lunes, 24 de diciembre de 2012

Expediciones a Ultramar



Expediciones a Ultramar

Introducción
Se trata del envío de las expediciones a Ultramar, un análisis de las fuerzas mandadas desde la Península durante el periodo de las independencias de los territorios americanos. El esfuerzo realizado, tanto financiero, humano realizado la Comisión de Reemplazos,
los modos de manejarse con los fondos tan escasos de los que disponía para la realización del objetivo al que se encontraba destinada en medio de una contienda, resolvió de la mejor manera posible sus necesidades con el envío de refuerzos a distantes teatros de guerra más allá del océano. Y posteriormente, cuando, al retorno de Fernando VII al trono se vio obligada por las circunstancias políticas a la creación de unidades expedicionarias para enviar en enormes convoyes bajo el inconveniente de no tener apenas embarcaciones en las que transportar las tropas, y con gran deuda contraída por las anteriores expediciones enviadas.
El proceso y evolución de los distintos movimientos emancipadores en un escenario tan amplio como la costa americana atlántica requiere también diferentes actitudes y comportamientos, y las expediciones de apoyo a la causa realista, que necesariamente tienen que ser marítimas, imprimirán un signo particular a las operaciones bélicas.
"El deseo de mantener el sistema colonial motivó una serie de esfuerzos de todo tipo, que culminaron en el envío de expediciones militares a las colonias.”[1]
"El principal objetivo español con respecto a sus colonias era la recuperación del control efectivo de las mismas, excluyendo cualquier tipo de soluciones intermedias. La actuación de la Comisión de Reemplazos en su decisión de enviar expediciones militares a América debe ser analizada bajo este punto de vista.”[2]
Compromiso de la mediación de las potencias extranjeras, como Francia, Inglaterra, Rusia, en el conflicto de España con los territorios insurgentes en América.
Inglaterra intervino en un armisticio firmado en 1812, entre el virrey Elio y Buenos Aires, cuando se levantó el asedio sobre Montevideo y el bloqueo sobre Buenos Aires. El acuerdo se produjo porque Inglaterra estaba interesada en evitar que España enviase Ejérctos a América en lugar de emplearlos contra Francia en la Península Ibérica.
Aunque la ayuda por parte de Francia desapareció cuando se hizo publico el memorandum de Polignac, un documento redactado por George Canning sobre el resultado de las conferencias del 9 al 12 de octubre de 1823, entre él y Jules de Polignac, embajador francés en Londres.
Inglaterra y Francia coincidieron que no había forma que España no recuperase sus territorios de Ultramar. El documento señalaba que ambos países no tenían intención de ayuda a España a conservar sus dominios en América, y que ninguna otra nación europea tenía deseos de ganar territorio en la región, u obtener tratados de exclusividad comercial en la misma.
El 2 de diciembre de 1823 los Estados Unidos dio a conocer también su doctrina Monroe en favor de la causa americana, aunque debido a su limitada posición internacional fue tomada con indiferencia por las potencias europeas.
La Comisión de Reemplazos era la institución encargada de la financiación de las expediciones enviadas a Ultramar.
Una Real Orden de la Regencia del 8 de septiembre de 1811 establecía un impuesto sobre:
- el cobro del 1 % de valor de los géneros y efectos que se exportaban de Cádiz
- el cobro del 1 % del oro acuñado y por acuñar que viniese de América,
- el cobro del 2 % de la plata acuñada y por acuñar que viniese de América, y
- el cobro del 3 % del valor del arancel de todos originarios de las colonias.
Objetivo: "en dar vestuario al soldado y el rancho de viaje, con el auxilio que se acomodase a los dueños de los buques de transporte"[3]
También los obtuvo a través de los donativos de los Consulados de Comercio:
-        México, Guadalajara y Veracruz no realizaron ninguna aportación,
-        Lima (dos millones de reales), y
-        La Habana (cuatro millones de reales).

1.- Unidades creadas en la Península
La respuesta de la metrópoli a las primeras insurrecciones americanas es en lo que respecta a la política militar, fundamentalmente la organización de expediciones de refuerzo desde la Península para los contingentes que en el Nuevo Mundo sostienen la causa realista.
Los proyectos para reforzar a las fuerzas realistas en América, pasan por diversos cambios: inicialmente se cree más conveniente que el envío de unidades completas, el de cuadros, que serían completados ya en el Nuevo Continente. Aunque en definitiva se terminará por seguir la política de enviar unidades completas tipo batallón –o escuadrón en el caso de la caballería–, sin perjuicio del proceso de reorganización o desdoblamiento de las mismas ya en la zona de operaciones, que se producirá en tantos casos. Política que comienza poco meses más tarde del inicio del conflicto
Las unidades creadas en la Península eran las llamadas expedicionarias, pero desde su llegada al continente americano recibían un flujo continuo de tropas americanas que suplantaban sus bajas europeas, es decir, a más tiempo de llegada más americanizada se quedaba la teórica unidad expedicionaria.
La característica que se atribuye a los soldados expedicionarios europeos es una teórica mayor lealtad que sirviese de cohesión para las unidades. Pero por el contrario esta tropa europea era más susceptible a enfermar, y sin disciplinar eran más insubordinados que los americanos.
Los individuos de tropa del ejército provenían de los llamados quintos, de los reclutas voluntarios y de los condenados a servir en el ejército por los tribunales y justicias del reino. Estos tres medios de conscripción adolecían de grandes defectos y no suministraban a las filas sino elementos de escaso valor. En los pueblos en que se llevaba a cabo el alistamiento en la forma de quinta, se cubría el cupo con los individuos reconocidos como perniciosos y cuando se hacía legalmente se aceptaban como sustitutos de los señalados por la suerte hasta extranjeros y desertores. Los reclutas voluntarios no eran de mejor calidad, en su mayoría formado por hombres frustrados en otros campos de la actividad.
Las tropas que constituían el ejército expedicionario habían sido reclutadas en las condiciones dichas, mas como se concedió a su jefe la facultad de escogerlas entre todo el ejército, constituían la flor y nata de la milicia peninsular. Sin embargo, el temor a una campaña en tierras lejanas, pintadas con colores exageradamente sombríos, donde al par que con una naturaleza hostil se luchaba con hombres bárbaros y heroicos que ni pedían ni daban cuartel, determinó numerosas deserciones.
Sobre el desempeño de las fuerzas peninsulares en el teatro de guerra en el Alto Perú enla campaña de 1817, el general realista Andrés García Camba señala:
Los cuerpos peninsulares ostentaron en todos los lances de esta activísima campaña, constante y decidido valor, mas la falta de conocimientos en esta clase de guerra enteramente nueva para ellos y el desventajoso concepto que ligeramente habían formado del enemigo varios de sus individuos, fueron la causa de algunas temeridades tan sensibles como costosas. Las tropas del país (americanas) llevaban algunas ventajas a las europeas, por la práctica que habían adquirido, por la menor impresión que les hacia la frecuente variación de temperaturas y aun por su imponderable sobriedad. [4]
La orden efectiva de reclutamiento tuvo lugar el 1 de septiembre de 1811 la Regencia mediante una "Real Orden" se dirige al "Tribunal del Consulado de Cádiz", que agrupa a los comerciantes gaditanos, exponiendo la difícil situación americana y la penuria de recursos del Estado para hacer frente a la misma, demandando fundamentalmente la aportación de fondos para financiar el transporte de tropas y pagar los fletes de los buques hasta su arribada a los puertos americanos.
El "Consulado" gaditano recibe favorablemente la propuesta, ya que conviene recordar que los comerciantes de Cádiz sustentaban importantes intereses comerciales en ultramar y prácticamente todo el comercio americano con la metrópoli se efectuaba a través de esta ciudad. La respuesta es positiva y sorprendentemente rápida, incluso para los modos actuales, ya que en pocos días se presenta un plan para aportar de inmediato 8.000.000 de reales, diseñando incluso el sistema de recaudación para lograr en muy breve plazo esta cantidad y asegurar así la viabilidad del proyecto. El día 8 de septiembre se aprueba oficialmente la creación de una comisión destinada a los fines expuestos, y que se denominará "Comisión de Arbitrios y Reemplazos", disponiendo quince días después el envío de un comisionado a Extremadura para reclutar hombres dispuestos a marchar a América, haciendo extensivo además este sistema de alistamiento a Galicia, Canarias y la propia ciudad de Cádiz.

