HISTORIA MODERNA DEL PAIS VALENCIANO
Tema 1:
El Pais Valenciá a les derreries de la Edad Mitjana
EL TERRITORIO
Los territorio valencianos en la Edad Moderna (EM) son los actuales menos las incorporaciones que registró en el XIX procedentes de Castilla (1836: las tierras de Villena-Sax en el Alto Vinalopó, procedentes de Murcia y 1845: la comarca de Requena-Utiel, procedente de Cuenca). Incluía un pequeña enclave que después de 1707 pasó a Castilla, Cabdet o Caudete -que no hay que confundir con Caudete de las Fuentes de la comarca de Requena-Utiel-.
Este territorio valenciano, constituido políticamente por Jaime I fue resultado de la casualidad histórica, por las alianzas y pactos de los reyes de la CA y de Castilla en el proceso de reconquista: no había antecedentes históricos, o accidentes geográficos que delimitaran el País.
Los tratados de Tudillén (1151) entre Ramón Berenguer IV y Alfonso VII de Castilla y de Cazola (1179) entre Alfonso II el Casto y Alfonso VIII de Castilla, ambos anteriores a la conquista, respectivamente fijaron para la Corona de Aragón los reinos taifas de Valencia, Denia y Murcia -a cambio de vasallaje al rey de Castilla-; y limitaron la zona de expansión de la CA a la línea Biar - Calpe -eliminando aquel vasallaje-.
Iniciada la conquista, el Tratado de Almizra (1244), entre J I y el infante Alfonso (futuro A. X el sabio) llevó la frontera hasta la línea Biar-Xixona-Busot. A finales de ese siglo Pedro III el grande se aprovecha de la debilidad de la corona de Castilla y lleva sus tropas hasta Murcia. En 1304 la Sentencia Arbitral de Torroellas fija la frontera en el Segura y el RV incorpora las comarcas meridionales.
El territorio de los siglos XVI-XVIII es el conformado entonces: pactos políticos determinan su geografía: se excluyen las tierras de Murcia, donde según Ramón Muntaner se hablaba el "vell catalanesc del mon".
El país se conforma con una estructura feudal, resultado de la invasión de catalanes, aragoneses y de otras procedencias, en forma de cruzada, sobre una población andalusí, en parte expulsada. Esto conformará una estructura étnico lingüística peculiar, formada por tres elementos: musulmán, catalán y aragonés.
Las tensiones entre Jaime I y los señores aragoneses derivará en un modelo territorial o de ocupación del territorio entre las tres comunidades del tipo "mancha de leopardo", parecido al contemporáneo en Bosnia Herzegovina: los señores aragoneses se situarían en el interior, los catalanes, en tierras y ciudades de realengo en el litoral y la población mudéjar en diversos enclaves, sobre todo en las zonas más pobres, después de diversos reasentamientos fruto de sus revueltas/expulsiones.
Este panorama se ve afectado por la iniciativa real de la conquista, del reparto de tierras y de la institucionalización política del Reino, por la movilidad implícita hacia el sur de la conquista, por la formación de los grandes señoríos religiosos al formarse la Orden de Montesa y por la debilidad demográfica cristiana durante los siglos XIII y XIV.
La distribución territorial de las comunidades ha sido revisada en la historiografía. Reglá y luego Fuster le dieron una gran importancia en los años 60, elaboran una "teoría dualista" sobre la conformación del País, contraponiendo un litoral burgués catalán y un interior aragonés y nobiliario, que explicaría los problemas identitarios de la "comunidad nacional valenciana”: se formula una disociación étnica/lingüística/económica entre interior y litoral, que hoy se ve como un reduccionismo esquemático y pobre.
LA POBLACION
Este territorio tenía una población que conocemos mal. Furió usa para calcularla, a fines de la EM, el censo de 1510 realizado por Fernando el Católico para fines fiscales: distribuir el servicio que votaron entonces las Cortes. Se contaban los cabezas de familia o vecinos. Furió aplica a estos un coeficiente de 4/4,2 y llega a una población de unos 250.000 habitantes en todo el reino, de estos 1/3 musulmanes (80.000) y 2/3 cristianos (170.000).
Ardit, en su obra "Els homens i la Terra del PV" propone una cifra de 300.000. Llega a esta por diversas vías. El censo de 1609, año de la expulsión de los moriscos - bastante exacto- da un cálculo de 405.000. Si admitimos los 250.000 se habría producido en el XVI un aumento demográfico demasiado grande para la época, teniendo en cuenta la base productiva, las 7 epidemias de peste que sufre, la guerra de las Germanías, etc. Con 300.000 a finales de la EM se llega a una tasa de crecimiento en el XVI más verosímil.
Por otro lado, la cifra que resulta para la población morisca a finales de la EM, en 1510, partiendo de 300.000 (1/3 = 100.000), casa con la cifra de los expulsados un siglo después, 135.000 y de esta existe certeza por el recuento de los expulsados: un aumento de 35.000 en el XVI es más verosímil, que el que procede de las cifras de Furió: 135.000-70.000 = 65.000: la población casi se duplicaría en un siglo.
En suma, población del País, en el arranque de la Edad Moderna será de unos 300.000, con unos 100.000 mudéjares (un término acuñado por los historiadores, ellos se llamaban a si mismos moros, sarraíns, morisc, moriscat, etc).
Es una población rural sobre todo, con núcleos urbanos entre los que destaca la ciudad de Valencia, a la que se le atribuye unos 50.000 habitantes, que sería 1/6 del País. También esta cifra la discute Ardit, poniéndola en relación con el territorio a que se refiere. Valencia era, por un lado, la ciudad intramuros, y además un extenso territorio que abarcaba Alboraya, Almácera, Benetuser, Paiporta, Paterna, etc. Las fuentes se refieren a Valencia al hablar de aquella cifra y no distinguen si se refiere esta al núcleo urbano o el término. Supone Ardit que la población intramuros serían unos 30.000, es decir, 1/10 del total.
En todo caso tiene un peso muy importante (tanto se confunde la Historia de la Ciudad y la del Reino en la obra de cronistas como Escolano o Viciana). . El resto de ciudades están a mucha distancia. Játiva es la 2ª ciudad del reino, con vocación de 2ª capital; luego Alcira y Castellón de la Plana. Más atrás, Morella, Orihuela y Elche. En general hay una trama urbana poco desarrollada.
LA ECONOMIA Y LA ESTRUCTURA SOCIAL
La agricultura
Si nos preguntamos de que vivía esta población, la respuesta es que de la agricultura. El RV era un país rural y agrario, con una estructura de cultivos distinta a la actual. Predominaba el cereal, había un paisaje como el castellano. El más difundido era el trigo. En el interior otros cereales más pobres, y en las zonas moriscas cereales como los del norte de África, como el sorgo y el mijo, o sus variedades, que formaban parte de su dieta: son cereales no europeos.
El predominio cerealista no garantizaba el suministro del reino, sobre todo de la ciudad de Valencia. Había que importarlo de Castilla -vía terrestre- y de Italia o la Europa Atlántica -por vía marítima-.
A gran distancia de los cereales había otros cultivos arbóreos mediterráneos, la vid y el olivo. La primera en parte para el consumo interno (como vino o en forma de pasa, sobre todo los mudéjares) y en parte para la exportación (aunque no en los niveles elevados del XVI-XVII). El segundo para consumo interno.
En l`Horta, la Ribera y la Safor había pequeñas áreas de cultivos industriales y comerciales de alto rendimiento, en parte para la exportación. También se obtenía arroz en los marjales litorales próximos a las ciudades, que entonces no registran la expansión de siglos anteriores (en la Ribera, etc.). Otro cultivo menor con gran futuro es la morera. Pero el que destaca sobre todos, como cultivo comercial, en el XV-XVI, sobre todo en la Safor, es la caña de azúcar, exportándose por compañías italianas y sobre todo alemanas, su producción a Europa.
En el norte del País, Els Ports, el Maestrat, con poca población, la agricultura no es importante. Hay ganadería lanar. La lana se exporta en bruto a los mercados italianos, sobre todo de la Toscana. En el municipio italiano de Prato se ha localizado toda la documentación de una familia de comerciantes, los Datini, que tenían factores en Morella, San Mateu, etc.
En general es una agricultura atenazada por el problema de los abonos. Un problema que solo se resolvió satisfactoriamente, con un equilibrio entre agricultura y ganadería, en el Valle del Po en Italia y en la Inglaterra del XVIII. Aquí, y en general, era costoso y difícil el acarreo de abono. El ganado, que era un elemento de valor agrícola por los abonos y una fuente de destrucción por el ramoneo, se convirtió en un competidor en el aprovechamiento de las superficies. Las regulaciones locales medievales y modernas restringirán el movimiento del ganado.
El déficit crónico agrícola se debía a los bajos rendimientos y el minifundismo de las explotaciones. Esta situación es aparentemente la misma a finales del XV, con una población de unos 300.000 habitantes, y en el XVIII, con unos 700.000/1.000.000 al final del mismo: ¿que ha cambiado entre tanto? : Mucho, pero es un proceso muy lento, de matiz, que en todo caso permite soportar el crecimiento de la población. Hay un problema en la información sobre producción y rendimientos, no hay datos, sino intuiciones. Las cifras del aumento poblacional remiten necesariamente a mejoras en la estructura productiva, de las que apenas si se tienen noticia.
La estructura social agraria se caracteriza por el predominio de la pequeña explotación campesina, aunque los procesos de acumulación llevaron a la pauperización de los niveles más bajos y el enriquecimiento de los más altos. Por encima de este campesinado, había una superestructura política y económica que establecía un conjunto de dependencias sociales de tipo feudal, en la que todo hombre depende de otro superior, ya sea el rey o un señor feudal.
El país se dividía en zonas con dependencia directa real, el realengo, en el que estaban las principales ciudades y otras con dependencia de los señores feudales, que controlaban la mayor parte del territorio. De estos, la mayor parte son señores laicos de territorios muy pequeños (lo que contrasta con el señorío castellano, de grandes propiedades).
Hay señoríos eclesiásticos, menos importantes, sobre todo de algunos grandes monasterios como el de la Valldigna, el de Benifassá, etc. La formación feudal más extenso es el de la Orden del Montesa, con tierras en el Maestrazgo, Sueca, etc.
En el XV, este minifundismo señorial comenzó a cambiar con la constitución de algunos grandes estados feudales, como los señoríos de los Duques de Gandia, de los Hurtado de Mendoza, los Duques de Segorbe, el Marquesado de Denia, y en época de los RRCC, el Marquesado de Elche, donado por Isabel la Católica a Gutiérrez de Cárdenas, un seguidor suyo. Todos estos "estados" cambiaron, en la 2ª mitad del siglo, el panorama minifundista señorial.
Esto fue posible porque había un activo mercado señorial, había una oferta de señoríos por una característica de clase nobiliaria: al vivir por encima de sus posibilidades se endeudaban y se veían abocados a su venta. Esto facilitó la tendencia a la concentración de los señoríos y a la renovación de los linajes.
Rodrigo de Borja, arzobispo de Valencia, futuro papa Alejandro VI, compró la Foia de Lombay, propiedad de una parte de una familia señorial valenciana, los Centelles, de rancia estirpe, y que en 1460/70 tenían un endeudamiento formidable: el pago de los intereses absorbía todas sus rentas. Luego siguió con Gandia, sus alrededores, y luego Ayora, etc., invirtiendo dinero obtenido de Italia, y acumulando un gran territorio.
La manufactura y el comercio
En las ciudades, y especialmente en Valencia, se concentra la "actividad artesanal y manufacturera", controlada por agrupaciones que empezaron con un carácter religioso-asistencial (cofradías) y terminaron asumiendo un papel regulador y de defensa de intereses, los gremios.
En Valencia había la mayor concentración de Gremios de todo el País, fundamentalmente textiles. Los primero con el trabajo de la lana son los paraires. Morella, San Mateu, y Alcoy, Concentaina, Albaida, en las comarcas centrales, son también centros laneros. Las industrias urbanas producen para el mercado local, pero a fines del XV los paños valencianos se exportan a Italia, N. de África y Castilla.
A mucha distancia de la lana está la seda, controlada por el gremio de velluters, una actividad industrial entonces muy secundaria respecto al esplendor que adquirió en la 2ª mitad del XVII y el XVIII. La industria cerámica de Quart, Manises o Paterna se dedica tanto a productos de consumo doméstico y de exportación.
En general el comercio de exportación es importante para la época, resulta más barato que el terrestre. Se concentra en Valencia y otros puertos.
La restricción cerealista indujo a una intervención de los Jurados de Valencia procurando el abastecimiento urbano con subsidios a los importadores. Esto evitó agitaciones sociales.
En el comercio exterior, se importaba cereal, y tejidos, de los Países Bajos y Francia, de lana y seda. Las exportaciones -en el XV- son sobre todo de lana del Maestrazgo, a Italia, y de productos agrícolas, pasas, almendras, el azúcar de la Safor (entonces no era un producto alimenticio -se empleaba la miel-, sino medicinal), arroz y seda. Todo esto atrajo comerciantes extranjeros, sobre todo italianos, que constituyeron en Valencia colonias que son bien conocidas (también de borgoñones, flamencos, etc.).
La ciudad era un puerto importante, entroncando en la red comercial europea. Se manifiestan las técnicas comerciales del XIV y XV: se constituyen compañías mercantiles, de seguros marítimos, la letra de cambio y otros instrumentos financieros de la época. En el XV vive una época de esplendor una institución como el Consulado del Mar, en la Lonja, un tribunal mercantil que antecederá al de Barcelona, Burgos y de otros lugares del mediterráneo.
Toda esta actividad económica era muy importante para la época. Su expansión necesitaba instrumentos de crédito. Este es uno de los puntos débiles de las economías del antiguo régimen, al no tolerar la iglesia el préstamo a interés: no se podía ejercer de forma manifiesta, los había ocultos (la usura), especializándose en ellos los judíos -al no afectarles la prohibición-.
Este problema llevó a un nuevo tipo de préstamo disfrazado de contrato de compraventa, complejo, el censal, que era una operación crediticia disfrazada de garantía hipotecaria. Una economía ávida de crédito, la valenciana del XV, llevó a un incremento del censal, con intereses sobre el 6,7% -que luego bajaron al 5 y 3%-.Hay montones de información sobre censales. La cara oculta del crédito, la usura, que no desapareció, no ha generado documentación.
Todos acudían al censal, los nobles, los artesanos, el Ayuntamiento de Valencia acuciado por las necesidades cerealistas y por las demandas financieras del rey, para las guerras de Italia, etc. La deuda municipal creció mucho. Según Ernest Belenguer, en 1ntre 1.400 y 1.500 el gasto de los intereses de los censales pasa de 18.000 a 40.000 libras. El auge de los censales benefició a los nobles boyentes, el patriciado urbano, los profesionales liberales, etc.
Las minorías religiosas y lingüísticas
La minoría judía era demográficamente pequeña pero importante a nivel económico. Objeto de diversas persecuciones, serán expulsados en 1492, por lo que en la Edad Moderna no hallaremos judíos como tales, sino conversos, entre estos, criptojudíos, es decir que siguen en público los ritos cristianos, y en privado los de su religión verdadera.
Serán perseguidos por la Inquisición. Desde su creación en los años 80 del XV, esta perseguirá a los falsos conversos (no a los judíos como tales, pues no están proscritos sino en 1492), los herejes y los delitos contra la fe. El Tribunal de Valencia, a diferencia de otros, y extralimitándose en esa orientación religiosa inicial, perseguirá también la sodomía –con pena de muerte- o las “solicitaciones”, peticiones deshonestas de clérigos...Paulatinamente, la actividad fundamental de la Inquisición será perseguir el judaísmo, especialmente desde 1492.
La minoría judía era muy pequeña, y desde 1492 aun más. Era una minoría selecta, urbana y rica: dedicada a actividades lucrativas como el comercio, la industria y sobre todo el préstamo. Esa riqueza era una de las razones por las que los persigue la Inquisición. Esta no tiene otra fuente de financiación que la expropiación de los bienes de los herejes condenados. Y es más rentable perseguir a un judío rico que a un musulmán pobre.
Y los persigue con saña. Un ejemplo es lo que ocurre a la familia de Juan Luis Vives. Probablemente no era judío, pero a la vista de lo que le ocurrió a su familia huyó a Brujas. Su padre fue ajusticiado y luego quemado. Su madre es desenterrada y quemados sus restos, se expropiaron sus bienes, sus hermanas quedan en la pobreza, etc.
La minoría mudéjar era mucho mas numerosa, unos 100.000 a finales del XV. Una población tradicionalmente rural: viven en el campo dedicados a la actividad agraria, bajo la dominación de señores feudales (los vasallos del rey eran escasos), sufriendo una explotación más dura que otros vasallos cristianos de señorío.
Además de los pagos monetarios y en especie soportan ciertas prestaciones personales, pagos en trabajo llamadas corveas (un galicismo, de corvé). En los siglos XIV y XV en valencia se les llama “sofres”, una palabra árabe, y en castellano “azofras”. Econonómicamente no son muy importantes pero tienen una gran carga simbólica: son un signo de servidumbre. En Europa habían desaparecido hace tiempo y solo subsistían sobre los mudéjares y en la Europa Oriental.
Unos pocos vivían en las ciudades, en las morerías. Las había en Segorbe, en Onda, etc., y la más importante en Valencia, que sufre un asalto violento en 1455, casi despoblándose, lo que llevará a acentuar la ruralización del colectivo.
La organización política e institucional del RV a finales del XV
El rey raramente residía en Valencia. Venían ocasionalmente desde su residencia en Barcelona u otros lugares. Hacia falta un delegado del rey que se ocupara de la gobernación, del ejercicio de la potestad de gobernar en nombre del rey.
El reino se divide en dos gobernaciones, una muy grande y otra muy pequeña: es un resultado de la conquista, pues el límite se sitúa en la demarcación de Biar-Busot. La gobernación inferior abarca las tierras incorporadas en la Sentencia de Torrellas. Se llamaban la gobernación Desá Xixona, con capital en Valencia y Dellá Xixona, con capital en Oriola.
La extensión de la primera planteaba problemas. Por eso se subdivide en trozos más pequeños, eran las sotsgovernacións o lloctinencias de governació llamadas Dellá Uxó y Dellá Xuquer, con capitales en Castelló y Játiva. Por tanto la estructura institucional del RV eran dos governacións, una de ellas con dos lloctinencies. A veces a las lloctinencias de Játiva y de Castelló se les cita en los documentos de la época, impropiamente como governacións, al actuar como tales.
Todas ellas tienen funciones políticas y judiciales. Las governacións y lloctinencias tenían anejos unos tribunales, la Cort de Gobernació, que hace las veces de Tribunal Superior de Justicia Valenciano (la Audiencia aparece más adelante).
En aquella época la hacienda pública se confunde con la hacienda real. No existe una hacienda pública como tal (algo que es difícil de entender desde la perspectiva actual). Esta aparece en el XVIII, se afianza en el XIX y se desarrolla plenamente en el XX. El rey tenía bienes y dominios propios, que eran privativos, y al mismo tiempo generaban rentas empleadas –con otros recursos- en los asuntos de interés general para el reino. El patrimonio público formaba parte del patrimonio real: eran una mezcla indiferenciada.
El conjunto de bienes y derechos del rey, el patrimonio real era administrado por un funcionario residente en Valencia, el batle general, al frente de un organismo que le auxiliaba, la batlía general.
Todas las tierras de realengo se dividían en circunscripciones, llamadas batlíes o bailías, y a su frente había un funcionario que administraba los bienes y rentas del rey en esa demarcación. Había más de 40 bailás.
Los ingresos del rey eran una mezcla de las rentas que percibía como un señor feudal, aunque como tal había renunciado a muchas de sus prerrogativas, era más benigno que aquellos y percibía unos ingresos menores; y las rentas propias de su condición regia, de su facultad de establecer prestaciones generales. Esos recursos eran:
- Un impuesto llamado peita.
- El tercio diezmo, que fue concedido por el papa a J I para financiar la conquista del RV, y se conservaba desde entonces.
- Las banalidades, o derecho preeminente a monopolizar molinos, tiendas, hornos, carnicerías, caminos, portazgos y barcajes (estaba, en el Júcar la barca del señor de Alberic y la real).
- Rentas enfitéuticas, que si en los señoríos constituirán la primera fuente de ingresos, en las tierras de realengo serán superadas por los tres ingresos.
Las ciudades tenían un gobierno oligárquico, que variaba según su tamaño.
En las más pequeñas quedaba un resto de democracia medieval, el Consell General, una asamblea de todos los vecinos propietarios varones y mayores de edad. Raramente se reunían, por ejemplo cuando tenían que suscribir un censal. También había un Consell Particular más restringido, y en la cumbre un Justicia, con atribuciones judiciales de primera instancia, y unos Jurados o gobernantes, que en las pequeñas ciudades eran 4.
En Valencia y otras ciudades grandes no había Consell General, por motivos prácticos. Solo un Consell más restringido, el Consell de Cent (aunque sus miembros eran más de 100), de marcado carácter oligárquico, aunque en el estaban representados los sectores de la sociedad medieval, las tres clases de esta (la Ma major, es decir la nobleza; la Ma mitjana, la nobleza menor, els ciutadnas honrats; y la Ma menor, los menestrales y artistas (de arts = oficio en latín): notarios, abogados, artesanos, etc.
También estaba el justicia y 6 jurados, que ejercían sus funciones rodeados de un ceremonial especial –vestían con túnicas rojas o gramalls, etc-. Procedían indefectiblemente de la oligarquía y a estoas magistraturas les estaba vedado el acceso a las clases más bajas de la sociedad, la Ma menor. Estos accedían al Consell de Cent pero no a las magistraturas: esta será una de las causas de la guerra de las Germanías.
El acceso a las magistraturas se hacía en todas las ciudades menos en Valencia, por insaculación (meter en un saco): los nombres de los candidatos se metían en un saco y se sorteaban los que ocupaban los cargos al año siguiente. En Valencia se establece esta fórmula en 16. Hasta entonces funciona la ceda. Una lista que hace el rey y entre ellos el Racional elige a los magistrados: una fórmula absolutamente mediatizada por el rey católico.
Las Cortes Valencianas, como todas las cortes europeas del AR eran la reunión de la representación de los tres estamentos o brazos de la sociedad del AR, el brazo eclesiástico, militar o nobiliario y real o popular. No era una protodemocracia, la representación era oligárquica, no había un sufragio ni una representación real.
Los miembros del brazo eclesiástico formaban parte de las cortes por naturaleza: los obispos, y arzobispos, abades y priores no eran elegidos por nadie. Igual ocurría con el brazo nobiliario: los nobles con cierto rango eran miembros natos.
Por el brazo real iban representantes de ciertas ciudades reales (siempre gentes de la oligarquía) : Valencia, Játiva, Orihuela, etc. Otras, situadas en señoríos, no tenían representación (Gandia, Elche, Denia, Segorbe, etc.): iba el señor, pero no en representación de aquellas.
Según Els Furs, las cortes debían reunirse cada tres años, pero el rey las convocó cada vez menos, solo cuando tenía alguna urgencia económica. En ellas, los brazos presentaban reclamaciones al rey, les greuges o agravios, o pedían que se promulgaran ciertas normas legales. El rey lo aceptaba (o no), con fórmulas protocolarias. Si procedía de los tres estamentos a la vez, y accedía, dictaba un Fur o fuero, una ley de rango superior, engrosando Els Furs procedentes de Jaime I y sus sucesores. Si la propuesta procedía de 1 o 2 brazos sólo, la norma era un Acte de Cort, una ley de rango inferior, que obligaba a los estamentos que la impulsaban.
A cambio de estas normas el rey pedía dinero, un “servei” o “servici”. El rey podía legislar fuera de las cortes, sin que mediara petición o consulta, eran Pragmáticas o Privilegios, y normas de rango inferior, como Crides o Pregóns. Las cortes no legislaban. El rey era el único con capacidad de legislar. Aquellas no se podían reunir sin su convocatoria.
Pero aunque no era un sistema democrático, había un “toma y daca”, un sistema peculiar en Europa, llamado Sistema Pactista, muy distinto al que había por ejemplo en Castilla.
El sistema tributario estaba constituido por las exacciones que permitían recaudar los fondos demandados por el rey; estaba formado por dos tipos de exacciones: Generalitats (impuestos directos e indirectos sobre el consumo, que afectaban sobre todo al 3º estado) y Compartiments (que afectaban a todos, pero eran poco importantes).
Hasta las siguientes cortes, la continuidad exaccionadora quedaba en manos de una pequeña comisión, la Diputación General o Generalitat, con funciones no gubernativas sino fiscales: recaudar las generalitats votadas. Estaba prácticamente dominada por los representantes de la ciudad de Valencia en las cortes.
Así, los recursos estaban gestionados, en el caso del patrimonio real, por el Batlle, y en el caso de los impuestos por la Diputación General. Ambas instituciones estaban fiscalizadas por el Mestre Racional. Era un sistema político muy complejo y elaborado.
A finales del XV y comienzos del XVI, desde Fernando el Católico, toman fuerza dos instituciones que serán claves en la E. Moderna. El Virrey y la Audiencia.
El cargo de virrey aparece en el XV, con los reyes de la Casa de Trastámara. Nombran con carácter primero temporal, y luego permanente, un Lloctinent General, un representante del rey en todo el reino.
Con Alfonso V El Magnánimo, el cargo se hace permanente y en Valencia lo ocupa su mujer. Con Juan II (padre de Fernando el Católico), el cargo se mantiene, y con su hijo se hace permanente y pasa a llamarse virrey (aunque se utilizarán los dos nombres). Fue un cargo que acabó eclipsando a los gobernadores, hasta convertirse estas en magistraturas secundarias. Estuvo ocupado sobre todo por miembros de la familia real y de la alta nobleza, teniendo un poder muy grande. Era el “alter ego” del rey, venía a ser como el rey, en su ausencia, reuniendo la máxima autoridad civil, militar y legislativa.
En el XV se rodea de un pequeño consejo, una “curia”, que evoluciona hasta transformarse en el XVI en la Real Audiencia, con atribuciones judiciales y gubernativas (asesoramiento del virrey, y funciones ejecutivas, al presidirlo este). Se trata de una confusión de poderes muy propia del AR.
La Iglesia tenía mucho poder. No se trataba de un poder espiritual sólo, sino también temporal, con rentas, posesiones, etc. En la valencia del AR los monasterios ocupaban el 25% de la superficie urbana.
