Expediciones a Ultramar
Introducción
Se trata del envío de las
expediciones a Ultramar, un análisis de las fuerzas mandadas desde la Península
durante el periodo de las independencias de los territorios americanos. El
esfuerzo realizado, tanto financiero, humano realizado la Comisión de
Reemplazos,
los modos de manejarse con
los fondos tan escasos de los que disponía para la realización del objetivo al
que se encontraba destinada en medio de una contienda, resolvió de la mejor
manera posible sus necesidades con el envío de refuerzos a distantes teatros de
guerra más allá del océano. Y posteriormente, cuando, al retorno de Fernando
VII al trono se vio obligada por las circunstancias políticas a la creación de
unidades expedicionarias para enviar en enormes convoyes bajo el inconveniente
de no tener apenas embarcaciones en las que transportar las tropas, y con gran
deuda contraída por las anteriores expediciones enviadas.
El proceso y evolución de
los distintos movimientos emancipadores en un escenario tan amplio como la
costa americana atlántica requiere también diferentes actitudes y
comportamientos, y las expediciones de apoyo a la causa realista, que
necesariamente tienen que ser marítimas, imprimirán un signo particular a las
operaciones bélicas.
"El deseo de mantener el sistema colonial motivó una serie de
esfuerzos de todo tipo, que culminaron en el envío de expediciones militares a
las colonias.”[1]
"El principal objetivo español con respecto a sus colonias era la
recuperación del control efectivo de las mismas, excluyendo cualquier tipo de
soluciones intermedias. La actuación de la Comisión de Reemplazos en su
decisión de enviar expediciones militares a América debe ser analizada bajo
este punto de vista.”[2]
Compromiso de la mediación
de las potencias extranjeras, como Francia, Inglaterra, Rusia, en el conflicto
de España con los territorios insurgentes en América.
Inglaterra intervino en un
armisticio firmado en 1812, entre el virrey Elio y Buenos Aires, cuando se
levantó el asedio sobre Montevideo y el bloqueo sobre Buenos Aires. El acuerdo
se produjo porque Inglaterra estaba interesada en evitar que España enviase
Ejérctos a América en lugar de emplearlos contra Francia en la Península
Ibérica.
Aunque la ayuda por parte
de Francia desapareció cuando se hizo publico el memorandum de Polignac, un
documento redactado por George Canning sobre el resultado de las conferencias
del 9 al 12 de octubre de 1823, entre él y Jules de Polignac, embajador francés
en Londres.
Inglaterra y Francia
coincidieron que no había forma que España no recuperase sus territorios de
Ultramar. El documento señalaba que ambos países no tenían intención de ayuda a
España a conservar sus dominios en América, y que ninguna otra nación europea
tenía deseos de ganar territorio en la región, u obtener tratados de
exclusividad comercial en la misma.
El 2 de diciembre de 1823 los Estados Unidos dio a conocer también su
doctrina Monroe en favor de la causa americana, aunque debido a su limitada posición
internacional fue tomada con indiferencia por las potencias europeas.
La Comisión de Reemplazos
era la institución encargada de la financiación de las
expediciones enviadas a Ultramar.
Una Real Orden de la Regencia del 8 de septiembre de 1811 establecía un
impuesto sobre:
- el cobro del 1 % de valor de los géneros y efectos que se exportaban de
Cádiz
- el cobro del 1 % del oro acuñado y por acuñar que viniese de América,
- el cobro del 2 % de la plata acuñada y por acuñar que viniese de América,
y
- el cobro del 3 % del valor del arancel de todos originarios de las
colonias.
Objetivo: "en dar vestuario al soldado y el rancho de viaje, con el
auxilio que se acomodase a los dueños de los buques de transporte"[3]
También los obtuvo a través
de los donativos de los Consulados de Comercio:
-
México, Guadalajara y Veracruz no realizaron
ninguna aportación,
-
Lima (dos millones de reales), y
-
La Habana (cuatro millones de reales).
1.- Unidades creadas en la Península
La respuesta de la metrópoli
a las primeras insurrecciones americanas es en lo que respecta a la política
militar, fundamentalmente la organización de expediciones de refuerzo desde la
Península para los contingentes que en el Nuevo Mundo sostienen la causa
realista.
Los proyectos para reforzar a
las fuerzas realistas en América, pasan por diversos cambios: inicialmente se
cree más conveniente que el envío de unidades completas, el de cuadros, que
serían completados ya en el Nuevo Continente. Aunque en definitiva se terminará
por seguir la política de enviar unidades completas tipo batallón –o escuadrón
en el caso de la caballería–, sin perjuicio del proceso de reorganización o
desdoblamiento de las mismas ya en la zona de operaciones, que se producirá en
tantos casos. Política que comienza poco meses más tarde del inicio del
conflicto
Las unidades creadas en la
Península eran las llamadas expedicionarias, pero desde su llegada al
continente americano recibían un flujo continuo de tropas americanas que
suplantaban sus bajas europeas, es decir, a más tiempo de llegada más
americanizada se quedaba la teórica unidad expedicionaria.
La característica que se atribuye a los soldados expedicionarios europeos
es una teórica mayor lealtad que sirviese de cohesión para las unidades. Pero
por el contrario esta tropa europea era más susceptible a enfermar, y sin
disciplinar eran más insubordinados que los americanos.
Los individuos de tropa del ejército provenían de los llamados quintos,
de los reclutas voluntarios y de los condenados a servir
en el ejército por los tribunales y justicias del reino. Estos tres medios
de conscripción adolecían de grandes defectos y no suministraban a las filas
sino elementos de escaso valor. En los pueblos en que se llevaba a cabo el
alistamiento en la forma de quinta, se cubría el cupo con los individuos
reconocidos como perniciosos y cuando se hacía legalmente se aceptaban como
sustitutos de los señalados por la suerte hasta extranjeros y desertores. Los
reclutas voluntarios no eran de mejor calidad, en su mayoría formado por
hombres frustrados en otros campos de la actividad.
Las tropas que constituían el ejército expedicionario habían sido
reclutadas en las condiciones dichas, mas como se concedió a su jefe la
facultad de escogerlas entre todo el ejército, constituían la flor y nata de la
milicia peninsular. Sin embargo, el temor a una campaña en tierras lejanas,
pintadas con colores exageradamente sombríos, donde al par que con una
naturaleza hostil se luchaba con hombres bárbaros y heroicos que ni pedían ni
daban cuartel, determinó numerosas deserciones.
Sobre el desempeño de las fuerzas peninsulares en el teatro de guerra en el
Alto Perú enla campaña de 1817, el general realista Andrés García Camba señala:
Los
cuerpos peninsulares ostentaron en todos los lances de esta activísima campaña,
constante y decidido valor, mas la falta de conocimientos en esta clase de
guerra enteramente nueva para ellos y el desventajoso concepto que ligeramente
habían formado del enemigo varios de sus individuos, fueron la causa de algunas
temeridades tan sensibles como costosas. Las tropas del país (americanas)
llevaban algunas ventajas a las europeas, por la práctica que habían adquirido,
por la menor impresión que les hacia la frecuente variación de temperaturas y
aun por su imponderable sobriedad. [4]
La orden efectiva de
reclutamiento tuvo lugar el 1 de septiembre
de 1811 la Regencia mediante una "Real Orden" se dirige al
"Tribunal del Consulado de Cádiz", que agrupa a los comerciantes
gaditanos, exponiendo la difícil situación americana y la penuria de recursos
del Estado para hacer frente a la misma, demandando fundamentalmente la
aportación de fondos para financiar el transporte de tropas y pagar los fletes
de los buques hasta su arribada a los puertos americanos.
El "Consulado" gaditano recibe favorablemente la propuesta, ya
que conviene recordar que los comerciantes de Cádiz sustentaban importantes
intereses comerciales en ultramar y prácticamente todo el comercio americano
con la metrópoli se efectuaba a través de esta ciudad. La respuesta es positiva
y sorprendentemente rápida, incluso para los modos actuales, ya que en pocos
días se presenta un plan para aportar de inmediato 8.000.000 de reales,
diseñando incluso el sistema de recaudación para lograr en muy breve plazo esta
cantidad y asegurar así la viabilidad del proyecto. El día 8 de septiembre se
aprueba oficialmente la creación de una comisión destinada a los fines
expuestos, y que se denominará "Comisión de Arbitrios y Reemplazos",
disponiendo quince días después el envío de un comisionado a Extremadura para
reclutar hombres dispuestos a marchar a América, haciendo extensivo además este
sistema de alistamiento a Galicia, Canarias y la propia ciudad de Cádiz.
Expediciones a Ultramar:
- Puerto Rico (1),
- Santa Marta (2),
- Maracaibo (1),
- Costa Firme (2):
· Expedición Morillo
(1815),
· Expedición del brigadier
Canterac (1817),
- Lima
(5),
· Expedición del
Regimiento Gerona.
· Expedición del
Regimiento de Cantabria.
