numismática, la epigrafía o la arqueología, que experimentan un gran desarrollo
porque también aportan conocimientos válidos cuando no es posible obtenerlos de
las fuentes primarias. La historia se presenta así como una ciencia social.
El positivismo de Ranke
representa esta tendencia que se opone a los planteamientos filosóficos que
exponen microsistemas explicativos que dan cuenta de las claves del devenir
histórico. Para ellos, la historia es una disciplina en la que el historiador
encuentra las claves esenciales del desarrollo histórico y que se integran en
un esquema teórico. Se buscan esas claves en el terreno de las ideas porque el
desarrollo histórico está marcado por dichas claves. Esta es una nueva versión
del providencialismo medieval.
Una versión de esta forma de ver
las cosas es cuando las claves se buscan, no en las ideas, sino en la materia.
Esto se conforma en el materialismo histórico.
La historia del siglo XIX también
fluctúa entre la historia científica y filosófica y la historia concebida como
arte, planteamiento que proviene de la antigüedad y del Renacimiento. La
historia sería un arte que elabora un discurso bello del pasado. De esta forma
se intensifican en este siglo sus relaciones con la literatura y es ahora
cuando surge la novela histórica. También la literatura ingresa en la historia
y los historiadores quieren contar el pasado de una forma literaria y bella.
Algunos estudiosos plantean otras
claves en la historiografía del siglo XIX, por ejemplo, el enfrentamiento y
oposición entre una historiografía liberal-conservadora-burguesa y una
historiografía socialista próxima a los intereses del proletariado.
En el siglo XIX se dieron tres
grandes corrientes que se disputaron la hegemonía o la influencia intelectual:
el positivismo, el romanticismo y el historicismo. Un cuarto elemento sería la
historiografía socialista o marxista, que también tiene influencia de elementos
de las otras tres. También pueden encontrarse combinaciones entre ellas y es
posible que haya autores de tendencia positivista historicista por citar un
solo ejemplo.
El historicismo es un
planteamiento que analiza las acciones humanas desde planteamientos históricos.
En el siglo XIX surgen escuelas
con conciencia de tendencia de pensamiento y que precisan de un “padre
fundador” que da sentido al grupo, formado por discípulos que comparten una
serie de elementos comunes y que reconocen al maestro. También necesitan un
“catecismo”. Esto no sucede en la primera mitad de siglo.
El siglo XIX también se
caracteriza por el carácter híbrido de esas corrientes intelectuales que no se
adscriben a una corriente claramente definida. Se han intentado clasificar
desde diferentes puntos de vista.
-
Romanticismo: corriente que no comparten todos los
historiadores. Es un movimiento literario y procede de la literatura. Ejerció
gran influencia llegando a dominar una gran parte de la literatura europea. Los
elementos que lo definen es que es un tipo de creación con un gran protagonismo
de la imaginación y la subjetividad. Se aprecia un valor esencial que es la
libertad para formalizar las ideas en una forma de expresión sin restricciones
formales. Otro elemento es la idealización de la naturaleza entendida como
estado natural del hombre y su relación con la realidad física. Otro elemento
es el interés por la Edad Media, que se convierte en una etapa a redescubrir.
También destaca la exaltación del pueblo y de las tradiciones populares que es
un valor que contrasta con el espíritu racionalista.
Aplicado a la práctica
historiográfica, el romanticismo tendría un origen muy concreto ubicado en
Alemania en la época de la Ilustración. Su máximo representante es Herder
(1744-1803).
Herder escribió una obra cuyo
título es “Ideas sobre la filosofía de la
historia de la humanidad”. No es exactamente un filósofo ni un historiador.
Hace consideraciones sobre la historia que le lleva a planteamientos que
llevaban a un lugar común de la historia ilustrada.
Es el precursor de la historiografía
romántica. Las ideas principales son que la evolución de las diferentes
civilizaciones y territorios es diferente y esas diferencias no obedecen a las
características del medio físico o a la forma de organización económica de las
sociedades o a la forma de organización social o a los sistemas
institucionales, ordenamientos jurídicos o constituciones. Lo más importante es
el alma colectiva de cada pueblo, el Volgeist,
que es algo interior a cada pueblo, con unas peculiaridades innatas y eternas.
La historia es el resultado de las manifestaciones del Volgeist a través del lenguaje, costumbres, leyes, folklore, formas
de organización social y económica, pero sobre todo de los aspectos
espirituales, la idiosincrasia de un pueblo que refleja un mismo Volgeist.
Las implicaciones son muchas y
suponen un rechazo a otras ideas predominantes como la de una naturaleza humana
y homogénea como querían los racionalistas de la Ilustración. Estas ideas son
retomadas por otras ideologías, alcanzando incluso al nacionalsocialismo
alemán.
Herder representa la innovación
de tendencias nacionalistas y románticas. Tras Herder y dentro y fuera de
Alemania, se hizo una historiografía con ese espíritu romántico y
características definidas. Por ejemplo la recuperación de la Edad Media como
objeto de estudio y con una interpretación diferente a la típica. La Edad Media
es vista a la luz de una nueva sensibilidad. La historia romántica gusta del
exotismo, del arcaísmo y encaja con la idea de la naturaleza y la libertad. El
método historiográfico, en general, no es crítico y toma un gran valor la
intuición. El autor romántico escribe cosas aunque no pueden demostrarse. Se
trata de recrear la época que está estudiando e involucrarse en los personajes.
La forma expresiva y el discurso son proclives a las metáforas, sin ideas muy
bien razonadas y presentadas de forma lógica y coherente.
La historia no trata de demostrar
sino que funciona por medio de analogías.
-
Positivismo: es una corriente que se va a gestar fuera
del campo de la historiografía. Procede del campo de la filosofía e incluso de
la psicología.
A.Comte (1798-1857) no es un
historiador, es el inspirador o creador del positivismo del que reclamó ser el
padre y lo calificó como tal. Es un sistema filosófico basado en la experiencia
y el conocimiento empírico de los fenómenos naturales y sociales. Es esencial
el conocimiento científico de lo social, de todo lo que afecta al hombre,
mediante reglas y criterios científicos, así como descubriendo las leyes que a
ellos han de sujetarse. Contempla el conocimiento como algo alejado de las
corrientes tradicionales.
Interesa su obra “Curso de filosofía positiva” en 6
volúmenes cuyo objetivo es responder desde el terreno de las disciplinas
sociales a las transformaciones que se están produciendo en la política,
industria y ciencia, con objeto de transformar el universo mental y la
mentalidad social.