El reino estaba dividido en diócesis. La más importante y extensa era la de Valencia (que llegaba desde el Mijares a la línea Biar-Busot). Alejandro VI la elevó al rango de Archidiócesis, con arzobispo.
La 2ª era la Archidiócesis de Tarragona, que a través de la diócesis de Tortosa se extendía por Castellón, excepto el Alto Mijares, y con el Obispado de Segorbe se extendía por el Alto Palancia, Los Serranos, etc.
Al sur de la línea Biar-Busot la zona dependía del obispado de Cartagena, hasta que en 1564 se crea la diócesis de Orihuela.
El brazo eclesiástico lo formaban los obispos de estas diócesis, más los priores o abades de los grandes monasterios benedictino-cistercienses (Valldigna, Benifasá), jerónimos (Cotalba, la Murta), mercedarios (El Puig) o los conventos urbanos de franciscanos y dominicos, así como los rectores de las OOMM.
El Tribunal de la Inquisición se estableció en Valencia en 1484. Se trataba de una institución que rebasaba los límites del reino, actuando sobre el distrito de Albarracín, no siendo controlado por ninguna institución valenciana, lo que derivará en una queja o greuge y la oposición del reino. En todo caso, ejemplifica los nuevos aires absolutistas que representan los RRCC.
Los RRCC constituyen la culminación de la evolución medieval hacia el absolutismo y el estado moderno. Se trata de una unión personal, no de los reinos. La estructura institucional no varía. En Siete Aguas seguía habiendo una aduana (que permaneció hasta el siglo XVIII).
Si a nivel formal no hubo muchos cambios (el más importante la Inquisición), a nivel real si hubo un cambio: una tendencia hacia una monarquía autoritaria o absoluta, en oposición a aquellas fuerzas que se ven perjudicadas por este hecho.
El rey Fernando era muy listo, y consiguió introducir cambios importantes : el virrey y una Real Audiencia que oscurecía el papel del Gobernador, así como someter a su control a la ciudad de Valencia, absolutamente mediatizada por la autoridad real : Los 6 jurados, elegidos con la “ceda”, o lista real, hecha en su nombre por el Racional de la ciudad.
El rey consiguió de este Ayuntamiento dócil abundante ayuda financiera, por vía de préstamo o donaciones (sin que se convocaran cortes). En época de Fernando el Católico, Valencia prestó al rey 425.000 libras. Una cifra enorme si tenemos en cuenta que un catedrático de universidad percibía 25 libras al año. Esta suma se obtuvo a base de endeudarse la ciudad con los particulares con los censales, y a costa de quedar la ciudad en una grave situación económica, hasta el punto de crear departamentos para administrar su amortización o “quitament” (los “prohoms del quitamente” decidían qué censales se amortizaban y cuales no, ante la insuficiencia de recursos).
Puesto que los censales eran perpetuos (a diferencia de los violaris, asociados a una vida), los recursos escasos –para devolverlos- y su masa aumentaba, el gasto de intereses se convirtió en una pesada carga. Según E. Belenguer, en 1516 la ciudad gastaba 53.000 libras en pagar intereses (la pensión), pues amortizar era ilusorio.
Esta situación se tradujo en un aumento de impuestos, que en el AR descansaban en el estamento real, contribuyendo al deterioro del clima social y actuando como un factor más, desencadenante de las Germanías.
Tema 2.-
Les Germaníes
El Tema se sigue a partir de los trabajos de Eulalia Durán y de Ricardo García Cárcel.
Respecto a sus causas, debe distinguirse entre las estructurales, que explican el estallido de la revuelta, y las materiales o fácticas, que lo precipitan.
Causas Estructurales:
1. El carácter fuertemente oligárquico del municipio valenciano. La sociedad valenciana se dividía en 3 grandes bloques, la “Ma Major” (los cavallers o milites, la alta nobleza, con señoríos y vasallos por lo general), la “Ma Mitjana” (els ciutadans honrats, la baja nobleza, parecidos a los hidalgos en Castilla, pues en el XVIII, cuando se instauran en el PV las leyes de Castilla, se introduce una Pragmática con reglas para asimilar a este grupo con los Hidalgos Castellanos), y la “Ma Menor” (los menestrales y artesanas –agremiados o no-, es decir gentes que trabajan con sus manos, y los artistas –equivalente a profesiones liberales-, que no trabajan con sus manos).
a. En Valencia había un Consell de Cent con representación de los tres brazos, con funciones consultivas y que se reuní pocas veces. El gobierno de la ciudad estaba en manos de los 6 Jurados, dos procedentes de la Ma Major y 4 de la Ma Mitjana.
b. Las gentes de la Ma Menor reivindican formar parte de la juraderá. Invocan un viejo fuero derogado que planteaba una relación paritaria de 2, 2 y 2, (aunque no hasta el punto de armar una revuelta por este hecho).
2. La decadencia gremial de la ciudad de valencia. En ella había 46 gremios, algunos muy importantes (peraires, velluters, etc), y en general atraviesan graves dificultades. El gremio era una institución proteccionista que limitaba el nº de maestros estableciendo restricciones de acceso, regulaba calidades, etc. Con el tiempo, estas prácticas se revelaron barreras al crecimiento económico y se desarrollaron diversas fórmulas para evadir y debilitar el control gremial. Se trata de un fenómeno general en toda Europa. Esas fórmulas eran el Verlag System o Putting Out System, o Industria Rural, y consistieron en la construcción de un circuito productivo en el que el comerciante, escapando al control gremial, entrega la lana a los campesinos para su hilado, y entrega hilo a otros campesinos más ricos (que pueden disponer de utillaje) para su tejido, comercializando finalmente este. En suma, se trataba de “entrar en el sistema productivo por la puerta de atrás”.Esto derivó en la crisis gremial, sobre todo en el sector textil, y especialmente entre los peraires.
3. El aumento de la presión fiscal en una ciudad endeudada, por el aumento de los censales, con un reparto injusto de la carga fiscal.
Todo esto se convierte en un cóctel explosivo. Una clase artesana en crisis, sometida a mayores impuestos, y con reivindicaciones políticas (los que mandan son otros), quiere participar en el gobierno de la ciudad, para poder resolver sus problemas.
Tienen un respaldo intelectual lejano, que procede de Francesc Eiximenis y su “Reglament de la Cosa Pública” y obras como “Dotze del Cristiá”, que alimentan una teoría revolucionaria, el derecho del pueblo a su gobierno y proponen el modelo de las ciudades o comunas italianas (Pisa, Venecia, etc), unas repúblicas burguesas dominadas por los grandes fabricantes. Ese es el ideal de los agermanados, convertir Valencia en una especie de república italiana.
Los precipitantes más próximos, o factores coyunturales
A) El cambio de la corona. El morir los RRCC hereda la corona el futuro Carlos I. Se produce un vacío de poder, acentuado por la presencia de consejeros flamencos que no conocen el país. El rey no reacciona a las demandas locales.
B) Una epidemia de peste, provoca la huida de la clase dirigente a sus señoríos palaciegos. De este modo se produce una ampliación del vacío de poder.
C) Los ataques piráticos, un fenómeno habitual en la época, practicados por gentes que eran mitad comerciantes, mitad piratas, con frecuencia procedentes del N. e África, se agravan en 1519. El rey autorizó a los gremios a que se armaran y a defender la ciudad.
Estos factores provocaron un descontento que desemboca en la Germanía de Valencia.
El estallido
Martí de Viciana, principal cronista de las Germanías, expone el malestar de los peraires y otros artesanos y transcribe una carta de Joan Llorens a Guillem Sorolla (ambos líderes moderados) con las reivindicaciones de la Ma Menor contra los Jurados, por la mala gestión de la cosa pública, contra los oficiales reales (por su justicia discriminatoria) y contra los nobles (al abusar de sus privilegios).
Hay un momento adecuado para plantear sus reivindicaciones. Carlos V está en cerca, en Barcelona, y se supone que vendrá a jurar els Furs, como es preceptivo al comienzo del reinado. Con una ciudad vacía y las gentes armadas, se plantea enviar una embajada al rey, aunque este, al ser nombrado emperador y acentúa la postergación de su viaje a Valencia: quiere irse a Alemania a recibir la corona imperial.
Los dirigentes de la ciudad aprovechan un incidente para abortar el movimiento, es el “avalot de la seu”. Los clérigos inflaman al pueblo contra los sodomitas (sospechosos de levantar las iras divinas y por tanto causantes de las pestes), siendo ejecutados cuatro, entre otros, un hornero que se refugia en la Seu. Al final es entregado y quemado. El virrey, toma este “casus belli” (un incidente que se cree fué provocado) como excusa y prohíbe las reuniones públicas al tiempo que reclama el desarme de los gremios. Esto soliviantó más los ánimos menestrales.
Joan Llorens convoca los gremios y consigue convencerlos de formar una Germanía o Hermanamiento –un pacto entre ellos-, al que seguirá una demostración de fuerza, desfilando con sus armas. En el verano de 1519 nace la Germanía de Valencia. Un movimiento que pretende cambiar el gobierno de la ciudad, sin ninguna intención violenta: envían una embajada al rey, en la que participan Joan Llorens y Guillem Sorolla.
El rey pretendía irse a Alemania. Esto suponía que no iba a venir a Valencia a jurar los fueros, lo que constituía un acto inconstitucional, motivo de contrafuero. El rey pretendía jurar por delegación, por medio de Adriano de Utrech, un hombre de su confianza. Esta fórmula disgustaba a la nobleza local : al controlar las instituciones de gobierno del reino –en los márgenes que dejaba la autoridad de la corona- identifican el cumplimiento foral con una ratificación del sistema político, del sistema que mantiene su hegemonía aquí, y en relación a la corona. Asimismo, era la nobleza local la que temerosa de que se hubiesen armado los gremios, promueve su desarme.
Los agermanados aceptan el juramento delegado, y Carlos I acepta a su vez las propuestas de los agermanados (conservar las armas, juradería igualitaria). Al volver, los agermanados constituyen el órgano de dirección de la Germanía, la Junta dels Tretze, integrada por menestrales y artistas (un número que se identifica con Jesús y los 12 apóstoles, cargado de significado milenarista y mesiánico).
El movimiento agermanado tiene ya una organización, un programa político y un respaldo inicial del rey. Enfrente se halla la nobleza local, que instará ante la autoridad real para desautorizar a los agermanados.
Se constituyó la junta de los 13 que será la plasmación de las germanías en la ciudad de Valencia (a finales del 19). A partir de este momento las germanías de Valencia entran en una fase contradictoria en la que por un lado acuden a hablar con Carlos I embajadores de agermanados para intentar conseguir el apoyo del rey pero también de la nobleza con pretensiones contrarias.
El rey, dará bandazos presionado por las circunstancias, ahora su mayor preocupación es regresar a los Países Bajos para recuperar la corona.
En este marco general de contradicciones, después de la constitución de la junta de los 13, los caballeros envían sus propias embajadas al rey que en este momento no ha convocado las cortes valencianas y presionado por los nobles, a comienzos de 1520, cambia de parecer y determina que las germanías se desarmen.
Acto seguido los agermanados envían otra embajada, el rey está en Fraga (Aragón) y vuelve a confirmar las germanías autorizando de nuevo su armamento, unos días antes llega a Valencia el representante del rey Adriano de Utrecht.
Esta ambigüedad radicaliza el movimiento, y los agermanados comienzan a manifestar que lo que pretenden es alterar la composición de los jurats, fundamentando su pretensión de entran en la juraduría en un privilegio de Pedro el Grande que establecía que los 6 jurats de Valencia serían: 2 ciudadanos, 2 caballeros y 2 menestrales.
Mientras el rey avanzaba hacia la Coruña, todavía hubo mas embajadas de ambas partes. En febrero de 1520 Carlos I ya en la Coruña todavía recibió una embajada agermanada y otra nobiliaria. Pero el rey se decantaba de forma mas clara en contra de las germanías, los síntomas son:
- Nombramiento el 12/04/1520 de virrey a Diego Hurtado de Mendoza Conde de Melito. Hombre pronobiliario y el hecho de que lo nombrara virrey significa un decantamiento del rey por el bando antigermano.
- Lo mas clave es que el 10/05/1520 envía la "ceda" en la que no aparecen ningún menenestral ni artista (solo caballeros y ciudadanos). Lo envió antes de la elección de los jurados que era el 26/05/1520 pero a pesar de esta "ceda" los jurados presionados por los agermanados eligieron 2 caballeros, 2 ciudadanos, 1 artista y 1 menestral. Fue un momento revolucionario, de momento pacifico y legalista.
La nobleza reaccionó enviando nuevas embajadas al rey que ya estaba en Gante y este anulo la elección en cuanto se enteró, lo que hace que el movimiento agermanado pasa a la ilegalidad. A partir de este momento las germanías se orientan hacia un enfrentamiento violento y el virrey comunica a los jurados que se disuelvan en cumplimiento de la orden real pero ante su intransigencia decide huir de la ciudad en junio de 1520. Primero va a Concentaina, luego a Játiva y finalmente acabará en Denia. Con su huida las germanías pensaran que habían triunfado y comienzan a introducir cambios en el municipio, ocupando no solo la juraduría sino otros cargos municipales como el Racional, que lo ocupa Joan Caro que era azucarero.
Este nuevo municipio plenamente controlado por los agermanados comienza a dictar medidas de un radicalismo extremo, con medidas como la supresión de impuestos no solo los municipales sino también los reales. Es ahora cuando el virrey tiene que refugiarse en Denia.
A partir de 1521 la germanía se ha extendido a la mayor parte del reino, la expansión comenzó en febrero de 1520, fue un contagio provocado por la propia ciudad, las germanías se extienden también más allá del reino como a Mallorca y Murcia. Estas embajadas consiguen la constitución de juntas de los 13 en ciudades próximas a la capital pero extenderán su radio de acción y consiguen que se creen en municipios de gran parte del país.
La 1ª ciudad que se agermano fue Játiva en junio de 1520 y actuaba como centro de mediación en su área de influencia, luego vino Alcira también en junio de 1520 que también provocó la irradiación por su comarca. Ambas son ciudades de realengo pero también se extenderá por ciudades de señorío como Carlet y Albaida, Onteniente, Gandia y más al sur Biar.
En la gobernación de Valencia, la 1ª ciudad fue Sagunto también en 1520, Liria, Chelva (lo que pone de manifiesto otro componente que es el antimusulman ya que los veían como aliados señoriales) el bando agermando se mostró partidario de la democratización del régimen municipal, antinobiliario y antimusulman. Así en Gandia y la Marina los ataques violentos contra los musulmanes fue uno de los motivos de la revuelta agermanada.
Donde menos éxito tuvo fue en la gobernación de la Plana quizá por la actuación de su gobernador Ramston de Viciana. Las germanías triunfaran en toda la plana en la zona mas rica, en buena parte de las tierras de la Orden de Montesa, pero fracasará en Morella y su área de influencia (comarca de Els Ports) y en buena parte la adhesión no fue lo suficientemente entusiasta en el Maestrazgo y ahí se inicio la contraofensiva militar que acabaría con las germanías.
Durante 1520 y 1521 la germanía se extiende desde Valencia a las gobernaciones de Játiva, Castellón y Orihuela (Marzo de 1520). En estas ciudades se eligen a los jurats de forma revolucionaria y paritaria. Esto ocurre también en otras ciudades reales o incluso señoriales como Elche, que mantendrá unas posiciones antiseñoriales durante toda la Edad Moderna, de forma pacífica o violenta: a fines del XV es un señorío de la ciudad de Barcelona, era un “carrer” de Barcelona. Cuando se casan Isabel y Fernando, esta entra en la dote y la reina lo cede a Gonzalo de Cárdenas, un seguidor suyo, pero la ciudad se opuso durante 300 años a su condición de ciudad señorial. Fue una de las ciudades agermanadas más radicales y siempre reivindicará su vuelta a la corona. En el Motín de Esquilache se levanta contra su señor de entonces, y en las Cortes de Cádiz ejemplificó la insuficiencia de la abolición del régimen señorial, provocando sentencias judiciales y normas aclaratorias.
En suma, las Germanías fue un movimiento muy amplío que se extendió por todo el reino. Entre las ciudades importantes, solo Morella se situó frente a los agermanados, y Denia, donde recaló el virrey y su ejército. Ninguna otra ciudad importante no se agermanó.
Actualmente aún queda mucho por conocer de las Germanías. El trabajo de García Cárcel fue una primera roturación del tema. Eulalia Durán descubrió la extensión de la Germanía a Cataluña. Vicent Valles introduce algunas matizaciones: el primer estudio monográfico del movimiento fuera de Valencia es una tesis reciente. Es mucho lo que ignoramos sobre esa extensión.
Ahora bien. ¿Que quiere decir que las Germanías se extendieron? Varias cosas al mismo tiempo. Burriana y otras ciudades se agermanaron un tiempo. Solo en Valencia y algún otro lugar duraron varios años. Hay que matizar esa idea de extensión aunque sabemos que llegó a Murcia, la zona contigua de Teruel, a Cataluña y Mallorca. Donde menos duró es en el norte del País. Allí comienza la reacción contra las Germanías.
La guerra.
Cuando el virrey, Diego Hurtado de Mendoza abandona Valencia, en Julio de 1520, empieza a preparar su respuesta. En Játiva y Onteniente no puede quedarse, al agermanarse, y llega a Denia (un lugar con puerto de mar, desde el que puede huir). Es una ciudad señorial, de los Marqueses de Denia. Allí publica un pregón convocando a las gentes a enrolarse en las tropas reales. En Valencia, las autoridades municipales hacen lo propio: levas, armamento popular, etc.
Pero la guerra tardó en estallar hasta el verano de 1521. Entonces sale de Valencia el ejército agermanado dirigido por Joan Caro y Esteve Urgelles, quienes toman el Castillo de Corbera y asedian el Castillo de Játiva (donde se habían refugiado tropas realistas, pese al agermanamiento de la ciudad), tomándolo también.
Hacia el norte, otro ejército agermanado, dirigido por Miquel Estellés, toma el castillo de Sagunto. En Oropesa les espera el Gobernador de Castelló, Ramstan de Viciano, derrotándolos. Por su parte, el Duque de Segorbe recluta tropas en el Alto Palancia y confluye con el anterior. Ambos se enfrentan a las tropas agermanadas en Almenara, sufriendo estas una gran derrota, el 18 de Julio de 1521. Hoy en día, una cruz gótica señala el lugar de la batalla. Con esto se pierde la Gobernación de Castellón a manos realistas o dels mascarats.
A finales de Julio se libra una batalla campal en Gandia, ganándola los agermanados, trascendental porque tiene lugar en uno de los señoríos más importantes, el de los Borja, y que seguirá con el bautismo forzoso de todos los moriscos de la Safor, matando a los que se negaban, hecho que acentuará el carácter antiislámico de las Germanías.
La nobleza valenciana, y el virrey, asustados por la derrota de Gandia, buscan ayuda fuera del PV, en Castilla (aunque esta soporta entonces la guerra de las comunidades). El Marqués de los Vélez, murciano, decide ayudarles tomando Orihuela, y siguiendo a Alicante, Xixona y Biar. Ese verano, llega hasta Onteniente, con lo que recupera toda la Gobernación de Orihuela y parte de la de Játiva.
El territorio agermanado se reduce de Vall de Uxó a Onteniente, con tres grandes centros urbanos, Valencia, Játiva y Alcira.
El movimiento realista del sur practica una gran crueldad y esto provoca una radicalización de las Germanías, caracterizando la 2ª fase de la guerra. Pasan a segundo plano los dirigentes moderados del primer momento (Joan Lorens y otros), frente a nuevos dirigentes más radicales, como Vicent Peris.
En Valencia se disuelve la Junta dels Tretze. Se les escapa el poder de las manos y queda en manos de los Jurats, y sobre todo en la figura de Vicent Peris. En esos momentos se produce en la ciudad el bautismo forzoso de los no cristianos. Peris se dirige hacia Játiva, amenazada por los realistas.
Mientras tanto, Ramstan y el Duque de Segorbe toman Sagunto, y el Virrey entra en la ciudad de Valencia, prometiendo un perdón general de los agermanados (salvo para ciertos elementos: los 26 de las dos Juntas dels Tretze y 42 agermanados), el resto solo sufrirían multas.
Sólo Játiva y Alcira mantienen la resistencia, siendo sitiadas por los realistas. Peris vuelve a Valencia, y es detenido y muerto en Marzo de 1522. A efectos ejemplares, el virrey lo descuartizó, derrumbó su casa y sembró de cal el solar.
En Játiva aparece una figura curiosa, que se hace llamar l’Encobert, un supuesto nieto de los RRCC, que viene a reclamar el trono frente a Carlos I, uniendo a su mensaje aspectos mesiánicos y apocalípticos. Es algo característico de la mentalidad de la época. Mucha gente lo creyó y siguió, identificando una ultima fase del movimiento agermanado, de carácter mesiánico. También entra en Valencia, y sigue la misma suerte que V. Peris. Después de su muerte surgieron varios Encoberts más: se produce una adopción del personaje ante la existencia de un público receptivo a este tipo de mensajes.
Las Germanías están condenadas al fracaso, aunque Játiva y Alcira no hubieran caído aun. Los agermanados son derrotados en la batalla de Bellús. A finales de 1522, Carlos I ha vuelto a España, cae Játiva y poco después Alcira.
¿Que fueron las Germanías?
Se trata de un movimiento con un doble significado:
- Un intento de los sectores sociales más bajos de entrar en el gobierno del municipio.
- En los lugares de señorío, es una revuelta antiseñorial, contra la institución que es la columna del AR. En este sentido, tiene pocos precedentes en la Europa de su tiempo.
Lo que más se parece es la Guerra de los Campesinos, en Alemania, aunque este movimiento tuvo un carácter rural. En Florencia y otras ciudades hubo revueltas urbanas en el siglo anterior, pero no tuvieron componente antiseñorial. La otra gran revuelta contemporánea, la de las Comunidades, es protagonizada por la pequeña nobleza y no por los sectores urbanos y menestrales, ni tuvo un elemento antiseñorial como las Germanías.
Por tanto, se trata de un fenómeno histórico muy original a nivel europeo.
J. A. Maravall Casesnoves, al estudiar las Comunidades, se pregunta si estas fueron un movimiento medieval o moderno. Entiende que entonces la monarquía representaba la modernidad y que la oposición comunera, en defensa de las libertades antiguas era algo retardatario y medieval. Se podría trasladar esas posiciones a las Germanías, pero se trata de un debate poco útil, metafísico, en opinión de Ardit: se utilizan categorías actuales para valorar movimientos sociales que aparecen y responden a contextos distintos.
En todo caso, parece considerar que tanto las Comunidades como las Germanías, como movimientos antiseñoriales y prodemocráticos son modernos, y no retrógrados, al “coincidir” con el sentido general de la historia, y al margen de las formulaciones concretas de sus objetivos.
La represión
Esta empezó con la guerra. Cuando las tropas realistas ocupan el territorio ejecutan a los líderes agermanados e imponen cuantiosas multas (composicions). Cuando el Virrey vuelve a Valencia, tras una 1ª fase contemporizadora, hubo muchas ejecuciones: de los 42 ajusticiables iniciales se pasó a 65, pero se ejecutó a un número mayor. Afectaron a todos los dirigentes y fueron especialmente crueles. El perdón del virrey (exceptuando a los ejecutados) afectaba a la responsabilidad criminal, pero todos los que participaron en las germanías pagaron composicions. Estas se impusieron a personas concretas, a gremios, ciudades enteras, etc., en sumas muy altas, que derivaron en confiscaciones de bienes.
Esta “represión suave” se produce entre 1521 y 1523, hasta que en Marzo de ese año el Virrey es relevado por Germana de Foix, la 2ª mujer de Fernando el Católico, inaugurando la “represión dura”. Ejecuta a agermanados moderados como Joan Caro, Racional de la ciudad que había sido mantenido en su cargo por Diego Hurtado de Mendoza, y otros. Hay ejecuciones en serie y la horca de la Plaza del Mercado se hace de piedra para poder soportar un uso intenso. También se incrementan las multas pecuniarias. Más tarde promulgó sucesivos perdones, pero mantuvo las duras sanciones, concediendo aplazamientos en su pago, con interés. Las impuestas a los diversos oficios fueron muy altas. Según García Cárcel, la ciudad pagó composicions por valor de más de 100.000 libras. Los gremios más castigados fueron los peraires y velluters, de donde procedían los líderes del movimiento. Todo el reino pagó más de 381.000 libras, según Viciana.
Las consecuencias a medio y largo plazo de las Germanías fueron diversas:
· Un primer efecto fue el miedo que se extendió en el conjunto de la población. A las Germanías sigue un largo periodo de paz social en el Reino de Valencia, incluso a niveles incomprensibles: las ciudades dejaron de hacer peticiones de gracia, u otras perfectamente legales, hasta que vuelven a aparecer hacia 1.550.
· Otro efecto fue el de tipo demográfico. Parece que fue grave, no tanto por los muertos como por los movimientos de población provocados por las composicions. Hubo mucha gente que se fue y no volvió, provocándose la decadencia de los oficios por este motivo.
· Otro efecto fue el foso que se abrió entre sectores y familias, según el bando en que se situó la gente.
Tema 3.-
La senyoria valenciana als inicis de l’epoca moderna.
Ardit sigue en este tema su libro Els Homes i la Terra.
El señorío es un tema importante a nivel cualitativo y cuantitativo en la hª valenciana y en la E. Moderna.
La postura antiseñorial del pueblo valenciano en la E. Moderna se puso de manifiesto a lo largo de la misma, hasta las Cortes de Cádiz. En el debate del Decreto de abolición de los señoríos de 6 de Agosto de 1811, los diputados valencianos tuvieron una actuación importante, alineándose con las tesis más radicales. El Decreto era muy conservador y ajustado a las características del señorío castellano. Sus insuficiencias motivaron otro Decreto aclaratorio, pero el regreso de Fernando VII impidió su entrada en vigor.
Hay una continuidad en la oposición señorial en el PV a lo largo de la E. Moderna, desde la revuelta de las Germanías a comienzos el XVI, hasta las Cortes de Cádiz, 300 años después. El problema permaneció todo ese tiempo, aunque no de igual modo. Entre tanto hubo revueltas antiseñoriales (con motivo de la guerra de sucesión, etc.), una oposición legal, etc.