- Portobelo (3):
· Expedición de Alejandro de Hore (1815),
- La Guaira (1),
· Expedición de Miguel
Salomón (1813),
- La Habana (3),
-
Veracruz (7),
· Expedición de Miguel de
Liaño.
-
Montevideo (5).
En total, "la Comisión
de Reemplazos fletó 30 expediciones a América, y 5 correos".[5]
Aunque no fueron
necesariamente las expediciones grandes, las que resolvieron principalmente los
asuntos en los diferentes teatros de operaciones eran las pequeñas dotaciones
de refuerzo enviadas en apoyo de los grupos realistas de la zona que combatían
contra los insurgente. Estas expediciones, especialmente las primeras, aunque
consideradas de poca importancia en el conjunto de las medidas militares
tomadas para combatir los movimientos independentistas americanos, a nuestro
juicio si tienen una especial relevancia, puesto que acreditan el extraordinario
esfuerzo que supuso para el Gobierno de la Regencia financiar, equipar y enviar
contingentes militares en unas circunstancias de extrema debilidad.
Constituye el principal
problema en estos primeros tiempos tanto el alistamiento de tropas y su
equipamiento como la habilitación de buques de transporte, sin que parezca
existan graves dificultades para disponer buques de guerra destinados a la
escolta de los futuros convoyes; teniendo en cuenta además el escaso número de
barcos mercantes que componen las expediciones y la relativa seguridad de las
rutas marítimas, no se hace necesario disponer en cada ocasión mas que de
buques del porte de una fragata, si bien en algún momento marchan navíos, que a
su vez transportan también parte de la fuerza o pertrechos; en ciertos casos
los buques mercantes marchan a su destino de forma aislada y sin escolta.
Por otra parte, dada la gravedad de la situación, las
autoridades virreinales, a la espera de la llegada de los contingentes
reclamados a España, sustentando la lucha contra los rebeldes en las fuerzas de
milicia y ante la necesidad perentoria de vertebrar dichas unidades con tropas
regulares, deciden en un primer momento crear pequeñas unidades en base a las
fuerzas de Infantería de Marina que guarnecen los buques de guerra surtos o
enviados a puertos americanos, reforzadas por elementos de marinería de dichos
buques, como sucede en la Nueva España o en el Río de la Plata. En este punto,
debemos añadir también que, ante la escasez de fuerzas de Infantería de Marina
para completar las dotaciones reglamentarias de los buques de guerra, se
destinaba a los mismos tropa de Infantería con sus oficiales, generalmente
compañías sueltas, práctica esta habitual y que va venia produciéndose desde
varios anos antes.
2.- Las expediciones
1811
Al parecer, la primera
fuerza regular procedente de la Península que actúa en tierras americanas es la
tropa de Infantería de Marina que guarnece la fragata «Atocha», al mando
del capitán de navío Rosendo Porlier había partido de Cádiz el 12 de julio de
1810 para transportar al recién nombrado virrey de la Nueva España, Francisco
Javier Venegas. El buque arriba a Veracruz el 25 de agosto, y ante lo delicado
de la situación militar en la zona, el nuevo virrey dispone que
toda la «tropa de mar» de la «Atocha», al mando de
Porlier y de buena parte de la oficialidad del barco, le acompañe a la capital,
México, donde hace su entrada el día 13 de septiembre. Esta situación se
repetirá posteriormente con otros buques, como veremos; también al siguiente ano,
1811, se enviaron desde La Habana jefes y oficiales de Marina.
Aunque limitado en número,
este pequeño contingente supondría en el momento una notable contribución a la
defensa contra los rebeldes, ya que se trata de una fuerza regular y veterana, encuadrada
por oficiales profesionales; participa en numerosas acciones menores y
especialmente en los combates que permiten mantener abierta la ruta vital que
une la capital con el puerto de Veracruz.
En la América del Sur, la
situación militar del gobierno virreinal es sumamente delicada ante el
constante empuje de las tropas rebeldes de Buenos Aires, que dominando
prácticamente toda la región, alcanzan los arrabales de Montevideo, donde se
encierra la guarnición que permanecerá prácticamente sitiada hasta la rendición
años mas tarde. El nuevo virrey, general Francisco Javier de Elio, que había
partido de Alicante el 11 de noviembre de 1810 a bordo de la fragata
«Yfigenia», mandada por el capitán de navío Miguel de la Sierra, arriba a
Montevideo el 12 de enero de 1811. En menos de un mes, el 3 de febrero, ante la
escasa fuerza militar existente en la playa, el general Elio dispone que
desembarque la tropa de guarnición del buque y se acuartele en tierra para
servir de planta posteriormente a una nueva unidad. Se trataba de un reducido
grupo perteneciente al Regimiento «2.° de Voluntarios de Madrid», compuesta por
60 hombres. La reducida compañía solo tenía un oficial subalterno, y en el mes
de abril pasa a intervenir, junto con tropas milicianas, en los combates contra
los insurgentes, que tienen lugar en pueblos próximos a la capital; el
comandante de estas fuerzas era Joaquín Gayón y Bustamante, que había llegado
como ayudante del propio Elio. Se dispone sea incrementada la dotación de esta
compañía mediante la inclusión en la misma de los europeos «qe. iba
recojiendo por la campaña» que supusieron un total de 40 hombres mas en
septiembre de 1811, fecha en que se produce el primer aumento de la unidad. El
interés del virrey en conservar un contingente compuesto exclusivamente por
soldados regulares se traduce incluso al tratar de dotarla de nuevos oficiales,
disponiendo el ascenso de algún sargento de la misma, a pesar de la existencia
en la plaza de oficiales de Milicias; no obstante, posteriormente el sustituto
de Elio, el general Gaspar Vigodet, dispuso además que parte del contingente de
Milicias se integrase en esta compañía, consiguiendo así la formación de un
batallón que conservaba el mismo nombre: «Voluntarios de Madrid».
La primera de las
expediciones enviada específicamente para combatir la insurrección americana,
aunque no figura en el expediente de la «Comisión de Reemplazos» y existen
escasos datos sobre la misma, pero que indudablemente llega a América con este
cometido, es de escasa relevancia numérica: se trata de una compañía del
Regimiento «2.° de Voluntarios de
Sevilla», compuesta por 100 hombres (cabe suponer que con sus oficiales) que
marchaban a Montevideo en el bergantín de guerra «Tigre». viaje finaliza
al naufragar en la costa uruguaya el 19 de agosto de 1811, siendo rescatada la
totalidad de la fuerza y trasladada al cercano Montevideo, donde es nuevamente
uniformada en base a una suscripción pública, ya que había perdido todo su
equipo.
La primera de estas expediciones, así considerada por la
«Comisión de Reemplazos» a y organizada en Cádiz y destinada a La Habana y
Veracruz, supone un notable esfuerzo de organización y superación de
dificultades: para armar a los componentes de la expedición, la citada
«Comisión» debía entregar 430 fusiles que había reunido en sus depósitos, a
todas luces insuficientes para equipar a la tropa designada, por lo que se
dispone que se completasen las dotaciones de armas con la entrega de las de
otros cuerpos de la plaza. Parte del armamento estaba averiado, y ante la
urgencia de la partida, se ordena el embarque de armeros para que componga éste
durante la travesía.
El convoy estaba compuesto
por 3 transportes: «Nuestra Señora del Coro», «Magdalena» y «Anteprimera» 7,
escoltados por el navío «Asia», al mando del capitán Anselmo de Gomendio
Gaztelubeitia.
En el AHN también existen noticias sobre esta expedición,
asignando a los dos batallones un total de 1241 hombres, de los que 37 son
tambores y cornetas y 2 tambores mayores.
El noviembre de 1811 parten los batallones «1.° y
2." Americanos», con unos 1200 hombres en total.
La salida se produce el 7
de noviembre de 1811, componiendo el batallón «1.° Americano » 717 hombres,
distribuidos en siete compañías.
Según la «C.R.» H marchan 757 hombres (37 oficiales y 720
tropa). Se trataba de fuerza de Infantería, concretamente el batallón «1.°
Americano». Curiosamente, no alude al batallón «2.° Americano» en los «cuadros»
que sintetizan la composición de las expediciones según los años.
El historiador mexicano
Lerdo de Tejada indica que esta unidad llega a Veracruz en enero de 1812, con
una fuerza de 700 hombres. No obstante, en los Archivos navales, el transporte
de la siguiente fuerza:
Navío «Asia»: batallón «2." Americano» compuesto por
562 hombres (24 oficiales y 538 sargentos, cabos y soldados); 30 armeros y 1
director. Total embarcado: 593 hombres (25 oficiales y 568 de tropa).
Fragata de transporte «Vicenta»: 317 hombres (17
oficiales y 300 de tropa) pertenecientes al batallón «1.° Americano».
Fragata de transporte «Nuestra Senora de Coro»: 240
hombres (10 oficiales y 230 de tropa), también del batallón «1.° Americano».