Ofrece una visión renovadora
acerca de lo social y la moral, así como de la política, pero sin ser un
revolucionario. Pretende regular el orden intelectual y para ello quiere
adoptar una actitud científica como clave para cualquier ordenamiento. Estas
son las bases de la filosofía positiva, alejada de la metafísica y la teología,
que tratará de buscar las reglas que rigen el funcionamiento de esas
sociedades.
Distingue estática social, que se
ocupa de las características básicas y elementales (estructurales) que presenta
una sociedad determinada y de las condiciones que debe cumplir una sociedad
para subsistir. También diferencia dinámica social, que trata de indagar las
reglas que rigen la transformación de las sociedades.
La situación de una sociedad no
es algo que deba considerarse como resultado de la voluntad humana. Resta
protagonismo a la capacidad decisoria de los hombres a lo largo de la historia.
La voluntad humana es secundaria y la historia no debe ocuparse en destacar los
grandes acontecimientos sino buscar las leyes que rigen el desarrollo social,
leyes que son objetivas y que dejan al hombre sin mucha posibilidad de
intervenir (no pensar en determinismo y sí en una especie de providencialismo).
El origen de estas leyes está en
la naturaleza. Comte es católico y defensor de otra forma de entender la
religión católica.
Presta atención al estudio de los
procesos históricos y a las manifestaciones que a lo largo de la historia
habría producido el comportamiento humano.
Habla de tres estadios de la
intelectualidad de la humanidad. El conjunto de las ciencias sociales, en
general, pasaban por tres estadios teóricos:
-
teológico-ficticio: todo lo que le sucede al hombre
trata de explicarse de un modo primario, apelando a la fuerza y a la
intervención de los dioses. El hombre recurre a lo sobrenatural, a la magia
para explicar su realidad. Es una época dominada por las creencias religiosas,
lo desconocido. También desde el punto de vista intelectual predomina la idea
del origen divino de las monarquías.
-
Metafísico-abstracto: los fenómenos se explican
invocando causas filosóficas, metafísicas o abstractas. En el campo de lo
político surgen ideas como igualdad, contrato social, pactismo y libertad.
-
Científico-positivo: trataría de explicar los hechos
que afectan al hombre mediante la aclaración con la razón y a través de la
experiencia de las causas profundas que operan las manifestaciones humanas.
Esto se consigue mediante la ciencia positiva. Para conocer cómo funcionan los
fenómenos sociales hay que llegar a generalizaciones que no sean construcciones
mentales, que puedan ser demostrables y que cumplan los requisitos del
conocimiento científico. No deben estar reñidas con teorías previas. Pero Comte
no es historiador. Cuando acude a la Historia lo hace como aficionado y acepta
los hechos del pasado sin someterlos a crítica y sin cotejar las fuentes. Su
finalidad como historiador es relativa.
El orden político sería el de una
organización política gobernada por una oligarquía de sabios, en condiciones de
conocer las leyes del funcionamiento de la sociedad y adaptarse, por lo tanto,
mejor.
Bordeau fue discípulo de Comte y
trató de aplicar sus planteamientos filosóficos. No es historiador y pertenece
a una generación posterior. En su “Ensayo
crítico sobre la historia” hace consideraciones que definen a la historia
como “la ciencia de los desarrollos de la razón”. Debía buscar las leyes que
rigen el comportamiento de la especie humana. La sociedad se compone de un
engranaje y tiene unos órganos vivos que la hacen funcionar. Para Bordeau hay
que buscar la fisiología social. Para prestar atención a los aspectos que
permiten conocer a fondo la historia es básico conocer esas células elementales
de la sociedad como la familia, la demografía y los comportamientos naturales
de la población. Hay que estudiar el hábitat, los tipos de doblamiento, la
ocupación del terreno y la alimentación. Bordeau critica la atención sobre las
personalidades y los líderes. Propone el estudio de la colectividad anónima,
que ha de ser impersonal, tratar lo general, los hechos regulares, las
permanencias y desentenderse de los hechos aislados y lo particular.
Para Bordeau la Historia está por
hacer porque no satisface las exigencias de una ciencia plena, siendo sus
límites oscuros y los conocimientos confusos y vagos. Su método es incapaz de
constatar hechos con garantías y la capacidad de la historia para establecer
leyes es nula.
TEMA 7: HISTORIOGRAFÍAS NACIONALES EN EL SIGLO XIX.
La historiografía francesa del
siglo XIX tiene una gran relevancia por su rica y abundante producción. Puede
clasificarse cronológicamente en tres etapas: la que ocupa la primera mitad de
siglo y se extiende hasta el inicio del II Imperio, desde este momento hasta la
Comuna de París (1871) y la tercera etapa que permanece hasta fin de siglo y
que entronca con el panorama historiográfico del siglo XX (es la etapa de la
III República).
En el siglo XIX y especialmente
en la primera etapa mencionada se vive bajo el impacto de la revolución, que
permite consolidarse una nueva ideología y unos nuevos valores a través de los
diferentes sucesos revolucionarios.
Los autores interpretan las
experiencias revolucionarias teniendo en cuenta las explicaciones globales de
desarrollo social que ya habían postulado los ilustrados, de los que se sienten
herederos. Lo van a hacer desde planteamientos constitucionalistas y
revolucionarios haciendo hincapié en el cambio social. Quienes escriben, a
veces ya lo hacen desde la universidad aunque esto no predomina porque hay una
mayoría de escritores que proceden de la política y el periodismo. La historia
que escriban será una historia comprometida, militante e ideologizada (más que
en otras épocas). Escriben para defender su causa una historia comprometida con
valores (republicanismo, democracia, monarquía constitucional) y principios
(laicismo). La historia se esgrime como un arma ideológica.
Otro elemento es que en la historiografía
francesa se reduce el carácter cosmopolita que tuvo durante la época de la
Ilustración. La historia se hace así más nacionalista y más eurocéntrica. La
historiografía bascula entre dos formas que no se dan en estilo puro. En un
extremo lo que se denomina como una historia narrativa con influencia del
romanticismo y que pone cuidado en la expresión literaria, que se interesa por
la Edad Media y que acude frecuentemente al protagonismo de las grandes
individualidades del pasado; está pendiente de las cualidades humanas a las que
juzga y aplica valores contemporáneos, lo que provoca que se pueda incurrir en
anacronismos.
En el otro extremo hay una
historiografía más explicativa, donde lo importante no es la narración sino que
lo que interesa es explicar. Está más vinculada a los planteamientos de la
Ilustración porque es más universalista y racionalista. También se vincula a la
filosofía y a una nueva disciplina que es la sociología. Su discurso trata de
destacar a los rasgos dominantes de una sociedad. Los detalles no tienen una
gran relevancia. Interesa más el Renacimiento que la Edad Media y también temas
de historia social, de la administración, de las instituciones y económica.