El tema del señorío fue un tema desconocido para la historiografía valenciana hasta los años 70. Tras la industrialización de los 60, la percepción de un país agrario cambia (a nivel de población activa, renta, etc.), pero se mantiene la pregunta de porque no se industrializó en el XIX, y lo hizo con retraso. Se plantea el fracaso de la industrialización valenciana.
Se ofrecen diversas explicaciones (Fuster, etc.). La más interesante, entonces, la formula Emili Giralt: Un País Valenciano que en el XVIII estaba en la senda de la industrialización, con una fuerte industria sedera en Valencia, textil lanera en l’Alcoiá y la Vall d’Albaida, papelera, de calzado, etc., que empieza a maquinizarse, adoptando técnicas que son recientes en Europa, sin embargo, en el XIX no responde a las expectativas.
Giralt y Martínez Bonafé, sostienen que la causa proviene de un régimen señorial opresivo que detraía rentas de los sectores productivos, situándoles a niveles de subsistencia, con lo que no había excedente para consumir bienes industriales. La seda vivía del mercado colonial (mejicano), al caer este cae la industria también. Lo mismo le ocurre al papel y a la industria lanera, que vivía en buena medida de las compras del ejército español. Tras la expulsión de los moriscos, en el XVII, se habría producido un reforzamiento del señorío, con esas consecuencias.
Jordi Palafox sigue en la misma línea, a través de un análisis que sigue la metodología de Piero Sraffa, ligando régimen señorial, subdesarrollo económico valenciano y fracaso de la industrialización. Este modelo es seguido unánimemente a finales de los 70 y comienzos de los 80.
Esta explicación, que situaba en el XVII-XVIII las causas del fracaso industrializador, tenía algunos fallos: las germanías, 100 años antes era ya una revuelta antiseñorial. No estaba clara la hegemonía señorial. En todo caso el 60-70% de las investigaciones de los años 70 y 80 se centran en el señorío, se convierte en un tema estrella.
La información sobre el señorío era entonces muy insuficiente. Luego, las investigaciones de P. Ruiz (Elche), Isabel Morant (Gandia), Carmen Gª Monerris (La Albufera), Mariano Peset, etc desmontaron aquella teoría y enriquecen el tema del señorío. Ahora se conoce mucho mejor el régimen señorial valenciano.
En todo caso, es innegable la importancia en términos de superficie y de población del señorío valenciano. E. Guinot ha reconstruido sus datos a finales del XV, y Mariano Peset hacia mediados del XVIII. Ver cuadros respectivos adjuntos.
En 1490 un 60% de los valencianos dependían de un señor laico o eclesiástico, ocupando estos el 73 % de su superficie.
En 1760 a partir del Censo de Floridablanca, se llega a cifras muy parecidas. El 61% de la población permanece en tierras de señorío, que ocupa casi el 75% del total.
Esto demuestra la permanencia del señorío a lo largo de la E. Moderna. Hubo sin embargo cambios entre tierras de realengo y señorío, en ambos sentidos. Una localidad podía pasar de realengo a señorío con una “agresión” (sale del patrimonio real y pasa al de un señor), por venta generalmente; y al revés, podía pasar de señorío a realengo, mediante una “regresión”.
A veces, las ventas de tierras de realengo tenían una cláusula con pacto de retracto, o “carta de gracia”, que posibilitaba se deshiciera el contrato si se cumplían ciertas condiciones, dependiendo de la voluntad real, y abonando el rey el precio de venta más el valor de las mejoras (y menos las perdidas). En esos casos, los señores se negaban a deshacerse del señorío, al ser una poderosa fuente de rentas, y eran frecuentes los pleitos de regresión.
Los reyes vendieron con frecuencia tierras de realengo y jurisdicciones, ante necesidades financieras, e incluso renunciaban al retracto por sumas adicionales, pero en el testamento se desdecían, lo que ocasionaba pleitos jurídicos.
En todo caso, las agresiones y regresiones fueron escasas en la E. Moderna, y el señorío valenciano se mantuvo bastante estable en sus límites, (tuvo más movilidad en la E. Media), aunque registrará bastantes cambios internos.
En Castilla, con los Austrias menores y sobre todo Felipe IV, la monarquía vende jurisdicciones reales, se señorializa. El PV, por el contrario registrará pocos cambios, solo 3: Tras la victoria de Felipe V en la Guerra de Sucesión, entrega en 1707 tres señoríos a los que le ayudan: al Duque de Berwick (James Fitz James Sttuart) le concede los señoríos de Liria y Jérica. Y a Javier Moscoso, Conde de las Torres, otro general de F. V, recibe el señorío de Cullera.
Estas son las tres únicas señorializaciones del XVIII. A fines de este, con Carlos IV, Godoy recibió como señorío un territorio de Valencia, La Albufera (será Duque de La Albufera) entre 1803 y hasta 1808, en que lo pierde tras el Motín de Aranjuez. (El Mariscal Suchet también se abrogó el título de Duque de la Albufera...).
Las regresiones a la corona eran muy complicadas, pero hubo algunos casos: Almussafes, señorío del Monasterio de la Valldigna, en 1766 vuelve a la corona. En 1804 se incorpora Denia (era señorío de los Duques de Medinaceli). En 1806 pasa lo mismo con Catadau (de los Duques de Gandia y Osuna), después de 66 años de pelea judicial de los vecinos ante el Consejo de Hacienda, también se incorpora Gaibiel, etc.
Había muchos pleitos contra los señores, pero era difícil ganarlos. El caso de Catadau, un pueblo además bastante pobre, será paradigmático.
Apenas si hay variación entre el espacio señorial y el de realengo. Pero si hay muchos cambios internos: anexiones por vía hereditaria, por sentencias judiciales, etc. Los señoríos cambian bastante de dueño, y con tendencia a su concentración. Por ejemplo, el Ducado de Gandia, al morir el último Centelles se tragó al Marquesado de Oliva.
Aunque el señorío valenciano era pequeño, y en general siguió siéndolo, aparecen grandes concentraciones señoriales, sobre todo por herencias. Otro fenómeno destacable será la penetración de casas castellanas, algo en el XV y más en el XVII y XVIII. Un ejemplo entre muchos: la casa ducal de Gandia pasa a la Casa de Osuna....
A fines del XVIII, a pesar del predominio de pequeños señoríos, hay grandes casas nobiliarias con dominios extensos. Hacia 1760, las casas nobiliarias más importantes del PV (según Peset y Garullera), por nº de vasallos eran (entre paréntesis el titular del señorío, en cursiva los castellanos):
1) El Duque de Gandia (que ostentaba el Conde de Benavente).
2) Marqués de Elche y Crevillente (Duque de Arcos)
3) Ducados de Segorbe y Denia (Duque de Medinaceli).
4) Marques de Dos Aguas.
5) Marqués de Ariza, con dominios sobre todo en la Marina (una casa aragonesa).
6) El Conde de Puñoenrostro.
7) El Conde del Real (de Montroy y Catarroja, etc).
8) El Conde de Carlet (que ostenta la familia Castellví entre el XIII y el XIX).
9) El Duque de Berwick.
10) El Conde de Aranda, (Aragonés) que posee l’Alcalaten, con Alcora, Lucena, etc.
11) Condes de Albaida-Buñol.
12) Marques de la Romana,
13) Marques de Belgida.
14) Duque de Hijar (Aragonés), dueño del señorío de Sollana.
15) Duque de Santisteban
16) Duque de Villahermosa (Aragonés).
17) Duque del Infantado, etc.
Además había una infinidad de pequeños señoríos, lo que le confiere al señorío valenciano su característica más notable: su fragmentación, frente a la extensión del señorío andaluz.
Los señores valencianos tenían una posición económica desahogada, pese a su fragmentación. Por debajo de estos están los sujetos que tienen categoría señorial, pero carecen de vasallos. Son els ciutadans honrats o ciutadans d’en memorial, que serán asimilados a los hidalgos castellanos en una Pragmática de Luis I, de 1724.
¿Que es el señorío, y que significa ser señor en el Reino de Valencia?.
En el señorío pueden distinguirse dos elementos, únicamente a efectos analíticos, pues se trata de una unidad indivisible. El elemento jurisdiccional y el elemento territorial.
Cuando se debate la disolución del señorío con motivo del Decreto de 6 de Agosto de 1811, se habla de "señoríos territoriales" y "señoríos jurisdiccionales", como si fueran distintos. Es una distinción que obedece al interés de plasmar una solución al problema del señorío distinta a la arbitrada por la Revolución Francesa, (abolición completa del mismo). Aquí se plantea esa ficción, y de resultas de ella, el señorío jurisdiccional será abolido, y el señorío territorial, reconvertido en derecho simple de propiedad, permanecerá, aunque sometido a sucesivos embates jurídicos y al juego de las fuerzas del mercado. Aparisi y el resto de diputados valencianos en Cádiz, se opusieron a esa ficción.
En la exposición que sigue, Ardit se refiere al "elemento jurisdiccional" y al "elemento territorial" del señorío, no a "señoríos jurisdiccionales" y "señoríos territoriales".
En todo caso, lo esencial es que el señorío surge de la unión de ambos elementos.
El elemento jurisdiccional del señorío tenía un componente político, le otorga al señor la facultad de juzgar y gobernar, así como percibir ciertos derechos económicos inherentes a la jurisdicción.
El señor jurisdiccional es juez, gobernante y perceptor de recursos económicos en cuanto que juez y gobernante. Seguidamente se comentan estos tres elementos de la jurisdicción.
1. La potestad de juzgar.
No todos los señores tenían la misma jurisdicción. Se podía tener:
A) La jurisdicción civil, el derecho a juzgar causas civiles, no criminales. Esta era una situación que proviene de la primera conquista: Jaime I otorgaba esta jurisdicción. Tiene un carácter medieval, y no existía como tal en la E. Moderna, donde sólo hallamos las dos siguientes.
B) La baja jurisdicción civil y criminal. Es igual a la siguiente, excepto la facultad de imponer mutilaciones y penas de muerte.
C) La alta jurisdicción civil y criminal, "mero y mixto imperio", consiste en una jurisdicción civil y criminal casi completa, pudiendo imponer mutilaciones y penas de muerte.
La baja jurisdicción se difundió mucho porque Alfonso IV el Benigno, por un privilegio de 1392, luego convertido en Fuero, estableció unas condiciones para su concesión que facilitaron su extensión. También se llamó Jurisdicción Alfonsina.
Las condiciones exigidas para que el rey concediera la jurisdicción alfonsina eran fáciles de reunir: cualquiera que tuviese un territorio y estableciera en el a 15 vecinos cristianos, o a 3 moros, si se trataba de tierras de realengo, o a 7 moros si se trataba de tierras de señorío.
El fuero que facultaba la jurisdicción alfonsina no se abolió con los decretos de Nueva Planta. Siguió en el XVIII y llegó al XIX. Será el elemento que fundamente en buena medida el señorío valenciano.
Además de pequeños señores, había multitud de pequeñísimos señoríos alfonsinos, muchos de estos creados en el s. XVIII. Por ejemplo, Venta de Emperador es el nombre de un señorío alfonsino creado por un comerciante de apellido Emperador.
La alta nobleza tenía el mero y mixto imperio, la alta jurisdicción civil y criminal. Poder condenar a muerte marcaba una gran diferencia en el grupo señorial. Exhibían la horca de su "alta justicia", un símbolo de poder total. Aunque cada vez lo fue menos, por la progresiva atribución de delitos a la justicia real.
Ya en la E. Media había unos pocos delitos que eran competencia exclusiva de la jurisdicción real. En el XVI los señores -y la jurisdicción real- pedieron jurisdicción a manos del Tribunal de la Inquisición, y por otro lado, se ampliaron los delitos sometidos a la jurisdicción real. Todo ello menguó la jurisdicción señorial.
La jurisdicción alfonsina tenía como tribunal de apelación, el que existía en el realengo. En el caso del mero y mixto imperio, el tribunal señorial lo era a la vez en última instancia, No había un tribunal superior. Eran jurisdicciones separadas.
La alta jurisdicción civil y criminal se atribuyó a los señores por concesión real o venta, en la E. Media. Las ventas de aquella se generalizaron en los siglos XIV y XV. En el XVI menos. Y con Felipe II se estableció que en casos de "opresión manifiesta" en su ejercicio, se pudiera apelar a un tribunal superior (real).
Los señores nombraban a los tribunales de su señorío. No juzgaban ellos, y desde el XVII nombran a gentes con formación jurídica. Para el ejercicio de la jurisdicción señorial había una organización judicial, con jueces, escribanos, alguaciles, etc.
Los jueces juzgaban en conciencia, y los tribunales tenían su estilo o normas consuetudinarias particulares, que observaban para emitir sentencia. Así, podía perderse un caso en una sala o tribunal y se ganaba en otra.
En el XVI cada vez hay más apelaciones a la Real Audiencia de Valencia: los señores van perdiendo poder jurisdiccional. A principios del XVIII, una Pragmática de Felipe V les quita la facultad de imponer pena de muerte. En suma, se aprecia una pérdida de jurisdicción a lo largo de la E. Moderna.
2. La potestad de gobernar.
El señor nombraba los órganos de gobierno de su señorío, el Ayuntamiento saliente presentaba ternas para la elección de la juraduría, eligiéndose por insaculación y nombrándolos el señor. Además, el señor tenía su representante en el señorío: nombraba un "batle", como su virrey, que presidía el tribunal señorial. Es decir, tenía funciones de juez, administrador y gobernador.
Este personaje en el XVI se le llamó batle, en el XVII batle y gobernador, y en el XVIII gobernador.
3. La potestad de percibir derechos económicos inherentes a la jurisdicción.
Había una lista grande de derechos, destacando sobre todo dos:
· El Diezmo y Tercio Diezmo, o un tercio del diezmo (agrícola, ganadero o piscícola). Se trata de un impuesto o derecho propio del rey, otorgado por el papa a Jaime I para financiar la reconquista, que se vendía conjuntamente con el señorío.
· Los Monopolios o Regalías, en francés llamadas "banalites", también facultades reales enajenadas, consistentes en el monopolio de establecimiento de ciertas industrias, servicios o infraestructuras, muy variadas :
- Establecimiento de aduanas: el señorío era como un estado (se llaman así, los estados señoriales). Aunque no eran muy frecuentes, Elche y otros lugares si las tuvieron.
- Derechos de puertas en los núcleos amurallados.
- Sisas: una forma de impuesto en la que al aplicarse no aumentaba el precio, sino que disminuía la cantidad.
- Derechos sobre la circulación de personas y/o bienes: pontazgos, peajes viarios, barcajes.
- Derechos de pastos a los ganaderos y otros por la utilización del bosque o tierras yermas, a madereros, carboneros, apicultores, etc.
- Derechos por el uso de servicios o actividades, como la tienda (donde se suministraban los bienes que importaba la localidad, o "ultramarinos"), hostales, tabernas, hornos y panaderías (= tahonas = flecas, en valenciano).
- Derechos por el uso de artefactos agrarios como los molinos (esenciales en una economía cerealista, en general hidráulicos, empleados para moler grano, yeso, o mover batanes textiles), las almazaras, las prensas de vino y lagares, etc. Los molinos y otros artefactos agrícolas exigían una elevada inversión
Normalmente el señor arrendaba el cobro de sus derechos por diezmos y monopolios. El grupo de rentas derivadas de los monopolios o regalías eran las más importantes del elemento jurisdiccional. Juzgar y gobernar también daba dinero (multas, etc.), pero tenían una costosa administración, autofinanciándose raramente.
El elemento territorial del señorío estaba en el PV indisolublemente unido al elemento jurisdiccional (a diferencia de Castilla, donde se dan por separado, de ahí los señoríos solariegos, o solo territoriales). Aquí, quien tiene jurisdicción tiene territorio (en la jurisdicción alfonsina, al revés). El elemento territorial produce una fuente de rentas importante para el señorío (la proporción entre estas y las jurisdiccionales variaba en unos casos y otros, ver P. Ruiz).
En el PV no había reservas o tierras de explotación propia del señor, sino a nivel testimonial (la huerta del señor), además en todo caso del castillo o casa. En suma, sus propiedades plenas eran escasas. TODO lo demás lo cedía a sus vasallos mediante una fórmula distinta al arrendamiento o la aparcería (contratos no atractivos para un repoblador), y mas estable que estas, como era la enfiteusis. Este es el nombre que recibe en España una institución básica de la relación feudal, que también aparece en otros países. En Inglaterra se llama copyhold, etc.
La enfiteusis es una relación contractual tácita o expresa que comprende un derecho de propiedad o derecho real, que no es completo, sino subsidiario, cuyo ejercicio tiene que reconocer otro derecho de propiedad superior, el del señor.
El derecho de propiedad que tiene el señor se llama dominio directo. Y el derecho de propiedad que tiene el vasallo se llama dominio útil. Ambos juntos son el derecho de propiedad plena.
La enfiteusis se basa en la diferenciación de dominios, ambos son derechos de propiedad sobre una misma cosa, aunque no es una copropiedad. Es como si el concepto de propiedad se pudiera dividir en dos elementos, de forma que cuando coinciden es la propiedad plena o alodio. El que reunía las dos era propietario pleno o alodial del bien.
Ambas propiedades pueden estar en manos de personas diferentes, es el caso de los señoríos. El señor tenía el dominio directo, y el vasallo el dominio útil. Ambos dominios facultaban a sus detentadores a ciertos derechos y en el caso del vasallo, a ciertas obligaciones.
El dominio útil era un derecho de propiedad sometido a la preeminencia del dominio directo del señor. Pero facultaba a realizar la mayor parte de los actos que podía hacer un propietario: trasmitir el dominio útil entre vivos y mortis causa mediante ventas, donaciones, permutas, herencias, etc. Esto hace que se considerase propietario completo, aunque no lo era.
En el PV todas las enfiteusis eran perpetuas. No tenían límite temporal. En otras zonas de España si tenía límite temporal: el foro gallego se limitaba a tres vidas, la rabassa morta catalana, a la vida de la cepa, etc. Aquí se trasmitía entre generaciones con la herencia y solo podía rescindirse por falta grave del amo útil (abandono de la tierra, etc.).
Por su parte el dominio directo facultaba al señor a exigir al amo útil ciertas prestaciones:
· Pagos anuales en metálico, llamados censos.
· Pagos en frutos o especies, fijos (un cierto número de cahices, etc.), o lo que era más corriente, proporcionales, llamados en el PV, particiones de frutos. Esta era la fórmula más extendida e importante. Esta fórmula permitía su actualización automática. Era beneficiosa para ambas partes.
· El Luismo o Laudemio o Lluisme, que era una cantidad a pagar al señor por cada transmisión ínter vivos del dominio útil (por donación, compraventa, etc.).
· El Derecho de Fadiga, o tanteo (que deshace la venta antes de hacerla, por lo que es diferente del retracto, que deshace la venta después de hecha esta), una derecho de prelación o preferencia que tenía el señor en caso de compraventa del dominio útil. El enfiteuta debía de comunicarle con antelación la venta, para que aquel la autorizara, y en ese momento ejercía en su caso este derecho.
· El Derecho de Comisio, por el que el señor podía quitar (en teoría) el derecho útil al vasallo, si no cumplía sus obligaciones, como por ejemplo pedir permiso para las trasmisiones ínter vivos. En caso de conflicto, señor y vasallos podían acordar una “concordia” y revisar notarialmente la relación entre ambos.
En la enfiteusis, el vasallo debía declarar al señor todas sus propiedades y derechos, que se recogían en un documento notarial llamado capbreu, con lo que había una fórmula para ir recogiendo los cambios de propiedad del dominio útil, las trasmisiones, la extensión de los cultivos, etc. Se trataba de un acto formal por el los vasallos acudían ante un tribunal y “confesaban” sus propiedades. Son unos documentos muy interesantes como “catastros” de la propiedad.
El Decreto de 1812 abolía el elemento jurisdiccional del señorío, pero el elemento territorial se transforma en derecho de propiedad. Los dos amos reclamarán como suya la propiedad. La aplicación del Decreto al PV se tradujo en la continuidad de la relación enfitéutica con frustración de los deseos de la masa enfitéutica, y numerosos pleitos.
En la “predesamortización” que se lleva a cabo en tiempos de Carlos IV (según ha estudiado Joaquín Azagra), se introduce un mecanismo, la redención de censos enfitéuticos, parecida a la amortización del censal (ambos son generadores de rentas periódicas) que permitía liberarse de la obligación, pagando a los señores un capital y convirtiéndose en propietarios alodiales o plenos. Este mecanismo se empleó por los pueblos, limitando el señorío valenciano. En general se conoce mejor el señorío valenciano del XVIII que su disolución en el XIX.
Una cuestión importante es que no debe confundirse rentas señoriales y nobiliarias. Los nobles podían tener rentas distintas a las de sus señoríos, procedentes de inversiones financieras o de otros negocios. La economía señorial (en algunos casos) obedecía a criterios racionales, y diversificaba sus fuentes de renta y sus riesgos.
Jorge Catalá ha estudiado los patrimonios y rentas de la nobleza valenciana en el siglo XVIII. Un ejemplo es el de los Condes de Parcent, dueños del Condado de Parcent, de señoríos alfonsinos de Setla y Miraflor, Benisa, etc. El dinero que obtenían de aquellas zonas lo invertían en comprar tierras en la huerta de valencia, en propiedad alodial, que arrendaban a campesinos obteniendo a su vez rentas arrendaticias. También compraban casas para alquilarlas y concedían censales.
Su economía no se basaba sólo en los derechos señoriales (jurisdiccionales o territoriales). Eran reacios a invertir en el comercio y la industria (a diferencia de la nobleza inglesa), pero no a sacar provecho económico de sus rentas. Incluso un señor podía a un tiempo, ser tal en su señorío y vasallo en otro, adquiriendo un dominio útil que luego a su vez arrendaba: el Conde de Parcent era vasallo en Albalat dels Sorells, una tierra más rica que la de su señorío de origen.
En este sentido, la composición interna de las rentas nobiliarias fue muy variable.
La economía nobiliaria era muy compleja. En Inglaterra, Bélgica y Francia, la nobleza tendió a transformar las enfiteusis indefinidas en arrendamientos con plazos pequeños, para incrementar las rentas. Aquí, las posibilidades jurídicas para eso eran distintas, y tampoco ayudaba la mentalidad aristocrática.
Tras la reconquista hubo que poner enfiteutas perpetuos, de modo que tirarlos, muchos años más tarde, sólo era posible por la comisio (en caso de incumplimiento), o por la fadiga. Solo con estas vías se podía, poco a poco, convertir a los enfiteutas en arrendatarios. Pero no se conoce ningún caso de fadiga. No eran corrientes.
El motivo era que exigían una inversión importante, que no podían hacer sistemáticamente. También, que los señores tenían una mentalidad de vivir de rentas, no de tipo mercantil, y una propensión al gasto suntuario y a vivir por encima de sus posibilidades, en continua penuria, siempre empobrecidos. Esta propensión está bien documentada en el XV y XVI, donde se producen quiebras y ruinas nobiliarias muy sonadas. En el XVII y XVIII está menos documentada.
La economía nobiliaria, era en parte débil, por esas circunstancias, pero la nobleza era el fundamento del orden político del AR. Por eso, la nobleza se blindó con una serie de instituciones que la protegían, como sector fundamental de la sociedad.
De estas instituciones, la más importante era el Vínculo, apenas estudiada. Algunos autores piensan que era una adaptación valenciana del mayorazgo castellano. Este aparece a principios del XVI en las Cortes de Toro (1505?). Como los vínculos comienzan a abundar desde entonces (aunque se conocen algunos anteriores), se supone que es una traslación de aquel.
El vínculo era una institución por la que un conjunto de bienes se vinculan a una línea sucesoria, generalmente de primogenitura masculina (aunque no necesariamente). No se podían enajenar, trasmitiéndose íntegros al hijo mayor superviviente. En suma, no se podían vender.
Entre vínculo y mayorazgo había algunas diferencias pequeñas. Desvincular el mayorazgo requería la autorización real, algo lenta y complejo. En el caso del vínculo valenciano, bastaba una sentencia de la Real Audiencia.
El vínculo solucionaba problemas (preservaba la clase nobiliaria), pero creaba otros: que le llega al resto de los hijos? Los nobles adoptaban una cierta estrategia sucesoria, para resolver ese problema, que comprendía:
· Reservar un grupo de bienes, no vinculados, para repartirlos con el resto: les daban la legítima sucesoria.
· Colocaban a los otros hijos en empleos civiles o militares, o en la carrera eclesiástica, OORR o clero secular. Respecto a estos últimos, las casas nobiliarias empleaban otra institución, el Beneficio Eclesiástico, por el que se asignaban un conjunto de bienes, al instituir el bº, cuya renta se atribuían al disfrute del beneficiado o benifet, un cura de una parroquia determinada. Era una forma de vincular ciertos bienes a alguien determinado: el que instituía el beneficio nombraba al beneficiado, que resultaba ser el hijo del señor.
· Se casaba a las hijas con hijos de la nobleza, del mismo rango, para mantener la categoría de la familia. Las dotes se convertían en un problema económico de primer orden, pues se endeudaban a tal efecto, de forma que una boda podía llegar a arruinarles.
Otra institución protectora de la nobleza era el Patronazgo Real. El rey no permitía que una casa nobiliaria se hundiese, acudiendo en su ayuda mediante el patronazgo. Bajo esta fórmula, secuestraba el señorío. Lo ponía bajo administración regia y otorgaba al señor una pensión de alimentos (que le permitía vivir con arreglo a su condición). A fines del XVI varias casas valencianas tenían secuestrados sus señoríos (por ejemplo los Borja en 1604). Esto revela la propensión antes citada, o en otros términos, la tendencia nobiliaria a arruinarse.
Se ha argumentado que la expulsión de los moriscos fue una operación que, entre otros motivos, quizá respondiese a la conveniencia nobiliaria de reestructurar sus rentas y rehacer sus relaciones señoriales: más que una causa de su ruina, una oportunidad para salir de ella. Al menos protestaron poco por la expulsión.
De todos modos, como se ha indicado, en el XVII y XVIII no hubo tantas situaciones críticas de la nobleza como en el XV y XVI. No se sabe si por razones estructurales o coyunturales. Pero es un fenómeno que continuó más tarde: Los Duques de Osuna se declaran en quiebra a fines del XIX, donando al estado su archivo, lo que ha permitido conocer bien sus señoríos.