Fragata de transporte «Magdalena»: 145 hombres (10
oficiales y 135 de tropa), todos ellos integrantes del batallón «1.° Americano
». Se indica además que en este buque pueden marchar también los 25 voluntarios
de la «Bandera General de América». Como ya se ha expresado con anterioridad,
estimamos estos datos como los mas fiables, por lo que, según lo expuesto, el
total de la expedición ascenderla a 1320 hombres (62 oficiales, 1233 de tropa y
25 voluntarios), de los que 702 (37 oficiales y 665 de tropa) corresponderían
al «1.° Americano»; 562 (24 oficiales y 538 de tropa) al «2.° Americano»; 31
armeros (1 director con grado de oficial y 30 de tropa), y 25 voluntarios de la
«Bandera General de América».
El « 1.° Americano» estaba al mando del teniente coronel
Ramón Monduy Varela, y el «2.° Americano» al del coronel Tomas O'Connelly,
ejerciendo el mando conjunto de la fuerza embarcada el brigadier Juan José
Olazàbal.
Sale la expedición de Càdiz el 12 de noviembre de 1811.
Citando el parte del comandante naval de la expedición, esta se encuentra en la
rada de Santa Cruz de Tenerife el 18 de noviembre. El 23 de diciembre llega a
la Aguadilla de Puerto Rico, de donde parte el día 29, fondeando en La Habana
en la tarde del 13 de enero de 1812. Los integrantes de la expedición llegan en
buen estado, procediendo a desembarcar el batallón «2º Americano», destinado a
Cuba. En los días posteriores se transbordan desde las fragatas mercantes al «Asia»
dos tercios de la tuerza del batallón «1.° Americano» «para asegurarlos
de las inclemencias del mar». La expedición parte de La Habana el 18 de
enero de 1812 18, arribando a Veracruz en la tarde del día 29 de enero.
No obstante, a pesar de lo indicado y que puede
considerarse irrefutable por tratarse de una prueba documental, también existen
algunas discrepancias entre las diversas fuentes
consultadas acerca de la fecha de llegada.
Una nueva expedición se prepara de modo simultaneo a la
anterior y también destinada a la Nueva España. Aunque su gestación tiene lugar
en Cádiz dada la precariedad de abastecimientos y material en la zona, la
Regencia decide se organice en Vigo.
A tal fin, se transmite el encargo a la Junta Superior de
Galicia, que a su vez ordena al general que manda el 6." Ejército,
Francisco Javier Abadía, el 11 de octubre de 1811. Estas disposiciones no
tuvieron buena acogida y fueron recibidas con reticencias, pues se estimaba que
las tropas acantonadas en Galicia eran necesarias en la región, enviando ademas
a los soldados la marcha a tan lejanas tierras. No obstante, se procedió a
cumplir lo dispuesto con la mayor celeridad posible.
La fuerza, toda de Infantería, se compondría del batallón
«3.° de Asturias» y de otro batallón del regimiento gallego de «Lobera». El
batallón «3.° de Asturias» estaba compuesto por soldados todos ellos o en gran
parte originarios de la región asturiana, y su reclutamiento era muy reciente.
Hallándose la unidad en Lugo, el 20 de agosto de 1811, recibe orden de
dirigirse a La Coruña, donde posteriormente tendrá que aprestarse para embarcar
hacia Nueva España, a pesar de que sus efectivos carecían por el momento del
equipo mas básico. Marchan a bordo del navío «Algeciras», que mandaba el
brigadier Miguel Gastón. Aunque parece ser que dicho batallón se componía de
unos efectivos teóricos de 851 hombres, debido a la capacidad del buque se
decidió enviar solamente 6 compañías, con un total de 635 hombres (35 oficiales
y 600 tropa), mandado por el teniente coronel Juan de Cándano y Suárez.
Además de la impedimenta de la tropa, se embarcaron otros
1000 fusiles.
El 5 de noviembre de 1811, a la oración de ese día,
comienza el embarque de la unidad, concluyendo a las 11 de la noche y zarpando seguidamente
hacia Vigo.
En esta ciudad se había organizado por el coronel del
Regimiento «Lobera», José Joaquin Márquez Donallo, una fuerza expedicionaria
compuesta por el 1.° batallón de la unidad, que contaba con 553 hombres, al
mando del teniente coronel José Manuel Martínez. Debería embarcar en el pequeño
navío «Mino», mandado por el brigadier Ignacio Olaeta y Allendesalazar,
y en tres transportes 28. El total de fuerzas a transportar ascendía a 1188
hombres. Esta expedición aparece encuadrada en los informes de la «Comisión de
Reemplazos» como la primera enviada en el ano 1812, asignando a la misma un
total de 69 oficiales y 1194 de tropa.
La expedición conjunta (dos navíos y tres transportes)
sale de Vigo el 16 de noviembre de 1811. Al siguiente día, el «Algeciras» que
transporta la totalidad del batallón «3.° de Asturias» se separa del resto del
convoy, no volviendo a encontrarse durante toda la travesía.
1812
El 10 de enero de 1812 el navío o «Algeciras» tiene a la
vista el puerto de Veracruz, pero debido a las inclemencias meteorológicas, no
puede atracar basta el día 13, desembarcando la fuerza expedicionaria esa misma
noche. El día 16 llegan el navío «Mino» y los transportes, con el batallón «1.°
de Lobera». La travesía transcurrió sin incidentes notables, arribando la
fuerza en buen estado.
La tropa de Marina del «Algeciras», así como la de
todos los buques que fueron llegando sucesivamente, pasaron a unirse a las
fuerzas que operaban contra los insurgentes. Varios oficiales y parte de la
marinería guarnecieron el castillo de San Juan de Ulua.
Se pretende enviar a Montevideo: una compañía de Infantería,
concretamente la 5ª compañía del batallón «Americano», integrada
por 105 hombres (5 oficiales y 100 de tropa);.
Marcharán en la fragata de transporte «María Josefa», que debe efectuar su
navegación en solitario. Se dispone el embarque de la tropa con su armamento y
vestuario el 18 de abril de 1812, y el día 21 parte de Cádiz, arribando a su
destino el 3 de octubre de 1812 en perfectas condiciones: aunque el viaje haya durado mas de cinco
meses. También un memorialista de la época señala que el 3 de octubre llega la «Maria
Josefa» desde Cádiz, pero indica que el número de soldados es de 130.
Se organiza una nueva expedición que debe marchar a Costa
Firme, concretamente a Santa Marta, disponiendo que sea transportada en la
fragata mercante “Andalucía”. En
principio parece que debería ir escoltada por la fragata «Indagadora», aunque
posteriormente, a la vista del escaso peligro enemigo, se ordenó saliese
solamente el buque mercante. Se dispuso ademas que, ante la carencia de
noticias sobre la situación de la plaza, en caso de que el puerto de destino
estuviese ocupado por los insurrectos, el mercante tendría que dirigirse a
Veracruz.
Marcha el 2.° batallón del
Regimiento «Albuera», compuesto por 8 oficiales y 300 soldados, distribuidos en
3 compañías, mandado por el coronel Onofre Gutiérrez de Razas. Sale de Cádiz el
6 de Mayo de 1812 ò7, y después de una travesía sin incidentes,
lamentando únicamente el fallecimiento de un cabo, llega a Santa Marta el 8 de
junio, encontrándose la tropa en perfecto estado, y siendo recibidos por los
habitantes de la ciudad con grandes muestras de alegría. La «Andalucía» parte
de regreso a Cádiz el 17 del mismo mes.
Un caso particular de esta
situación fue, la llegada a Coro, una ciudad situada la costa de Venezuela, al
mando de Domingo de Monteverde.
Monteverde fue destinado a
Venezuela. Salió de Cádiz a bordo del navío San Lorenzo (4 de abril de
1812) y, tras pasar por Cuba y Puerto Rico, llegó a Costa Firme al mando de una
compañía de 150 hombres de tropa de marina. Llegado a Santa Ana de Coro, cuyo
gobierno mandaba el brigadier Ceballos, aumentó la fuerza de su compañía hasta 230 «entre
españoles y corianos, un cura de nombre Torellas, un cirujano, diez mil
cartuchos, un obús de a cuatro y diez quintales de galletas». Fuerza exigua
para emprender una campaña militar de envergadura.
Monteverde tenía órdenes de
marchar hacia Siquisique y unir sus fuerzas con las del cacique Juan de los
Reyes vargas, afecto a los españoles, que tenía a su servicio otros doscientos
fusileros y cien flecheros, con lo cual acumuló cerca de 600 hombres, entre
oficiales y soldados. A pesar de que le fue comunicado que no prosiguiera su
avance sin antes recibir apoyo de Coro, Monteverde, aliando valentía,
experiencia militar y fortuna, tomó al asalto valencia, Barinas, El Tocuyo y
San Carlos y, como no disponía de fuerzas para dejar guarniciones en esos
puntos, regresó a valencia para enfrentarse a los republicanos, obteniendo
rotunda victoria. Por esta hazaña, el Gobierno de la Regencia lo ascendió (R.