-
Sismondi (1775-1842): desarrolla su labor en el campo
de la economía. Sus obras son “Historia
de las Repúblicas Italianas” e “Historia
de los Franceses”. Ninguna de estas obras aporta nada nuevo pero el autor
interesa porque se anticipa a una concepción de historia global
interrelacionando planteamientos de historia económica, social y política, algo
novedoso a principios del siglo XIX. También es prototipo de una historiografía
de ideas progresistas donde trata de aplicar ideas de la lucha política del
momento al estudio de la historia. Su obra está plagada de ideas como libertad,
democracia y de las virtudes del sistema parlamentario.
-
Michelet (1798-1874): se califica ya como historiador
aunque no impartió clases en la universidad. Era ensayista y ocupó cargos
importantes en la administración, por ejemplo, el de director de los Archivos
Nacionales Franceses. Interesa su “Historia
de Francia” en varios volúmenes e “Historia
de la Revolución Francesa”, también en varios volúmenes. Su obra aporta
documentación de primera mano que había utilizado él mismo. Su trabajo tiene una
sólida base documental, lo que no era muy habitual en la historiografía
francesa. Era de ideología liberal y simpatizante de los planteamientos de los
jacobinos durante la Revolución. También es anticlerical. En su obra “Historia de Francia” entronca bastante
con planteamientos propios del romanticismo. Es por tanto una historia
romántica del pueblo francés, protagonista de su obra como actor colectivo y
esencial en el devenir histórico, especialmente en la Revolución en un sentido
interclasista, es decir, no considerado como un grupo social. El análisis de la
historia de Francia se vuelca en los acontecimientos, las manifestaciones a
todos los niveles y en todos los ámbitos como el artístico, lingüístico,
leyendas, religiones y derecho. La obra de Michelet no es una historia social
de Francia sino de las manifestaciones del pueblo francés. No investiga
aspectos como la vida cotidiana, salarios, niveles de vida o adquisitivos, y
tampoco contiene elementos referentes a las concepciones ideológicas de los grupos
sociales. Por ello su visión es interclasista.
Su “Historia de Francia” es presentada como una dialéctica permanente
entre la libertad y el destino o la fatalidad, es decir, la historia como la
pugna contra la fatalidad.
Persigue, y aquí enlaza con Sismondi,
una historia total porque hay un poco de todo. Es un precursor de la historia
científica en Francia, a pesar de se romántico.
-
François Guizot (1787-1874): ejemplo de político de
altura que también es historiador profesional. Fue profesor en La Sorbona y
ejerció varios ministerios entre los que destacó el de Instrucción Pública, en
cuyo desarrollo colaboró de forma importante promocionando una ley para crear
escuelas de formación primaria en los departamentos franceses en los que se
enseñara también historia.
Escribe “Historia de la Revolución Inglesa”, “Historia de la Civilización en Francia” e “Historia de la Civilización en Europa”.
Su postura política está más al
centro que Michelet. Fue un liberal moderado comprometido con la Revolución de
1830, cuyo régimen consideró como la aglutinación de un proceso político
liberal que no debería avanzar más.
Guizot representa el racionalismo
experimental, luego estaría más próximo a lo que Comte definió más tarde como
el positivismo.
Reivindica una historia que
ocupara el conjunto de la actividad humana, sin embargo sus obras practican un
discurso más tradicional que el de Michelet porque en parte se oponía a lo que
era entonces moderno, el romanticismo.
Su historia no contiene excesivos
detalles, no es minuciosa y en el fondo es mucho más explicativa que narrativa.
Es el representante de otra forma
de hacer historia más cercana al positivismo y donde aparece un intento de
plantear la historia como resolución a un problema previo, recurso no novedoso
pero tampoco muy utilizado. Es lo que se ha denominado Historia-Problema.
-
Tocqueville: autor muy comprometido políticamente. Fue
ministro de Asuntos Extranjeros durante la II República. Es célebre por “La Democracia en América” y “El Antiguo Régimen y la Revolución”.
Políticamente está más cerca de Guizot que de Michelet, pero la influencia
importante viene de Montesquieu en lo que se refiere a la importancia que
concede a las leyes, a los ordenamientos jurídicos y que determinan la impronta
de una sociedad o cultura. En “La
Democracia en América” plantea el surgimiento de las instituciones
democráticas en los Estados Unidos de América y que eran las más perfectas.
Menciona distintos aspectos para explicar porque arraiga allí como el
ordenamiento jurídico, pero también los condicionantes físicos, causas
socioeconómicas, luchas políticas y sobre todo a lo que concede gran
importancia es a la situación moral del pueblo norteamericano. En la obra “El Antiguo Régimen y la Revolución”
analiza los enfrentamientos sociales y políticos en la Francia de finales del
Antiguo Régimen y cómo éste se va debilitando y entra en crisis.
Con estos autores se cierra la
primera etapa. Los autores que veremos a continuación ya han superado el
impacto de la revolución. Se engloban en el período 1852-1871 o Segundo Imperio
Napoleónico, III República. La revolución francesa ya interesa mucho menos y
queda en un segundo plano. Se abordan cuestiones monográficas de la actividad
humana que se alejan un poco de lo que era la historiografía tradicional. Son
autores que intervienen en política, están relacionados con las universidades y
que también proceden de otros campos. Algunos de ellos impulsan instituciones
académicas y oficiales desde las que la historia progresó como la Escuela de
Altos Estudios de París o el museo de Prehistoria de Saint Germain.
El positivismo va sustituyendo
al romanticismo como corriente en la práctica historiográfica. El espectro de
autores es muy amplio.
-
Taine (1828-1893): es historiador, crítico y ensayista.
Escribe sobre varios temas y destacan como obras “Historia de las Ideas francesas” y “Filósofos franceses del siglo XIX”, en la que analiza la obra de
autores contemporáneos. Es ahora cuando aparece el concepto de Historia
Contemporánea que se refiere a la historia reciente. También escribe “Historia de la literatura inglesa” en 14
volúmenes sobre escritores ingleses donde introduce novedades en la forma de
escribir sobre literatura inglesa. Escribe “Orígenes
de la Francia contemporánea” para referirse a los sucesos recientes, donde
se ocupa de la post revolución. En “Ensayo
de crítica de Historia” propone y reflexiona sobre el método de estudio de
la historia anticipando la escuela metódica francesa. Propone un método con
planteamientos del positivismo, es decir, historia como ciencia experimental a
través del método. Debe ocuparse de las sociedades como organismos entre los
que hay una interrelación y estudiar la “anatomía” y la “biología” de las
sociedades. Para ello es necesario un método en cuatro etapas: análisis, reunión y selección de hechos,
clasificación, ordenación y
distribución de los hechos en función de los temas en compartimentos
(religiosos, arte, industria, etc), definición
o elaboración de síntesis parciales que permiten al historiador realizar enfoques
acerca del tema a tratar y estudio o
establecimiento de relaciones entre las distintas definiciones alcanzadas
anteriormente y construir una visión de conjunto.