Enlazando con el comienzo del tema, sobre si tenían razón o no los que en los años 70 plantean que la opresión del señorío valenciano explica la no industrialización, cabe decir que no hay una respuesta general, sino una casuística. Para establecer esa opresión hay que estudiar la estructura de las particiones y de otras rentas señoriales.
Hay que tener en cuenta que no toda la renta era enfitéutica. También había tierra alodial del vasallo. El Elche y Gandia se ha comprobado que estos también tenían propiedades plenas. En otros señoríos, sin embargo, toda la tierra estaba en enfiteusis, y tenían un régimen más duro que aquellos casos.
En suma, hay una casuística, ante la que puede establecerse una tipología de casos, estableciendo 3 tipos de situaciones o señoríos:
A) Señoríos puramente (o preponderantemente) jurisdiccionales. Eran muy pocos, en general de OOMM, o casos de realengos enajenados tarde, como Liria, Cullera, etc. Se trata de señoríos que carecen de elemento territorial y enfiteusis, o en los que esta apenas si tiene importancia.
B) Señoríos con elemento jurisdiccional y territorial, pero donde no se pagan censos ni particiones, porque solo existe dominio directo. Es el caso del señorío de la Orden de Montesa: sus rentas provienen del diezmo (no el tercio-diezmo, al tratarse de una Orden Militar-Religiosa), más monopolios.
C) El señorío clásico, en el que coexisten ele elemento jurisdiccional y señorial, en los que se pagan tercio-diezmo y particiones. En este grupo, las subcategorías se determinan según la cuantía de estos, y según la proporción de tierra en enfiteusis.
Se puede establecer el principio de que los señoríos de población cristiana vieja eran señoríos en los que o no existía tierra en enfiteusis, o era muy pequeña, con bastante presencia de tierra alodial.
Los señoríos más duros eran los que tenían población morisca.
En cuanto a la situación intermedia, los que tenían población mixta (morisca y cristiana) mostrarán diferencias en su seno según la proporción de ambas. Un ejemplo es el caso de Carlet: los cristianos no pagaban censos ni articiones, solo monopolios, y los moriscos, que están en enfiteusis, si pagan también aquellas rentas.
En la medida en que después de la expulsión (1609) se mantuvo el régimen señorial, los que antes eran de población morisca tendrán condiciones más duras, y los que nunca la tuvieron, tendrán condiciones más benignas.
Pero no parece existir una correlación entre dureza señorial y desarrollo económico, cuando se desciende al estudio de casos concretos. El Marquesado de Llombay, de antigua población morisca y en el que se mantuvo un régimen señorial duro, no supuso un freno al desarrollo económico, no lo impidió. Esto refuta las tesis de M. García Bonafé. ¿Por que? Las razones son varias:
1) Las condiciones señoriales no son un dato estable, están sujetas a cambios. Así, las Cartas de Población que se establecen tras la expulsión, entre 1611 y 1640, no son el fin de un proceso, sino el arranque.
2) La resistencia de los vasallos ante el señor, debe tenerse en cuenta, ya fuera en forma de revuelta, oposición legal, etc.
3) Pero la razón más efectiva de la incidencia relativa del señorío, en cuanto a detracción de rentas, era un importante fraude y ocultación, facilitado por la mala gestión señorial, basado en la actuación de un batle que frecuentemente, a su vez, arrendaba las rentas. Es frecuente el ocultamiento de cosechas o la no declaración de ventas del dominio útil. Así, mientras los procesos judiciales y denuncias señoriales aumentan, las rentas decrecen. El fraude es cada vez mayor, y esto provocó un descenso absoluto de la renta señorial, tanto nominal como real, sobre todo en el XVIII:
Aunque es difícil establecer un índice de precios en la E. Moderna, se utiliza como deflactor el precio del trigo (Hamilton y otros). La renta en el XVIII cae en términos deflactados. Si el siglo se caracteriza por el crecimiento económico, la razón no puede ser otra que el fraude creciente.
En resumen, si el régimen señorial fue alguna vez un impedimento al desarrollo económico, no fue muy importante.
Tema 4.-
Bandolers, corsaris i moriscs
Para este tema Ardit sigue el texto homónimo de Sebastia García Martínez, y para los moriscos, lo que el escribió en la Hª del Pueblo Valenciano publicado por Levante.
Los bandoleros
¿Que significa ser bandolero en el siglo XVI y XVII?
En Cataluña y el PV eran famosos entonces sus bandoleros. En Cataluña destacó, entre otros, Joan Sala, alias Serrallonga, un famoso bandolero del XVII, que muere en 1634. Su hijo, cura, al morir aquel, expresa admiración por su padre: no es socialmente un proscrito, sino un hombre de armas.
Los bandoleros no significaban entonces lo que ahora. Eran hombres de bando o facción feudal. No tenían una connotación negativa porque no se había asentado sólidamente el monopolio estatal de la violencia.
En el siglo XVI la violencia privada era legítima. Un poderoso, sea señor feudal o no, acuadrillaba a gentes para defender sus intereses, incluso matando si era preciso. El estado moderno intentará erradicar esta situación para monopolizar la violencia.
En Valencia, la situación es similar hasta 1626. En las Cortes convocadas ese año, en Monzón, por el Conde Duque de Olivares, con motivo de la "Unión de Armas", el rey aprueba unos Fueros (nº 28, 96 y 102), a propuesta de los 3 brazos para que los delitos de homicidio y heridas fuesen perseguidos de oficio y no a instancia de parte. Hasta entonces no eran un asunto público, sino privado. Incluso el fiscal podía dejar de perseguirlos a instancia de parte, si el acusador perdonaba al homicida.
Las bandas eran utilizadas como ejércitos privados, aunque, junto a esa función, provocaban también la inseguridad y muerte en los caminos. La rivalidad entre bandas nobiliarias es frecuente en esta época de asentamiento del estado moderno. Cataluña y Valencia, territorios marginales en la monarquía hispánica, donde se ejerce menos el poder centralizado, es donde es mayor el bandolerismo.
Las familias se encuadran en redes solidarias y de alianzas llamadas bandositats. Hay peleas entre facciones nobiliarias. En la Valencia del XV son famosas las luchas entre los Soler y los Centelles.
En el XVI continúan estas luchas. Las rivalidades afectaban a estas redes. La pugna entre los Pardo de la Casta y los Figuerola se amplía cuando otras familias se alían con los contendientes, ramificándose el conflicto, que acaba dividiendo la ciudad. A los primeros se unirán los Centelles, y a los segundos los Borja y los Tallada, etc. Es tal la violencia, que el virrey decreta una tregua de 6 meses.
En 1554 los Borja intentan matar a dos miembros de la familia Pardo de la Casta en Segorbe, y el Tribunal del Ducado de Segorbe los condena a muerte, implicándose así en el conflicto. Un miembro de la familia ducal es asesinado....enredándose más el conflicto... El virrey expulsó de la ciudad a los Pardo de la Casta y los Centelles, aunque las luchas continuarán...
En las luchas se involucran los personajes más importantes de la sociedad valenciana, Pere Lluis Galcerá de Borja es Maestre de la Orden de Montesa y jefe del clan. Gaspar Centelles, noble valenciano, luterano, es muerto en la hoguera por la Inquisición, que es usada en las luchas entre bandosidades...En suma, la Valencia del XVI se ve asolada por las luchas faccionales, es como el Chicago de los enfrentamientos mafiosos. La justicia privada era usual.
La piratería.
Las rivalidades nobiliarias son uno de los problemas de orden público que arrostraban los virreyes. Otro de los problemas era el de la piratería. Esta se ejerce en el XVI por navíos norteafricanos, de varios principados del Magreb, aliados del imperio turco en el Mediterráneo Occidental.
Las actividades piráticas eran un modo de vida de estas gentes, y al mismo tiempo un modo de desgaste de la potencia enemiga del imperio otomano: el español.
Eran ataques muy frecuentes, y a veces de efectos devastadores: Ardit enumera bastantes de la 1ª mitad del XVI, y eso que probablemente no se conocen todos. Estuvieron dirigidos por piratas famosos como Barbarroja, Salah Rais o Dragut.
El RV disponía de un sistema de defensa muy ineficaz a comienzos del siglo, mejorando a lo largo del XVI, especialmente en su 2ª mitad. Estaba formado por torres costeras, servidas por soldados que encendían fuego al avistar a "moros en la costa", y por pequeños destacamentos que tenían que costear los propios pueblos costeros, normalmente sin recursos.
En la 1ª mitad del siglo se construyen nuevas torres y en la 2ª se hace un esfuerzo mayor: más torres de vigía y construcción de fortificaciones en las montañas de Bernia, servidos por un ejercito permanente : allí, en 1562 se levantan por un arquitecto militar italiano al servicio de Felipe II, Gian Baptista Antonelli.
La mejora del sistema defensivo no supuso una disminución de los ataques, pero si de sus efectos devastadores.
Asimismo, junto al esfuerzo defensivo-arquitectónico hubo un esfuerzo ofensivo, atacándose a las costas norteafricanas. En 1560, el Duque de Medinaceli (virrey de Sicilia) intentó atacar la base del pirata Dragut en la isla de Djerba.
Los ataques piráticos provocaron la destrucción de lugares y la toma de cautivos que eran luego vendidos como esclavos en Argel, al tiempo que servían como mecanismo de huida de moriscos valencianos, que a veces volvían convertidos en piratas, al ser conocedores del territorio.
En 1559, el Duque de Segorbe, virrey de Valencia, prohibió el movimiento de los moriscos, obligándoles a quedarse en el lugar de residencia: su marcha perjudicaba a los señores feudales.
Con Felipe II crece la tensión entre España y los turcos. En ese contexto, los moriscos valencianos se consideraban un peligro como potenciales aliados de los otomanos. Entonces preocupaba la posible connivencia de una revuelta morisca con ataques otomanos, aunque nunca llegó a ocurrir, y era bastante improbable, pues la armada otomana jamás se adentró hasta aquí: quedaba muy lejos de sus bases.
Felipe II decretó en 1563 el desarme de los moriscos valencianos para atajar aquel peligro. Los señores feudales se opusieron antes al desarme de aquellos, demorándolo hasta ese año: era desarmar a sus vasallos, su ejército particular. En el desarme se recogieron más de 25.000 armas, sobre todo blancas, y pocas de fuego, aunque probablemente otras se escondieron. En todo caso menos de las que se esperaban.
A medida que transcurre el siglo, estos problemas se agravan, en particular en los años 70, cuando culmina la tensión social en el RV motivada por las continúas bandosidades nobiliarias, por el nuevo "bandolerismo delictivo" y por el aumento de los ataques piráticos.
Por entonces, el embajador de Venecia, Tiepolo, escribe que el monarca, en la Corona de Aragón no tiene el poder absoluto (como en Castilla), y en estas tierras se cometen los crímenes más atroces y hay una inseguridad total, estando infestadas de bandoleros. En ellas, "el rey no puede proveer", porque sus habitantes lo tomarían como un ataque a sus fueros, y protestarían.
Esto muestra que los virreyes estaban limitados en sus acciones, ante el peligro de caer en contrafuero, aunque intentaron prohibir la posesión de ciertas armas (ballestes xiques, espadas, armas de fuego, etc.).
La revuelta morisca de Granada (1568) aumentó la sensación de peligro en el RV: podían contagiarse los moriscos valencianos, aunque no ocurrió.
A finales de los 60 y comienzos de los 70 hubo una gran tensión, aumentando la vigilancia de los moriscos valencianos. Tras la revuelta de los granadinos, abandonaron sus tierras, llegando algunos aquí.
El triunfo cristiano en Lepanto (1571) se recibió en Valencia con gran alegría, hubo 4 días de fiesta. Se consideró como un alivio, aunque la presión berberisca no disminuyó y los otomanos reconstruyeron su armada en poco tiempo. Fue la revuelta de los persas lo que reorientó a los otomanos, bajando su presión en el mediterráneo occidental -igual que la revuelta de los Países Bajos desvió la atención de Felipe II en España, respecto al Mediterráneo-, pero la batalla se mantuvo como un hito simbólico del declive otomano.
Entre 1581 y 1594 ocupa el virreinato de Valencia el Conde de Aitona. Es un plazo muy largo frente a lo usual de 3 años, al considerarlo Felipe II clave para el mantenimiento del orden en el RV.
El Conde de Aitona fue testigo de la difusión de un nuevo tipo de armas, el pedreñal o pedernales. Hasta entonces, las armas de fuego había que encenderlas con mecha y llevaba su tiempo. Con el pedernal el fulminante se encendía con una chispa producida al chascar una piedra, aumentando la velocidad de tiro. Se hizo frecuente llevar varias armas preparadas.
Las armas con pedernal provocaron un aumento de las violencias. En 1584 Felipe II promovió una pragmática prohibiendo también las armas de pedernal. Estas prohibiciones se repitieron en el XVI y XVII, por lo que no debían ser muy efectivas.
Las tres causas de inseguridad (bandosidades nobiliarias y delictivas y ataques piráticos) continuaron: en los 80 se produce el asesinato del Vizconde de Chelva por sus vasallos moriscos, en el 83 es asesinado Cristobal Folch de Cardona, Almirante de Aragón por nobles rivales, etc.
Como en el comienzo del siglo, la monarquía absoluta no podía domesticar esta parte periférica del Reino.
Aunque desde los años 80 la presión pirática acentuó su declive, se sumaron bandositats producidas entre familias plebeyas, como por ejemplo las que ocurren en la zona de la Ribera.
Entre 1594-1597 el nuevo virrey es Francisco de Sandoval y Rojas, Marqués de Denia y Conde de Lerma (futuro válido de Felipe III) y factotum de la expulsión de los moriscos.
Los Moriscos
¿Quienes eran? Los musulmanes que quedaron en el PV tras la conquista, un grupo muy numeroso (aquí no ocurre como en el Valle del Guadalquivir, donde la conquista se tradujo en la desaparición paulatina de la población musulmana). Con el tiempo, este grupo descendió algo en cifras absolutas, pero sobre todo varió en términos comparativos con los cristianos, al crecer estos. Se les conocía como mudéjar.
Los agermanados los bautizaron a la fuerza. Tras la revuelta agermanada se planteó un problema político y jurídico : eran válidos esos bautismos forzosos?. El rey convocó una junta de teólogos, concluyendo que eran válidos. Una real cédula de 1525 así lo establece. Para los contemporáneos y la historiografía posterior, la palabra morisco (amoriscat) se empleará para señalar a los conversos forzosos.
Los moriscos valencianos reaccionaron violentamente a esta conversión forzosa. Hubo levantamientos en diversas zonas: Bernia, Cortes de Pallás, la Sierra de Espadán, Benaguacil (1526), etc. La revuelta arraigó sobre todo en Espadán y fue difícil vencerlos, tras una campaña costosa y larga, protagonizada por un ejército numeroso, y tras enfrentamientos sangrientos.
Algunos moriscos huyeron al Norte de África. Los más ricos optaron por la negociación y enviaron embajadores al rey. En 1526 se llegó a un acuerdo, bastante confuso. Mediante un fuerte donativo de 40.000 ducados consiguieron que se les diera un plazo de 40 años para integrarse en la sociedad valenciana, y que la Inquisición no les persiguiese salvo en casos contados (propagación de su fe, etc.). Pero el problema morisco permaneció hasta su expulsión.
Algunos aspectos de este problema fueron los siguientes (siempre señalados en términos generales -había excepciones):
A) La geografía donde se concentran.
Se sitúa en la zona media y meridional del RV. Hasta Castellón, sólo Alcalá de Xivert tenía población morisca. Más abajo se concentran en el Alto Mijares, la Plana Alta, Espadan, Serrans, Valle de Cofrentes y la Canal de Navarrés, las dos Marinas, la Safor, en el Vinalopó y el Bajo Segura. (Una relación pormenorizada de sus enclaves en E. Lapeyre: Geografía de la España Morisca, editado por la Diputación de Valencia).
Su poblamiento se realiza en núcleos compactos rodeados por población cristiana, en general alejados de la costa (excepto en la Safor y la Marina Alta), y preferentemente en zonas montañosas. Siguen una disposición en forma de "manchas de leopardo".
No controlan ningún núcleo urbano o eje importante de comunicaciones. Incluso en las zonas de densa ocupación morisca, las ciudades son de mayoría cristiana, con funciones de control: Onda y Segorbe a los dos lados de Espadán, Liria en el Camp de Turia, Chelva en los Serranos, Ayora en el Valle de Cofrentes, etc. Es una geografía propia de un pueblo vencido, impuesta por los vencedores.
A veces se llega a extremos curiosos: Denia recibirá como término una franja de apenas 50 mts, contigua al mar, para evitar que Els Poblets (Setla, Miraflor y Mirarosa), de mayoría morisca, tengan relación directa con el Mediterráneo.
B) Su condición vasallática.
Todas las poblaciones moriscas estaban en tierras de señorío, menos Corbera. Los moriscos estaban sometidos a todas las cargas señoriales, más otras específicas, que solo soportaban ellos: prestaciones personales o serviles llamadas "sofres" o "azofras": prestaciones en trabajo al señor tales como transportar mercancías, obras para el señor, hilar, etc., que variaban mucho según localidades. En general de poco valor económico pero de gran valor simbólico, pues eran las prestaciones más netamente feudales, marcando la diferencia entre ser moro o cristiano.
Otra diferencia entre estas dos comunidades, en los lugares de señorío con población mixta, era que los cristianos tenían propiedades alodiales y sólo estaban sujetos a rentas jurisdiccionales, mientras los moriscos, además de estas, soportaban las rentas territoriales, de tipo enfitéutico.
C) Su dinamismo demográfico, y el modelo familiar.
En la época corría un tópico, crecían demográficamente más que los cristianos. Se multiplicaban más rápidamente, porque se casaban más jóvenes que los cristianos, sobre todo ellas, y no existía el celibato masculino o femenino.
En los años 70, un demógrafo británico, (Hajnal), publicó un artículo muy influyente, señalando la existencia de dos grandes modelos matrimoniales. Uno se extendería por Europa y sus colonias (salvo Sudamérica), y el otro en el resto del mundo. Este último era el modelo que seguía la población morisca, caracterizado por una baja edad nupcial, frente a la alta edad nupcial de los cristianos. Es curioso que en el XVI ya hubiera escritos en los que se diferenciaban estos dos comportamientos.
La edad matrimonial tenía importantes repercusiones demográficas, y está en relación con el modelo social y familiar. Se distinguen dos modelos familiares:
Neolocal, cuando la nueva unidad familiar se establece a nivel económico de forma independiente a la unidad anterior. Ocurre con las familias nucleares, compuestas por la pareja y sus hijos, con algún ancestro ocasional y temporalmente.
Patrilocal o Matrilocal, cuando la nueva unidad familiar no se instala independientemente, sino que se inserta en el grupo familiar amplio, a nivel económico. Es lo que ocurre con las familias extensas o complejas, compuestas por la pareja patriarcal, sus hijos y enlaces, etc.
El modelo neolocal favorece una alta edad matrimonial: es preciso acumular bastantes recursos para poder independizarse. Además, la edad matrimonial es sensible a la coyuntura, de modo que si la situación económica es mala, esto retrasará la edad nupcial, e incluso se registrarán tasas celibato más altas.
El modelo patri-matrilocal no precisan esa acumulación previa, favoreciendo tasas de nupcialidad más bajas.
En cuanto a los moriscos, Casey estudia que la edad femenina en el matrimonio era uno o dos años más baja en los moriscos que en los cristianos. Además en los moriscos era factible el matrimonio entre primos hermanos, de tipo endogámico, y por tanto más fácil que el exogámico de los cristianos, que en incluso en pueblos pequeños, observaban las restricciones de tipo religioso (hasta el 5º grado de parentesco) cuya inobservancia requería dispensa papal.
D) Su estructura social más igualitaria.
Parece que los moriscos tenían una estructura propia de una sociedad segmentaria, construida en torno a circuitos cortos, definidos por el clan. Sus relaciones económicas, hereditarias, matrimoniales, etc., se vinculaban o circunscribían a un segmento o clan.
Es un comportamiento distinto al que registraban las sociedades occidentales, más globalizadas, organizadas sin un límite y tendentes a la globalización, a la acumulación de bienes, etc.
En todo caso, las comunidades moriscas eran por lo general pobres. De entrada vivían por lo general en las zonas pobres del RV (aunque también había en la Safor, Camp de Turia y otras zonas "ricas"). Asimismo, aunque había diferencias entre ellas, con una minoría morisca rica o muy rica (por ejemplo la familia Abenamir, de Benaguacil), presentaban una apreciable homogeneidad social interna, y un acusado igualitarismo.
Hoy se conoce la estructura interna de unos 15 o 20 poblamientos moriscos, con rasgos todos ellos muy igualitarios. Una excepción sería Elche, porque era un lugar más rico y porque su minoría morisca estaba occidentalizándose más deprisa.
E) La continuidad de su identidad específica.
Los moriscos lograron mantener una identidad religiosa, cultural y étnica a lo largo del tiempo, con bastante pureza, y a diferencia de otras minorías moriscas peninsulares, como la aragonesa o la castellana, a los que se llamaba "ladinos", (de latinos) en el sentido de que habían abandonado buena parte de su religión, lengua o costumbres.
La lengua que hablaban los moriscos era llamada por los cristianos "algarabía". Era una lengua árabe, bastante degradada y arcaica, integrada en el dialecto árabe-andalusí (el mismo que empleaban los moriscos granadinos), que utilizaba toda la comunidad. Solo los hombres también hablaban el castellano/valenciano.
En general era una lengua de transmisión oral, pues eran analfabetos, excepto una minoría de clérigos, los alfaquíes, muy perseguidos por la Inquisición, que enseñaban el Corán a los niños, al tiempo que les enseñaban a leer y escribir.
La religión se conservó asimismo. Hubo muy pocas conversiones. El Corán permite que en caso de peligro se adopten prácticas religiosas distintas, aunque internamente se rechacen, es decir, se disimule. Se llama la taquiya, y estaba muy extendida.
La mayoría llevaba una doble vida, no sin dificultades, ante ciertas prescripciones (ayuno en el Ramadán, no ingerir vino, etc.). Lo que no podía disimularse era la circuncisión en los hombres, por lo que esta práctica empezó a retroceder, sobre todo en las zonas litorales del RV. La circuncisión la practicaban unos sujetos llamados "retajadores", que eran especialmente perseguidos por la Inquisición.
Los tres momentos de la vida que para los moriscos tenían una significación especial, con prácticas religiosas propias, eran el nacimiento, el matrimonio y la muerte. En ellas había celebraciones musulmanas y por tanto las practicaban dos veces (matrimonio cristiano y morisco, etc.). El rito funerario propio también se mantuvo. Los cristianos enterraban a sus muertos dentro de las iglesias o recintos inmediatos, y los moriscos en cementerios llamados "fossar de moros" emplazados en tierra virgen, fuera de las ciudades, en general con el cadáver dispuesto de costado y mirando hacia la Meca.
Otra costumbre +/- observada era la práctica de las 5 oraciones diarias. Habían desaparecido las mezquitas, aunque se mantuvieron lugares de culto clandestinos, con consentimiento de los señores, circunstancia que condujo al procesamiento inquisitorial de alguno de ellas, como Sancho de Cardona, Almirante de Aragón, al permitir aquellas en sus señoríos de Betxí y Guadalest.
En general, la evangelización fue escasa. Planteada con pocos medios y pocas ganas, parece que sus resultados fueron escasos, aunque había algunas declaraciones de conversión, sinceras.
A finales del XVI, después de siglos de esfuerzo evangelizador hay testimonios de no haberse avanzado nada en este sentido. Esto demuestra una voluntad morisca de aferrarse a sus creencias, y contrasta con lo que estaba ocurriendo por entonces en América. Allí se produce una evangelización con conversiones multitudinarias.
El dominico valenciano, San Luis Beltrán, patrón de Colombia, convirtió a miles de indios. En Llombay, donde también predicó, a ninguno. Esto era resultado de la diferencia en las creencias de la población a la que se dirigía la evangelización. En el caso de los indios unas creencias animistas, y en el caso de los musulmanes una religión potente a nivel filosófico y teológico.
Las costumbres también fueron mantenidas. Entre estas el modo en el que se degollaban las reses (señal también tenida en cuenta por la Inquisición, motivo por el que se mantuvo peor).
F) Escasa y pobre evangelización
La predicación, y lo que llevaba anejo (dotación económica de parroquias en territorio morisco), se hizo desde 1534 con pocos medios: se crearon pocas parroquias en territorio morisco y con escasos medios.
Al ser nombrado Arzobispo de Valencia Juan de Ribera, en 1569, se hace algo más, pero también poco. Los curas no residían en sus parroquias, y además no evangelizaban en árabe, por lo que es explicable su fracaso.
En los años 60, Martín de Ayala, otro Arzobispo valenciano editó un texto bilingüe, pero al no conocer la lengua árabe los sacerdotes, no servía de nada. Los jesuitas parece que estaban más preocupados por el tema de la lengua, pero no hubo avances. Estos intentos de predicar en la lengua que conocía la comunidad morisca terminaron con la llegada de Juan de Ribera, cuyo patriarcado fue muy largo, rebasando la fecha de expulsión, 1609, más de 40 años.
Tanto el como Felipe II se oponían a esa aproximación lingüística. Ambos se opusieron a la creación de una cátedra de árabe en la Universidad, para enseñar al clero, porque suponía reconocerlo como una lengua de cultura, aunque así cían en la contradicción de no poner los medios para la conversión de los moriscos.
Es probable que en los años 70, ambos hubieran asumido que la única forma de resolver el problema morisco, era la expulsión, y que no valía la pena aquella iniciativa docente.
Desde 1525 a 1609 los moriscos están en una situación ambigua, sobre todo durante la moratoria de 40 años: no podían ser moros, pero no se les reconocía como cristianos. En ese contexto, la Inquisición actuó sobre ellos, especialmente al concluir la moratoria en 1566. Sus juicios aportan mucha información.
Debe tenerse en cuenta que este tribunal se autofinanciaba confiscando los bienes de sus víctimas. Mientras quedaban judíos, se financió a costa de perseguirlos, y al terminar con estos, a costa de los moriscos, especialmente los más pudientes...