O. 27 de junio de 1812) a capitán de navío y lo nombró (R. O. 30 de septiembre
de 1812) capitán general de Venezuela (con lo cual «saltó» a Ceballos y al
capitán general Miyares). El «salto», por supuesto, le acarreó disgustos, pues
a la Capitanía General iba anexa la Presidencia de la Audiencia de Caracas y la
jefatura política de las provincias con «el sueldo, honores, preeminencias y
facultades que le corresponden a este destino con arreglo a las leyes de
Indias» y, por si fuese poco para provocar celos, el gobierno de la Regencia se
lo participó directamente a Monteverde sin dar cuenta al capitán general
Miyares ni a su inmediato jefe, el brigadier Ceballos.
Luego de la firma de la
capitulación de San Mateo, el capitán de fragata Domingo de Monteverde asumió
el mando de los territorios que se habían levantado contra la monarquía.
Inmediatamente ordenó someter a prisión a muchos de los involucrados en la
insurgencia, se desentendió de lo pautado por la capitulación y desconoció la
autoridad del capitán general Fernando Miyares, designado como tal en mayo de
1810 luego de la destitución de don Vicente Emparán, alegando que siendo él
quien había sometido a los insurgentes no podía reconocer ninguna otra
autoridad.
La política de pacificación adelantada por Monteverde además de contar con
el visto bueno de la Regencia era compartida por quienes, tanto en España como
en Venezuela, rechazaban la benignidad y liberalidad de las Cortes respecto a
los insurgentes y al mismo tiempo se oponían a las novedades y mudanzas
adelantadas por los diputados liberales que constituían la mayoría de la
asamblea gaditana.
1813
La primera expedición de este ano esta destinada al
virreinato de Nueva España. Forman parte de la expedición los batallones «1.º
de Extremadura» al mando del coronel conde de Roncali y «1.° de Saboya», con
una fuerza de 854 hombres. La fuerza embarcada asciende a 2620 hombres (119
oficiales y 2501 de tropa). Se trata de un número de hombres muy elevado, y aun
suponiendo que la fuerza de cada batallón citado fuese de 950 hombres, hasta un
total de 1900, fallando todavía por determinar a que unidades pertenecerían los
restantes 720. El convoy consta de 7 buques de transporte escoltados por el
navío «Mino» (Ignacio María Álava), y parte de Cádiz el 27 de febrero de 1813 con destino a Veracruz, habiendo embarcado la
tropa el día anterior. Llega a Veracruz el 16 de abril de 1813. El «Saboya» se
encuentra ya en Veracruz el día 15, habiendo partido de Càdiz el 26 de febrero
y cifrando su fuerza entre 854-950 hombres, asignando también 950 hombres a
«Extremadura».
Se prepara el envío de nuevos contingentes a Montevideo,
y aunque el alistamiento del contingente militar y la disposición de los buques
de guerra y mercantes que deben marchar se realizan como un solo conjunto, en
realidad partieron dos expediciones distintas, si bien la partida de ambas se
efectúa en fechas muy próximas.
El 11 de abril de 1813 se comunica a Montevideo la
próxima salida para esa ciudad de una expedición conduciendo unos 1000 hombres.
Marchan el regimiento de Infantería «Lorca» y un destacamento. La fuerza transportada 148: para el rgto. «Lorca»: 52 oficiales, 787
soldados, 13 tambores, 1 tambor mayor; Artilleria: 3 oficiales y 200 soldados.
Estas cifras parecen ser las reales: 853 hombres de «Lorca» (52 oficiales y 801
de tropa) y 203 de Artillería (3 oficiales y 200 de tropa); mandaba la unidad
el coronel José Villa-Zeballos. Parte el convoy 5 de mayo de 1813 escoltado por
la fragata «Prueba» (Francisco de Ulloa), compuesto de los buques de transporte
«San Yldefonso» (a) «Topacio», «La Regencia» y «El Socorro» (a) «Francisca». En
el transporte «Socorro» marchaban 330 hombres, incluidos oficiales; «La
Regencia» embarcaba unos 300 hombres, y el «San Yldefonso» otros 280 hombres,
incluyendo también los oficiales. Durante el viaje se separa la fragata de
transporte «El Socorro», que se dirige a Rio de Janeiro a reparar averías. El
transporte «San Yldefonso» (a) «El Topacio» arriba
a Montevideo el 12 de agosto 15G,
Negando el día 23 los buques «Prueba » y
«La Regencia». A su vez, llega a este puerto el 15 de septiembre la mencionada
fragata «El Socorro».
Hubo también una primera y pequeña expedición a Costa Firme, que salió de
Cádiz el 5 de agosto de 1813, que se denominó «expedición de la fragata Venganza»,
compuesta por la citada fragata como único buque de guerra y cinco trasportes
con 1.000 hombres del regimiento de Granada. Esta expedición no supuso ningún
refuerzo para la escuadrilla de Costa Firme, ya que sus instrucciones era de
regreso inmediato a la Península, como así hizo. Miguel Salomón había venido
de España para reforzar a Domingo de Monteverde en Puerto Cabello, con el grado
de coronel estaba al frente del Regimiento de Granada.
La ultima expedición que debe partir este año tiene como
destino el virreinato del Perú. Se trata del batallón «Talavera», que manda el
coronel Rafael Maroto Ysern desde el 16 de noviembre de 1813, siendo su sargento
mayor Antonio Morgado, y unos 200 soldados de Artillería, con una fuerza total
de unos 1000 hombres, que habrían embarcado el día 22 de diciembre de 1813; van
también oficiales de Marina y religiosos. Según la «Comisión de Reemplazos»,
transporta 1473 hombres (63 oficiales y 1410 de tropa), señalando que unos 800
pertenecían al batallón «Talavera» y que el resto deberían ser cuadros; habría
que sumar otros 50 hombres (1 oficial y 49 de tropa) de Artillería. El total de
fuerza de Artillería era de 200 hombres, y que la fuerza del batallón
«Talavera» era de 734 plazas. Contribuyen a la confusión los datos aportados
por Clonard, suponiendo a «Talavera» una fuerza de 819 hombres I82. Por su parte, el virrey Abascal y Sousa
afirma «recibo el primer socorro de 734 hombres de que se compone el regimiento
de Talavera, y 100 artilleros transportados por el Cavo...»
puesta,
decidiendo que el total de fuerza expedicionaria no debería sobrepasar los mil
hombres en total184. Forman el convoy las
fragatas de transporte «Veloz Pasajera», «Vigarrena» y «Castilla», escoltadas
por el navío «Asia», al mando del capitán de navío Pedro Valencia,
transportando 1000 hombres y 6500 quintales de azogue. El 25 de diciembre de
1813 sale de Cádiz con destino al puerto de El Callao.
El «Asia» llega el 24 de abril de
1814, tras 120 días de navegación. Durante la travesía muere de escorbuto un
soldado de «Talavera», habiendo caldo enfermos otros 17; también han fallecido
por accidente 1 soldado de Artillería y 2 marineros. La «Vigarrena» llega el 25 de abril con 39
enfermos, habiendo tenido además 5 muertos en tierra y 3 en la mar. La fragata «Castilla»
llega el día 26 con 31 enfermos, habiendo perdido 3 hombres en tierra y 5
en la mar. A bordo de este barco se habían amotinado 3 cabos, que pretendían
entregarse en Buenos Aires, siendo sofocado el motín y ejecutados sus
promotores. La «Veloz Pasajera» llega el 23 de Mayo con 80 enfermos,
habiendo perdido en la mar 23 hombres. Pocos meses después, en octubre de 1814,
su fuerza era de 740 hombres (35 oficiales y 705 de tropa).
1814
Al retorno de Fernando VII,
desde Francia, se encontró con la siguiente situación:
-
falta de recursos,
-
primera expedición grande, con Pablo Morillo,
-
segunda expedición grande, la del conde de
Calderón, y después, al mando del conde del Abisbal.
Francisco Javier de Abadía,
Inspector General de América, e igualmente encargado de "organizar y
habilitar las expediciones destinadas a los dominios de Ultramar"durante
el periodo posterior al retorno de Fernando VII al trono en 1814.
Parte de Cádiz el 22 de diciembre 1814 con destino al Perú Consta
de un solo buque de transporte en el que marchan 118 hombres (8 oficiales y 110
de tropa) 191.