Taine considera que la historia
debe ocuparse de las leyes que rigen el funcionamiento de las sociedades, unas
leyes que no son de carácter universal y han de tenerse muy en cuenta los
valores y creencias dominantes para evitar los anacronismos o interpretaciones
del pasado impropias del momento.
Es un representante del
positivismo como propuesta metodológica para aplicarla a la historia.
-
Fustel de Coulanges (1830-1889): encarna una variedad
distinta a la de Taine porque estamos ante un historiador nato con un bibliografía
imprescindible como modelo. Es un profesional, profesor de universidad con
mucho prestigio y que representa el academicismo con gran tradición en la
erudición y en la crítica historiográfica. Tiene gran rigor crítico y erudición
, abarcando la mayoría de documentos necesarios para un buen trabajo en
historia. Tiene control sobre los textos y la información.
Escribe “Monarquía Francesa”, “Ciudad Antigua”, modelo de referencia para
conocer la ciudad antigua, medieval y renacentista, “Historia de las instituciones políticas de la antigua Francia” en 6
volúmenes que representa la erudición y el domino sobre la documentación.
Representa también la aplicación
del empirismo al campo del positivismo y la creencia en alcanzar un estudio
objetivo del pasado y la capacidad de construirlo. El historiador podía llenar
esos vacíos posibles que podían aparecer.
-
Renan (1823-1892): trató de aplicar a la historiografía
sus estudios filológicos de lenguas orientales. Escribe “Orígenes del cristianismo” en 8 volúmenes donde trata especialmente
de reconstruir la vida de Cristo como personaje histórico y despojada de los
elementos divinos. Es un libro de historia antigua donde aplica la crítica
filológica a los textos originales. Interesa porque, por primera vez, se trata
de aplicar el método historiográfico sobre una cuestión teológica, aplicando la
crítica, en definitiva, los principios del positivismo.
En Inglaterra el panorama
historiográfico es menos interesante pero no inferior. Social y políticamente,
el siglo XIX inglés es muy estable, lo que se refleja en el ambiente
intelectual. Los intelectuales ingleses se interesan por dos temas:
a)
reforma social: proyecto reformista en el que los
intelectuales se comprometen. Esto significaba cuestionar la idea de progreso
de Smith.
b)
Aspecto económico: destacan Malthus y Smith como objeto
de interés. Ricardo también desarrolla la doctrina económica clásica del
liberalismo, lo que prueba que la idea de progreso es cuestionada por todos,
incluyendo a Malthus y al propio Ricardo.
En definitiva la intelectualidad
inglesa no se ocupa de la historia con una postura cercana al socialismo pero
sin llegar a él.
En la historiografía inglesa del
siglo XIX hay que destacar que adquiere un gran desarrollo. Los autores más
importantes son:
-
Carlyle (1795-1881): es más ensayista que historiador,
crítico y reformista social que escribe sobre diferentes materias y que forma
parte de la intelectualidad. Es por ello que le llamaban “el sabio de Chelsea”.
Escribe sobre la literatura alemana y tuvo una gran repercusión por su estilo
satírico y de crítica social. Estaba vinculado a los ambientes reformistas, por
ejemplo a los utilitaristas de Bentham. También escribe sobre la Revolución
Francesa, donde muestra un panorama sobre aspectos sociales y la opresión
(visión justificadora) y aunque no aporta nuevos datos, sí una visión populista
que tuvo una gran difusión. También escribe “Cartas y discursos de Oliver Cromwell” y una obra sobre Federico II
de Prusia en diez volúmenes que incorpora toda la documentación disponible. Es
también autor de diversas conferencias recogidas en “Los héroes” y en ellas pone de manifiesto una visión influyente
sobre la historia que se explica como un avance de la civilización debida a la
actividad de los grandes hombres de la historia que ejemplifican su época y
contienen las esencias de dicha época consiguiendo que la humanidad avance,
siendo representantes del entorno social del que habían surgido. Traspasa la
mera biografía y trata de buscar documentación relacionada con esos grandes
hombres, encadenándolos en una secuencia lógica, sin embargo su método no es el
propio del historiador. Fue el inspirador de algunos géneros literarios e
incluso influye en Dickens.
-
Macaulay (1800-1859): se ha considerado el gran
historiador del siglo XIX. También era ensayista, pero es más historiador que
Carlyle. Se mueve más en los círculos políticos y es miembro destacado del
partido whig. Colaboró también con publicaciones literarias con lo que alcanza
una gran difusión. Publica “Trovas de la
antigua Roma”, sin embargo la obra fundamental fue los varios volúmenes que
escribió sobre la “Historia de Inglaterra”,
que tuvo una gran demanda, lo que favoreció que la continuara y terminara
estudiando toda la edad moderna. Esto hizo que se le considerara dentro de los
ámbitos académicos.
En sus ensayos mezcla aspectos
filosóficos, morales y políticos. La calidad literaria era muy importante y se
le asimiló al “Rubens de los historiadores”. Decía que la misión del
historiador era pintar y dibujar con una gran y amplia gama de colores. El
historiador, para él, debe abarcarlo todo y todos los temas relacionados con
las épocas que intenta trazar.
Su “Historia de Inglaterra” es en cierto modo tendenciosa y peca de
parcial, destacando virtudes y defectos en función de la ideología política del
personaje.
Macaulay dominó gran cantidad de
documentos y su obra contiene también anécdotas ilustrativas de su
interpretación. Su estilo es narrativo y más descriptivo y retórico que
explicativo. En su obra priman los elementos de carácter político. Su obra es
un himno a la Revolución de 1688 que había consagrado valores políticos
tradicionales de la ideología whig.
TEMA 8: PROPUESTAS DE
HISTORIOGRAFÍA CIENTÍFICA EN EL SIGLO XIX.
En Alemania la situación es diferente a la de Francia e
Inglaterra. En Alemania los problemas esenciales eran dos, por un lado la
aspiración latente (y luego más explícita) a realizar la unificación política.
Por otro lado Alemania también tenía que emprender la modernización pero sin
correr riesgos revolucionarios. Desde finales del siglo XVIII algunos intelectuales
vinculados a la universidad de Göttingen comienzan a sentar las bases de una
cultura nacional recuperando mitos, tradiciones, derecho positivo, lengua y
folklore. En el campo de la historia esto supuso la búsqueda de un pasado común
y nacional. Estos planteamientos se intensifican en el siglo XIX y conectan con
otros planteamientos más cercanos al positivismo científico y con
planteamientos procedentes de las disciplinas auxiliares de la historia como la
diplomática, la crítica textual, la erudición, la filología y la paleografía.
Universidades e instituciones políticas impulsan mediante
subvenciones la historia y se crean cátedras y departamentos.
Se produce un impulso de búsqueda de fuentes para la
historia, de colecciones documentales, de fuentes de acuerdo con la crítica
rigurosa. Se fundan academias como la Sociedad para el estudio de la historia
alemana (1819) subvencionada por Prusia y Austria, lo que revela un espíritu
nacionalista alemán.
En 1826 se publica Documenta
Germaniae Historica para recopilar documentación sobre la historia alemana.
Entre 1825 y 1837 se publican varios volúmenes de Pasado del pueblo alemán.
Todo esto se proyectó en la historia antigua grecolatina en
la que destacaron los historiadores alemanes que reinterpretan la antigüedad.
Como autor destaca Wolf, precursor que a finales del siglo XVIII escribe sobre
la obra de Homero donde concluye que su origen es muy anterior a la escritura.
También interesan otros autores:
- Niebühr: escribe la Historia de Roma a principios del
siglo XIX con una gran aceptación, hasta el punto de convertirse en libro de
texto también en Inglaterra. Aplicó a los textos disponibles la crítica
filológica, el rigor y la erudición de forma sistemática para llevar a cabo una
narración con acontecimientos enlazados y en la que se desecha material que no
cumple requisitos del rigor historiográfico.
- Mommsen (1817-1903): también continúa con los estudios
clásicos y trata de aplicar a la antigüedad romana la crítica documental. Tuvo
una importante actividad académica impulsando los programas de investigación de
la academia de Berlín, por ejemplo el Corpus
Inscriptionum Latinarum, con 200.000 inscripciones latinas. Investiga sobre
época antigua y aborda otras facetas del mundo romano. Lo pudo hacer porque
estudió otras disciplinas como derecho, filosofía e historia. Entre sus obras
destaca una historia de la moneda, una historia de personajes romanos desde
Augusto a Diocleciano, una historia de Roma y otra sobre derecho público
romano.
Fue también especialista en epigrafía latina y dominó una
gran masa documental a la que somete a una crítica para construir una historia
de Roma desde otros puntos de vista.
Su idea de la historia le aleja del paradigma rankeano o de
los documentos. Mommsen no creía demasiado en la objetividad del historiador y
consideraba que éste sí debía llevar a cabo una labor de pedagogía política.
Por eso Mommsen toma también partido.
- Droysen (1808-1889): destaca por
sus estudios sobre Grecia y se concentró en Alejandro Magno. Publicó una obra
de metodología de la historia. Su planteamiento le aleja del positivismo de
Ranke. No compartía la creencia en la positividad de llegar a causas
científicas o leyes que explicaran la historia. Es un tanto idealista.
- Ranke (1795-1886): ejerce cargos
universitarios, sobre todo en Berlín, y dirige investigaciones. Impulsa los
seminarios universitarios donde confluyen profesores y alumnos para desarrollar
proyectos de investigación. Investiga en archivos de Alemania, Austria e
Italia.
Escribió sobre todo de historia
moderna. La primera obra fue “Historia de
los pueblos románicos y germánicos (1494-1514)”, donde defiende usar un
método basado esencialmente en la crítica documental. Esta obra contiene un
apéndice donde Ranke critica a los historiadores modernos, que en realidad es
una defensa de una concepción de la historia que partía de la crítica de la
historiografía heredada de la Ilustración. Hace historia política y
diplomática. En sus obras destaca “Historia
de los papas durante los siglos XVI y XVII”, “Historia de Alemania en tiempos
de la reforma”, “Guerras Civiles y monarquía en la Francia de los siglos XVI y
XVII” y una historia universal (incompleta) en nueve volúmenes.
Los planteamientos de Ranke son:
Los estados y los gobernantes como
construcción política a lo largo del tiempo tienen la clave para explicar la
historia, luego el historiador debe ocuparse de las relaciones entre los
estados y las actuaciones de los gobernantes.
A Ranke también le preocupa el
estudio de las características de los pueblos a lo largo de la historia, lo que
le entronca con el romanticismo alemán. Considera que hay algo en la evolución
de los pueblos germanos que se acerca al concepto de Volgeist. Su historia de
Alemania se ha valorado como un intento de demostración de un cometido
inherente al pueblo alemán, la ruptura con la Edad Media y con las
representaciones políticas de este período, el Sacro Imperio Romano Germánico y
el Papado.
Alemania se encuentra a sí misma
rompiendo con estas ataduras. La importancia de Ranke es su metodología,
calificada como positivista (positivismo rankeano) pero no el filosófico de
Comte, porque no busca leyes que expliquen cómo funcionan las sociedades, sino
la experiencia como método científico que debe seguir el historiador.
Ranke da importancia a los
acontecimientos como sucedieron, pero considerados como únicos e irrepetibles.
No se pueden sacar de ahí generalizaciones por eso. Hay que explicarlos con
todo lujo de detalles. Reconstruye mediante la descripción los hechos tal y como
sucedieron. Para ello están los documentos que deben “hablar” por sí mismos. El
pasado es objetivo y real y el historiador debe saber captarlo sin interpretar
o con subjetivismos. No debe valorar ni enjuiciar a los protagonistas del pasado.
El pasado para Ranke es algo real y para investigarlo ha de acudirse a las
ciencias auxiliares. Debe tener formación filológica para realizar crítica
formal y también saber paleografía y numismática. El historiador debe renunciar
a instruir a sus contemporáneos.
El historiador debe intentar
comprender los hechos históricos en sí mismos y sin extraer leyes generales.
-
Langlois y Seignobos: destacan por sus planteamientos
metodológicos y se preocupan por problemas epistemológicos. Su “Introducción a los estudios históricos”,
de 1898, es un intento de sistematizar el método científico aplicado a los
hechos históricos. Defienden una concepción muy parecida a la de Ranke. El
historiador debe ser imparcial, pero aún van más allá. El historiador cuenta
con los documentos, que son huellas del pasado aunque no son del pasado. En
este aspecto se desmarcan de Ranke (los documentos hablan). Son la materia
prima que nos hablan de actos y pensamientos de los hombres del pasado. Entre
historiador y huella está el razonamiento porque el historiador no puede
observar directamente la realidad. Es un conocimiento indirecto, a diferencia
de otras disciplinas.
El primer impulso intelectual del
hombre es dar crédito a todo lo que tiene ante sí y el historiador debe tener
la precaución de someterse a operaciones regidas por una metodología científica.