Antes de 1566 debió haber poca persecución, pero desde entonces hasta 1609 (incluso después sobre los pocos que quedaron), fue intensa. Sabemos que sustanció 3.661 procesos contra moriscos valencianos. Solo se han conservado el 10% de estos procesos, pero se conocen todos a partir de una "Relación de Causas", o pequeño resumen de cada proceso. En esa cifra, en relación a todo el RV, faltan los del Obispado de Orihuela, y sobran los de Albarracín, pero el total corregido debió ser similar.
En general, la Inquisición no fue muy dura con los moriscos. Actuaba a instancia de tres denuncias. Estas eran factibles en localidades mixtas o cristianas, pero no en las zonas de mayoría morisca. Las razones eran "bastante tontas" (ser carnicero y matar a la morisca, ser retajador, etc.). Imponía penas según la gravedad del delito. Si era leve, multas, etc. Si era más grave, penas de galeras o la muerte.
Sólo se dictaron 100 condenas de muerte, y de estas, solo 38 con la muerte física del reo. En el resto, se les "quemaba en esfinge".
Tema 5.-
La expulsió dels moriscs i les seues consecuencies.
La expulsión
Es probable que la expulsión ya se hubiera decidido, como única solución, en los años 70. Si no fue entonces, si poco después.
En 1580 Felipe II es nombrado rey de Portugal. En 1582 viaja a Lisboa y se celebra allí una reunión del Consejo de Estado, en la que se discute el problema morisco y se decide su expulsión: pero no se puso en práctica: el rey no promulgó Pragmática alguna ordenándola.
De todos modos, entre 1582 y 1609 pasan 27 años en los que va tomando forma la idea de una "solución definitiva" para esta minoría étnica y religiosa no asimilable. En esos años se plantean diversas "soluciones" a cual más bestia: desterrarlos a Terranova y castrarlos, embarcarlos y luego barrenar los navíos, etc. Pero había problemas más urgentes (revueltas en los Países Bajos, etc.) que demoran esas soluciones.
Con Felipe III el problema sigue abierto, y reaparece en el Consejo de Estado en 1608. No es casual. Entonces están muy avanzadas negociaciones para una tregua de 12 años con los rebeldes: es una oportunidad para resolver problemas domésticos.
Un personaje clave en la precipitación de la expulsión es un noble con señoríos en Castilla y el RV, Francisco de Sandoval y Rojas, Conde (y luego Duque) de Lerma y Marqués de Denia, por tanto señor de moriscos. Este, como válido del rey, impulsará la expulsión.
Un tema que no está claro es porqué cambia de oponerse a ella (como perjudicado directo: perdía sus vasallos), a impulsarla, desde 1608, desde el valimiento. Probablemente entonces pesara más los intereses castellanos del valido que los que tenía como señor de Denia.
Debe tenerse en cuenta que en la monarquía hispánica "imperial", el RV era un territorio marginal. La expulsión era perjudicial para la nobleza valenciana, pero no afectaba a la castellana: esta no tenía ese problema, ya se había repoblado las tierras de los moros granadinos.
Una explicación del desenlace final se obtiene respondiendo a la pregunta de ¿a quién beneficiaba? Parece claro que a la nobleza castellana, aún a costa de sus compañeros valencianos, una nobleza primitiva y violenta, sometida a bandosidades, en el objetivo de una monarquía limpia de herejes.
La expulsión se produce además, cuando la tensión mediterránea es baja, está resuelta la expulsión de los moros granadinos, después de Lepanto, con el imperio otomano vuelto hacia sus propios problemas en oriente...
En suma, en 1609 el Consejo de Estado propone la expulsión. Al conocerse la noticia la nobleza valenciana se opuso y envió una embajada al rey para manifestárselo, compuesta por Felipe Boil y Juan Berenguer, señores de Manises y Canet.
El monarca se mostró inflexible y para resarcir a la nobleza de sus pérdidas les otorgó los bienes inmuebles de los moriscos, de forma que podrían repoblar y rehacer sus señoríos. (Parece que no fue una concesión monárquica sino que estaba en los fueros, al ser herejes los moriscos: Ardit no está seguro).
En los años 70, un historiador británico, J. Casey puso de manifiesto la ruina de muchas casas nobiliarias valencianas, en vísperas de la expulsión, entre ellas la del Ducado de Gandia. Aunque no relaciona este hecho con la expulsión, era inevitable no hacerlo así: la nobleza podía haber pensado que quizá la expulsión no estaba tan mal, pues era la ocasión de reconstruir el señorío desde cero. No se puede demostrar, pero es una hipótesis. Desde entonces, nadie ha hecho un estudio para poner a prueba esta hipótesis.
En todo caso, pudo beneficiar a algunas casas señoriales valencianas en apuro, pero no al señorío valenciano en su conjunto. En general la expulsión fue muy dañina, pero no siguieron las protestas de la nobleza.
El rey, siguiendo las recomendaciones del Consejo de Estado expidió el 4 de Agosto de 1609 el Decreto de expulsión, difundido por El Marqués de Caracena, el Virrey en una Crida o pregón. Según este, los moriscos tenían un plazo de 3 días para marcharse. Podían llevar consigo todos sus bienes muebles, incluso moneda. Como se suponía que eran los únicos que conocían los sistemas de riego, etc., se permitió que se quedara un 6% de ellos, y todos aquellos que pudieran demostrar con avales que eran auténticos cristianos. También se podían quedar niños menores de 6 años.
Luego se revocó que se pudiesen quedar el 6% y los niños se fueron con sus familias.
Técnicamente la operación se hizo bastante bien, aunque no había barcos suficientes y algunos tuvieron que esperar hasta 5 meses acampados en las playas. Se establecieron 7 puertos para la salida: Alicante, Villajoyosa, Javea, Denia, Valencia, Moncofar y Vinaroz.
En todos estos, se nombró a unos comisarios de embarque que llevaban la contabilidad de los que embarcaban. Los papeles de los comisarios han sido estudiados: la suma de todos los moriscos embarcados era 111.396 aproximadamente.
Salieron entre Septiembre de 1609 y Enero de 1610, básicamente. Es probable que la cifra esté infravalorada. Los que no podían pagarse el viaje fueron en galeras puestas por la corona, pero los que podían iban en embarcaciones privadas, y aunque se contabilizaron, es posible que algunos escapasen al recuento.
Hubo tres sublevaciones, en la Vall de Pop, sofocada con relativa rapidez; y en la Vall de Laguart y la Muela de Cortes, que costaron mucho de reprimir, en especial la última. Fueron sofocadas a finales de Noviembre. Lapeyre estima que los moriscos que se expulsaron más tarde por su sublevación fueron 1.442. En total, unos 115.000 los expulsados. Añadiendo unos 10.500 muertos en las revueltas, 2.450 niños que se quedaron y 135 esclavos salen 128.085 moriscos, redondeando unos 130.000.
Con la expulsión se cierra una etapa de la vida del PV, pasa a ser un país únicamente de cristianos. La expulsión ha sido objeto de muchos juicios morales, sobre todo por los historiadores del XIX, críticos los de posiciones progresistas y más transigentes los conservadores.
Las consecuencias
Consecuencias Demográficas
El país perdió 130.000 habitantes de forma instantánea, sobre una población que se ha calculado en unos 405.000 para 1609, lo que supone una tercera parte.
La primera consecuencia fue la repoblación.
Los que defendían la expulsión pensaron que no se tardaría en cubrir las bajas y que se recuperaría la cifra de los expulsados, pero no fue así. Fue un proceso muy lento. La única inmigración extravalenciana fue la mallorquina, y además en unas comarcas muy concretas (Marina Alta y Baja). Quitando esto, no vino casi nadie de fuera.
Torres Morera leyó todas las nuevas Cartas de Población, con la lita de pobladores. En muchas consta su origen. Documenta unos 22.000 repobladores, de ellos sólo 1.275 extravalencianos, algo menos del 6%. Ardit cree que comete un error : cuando no se dice de donde sale aquel supone que eran valencianos. Primitivo Pla, estudiando el Condado de Concentaina aconseja subir la cifra al 9%. Sea como sea, fueron muy pocos.
Ardit ha estudiado el Marquesado de Llombay y observa que la repoblación postmorisca no solo fue interna, sino que proviene de zonas próximas. Más que una repoblación fue una reestructuración del poblamiento.
Tiene una hipótesis pero es difícil de demostrar. Quizá la repoblación fue por escalones = el que se iba a un sitio morisco dejaba un espacio vacío, que era ocupado por alguien de un territorio cercano, y así sucesivamente, con lo que las tierras fronterizas si pudieron ser repobladas con gente de fuera, y el número de extravalencianos fuese mayor.
En todo caso, lo importante es que la expulsión-repoblación condujo a un cambio en el modelo de poblamiento, en la distribución de la población en el territorio: la geografía morisca se despobló y luego no se ha recuperado. Tras la expulsión desaparecieron 205 aldeas moriscas y no se repueblan.
La repoblación ocupó las mejores tierras, porque los cristianos viejos no tenían la misma percepción del nivel de vida que los moriscos, y lo que para un morisco era bueno, para un cristiano no.
En la primera mitad del XVII, entre 1610 y 1650 Ardit calcula unos 10.000 inmigrantes foráneos, lo que da una cifra anual de unos 250, que es una cifra baja. Siguiendo a J. Casey, los primeros años fueron inestables. Entre 1610 y 1630 hubo grandes movimientos de población: muchos inmigrantes no encuentran su destino definitivo y van cambiando. A partir de 1630 y hasta 1650 es una fase de asentamiento menos inestable. A partir de 1650 comienza el crecimiento de la población con aportes migratorios poco importantes.
El primer censo del XVIII, de 1712-13, es el de Campo Florido, es problemático porque recoge cifras menores a las reales, pero se ha podido corregir su información en base a registros parroquiales. De este modo, da para el PV unos 410.000 habitantes: para entonces se habría recuperado el PV de la expulsión.
Ardit piensa que esta cifra se alcanzó bastante antes. Hay muchas razones para suponer que la Guerra de Sucesión en el PV (1705-1707) fue muy cruel, con unos 60-70.000 muertos. Por tanto, calcula que hacia 1680 o 1690, 81 años después de la expulsión, se habría recuperado esta, gracias a un potencial de crecimiento muy notable, que viene corroborado por el crecimiento que tuvo lugar en el siglo XVIII, cuando la población valenciana se duplica.
Esto fue debido a los rasgos demográficos del Antiguo Régimen: la alta natalidad logra superar mortalidades elevadas, provocando un crecimiento neto. Algunos autores apuntan que aunque la inmigración extravalenciana fuera pequeña, su potencial demográfico fue mayor, porque se trató de parejas jóvenes, además de implicar un rejuvenecimiento de la pirámide poblacional.
Consecuencias Económicas
Durante mucho tiempo se ha pensado que estas consecuencias fueron muy graves, catastróficas.
En el XIX se pensaba que los moriscos eran agricultores muy calificados, conocedores de técnicas agronómicas que se llevaron con ellos al Norte de África, y que de este modo la economía valenciana sufrió una catástrofe de la que le costó mucho recuperarse.
En época más reciente, en los 70, Eugeni Ciscar dio una visión algo diferente. Para el, la sociedad valenciana del XVII estaba en una fase avanzada de desarrollo precapitalista. Por un lado, con la formación de una burguesía y de un proletariado incipientes (en ambos casos tanto entre los moriscos como entre los cristianos). Para Ciscar, la expulsión acabó con la burguesía y el proletariado morisco, y por otro lado perjudicó a la naciente burguesía cristiana debido al impago de la enorme deuda de los señores feudales, que estaba garantizada por sus vasallos moriscos. Por este motivo, ese incipiente capitalismo no llegó a fructificar en el XVII.
Esta opinión ha prevalecido mucho tiempo, pero ahora se critica (Ardit):
Por un lado se señala que no coincide con la opinión contemporánea. En el XVI no se pensaba que los moriscos fuesen un factor positivo para la economía. Para ellos el morisco era muy pobre y tenía un nivel de vida mucho menor que el cristiano (se suponía que este necesitaba el doble que el morisco para vivir). En suma se consideraba a aquellos como miserables.
Aunque estas tesis tienen un contenido racista y están llenas de prejuicios, en lo que se refiere a la agricultura tenían razón. Los moriscos practicaban el minifundio. Tenían una estructura de la propiedad muy poco diferenciada y presentan una estructura social bastante homogénea. Después de la expulsión, en las zonas repobladas, cambian estos dos elementos (propiedad y estructura social), según Adelina Bataller.
Otros estudios han puesto de manifiesto que tras la expulsión también se produce un cambio sustancial en materia de cultivos. Si con los moriscos el cultivo fundamental es el cereal (básicamente sorgo y mijo, y el trigo o la vid en una posición secundaria, por razones de cultura alimenticia) con los cristianos se registrará un aumento del trigo, la vid y sobre todo la morera. En suma se extiende una agricultura comercial.
En suma, parece todo lo contrario de lo que planteaba E. Ciscar : la expulsión no fue un freno al desarrollo del capitalismo al fomentarse la diferenciación social, la concentración de la propiedad y el aumento del tamaño de las explotaciones, o el avance de una agricultura comercial, en detrimento de la agricultura de subsistencia.
De todos modos parece que estos procesos no son el resultado de la expulsión-repoblación, sino que estaban presentes antes, y son en parte ajenos a dicha expulsión: la concentración de la propiedad, o la orientación comercial -y no subsistencial- de la producción agrícola son anteriores, y en cierta medida ajenos a la diferenciación religiosa.
Un ejemplo lo tenemos en Elche, que era un lugar de población mixta, con una pequeña morería que venía practicando una agricultura comercial, y no de subsistencia, con base en el olivo, para la producción de jabón.
Consecuencias sociales
Existe una coincidencia entre los autores del XVIII y los autores de los años 70 en la idea de que la expulsión de los moriscos y la repoblación posterior supuso un reforzamiento del régimen señorial valenciano, un endurecimiento de este.
Esto se convirtió en un tópico en el XVIII, en las posiciones de los diputados valencianos en las Cortes de Cádiz -alimentadas con los escritos de los juristas locales que actuaron en pleitos antiseñoriales- y en opiniones contemporáneas, que hablan de "refeudalización", un término acuñado por Ruggiero Romano.
Estas se basan en los trabajos de E. Ciscar. Según este las nuevas cartas de población establecieron condiciones más duras que las que había antes = el señorío posmorisco era más duro que el señorío morisco.
Esta tesis fue criticada por Mariano Peset y otros, entre ellos Ardit. Hoy en día no se sostiene. El asunto es complejo, y a veces la discusión no se ha planteado de forma clara.
¿Qué entendemos por endurecimiento del señorío? Si entendemos que las condiciones señoriales que tuvieron que aceptar los repobladores fueron más duras que las que tenían los moriscos, es falso, en líneas generales.
Pero debemos preguntarnos porqué tenían esa percepción la gente del XVII, como demostró la primera revolución antifeudal postmorisca, la 2ª Germanía de 1693, al plantear que los cristianos no tenían que pagar las cargas exigidas en las Cartas de Población, que iban contra los Fueros, etc.
La respuesta la encontramos si en lugar de comparar lo que pagaban moriscos y cristianos repobladores, comparamos lo que pagaban los cristianos antes y después de la expulsión (cristianos preexistentes y repobladores). Después de 1609 los cristianos preexistentes mantuvieron "sus" cargas, más suaves que las que soportaban los moriscos, y que las que soportaron los cristianos repobladores. Estos no estaban dispuestos a pagar como moriscos, siendo cristianos, no lo aceptaban moralmente, aunque estuviera recogido en la Carta Puebla.
Lo normal en el XVI era que los cristianos tuvieran tierras alodiales y no pagaran cargas territoriales, solo diezmos y rentas jurisdiccionales. Si tras la expulsión esos cristianos se van a repoblar, consiguen más tierras -dominio útil-, pero a costa de soportar censos y partición de frutos.
Las tierras que cultivaba un mismo sujeto (o sujetos diferentes), en un mismo pueblo, podía verse sometido a distintos niveles de cargas. Esto ocurría en los municipios de población mixta, donde se mezclaban diversas condiciones jurídicas y cargas. En suma, depende de con quien se comparen las cargas de los cristianos repobladores, no hay endurecimiento (moriscos) o si (cristianos preexistentes).
Después de la expulsión, los señores concertaron contratos o instrumentos notariales con los repobladores, Cartas de Población. En ellos, los señores hacían los establecimientos de tierras y casas a los nuevos pobladores. Si hubieran podido, las habrían arrendado, como los ingleses, (era más rentable), pero no habría acudido nadie: el arrendamiento no confiere derecho de propiedad alguna (frente a la enfiteusis), tiene plazos cortos, etc.
En suma, respecto a las tierras, no tuvieron más remedio que acudir a la enfiteusis para hacer más atractiva la repoblación: todas la repoblaciones se hicieron en enfiteusis, confiriendo un derecho real sobre el dominio útil, y percibiendo a cambio partición de frutos. Sobre las casas cobraban rentas monetarias, además del Luismo y la Fadiga.
En general, las condiciones de las Cartas de Población eran más bajas que las que habían pagado antes los moriscos. (Hay excepciones contadas a esta proporción). Con las Cartas de Población se mantienen las particiones de frutos, pero en general más bajas que antes. El Consejo de Aragón recomendó particiones no superiores a 1/3 de las cosechas, y los señores siguieron en general esta recomendación: lo usual fue entre 1/4 y 1/6 en regadío, y entre 1/8 y 1/10 en secano, frente a las particiones moriscas, de 1/3 o mayores.
Hubo excepciones: el Duque de Gandia exigía antes a los moriscos y luego a los repobladores 1/2 de la producción de la caña de azúcar. Se ha aducido el mantenimiento de estas duras condiciones (y la competencia del azúcar americano) para explicar el descenso de su producción en el XVII y su desaparición en el XVIII.
Las Cartas de Población fueron largamente discutidas. No fue un documento impuesto en la mayoría de los casos. Hubo negociación y acuerdos entre ambas partes. Además no constituyeron el final del proceso, pues se renegociaron más tarde. En Corbera se llegaron a firmar cuatro Cartas sucesivas, flexibilizando las exigencias.
Analizar el señorío postmorisco en base a ellas, como hace E. Ciscar, lleva a engaño. Había una negociación y práctica legal, contenciosos y acuerdos posteriores a aquella: concordias entre señores y vasallos que modificaban las condiciones iniciales, a veces mucho.
Un ejemplo lo tenemos en Llombay, cuya Carta Puebla es de 1611. En 1623, al no llegar repobladores a Alfarp, (un lugar del señorío de Llombay), el señor concede una rebaja. En 1630 el señor extiende esa rebaja a Catadau y Llombay: los morerales espesos pasan de 1/4 a 1/8 en la partición de frutos y la vid pasa de 1/10 a 1/15.
Como conclusión, cabe señalar que aunque en la mayoría de los casos las condiciones de los señoríos repoblados mejoraron, en algunos casos empeoraron. La opinión más atinada y sensata sobre este proceso se debe a Cavanilles, quien señaló, ya en el XVIII, y refiriéndose a la repoblación posterior a la expulsión morisca: las condiciones fueron más gravosas donde hubo más pretendientes, mejores los campos y señores menos benignos o bondadosos (una visión moral).
Es decir, unos se contentaron con particiones de 1/8, otros con 1/6 o 1/5, y alguno consiguió 1/3 o más: un proceso ajustado por la oferta y la demanda, además dinámico en el tiempo.
Consecuencias en las ciudades
La expulsión no tuvo consecuencias respecto a los abastecimientos. Con las series de precios del trigo trabajadas por Hamilton la expulsión no generó efecto alguno: no hay oscilaciones.
Si tuvo graves consecuencias sobre sectores urbanos que invirtieron en el crédito censal. Las aljamas (municipios) moriscas habían solicitado censales, en ocasiones impelidas por sus señores, endeudados y con apuros financieros. En estos casos, el señor obligaba a sus aljamas a pedir dinero a censal, garantizándolo con los bienes particulares de ese lugar. Para liberarlos luego de la obligación de pago otorgaban unos documentos notariales (Cartas d'indemnitat), en los que declaraban que la responsabilidad de la obligación de pago correspondía al señor y no a la comunidad morisca. De este modo, el señor recibía el dinero, y en teoría pagaba sus intereses.
Los censales los otorgaban sectores urbanos con ahorro. Este solo se podía movilizar de este modo. No había otra fórmula legal que el préstamo a censal. Los concedían todo el mundo: viudas, eclesiásticos, pequeña nobleza, comerciantes, profesionales, etc. Con la marcha de los moriscos se plantea el problema de quién paga los censales. En teoría el señor, por la Carta d'indemnitat, pero estaban arruinados. Este problema podía llevar a la ruina a muchos ahorradores.
Ante el impago del señor se produjeron pleitos (por ejemplo en Llombay entre 1610-1614) declarándose a los vasallos responsable civil subsidiario y condenándoles a pagar ante la insolvencia señorial. Esto fue un foco de conflictos, dirigiéndose las comunidades afectadas al rey para que arbitrara soluciones.
El rey dictó una Pragmática en 1614 en la que establecía que los responsables eran los señores, no los vasallos, y se rebajaban los intereses de los censales del 6,66% en que estaban, al 5%, lo que perjudicaba a los censalistas urbanos.
Pese a esta rebaja de la pensión, los señores siguieron sin pagar. En 1622, una 2ª Pragmática concedía una serie de moratorias para permitir ir pagando la deuda cómodamente, con resultados parecidos.
Al final el problema se fue solucionando de diversas formas. Los censalistas acreedores se organizaron y negociaron con cada señor el pago de la deuda. El caso más conocido fue el del Duque de Gandia. Le concedieron un plazo largo para pagar los intereses vencidos, al tiempo que se le otorgó una condonación parcial de la deuda, comprometiéndose el Duque, a cambio, en vender tres señoríos (Albalat de la Ribera, Chella y Turis) para atender sus obligaciones. Pero el producto de estos solo llegó al 50% de la deuda, y se convinieron nuevas rebajas....al final acabó liquidando la deuda que tenía en 1609 unos 60 años después de la expulsión.
Estos impagos y rebajas afectaron negativamente a la economía urbana. Algunos autores exageraron los efectos y hablan de ruina de las ciudades, hundimiento de los sectores burgueses, etc. No llegó a tanto, aunque si tuvieron efectos, que además se trasmitieron a otros sectores no censalistas (comercio, artesanía, etc.).
Tema 6.-
La recuperación económica de la 2ª mitad del XVII
Durante mucho tiempo se creyó que el XVII fue un siglo de crisis, culminando esta a finales del mismo, en un paralelismo entre la figura del rey, Carlos II y la del reino. En los pasados años 70 se formula una visión distinta: a partir de 1680 comienza una recuperación, sobre todo en la España litoral.
Posteriormente se ha venido retrasando el inicio de la recuperación hacia 1650. De este modo, la crisis del XVII sería corta, en el PV entre 1609/10 y 1650. Aquí, a partir de este año se produce una lenta recuperación, que se acentúa desde 1680.
En general es un periodo muy mal estudiado. Hoy aún se depende de la tesis de Sebastián García Martínez, de los años 70. Es el texto que sigue Ardit (Els Fonaments del Pais Valenciá Modern, que data de 1968). El tema de la recuperación se aborda a través de diversos indicadores.
Uno de estos son los precios del trigo. Las serie de Hamilton revelan en el PV una estabilidad en los precios con tendencia al crecimiento desde 1690 (lo que indicaría el crecimiento de la producción). Los precios castellanos muestran una dinámica muy distinta, con dientes de sierra, inducidos por la política monetaria de Felipe IV y Carlos II, con continuas devaluaciones y revaluaciones de la moneda de vellón.
En esa época el vellón (una moneda de cobre y plata) igualaba su valor facial y real. Los reyes romperán la paridad entre ambos, lo que desemboca en una pérdida de confianza en la moneda. La alteración del valor de la moneda se produjo recogiéndola y reacuñándola con otro valor o mediante su resello, con un valor superior. En todo caso, estas alteraciones llevaron a una pérdida de confianza en la misma, a su atesoramiento, y a alteraciones en los precios, confiriéndoles esa tendencia inestable.
El PV, que era un reino independiente no tocó la moneda, no alteró su liga de plata. Esto mantuvo la estabilidad de los precios, que se convierten en un indicador de la buena coyuntura económica que registró aquel en la 2ª mitad del siglo.
Otro indicador de la evolución de la producción agraria son los diezmos eclesiásticos. Los del Arzobispado de Valencia llegaban desde la línea Biar-Busot a Almenara, excepto las tierras diezmeras del Arzobispado de Segorbe (Los Serranos y el Alto Palancia). Al arrendarse con antelación el cobro del diezmo, por periodos cuatrienales en pública subasta, (en general, y en Valencia en particular) constituyen un reflejo indirecto de la producción agraria: son pujas que esconden una ganancia, y se refieren a plazos plurianuales, pero es lo que hay.
Desde 1650 los diezmos valencianos muestran un alza, lenta al principio y más acusada al final del siglo, aunque no comparable con la que se registra en el XVIII.
Otros síntomas de reactivación en la 2ª mitad del siglo, ya señalados por Sebastián García Martínez es el aumento de la actividad gremial, tanto en la creación de gremios como por el aumento de su producción. Se plantearon numerosos permisos para nuevas tecnologías y manufacturas textiles. Aunque ya se conocían en el PV, se impulsan nuevos procedimientos y variedades de tejidos, procedentes de Francia y los Países Bajos, más ligeros, combinando lana y otras fibras, en el juego entre trama y urdimbre (v/h).
Asimismo, será ilustrativo el auge de la actividad sedera. Esta industria ya era importante en el XVI, pero en la 2ª mitad de este y 1ª del XVII entró en decadencia, destinándose la mayor parte de la producción de hilaza a Toledo. En la 2ª mitad del XVII se orienta a la manufactura valenciana. El gremio sedero, los velluters, fruto de su reactivación, alcanza una categoría gremial superior, convirtiéndose en Arte Mayor de la Seda en 1686.
La actividad sedera tenía un componente agrícola o rural y otro protoindustrial o urbano. En el primero, los cultivadores de morera criaban el gusano de seda. Hervían los capullos en peroles matando a estos y con un torno hacían un primer torcido de la seda. Así obtenían un primer hilo o filasa (hilaza) que vendían en forma de madeja. El gremio de torcedores, en las ciudades, hacía el 2º torcido, el hilo definitivo, empleado en la manufactura textil por los tejedores, els velluters. El PV exportaba seda acabada o la hilaza enmadejada. Se destina en principio a Toledo, y luego en mayor medida a Valencia, Játiva. Orihuela, Gandia y otras ciudades valencianas.