1815
“Poco después del regreso
de Fernando VII [finales de 1814] se constituyó la Junta Militar de Indias para
planificar la lucha contra los insurgentes. Estuvo presidido por el infante don
Carlos y otros seis generales, entre ellos, inicialmente, Palafox y el conde de
La Bisbal. Se citan también otros generales: Ballesteros, Blake, Venegas, el ex
virrey de México Goyeneche, citado como general en jefe del ejército realista
en el Alto Perú, o Álava [...]. En esa Junta se designó a Pablo Morillo como
jefe de la misión militar, por recomendación del general Castaños, que lo tuvo
bajo sus órdenes en la batalla de Bailen.”[6]
Una de las mayores expediciones enviadas hasta el momento a Europa fue la
que el 15 de febrero de 1815 zarpó de Cádiz una expedición de 15.000 hombres
bajo el mando del teniente general Pablo Morillo con el objetivo de someter a
Venezuela y Nueva Granada. Aunque según afirmaba, “en breve se compuso de
10.000 hombres efectivos, habilitado superabundamentemente de artillería […]:
el primer destino que se pensó dar a esta expedición fue socorrer la plaza de
Montevideo, [...] y contribuir a la pacificación de las provincias del Río de
la Plata; pero las circunstancias que sobrevenieron durante su habilitación, lo
adelantado de la estación”[7].
Se refería a aquellas circunstancias que ocurrieron para desviarla, fue que el
22 de junio de 1814 Montevideo se rindió a los rioplatenses, cayendo la última
base realista en la zona en manos de los insurgentes.[8]
Instrucciones
para el General en Jefe de la Expedición de Montevideo don Pablo Morillo, y
para el Jefe de mar. El
cambio definitivo a Costa Firme se tuvo que realizar posiblemente en el mes de
diciembre de 1814, ya que mediante instrucciones secretas fueron entregadas a
Enrile el 17 de enero de 1815.
"Las maniobras hábiles
del gobierno de Buenos Aires y el dinero que empleó por medio de sus agentes en
España influyeron mucho para que el gabinete de Madrid variase de planes en
cuanto al destino de la expedición... Arguibel tuvo una parte muy activa en
evitar que su país fuese el teatro de la guerra."
Relación de Regimientos del Ejército Expedicionario: Regimiento de
Infantería Ligera de la Legión Extremeña, Regimiento de Infantería Ligera
Cazadores de Castilla, Regimiento de Infantería ligera de Barbastro, Regimiento
de Infantería de la Unión, Regimiento de Infantería Ligera de Voluntarios de la
Victoria. Año 1814.
ESTADO que manifiesta los Regimientos de
tropa que conducen los transportes que aquí se expresarán[9]
Regimiento
|
Número
|
Nombre de los transportes
|
Oficiales
|
Tropa
|
|
Dragones de la Unión
|
58
|
Daóiz
y Velarde (fragata)
|
15
|
308
|
|
55
|
Ensayo
|
11
|
251
|
||
54
|
Eugenia
(fragata)
|
10
|
212
|
||
Fernando VII
|
56
|
Júpiter
(fragata)
|
7
|
170
|
|
57
|
Cortes
de España (fragata)
|
12
|
261
|
||
53
|
Numantina
(fragata)
|
11
|
240
|
||
Real Cuerpo de Artillería
|
37
|
La
Primera (fragata)
|
17
|
340
|
|
|
Efigenia
(fragata)
|
Guerra
|
6
|
||
|
Diana
(fragata)
|
|
6
|
||
|
Diamante
(fragata)
|
|
4
|
||
Ingenieros y zapadores
|
48
|
San
Ildefonso (fragata)
|
14
|
270
|
|
64
|
Guatemala
(bergantín)
|
5
|
96
|
||
1º de León
|
31
|
Vicenta
(fragata)
|
13
|
258
|
|
26
|
Salvadora
(fragata)
|
17
|
325
|
||
40
|
Palma
(fragata)
|
12
|
225
|
||
21
|
Socorro
(fragata)
|
17
|
336
|
||
Unión
|
|
Navío
San Pedro
|
7
|
200
|
|
39
|
San
Francisco de Paula (fragata)
|
10
|
203
|
||
22
|
Providencia
(fragata)
|
8
|
160
|
||
35
|
Héroe
de Navarra (fragata)
|
10
|
191
|
||
42
|
San
Pedro y San Pablo (fragata)
|
11
|
220
|
||
33
|
Joaquina
(fragata)
|
14
|
271
|
||
Barbastro
|
25
|
Empresa
(fragata)
|
14
|
272
|
|
36
|
Empecinada
(fragata)
|
15
|
300
|
||
27
|
San
Ignacio (bergantín)
|
11
|
217
|
||
28
|
Buenos
Hermanos (fragata)
|
15
|
295
|
||
30
|
Preciosa
(fragata)
|
11
|
221
|
||
Victoria
|
20
|
San
Fernando (fragata)
|
15
|
296
|
|
34
|
Apodaca
(fragata)
|
9
|
251
|
||
43
|
Elena
(fragata)
|
12
|
241
|
||
45
|
Coro
(fragata)
|
10
|
192
|
||
44
|
Ventura
(fragata)
|
9
|
168
|
||
Castilla
|
46
|
Pastora
(fragata)
|
11
|
217
|
|
47
|
Getrudis
(pateche)
|
11
|
216
|
||
49
|
Arapiles
(fragata)
|
7
|
137
|
||
50
|
Águila
(pateche)
|
10
|
203
|
||
51
|
Parentela
(pateche)
|
8
|
167
|
||
52
|
Unión
(fragata)
|
12
|
246
|
||
Legión [Extremeña]
|
21
|
Piedad
(fragata)
|
10
|
201
|
|
23
|
Carlota
de Bilbao (fragata)
|
20
|
197
|
||
29
|
San
Josef (fragata)
|
12
|
230
|
||
32
|
Carlota
Chica (fragata)
|
9
|
178
|
||
33
|
Velona
(fragata)
|
13
|
262
|
||
Columna de Cazadores [de Castilla]
|
63
|
Enrique
(bergantín)
|
8
|
180
|
|
65
|
San
Andrés (bergantín)
|
8
|
170
|
||
Total
Total
|
487
|
9894
|
|
Plana mayor
|
Navío
|
Oficiales
|
Soldados
|
|
Comandante general
|
San Pedro Alcántara
|
1
|
1
|
Mayor
|
Francisco Warleta
|
|
1
|
1
|
Ayudante
|
León Ortega
|
|
1
|
1
|
Idem
|
Francisco Aguado
|
|
1
|
1
|
Secretario
|
Manuel Mayor
|
|
1
|
1
|
Idem
|
Tomás Garrido
|
|
1
|
1
|
Ministro
|
Juan Francisco Ibarra
|
|
1
|
1
|
|
Su secretario
|
|
1
|
1
|
|
Tesorero
|
|
1
|
1
|
|
Contador
|
|
1
|
1
|
|
Escribientes del comandante general
|
|
|
4
|
|
|
|
10
|
14
|
|
Teniente vicario general
|
Fragata Diana
|
1
|
|
|
Comandante de ingenieros
|
Idem
|
1
|
|
|
Auditor general
|
Fragata Efigenia
|
1
|
|
Total
|
|
|
13
|
14
|
La proporcionalidad de las
armas, en su acepción orgánica, estaba en completa armonía con las probables
necesidades de los países por subyugar. Los revolucionarios americanos, con
seguridad, no podrían oponer a las tropas españolas núcleos de tropa capaces de
empeñar acción contra todo el ejército, sino pequeñas partidas de mucha osadía
y movilidad. Era indudable, por tal motivo, la necesidad de formar al llegar al
territorio enemigo ciertas unidades ligeras, dotadas de las condiciones de
movilidad y de fuerza que piden las guerras irregulares en países de difícil
topografía, y por eso se trajeron núcleos de todas las armas para crear esas
unidades y dotarlas proporcionalmente con todos sus servicios.
El jefe del conjunto era un oficial experimentado en la guerra irregular,
de mucha firmeza de carácter y que no carecía de talento ni de riqueza de
imaginación, y estaba asesorado por un oficial inteligente y entendido en el
oficio. Para conciliar los proyectos del gobierno con la independencia de
conducta a que la enorme distancia y la falta de medios de comunicación rápida
los iban a colocar, el gobierno les dio instrucciones detalladas y precisas.
La oficialidad que formaba en la expedición, aunque por la deficiente
instrucción que recibía no era de las mejores, estaba bien reclutada, poseía
práctica en la guerra y la componía, en su mayor parte, jóvenes entusiastas y
decididos que trabajaban con la esperanza de alcanzar rápidamente altos cargos
en la carrera militar, cerrada en Europa después de las guerras napoleónicas.
La tropas de la expedición, integradas por hombres escogidos entre los de
mejor constitución física y buena salud, poseían el hábito de las fatigas y
trabajos en la guerra, y estaban bien alimentadas, vestidas y pagadas.
El armamento de las tropas se encontraba en excelentes condiciones y era no
solamente suficiente sino que sobraba para la organización de tropas
coloniales. Los servicios de administración y sanidad funcionaban perfectamente
y garantizaban al ejército la alimentación y la salud.
A estas condiciones materiales hay que agregar las morales de un ejército
que con relativa facilidad vence a su enemigo y es recibido a su paso en todas
partes con demostraciones de cariño y de respeto, no siempre fingidas.
La Expedición de Alejandro
de Hore. Para operar en combinación con ellas han salido últimamente de Cádiz
2.500 hombres más en otras dos expediciones al mando del mariscal de campo
Alejandro de Hore, y del brigadier Fernando Miyares, con dirección al istmo de
Panamá y otros puntos, llevando además del
correspondiente a 2.000 hombres de infantería y 800 de caballería que puedan
necesitar cuatro batallones que se dirigen al Perú.
En abril de 1815 el Ministro de Indias comunica al gobernador de Veracruz a
salida de Miyares al mando de 2.000 hombres para aquel puerto. Se comunica
también que Pablo debía aportar 4.000 hombres más, lo que no llegó a
materializarse. El 18 de Junio de 1815 llega a Veracruz la Fragata Sabina y 9
transportes. El 24 de julio de 1815, el brigadier Miyares, abre su campaña con
el ataque del batallón llamado de Ordenés Militares en Puente del rey, y que
resultó en una campaña de sucesivas victorias para las armas realistas,
liberando la ruta de Jalapa a Veracruz. Tras esta acción, Ferando Miyares fue
nombrado gobernador de Veracruz.
Una expedición no mencionada por
la Comisión de Reemplazos, es la que salió de Cádiz el 2 de mayo de 1815, el 1º
batallón del Regimiento de Cataluña que estuvo de guarnición en Panamá y luego
marchó a Quito.
La exitosa expedición de
principios de septiembre de 1815, que al mando del comandante de Marina de
Veracruz consiguió destruir varios buques enemigos y su base logística en
Boquilla de las Piedras (México).
1816
Fernando VII, en mayo de 1816, ordenó la
constitución de una gran expedición, conocida en los documentos como la
Expedición Grande, de modo que se asistirá a una sustancial disminución de las
expediciones. El 11 de marzo salen de Cádiz para Portobelo 51 oficiales y 672
soldados del Regimiento Infante don Carlos. Llegaron el 9 de mayo en
tres transportes y un bergantín de escolta. Su destino final fue Lima.
El 17 de abril sale de Cádiz en tres transportes y un bergantín de escoltar
lleva a La Habana y a Puerto Rico 110 oficiales y 1.502 soldados de los dos
batallones del Regimiento de Infantería de Granada, así como siete oficiales y
101 soldados de caballería y tres oficiales y 201 soldados de artillería.
El 20 de diciembre es el turno del los batallones del Regimiento de
Infantería de Zaragoza que sale de Cádiz hacia Veracruz con 90 oficiales y
1.475 soldados, en seis buques de transporte y uno de escolta. Llega a su
destino el 1 de mayo.
La Expedición de la fragata Sabina. El 22 de diciembre sale de
Cádiz, hacia Veracruz, la fragata Sabina, con siete oficiales (uno de
ellos, Pascual Liñán, inspector general, y el otro, Juan Ruiz de Apodaca,
nombrado virrey de Nueva España) y 125 soldados de infantería.
1817
En 1817 se mantuvo el esfuerzo a niveles similares a los
del año anterior, en torno a los 4.300 hombres.
Dirigía la nueva expedición Francisco de Paula Topete,
quien había llegado a Cádiz con la
fragata Diamante. La expedición, compuesta de nueve transportes y dos
corbetas, salió de Cádiz el 1 de abril de 1817, con 1.600 hombres del
regimiento de Navarra y rumbo a Portobelo y La Habana. Desembarcaron el 21 de
mayo en Cuba. Antes de llegar a su destino definitivo, debía pasar por Isla
Margarita, y en contacto con Morillo y Enrile trataría de someter a la isla. El 9 de
mayo llegó a Tobago, en cuyas proximidades apresó una balandra enemiga que
transportaba pólvora para los insurgentes de Margarita. Como quiera que un
buque holandés le anunció que Barcelona había sido tomada por los realistas, se
dirigió hacia allí, aunque no pudo contactar con Morillo para recibir
instrucciones. Desde Barcelona se dirigió Topete a Cumaná, en cuyo puerto entró
el 23 de mayo. El mal estado de sus buques y las órdenes de Morillo le
impidieron proseguir el viaje hacia Portobelo; las tropas que transportaba y
que quedaron bajo la jurisdicción de Morillo eran necesarias para la segunda
reconquista de Margarita. Las corbetas llegaron en tan malas condiciones que
Topete ni siquiera se atrevió a enviarlas a la Habana para su reparación. La
expedición no representó ningún refuerzo naval.
El 3 de abril sale una pequeña expedición hacia La Guaira, formada por
cuatro oficiales y 114 soldados de infantería.
El 18 de abril embarcaron para Portobelo 42 oficiales y 904 soldados del 1º
Regimiento de Infantería de Burgos, y 11 oficiales y 181 oficiales de un
escuadrón de Lanceros del Rey. En principio, su destino era Perú, pero Morillo
los retuvo en Venezuela.
El 6 de mayo salió de Cádiz con destino a El Callao a través del cabo de
Hornos, se envió al 2º Regimiento de infantería de Burgos con 39 oficiales y
769 soldados; 17 oficiales y 253 soldados de un escuadrónde Lanceros del Rey, y
un oficial y 23 soldados de artillería. Llegó al destino el 22 de septiembre.
El el conocido como «escándalo de la compra de
los buques rusos»
En el año 1817 tuvo lugar la gestión y compra de una escuadra rusa compuesta
por cinco navíos y tres fragatas, que fue llevada a cabo por miembros
influyentes de la camarilla del rey, como Antonio Ugarte, su secretario
particular, el aguador Chamorro y el embajador ruso en Madrid, Vasili
Tatischoff, a espaldas de los técnicos de la Armada y su ministro, Vázquez de
Figueroa. Cuando la escuadra llegó a Cádiz, los buques, a instancias del
Ministro Vázquez de Figueroa, fueron reconocidos por técnicos de la Marina,
informando el ministro a su majestad que estaban todos inútiles, sobre todo
para largas navegaciones, y que representaban un verdadero peligro para sus
comandantes y dotaciones. Ante este informe, Fernando VII hizo lo propio de una
persona absolutista: destituyó a su ministro de Marina y lo desterró a Santiago
de Compostela.
El escabroso asunto de los
buques rusos no solucionó nada; todo lo contrario: contribuyó al
desmantelamiento total. El responsable de este desaguisado fue Fernando VII, y
el fraude de que fueron objeto él y sus colaboradores no estuvo sólo en el estado
de ruina de los buques, los cuales llegaron a Cádiz desmantelados, cuando los
convenios de compra, al parecer, estipulaban su completa dotación en aparejos y
municiones de guerra. El coste total de la operación nunca se supo, según
constata Fernández Duro: «No es posible consultar la documentación, porque fue
extraviada, quizá por el mismo Fernando VII, para evitar cargos ante las
Cortes».
El tiempo demostró muy pronto, pero demasiado tarde, que los detractores de
tan lamentable asunto tenían toda la razón. Sólo uno de los barcos rusos, la
fragata Ligera, se mantuvo a flote hasta 1822, gracias a las continuas
reparaciones que le hizo su comandante, Ángel Laborde. Todas las demás,
incluidas las tres fragatas de propina, se hundieron en 1820 en puerto o a la
primera travesía.
Esa total inefectividad naval se pondría de manifiesto durante esos años,
al permitirse a los insurrectos americanos, especialmente argentinos, enviar en
1817 seis corbetas de 24 cañones y seis goletas de 12 a 18 cañones, con la
misión de bloquear el tráfico entre Canarias y el cabo de San Vicente y entre
Cádiz y La Coruña, llegando a efectuar diversos apresamientos en el estrecho de
Gibraltar y a la vista de Cádiz, entre ellos, dos fragatas mercantes de la
Compañía de Filipinas, en las que iban embarcados el capitán general y el
obispo electo. Ataques similares sufrieron el bergantín correo Voluntario y
el bergantín goleta Nereida, que fue apresado el 22 de febrero de 1819
por otro llamado Irresistible, al mando de un norteamericano.
Todas estas acciones dejaban a España muy alejada de la fuerza naval que,
según Vázquez de Figueroa y el brigadier don Juan Espino, resultaba
imprescindible para «conservar las Américas y mantener el decoro nacional».
Ambos afirmaban con toda
rotundidad en sus informes que para cumplir esos fines eran absolutamente
necesarios «20 navíos, 30 fragatas, 16 corbetas, 25 goletas, 6 urcas, 6
místicos y 30 cañoneras, obuseras y balandras». Como venía siendo habitual a lo
largo de nuestra historia, las sugerencias anteriores no fueron tomadas en
cuenta y la predicción se cumplió al poco tiempo; la América continental
hispánica se declaró independiente sin demasiada oposición metropolitana y sin
haber suscitado reacciones en la mayoría de los españoles. Como dijo Cernuda,
«como el español nunca dejó pasar sin protestas tormentosas eso que en la
convivencia nacional va contra su sentir íntimo, si entonces no dijo palabra,
ni se echó a la calle es que nada le iba en ello».
La Expedición del brigadier Canterac (1817) integrada por 3.000 hombres,
destinada al Perú, pero desviada por el mariscal Pablo Morillo a Venezuela.
Llegó a principios de 1818 al Perú.
1818
Durante 1818 tiene lugar una radical disminución de las expediciones.
Únicamente salió una, el 8 de mayo de 1818, partió con destino al Perú. Se
componía de diez transportes escoltados por una fragata de guerra conduciendo a
bordo a 2.800 hombres principalmente del regimiento de infantería de Cantabria
(95 oficiales y 1.455 soldados)
acompañados también de un escuadrón de dragones (17 oficiales y 243
soldados) y una batería de artillería (2 oficiales y 68 soldados). Pronto sin
embargo comenzaron los inconvenientes, uno de los transportes se averió a poco
de partir y hubo de ser abandonado en Tenerife, otro que se había separado del
resto se amotinó en alta mar donde los soldados que conducía asesinaron a sus
oficiales y se entregaron a los insurgentes en Buenos Aires poniendo en manos
de ellos los planos de travesía de la escuadra, y el código de señales de la
agrupación
En 1818, los chilenos tuvieron noticia de que España había enviado
la fragata María Isabel, de diez cañones, junto con once buques de
transporte con destino a Perú, pero que iba a hacer escala en Talcahuano.
Puesto que disponían de algunos buques y de ayuda británica, se propusieron
interceptarla. Un retraso en el plan que trazaron hizo que cuatro de los
transportes pasaran por Talcahuano y continuaran su viaje hacia Perú, pero el 28
de octubre la pequeña flota chilena al mando del vicealmirante Manuel Blanco
Encalada pudo capturar a la María Isabel, que fue tomada por sorpresa
(los buques chilenos se acercaron a ella con bandera británica) y termino
encallando. Una vez bajo su control, la usaron para capturar cinco de los
transportes en los días sucesivos a medida que fueron llegando, engañados por
la bandera española que los chilenos mantuvieron en la fragata. Solo logró
llegar al Callao uno de ellos conduciendo al comandante Cevallos-Escalera,
ahora convertido en el oficial de mayor graduación del Regimiento de Infantería
de Cantabria, y 209 individuos de tropa.
1819
En 1819 salió una sola expedición a La Habana. Partió el 18 de julio y estuvo
integrada por 192 oficiales y 2931 soldados del 2º batallón del Regimiento de
Málaga, 2º batallón del Regimiento de Cataluña y el Regimiento de Valencia.
Esta es la última expedición que
menciona la Comisión de Reemplazos.
1820
La Expedición de Laborde, desplazó 1.500 hombres y estaba
integrada por cinco buques de guerra: las fragatas Ligera Viva, corbeta Aretusa
los bergantines Hiena Hércules, a los que guarnecían cuatro
transportes. La División de Costa Firme salió de Cádiz el 11 de noviembre de
1820, llegando sin contratiempos al apostadero de La Guaira el 18 de diciembre,
pasando después por Cumaná y, por fin, el día 28 del mismo mes recalaron en
Puerto Cabello. Indudablemente, la División constituyó un considerable refuerzo
para la escuadrilla, pero las expresiones triunfalistas del gobierno no se
correspondían en absoluto con la realidad y la desfiguraron completamente, y no
fue por desconocimiento ya que Laborde a lo largo de 1821 envió una extensa
correspondencia, relatando los acontecimientos del apostadero de Puerto
Cabello, las fatigas sufridas con las evacuaciones, la pérdida de los
apostaderos de La Guaira y Cumaná, el prolongado bloqueo de Puerto Cabello y
los padecimientos y hambre soportados durante todo el año y todo ello debido,
fundamentalmente, al abandono que el gobierno de Madrid sometió a sus fuerzas
de Ultramar.
Gráficos sobre los datos de las expediciones:
EXPEDICIONES
FLETADAS POR LA COMISIÓN DE REEMPLAZOS (1811-1820)[10]
|
||||||
Expediciones
|
Buques
de guerra
|
Cañones
|
Buques
de transporte
|
Total
de toneladas
|
Hombres
embarcados
|
|
América
del Norte
|
7
|
7
|
288
|
34
|
7458
|
9685
|
América
del Sur
|
19
|
35
|
606
|
116
|
32165
|
30161
|
Caribe
|
4
|
5
|
110
|
21
|
7423
|
7233
|
Total
|
30
|
47
|
1004
|
171
|
47086
|
47079
|
En total, 47.079 hombres embarcados entre 1811 y 1820.[11]
1821
La expedición del batallón de Tiradores de
Cádiz, que se embarcó para Panamá con Juan de la Cruz Murgeón en 1821. Tras pasar
a Panamá, donde recogió al 1º Regimiento de Cataluña, siguió a Quito. Ambos
Cuerpos participaron en las batallas de ese territorio (Pichincha).
Gráfico de los buques de Armada.
Cumpliéndose la respuesta negativa que dio el
ministro español Francisco Zea Bermudez, frente al anuncio del gobierno
británico hecho en 1825 por George Canning de reconocimiento de los nuevos
países, cuando afirmó que "El Rey no
consentirá jamás en reconocer los nuevos estados de la América española y no
dejará de emplear la fuerza de las armas contra sus súbditos rebeldes de
aquella parte del Mundo".
Expedición de Isidro Barrada en 1829. Fue el
último intento serio por recuperar los territorio perdidos de México. El 26 de
junio, una flota procedente de La Habana bajo el mando de general Isidro
Barradas desembarcó en Tampico con la intención de reconquistar México. Contaba
con unos 3.000 hombres, la mayoría cubanos o mexicanos exiliados, que habían
asegurado que los mexicanos estaban deseosos de recuperar la soberanía española.Tan pronto
como tuvo noticia del desembarco espanol, el general Santa Anna empezo a
organizar un ejercito con el que hacerle frente. El 4 de agosto embarco hacia
zona donde se encontraban los espanoles y en Tampico logro dispersarlos. El 10 de
septiembre Santa Anna logro sitiar a los espanoles en Pueblo Viejo, y el 11 de
septiembre el general Barradas capitulo.
Todos los planes de reconquista cesan y se
pone punto final en España a toda operación militar con el fallecimiento de
Fernando VII en 1833.
Conclusiones
Finalmente, ¿qué fue de los soldados enviados a América a combatir a los
insurgentes?
Por la continua sangría de los contendientes, y terminó cuando
desaparecieron las tropas expedicionarias, debido a la mengua de sus cuadros de
oficiales; porque dejó de ser mandado por sus propios jefes y porque se
extinguieron sus batallones peninsulares.
La aniquilación de este
ejército ocurre por diversas causas:
a) Bajas por enfermedad o
combate.
b) Reclutamiento de los
naturales del país.
c) Limitaciones en el
mando supremo.
d) Celos y enfrentamientos
entre los oficiales superiores.
e) Continua división de
fuerzas.
f) Abandono por parte de
los gobiernos de la metrópoli.
a) Bajas por enfermedad
y combate. Más que las bajas causadas por acciones de guerra, que fueron
notables, lo fueron más que las causadas por enfermedades derivadas del clima y
de las pésimas condiciones en las que se vivía sin medicinas y sin personal
sanitario. Morillo en su Representación en 1821 escribe "allí
existen todavía los restos de 7.000 hombres que desembarcaron a más de seis
años, ahora apenas quedan 1.500 europeos de los que han podido sobrevivir a los
combates, a las fatigas y a la influencia del clima".
b) Reclutamiento de los
naturales del país. La incorporación de soldados naturales del país. El
incremento de oficiales y soldados del país, aumentó la inseguridad de los
oficiales peninsulares, que no siempre apreciaron las cualidades de sus
compañeros de armas americanos y a veces cayeron en injusticias. Pero en
realidad, la participación nativa, aunque desnaturalizó a los regimientos
expedicionarios, no le restó energías y la guerra continuó, prolongándose la
resistencia y obteniendo victorias gracias a los americanos realistas.
c) Limitaciones en el mando supremo. El envío de un Ejército
expedicionario a las órdenes de un general dotado de amplios poderes, quedó
desvirtuado por la persistencia del régimen virreinal. Esta dualidad de mando
produjo constante tropiezos con los virreyes y con los capitanes generales.
d) Celos y enfrentamientos
entre los oficiales superiores. Por ejemplo, en Venezuela, mientras Morillo
ejerció el mando, su energía y prestigio sobre sus oficiales, frenó el
individualismo de éstos. Pero el mayor número de problemas lo crearon los
guerrilleros unidos al Ejército que con su indisciplina trajeron grandes
problemas. Incluso grandes militares como Francisco Tomás Morales y Pedro Real
fueron sumariados por su falta de disciplina; sumarios que hubo que olvidar por
su valía y por ser necesarios al frente de sus tropas[i]. En la alta oficialidad hubo diferenciadas
irreconciliables entre soldados profesionales y guerrilleros. Calzada y Morales
mantuvieron constante rivalidad con la Torre. No menos graves fueron las
diferencias entre los distintos cuerpos y armas, Infantería contra Caballería,
que fue acusada por aquella de la derrota de Boyacá, y entre la misma
infantería por la enemistad de los regimientos de Hostalrich y Valencey.
A todas estas luchas intestinas se unieron a partir de 1820 las de "liberales"
y "serviles".
e) Continua división de
fuerzas. Más grave fue la tendencia a la disgregación que quebrantó la
unidad orgánica del Ejército, estos que habían estado organizados en
Regimientos y Batallones disgregados por las necesidades de la campaña y
repartidos en múltiples guarniciones.
f) Abandono de los gobiernos de la metrópoli. El golpe de gracia a
no lo dio la Real Orden de 20 de abril de 1820 por la que se suprimía el envío
de tropas a América. El 6 de agosto de 1820, al contestar Morillo a las órdenes
del gobierno de concertar a toda costa el armisticio, advirtió que "se
hubiese triunfado y aún podía triunfarse sí los auxilios y socorros del
gobierno se hubiesen facilitado con la precisión que se convino". Meses
después convencido que toda petición era inútil, reiteraba su solicitud de
relevo, elogiando a su ejército. La Torre, sucesor de Morillo en su Representación
a las Cortes, en 1821, manifestó que las batallas libradas que resultaron
favorables al enemigo fueron muy pocas, pero "con tres ganadas en los años
16 y 17 y otras tantas en los de 20 y 22 han ocupado todo el inmenso territorio
de Venezuela y Santa Fe, por el contrario al Ejército expedicionario, cansado
de triunfar y aniquilar enemigos en treinta y cinco grandes acciones tenidas y
el mayor número de los parciales ha sido aniquilado, batido al fin y reducido a
la mayor estrechez habiendo sacrificado las siete octavas partes de su fuerza
lucida víctima del más criminal abandono". Indignándose con Riego y
Quiroga que enviaron papeles de propaganda liberal a Venezuela, diciendo que
"los soldados españoles no abandonaron su lugar para llevar una guerra
ominosa, injusta y fratricida", y como resultado de esta propaganda varios
batallones del país que habían servido al partido realista con lealtad se pasaron
al enemigo, mientras que la mayoría aprendieron que solo les estaba permitido
el sacrificio de su vida en aras de la patria.”[12]
Bibliografía
ALBI DE LA CUESTA, Julio: “El esfuerzo
militar español durante las guerras de emancipación de América”, en Revista
de Historia militar, año XXXIV, 1990, número 69, págs. 147-161.
DE LA ROSA OLIVERA, Leopoldo: “El
brigadier Barra o la lealtad”, en Anuario de Estudios Atlánticos, número
13, 1967, págs. 211-242.
GARCÍA CAMBA, Andrés: Memoria para
las armas españolas en el Perú.
MALAMUDRIKLES, Carlos D.: “La Comisión
de Reemplazos de Cádiz y la financiación de la reconquista española”, en Actas
V Jornadas de Andalucía y América.
MEIGE AMEZAGA, José Luis: “La
continuidad de los Ejércitos realistas en América durante la guerra de la
Independencia”, en FRIERYO DE LARA, Beatriz (coord.) Guerra, Ejército y
Sociedad en el nacimiento de la España contemporánea, Universidad de
Granada-MADOC, Granada, 2009.
MORILLO, Pablo: Contestación del
teniente general don Pablo Morillo, conde de Cartagena, etc., al dictamen que
sobre su conducta militar..., Madrid, Pita de la Vega, 1823.
PÉREZ
LÓPEZ-PORTILLO, Raúl: La España de Riego.
SÁNCHEZ BAÑÓN, Julio: “Esplendor y
ocaso del ejército expedicionario de Costa Firme. Pablo Morillo”, en Las
guerras en el primer tercio del siglo XIX en España y América (coord. por
Paulino Castañeda Delgado), Vol. 1, 2005, ISBN 84-86379-70-9, págs. 571-590.
SEMPRÚN BULLÓN, José: “El esfuerzo
bélico realista en América durante la Guerra de la Independencia”, en Revista
de Historia militar, año LI, 2007, número extraordinario, págs. 39-64.
[1] MALAMUD RIKLES, Carlos: "La comisión
de reemplazos”, en Actas de la V Jornadas de Andalucía y América, pág.
318.
[4] GARCÍA CAMBA, Andrés: Memoria
para las armas españolas en el Perú, tomo I, pág. 258.
[6] PÉREZ LÓPEZ-PORTILLO, Raúl:
La España de Riego, págs. 266-267.
[8] RAH, sig. 9/7651, b), ff.
39-46v.
[10] MALAMUD RIKLES, Carlos: “La
Comisión de Reemplazos de Cádiz y la financiación de la reconquista americana”,
en Actas de la V Jornadas de Andalucía y América, pág. 330.
[12] SÁNCHEZ BAÑÓN, Julio:
"Esplendor y ocaso del Ejército Expedicionario de Costa Firme", en
CASTAÑEDA DELGADO, Paulino (Coord.), Las guerra en el primer tercio del
siglo XIX en España y América, tomo I, Cátedra "General
Castaños", Sevilla, 2005, págs. 584-587.
[i] Morillo
al Ministro de la Guerra manifestando la falta de jefes en el Ejército, y que
por ello ha sido preciso emplear a los Brigadieres Pascual Real y Francisco
Tomás Morales, a pesar de estar sumariados. Valencia, 11 marzo de 1818.
Manuscrito,
copia, 3 ff.
Sig. 9/7657, leg. 14, b),
ff. 230-232.
Excelentísimo Señor = La
falta de jefes que sufre este Ejército, según tengo manifestado a V. E. en mis
partes anteriores me ha precisado a emplear nuevamente en esta campaña a los
brigadieres don Pascual Rea y don Francisco Tomás Morales, no obstante que
ambos estaban sumariados, pues de otra manera no me hubiese sido posible
atender a cubrir los mandos importantes que ahora le he confiado al primero en
la villa de San Carlos para la recolección de hombres, caballos, y ganados,
defendiendo además las avenidas del Llano, por la parte de San José de Tiznados
y el Pao; y el segundo en los valles de Aragua, para organizar una División de
reserva, reuniendo los hombres que antes han servido bajo sus órdenes en otras
campañas, valiéndose del ascendiente que tiene entre los isleños, o canarios, y
los habitantes de estos partidos, con el objeto de aumentar la fuerza de los
Cuerpos europeos completa la de los del país, y estas pronto a ocupar los
puntos que deje el Ejército, luego que descienda a los Llanos. No he tenido ni
cuento con otros jefes que me ayuden en mis tareas y trabajos, pues que el
brigadier don Juan de Aldama que podía serme tan útil si de buena fe hubiese
continuado trabajando con el entusiasmo que manifestó al encargarse de la 1ª
División, y tomar la Casa fuerte de Barcelona, ha decaído de tal modo que
ningún partido me prometo sacar de él. La penosa vida del Llano y la clase de
guerra que allí se hace, no proporcionándole ventajas tan brillantes como se
había prometido, lo ha disgustado sobre manera, y hecho dar una importancia,
que en mi concepto no existe a la enfermedad que ha expuesto padecer, para
retirarse a curar en la época más crítica, y trabajosa en que se han hallado
estas provincias. Este brigadier, a quien yo no conocí más que por sus primeros
hechos cuando regresé del Nuevo Reino de Granada, ha desplegado después un
carácter orgulloso e insufrible, y considero ser perjudicial su permanencia en
el Ejército, y aún en América.= Todo lo que manifiesto a V. E. para su debido
conocimiento y noticia de S. M.; debiendo al mismo tiempo informarle en
obsequio de la Justicia, que los expresados brigadieres Real y Morales, desde
el punto en que los empleé, han desempeñado sus respectivos destinos, y
comisiones con la mayor exactitud, valor y sumisión, habiéndome ayudado mucho
en las ocurrencias y retirada de Calabozo, acción de pueblo del Sombrero en que
se distinguió el primero, y otras operaciones importantes que se han ofrecido
estos días, siendo constantes en las fatigas, firmes en los trabajos y celosos
por la causa de S. M.; circunstancias que no puede dejar en silencio mi modo de
pensar, por lo que convenga a estos jefes.= Dios &.= Cuartel general de
Valencia a 11 de marzo de 1818= Excelentísimo Señor Secretario de Estado y del
Despacho Universal de la Guerra.
Extracto.
Manifestando la falta de
jefes en este Ejército, y que por ella ha sido preciso emplear a los
brigadieres don Pascual Real y don Francisco Tomás Morales no obstante de estar
sumariados: que el de la propia clase don Juan de Aldama está separado del
servicio activo por enfermedad, que no es conveniente la permanencia de este en
el Ejército ni en América; y que Real y Morales han cumplido muy bien en sus
operaciones.
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