Este sistema deben llevarlo a cabo los historiadores y consta de tres partes
esenciales:
a) heurística:
crítica externa del documento. Se analizan las características materiales de
los documentos, veracidad y autenticidad documental, falsificaciones, aplicando
las técnicas documentales procedentes de otras disciplinas. Antes debemos
buscar, inventariar y clasificar los documentos. El historiador debe tratar de
reconstruir la forma original del documento, las condiciones en las que fue
hecho.
b) Hermenéutica:
crítica interna del documento. Se procede a su análisis de contenido para saber
qué nos dice y cómo nos lo dice, el mensaje y las intenciones del autor, si es
sincero y es exacto. Debe basarse en los análisis filológicos y la semántica
para interpretar correctamente el sentido de las palabras.
c) Síntesis:
se deben confrontar las distintas fuentes y documentos. Se deben reagrupar los
hechos, ubicarlos, relacionarlos con otros y seleccionar los más relevantes
para llegar a operaciones de síntesis que nos permitan organizar toda la
información. Es necesario también que se lleve a cabo de forma colectiva y con
el apoyo de las instituciones para archivos y bibliotecas. Para la segunda fase
se pueden realizar monografías pequeñas, realizadas por seminarios
universitarios, licenciados, etc, y finalmente la síntesis quedaría para el
profesor con experiencia.
Seignobos también se preocupó por
las relaciones entre la historia y las ciencias sociales en su obra “El método histórico aplicado a las ciencias
sociales”, donde dice que los hechos históricos son cuando NO pueden ser
observados directamente, de modo que es la forma de conocer un hecho lo que le
da la condición de histórico. Por lo tanto se acude a representaciones mentales
de modo que la imaginación representa una parte esencial para el conocimiento
del pasado, así como la intuición. Es una relación de interdependencia mutua
entre las dos partes, ya que ambas se necesitan. Las ciencias sociales nos permiten
conocer el presente, lo que es imprescindible para el historiador para
representar el pasado. Pero también sucede al contrario, ya que la historia
proporciona el desarrollo de toda una evolución a lo largo del tiempo.
-
Lavisse: profesor de historia. Se le encarga una
monumental “Historia de Francia”, que
comienza en 1903 y trata desde los galos hasta la Revolución Francesa. Colabora
con los historiadores de renombre franceses y luego, dicha obra fue continuada
con nueve volúmenes más hasta 1919. es una historia eminentemente política con
acontecimientos militares y diplomáticos con un lugar secundario para aspectos
sociales o económicos.
El concepto de estado/nación
cobra protagonismo, especialmente primero con la nación francesa que acaba en
el estado francés. Ya los galos eran franceses. Se establece una cronología en
base a los reinados, es decir, se personalizan las etapas históricas.
Alcanzó gran difusión un libro en
los centros de enseñanza, “El pequeño
Lavisse” que era una historia de Francia muy condensada y que fue anticipo
de su gran obra.
-
Materialismo histórico (tal y como fue formulado por
Marx y Engels).
El materialismo histórico se
presenta como algo más que una propuesta. Pretende ser un análisis global de la
historia, de la filosofía, etc. Es una crítica radical de los sistemas de
pensamiento burgueses que legitimaban el capitalismo. También era una
alternativa académica porque no se desarrolla en las universidades y no cuenta
con el apoyo de los estados. Se vincula a la lucha social y política, sobre
todo al activismo proletario. Surge en un contexto marcado por las pésimas
condiciones de vida de gran parte de la población, consecuencia de la
Revolución Industrial (emigración a la ciudad). Critica la idea de progreso que
en los siglos XVIII y XIX se desarrollaba en Inglaterra desde la percepción de
que las esperanzas de crecimiento económico no se producían. Los autores son
los alemanes Marx (1818-1863) y Engels (1820-1895), que se exilian a Inglaterra
y tienen una relación de maestro y colaborador íntimo. Se conocen a principios
de la década de los 40 y comienzan a colaborar estrechamente. Entres sus obras
se mencionan, antes del año 48, “La
ideología alemana”, “Tesis sobre Feuerbach”, “Manuscritos sobre economía
política y filosofía”, “Miseria de la filosofía” (respuesta a Proudhom), “La Sagrada Familia” (crítica a Bruno
Bauer y sus colaboradores), “La situación
de la clase obrera en Inglaterra” y “El
manifiesto comunista”. Tras el año 48 publican “La lucha de clases en Francia”, “El 18 Brumario de Bonaparte”,
“Principios de Economía”, “Contribución a la crítica de la economía política”
y el primer volumen de “El Capital”
(1867). Los otros volúmenes son de 1885 y 1894 e incluso hay un cuarto volumen
publicado por Kauskin en la década de los 20 del siglo XX.
El materialismo histórico trata
de presentarse como un instrumento de lucha política. Recoge influencias
intelectuales entre las que destacan:
a) la
teoría económica inglesa a partir de Adam Smith y especialmente de las
aportaciones de Ricardo y Malthus.
b) La
filosofía hegeliana sobre todo en lo que se refiere al método de la dialéctica
como método de razonamiento.
c) Socialismo
francés o utópico en cuanto a temas de reforma social, crítica del capitalismo,
aparición de nuevos valores y lucha revolucionaria.
La base de toda sociedad es la
forma en que se producen los bienes, es decir, la economía. Esto depende primero
del desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas o conjunto de elementos
que forman parte de la producción y que son el trabajo humano o energía que el
hombre aplica (fuerza de trabajo) y los medios de producción (tierra, materias
primas, utillaje, técnica, conocimientos técnicos). También depende de las
relaciones de producción en el acto de producir, de modo que son relaciones
entre grupos sociales determinadas por la propiedad de los medios de
producción.
Para el materialismo histórico,
las relaciones de producción a lo largo de la historia son siempre de
explotación aunque con modos diferentes. Las modalidades serían, tras la
aparición de la propiedad privada, el esclavismo, el feudalismo y el
capitalismo. El socialismo y comunismo serían la etapa final, lo que condiciona
la abolición de los grupos sociales y de la propiedad privada.
A lo largo de la historia hay dos
grupos sociales con intereses contrapuestos. La conciencia del interés de cada
grupo crea una conciencia de clase que hace que sea utilizada para iniciar una
lucha revolucionaria. La lucha de clases mueve la historia cuando se adquiere
la conciencia de clase. Para que triunfe y se pase de uno a otro modo de
producción han de aprovecharse las contradicciones entre el grado de desarrollo
de las fuerzas de producción (que tienden a avanzar) y las relaciones de
producción (que se estancan).
La superestructura ideológica,
política y jurídica de la sociedad incluye todo aquello que legitima y
reproduce el modo de producción. Es la forma de estado, las leyes o derecho
positivo, las creencias, los sistemas filosóficos, la religión y el arte,
aspectos que pertenecen a la superestructura y que son un reflejo de la
infraestructura porque legitiman las relaciones de producción.
Por naturaleza la superestructura
es conservadora. Marx y Engels mencionan que la superestructura también tenía
una dinámica propia, aunque no explicaron la relación con la infraestructura.
La historia es una sucesión de
etapas de modos de producción y el intelectual tiene la función esencial de
proporcionar la teoría para llevar a cabo la acción revolucionaria. El
materialismo histórico quiere transformar el presente para crear una nueva
sociedad en el futuro. El objetivo es la emancipación del proletariado que
tendría éxito cuando se explicara cómo había evolucionado la historia y cuándo
se intensificaron las contradicciones.
Marx y Engels también tienen
contradicciones y dejan cabos sueltos lo que provocó que el marxismo adoptara
diferentes vías.
El materialismo histórico
proporciona un marco teórico para analizar el pasado, es un método de análisis
de la historia desde la teoría guiada por la investigación.
TEMA 9: HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES EN EL CAMBIO DE SIGLO.
El panorama a finales del siglo XIX y principios
del siglo XX es complejo y de transición entre dos grandes etapas o paradigmas.
Por una lado el paradigma rankeano y la versión de la escuela metódica francesa
y por otro lado el paradigma de los anales, que incluye desde finales de la
década de los 80 hasta el principio del período de entreguerras.
Hay insatisfacción frente a la
casi absoluta hegemonía de la historia tradicional académica apoyada por las
instituciones y centrada en los hechos políticos, donde priman las acciones
individuales, de corte patriótico y nacionalista e interesada en el desarrollo
de los estados. Aún la insatisfacción es minoritaria en los medios académicos y
procede de ámbitos científicos diversos y no siempre desde dentro de la
historia institucional. Se extiende y surge en Francia y Alemania. Se
intensifican las relaciones de contacto entre la historia y otras disciplinas o
ramas del conocimiento social, que también alcanzan un estatuto científico y
obtienen un reconocimiento académico para constituir un método propio de
conocimiento. Son la sociología, la antropología, la lingüística, la economía y
la psicología.
Estas relaciones no fueron
siempre “amistosas” y hubo suspicacias mutuas e incluso rechazos, a veces
inevitables, y que generaron aportes mutuos metodológicos y relativos a los
objetos de estudio.
-
Relaciones con la sociología: son generalmente
difíciles. Desde el campo de la historia tradicional política (por ejemplo,
Ranke) se puede decir que se observa un rechazo de la sociología por parte de
la historia y por extensión de las concepciones historiográficas que reclaman
una mayor atención a los problemas sociales. Por un lado, el método de crítica
documental daba mejores resultados si se aplica a la historia política
tradicional. Prestar atención a los conocimientos sociales hacía que el método
fuera dudoso en su resultado científico, es decir, los documentos apenas
aseguran algo cuando se refieren a fenómenos colectivos. Esta inseguridad es un
motivo importante. Los historiadores consideraban demasiado abstracto ese tipo
de conocimiento social pero también reduccionista ya que el conocimiento no
tenía en cuenta la singularidad de los acontecimientos. Un segundo motivo de
inseguridad sería la poca disposición de los gobernantes a subvencionar ese
tipo de historiografía con investigaciones más lentas, difusas y que se alejan
de las bases de la historiografía tradicional. El gremio de historiadores, en
general, no estaba dispuesto a aceptar esas propuestas de una historia más
social y menos política o tradicional.
Desde el campo de la filosofía
del conocimiento (epistemología) se trata de establecer relaciones con la
historia y con otras ciencias.
Dilthey publica “El mundo histórico”, que fue más
desarrollado por Windelband. Ambos distinguían dos tipos de ciencias, por un
lado las ciencias de la naturaleza, que tratan de explicar las relaciones entre
las cosas materiales para producir un conocimiento científico (ciencias
nomotéticas). Por otro lado hay ciencias que se ocupan del espíritu y que
tratan de explicar cosas particulares que atañen al hombre, lo único y lo
irrepetible, que tratan de comprender. Se refiere a las relaciones que se dan
entre los hombres y que se basan en las vivencias y experiencias como formas de
conocimiento. Estas ciencias ideográficas son hoy humanas o sociales, pero
Dilthey pensaba que era la historia la representación de este tipo de ciencia
ya que la sociología usaba muchos de los métodos de las ciencias de la
naturaleza.
En esta tradición Rickert avanza
esta dualidad diciendo que la realidad empírica es inabarcable desde el punto
de vista del conocimiento y que cada ciencia explica una parcela con sus
propios métodos. Clasifica en ciencias de la naturaleza con un método
generalizador y ciencias de la cultura, entre las que destaca la historia.
Desde la sociología también se
habló de la historia. No había opinión de los historiadores tradicionales. En
el caso de las monografías históricas especializadas sobre hechos únicos, se
critica y cuestiona su utilidad social, especialmente Comte y sus seguidores.
Spencer creía que la posición de
la sociología da una visión general a partir de los materiales aportados por la
historia que estaría en una posición subordinada y auxiliar.
Durkheim tiene una visión más
positiva de la historia a la que ve como una disciplina que no es ciencia
porque se ocupa de lo especial, único e irrepetible, por lo tanto no puede
establecer leyes como sí hace la sociología. El método de la sociología busca
establecer relaciones de causa-efecto, algo que no puede hacer la historia.
Propone que los historiadores también se ocupen de los hechos sociales, que
pueden ser estudiados en lo que tienen de objetivos. Desprecia la forma
tradicional de hacer historia y refleja la insatisfacción del ambiente
intelectual. Fundó una revista, “Anuario
Sociológico” en 1897, en la que hay reseñas de libros de historia. También
escribió la “Historia de la educación en
Francia” y fue admirador de Coulanges.
También hay intelectuales en una
zona de confluencia entre la historia y la sociología, con planteamientos
conciliadores. Cabe destacar a Weber, que aspira a realizar trabajos de
historia donde se llega a una más precisa conceptuación y se establece una
metodología más vinculada a la sociología que resultara en una historia más
conceptual donde se manejaran categorías e incluso abstracciones.
La historia debía ser científica,
pero no como quería Ranke porque no basta una reconstrucción minuciosa y
rigurosa o erudita y metodológica para que el resultado fuera científico. Lo
científico era que se introdujeran conceptos que hicieran comprensible el
relato histórico. Explicar no es describir porque maneja conceptos,
significados y valores, es decir, tipos ideales o abstracciones a partir de los
fenómenos que estudiamos. Los fenómenos sociales se prestan a este tipo de
explicaciones porque son más difíciles de describir que los sucesos políticos.
No es necesario construir muchos tipos ideales y hay que quedarse con los más
significativos y básicos como instrumentos del conocimiento histórico. Para
estudiar los fenómenos sociales, Weber propone un método comparativo que lleva
a cabo en su libro donde aísla elementos para ver cómo funcionaban en
diferentes contextos, por ejemplo, en el mundo católico y protestante. Otra
obra importante de Weber es “Economía y
sociedad”, donde reflexiona en lo social como objeto de la historia.
La antropología experimenta un
importante desarrollo que realizó por varios caminos. Por un lado, la
antropología evolucionista incide en el estudio del cambio. Las diferentes
culturas atraviesan etapas y existe una evolución hacia fases más
desarrolladas. Morgan es su representante con conceptos como salvajismo, barbarie
y civilización. Cada etapa está caracterizada por un nivel técnico y unas
relaciones con el entorno y dentro del grupo. Destacar que esta antropología
acude a la historia para explicar el cambio.
Otra rama dice que los sistemas
sociales de los pueblos primitivos actuales se parecen a los de las culturas
antiguas desaparecidas, aspecto que Frazer propone a los prehistoriadotes para
establecer analogías.
Otra corriente tiene en cuenta a
la historia. Es la antropología historicista que estudia las historias actuales
de las tribus actuales teniendo en cuenta su contexto y sin establecer
analogías. Su máximo representante fue Boas.
Otra corriente es la representada
por Macinowski, llamada antropología funcionalista. Trataba se estudiar la
función social de creencias, ritos, costumbres e instituciones de los pueblos
con una función social estabilizadora que había que descubrir. Se propone el
trabajo de campo y observar la evolución de la tribu.
Antropología e historia tienen
muchas e intensas relaciones mutuas.
Respecto a la economía, puede
decirse que despega antes que la historia, especialmente a partir de Smith y
durante el siglo XIX con los economistas clásicos y la escuela neoclásica. Ya
entonces se hace uso de las matemáticas y de otras especialidades y se había
creado su propio lenguaje. Mantiene una fructífera relación con la historia.
Schmoller, economista alemán es
contrario a las teorías al uso sobre la aspiración de los economistas de
formular leyes económicas universales que explicaran relaciones entre
magnitudes económicas y que fueran válidas. Insiste en la necesidad de estudiar
el contexto histórico y conocer las variables económicas, dando cuenta de lo
que efectivamente ocurre en cada época. Schmoller representa un historicismo
aplicado al campo de la economía. El economista necesita un profundo
conocimiento de la historia. Sus seguidores alemanes realizaron obras
importantes acerca de los gremios en la Edad Media o las ciudades hanseáticas,
en lo que se puede llamar economía aplicada a tiempos del pasado o historia
económica.
Influye fuera de Alemania. En
Inglaterra se produce una vertiente entre economía e historia que se puede
considerar Historia Económica, pero no son economistas. Se investiga sobre la
economía inglesa reciente y destacan nombres como Toymbee, Unwin y Clapham.
Toymbee escribe sobre la revolución industrial en sus trabajos de 1884. Unwin
estudia la organización industrial en los siglos XVI y XVII. Clapham estudia el
desarrollo económico de Francia y Alemania en la Edad Moderna. Todos utilizan
siempre enfoque y métodos de historiadores.
En 1929 se crea la revista “Economic Historic Review” que aún hoy se
publica. Esto supone el reconocimiento a una tendencia sólida que se arraiga.
En los años 30 se desarrolla la historia cuantitativa o serial como forma en la
que el historiador selecciona información a partir de fuentes numéricas, la
trata y descubre comportamientos anónimos o colectivos (salarios, precios,
etc). Esta historia se comienza a desarrollar con los trabajos de Simiand
cuando publica estudios sobre la evolución de los salarios y precios.
Hamilton tiene varios libros
sobre la evolución de los precios en España durante la Edad Moderna, así como
la llegada de oro y plata a Sevilla.
-
Manifestaciones de esta “insatisfacción”.
A veces este sentimiento procede
del ambiente académico. En Alemania encontramos varios volúmenes de “Historia de Alemania” de Lamprecht entre
1891 y 1909. Antes había publicado “Vida
económica de la Edad Media en Alemania”. Interesa porque originó la disputa
del método. Cuestiona el papel central que había tenido el estado, el
protagonismo de las individualidades y los hechos irrepetibles y reclama una
historia distinta donde el método descriptivo sería sustituido por otro más
explicativo, hablando de las interrelaciones entre procesos históricos y
mostrando a la historia como una ciencia empírica. Le presta atención a los
fenómenos sociales y económicos, pero también a la cultura y esto era nuevo.
Pero Lamprecht no pudo evitar
incurrir en una concepción que recuerda al sentimiento romántico y también
tradicional, donde se recuerda este espíritu colectivo del pueblo alemán. Esto
supuso críticas en Alemania, aunque se aceptó.
Se le achaca que incurrió en
muchos errores e inexactitudes, lo que es imperdonable en Alemania. Tendió a
presentarse como la historia escrita por un aficionado.
En Francia hay quienes discrepan
de la escuela metódica porque hay que hacer algo más. H. Berr reclama otro tipo
de historia diferente. Su tesis doctoral “Esbozo
de la síntesis de conocimientos basado en la Historia” de 1893, explica que
la historia es la principal de las ciencias sociales. El historiador debe
aspirar a la gran síntesis apoyándose en el sociólogo, etc. Para ello fundó en
1900 “ Revue de síntesis histórica”,
foro internacional donde cabían artículos de discusión teórica relacionados con
la historia y las demás ciencias sociales. Fue una alternativa a Monod, etc.
Escribe “La Síntesis en historia” que
servirá de inspiración para el surgimiento de la escuela de los Annales.
En Estados Unidos la situación es
más sencilla al no haber tradición historiográfica. Casi no existe un pasado.
Los historiadores plantean criterios renovadores en relación a lo que se hacía
en Europa. Supone un impacto y un revulsivo la obra de Turner (1893) “La frontera en la historia americana”,
símbolo del movimiento New History como intento por modernizar la historia más
allá de la historia política e institucional.
Su tesis es que la creación de la
nación americana obedece a un contexto de conquista y colonización en cuatro
fases: cazadores, mineros, granjeros y la urbana.
Otro autor influyente es Bear
(1913) que reinterpreta la Constitución americana, sus principios, desde un
punto de vista socioeconómico. Afirma que preserva los intereses de grandes
grupos económicos dominantes.
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