También el comercio muestra síntomas de reactivación, tanto el terrestre, que se basa en importaciones de trigo y exportación de manufacturas sederas y seda en rama o en la 1ª fase de hilado, como el marítimo.
En este sentido, hubo un intento frustrado de Aragón de tener en Vinaroz un puerto franco, sin conseguirlo, lo que indicaría el auge general de la actividad económica.
Hay un aumento de la actividad portuaria, sobre todo en el puerto de Alicante, que era mejor que el de Valencia. En esta ciudad, el "puerto" consistía en un "pont de fusta", en la playa abierta, donde llegaban los barcos pequeños con los que se descargaba la carga de los mayores, fondeados sin protección alguna. Además el de Alicante estaba cerca de la desembocadura del Vinalopó, puerta de entrada a Castilla. Alicante se convertirá en el "puerto castellano" del mediterráneo, al beneficiarse de una comunicación terrestre con el centro de la PI más fácil que con Valencia. Hubo importantes colonias de comerciantes extranjeros en la ciudad de Alicante.
Para compensar sus deficientes instalaciones portuarias, Valencia consiguió en 1679 la categoría de puerto franco, que suponía una reducción de los derechos de entrada.
Otro síntoma de la reactivación comercial es que datan de esta época los primeros proyectos de construcción de un puerto de piedra en Valencia (obra que se realizará sin embargo en el XIX). El proyecto, de Tomas Guelda, (con dibujos de Crisóstomo Martínez, uno de los mejores anatomistas europeos) incluía la construcción de un canal navegable por el Turia hasta la Ciudadela de Valencia. Todos los proyectos de puerto de la ciudad incluían ese canal. Por eso al construirse la Aduana en el XVIII se instala en la Glorieta: seguía pensándose en un puerto con canal. El proyecto es de 1676 y en 1686 comienzan las obras. Estas tuvieron muchas dificultades, por los aterramientos del Turia. El problema es que se empezó por el dique Norte y no por el Sur (como en el XIX), para proteger las obras. En 1698 se ordenó destruir lo construido y volver al Pont de Fusta.
También cabe considerar como síntoma (aunque con matizaciones) el descenso del bandolerismo a partir de 1680. No es un indicador económico, pero hace unos 30 años se pensaba que guardaba relación, siguiendo la interpretación típica de F. Brodel: el bandolerismo era una respuesta social a la miseria. Hoy en día, sin negar que esta fuera un factor de aquel, se piensa más que es el producto de una sociedad con poderes subalternos que ejercían la justicia por su cuenta, utilizando a estas bandas armadas para ejecutarla.
Hasta los años 80 del setecientos el bandolerismo valenciano siguió igual de vivo que en el XVI. Los pregones de los virreyes, las pragmáticas de la corona no lo atajaron. Era a veces un bandolerismo en gran escala, con grupos de hasta más de 100 efectivos, que actuaban con bastante impunidad debido a varios factores.
La dispersión de jurisdicciones (ajusticiar a frailes bandoleros suponía la excomunión y el cargo a los virreyes), y la compartimentación del territorio (los bandoleros pasaban a Castilla o Cataluña, o venían de estas zonas sin que pudiese seguirles la ley, al ser extranjeros fuera de su tierra) favorecían esa impunidad, sobre todo en las comarcas limítrofes del interior y el norte valenciano, además montañosas: Valle de Ayora, Ports de Beseit, etc. A esto hay que unir las connivencias nobiliarias (utilización de bandas como ejércitos privados), etc.
Pero a partir de 1680 el bandolerismo valenciano empieza a descender ostensiblemente. Disminuye el nº de cuadrillas y el de sus efectivos. Además adquirirá en mayor medida manifestaciones delictivas y no de bandas al servicio de facciones. No se sabe muy bien porqué ocurre esto (sería muy fácil explicar que por el desarrollo económico). Probablemente hubo cambios en la sociedad valenciana que conocemos mal y que llevaron al debilitamiento de las facciones o a la renuncia de estas a esas bandas.
La 2ª Germania
En 1693 se produce una revuelta antinobiliaria conocida en la historiografía con este nombre, porque los que se levantaban se dieron asimismo el nombre de agermanados.
Para Ardit existe una relación entre este acontecimiento y la recuperación económica de la 2ª mitad del XVII.
En ese año, los vasallos de la Marina, la Safor, el Comtat y la Vall d'Albaida se levantaron contra las Cartas de Población fijadas por sus señores, que en gran medida procedían de la repoblación posterior a la expulsión de los moriscos. Estas Cartas eran de 1610-1612, y se pregunta porqué tardaron 80 años en sublevarse, si tan duras eran aquellas?.
Sebastián García Martínez sugiere que en un primer momento, los repobladores no tenían el grado de conciencia y organización suficiente para plantear una oposición, pacífica o violenta a sus señores. ¿Cuando y porqué aparece?
Para contestar esta pregunta, Ardit señala que en la historiografía de la Revolución Francesa, para alguno esta es resultado de la miseria, de las duras condiciones del AR. Para otros, entienden que es al contrario, resultado de la prosperidad, del auge alcanzado por la burguesía. Una tercera posición opina que es resultado de ambas: la revolución tiene dos componentes. Un componente de prosperidad (sin un desarrollo económico y cultural no habría habido conciencia de la opresión, los más parias no son los que se revuelven) y otro de miseria u opresión (reclamando su eliminación).
Ardit, corroborando la idea de SGM, piensa que si se tardó tanto era porque entonces, en la 2ª mitad del siglo, el campesinado valenciano alcanzó un estatus económico e intelectual suficiente para plantear unas reivindicaciones que en 1610 no podía formular.
En otros términos, la 2ª Germanía es hija de la prosperidad o crecimiento económico de la 2ª mitad del XVII: seria un indicador social de este fenómeno.
La 2ª Germanía sucede en 1696. Siguiendo a SGM tendría tres fases:
1ª, pacífica, de reivindicaciones jurídicas, entre Enero y Junio.
2ª, revuelta armada, entre el 9 y el 15 de Julio.
3ª, la represión posterior.
Antecedentes
Este movimiento de protesta contra las cartas de población posmoriscas, tiene antecedentes de acciones antiseñoriales en los años 70 y 80 del XVII, en la Valldigna o en el Camp de Morvedre, en los que aparece como promotor un notario de Albalat de Segart, Feliu de Vilanova.
En la época los notarios no eran licenciados, sino escribanos, en todo caso gente letrada y culta: no eran movimientos de campesinos miserables, sino que tienen un componente de prosperidad. Esto se ve de nuevo más adelante.
1ª Fase: reclamaciones pacíficas
En diversas zonas se producen movimientos de protestas contra la dureza de las prestaciones señoriales. En el Camp de Morvedre vuelve a intervenir Feliu. Pero donde se concentra la revuelta es en la Marina Alta, la Safor, el Comtat y la Vall d'Albaida (las comarcas centrales del País), en torno a un triangulo entre Denia, Gandia o Concentaina.
En esta ase no hay actos violentos, sino pacíficos. En muchos pueblos se nombran Síndicos para trasladar las peticiones populares. Enterado el Virrey Marqués de Castel Rodrigo, les invitó a que las hicieran llegar hasta el.
Los pueblos argumentaban que las prestaciones señoriales eran altas e injustas y que iban en contra de los fueros (aunque esto es producto de una visión idealizada e imaginaria de estos, pues no dicen nada al respecto), y pedían que los señores justificaran los derechos que exigían.
El Marqués remitió las quejas al Consejo de Aragón, que estaba en Madrid, y este a su vez al virrey. Ante estas idas y venidas el ambiente se caldeó. Apareció un dirigente popular, Francesc García, del Ráfol d'Almunia, que se convierte en Síndico General de la zona, y eleva un Memorial a Carlos II, que este no atendió. Diversos dirigentes comenzaron a agitar el territorio. En esa agitación previa a la rebelión, los clérigos jugaron un papel importante: de nuevo vemos a sectores cultos tras las protestas.
2ª Fase: Rebelión popular
La revuelta armada sigue a meses de intentos de solución pacífica. Empieza el 9 de Julio. Ese día, el Gobernador del Ducado de Gandia detuvo a 4 campesinos de Vilallonga que se negaron a partir la cosecha (seguramente cereal) con el señor, y este los encierra en Gandia. Entonces se produjo una concentración de labradores armados (lo que indica que debió haber una organización) en la Font d'En Carros donde eligen generales y jefes.
Nombraron general de los ejércitos "dels agermanats" a Josep Navarro. El hecho de que se llamaran ellos mismos así es otro indicador cultural, no podía haber una transmisión oral de la 1ª Germanía, 200 años antes.
Navarro era cirujano de Muro. Los cirujanos eran entonces unos barberos que curaban. No era un médico, pero tenía conocimientos, pasaba un examen ante el Colegio de Cirujanos: otra muestra de componente culto, y como Sindico a Francesc García.
Enarbolaron sus estandartes, uno de la Virgen del Remedio y otro de S. Vicente Ferrer. No eran las banderas reales, sino sus propias banderas. Y al grito de ARCA, ARCA, ARCA, en nº de unos 2000, pobremente armados, (solo lo estaban 2/3 y con herramientas agrícolas y armas blancas, sin caballería, etc.), emprendieron su plan (todas estas son, para Ardit, manifestaciones de un movimiento primitivo).
Ese plan consistía, 1º, en ir a Gandia y liberar a los prisioneros, cosa que lograron sin problema, pues la ciudad carecía de defensa. 2º, en ir a Benimodo, donde parece que había "unos papeles" que demostraban que los fueros estaban en contra de las prestaciones que soportaban, y 3º, en ir a Valencia para pedir justicia al Virrey.
Pero este se les adelantó al ser consciente del peligro que suponía se extendiera la rebelión, intentando que no pasaran de Gandia. Al mismo tiempo que el Subgobernador de Játiva, Ventura Ferrer, envía fuerzas para detenerlos: 400 jinetes y 400 infantes, con 2 piezas de artillería.
Tras liberar a los detenidos el 11, se dirigen a la Vall d'Albaida, y el 14 llegan a Muro. Al día siguiente se encuentran los dos bandos. A Ventura Ferrer se le habían unido milicias de arios pueblos. La batalla del 15 tiene lugar en la Setla de Nunes. Fue una derrota sin paliativos de los agermanados. Muchos huyeron a las montañas y volvieron a sus pueblos.
3ª Fase: La represión
Nada más terminada la batalla, el Virrey publicó una Crida o pregón, conminando la vuelta a casa y prometiendo un perdón general excepto para García y Navarro, a cuyas cabezas puso precio. A García, juzgado en rebeldía, no lo cogieron nunca, desapareció, y años después seguía enviando memoriales al rey. Navarro fue juzgado y condenado a muerte, tras ser encontrado en Villena. Ajusticiado, su cabeza se expuso en la puerta de San Vicente de Valencia.
Una reflexión sobre el sentido de las Germanías.
Aunque se nutrió sobre todo de labradores pobres, sus promotores y organizadores fueron labradores acomodados y gentes de cierto nivel intelectual (notarios, barberos, clérigos). Al contrario que la 1ª (una revuelta del estamento real y de pueblos de realengo), en este caso, Valencia no la apoyó, ni tampoco la clerecía urbana, aunque si la rural. Todo esto contrasta con el nombre adoptado.
Luego de la rebelión, hubo algunos conatos, sin prosperar, pero la semilla estaba echada: la Guerra de Sucesión será aquí una guerra campesina antiseñorial, entre otras cosas. En esta, la rebelión surgió en las mismas comarcas. Fue una reedición de la 2ª Germanía.
Tema 7
La Guerra de Sucesión y la Nueva Planta Borbónica
Fue un conflicto internacional ocasionado por la rivalidad entre las potencias europeas ante la sucesión del trono español, dado que Carlos II iba a morir sin sucesión. En su lecho de muerte designó heredero a Felipe D'Anjou, frente al Archiduque Carlos de Austria. La decisión fue vista con recelo por las potencias europeas. A los dos años de subir legalmente al trono Felipe V, el imperio Austro-Húngaro, Inglaterra y Holanda, declaran la guerra a España.
¿Por qué el País Valenciano se vio implicado en esta guerra?
No había razones de fondo, aunque para algunos había un sentimiento antifrancés en la población que alimentaba el rechazo hacia todo lo que fuera francés. Que existía ese sentimiento está claro, pero que llegase a oponer a la población contra su rey, dos años después de llegar al trono, no.
Ese sentimiento antifrancés se debía a la fuerte inmigración occitana que había en el País, dedicada al comercio y la manufactura (rivalidad con equivalentes locales, hostilidad de sus deudores, etc.). Además, las numerosas guerras con Luis XIV exigieron hombres e impuestos, y además se tradujeron en derrotas españolas y acciones sobre tierras valencianas: Alicante sufrió intensos bombardeos a finales del XVII. Todo esto alimentaría esa actitud. Pero no parece que estas fuesen razones suficientes para explicar el alineamiento proaustriaco valenciano.
La armada anglo-holandesa, desde 1703, pensó en abrir un 2º frente de la guerra europea en la PI, mediante un desembarco. Ensayado en Altea en 1703, fueron bien recibidos. En 1704 volvió la armada a las costas valencianas, sin llegar a desembarcar. En 1705 lo hacen finalmente.
En la decisión de desembarcar en tierras valencianas influyó el consejo de Juan Bautista Basset, un ingeniero militar, al servicio muchos años del Archiduque, en sus campañas contra los turcos. Los generales austriacos preferían Cataluña. La idea de desembarcar aquí fue suya. Conocedor de la 2ª Germanía, aconsejó el desembarco en la Marina.
En 1705, un pequeño contingente de tropas, mandado por Francisco García de Ávila y Basset desembarcan en Altea y luego en Denia. Con la promesa de que el Archiduque aboliría los derechos feudales logran levantar toda la Marina. Se produce así, aparentemente, una 2ª edición de la 2ª Germanía, aunque ahora con apoyo anglo-holandés.
El Virrey de entonces, el Marqués de Villagarcía, tiene una fuerza militar muy pequeña. Basset logra una recluta masiva de voluntarios a avanzan sobre Valencia. Toda la defensa de la ciudad era un regimiento mandado por el coronel Nebot, que además se pasó a los austracistas. Un ejército de miles de campesinos (según las crónicas), mal armados, tomó la ciudad el 16 de Diciembre de 1705.
El Archiduque había logrado algo que no imaginaba cuando se lanzó Basset. Todo el País se iba a poner a sus órdenes sin apenas resistencia, poco después. Rápidamente cayó Játiva y otras ciudades. En 1706 cayó Orihuela, al pasarse su Gobernador, el Marqués de Rafal, porque estaba enfrentado al Obispo de la ciudad, Luis Belluga, borbónico: una decisión muy poco política, por enemistades personales. (Belluga acumuló muchas prebendas tras la guerra y fue famoso por las colonizaciones que impulsó en el Bajo Segura en el XVIII, creando nuevos municipios -Dolores, San Fulgencio y San Felipe Neri-. Estas nuevas fundaciones se sujetaron a derechos señoriales, que de destinaban "Pías Fundaciones").
La plaza de Alicante no se pasó y fue sitiada, cayendo en 1706. Al final de ese año casi todo el País estaba en manos del Archiduque.
Esta postura valenciana (Común al resto de la Corona de Aragón), se ha intentado explicar por los historiadores con poca fortuna. ¿Por qué cambió en pocos meses el País Valenciano su opción dinástica?
En parte, por el sentimiento antifrancés, ya indicado: un rey francés podría suponer el aumento de los privilegios de la colonia francesa.
En otros casos, son razones particulares o de conveniencia, como en el caso del Gobernador de Orihuela. Sagunto cambió de bando varias veces, según el general que la sitiaba.
El argumento más empleado fue el componente antiseñorial advertido por Carmen Pérez Aparicio, en los primeros estudios sobre la Guerra en el PV. Esta tesis sigue las obras de los autores de la época, de orientación borbónica, como la de José Luis Miñana, un conocido ilustrado valenciano (De Bello Rústico Valentino), que caracterizó la Guerra de Sucesión en el PV como una guerra agraria. Desde entonces, muchos insisten en el fuerte componente agrario antiseñorial que tuvo. Esto es cierto y puede tomarse como una 2ª edición de la 2ª Germanía, con el mismo origen geográfico inicial, luego ampliado.
Pero hay que desconfiar de la caracterización de Miñana, por ser partidario de F V. Cuando este abolió los fueros, después de la guerra, muchos sectores valencianos protestaron reclamándolos -durante el XVIII e incluso el XIX-, con el argumento de que si la sociedad estaba formada por tres brazos y la traición era de uno solo -el real-, no tenían porque que pagar también la Iglesia y la nobleza, que siguieron fieles: si hubiera sido una guerra campesina, porque se tradujo en una decisión política general, contraria también a los intereses de la nobleza y el clero.
Esta tesis de que el mal de unos los pagaban todos se planteó en 1719 cuando F V vino a Valencia, en su 1ª visita tras la guerra, y el Ayuntamiento reclamó la vuelta al derecho civil foral valenciano, o por el diputado valenciano Francisco Javier Borrull, en las Cortes de Cádiz de 1812.
Lo que pasa es que el tema es más complejo que la simple caracterización de guerra campesina (aunque tuvo ese componente, y aunque no sepamos realmente lo que pasó). Ciertamente los grupos sociales inferiores (bajo clero, artesanos, comerciantes, profesionales y por supuesto campesinos) fueron en su mayoría anti Borbones, aunque entre ellos también había pro F V.
Donde hubo menos unanimidad fue entre la jerarquía del clero y la nobleza. Entre los primeros había seguidores del A. Carlos como el Obispo de Segorbe y el Arzobispo de Valencia, un Cardona, que luego tuvo que exiliarse tras la guerra, pero también pro F V, como Belluga. Entre la nobleza ocurrió igual aunque la rebelión campesina llevó a casi toda esta hacia las filas de F V. En todo caso hubo excepciones: el Marqués de Rafal, o el Duque de Cardona, que fue Virrey con el Archiduque Carlos.
Se ha argumentado que la oposición a F V fue porque abolió los fueros en 1707. Si hubo una reacción contra esta decisión, pero no hay motivo para pensar que en 1705, dos años antes de que ocurriese la gente pensara que el rey era un peligro para el derecho valenciano (o que fuera mayor que su rival). La "causa" fue posterior a la reacción. Es inadmisible la idea de que la oposición a F V era por temor a un rey que "iba a acabar" con las libertades valencianas.
La interpretación de la Guerra de Sucesión como una guerra agraria se puede mantener para un periodo muy corto, apenas un mes, mientras el General Basset (había ascendido) dominó Valencia, con ayuda de los Maulets, (enfrentados a los Botiflers). Pronto fue nombrado virrey el Duque de Cardona, declarando que no pensaba abolir los derechos señoriales, algo que parece lógico, pues a principios del XVIII ninguna monarquía europea había hecho una revolución antiseñorial : eran monarquías feudales, sostenidas sobre esta clase. No tenía sentido. En todo caso, desde que comenzó la guerra no se pagó derecho alguno, incluso después de la declaración de Cardona.
No esta claro si la que prometió Basset fue para engañar a los campesinos, o lo pensaba realmente el. Era un radical y terminó siendo encarcelado por Cardona.
Volviendo a los hechos. En los primeros años de la guerra, las campañas fueron de poca importancia. Hubo un momento en el que parecía que la victoria iba a ser de Carlos. En Julio de 1706 cayó Madrid, pero después los Borbones la recuperaron y aquel se vino a Valencia: entre Septiembre de 1706 y Mayo de 1707 fue capital de su reino. En ese año se fue a Barcelona al juzgarla más segura.
Recuperado Madrid, F V decidió lanzar una ofensiva hacia el Mediterráneo y tomar Valencia. El 25 de Abril de 1707, en la batalla de Almansa, se decidió la suerte del PV, aunque en aquella no participase ningún valenciano. Entonces las tropas anglo holandesas fueron derrotadas por castellanos y franceses, mandados por el Duque de Berwick (un hijo natural de Carlos Estuardo que tras extinguirse esta dinastía pasó a Francia siendo acogido por Luis XIV, al que sirvió en España), recibiendo luego como recompensa el título de Duque de Liria.
Desde Almansa fueron a Requena (por Castilla) y entraron en el reino por 7 Aguas, por el difícil paso del Desfiladero de las Cabrillas: evitaron el paso más fácil pero probablemente con más resistencia de las comarcas centrales. En Chiva conminaron a que se rindiera la ciudad, débilmente defendida. Los Jurats decidieron la rendición el 7-5-1707, 12 días después de Almansa. Sin embargo, entraron en la ciudad militarmente, a tiro limpio: fue una ocupación.
Játiva ofreció una gran resistencia. Como castigo, desalojada de población, fue incendiada y le cambió F V el nombre: San Felipe, hasta que en las Cortes de Cádiz el diputado y eclesiástico Joaquín Lorenzo Villanueva, que era de allí, defendió la restitución. También cayó Alcoy, Denia y Alicante, y en 1708 el Castillo de Santa Bárbara, que estaba defendido por británicos.
Después de la guerra no vino la paz. Muchos austracistas pensaban que no estaba decidida en la PI ni a nivel internacional, y confiaban en la resistencia de Cataluña (que tardó en caer hasta 1714). Se formaron guerrillas, llamadas Miquelets. El optimismo austriacista aumentó en 1710 al tomar de nuevo Madrid, pero caería otra vez rápidamente. En todo caso, el conflicto continuó hasta 1714.
La guerra debió ser muy cruenta. Varias poblaciones se incendiaron. Játiva se desalojó antes, por el general D'Asfeld, al igual que Villareal o Denia, pero en Pego algunos barrios se incendiaron con la gente dentro. Joan Serafí Bernat calculó el excedente de muerte sobre la mortandad ordinaria, entre 1706-1714, en base a los registros parroquiales y llega a una cifra de 30.000 muertos, que sobre los 430.000 valencianos supone una cifra muy alta, el 7%, atribuyéndolo a la guerra directa o indirectamente : batallas, represión posterior, etc. Hubo muchas notas de crueldad y de enfrentamiento civil, además del exilio.
A este se sumaron personajes conocidos. El padre de Gregorio Mayans huyó, como otros valencianos a Barcelona, participando en su defensa, hasta que cayó el 11 de Septiembre de 1714. La guerra provocó el primer exilio masivo de tipo político de la historia española. Muchos cargos austriacistas emigraron a Viena (ocupando luego cargos allí), otros participaron desde la emigración en las campañas contra los turcos. Los más pobres sobrevivieron muy mal.
Esta conjunción de crueldad, enfrentamiento civil y exilio hacen de la Guerra de Sucesión la primera guerra civil española, a la que luego seguirá la guerra de la independencia, las carlistas, etc.
El cambio político: Los Decretos de Nueva Planta
Felipe V, al mes de la batalla de Almansa dictó un Decreto aboliendo el derecho foral valenciano, público y privado, y estableciendo "un nuevo orden" (en expresión de a época una "nueva planta". Entre sus allegados había "halcones y palomas", estas, desde el Consejo de Aragón, propugnaban reformas políticas pero sin derogar los fueros. Sin embargo se impusieron los primeros (Melchor de Macanaz, el embajador de Francia, etc.) partidarios de aprovechar la victoria militar y unificar España realmente (realizando el viejo proyecto del Conde Duque de Olivares): empezaron con los valencianos.
El Decreto abolía los fueros "por el justo derecho de conquista que han hecho mis armas": no hay razones políticas, sino militares.
Los valencianos fuimos discriminados respecto a Aragón, Cataluña o Baleares, donde la eliminación del régimen foral no afectó al derecho privado propio, que conservaron. Quizá ocurrió esto porque F. V pensaba como Olivares, quien decía de los valencianos "tenémosles por más muelles".
La abolición de la legislación foral, sobre todo civil, tuvo un gran efecto sobre la población. El Ayuntamiento borbónico de Valencia protestó y pidió el restablecimiento del derecho privado valenciano. Una comisión de aquel fue a Madrid, pero terminaron encerrados en Pamplona varios años.
Se produjeron depuraciones, confiscaciones y multas cuantiosas. Hubo un cambio de lengua a todos los niveles, aunque la Iglesia siguió usando el valenciano hasta el XIX, como muestran los registros contables.
En 1719 visitó F V Valencia y el Ayuntamiento pidió de nuevo la restitución de los fueros. Aunque el rey se mostró conforme, luego no hizo nada. Se pidió más veces posteriormente. Incluso en las Cortes de 1730, convocadas para el juramento de Carlos III, se presentó un memorial en ese sentido. En las Cortes de Cádiz Francisco Javier Borrull, diputado Valenciano, sostendrá posiciones foralistas al defender una nueva constitución histórica.
Se sabe poco de la implantación real del nuevo marco jurídico, pero probablemente debió provocar muchos problemas en el derecho civil, pues el ordenamiento castellano era muy distinto en varios ámbitos:
El Régimen Económico Matrimonial castellano consideraba que los bienes aportados por los cónyuges, por defecto eran gananciales. El valenciano suponía que por defecto lo que existía era separación de bienes, y si querías pasar a gananciales debías hacer una declaración notarial de "germanía".
En el Régimen Sucesorio también había problemas (con el añadido de que testamentos emitidos en la época foral se cumplieron en un marco jurídico distinto). En el valenciano, el testador podía hacer lo que quisiera, tenía plena libertad para dejar todos sus bienes a 1 hijo, repartirlo en partes iguales o desiguales. En el régimen castellano, no se podía desheredar a 1 hijo. Había un reparto igualitario aunque el testador podía reservarse el quinto de libre disposición y el tercio de mejora. Aunque de este modo podía dejar a un solo hijo casi la mitad (1/5+1/3 = 8/15), más lo que le resultara del reparto del resto, todos recibían "la legítima". El nuevo derecho sucesorio provocó muchos problemas.
Las Nuevas Instituciones
Se implantaron las instituciones castellanas (alguna era de origen francés), bastante similares a las anteriores forales, acentuándose la centralización política y la presencia de castellanos en las mismas.
La principal institución era el Capital General de la nueva "provincia de Valencia" (denominación del antiguo RV), máxima autoridad civil y militar. Era el "heredero" del Virrey. Todos fueron nobles, como antes, pero ahora con una pequeña diferencia: todos procedían de la carrera militar. Hubo una militarización del virreinato, manteniéndose así en todo el XVIII. El más famoso fue el Conde de Aranda, jefe del partido aragonés de la corte de Carlos III.