Expediciones a Ultramar:
- Puerto Rico (1),
- Santa Marta (2),
- Maracaibo (1),
- Costa Firme (2):
            · Expedición Morillo (1815),
            · Expedición del brigadier Canterac (1817),
- Lima (5),
            · Expedición del Regimiento Gerona.
            · Expedición del Regimiento de Cantabria.
- Portobelo (3):
            · Expedición de Alejandro de Hore (1815),
- La Guaira (1),
            · Expedición de Miguel Salomón (1813),
- La Habana (3),
-        Veracruz (7),
            · Expedición de Miguel de Liaño.
-        Montevideo (5).
En total, "la Comisión de Reemplazos fletó 30 expediciones a América, y 5 correos".[5]
Aunque no fueron necesariamente las expediciones grandes, las que resolvieron principalmente los asuntos en los diferentes teatros de operaciones eran las pequeñas dotaciones de refuerzo enviadas en apoyo de los grupos realistas de la zona que combatían contra los insurgente. Estas expediciones, especialmente las primeras, aunque consideradas de poca importancia en el conjunto de las medidas militares tomadas para combatir los movimientos independentistas americanos, a nuestro juicio si tienen una especial relevancia, puesto que acreditan el extraordinario esfuerzo que supuso para el Gobierno de la Regencia financiar, equipar y enviar contingentes militares en unas circunstancias de extrema debilidad.
Constituye el principal problema en estos primeros tiempos tanto el alistamiento de tropas y su equipamiento como la habilitación de buques de transporte, sin que parezca existan graves dificultades para disponer buques de guerra destinados a la escolta de los futuros convoyes; teniendo en cuenta además el escaso número de barcos mercantes que componen las expediciones y la relativa seguridad de las rutas marítimas, no se hace necesario disponer en cada ocasión mas que de buques del porte de una fragata, si bien en algún momento marchan navíos, que a su vez transportan también parte de la fuerza o pertrechos; en ciertos casos los buques mercantes marchan a su destino de forma aislada y sin escolta.
Por otra parte, dada la gravedad de la situación, las autoridades virreinales, a la espera de la llegada de los contingentes reclamados a España, sustentando la lucha contra los rebeldes en las fuerzas de milicia y ante la necesidad perentoria de vertebrar dichas unidades con tropas regulares, deciden en un primer momento crear pequeñas unidades en base a las fuerzas de Infantería de Marina que guarnecen los buques de guerra surtos o enviados a puertos americanos, reforzadas por elementos de marinería de dichos buques, como sucede en la Nueva España o en el Río de la Plata. En este punto, debemos añadir también que, ante la escasez de fuerzas de Infantería de Marina para completar las dotaciones reglamentarias de los buques de guerra, se destinaba a los mismos tropa de Infantería con sus oficiales, generalmente compañías sueltas, práctica esta habitual y que va venia produciéndose desde varios anos antes.

2.- Las expediciones
1811
Al parecer, la primera fuerza regular procedente de la Península que actúa en tierras americanas es la tropa de Infantería de Marina que guarnece la fragata «Atocha», al mando del capitán de navío Rosendo Porlier había partido de Cádiz el 12 de julio de 1810 para transportar al recién nombrado virrey de la Nueva España, Francisco Javier Venegas. El buque arriba a Veracruz el 25 de agosto, y ante lo delicado de la situación militar en la zona, el nuevo virrey dispone que
toda la «tropa de mar» de la «Atocha», al mando de Porlier y de buena parte de la oficialidad del barco, le acompañe a la capital, México, donde hace su entrada el día 13 de septiembre. Esta situación se repetirá posteriormente con otros buques, como veremos; también al siguiente ano, 1811, se enviaron desde La Habana jefes y oficiales de Marina.
Aunque limitado en número, este pequeño contingente supondría en el momento una notable contribución a la defensa contra los rebeldes, ya que se trata de una fuerza regular y veterana, encuadrada por oficiales profesionales; participa en numerosas acciones menores y especialmente en los combates que permiten mantener abierta la ruta vital que une la capital con el puerto de Veracruz.
En la América del Sur, la situación militar del gobierno virreinal es sumamente delicada ante el constante empuje de las tropas rebeldes de Buenos Aires, que dominando prácticamente toda la región, alcanzan los arrabales de Montevideo, donde se encierra la guarnición que permanecerá prácticamente sitiada hasta la rendición años mas tarde. El nuevo virrey, general Francisco Javier de Elio, que había partido de Alicante el 11 de noviembre de 1810 a bordo de la fragata «Yfigenia», mandada por el capitán de navío Miguel de la Sierra, arriba a Montevideo el 12 de enero de 1811. En menos de un mes, el 3 de febrero, ante la escasa fuerza militar existente en la playa, el general Elio dispone que desembarque la tropa de guarnición del buque y se acuartele en tierra para servir de planta posteriormente a una nueva unidad. Se trataba de un reducido grupo perteneciente al Regimiento «2.° de Voluntarios de Madrid», compuesta por 60 hombres. La reducida compañía solo tenía un oficial subalterno, y en el mes de abril pasa a intervenir, junto con tropas milicianas, en los combates contra los insurgentes, que tienen lugar en pueblos próximos a la capital; el comandante de estas fuerzas era Joaquín Gayón y Bustamante, que había llegado como ayudante del propio Elio. Se dispone sea incrementada la dotación de esta compañía mediante la inclusión en la misma de los europeos «qe. iba recojiendo por la campaña» que supusieron un total de 40 hombres mas en septiembre de 1811, fecha en que se produce el primer aumento de la unidad. El interés del virrey en conservar un contingente compuesto exclusivamente por soldados regulares se traduce incluso al tratar de dotarla de nuevos oficiales, disponiendo el ascenso de algún sargento de la misma, a pesar de la existencia en la plaza de oficiales de Milicias; no obstante, posteriormente el sustituto de Elio, el general Gaspar Vigodet, dispuso además que parte del contingente de Milicias se integrase en esta compañía, consiguiendo así la formación de un batallón que conservaba el mismo nombre: «Voluntarios de Madrid».
La primera de las expediciones enviada específicamente para combatir la insurrección americana, aunque no figura en el expediente de la «Comisión de Reemplazos» y existen escasos datos sobre la misma, pero que indudablemente llega a América con este cometido, es de escasa relevancia numérica: se trata de una compañía del Regimiento  «2.° de Voluntarios de Sevilla», compuesta por 100 hombres (cabe suponer que con sus oficiales) que marchaban a Montevideo en el bergantín de guerra «Tigre». viaje finaliza al naufragar en la costa uruguaya el 19 de agosto de 1811, siendo rescatada la totalidad de la fuerza y trasladada al cercano Montevideo, donde es nuevamente uniformada en base a una suscripción pública, ya que había perdido todo su equipo.
La primera de estas expediciones, así considerada por la «Comisión de Reemplazos» a y organizada en Cádiz y destinada a La Habana y Veracruz, supone un notable esfuerzo de organización y superación de dificultades: para armar a los componentes de la expedición, la citada «Comisión» debía entregar 430 fusiles que había reunido en sus depósitos, a todas luces insuficientes para equipar a la tropa designada, por lo que se dispone que se completasen las dotaciones de armas con la entrega de las de otros cuerpos de la plaza. Parte del armamento estaba averiado, y ante la urgencia de la partida, se ordena el embarque de armeros para que componga éste durante la travesía.
El convoy estaba compuesto por 3 transportes: «Nuestra Señora del Coro», «Magdalena» y «Anteprimera» 7, escoltados por el navío «Asia», al mando del capitán Anselmo de Gomendio Gaztelubeitia.
En el AHN también existen noticias sobre esta expedición, asignando a los dos batallones un total de 1241 hombres, de los que 37 son tambores y cornetas y 2 tambores mayores.
El noviembre de 1811 parten los batallones «1.° y 2." Americanos», con unos 1200 hombres en total.
La salida se produce el 7 de noviembre de 1811, componiendo el batallón «1.° Americano » 717 hombres, distribuidos en siete compañías.
Según la «C.R.» H marchan 757 hombres (37 oficiales y 720 tropa). Se trataba de fuerza de Infantería, concretamente el batallón «1.° Americano». Curiosamente, no alude al batallón «2.° Americano» en los «cuadros» que sintetizan la composición de las expediciones según los años.
El historiador mexicano Lerdo de Tejada indica que esta unidad llega a Veracruz en enero de 1812, con una fuerza de 700 hombres. No obstante, en los Archivos navales, el transporte de la siguiente fuerza:
Navío «Asia»: batallón «2." Americano» compuesto por 562 hombres (24 oficiales y 538 sargentos, cabos y soldados); 30 armeros y 1 director. Total embarcado: 593 hombres (25 oficiales y 568 de tropa).
Fragata de transporte «Vicenta»: 317 hombres (17 oficiales y 300 de tropa) pertenecientes al batallón «1.° Americano».
Fragata de transporte «Nuestra Senora de Coro»: 240 hombres (10 oficiales y 230 de tropa), también del batallón «1.° Americano».
Fragata de transporte «Magdalena»: 145 hombres (10 oficiales y 135 de tropa), todos ellos integrantes del batallón «1.° Americano ». Se indica además que en este buque pueden marchar también los 25 voluntarios de la «Bandera General de América». Como ya se ha expresado con anterioridad, estimamos estos datos como los mas fiables, por lo que, según lo expuesto, el total de la expedición ascenderla a 1320 hombres (62 oficiales, 1233 de tropa y 25 voluntarios), de los que 702 (37 oficiales y 665 de tropa) corresponderían al «1.° Americano»; 562 (24 oficiales y 538 de tropa) al «2.° Americano»; 31 armeros (1 director con grado de oficial y 30 de tropa), y 25 voluntarios de la «Bandera General de América».
El « 1.° Americano» estaba al mando del teniente coronel Ramón Monduy Varela, y el «2.° Americano» al del coronel Tomas O'Connelly, ejerciendo el mando conjunto de la fuerza embarcada el brigadier Juan José Olazàbal.
Sale la expedición de Càdiz el 12 de noviembre de 1811. Citando el parte del comandante naval de la expedición, esta se encuentra en la rada de Santa Cruz de Tenerife el 18 de noviembre. El 23 de diciembre llega a la Aguadilla de Puerto Rico, de donde parte el día 29, fondeando en La Habana en la tarde del 13 de enero de 1812. Los integrantes de la expedición llegan en buen estado, procediendo a desembarcar el batallón «2º Americano», destinado a Cuba. En los días posteriores se transbordan desde las fragatas mercantes al «Asia» dos tercios de la tuerza del batallón «1.° Americano» «para asegurarlos de las inclemencias del mar». La expedición parte de La Habana el 18 de enero de 1812 18, arribando a Veracruz en la tarde del día 29 de enero.
No obstante, a pesar de lo indicado y que puede considerarse irrefutable por tratarse de una prueba documental, también existen algunas discrepancias entre las diversas fuentes
consultadas acerca de la fecha de llegada.
Una nueva expedición se prepara de modo simultaneo a la anterior y también destinada a la Nueva España. Aunque su gestación tiene lugar en Cádiz dada la precariedad de abastecimientos y material en la zona, la Regencia decide se organice en Vigo.
A tal fin, se transmite el encargo a la Junta Superior de Galicia, que a su vez ordena al general que manda el 6." Ejército, Francisco Javier Abadía, el 11 de octubre de 1811. Estas disposiciones no tuvieron buena acogida y fueron recibidas con reticencias, pues se estimaba que las tropas acantonadas en Galicia eran necesarias en la región, enviando ademas a los soldados la marcha a tan lejanas tierras. No obstante, se procedió a cumplir lo dispuesto con la mayor celeridad posible.
La fuerza, toda de Infantería, se compondría del batallón «3.° de Asturias» y de otro batallón del regimiento gallego de «Lobera». El batallón «3.° de Asturias» estaba compuesto por soldados todos ellos o en gran parte originarios de la región asturiana, y su reclutamiento era muy reciente. Hallándose la unidad en Lugo, el 20 de agosto de 1811, recibe orden de dirigirse a La Coruña, donde posteriormente tendrá que aprestarse para embarcar hacia Nueva España, a pesar de que sus efectivos carecían por el momento del equipo mas básico. Marchan a bordo del navío «Algeciras», que mandaba el brigadier Miguel Gastón. Aunque parece ser que dicho batallón se componía de unos efectivos teóricos de 851 hombres, debido a la capacidad del buque se decidió enviar solamente 6 compañías, con un total de 635 hombres (35 oficiales y 600 tropa), mandado por el teniente coronel Juan de Cándano y Suárez.
Además de la impedimenta de la tropa, se embarcaron otros 1000 fusiles.
El 5 de noviembre de 1811, a la oración de ese día, comienza el embarque de la unidad, concluyendo a las 11 de la noche y zarpando seguidamente hacia Vigo.
En esta ciudad se había organizado por el coronel del Regimiento «Lobera», José Joaquin Márquez Donallo, una fuerza expedicionaria compuesta por el 1.° batallón de la unidad, que contaba con 553 hombres, al mando del teniente coronel José Manuel Martínez. Debería embarcar en el pequeño navío «Mino», mandado por el brigadier Ignacio Olaeta y Allendesalazar, y en tres transportes 28. El total de fuerzas a transportar ascendía a 1188 hombres. Esta expedición aparece encuadrada en los informes de la «Comisión de Reemplazos» como la primera enviada en el ano 1812, asignando a la misma un total de 69 oficiales y 1194 de tropa.
La expedición conjunta (dos navíos y tres transportes) sale de Vigo el 16 de noviembre de 1811. Al siguiente día, el «Algeciras» que transporta la totalidad del batallón «3.° de Asturias» se separa del resto del convoy, no volviendo a encontrarse durante toda la travesía.

1812
El 10 de enero de 1812 el navío o «Algeciras» tiene a la vista el puerto de Veracruz, pero debido a las inclemencias meteorológicas, no puede atracar basta el día 13, desembarcando la fuerza expedicionaria esa misma noche. El día 16 llegan el navío «Mino» y los transportes, con el batallón «1.° de Lobera». La travesía transcurrió sin incidentes notables, arribando la fuerza en buen estado.
La tropa de Marina del «Algeciras», así como la de todos los buques que fueron llegando sucesivamente, pasaron a unirse a las fuerzas que operaban contra los insurgentes. Varios oficiales y parte de la marinería guarnecieron el castillo de San Juan de Ulua.
Se pretende enviar a Montevideo: una compañía de Infantería, concretamente la 5ª compañía del batallón «Americano», integrada por 105 hombres (5 oficiales y 100 de tropa);. Marcharán en la fragata de transporte «María Josefa», que debe efectuar su navegación en solitario. Se dispone el embarque de la tropa con su armamento y vestuario el 18 de abril de 1812, y el día 21 parte de Cádiz, arribando a su destino el 3 de octubre de 1812 en perfectas condiciones: aunque el viaje haya durado mas de cinco meses. También un memorialista de la época  señala que el 3 de octubre llega la «Maria Josefa» desde Cádiz, pero indica que el número de soldados es de 130.
Se organiza una nueva expedición que debe marchar a Costa Firme, concretamente a Santa Marta, disponiendo que sea transportada en la fragata mercante “Andalucía”. En principio parece que debería ir escoltada por la fragata «Indagadora», aunque posteriormente, a la vista del escaso peligro enemigo, se ordenó saliese solamente el buque mercante. Se dispuso ademas que, ante la carencia de noticias sobre la situación de la plaza, en caso de que el puerto de destino estuviese ocupado por los insurrectos, el mercante tendría que dirigirse a Veracruz.
Marcha el 2.° batallón del Regimiento «Albuera», compuesto por 8 oficiales y 300 soldados, distribuidos en 3 compañías, mandado por el coronel Onofre Gutiérrez de Razas. Sale de Cádiz el 6 de Mayo de 1812 ò7, y después de una travesía sin incidentes, lamentando únicamente el fallecimiento de un cabo, llega a Santa Marta el 8 de junio, encontrándose la tropa en perfecto estado, y siendo recibidos por los habitantes de la ciudad con grandes muestras de alegría. La «Andalucía» parte de regreso a Cádiz el 17 del mismo mes.
Un caso particular de esta situación fue, la llegada a Coro, una ciudad situada la costa de Venezuela, al mando de Domingo de Monteverde.
Monteverde fue destinado a Venezuela. Salió de Cádiz a bordo del navío San Lorenzo (4 de abril de 1812) y, tras pasar por Cuba y Puerto Rico, llegó a Costa Firme al mando de una compañía de 150 hombres de tropa de marina. Llegado a Santa Ana de Coro, cuyo gobierno mandaba el brigadier Ceballos, aumentó la fuerza de su compañía hasta 230 «entre españoles y corianos, un cura de nombre Torellas, un cirujano, diez mil cartuchos, un obús de a cuatro y diez quintales de galletas». Fuerza exigua para emprender una campaña militar de envergadura.
Monteverde tenía órdenes de marchar hacia Siquisique y unir sus fuerzas con las del cacique Juan de los Reyes vargas, afecto a los españoles, que tenía a su servicio otros doscientos fusileros y cien flecheros, con lo cual acumuló cerca de 600 hombres, entre oficiales y soldados. A pesar de que le fue comunicado que no prosiguiera su avance sin antes recibir apoyo de Coro, Monteverde, aliando valentía, experiencia militar y fortuna, tomó al asalto valencia, Barinas, El Tocuyo y San Carlos y, como no disponía de fuerzas para dejar guarniciones en esos puntos, regresó a valencia para enfrentarse a los republicanos, obteniendo rotunda victoria. Por esta hazaña, el Gobierno de la Regencia lo ascendió (R. O. 27 de junio de 1812) a capitán de navío y lo nombró (R. O. 30 de septiembre de 1812) capitán general de Venezuela (con lo cual «saltó» a Ceballos y al capitán general Miyares). El «salto», por supuesto, le acarreó disgustos, pues a la Capitanía General iba anexa la Presidencia de la Audiencia de Caracas y la jefatura política de las provincias con «el sueldo, honores, preeminencias y facultades que le corresponden a este destino con arreglo a las leyes de Indias» y, por si fuese poco para provocar celos, el gobierno de la Regencia se lo participó directamente a Monteverde sin dar cuenta al capitán general Miyares ni a su inmediato jefe, el brigadier Ceballos.
Luego de la firma de la capitulación de San Mateo, el capitán de fragata Domingo de Monteverde asumió el mando de los territorios que se habían levantado contra la monarquía. Inmediatamente ordenó someter a prisión a muchos de los involucrados en la insurgencia, se desentendió de lo pautado por la capitulación y desconoció la autoridad del capitán general Fernando Miyares, designado como tal en mayo de 1810 luego de la destitución de don Vicente Emparán, alegando que siendo él quien había sometido a los insurgentes no podía reconocer ninguna otra autoridad.
La política de pacificación adelantada por Monteverde además de contar con el visto bueno de la Regencia era compartida por quienes, tanto en España como en Venezuela, rechazaban la benignidad y liberalidad de las Cortes respecto a los insurgentes y al mismo tiempo se oponían a las novedades y mudanzas adelantadas por los diputados liberales que constituían la mayoría de la asamblea gaditana.

1813
La primera expedición de este ano esta destinada al virreinato de Nueva España. Forman parte de la expedición los batallones «1.º de Extremadura» al mando del coronel conde de Roncali y «1.° de Saboya», con una fuerza de 854 hombres. La fuerza embarcada asciende a 2620 hombres (119 oficiales y 2501 de tropa). Se trata de un número de hombres muy elevado, y aun suponiendo que la fuerza de cada batallón citado fuese de 950 hombres, hasta un total de 1900, fallando todavía por determinar a que unidades pertenecerían los restantes 720. El convoy consta de 7 buques de transporte escoltados por el navío «Mino» (Ignacio María Álava), y parte de Cádiz el 27 de febrero de 1813 con destino a Veracruz, habiendo embarcado la tropa el día anterior. Llega a Veracruz el 16 de abril de 1813. El «Saboya» se encuentra ya en Veracruz el día 15, habiendo partido de Càdiz el 26 de febrero y cifrando su fuerza entre 854-950 hombres, asignando también 950 hombres a «Extremadura».
Se prepara el envío de nuevos contingentes a Montevideo, y aunque el alistamiento del contingente militar y la disposición de los buques de guerra y mercantes que deben marchar se realizan como un solo conjunto, en realidad partieron dos expediciones distintas, si bien la partida de ambas se efectúa en fechas muy próximas.
El 11 de abril de 1813 se comunica a Montevideo la próxima salida para esa ciudad de una expedición conduciendo unos 1000 hombres. Marchan el regimiento de Infantería «Lorca» y un destacamento. La fuerza transportada 148: para el rgto. «Lorca»: 52 oficiales, 787 soldados, 13 tambores, 1 tambor mayor; Artilleria: 3 oficiales y 200 soldados. Estas cifras parecen ser las reales: 853 hombres de «Lorca» (52 oficiales y 801 de tropa) y 203 de Artillería (3 oficiales y 200 de tropa); mandaba la unidad el coronel José Villa-Zeballos. Parte el convoy 5 de mayo de 1813 escoltado por la fragata «Prueba» (Francisco de Ulloa), compuesto de los buques de transporte «San Yldefonso» (a) «Topacio», «La Regencia» y «El Socorro» (a) «Francisca». En el transporte «Socorro» marchaban 330 hombres, incluidos oficiales; «La Regencia» embarcaba unos 300 hombres, y el «San Yldefonso» otros 280 hombres, incluyendo también los oficiales. Durante el viaje se separa la fragata de transporte «El Socorro», que se dirige a Rio de Janeiro a reparar averías. El transporte «San Yldefonso» (a) «El Topacio» arriba a Montevideo el 12 de agosto 15G, Negando el día 23 los buques «Prueba » y «La Regencia». A su vez, llega a este puerto el 15 de septiembre la mencionada fragata «El Socorro».
Hubo también una primera y pequeña expedición a Costa Firme, que salió de Cádiz el 5 de agosto de 1813, que se denominó «expedición de la fragata Venganza», compuesta por la citada fragata como único buque de guerra y cinco trasportes con 1.000 hombres del regimiento de Granada. Esta expedición no supuso ningún refuerzo para la escuadrilla de Costa Firme, ya que sus instrucciones era de regreso inmediato a la Península, como así hizo. Miguel Salomón había venido de España para reforzar a Domingo de Monteverde en Puerto Cabello, con el grado de coronel estaba al frente del Regimiento de Granada.
La ultima expedición que debe partir este año tiene como destino el virreinato del Perú. Se trata del batallón «Talavera», que manda el coronel Rafael Maroto Ysern desde el 16 de noviembre de 1813, siendo su sargento mayor Antonio Morgado, y unos 200 soldados de Artillería, con una fuerza total de unos 1000 hombres, que habrían embarcado el día 22 de diciembre de 1813; van también oficiales de Marina y religiosos. Según la «Comisión de Reemplazos», transporta 1473 hombres (63 oficiales y 1410 de tropa), señalando que unos 800 pertenecían al batallón «Talavera» y que el resto deberían ser cuadros; habría que sumar otros 50 hombres (1 oficial y 49 de tropa) de Artillería. El total de fuerza de Artillería era de 200 hombres, y que la fuerza del batallón «Talavera» era de 734 plazas. Contribuyen a la confusión los datos aportados por Clonard, suponiendo a «Talavera» una fuerza de 819 hombres I82. Por su parte, el virrey Abascal y Sousa afirma «recibo el primer socorro de 734 hombres de que se compone el regimiento de Talavera, y 100 artilleros transportados por el Cavo...»
 puesta, decidiendo que el total de fuerza expedicionaria no debería sobrepasar los mil hombres en total184. Forman el convoy las fragatas de transporte «Veloz Pasajera», «Vigarrena» y «Castilla», escoltadas por el navío «Asia», al mando del capitán de navío Pedro Valencia, transportando 1000 hombres y 6500 quintales de azogue. El 25 de diciembre de 1813 sale de Cádiz con destino al puerto de El Callao.
El «Asia» llega el 24 de abril de 1814, tras 120 días de navegación. Durante la travesía muere de escorbuto un soldado de «Talavera», habiendo caldo enfermos otros 17; también han fallecido por accidente 1 soldado de Artillería y 2 marineros. La «Vigarrena» llega el 25 de abril con 39 enfermos, habiendo tenido además 5 muertos en tierra y 3 en la mar. La fragata «Castilla» llega el día 26 con 31 enfermos, habiendo perdido 3 hombres en tierra y 5 en la mar. A bordo de este barco se habían amotinado 3 cabos, que pretendían entregarse en Buenos Aires, siendo sofocado el motín y ejecutados sus promotores. La «Veloz Pasajera» llega el 23 de Mayo con 80 enfermos, habiendo perdido en la mar 23 hombres. Pocos meses después, en octubre de 1814, su fuerza era de 740 hombres (35 oficiales y 705 de tropa).

1814
Al retorno de Fernando VII, desde Francia, se encontró con la siguiente situación:
-        falta de recursos,
-        primera expedición grande, con Pablo Morillo,
-        segunda expedición grande, la del conde de Calderón, y después, al mando del conde del Abisbal.
Francisco Javier de Abadía, Inspector General de América, e igualmente encargado de "organizar y habilitar las expediciones destinadas a los dominios de Ultramar"durante el periodo posterior al retorno de Fernando VII al trono en 1814.
Parte de Cádiz el 22 de diciembre 1814 con destino al Perú Consta de un solo buque de transporte en el que marchan 118 hombres (8 oficiales y 110 de tropa) 191.

1815
“Poco después del regreso de Fernando VII [finales de 1814] se constituyó la Junta Militar de Indias para planificar la lucha contra los insurgentes. Estuvo presidido por el infante don Carlos y otros seis generales, entre ellos, inicialmente, Palafox y el conde de La Bisbal. Se citan también otros generales: Ballesteros, Blake, Venegas, el ex virrey de México Goyeneche, citado como general en jefe del ejército realista en el Alto Perú, o Álava [...]. En esa Junta se designó a Pablo Morillo como jefe de la misión militar, por recomendación del general Castaños, que lo tuvo bajo sus órdenes en la batalla de Bailen.”[6]
Una de las mayores expediciones enviadas hasta el momento a Europa fue la que el 15 de febrero de 1815 zarpó de Cádiz una expedición de 15.000 hombres bajo el mando del teniente general Pablo Morillo con el objetivo de someter a Venezuela y Nueva Granada. Aunque según afirmaba, “en breve se compuso de 10.000 hombres efectivos, habilitado superabundamentemente de artillería […]: el primer destino que se pensó dar a esta expedición fue socorrer la plaza de Montevideo, [...] y contribuir a la pacificación de las provincias del Río de la Plata; pero las circunstancias que sobrevenieron durante su habilitación, lo adelantado de la estación”[7]. Se refería a aquellas circunstancias que ocurrieron para desviarla, fue que el 22 de junio de 1814 Montevideo se rindió a los rioplatenses, cayendo la última base realista en la zona en manos de los insurgentes.[8] Instrucciones para el General en Jefe de la Expedición de Montevideo don Pablo Morillo, y para el Jefe de mar. El cambio definitivo a Costa Firme se tuvo que realizar posiblemente en el mes de diciembre de 1814, ya que mediante instrucciones secretas fueron entregadas a Enrile el 17 de enero de 1815.
"Las maniobras hábiles del gobierno de Buenos Aires y el dinero que empleó por medio de sus agentes en España influyeron mucho para que el gabinete de Madrid variase de planes en cuanto al destino de la expedición... Arguibel tuvo una parte muy activa en evitar que su país fuese el teatro de la guerra."
Relación de Regimientos del Ejército Expedicionario: Regimiento de Infantería Ligera de la Legión Extremeña, Regimiento de Infantería Ligera Cazadores de Castilla, Regimiento de Infantería ligera de Barbastro, Regimiento de Infantería de la Unión, Regimiento de Infantería Ligera de Voluntarios de la Victoria. Año 1814.

ESTADO que manifiesta los Regimientos de tropa que conducen los transportes que aquí se expresarán[9]

Regimiento
Número
Nombre de los transportes
Oficiales
Tropa
Dragones de la Unión
58
Daóiz y Velarde (fragata)
15
308
55
Ensayo
11
251
54
Eugenia (fragata)
10
212
Fernando VII
56
Júpiter (fragata)
7
170
57
Cortes de España (fragata)
12
261
53
Numantina (fragata)
11
240
Real Cuerpo de Artillería
37
La Primera (fragata)
17
340

Efigenia (fragata)
Guerra
6

Diana (fragata)

6

Diamante (fragata)

4
Ingenieros y zapadores
48
San Ildefonso (fragata)
14
270
64
Guatemala (bergantín)
5
96
1º de León
31
Vicenta (fragata)
13
258
26
Salvadora (fragata)
17
325
40
Palma (fragata)
12
225
21
Socorro (fragata)
17
336
Unión

Navío San Pedro
7
200
39
San Francisco de Paula (fragata)
10
203
22
Providencia (fragata)
8
160
35
Héroe de Navarra (fragata)
10
191
42
San Pedro y San Pablo (fragata)
11
220
33
Joaquina (fragata)
14
271
Barbastro
25
Empresa (fragata)
14
272
36
Empecinada (fragata)
15
300
27
San Ignacio (bergantín)
11
217
28
Buenos Hermanos (fragata)
15
295
30
Preciosa (fragata)
11
221
Victoria
20
San Fernando (fragata)
15
296
34
Apodaca (fragata)
9
251
43
Elena (fragata)
12
241
45
Coro (fragata)
10
192
44
Ventura (fragata)
9
168
Castilla
46
Pastora  (fragata)
11
217
47
Getrudis (pateche)
11
216
49
Arapiles (fragata)
7
137
50
Águila (pateche)
10
203
51
Parentela (pateche)
8
167
52
Unión (fragata)
12
246
Legión [Extremeña]
21
Piedad (fragata)
10
201
23
Carlota de Bilbao (fragata)
20
197
29
San Josef (fragata)
12
230
32
Carlota Chica (fragata)
9
178
33
Velona (fragata)
13
262
Columna de Cazadores [de Castilla]
63
Enrique (bergantín)
8
180
65
San Andrés (bergantín)
8
170
Total
Total
487
9894


Plana mayor
Navío
Oficiales
Soldados

Comandante general
San Pedro Alcántara
1
1
Mayor
Francisco Warleta

1
1
Ayudante
León Ortega

1
1
Idem
Francisco Aguado

1
1
Secretario
Manuel Mayor

1
1
Idem
Tomás Garrido

1
1
Ministro
Juan Francisco Ibarra

1
1

Su secretario

1
1

Tesorero

1
1

Contador

1
1

Escribientes del comandante general


4



10
14

Teniente vicario general
Fragata Diana
1


Comandante de ingenieros
Idem
1


Auditor general
Fragata Efigenia
1

Total


13
14



En definitiva, el Ejército expedicionario al mando del general don Pablo Morillo recibió una organización apropiada y muy de acuerdo por sus efectivos y elementos con la guerra de reconquista a que se le destina.
La proporcionalidad de las armas, en su acepción orgánica, estaba en completa armonía con las probables necesidades de los países por subyugar. Los revolucionarios americanos, con seguridad, no podrían oponer a las tropas españolas núcleos de tropa capaces de empeñar acción contra todo el ejército, sino pequeñas partidas de mucha osadía y movilidad. Era indudable, por tal motivo, la necesidad de formar al llegar al territorio enemigo ciertas unidades ligeras, dotadas de las condiciones de movilidad y de fuerza que piden las guerras irregulares en países de difícil topografía, y por eso se trajeron núcleos de todas las armas para crear esas unidades y dotarlas proporcionalmente con todos sus servicios.
El jefe del conjunto era un oficial experimentado en la guerra irregular, de mucha firmeza de carácter y que no carecía de talento ni de riqueza de imaginación, y estaba asesorado por un oficial inteligente y entendido en el oficio. Para conciliar los proyectos del gobierno con la independencia de conducta a que la enorme distancia y la falta de medios de comunicación rápida los iban a colocar, el gobierno les dio instrucciones detalladas y precisas.
La oficialidad que formaba en la expedición, aunque por la deficiente instrucción que recibía no era de las mejores, estaba bien reclutada, poseía práctica en la guerra y la componía, en su mayor parte, jóvenes entusiastas y decididos que trabajaban con la esperanza de alcanzar rápidamente altos cargos en la carrera militar, cerrada en Europa después de las guerras napoleónicas.
La tropas de la expedición, integradas por hombres escogidos entre los de mejor constitución física y buena salud, poseían el hábito de las fatigas y trabajos en la guerra, y estaban bien alimentadas, vestidas y pagadas.
El armamento de las tropas se encontraba en excelentes condiciones y era no solamente suficiente sino que sobraba para la organización de tropas coloniales. Los servicios de administración y sanidad funcionaban perfectamente y garantizaban al ejército la alimentación y la salud.
A estas condiciones materiales hay que agregar las morales de un ejército que con relativa facilidad vence a su enemigo y es recibido a su paso en todas partes con demostraciones de cariño y de respeto, no siempre fingidas.

La Expedición de Alejandro de Hore. Para operar en combinación con ellas han salido últimamente de Cádiz 2.500 hombres más en otras dos expediciones al mando del mariscal de campo Alejandro de Hore, y del brigadier Fernando Miyares, con dirección al istmo de Panamá y otros puntos, llevando además del correspondiente a 2.000 hombres de infantería y 800 de caballería que puedan necesitar cuatro batallones que se dirigen al Perú.

En abril de 1815 el Ministro de Indias comunica al gobernador de Veracruz a salida de Miyares al mando de 2.000 hombres para aquel puerto. Se comunica también que Pablo debía aportar 4.000 hombres más, lo que no llegó a materializarse. El 18 de Junio de 1815 llega a Veracruz la Fragata Sabina y 9 transportes. El 24 de julio de 1815, el brigadier Miyares, abre su campaña con el ataque del batallón llamado de Ordenés Militares en Puente del rey, y que resultó en una campaña de sucesivas victorias para las armas realistas, liberando la ruta de Jalapa a Veracruz. Tras esta acción, Ferando Miyares fue nombrado gobernador de Veracruz.

Una expedición no mencionada por la Comisión de Reemplazos, es la que salió de Cádiz el 2 de mayo de 1815, el 1º batallón del Regimiento de Cataluña que estuvo de guarnición en Panamá y luego marchó a Quito.

La exitosa expedición de principios de septiembre de 1815, que al mando del comandante de Marina de Veracruz consiguió destruir varios buques enemigos y su base logística en Boquilla de las Piedras (México).

1816
Fernando VII, en mayo de 1816, ordenó la constitución de una gran expedición, conocida en los documentos como la Expedición Grande, de modo que se asistirá a  una sustancial disminución de las expediciones. El 11 de marzo salen de Cádiz para Portobelo 51 oficiales y 672 soldados del Regimiento Infante don Carlos. Llegaron el 9 de mayo en tres transportes y un bergantín de escolta. Su destino final fue Lima.
El 17 de abril sale de Cádiz en tres transportes y un bergantín de escoltar lleva a La Habana y a Puerto Rico 110 oficiales y 1.502 soldados de los dos batallones del Regimiento de Infantería de Granada, así como siete oficiales y 101 soldados de caballería y tres oficiales y 201 soldados de artillería.
El 20 de diciembre es el turno del los batallones del Regimiento de Infantería de Zaragoza que sale de Cádiz hacia Veracruz con 90 oficiales y 1.475 soldados, en seis buques de transporte y uno de escolta. Llega a su destino el 1 de mayo.
La Expedición de la fragata Sabina. El 22 de diciembre sale de Cádiz, hacia Veracruz, la fragata Sabina, con siete oficiales (uno de ellos, Pascual Liñán, inspector general, y el otro, Juan Ruiz de Apodaca, nombrado virrey de Nueva España) y 125 soldados de infantería.

1817
En 1817 se mantuvo el esfuerzo a niveles similares a los del año anterior, en torno a los 4.300 hombres.
Dirigía la nueva expedición Francisco de Paula Topete, quien había llegado a Cádiz  con la fragata Diamante. La expedición, compuesta de nueve transportes y dos corbetas, salió de Cádiz el 1 de abril de 1817, con 1.600 hombres del regimiento de Navarra y rumbo a Portobelo y La Habana. Desembarcaron el 21 de mayo en Cuba. Antes de llegar a su destino definitivo, debía pasar por Isla Margarita, y en contacto con Morillo y Enrile trataría de someter a la isla. El 9 de mayo llegó a Tobago, en cuyas proximidades apresó una balandra enemiga que transportaba pólvora para los insurgentes de Margarita. Como quiera que un buque holandés le anunció que Barcelona había sido tomada por los realistas, se dirigió hacia allí, aunque no pudo contactar con Morillo para recibir instrucciones. Desde Barcelona se dirigió Topete a Cumaná, en cuyo puerto entró el 23 de mayo. El mal estado de sus buques y las órdenes de Morillo le impidieron proseguir el viaje hacia Portobelo; las tropas que transportaba y que quedaron bajo la jurisdicción de Morillo eran necesarias para la segunda reconquista de Margarita. Las corbetas llegaron en tan malas condiciones que Topete ni siquiera se atrevió a enviarlas a la Habana para su reparación. La expedición no representó ningún refuerzo naval.
El 3 de abril sale una pequeña expedición hacia La Guaira, formada por cuatro oficiales y 114 soldados de infantería.
El 18 de abril embarcaron para Portobelo 42 oficiales y 904 soldados del 1º Regimiento de Infantería de Burgos, y 11 oficiales y 181 oficiales de un escuadrón de Lanceros del Rey. En principio, su destino era Perú, pero Morillo los retuvo en Venezuela.
El 6 de mayo salió de Cádiz con destino a El Callao a través del cabo de Hornos, se envió al 2º Regimiento de infantería de Burgos con 39 oficiales y 769 soldados; 17 oficiales y 253 soldados de un escuadrónde Lanceros del Rey, y un oficial y 23 soldados de artillería. Llegó al destino el 22 de septiembre.

El el conocido como «escándalo de la compra de los buques rusos»
En el año 1817 tuvo lugar la gestión y compra de una escuadra rusa compuesta por cinco navíos y tres fragatas, que fue llevada a cabo por miembros influyentes de la camarilla del rey, como Antonio Ugarte, su secretario particular, el aguador Chamorro y el embajador ruso en Madrid, Vasili Tatischoff, a espaldas de los técnicos de la Armada y su ministro, Vázquez de Figueroa. Cuando la escuadra llegó a Cádiz, los buques, a instancias del Ministro Vázquez de Figueroa, fueron reconocidos por técnicos de la Marina, informando el ministro a su majestad que estaban todos inútiles, sobre todo para largas navegaciones, y que representaban un verdadero peligro para sus comandantes y dotaciones. Ante este informe, Fernando VII hizo lo propio de una persona absolutista: destituyó a su ministro de Marina y lo desterró a Santiago de Compostela.
El escabroso asunto de los buques rusos no solucionó nada; todo lo contrario: contribuyó al desmantelamiento total. El responsable de este desaguisado fue Fernando VII, y el fraude de que fueron objeto él y sus colaboradores no estuvo sólo en el estado de ruina de los buques, los cuales llegaron a Cádiz desmantelados, cuando los convenios de compra, al parecer, estipulaban su completa dotación en aparejos y municiones de guerra. El coste total de la operación nunca se supo, según constata Fernández Duro: «No es posible consultar la documentación, porque fue extraviada, quizá por el mismo Fernando VII, para evitar cargos ante las Cortes».
El tiempo demostró muy pronto, pero demasiado tarde, que los detractores de tan lamentable asunto tenían toda la razón. Sólo uno de los barcos rusos, la fragata Ligera, se mantuvo a flote hasta 1822, gracias a las continuas reparaciones que le hizo su comandante, Ángel Laborde. Todas las demás, incluidas las tres fragatas de propina, se hundieron en 1820 en puerto o a la primera travesía.
Esa total inefectividad naval se pondría de manifiesto durante esos años, al permitirse a los insurrectos americanos, especialmente argentinos, enviar en 1817 seis corbetas de 24 cañones y seis goletas de 12 a 18 cañones, con la misión de bloquear el tráfico entre Canarias y el cabo de San Vicente y entre Cádiz y La Coruña, llegando a efectuar diversos apresamientos en el estrecho de Gibraltar y a la vista de Cádiz, entre ellos, dos fragatas mercantes de la Compañía de Filipinas, en las que iban embarcados el capitán general y el obispo electo. Ataques similares sufrieron el bergantín correo Voluntario y el bergantín goleta Nereida, que fue apresado el 22 de febrero de 1819 por otro llamado Irresistible, al mando de un norteamericano.
Todas estas acciones dejaban a España muy alejada de la fuerza naval que, según Vázquez de Figueroa y el brigadier don Juan Espino, resultaba imprescindible para «conservar las Américas y mantener el decoro nacional».
Ambos afirmaban con toda rotundidad en sus informes que para cumplir esos fines eran absolutamente necesarios «20 navíos, 30 fragatas, 16 corbetas, 25 goletas, 6 urcas, 6 místicos y 30 cañoneras, obuseras y balandras». Como venía siendo habitual a lo largo de nuestra historia, las sugerencias anteriores no fueron tomadas en cuenta y la predicción se cumplió al poco tiempo; la América continental hispánica se declaró independiente sin demasiada oposición metropolitana y sin haber suscitado reacciones en la mayoría de los españoles. Como dijo Cernuda, «como el español nunca dejó pasar sin protestas tormentosas eso que en la convivencia nacional va contra su sentir íntimo, si entonces no dijo palabra, ni se echó a la calle es que nada le iba en ello».
La Expedición del brigadier Canterac (1817) integrada por 3.000 hombres, destinada al Perú, pero desviada por el mariscal Pablo Morillo a Venezuela. Llegó a principios de 1818 al Perú.

1818
Durante 1818 tiene lugar una radical disminución de las expediciones. Únicamente salió una, el 8 de mayo de 1818, partió con destino al Perú. Se componía de diez transportes escoltados por una fragata de guerra conduciendo a bordo a 2.800 hombres principalmente del regimiento de infantería de Cantabria (95 oficiales y 1.455 soldados)  acompañados también de un escuadrón de dragones (17 oficiales y 243 soldados) y una batería de artillería (2 oficiales y 68 soldados). Pronto sin embargo comenzaron los inconvenientes, uno de los transportes se averió a poco de partir y hubo de ser abandonado en Tenerife, otro que se había separado del resto se amotinó en alta mar donde los soldados que conducía asesinaron a sus oficiales y se entregaron a los insurgentes en Buenos Aires poniendo en manos de ellos los planos de travesía de la escuadra, y el código de señales de la agrupación
En 1818, los chilenos tuvieron noticia de que España había enviado la fragata María Isabel, de diez cañones, junto con once buques de transporte con destino a Perú, pero que iba a hacer escala en Talcahuano. Puesto que disponían de algunos buques y de ayuda británica, se propusieron interceptarla. Un retraso en el plan que trazaron hizo que cuatro de los transportes pasaran por Talcahuano y continuaran su viaje hacia Perú, pero el 28 de octubre la pequeña flota chilena al mando del vicealmirante Manuel Blanco Encalada pudo capturar a la María Isabel, que fue tomada por sorpresa (los buques chilenos se acercaron a ella con bandera británica) y termino encallando. Una vez bajo su control, la usaron para capturar cinco de los transportes en los días sucesivos a medida que fueron llegando, engañados por la bandera española que los chilenos mantuvieron en la fragata. Solo logró llegar al Callao uno de ellos conduciendo al comandante Cevallos-Escalera, ahora convertido en el oficial de mayor graduación del Regimiento de Infantería de Cantabria, y 209 individuos de tropa.

1819
En 1819 salió una sola expedición a La Habana. Partió el 18 de julio y estuvo integrada por 192 oficiales y 2931 soldados del 2º batallón del Regimiento de Málaga, 2º batallón del Regimiento de Cataluña y el Regimiento de Valencia.
Esta es la última expedición que menciona la Comisión de Reemplazos.

1820
La Expedición de Laborde, desplazó 1.500 hombres y estaba integrada por cinco buques de guerra: las fragatas Ligera Viva, corbeta Aretusa los bergantines Hiena Hércules, a los que guarnecían cuatro transportes. La División de Costa Firme salió de Cádiz el 11 de noviembre de 1820, llegando sin contratiempos al apostadero de La Guaira el 18 de diciembre, pasando después por Cumaná y, por fin, el día 28 del mismo mes recalaron en Puerto Cabello. Indudablemente, la División constituyó un considerable refuerzo para la escuadrilla, pero las expresiones triunfalistas del gobierno no se correspondían en absoluto con la realidad y la desfiguraron completamente, y no fue por desconocimiento ya que Laborde a lo largo de 1821 envió una extensa correspondencia, relatando los acontecimientos del apostadero de Puerto Cabello, las fatigas sufridas con las evacuaciones, la pérdida de los apostaderos de La Guaira y Cumaná, el prolongado bloqueo de Puerto Cabello y los padecimientos y hambre soportados durante todo el año y todo ello debido, fundamentalmente, al abandono que el gobierno de Madrid sometió a sus fuerzas de Ultramar.

Gráficos sobre los datos de las expediciones:
EXPEDICIONES FLETADAS POR LA COMISIÓN DE REEMPLAZOS (1811-1820)[10]

Expediciones
Buques de guerra
Cañones
Buques de transporte
Total de  toneladas
Hombres embarcados
América del Norte
7
7
288
34
7458
9685
América del Sur
19
35
606
116
32165
30161
Caribe
4
5
110
21
7423
7233
Total
30
47
1004
171
47086
47079
En total, 47.079 hombres embarcados entre 1811 y 1820.[11]

1821
La expedición del batallón de Tiradores de Cádiz, que se embarcó para Panamá con Juan de la Cruz Murgeón en 1821. Tras pasar a Panamá, donde recogió al 1º Regimiento de Cataluña, siguió a Quito. Ambos Cuerpos participaron en las batallas de ese territorio (Pichincha).


Gráfico de los buques de Armada.


Cumpliéndose la respuesta negativa que dio el ministro español Francisco Zea Bermudez, frente al anuncio del gobierno británico hecho en 1825 por George Canning de reconocimiento de los nuevos países, cuando afirmó que "El Rey no consentirá jamás en reconocer los nuevos estados de la América española y no dejará de emplear la fuerza de las armas contra sus súbditos rebeldes de aquella parte del Mundo".
Expedición de Isidro Barrada en 1829. Fue el último intento serio por recuperar los territorio perdidos de México. El 26 de junio, una flota procedente de La Habana bajo el mando de general Isidro Barradas desembarcó en Tampico con la intención de reconquistar México. Contaba con unos 3.000 hombres, la mayoría cubanos o mexicanos exiliados, que habían asegurado que los mexicanos estaban deseosos de recuperar la soberanía española.Tan pronto como tuvo noticia del desembarco espanol, el general Santa Anna empezo a organizar un ejercito con el que hacerle frente. El 4 de agosto embarco hacia zona donde se encontraban los espanoles y en Tampico logro dispersarlos. El 10 de septiembre Santa Anna logro sitiar a los espanoles en Pueblo Viejo, y el 11 de septiembre el general Barradas capitulo.
Todos los planes de reconquista cesan y se pone punto final en España a toda operación militar con el fallecimiento de Fernando VII en 1833.

Conclusiones
Finalmente, ¿qué fue de los soldados enviados a América a combatir a los insurgentes?
Por la continua sangría de los contendientes, y terminó cuando desaparecieron las tropas expedicionarias, debido a la mengua de sus cuadros de oficiales; porque dejó de ser mandado por sus propios jefes y porque se extinguieron sus batallones peninsulares.
La aniquilación de este ejército ocurre por diversas causas:
            a) Bajas por enfermedad o combate.
            b) Reclutamiento de los naturales del país.
            c) Limitaciones en el mando supremo.
            d) Celos y enfrentamientos entre los oficiales superiores.
            e) Continua división de fuerzas.
            f) Abandono por parte de los gobiernos de la metrópoli.
a) Bajas por enfermedad y combate. Más que las bajas causadas por acciones de guerra, que fueron notables, lo fueron más que las causadas por enfermedades derivadas del clima y de las pésimas condiciones en las que se vivía sin medicinas y sin personal sanitario. Morillo en su Representación en 1821 escribe "allí existen todavía los restos de 7.000 hombres que desembarcaron a más de seis años, ahora apenas quedan 1.500 europeos de los que han podido sobrevivir a los combates, a las fatigas y a la influencia del clima".
b) Reclutamiento de los naturales del país. La incorporación de soldados naturales del país. El incremento de oficiales y soldados del país, aumentó la inseguridad de los oficiales peninsulares, que no siempre apreciaron las cualidades de sus compañeros de armas americanos y a veces cayeron en injusticias. Pero en realidad, la participación nativa, aunque desnaturalizó a los regimientos expedicionarios, no le restó energías y la guerra continuó, prolongándose la resistencia y obteniendo victorias gracias a los americanos realistas.
c) Limitaciones en el mando supremo. El envío de un Ejército expedicionario a las órdenes de un general dotado de amplios poderes, quedó desvirtuado por la persistencia del régimen virreinal. Esta dualidad de mando produjo constante tropiezos con los virreyes y con los capitanes generales.
d) Celos y enfrentamientos entre los oficiales superiores. Por ejemplo, en Venezuela, mientras Morillo ejerció el mando, su energía y prestigio sobre sus oficiales, frenó el individualismo de éstos. Pero el mayor número de problemas lo crearon los guerrilleros unidos al Ejército que con su indisciplina trajeron grandes problemas. Incluso grandes militares como Francisco Tomás Morales y Pedro Real fueron sumariados por su falta de disciplina; sumarios que hubo que olvidar por su valía y por ser necesarios al frente de sus tropas[i]. En la alta oficialidad hubo diferenciadas irreconciliables entre soldados profesionales y guerrilleros. Calzada y Morales mantuvieron constante rivalidad con la Torre. No menos graves fueron las diferencias entre los distintos cuerpos y armas, Infantería contra Caballería, que fue acusada por aquella de la derrota de Boyacá, y entre la misma infantería por la enemistad de los regimientos de Hostalrich y Valencey. A todas estas luchas intestinas se unieron a partir de 1820 las de "liberales" y "serviles".
e) Continua división de fuerzas. Más grave fue la tendencia a la disgregación que quebrantó la unidad orgánica del Ejército, estos que habían estado organizados en Regimientos y Batallones disgregados por las necesidades de la campaña y repartidos en múltiples guarniciones.
f) Abandono de los gobiernos de la metrópoli. El golpe de gracia a no lo dio la Real Orden de 20 de abril de 1820 por la que se suprimía el envío de tropas a América. El 6 de agosto de 1820, al contestar Morillo a las órdenes del gobierno de concertar a toda costa el armisticio, advirtió que "se hubiese triunfado y aún podía triunfarse sí los auxilios y socorros del gobierno se hubiesen facilitado con la precisión que se convino". Meses después convencido que toda petición era inútil, reiteraba su solicitud de relevo, elogiando a su ejército. La Torre, sucesor de Morillo en su Representación a las Cortes, en 1821, manifestó que las batallas libradas que resultaron favorables al enemigo fueron muy pocas, pero "con tres ganadas en los años 16 y 17 y otras tantas en los de 20 y 22 han ocupado todo el inmenso territorio de Venezuela y Santa Fe, por el contrario al Ejército expedicionario, cansado de triunfar y aniquilar enemigos en treinta y cinco grandes acciones tenidas y el mayor número de los parciales ha sido aniquilado, batido al fin y reducido a la mayor estrechez habiendo sacrificado las siete octavas partes de su fuerza lucida víctima del más criminal abandono". Indignándose con Riego y Quiroga que enviaron papeles de propaganda liberal a Venezuela, diciendo que "los soldados españoles no abandonaron su lugar para llevar una guerra ominosa, injusta y fratricida", y como resultado de esta propaganda varios batallones del país que habían servido al partido realista con lealtad se pasaron al enemigo, mientras que la mayoría aprendieron que solo les estaba permitido el sacrificio de su vida en aras de la patria.”[12]

Bibliografía
ALBI DE LA CUESTA, Julio: “El esfuerzo militar español durante las guerras de emancipación de América”, en Revista de Historia militar, año XXXIV, 1990, número 69, págs. 147-161.
DE LA ROSA OLIVERA, Leopoldo: “El brigadier Barra o la lealtad”, en Anuario de Estudios Atlánticos, número 13, 1967, págs. 211-242.
GARCÍA CAMBA, Andrés: Memoria para las armas españolas en el Perú.
MALAMUDRIKLES, Carlos D.: “La Comisión de Reemplazos de Cádiz y la financiación de la reconquista española”, en Actas V Jornadas de Andalucía y América.
MEIGE AMEZAGA, José Luis: “La continuidad de los Ejércitos realistas en América durante la guerra de la Independencia”, en FRIERYO DE LARA, Beatriz (coord.) Guerra, Ejército y Sociedad en el nacimiento de la España contemporánea, Universidad de Granada-MADOC, Granada, 2009.
MORILLO, Pablo: Contestación del teniente general don Pablo Morillo, conde de Cartagena, etc., al dictamen que sobre su conducta militar..., Madrid, Pita de la Vega, 1823.
PÉREZ LÓPEZ-PORTILLO, Raúl: La España de Riego.
SÁNCHEZ BAÑÓN, Julio: “Esplendor y ocaso del ejército expedicionario de Costa Firme. Pablo Morillo”, en Las guerras en el primer tercio del siglo XIX en España y América (coord. por Paulino Castañeda Delgado), Vol. 1, 2005, ISBN 84-86379-70-9, págs. 571-590.
SEMPRÚN BULLÓN, José: “El esfuerzo bélico realista en América durante la Guerra de la Independencia”, en Revista de Historia militar, año LI, 2007, número extraordinario, págs. 39-64.


[1]          MALAMUD RIKLES, Carlos: "La comisión de reemplazos”, en Actas de la V Jornadas de Andalucía y América, pág. 318.
[2]          Op. cit. pág. 318.
[3]    Op. cit. Pág. 325.
[4]    GARCÍA CAMBA, Andrés: Memoria para las armas españolas en el Perú, tomo I, pág. 258.
[5]          Op. cit. Pág. 329.
[6]    PÉREZ LÓPEZ-PORTILLO, Raúl: La España de Riego, págs. 266-267.
[7]          La Gaceta de Madrid, pág. 547.
[8]    RAH, sig. 9/7651, b), ff. 39-46v.
[9]    Gaceta de Caracas, 12 de abril de 1815. págs. 90-93.
[10]  MALAMUD RIKLES, Carlos: “La Comisión de Reemplazos de Cádiz y la financiación de la reconquista americana”, en Actas de la V Jornadas de Andalucía y América, pág. 330.
[11]        Op. cit.  Pág. 330.
[12]          SÁNCHEZ BAÑÓN, Julio: "Esplendor y ocaso del Ejército Expedicionario de Costa Firme", en CASTAÑEDA DELGADO, Paulino (Coord.), Las guerra en el primer tercio del siglo XIX en España y América, tomo I, Cátedra "General Castaños", Sevilla, 2005, págs. 584-587.


[i]           Morillo al Ministro de la Guerra manifestando la falta de jefes en el Ejército, y que por ello ha sido preciso emplear a los Brigadieres Pascual Real y Francisco Tomás Morales, a pesar de estar sumariados. Valencia, 11 marzo de 1818.
            Manuscrito, copia, 3 ff.
            Sig. 9/7657, leg. 14, b), ff. 230-232.

            Excelentísimo Señor = La falta de jefes que sufre este Ejército, según tengo manifestado a V. E. en mis partes anteriores me ha precisado a emplear nuevamente en esta campaña a los brigadieres don Pascual Rea y don Francisco Tomás Morales, no obstante que ambos estaban sumariados, pues de otra manera no me hubiese sido posible atender a cubrir los mandos importantes que ahora le he confiado al primero en la villa de San Carlos para la recolección de hombres, caballos, y ganados, defendiendo además las avenidas del Llano, por la parte de San José de Tiznados y el Pao; y el segundo en los valles de Aragua, para organizar una División de reserva, reuniendo los hombres que antes han servido bajo sus órdenes en otras campañas, valiéndose del ascendiente que tiene entre los isleños, o canarios, y los habitantes de estos partidos, con el objeto de aumentar la fuerza de los Cuerpos europeos completa la de los del país, y estas pronto a ocupar los puntos que deje el Ejército, luego que descienda a los Llanos. No he tenido ni cuento con otros jefes que me ayuden en mis tareas y trabajos, pues que el brigadier don Juan de Aldama que podía serme tan útil si de buena fe hubiese continuado trabajando con el entusiasmo que manifestó al encargarse de la 1ª División, y tomar la Casa fuerte de Barcelona, ha decaído de tal modo que ningún partido me prometo sacar de él. La penosa vida del Llano y la clase de guerra que allí se hace, no proporcionándole ventajas tan brillantes como se había prometido, lo ha disgustado sobre manera, y hecho dar una importancia, que en mi concepto no existe a la enfermedad que ha expuesto padecer, para retirarse a curar en la época más crítica, y trabajosa en que se han hallado estas provincias. Este brigadier, a quien yo no conocí más que por sus primeros hechos cuando regresé del Nuevo Reino de Granada, ha desplegado después un carácter orgulloso e insufrible, y considero ser perjudicial su permanencia en el Ejército, y aún en América.= Todo lo que manifiesto a V. E. para su debido conocimiento y noticia de S. M.; debiendo al mismo tiempo informarle en obsequio de la Justicia, que los expresados brigadieres Real y Morales, desde el punto en que los empleé, han desempeñado sus respectivos destinos, y comisiones con la mayor exactitud, valor y sumisión, habiéndome ayudado mucho en las ocurrencias y retirada de Calabozo, acción de pueblo del Sombrero en que se distinguió el primero, y otras operaciones importantes que se han ofrecido estos días, siendo constantes en las fatigas, firmes en los trabajos y celosos por la causa de S. M.; circunstancias que no puede dejar en silencio mi modo de pensar, por lo que convenga a estos jefes.= Dios &.= Cuartel general de Valencia a 11 de marzo de 1818= Excelentísimo Señor Secretario de Estado y del Despacho Universal de la Guerra.

            Extracto.
            Manifestando la falta de jefes en este Ejército, y que por ella ha sido preciso emplear a los brigadieres don Pascual Real y don Francisco Tomás Morales no obstante de estar sumariados: que el de la propia clase don Juan de Aldama está separado del servicio activo por enfermedad, que no es conveniente la permanencia de este en el Ejército ni en América; y que Real y Morales han cumplido muy bien en sus operaciones.

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