Después estaba la Real Audiencia (reproduciendo el régimen foral). Hubo algunas vacilaciones. El Decreto de Nueva Planta establecía en Valencia una Chancillería (entonces había dos más, en Valladolid y Granada, cuya jurisdicción separaba Sierra Morena) pero duró poco y en 1716 volvió a ser la Audiencia. En el XVIII tuvo dos salas de lo civil y una de lo criminal, con unos magistrados llamados "oidores", y un presidente llamado "regente". Pero el presidente real de la Audiencia era el Capitán General (como antes el virrey). La Audiencia se constituía como una institución gubernativa, adoptando el nombre de Real Acuerdo, cuando estaba presidida por el Capitán General.
La Audiencia estuvo todo el siglo en manos de jueces castellanos, no solo porque los valencianos no conocían el derecho castellano aplicable, sino por imposición de aquellos. Aunque hubo alguna presencia valenciana, no formaron parte de aquella los juristas valencianos más importantes, como Gregorio Mayans, o José Berni y Catalá.
La Intendencia era un nuevo cargo de origen francés, del siglo XVII, encarnada en una persona, con un ámbito de competencias bastante confuso, lo que no debe extrañarnos en el AR, pues este se caracteriza por el cabalgamiento y superposición de funciones en las instancias administrativas.
Su función principal era la hacendística, aunque tenía otras que le convertían en una figura compleja. Se encargaba de la administración en la "provincia de Valencia" (el antiguo reino) de "las rentas de la corona", formadas por el Real Patrimonio y por los impuestos. En esta función, recogía los cometidos del Mestre Racional y la Generalitat, instituciones forales que desaparecen en 1707.
A esta función se le sumaban otras:
· Atribuciones militares: se encargaba, entre otras, de las levas o reclutamiento. Estas atribuciones le ponían en conflicto con el Capitán General.
· Atribuciones de policía, entendida esta como "buen gobierno, limpieza, decoro, etc.".
· Atribuciones de Fomento de la actividad económica.
Además, el Intendente fue el Corregidor de la ciudad de Valencia durante buena parte del XVIII (1718/70 y 1797/1808). Este cargo suponía, como luego se verá, la presidencia de la Corporación Municipal, y al mismo tiempo, la gobernación de un extenso territorio, llamado Particular Contribución de Valencia, que equivalía al término municipal de la ciudad, entonces mucho más grande que ahora.
Todas estas notas daban al cargo de Intendente un perfil complejo.
La nueva fiscalidad
En 1707 se abolieron los impuestos forales (generalitats) y se introdujo en las nuevas tierras conquistadas los impuestos castellanos, las Rentas Provinciales, Cientos y Millones, de tipo indirecto, aunque duraron muy poco, pues en 1715, poco después de terminar la guerra, se creó un nuevo impuesto para el PV, el Equivalente.
Era un impuesto complejo, de tipo directo, que pretendía gravar todas las rentas de forma proporcional. Conceptualmente suponía una mejora respecto a los impuestos indirectos castellanos, pero se desnaturalizó en parte por el modo en que se recaudó.
El estado central fijaba una cantidad o cupo para "la provincia de Valencia", que se repartía, por el Intendente, entre todas las ciudades y pueblos, en teoría en proporción a su riqueza, y de hecho, de forma más o menos intuitiva: tomaba como referencia la población, y seguramente -pues no se ha demostrado-, las presiones de los pueblos.
Las autoridades municipales hacían el reparto del cupo entre los vecinos, según su riqueza, en base a su patrimonio, tierras, cultivos, rentas, una información que contenía el "Libro Padrón del Equivalente". Un documento que se ha conservado en muchos Ayuntamientos y que recoge una información muy interesante.
Al principio la cuota impuesta al PV resultó muy alta, sobre todo porque anteriormente, en la época foral, apenas si pagaba nada. Pero a lo largo del XVIII no creció. Al duplicarse los precios, disminuyó en términos reales y fue paulatinamente menos gravoso.
En las ciudades de Valencia y Alicante el reparto era distinto. En el caso de la Particular Contribución de Valencia, la cuota asignada se recaudaba mediante un derecho de puertas, del 8% sobre todas las mercancías que entraban en la ciudad. Se transformó en un impuesto indirecto, que soportaban materialmente, en gran medida, los agricultores -muchos de la Particular Contribución- que traían sus productos a la ciudad para su venta: estos percibían que "solo ellos pagaban el impuesto", lo que motivó frecuentemente su protesta.
En teoría el impuesto se trasladaba a los precios y no afectaba al labrador, pero no siempre era así, y en todo caso, materialmente es cierto que lo pagaban ellos. Esto derivó en la idea de que la ciudad "explotaba fiscalmente a sus campesinos".
En Alicante se recaudaba también con "la renta del 8%" como un gravamen sobre el consumo, pero dada la importante actividad portuaria, la incidencia del gravamen se exportaba en gran medida.
La Administración territorial y municipal
Desapareció el municipio foral y se implantó el modelo del municipio castellano, con algún pequeño cambio.
En los municipios, sus rectores no serán els Jurats, sino los Regidores, en número que variaba con la población. De ellos, uno hacía de Presidente de la Corporación Municipal, el Regidor Decano. Junto a ellos había otro cargo, con competencias judiciales, el Alcalde, que era el juez municipal. También había otros cargos singulares con funciones menores.
Al desaparecer el régimen foral también desapareció la fórmula de insaculación o sorteo para cubrir els Jurats. Ahora, los Regidores los nombraba el señor de cada lugar, en tierra de realengo el Rey (y por delegación el Capitán General) y en los señoríos, el señor.
Además, se extendió la costumbre castellana de comprar los cargos por dinero, y a veces con la cláusula de "a juro de heredar", lo que significaba que el cargo se trasmitía hereditariamente. Hubo auténticas dinastías de regidores.
Todo esto supuso que el gobierno municipal se hiciese todavía más oligárquico que el foral.
En la administración municipal de justicia, había Alcaldes de diversa categoría. La más baja era la del Alcalde Ordinario, en poblaciones pequeñas, que venían a ser jueces municipales de 1ª instancia, con atribuciones sólo civiles y de menor cuantía.
Luego estaba el Alcalde Mayor, en poblaciones más grandes, que eran juristas, casi todos licenciados en derecho y tenían jurisdicción plena en razón del lugar (si era de realengo la civil y criminal completa, si era de señorío la jurisdicción alfonsina, normalmente).
Los Alcaldes (ordinarios o mayores) se nombraban como los regidores, según el señor del lugar.
En la administración territorial, desaparece la estructura de la época foral (dos gobernaciones, Valencia y Orihuela, y en la primera tres subgobernaciones, Castellón, Valencia y Játiva). Ahora las unidades administrativas en que se dividirá el País serán territorios más pequeños, los Corregimientos, en nº variable a lo largo del XVIII.
En 1708 eran 10 (Morella, Peñiscola, Castelló, Valencia, Alcira, San Felipe, Alcoy, Xixona -un premio a su fidelidad borbónica-, Alicante y Orihuela). Luego se crearon cuatro más, Montesa, Cofrentes, Denia y Ontinyent (aunque este se suprimió poco después, quedando en 13).
Al frente de cada Corregimiento estaba un Corregidor. En las ciudades cabeza de Corregimiento, el Corregidor era, al mismo tiempo, Presidente de la Corporación Municipal, (no lo era el Regidor Decano).
En un principio los Corregidores serán todos militares, mostrando la fuerte militarización que registró el país con la Nueva Planta. Todos estuvieron al frente de una fuerza armada permanente, que contrastaba con las pocas fuerzas que existían en la época foral. A fines del XVIII algunos Corregidores fueron civiles, a petición de las poblaciones, pero en 1789 se volvió a nombrar a militares para todos los corregimientos.
Esto es algo muy importante que descubrió Enrique Gimenez, profesor de la U. de Alicante, cuyo fascículo del Levante sigue Ardit en este punto, porque revela el carácter militar de la ocupación del PV tras la victoria borbónica.
Esta idea de ocupación militar explica la paz social que hubo aquí en el XVIII y el notable descenso de la delincuencia, frente a las altas tasas del XVII, aunque a finales de siglo se recrudeciese, no se sabe por disminuir la presencia militar o porque el empeoramiento de las condiciones sociales incrementó el bandolerismo.
Tema 8
El siglo XVIII: La población
Sigue su libro Els Homes i la Terra.
El siglo XVIII se caracteriza en toda Europa por el crecimiento demográfico y económico. Lo que diferencia entre esta y otras coyunturas expansivas anteriores, es su intensidad y que continuara de forma autosostenida. Esto suponía un cambio respecto al lento crecimiento anterior. Por eso algunos indican que el comienzo de la edad contemporánea no está en el XIX sino en el XVIII.
Ahora vivimos una época de cambios continuos, se asumen como normales. La gente del XVI o XVII se veía como sus antepasados de generaciones anteriores, sin cambios. La gente de finales del XVIII percibió los cambios que registraba su sociedad: un fenómeno nuevo que se manifestó en el mundo de las ideas.
La población es una de las pocas magnitudes con información de la sociedad del AR, y es un excelente indicador de sus cambios sociales y económicos.
La población valenciana del XVIII -referida al Reino de Valencia, no a su superficie actual-, registró un fuerte aumento, lo que hace suponer que los recursos económicos crecieron al menos en el mismo ritmo, para sostenerla, pero el crecimiento debió ser mayor : mejoró el nivel de vida y el excedente. Diversos censos jalonan ese crecimiento:
Censo de 1646: 317.000 habitantes.
Censo de Campo Florido 1712-13: 410.000 habitantes = cifra calculada (con diversos métodos coincidentes) con registros parroquiales, mucho mayor a la que indica (unos 270.000) : se trata del peor censo de la historia de España. Se hizo de prisa para el reparto del Equivalente.
Son dos censos muy mal situados temporalmente, junto a grandes catástrofes demográficas: el primero un año antes de la gran peste bubónica de 1647-52, en la que murieron unos 30.000 valencianos, y el segundo pocos años después de la guerra de sucesión en la que murieron otros tantos. La coincidencia de estas cifras no desvitúa su comparación, que muestra un aumento seguramente frenado por la Guerra de Sucesión.
Entre ambos hay un aumento de unos 90.000 hab., con una tasa anual del 0,4% normal en el AR, elevada pero no exagerada.
Censo de Aranda, 1768: 742.100 hab. Es un buen censo, de los primeros censos modernos europeos. Registra un aumento de unos 332.000 habitantes en 55 años, con una tasa anual de 1,06%, que es altísima para una población del A.R: un crecimiento desbocado.
Censo de Floridablanca, con datos valencianos de 1786: 817.000 hab. Respecto al anterior tiene una tasa de crecimiento del 0,6% anual, que indica que la población sigue creciendo, pero no tan rápido.
En 1842, Pascual Madorz hace pública la matrícula catastral, con una población valenciana de 1.089.000 hab., que siguieron una tasa de crecimiento, respecto al anterior del 0,5%, algo más baja.
En 1857 aparece el primer censo moderno español. La población valenciana era de 1.208.000 hab., con una tasa sobre el anterior del 0,7%, lo que indica que se rompía la tendencia de un crecimiento decreciente desde casi un siglo antes (Censo de Aranda).
En todo caso, se aprecia que la población se multiplica por 4 desde mediados del XVII, en unos 200 años, un fenómeno que la humanidad no había conocido antes. También se aprecia que a lo largo del XVIII la población se multiplicó por 2, registrando en la primera mitad del siglo un aumento espectacular.
Las gentes de la época notaron el aumento que se estaba produciendo. El botánico y geógrafo A.J. Cavanilles (tutor de los hijos de la Casa del Infantado, no universitario, como otros ilustres de su época) en sus Observaciones... (Parte de la Geografía Material de España que le encargó Carlos III), publicadas a finales del XVIII, revela como veía el crecimiento del PV en su época: "Vino la paz y empezó a multiplicarse nuestra especie, más fueron tantos los daños padecidos..."
Este crecimiento de la población, matizado según épocas, se ha conocido recientemente, en los años 90. Antes se empleaban cifras sin corregir : es lo que hace Ricard Pérez Casado en L'Estructura...que toma la cifra del Censo de Campo Florido en bruto, lo que le lleva a suponer un aumento entre 1712 y 1768 del triple, cuando fue menor.
¿Cuales fueron las causas de este crecimiento?
Francisco Bustelo pensaba que ese crecimiento, en una economía de AR era imposible de explicar sin aportes migratorios importantes, es decir, sólo en base a factores endógenos. Suponía que el aumento estrictamente vegetativo debió ser de un 4 por 1000 anual en todo el año.
Fue rápidamente contestado por otros autores que no compartían esa afirmación, sobre todo los que trabajaban registros parroquiales: no encontraban esa inmigración.
Bustelo, luego, ha modificado sus posturas. Hoy se piensa que si hubo una inmigración, pero que no fue muy importante. El crecimiento básicamente fue por causas endógenas. Diversos modelos teóricos han permitido confirmar que es perfectamente posible que alcanzase esas tasas y valores con pequeños aportes externos, que en todo caso la hubo, sobre todo de zonas vecinas (Cataluña, Aragón, Murcia, etc) y franco-occitanos, dirigida esta hacia las ciudades, especialmente Valencia y Alicante, que concentraban la actividad comercial del país. Los franceses coparon el comercio minorista en muchas ciudades y pueblos, la gente los veía como un clan cerrado y alimentó un odio hacia ellos que se tradujo en los degollamientos de 1801.
Descartado el factor de la inmigración, la explicación hay que buscarla en los factores endógenos, que se han estudiado con el Método de Reconstrucción de Familias (a partir de los datos individuales de los Registros Parroquiales) en muchos lugares del PV, lo que ofrece una buena base para inferir el comportamiento de esos factores.
FECUNDIDAD
No hubo un adelantamiento de la edad nupcial de las mujeres entre el XVII y el XVIII, que estaba entre 21-23 años, manteniéndose el periodo fértil, lo que lleva a descartar que influyese este factor. Si se retrasó un año en la segunda mitad del siglo, lo que explica el menor crecimiento de esos años (tasa del 0,6% frente al 1,06% anterior).
Esos comportamientos remiten a una población sensible a la coyuntura económica, que sigue comportamientos malthusianos.
El nº de hijos por mujer era del 400/1000, es decir, una tasa de fecundidad alta pero no exagerada, del 0,4%, que supone un hijo cada dos años y medio. Se supone que los mecanismos que operaban para contener la procreación fueron todos naturales (las amenorreas pos parto y de lactancia, y sobre todo esta última, con lactancias muy prolongadas). A esto se unía, en economías agrarias, la separación de las parejas por tareas agrícolas.
En todo caso, todo esto explica tasas altas pero no elevadísimas, y una continuidad de ellas entre ambos siglos. La explicación del aumento poblacional está en el descenso de la mortalidad.
MORTALIDAD
Se produjo un descenso de la mortalidad. Ahora bien como esta tiene dos componentes, la mortalidad ordinaria y la extraordinaria, debe aclararse que comportamiento tuvo cada una.
La mortalidad es muy complicada de estudiar. Los estudios de los años 80 estaban mal hechos: señalaban que en el XVII había mortalidades más benignas que en el XVIII, lo que conducía a descensos de población y no al aumento que se registra. En los 90 mejoran las estimaciones.
La esperanza de vida al nacer es el indicador de mortalidad más útil. Esta esperanza se sitúa en 31-32 años (como valor medio de ambos sexos), tanto en el XVII como en el XVIII. Esos valores eran compatibles con el modelo teórico que validaba los datos antes citados, demostrativos del crecimiento poblacional del XVIII.
Al mantenerse también la esperanza de vida entre ambos siglos, debe concluirse que fue el descenso de la mortalidad extraordinaria lo que influyó esencialmente en el aumento de la población citado.
Tema 9
Las transformaciones agrarias del XVIII.
Todos los testimonios dicen que la producción agraria creció espectacularmente en el XVIII. La fuente que se utiliza para comprobarlo, en toda Europa, al no haber estadísticas, es el diezmo. Percibido por la Iglesia, era 1/10 de la cosecha. Si se mantenía constante, y no había ocultaciones, permite conocer el valor de la producción. En Valencia se han estudiados los Diezmarios del Arzobispado de Valencia y el de Orihuela, pero no los de Segorbe y Tortosa: una visión incompleta.
El diezmo valenciano no se cobraba en especie sino que se arrendaba por subasta. Esto le quita representatividad directa. En todo caso expresa las expectativas de ganancia que tenían los arrendatarios de censo, una vez deducidos sus gastos. Se arrendaba por territorios y años futuros. El de Valencia cada 4 años. Así, las cifras que tenemos son de arriendo, no de producción: indican una tendencia, y con retraso (pues las pujas reflejan el grado de acierto de las anteriores, respecto a las cosechas). Se conocen para Valencia los valores de 1.500-1.835. Desde finales del XVIII aumentó la oposición al diezmo de los labradores, y la ocultación.
En todo caso, el diezmo reflejaría la evolución de los cultivos básicos, el cereal y el vino, y mal la de los nuevos cultivos.
Entre mediados del XVII y los años 80 del XVIII, la población se multiplicó por 2,6 (1646 = 317.000 habitantes y 1786 = 817.000 habitantes). El diezmo, entre las mismas fechas se multiplica por 3,04. En suma, creció más la producción que la población. No se produjo un "crecimiento estático", sino un aumento del producto "per cápita".
¿A que obedeció este crecimiento agrario?
El crecimiento solo puede producirse de dos maneras, solas o combinadas, extensiva (ampliación de la extensión de la superficie cultivada, a costa del bosque, el matorral o la marjal), o intensiva (con el aumento de la productividad o unidades de producto/ha, aplicando mejoras técnicas). No son dos vías incompatibles. Más bien en todo proceso de crecimiento están presentas ambas. ¿Pero cual de las dos es la predominante?
Se ha discutido mucho. En un principio se pensó que el crecimiento fue de tipo extensivo, con las consecuencias derivadas de la Ley de Rendimientos Decrecientes planteada por los economistas clásicos, A. Smith, R. Malthus y sobre todo David Ricardo.
Esta ley dice que en un proceso productivo, cada unidad de factor añadida proporciona un rendimiento inferior, lo cual lleva, en el límite, a un rendimiento cero. Esto se aprecia en la agricultura teniendo en cuenta la calidad de la tierra: primero se cultivan las mejores, y luego otras que cada vez van dando un rendimiento inferior.
Los historiadores de los años 70 y 80 alegaban un crecimiento débil, que entró en decadencia a finales del XVIII, según esta Ley. Los que sostenían la dureza del señorío valenciano achacaban la crisis agraria finisecular a su intensidad.
Estas tesis se han revisado más tarde: aunque hubiese procesos extensivos importantes, no fueron los determinantes.
Se conocen pocos procesos de ampliación de la superficie cultivada en el XVIII, y además tuvieron un alcance económico limitado. Se vincularon, casi siempre, a la desecación de zonas pantanosas, como la Laguna de San Benito, en Ayora, o las que darían lugar a las Pías Fundaciones del Cardenal Belluga (borbónico), influyente obispo de Orihuela y luego de Cartagena, que consiguió que le otorgasen una amplia superficie de terreno pantanoso donde quería establecer colonos en enfiteusis, para que pusieran en cultivo la zona, y otras.
Esta empresa supuso la puesta en cultivo de 5.000 has. en los municipios de Crevillente, Almoradí, etc., en donde fundó tres pueblos, San Felipe Neri, San Fulgencio y Dolores. Fue una importante empresa de extensión agrícola, aunque no derivó en rendimientos decrecientes, al ser de regadío, aunque con costes muy grandes: construyeron drenajes, azarbes, regajos, etc., trajeron tierras nuevas debido a la salinidad, etc.
En Elche, el Duque de Arcos desecó una superficie no tan importante, donde fundó un pueblo (San Francisco de Asís), pero no tuvo éxito: solo existen sus ruinas. En la zona de Gandia y Xeraco también se hicieron desecaciones.
La empresa de extensión de cultivos más importante, después de las Pías Fundaciones, fue la de la Albufera: se puso en marcha en el XVIII, aunque los aterramientos masivos son del XIX. Carmen García Monerris estudió y cuantificó el proceso de cultivo. Documentó procesos importantes en el XVIII, pero muchas puestas en cultivo fueron de tipo especulativo y han sido sobrevaloradas, como las que hacen Benítez y Palop sobre Ayora.
Quitando las Pías Fundaciones y la Albufera, no hubo procesos extensivos de gran magnitud. Esta claro que la vía extensiva no se puede negar, pero no fue la más importante.
En cuanto a los procesos intensivos, debe valorarse el más importante de todos, la puesta en regadío: el agua triplica el rendimiento. Sin embargo, tampoco está claro que se produjera de forma notable, como para explicar el crecimiento agrario.
Se han estudiado los grandes sistemas de regadío. El pantano de Tibi es el más antiguo de Europa, construido por Felipe II. El de Gandia no tuvo ampliaciones en el XVIII. En la Huerta de Valencia, y en el sistema del Mijares no hubo cambios.
Los progresos del regadío en el XVIII fueron pequeños. Se amplió la Acequia Real del Júcar, que duplicó la superficie regada. Esta acequia es del XIII, impulsándola Jaime I. Se acababa en Algemesí-Alginet en un barranco, perdiéndose sus aguas. Tanto el Duque de Hijar, señor de Sollana, como el Real Patrimonio querían agua para expandir el arroz, un cultivo muy remunerador en el XVIII. El primero quería que llegara hasta Sollana y el segundo a la Albufera. Fruto de ambos comenzó la obra de prolongación de la Acequia, hasta Sollana. Una obra que costó mucho dinero, y que no se acabó sino hasta finales de siglo. Por tanto, el crecimiento agrario de los años centrales no se pude imputar a esta obra, pues fue posterior. Se llama la Acequia del Proyecto.
En general, no parece que la puesta en regadío sea el factor explicativo del crecimiento agrario, sino otros, como:
1º.- Asociación de cultivos aprovechando su compatibilidad espacial: en el centro cereal y en los márgenes la morera.
2º.- Rotación de cultivos distinta a la fórmula tradicional de año y vez, llegando hasta 3/4 cosechas en dos años. Utilización de planteles para facilitar la combinación de arroz y trigo
3º.- Sustitución de los cereales clásicos por cultivos de alto rendimiento como el maíz o el arroz y progresiva especialización de la producción.
4º.- Intensificación del abonado para conseguir dos cosechas, en lugar de una, e intensa utilización de mano de obra.
Los paisajes agrarios
A pesar de todo, la agricultura del XVIII seguía siendo tradicional, con un peso decisivo de los cereales. El trigo era el más importante, seguido de la cebada, la avena y el centeno. Se estudian a parte el maíz y el arroz, por sus peculiaridades.
La importancia del trigo aquí, contrasta con el predominio de otros cereales más pobres en otras zonas de la PI. Tradicionalmente se asocia al secano, sin embargo aquí se cultivaba mucho en regadío.
En el secano valenciano, en rotación bienal (año y vez) daba rendimientos bajos, inferiores a los obtenidos en la Europa Nórdica, de rotación trienal (dos cosechas en 3 años), gracias a sus condiciones edafológicas y climáticas.
Por eso en el secano valenciano predominaban cultivos arbustivos y arbóreos, como el olivo, la viña y el algarrobo, a veces asociados al trigo.
El trigo
El área fundamental de cultivo del trigo era el regadío, lo que contrasta con la actualidad.
El trigo era la base de la alimentación de la época. Sin articular el mercado mundial o interior, debía producirse aquí pasa mantener la población: su cultivo predominante, y en regadío, era una opción económicamente racional en aquel momento.
A pesar de su extensión, predominaba en la época la idea de que el PV era deficitario en trigo, y debía impártalo del exterior, por vía terrestre desde Castilla o Aragón, con un gran coste de transporte, y por vía marítima de diversos lugares: Sicilia, Cerdeña. Norte de África, o incluso a finales del XVIII, de EEUU.
Ardit piensa que no era tan deficitario en trigo, basándose en estadísticas de la producción a finales del XVIII. La de trigo se estima en 1.000.000 Hl/año, y la de cereales inferiores en 500.000 Hl/año, aunque estos se utilizaban para la alimentación humana sólo en una parte. Si añadimos los 500.000 hl de maíz y los 600.000 hl de arroz, nos da en torno a los 2.000.000 de hl/año de cereales comestibles -sin contar los cereales inferiores -cebada, avena, etc.-, que da un consumo de 3 Hl/año por persona y año, bastante bueno.
Esto contrasta con las opiniones de la época y cabe entenderlo como un tópico, además también pensaba así un agrónomo francés que viajó entonces por aquí, Francois Jaques Jaubert de Passá : el PV era autosuficiente en cereal.
El problema es que las cosechas, durante el AR no son estables, y el mercado interior apenas si estaba articulado: si aquella caía un poco un año, debían producirse importaciones.
Dentro del país hay una cierta tendencia a la especialización regional. En el litoral hay unas comarcas con más producción que otras: la Plana Baixa, L'Horta y el Baix Segura suponían un tercio de la producción valenciana, lo que indica una especialización relativa, o una difusión considerable. Esto remite a un proceso de modernización que condujo a la especialización de la producción triguera.
El maíz
Era un cereal nuevo, americano, que tuvo un desarrollo más rápido que el registrado por la patata (esta triunfó en Europa en el XIX, tardando varios siglos en implantarse). El maíz se extendió antes, a principios del XVII, aunque fuese minoritario.
Es difícil rastrear la introducción del maíz, dado que tanto la dacsa como el panis (sorgo y mijo, respectivamente) se le parecen formalmente, y además aquí la nueva planta se denominó con estos nombres, a diferencia de otros lugares de la PI, en que adquirió nombre propio (maíz): no está claro a que producto se refieren los documentos de la época cuando hablan de dacsa o panis, si al sorgo, el mijo o el maíz.
A lo largo del XVII el maíz arrinconó al sorgo y el mijo. La expulsión de los moriscos (que los consumían preferentemente), facilitó ese proceso. En el XVIII avanzó de forma rápida. Cuando escribe Cavanilles hay ya muy poco sorgo y mijo.
El XVIII valenciano es el siglo del maíz. Este encontró una acogida entusiasta de los agricultores, pues se creía que alimentaba mucho más que el trigo. Gregorio Mayans, de Oliva cuenta que solo los ricos comían pan de trigo, el maíz era el pan de los pobres.
También el cultivo del maíz tendió a especializarse en algunas zonas: la Ribera Alta, seguida de L'Horta y la Safor.
El arroz
Es el otro gran producto del siglo. Menos nuevo que el maíz, ya se conoce en época musulmana pero se cultiva poco. Se extendió con la reconquista y registró en el XVIII un aumento espectacular. Se duplica su superficie, pasando de 100.000 a 200.000 hanegadas.
Con el se ganaba muchísimo dinero. Daba un producto por unidad de superficie, es decir, un rendimiento muy alto, y además con un coste bajo, aunque consumía mucha agua. Pero tuvo detractores por la difusión de enfermedades infecciosas: malaria o paludismo, que se asentó en algunas zonas como una enfermedad endémica, con una mortalidad (nº de muertos) y morbilidad (nº de enfermos) muy alta.
Todo esto alimentó una fuerte opinión en contra y una gran polémica entre "arrocistas" y "antiarrocistas".
En estos últimos, el más destacado fue Cavanilles. Creían que se debía erradicar de aquellas zonas que no fueran naturalmente pantanosas, y permitirlo en estas. Debe tenerse en cuenta que la mayoría de los arrozales eran artificiales, habiéndose invertidos fuertes capitales en ellos, por ejemplo en la Ribera Alta, inundándose los campos artificialmente.
Entre los "arrocistas" destaca Vte. Ignacio Franco, que pensaba en todo lo contrario: debía mantenerse.
Lo cierto es que el arroz se erradicó de dos comarcas (La Plana Baixa y el Camp de Turia: zonas de Benaguacil y Benisanó), y quedó localizado en las dos Riberas y en la Costera, donde se fijaron acotamientos para situar los campos de arroz fuera de las poblaciones: de este modo se logró reducir la mortalidad. Aunque el alto rendimiento conducía al cultivo furtivo y a hacer trampa en los acotamientos.
La morera
Fue otro cultivo estelar del siglo. Se cultivaba en planteles, replantándola después, en ella era esencial la poda y el riego, en suma requería unos conocimientos técnicos un poco sofisticados que la asemejan al naranjo. Además, siguiendo con la analogía, movilizaba gran cantidad de mano de obra semiprofesionalizada. En la época de la morera trabajaban hasta los niños, había pleno empleo en los campos: entre Mayo y Junio la gente vivía para la seda.
También era un cultivo muy remunerador. La hilaza o primer hilado se vendía a las fábricas sederas, sobre todo de Valencia, aportando recursos importantes a los campesinos.
También en este caso la concentración productiva era muy marcada: Ribera Alta, L'Horta y La Safor.
El policultivo hortícola
Este era también muy importante. En una época sin sistema de conservación de alimentos vegetales, había que consumirlos frescos: cada población tenía su huerta, había una gran dispersión.
Se trata de un policultivo complejo, técnicamente muy avanzado, con rotaciones complicadas, que daban 3/4 cosechas en 2 años.
El cultivo principal era el trigo, alternando con otros cultivos. En el XVIII vino por aquí Townsend, un agrónomo ingles y habla de un cultivo de trigo o avena desde el Otoño a Mayo/Junio, al que seguía el maíz, desde Mayo/Junio a Septiembre, o el arroz en un ciclo muy corto (en Mayo o Junio estaba en planteles y cuando en Junio se levantaba el trigo, se plantaba).
Otros cultivos hortícolas eran las legumbres y el cáñamo industrial, que encajaba muy bien en el sistema de rotaciones de la huerta.
En general todos coinciden en dar un panorama de l'Horta como algo excepcional en el contexto europeo, lo único que se le parecía eran los cultivos holandeses. Quizá se pasan en sus observaciones, pero debía ser cierto. Realmente, el labrador de la huerta tenía un nivel técnico muy alto.
El azúcar
Tiene su época gloriosa en los siglos XV-XVI, muy concentrado en la Safor, pero casi desaparece en el XVIII por la competencia del azúcar americano, producido en régimen de esclavitud, obviamente más barato.
Se trata de un cultivo que aparece en las islas orientales del mediterráneo, que tras la conquista de los turcos se desplaza al Mediterráneo occidental (Gandia), luego pasa a las islas portuguesas del atlántico (Madeira) y de allí a América.
La expansión del chocolate provocó una gran demanda de azúcar, que logró satisfacer el americano, aunque de peor calidad, más barato.
Los cultivos de secano
Básicamente eran cultivos arbustivos y arbóreos. No es justo considerarlos como una agricultura de 2ª o más pobre. Tienen rendimientos más bajos pero entre ellos hay productos con una gran demanda comercial.
Para Jaubert de Passá, la agricultura comercial estaba en el secano, y la agricultura de subsistencia en el regadío. Es un poco exagerado, pues no formaba parte de la primera la morera, pero no del todo.
Entre los cultivos de secano estaba el cultivo comercial por excelencia de la época, la vid. Tradicionalmente el PV no pasa por tener buenos vinos, pero si los tenía en el XVIII: producía vinos apreciados en los mercados internacionales, como el fondillón (o fondelló), un vino alicantino famoso en Europa, consumido por Luis XIV, o el carlán, de Benicarló.
En el XVIII, los ingleses, para abastecer el mercado británico de vinos crearon el viñedo de Burdeos y lo pusieron de moda. Pero este necesitaba la mezcla o coupage con vinos fuertes para aumentar la graduación. Con la expansión de los turcos se recurrió no a vinos orientales sino españoles. En Castellón hicieron lo mismo que en Burdeos, impulsaron la producción vinícola de la zona. Toda la burguesía comercial de Vinaroz era entonces inglesa.
Además de esta demanda exterior, también la había interior. El vino era un producto alimentario de primer orden, un componente habitual de la dieta doméstica.
Finalmente, también cabe citar la producción de pasa, aunque en el XVIII tenía menos importancia que cuando los moriscos.
La producción valenciana de vino, estudiada por Juan Piqueras, a finales del XVIII llegaba a 830.000 Hl. La distribución geográfica era muy distinta a la actual = Baix Maestrat (Vinaroz y Benicarló), Camp de Morvedre, Alto Palancia, Camp de Turia y l'Alacantí.
Los rendimientos
Los cerealísticos eran bajos en el secano y altos en el regadío (de unos 24 hl/ha). Los mejores rendimientos de la Inglaterra de la revolución agrícola eran 20 hl/ha. Si se obtenían dos cultivos, se podían duplicar (trigo y maíz) o triplicar (trigo con arroz) llegando hasta 60-80 hl/ha, cuatro veces el rendimiento inglés, cifras quizá exageradas pero en todo caso altísimas.
Para conseguir este rendimiento debía intensificarse la aplicación de factores. Se exigía una utilización intensiva de mano de obra adulta e infantil, y también animal, aunque no es un tema resuelto en que medida se aplicaba esta. Para algunos había muy poco ganado de labor. Ardit cree que están equivocados. En Llombay había una media de tres animales por agricultor, lo que indica una agricultura muy mecanizada. Además el utillaje agrícola era abundante, diversificado y estaba muy adaptado a la agricultura que se practicaba entonces: el "forcat", el arado típico valenciano, era más ligero que el europeo. Luego este se asimiló al primero.
La integración entre agricultura y ganadería era básica en la agricultura del AR, como fórmula de obtener abono. Este sería un "cuello de botella" del crecimiento agrario, al pensarse que el PV tenía poco ganado. Pero una investigación reciente ha puesto de manifiesto un gran movimiento de ganadería trashumante procedente de Aragón y Cuenca. Unas 300.000-500.000 cabezas de ganado se desplazarían anualmente, lo que debió producir un activísimo comercio de excrementos.
La agricultura intensiva exigía fuertes componentes de mano de obra y de abonos. Además de la trashumancia se utilizaba cualquier cosa que abonase la tierra: el alga en la costa, los restos de trapos en Alcoy, los excrementos humanos, etc. En Valencia y otros pueblos llegaban els fematers y se llevaban un abono buenísimo a cambio de pavimento urbano. Los niños recogían el polvo del camino mezclado con excrementos. En los campos de arroz se plantaban habas y luego se araban y mezclaban con tierra, como abono.
Tema 10_
Industria y comercio
Sobre este tema hay algunas estadísticas e informaciones de Cavanilles, Tomas Ricard o Castelló, que facilitan el estudio de este tema.
La producción industrial de la época tiene una característica que la distingue de la industrialización posterior, es una industria muy dispersa, que indica la poca vertebración del mercado interior.
Existían mercados locales o como mucho comárcales. Solo algunos productos rebasaban estos y llegaban a un ámbito regional, estatal o internacional. Cada territorio se abastecía a si mismo de los productos industriales básicos. Lo que suponía un montón de industrias repartidas por todo el país.
Pero ya comenzaba a despuntar una tendencia propia del desarrollo capitalista, la producción industrial concentrada. Junto a la industria dispersa habrá algunos focos concentrados en ciertos sectores. Esa ambigüedad o dualidad entre dispersión y concentración es el rasgo característico de la industria en el XVIII.
La industria textil
Era el sector más importante. Es el equivalente industrial del cultivo de los cereales o el trigo en la agricultura, al cubrir ambos necesidades básicas. En el caso del textil, la 2ª, el vestido.
Tenía tres subsectores con características diferentes entre ellos, el de la lana, el más importante, el de la seda y el del lino. Los dos primeros mostrarán una tendencia a la concentración y el tercero a la dispersión.
Entre los tres, a finales del XVIII, ocupaban a unos 50.000/60.000 operarios, directamente empleados en la producción textil, pero había otros muchos empleos auxiliares, no contabilizados, sobre todo en la hilatura, de mujeres y niños.
La industria de la lana
Era la más extendida de las tres. Todos los pueblos valencianos tenían algún telar lanero que atendía la demanda local, y en algunas zonas había una producción concentrada textil lanera. Concretamente en dos, una en decadencia y otra en auge.
En el foco de l’Alt Maestrat, Els Ports había una industria en regresión, abarcando Culla, San Mateu, Cinctorres y otros lugares, y sobre todo Morella. Era una zona donde los artesanos de la lana trabajaban a tiempo parcial, compaginando el trabajo agrícola y el industrial.
Era una industria muy descapitalizada, con técnicas primitivas. Se empleaba el uso de hilar frente al torno, más caro pero que proporcionaba una mayor productividad. La producción se destinaba al mercado local y sólo en el caso de la de Morella llegaba a nivel valenciano: el traje típico valenciano, como todos, del XVIII, contiene una manta morellana.
El otro foco industrial lanero, este en expansión, es el de l’Alcoiá, con extensión en el Comtat, la Vall d’Albaida y la Canal de Navarrés, destacando en esta zona tres centros textiles, Alcoy, Onteniente y Enguera.
En los casos de Alcoy y Onteniente la industria lanera del XVIII ha tenido luego continuidad. Son casos de lo que E. Lluch, en La Vía Valenciana llama “el fil industrial”, la continuidad del tejido industrial del XVIII estará en la base de sectores industriales –como el calzado, la cerámica, el papel, etc.- que protagonizarán la industrialización dispersa valenciana del XIX, frente a sectores tradicionales, como la siderurgia, o el propio textil, cuando no se asentó en bases sólidas, como es el caso de la seda.
En esos tres centros textiles había una producción concentrada, destinada tanto al mercado valenciano como al español o americano, Según Pérez Planelles, en 1807, el 80% de la producción alcoyana se destinaba al mercado americano, quizá es algo exagerado pero revelador de la penetración de sus productos en esa zona.
Además la industria alcoyana se benefició durante parte del siglo de algunos privilegios, como abastecer de tela la fabricación de uniformes del ejército, hasta que logró el monopolio la Real Fábrica de Bejar.
El sistema productivo de la época era muy distinto al actual. Se basaba en el Putting-Out (P-O) o trabajo a domicilio, según el cual la producción se segmenta en diversos procesos, y esos procesos se realizan de forma dispersa, en distintos emplazamientos, por general sin requerimientos de capital elevados, actuado alguien externo a los mismos para organizar tanto esas operaciones/emplazamientos como los distintos procesos.
En principio no debe pensarse que el P-O era un sistema “arcaico”, sino un modo de organización de la producción plenamente coherente con la lógica capitalista y plenamente válido para algunos sectores industriales en los que es factible esa desagregación de procesos, tienen requerimientos bajos de capital, son procesos que no requieren conocimientos o habilidades especiales, es fácil acceder a la materia prima, se centran en la fabricación de bienes de consumo y por tanto tienen un ciclo productivo corto, etc. Hoy en día se sigue realizando más o menos parcialmente en el textil, el calzado, etc.
En el P-O tradicional era el comerciante el que organizaba la producción: compraba la materia prima y la repartía entre los operarios, que realizaban una primera transformación, la adquiría de estos y realizaba una segunda o sucesivas distribuciones, hasta que recibía un producto terminado, comercializándolo.
En este caso, el capital comercial controla el proceso productivo. No priman intereses industriales, sino comerciales. Para el comerciante, esa intermediación es igual a cualquier otra. Si obtiene más margen comerciando con productos agrícolas u otros bienes invierte sus recursos en ellos, y margina el proceso de transformación: no hay una reproducción ampliada de capital en la actividad industrial, no se capitaliza y no se desarrolla.
Lo singular de Alcoy, como observaron Rafael Aracil y Mario García Bonafé, los primeros en estudiarlo, es que el control del proceso productivo estaba en manos del gremio pañero alcoyano, y no en manos de los comerciantes. Es decir, “dentro de la industria”, lo que permitía procesos de acumulación. Otra cosa es que prosperasen adecuadamente.
Estaba en manos de lo que en el XVII se conocía como la Casa de la Bolla (un marchamo industrial o marca diferenciadora), y que en el XVIII se convirtió en Real Fábrica de Paños de Alcoy.
Esta repartía la lana por una amplia comarca formada por unos 40 pueblos, para que los artesanos locales, trabajando a tiempo parcial hiciesen la hilatura, un proceso que apenas si requería capital. Una vez recogido realizaba una operación semejante para el cardado y después realizaba en sus propias instalaciones el tejido y abatanado, procesos en los se requería un capital mayor (telares y molinos bataneros).
Este sistema conformó una zona que aquellos llaman Región Industrial de Alcoy, donde empleó a mucha gente que intervenía en una combinación singular de procesos.
Pérez Planells indica que en esta Región, intervenían para la industria alcoyana unos 12.000 trabajadores a tiempo parcial. Añadiendo los operarios de la industria concentrada alcoyana llegaban a unos 26.700, que suponían un 12% de la población activa de L’Alcoiá y El Comtat.
La industria de la seda
Otro sector textil valenciano importante del XVIII era el de la seda. En este también había una organización basada en el P-O, pero en su versión clásica. En Valencia, los gremios, tanto el Arte Mayor como el Arte Menor de la Seda (fabricaban respectivamente piezas más o menos grandes) no controlaban el sistema productivo, que estaba en manos de comerciantes: adelantaban capital (por ejemplo para adquirir morera) y compraban la hilaza que obtenían los campesinos – cultivadores. La repartían a los torcedores urbanos, etc., teniendo siempre aquellos el control último del proceso productivo.
Los maestros del Arte Mayor dependían de los comerciantes, no tenían autonomía alguna, eran como “sus vasallos”. Ardit explica el caso de Mariano Canet, un comerciante valenciano cuyo archivo adquirió, en el que este se dirige a los maestros tejedores y les encarga tejido según las ventas que sus agentes en América le piden. Cuando no había salida pare el género se dedicaba a comerciar con cerdos u otros bienes, sumiendo a los tejedores en la inactividad. Cuando las guerras de final de siglo afectaron gravemente las exportaciones sederas valencianas a América y la industria se hundió, el Arzobispo de Valencia tuvo que repartir comida a los maestros sederos: un ejemplo de su dependencia.
Para Aracil y Bonafé esta dependencia del capital comercial explicaría el hundimiento de la industria sedera frente a la lanera. Aunque a eso se sumaban otros problemas, como la mala calidad de la hilaza, el hecho de que la industria utilizase material rudimentario, los frecuentes fraudes que se cometían (los campesinos mojaban la madeja con aceite para aumentar de peso: se vendía por peso), o el hecho de que utilizasen un material inadecuado.
Se hizo algún intento de concentración industrial. En 1769 un francés, José Lapayese estableció en Vinalesa una fábrica de hilo de seda, introdujo el torno Vaucanson, entonces el torno de hilar más avanzado, e instaló en ella 22 máquinas devanadoras, 22 torcedoras y 60 tornos dobles, todos ellos movidos por energía hidráulica (la acequia de Moncada). Pero fracasó porque el sistema estaba en contra. Era muy difícil romper la inercia del P-O con una sola fábrica, y la de Vinalesa no tuvo efecto multiplicador.
La industria de la seda estaba concentrada en Valencia, y a mucha distancia en otros centros sederos menores en Gandia y Orihuela. En Valencia se hacía el torcido definitivo, el tejido y el tinte.
La industria experimentó una expansión muy importante desde 1750 a 1770, en que comenzó a declinar. Fue una expansión muy corta, y el declive muy lento, pues se mantendrá esta industria hasta los años 50 del siglo XX.
Se han argumentado varias razones para explicar la crisis:
· La competencia de otros centros manufactureros europeos de mayos calidad (Lyón, Norte de Italia, etc.).
· La saturación del mercado americano, destino preferente de la seda valenciana, y en especial el mejicano, el más importante. En este sentido se trataría de un exceso de oferta o sobreproducción.
· La competencia que sufría la seda valenciana en el mercado americano de la seda china y japonesa, con envíos desde Manila (de aquí viene la fama del mantón de Manila).
· Probablemente un factor clave fueron los conflictos bélicos de final de siglo: primero la guerra contra la Convención francesa -tras la muerte de Luis XVI-, y luego las dos guerras contra Inglaterra. Estas fueron más importantes porque Inglaterra era una gran potencia marítima, que apresaba los barcos españoles cuando regresaban de América, cargados de dinero. Estas guerras provocaron una fortísima crisis en el sector, y el paro entre los maestros sederos, teniendo que intervenir en su ayuda las autoridades locales con reparto de comida, obras públicas, etc.
Cabe preguntarse porqué desapareció la industria valenciana del XVIII. Se han ofrecido varias explicaciones. Probablemente no se debió a una sola sino a todas ellas:
- Por un lado el que no fuese competitiva ni en Europa ni en América, como se ha visto. La industria se habría montado sobre la ase de un mercado privilegiado, colonial, monopolístico. Tras la independencia de las colonias, en los años 20 del XIX, sin esas ventajes, no logró sobrevivir en el mercado exterior, ni en el interior.
- Por otro lado se desencadenó una epizootia o enfermedad que atacaba al gusano de seda, la pebrina, que arrasó la producción de seda, aunque no dejó nunca de fabricarse, trayendo gusanos de oriente, etc.
- Pero quizá el factor que más influyó fue el cambio en la moda, respecto a los gustos del XVIII. En este siglo, había una preferencia hacia los tejidos de seda tanto por hombres como mujeres, en las clases medias y altas. A partir de la Revolución Francesa esto se acaba, se considera decadente, propio del AR, sobre todo entre los hombres. Esto promovió los tejidos de lana y algodón, relegando la seda.
De todos modos, la industria sedera hizo de la ciudad de Valencia el primer centro fabril español, por encima de Barcelona. Los operarios de la industria aquí empleados debieron ser entre 18.000 y 25.000 sumando todos los gremios y oficios que intervenían en ella. Sobre una población activa de unos 70.000 habitantes da una proporción muy alta. Si sumamos los de otras industrias textiles y ramos se concluye que el 60-70% de la población activa intramuros era industrial: la ciudad tenía un carácter industrial en el XVIII que nunca recuperó después.
La industria del lino
El tercer sector textil valenciano de la época se caracteriza por suministrar la indumentaria de los campesinos y las clases trabajadoras. Entonces, eran de lino la mayoría de las prendas que usaba la gente, era un producto de primera necesidad.
Al contrario que las otras dos industrias (la seda en mayor medida, y la lana menos), estaba muy poco concentrado, muy disperso. En todos los pueblos valencianos había tejedores de lino, normalmente a tiempo parcial (no requería una inversión elevada), para la demanda interna, generalmente local, con una fuerte proporción de mano de obra femenina: Mayans escribió un alegato a petición de las tejedoras de lino de Oliva, porque el Gremio de Valencia se oponía a que trabaran, al considerarlo competencia desleal.
Un indicador de esa dispersión es que Ardit encuentra, en Llombay, en el XVIII, 12 tejedores de lino.
Se ha comentado que esta industria podría haber dado lugar a la industria del algodón (en la época sus prendas se llamaban indianas) al tratarse ambos de productos de origen vegetal y tener un proceso parecido. Si ocurrió esa transición en algunos lugares, como Altea, pero la industria del algodón no prosperó, al tener que competir con la fuerte producción catalana.
El textil menor
Eran las industrias del esparto y del cáñamo. La primera producía cordelería, esteras, albardas y alforjas para las caballerías, y la segunda lonas para las velas de los barcos o redes.
Ambas eran industrias bastante dispersas, aunque con indicios de concentración. Cavanilles menciona que eran complemento de la economía campesina y en algunos lugares eran importantes: Millares, Chelva, Cortes de Pallás, etc. La concentración más importante se producía en Castellón de la Plana (allí, y también en Valencia, había un "huerto de sogueros" fuera de la ciudad donde maceraban aquellos productos, produciendo un olor fétido).
Estas industrias gozaron de algunos privilegios fomentando su desarrollo, como el suministro de velas y cabos para la marina de guerra. Parte de la producción se exportaba. Hay indicios de una renovación técnica importante.
En otros lugares, como Villajoyosa se hacía cordelería de esparto. En el Bajo Vinalopó y Bajo Segura se desarrolló la industria de la espardeña, que es el origen de la actual industria zapatera valenciana.
También se fabricaba el tejido de esparto, llamado pleita, con el que se hacían alforjas y esteras en muchos lugares. Crevillente se especializó en la fabricación de esteras de pleita y Cavanilles da cuenta de haber encontrado en París a gentes de ese lugar vendiéndolas, lo muestra el espíritu emprendedor de los industriales valencianos.
La industria cerámica
También en el sector cerámico hallamos en el XVIII raíces de la industria actual. Dentro de este había diversos subsectores (azulejo, ladrillo, vajillas, etc). Esta industria estaba más concentrada que otras al requerir mayor inversión (hornos), conocimientos tecnológicos, y una materia prima (arcillas) adecuada.
En la fabricación de ladrillos había una fuerte concentración en Moncada. En taulellets y rajoles en Manises y Paterna, y en vajillas en Canals, Castelló de Rugat o de les jarres y Onil.
La industria más importante por su ambición y vinculación con los focos actuales castellonenses era la Fabrica de Loza de Alcora, fundada en 1727 por el Conde de Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea, señor de l'Alcalaten. La fábrica era resultado de varios factores: existía una tradición alfarera, buenas arcillas, y el hecho de que España no contase con ninguna fábrica de loza o porcelana fina y se abasteciera de las fábricas francesas o sajonas.
Trajo artesanos holandeses y sajones, importando así las técnicas que estos conocían, algo frecuente en la época. Era una fábrica curiosa, con características feudales, creada por un señor feudal, que contaba con una cárcel dentro de ella, pero alcanzó un éxito muy grande. No consiguió igualar la calidad de las piezas de Sevres o Sajonis, pero registró una producción altísima. Entre 1740 y 1770 fabricó, más de 600.000 piezas anuales muy diversas: platos, cuencos, "sinais", grupos escultóricos, etc. Su producción se distribuyó mucho: en los documentos notariales de la época aparecen sus piezas. También se exportaba a América por comerciantes que tenían almacenes en Castellón, Valencia o Cádiz.
La iniciativa de Alcora se extendió a Ribesalbes y Onda, forjando el núcleo de la industria cerámica castellonense actual (Lluch, vía valenciana, "fil industrial", etc.).
La industria papelera
En el XVIII había una cierta presencia de fabricación de papel de estraza, usado para envolver, dada su porosidad y capacidad absorbente. Papel de escribir o fumar no había, pero serán estos sectores los que protagonizan el desarrollo de esta industria.
Algunos industriales textiles alcoyanos establecieron molinos para fabricar papel blanco y de fumar. Lograron una especialización muy intensa que les permitió monopolizar el mercado español de papel de fumar, alentado por la expansión del cigarrillo en el XVIII, como forma de consumo sustitutiva de esnifarlo.
A principios del XIX había en Alcoy 39 molinos papeleros con un grado de sofisticación importante. Consiguieron el monopolio de suministro para el ejército, y controlaron el mercado americano. Todo esto contribuyó a la expansión de la papelería alcoyana, aunque luego perdieron este último al empeorar la calidad, probablemente por los efectos del viaje ultramarino. Se exportaba por los puertos de Alicante y Valencia. Probablemente por eso se instaló en Alicante la 2ª Fábrica de Tabacos de España (la 1ª fue en Sevilla).
Otras industrias
Debe mencionarse la del aguardiente, un producto que entonces se consumía mucho (absentas, resolí, etc.). Se obtenía en alambiques a partir de vinos de baja calidad, antes de que se picase o avinagrara. Su producción era muy dispersa, destinándose al consumo local y la exportación. Se desarrolló especialmente es la Marina, Safor, etc.
Otros sectores industriales tuvieron cierto desarrollo. Uno de estos era la industria del jabón, sobre todo para usos industriales (lavar las piezas textiles), pues el jabón de uso doméstico se solía fabricar en las casas a partir de ceniza y aceite. Otro sector a citar era la fabricación de vidrio, sobre todo en las comarcas del sur del país. Y finalmente las industrias alimentarias o de transformación de productos agrícolas (molinos, almazaras, bodegas, etc.), entre las que ya entonces destacaban la producción de turrones y helados: Cavanilles cuenta que el de Jijona se vendía en Madrid, gracias al hielo acumulado en las neveras de la montaña.
Conclusión
En contra de la opinión tradicional de que este era un país hegemónicamente agrario debe destacarse que tenía un sector industrial muy importante. Aunque presentara problemas (dispersión, baja capitalización, control de los procesos por el capital comercial, etc.), no era un sector desdeñable.
Según los datos de un folleto de finales del XVIII de Tomas Ricart, fiable (pues se han confirmado muchas de sus informaciones), en 1791 debía haber una población activa industrial valenciana de unos 55.000 efectivos, casi el 25% sobre el total (224.000), un 1/4 del total, frente al 60% de población activa agrícola y el 15% de servicios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario