· ¿Autoritarista o coherente con su época?
La figura controvertida de Alfonso XIII marca a principios de siglo una clara ruptura con la monarquía tradicional entendida así en el s. XIX. Debemos concebir esa monarquía como un acuerdo con el poder ejecutivo, ya desde época isabelina, pues con la Regencia de Mª Cristina de Borbón se inicia la senda parlamentaria de la monarquía. Si bien su abuela Isabel había tenido grandes problemas, que la sobrepasaron ampliamente, para hacerse con el control de su Monarquía frente a la clase política dirigente como señala I. Burdiel, y su padre Alfonso XII se adaptó con eficacia a un nuevo sistema en el cual el turno le privó de algunas atribuciones autoritaristas, Alfonso XIII tuvo que desempeñar desde su juventud un papel público eminente, por encima de sus ministros, interviniendo decididamente en amplios ámbitos de la administración del Reino.
No obstante, Alfonso XIII aspiró pronto a concentrar para sí diversos poderes, especialmente en el ámbito político, según la historiografía tradicional. En este sentido, una serie de sucesos cambió radicalmente el curso de su reinado: tanto la desmembración final del Imperio en 1898 como las "crisis orientales" de 1903 le confirieron a un joven rey, que en éste último año cumplía diecisiete de vida, unos marcados matices autoritaristas, que le llevaron (queriendo o sin querer) a intervenir directamente en temas sensibles como era el nombramiento y destitución del primer ministro, señala A. Lario. Así mismo, esta intervención se veía reflejada en la necesidad de garantizar un orden público, que la fragmentación de los partidos por las disputas internas no podía asegurar. Ésta será la tónica en muchos sentidos, la de un rey que contribuye decididamente en el devenir del país, y que será simbolizado por algunos en la gráfica frase del republicano Francisco Villalar: "Descendiente directo de Fernando VII, sintió desde su más tierna infancia el impulso absolutista".
Por otro lado, Tusell y Queipo de Llano hacen hincapié en la libertad del rey en sus acciones, falto de control por parte del resto de instituciones en un sistema demostradamente arcaico, que se ven frenadas únicamente por voluntades fuertes como Maura o más tarde Primo de Rivera. En relación con este hecho, la figura del monarca como árbitro social supuso su encumbramiento y su ruina: mientras que en los noventa su apoyo a los militares, enardecidos por las críticas que recibían de la prensa, en contra del poder civil le gestó prestigio y poder entre los mismos, lo acompañó una gran presunción de anticonstitucionalismo en los distintos ámbitos sociales, como señala Hall. Una decisión personal, al igual que su apoyo al régimen de Primo de Rivera, que según A. Lario "lo malo fue que dependiera más del Rey que del apoyo social el éxito de la dictadura", y que concluye señalando que "en el liberalismo español no sobraba Corona sino que faltaba el resto de los elementos que debían acompañarla en el gobierno parlamentario y cuyo correcto funcionamiento y evolución debía hacer que la Corona fuera desapareciendo del protagonismo político".
En conclusión, podemos establecer que la figura de Alfonso XIII ha sido tratada según la visión de un rey autocrático, militarista y autoritario que, si bien en parte responde a sus acciones, no podemos obviar que lidió con factores que estuvieron presentes durante todo su reinado, como fueron la práctica inexistencia de ejecutivos fuertes, el cada vez mayor poder de un militarismo enfurecido y el atraso institucional que con tibias medidas intentó solucionar.
No obstante, Alfonso XIII aspiró pronto a concentrar para sí diversos poderes, especialmente en el ámbito político, según la historiografía tradicional. En este sentido, una serie de sucesos cambió radicalmente el curso de su reinado: tanto la desmembración final del Imperio en 1898 como las "crisis orientales" de 1903 le confirieron a un joven rey, que en éste último año cumplía diecisiete de vida, unos marcados matices autoritaristas, que le llevaron (queriendo o sin querer) a intervenir directamente en temas sensibles como era el nombramiento y destitución del primer ministro, señala A. Lario. Así mismo, esta intervención se veía reflejada en la necesidad de garantizar un orden público, que la fragmentación de los partidos por las disputas internas no podía asegurar. Ésta será la tónica en muchos sentidos, la de un rey que contribuye decididamente en el devenir del país, y que será simbolizado por algunos en la gráfica frase del republicano Francisco Villalar: "Descendiente directo de Fernando VII, sintió desde su más tierna infancia el impulso absolutista".
Por otro lado, Tusell y Queipo de Llano hacen hincapié en la libertad del rey en sus acciones, falto de control por parte del resto de instituciones en un sistema demostradamente arcaico, que se ven frenadas únicamente por voluntades fuertes como Maura o más tarde Primo de Rivera. En relación con este hecho, la figura del monarca como árbitro social supuso su encumbramiento y su ruina: mientras que en los noventa su apoyo a los militares, enardecidos por las críticas que recibían de la prensa, en contra del poder civil le gestó prestigio y poder entre los mismos, lo acompañó una gran presunción de anticonstitucionalismo en los distintos ámbitos sociales, como señala Hall. Una decisión personal, al igual que su apoyo al régimen de Primo de Rivera, que según A. Lario "lo malo fue que dependiera más del Rey que del apoyo social el éxito de la dictadura", y que concluye señalando que "en el liberalismo español no sobraba Corona sino que faltaba el resto de los elementos que debían acompañarla en el gobierno parlamentario y cuyo correcto funcionamiento y evolución debía hacer que la Corona fuera desapareciendo del protagonismo político".
En conclusión, podemos establecer que la figura de Alfonso XIII ha sido tratada según la visión de un rey autocrático, militarista y autoritario que, si bien en parte responde a sus acciones, no podemos obviar que lidió con factores que estuvieron presentes durante todo su reinado, como fueron la práctica inexistencia de ejecutivos fuertes, el cada vez mayor poder de un militarismo enfurecido y el atraso institucional que con tibias medidas intentó solucionar.
· Evolución de la figura icónica de la monarquía: importancia como símbolo político
A la hora de tratar la construcción de la imagen de Alfonso XIII, creo y encuentro conveniente someter a juicio las posiciones historiográficas inamovibles y enraizadas que tradicionalmente han tendido a dibujar a este personaje de una forma rígida y estricta. Alfonso XIII asumió sus funciones legales de una manera controvertida, y su trayectoria política quedó marcada por decisiones y actuaciones muy discutidas, pero, en cualquier caso, destaca como una de las personalidades más interesantes de la contemporaneidad española. Como cualquier otra persona, de un modo natural humano, el rey experimentaría un cambio y evolución en su concepción del sistema político y su entramado institucional, a la vez que en su comportamiento y actuación. Esta última bascula entre un nacionalismo de carácter liberal y otro mucho más sujeto a una postura militarista y católica que terminaría, como sabemos, por manifestarse reaccionaria. Asumió un papel dinámico en el ámbito público adoptando los poderes que se le dispusieron, y ejerciéndolos de un modo plenamente consciente. Hechos que evidencian una capacidad de acción amplia y sólida, dentro del marco constitucional y sus límites, por medio de la cual logra orientar el sistema político y marcar una tendencia o iniciativa en determinados momentos. Su actitud, crucial en las relaciones entre el poder civil y militar, desfavoreció y coartó la conversión del régimen liberal, emprendido durante la Restauración, en un sistema de esencia parlamentaria y democrático. Ello justifica con creces su destitución del trono en 1931, al ser considerado políticamente poderoso, responsable del curso que había tomado su reinado, y de haber sacado provecho de su cargo. Es, por tanto, una figura política simbólica. En su conformación existe una razón de peso que explica la aparición de esta imagen política: las élites políticas dinásticas politizaron al rey, instigándole para que interviniera activamente en las luchas de partido.
El golpe de Estado de Primo de Rivera dio nuevo empuje a la imagen del rey. El régimen del censor hizo mucho más difícil cualquier crítica expresa o implícita a la monarquía. Sin embargo, existía un dilema de trasfondo: el rey, por una parte, simbolizaba la legalidad alternativa del sistema constitucional que había suprimido, y era también un rival en la posición pública de poder político. El general cuidó de representarse como fiel servidor del rey y monárquico declarado, demostró gran perspicacia al presentar su actuación como una señal de lealtad al rey. La caída del general dejó a Alfonso XIII expuesto: a la oposición de la dictadura, que consideraba responsable al monarca de llevar a este régimen político, y a sus propios partidarios, para los que había contribuido a su caída. La relación contradictoria entre el rey y el dictador privó a la imagen regia de la limitada coherencia que había tenido antes de 1923. El monarca fue representante tanto del constitucionalismo liberal que había jurado defender, como del regeneracionismo que lo suplantó en 1923. Cualquiera que hubiera sido el atractivo que tuviera el rey como símbolo durante la Restauración y la dictadura, a comienzos de 1931 había adquirido un nuevo matiz que desfiguró su figura icónica: el de político.
El golpe de Estado de Primo de Rivera dio nuevo empuje a la imagen del rey. El régimen del censor hizo mucho más difícil cualquier crítica expresa o implícita a la monarquía. Sin embargo, existía un dilema de trasfondo: el rey, por una parte, simbolizaba la legalidad alternativa del sistema constitucional que había suprimido, y era también un rival en la posición pública de poder político. El general cuidó de representarse como fiel servidor del rey y monárquico declarado, demostró gran perspicacia al presentar su actuación como una señal de lealtad al rey. La caída del general dejó a Alfonso XIII expuesto: a la oposición de la dictadura, que consideraba responsable al monarca de llevar a este régimen político, y a sus propios partidarios, para los que había contribuido a su caída. La relación contradictoria entre el rey y el dictador privó a la imagen regia de la limitada coherencia que había tenido antes de 1923. El monarca fue representante tanto del constitucionalismo liberal que había jurado defender, como del regeneracionismo que lo suplantó en 1923. Cualquiera que hubiera sido el atractivo que tuviera el rey como símbolo durante la Restauración y la dictadura, a comienzos de 1931 había adquirido un nuevo matiz que desfiguró su figura icónica: el de político.
· Alfons XIII
Desde el meu parer hem de recorrir a informació i publicacions recents per poder formular una opinió ja que antigues fonts són influenciades per un o altre bàndol (crític o monàrquic).
La figura d`Alfons XIII, desde el meu punt de vista, no representa cap paper a la Espanya del XIX-XX perque, sençillament, la societat espanyola ni desitja ni necessita un monarca, aquest fet el podem comprobar amb el Cop d`Estat del 23 on l`acció reïal no tinguè cap importància per l`adveniment dictatorial ni tampoc amb l`exit republicà del 31.
El personatge d`Alfons XIII,per mi, en la història contemporània sols ha estat conegut per la seva tradició familiar i reïal ja que al llarg de la seva vida ha dedicat més temps a la seva imatge com a monarca que a la seva acció real de monarca. És per çò que Alfons XIII no juga un paper ni polític, ja que no col·labora en elbon funcionament de l`Estat, ni militar, ja que no es recolça de l`exèrcit per evitar les diferents crisis polítiques, ni reïal ja que no emprà la seva teòrica autoritat per evitar, novament, diferents crisis i fets que podrien haber estalviat fatídics episodis històrics.
Comprenc que potser una visió molt exagerada o, si més no,boja prò és l`opinió que tinc
La figura d`Alfons XIII, desde el meu punt de vista, no representa cap paper a la Espanya del XIX-XX perque, sençillament, la societat espanyola ni desitja ni necessita un monarca, aquest fet el podem comprobar amb el Cop d`Estat del 23 on l`acció reïal no tinguè cap importància per l`adveniment dictatorial ni tampoc amb l`exit republicà del 31.
El personatge d`Alfons XIII,per mi, en la història contemporània sols ha estat conegut per la seva tradició familiar i reïal ja que al llarg de la seva vida ha dedicat més temps a la seva imatge com a monarca que a la seva acció real de monarca. És per çò que Alfons XIII no juga un paper ni polític, ja que no col·labora en elbon funcionament de l`Estat, ni militar, ja que no es recolça de l`exèrcit per evitar les diferents crisis polítiques, ni reïal ja que no emprà la seva teòrica autoritat per evitar, novament, diferents crisis i fets que podrien haber estalviat fatídics episodis històrics.
Comprenc que potser una visió molt exagerada o, si més no,boja prò és l`opinió que tinc
o El títere Alfonso XIII
Aunque con matices, estoy de acuerdo con la opinión de Aitor de que Alfonso XIII no tiene un papel importante en la historia de España. Según mi opinión, la educación del futuro monarca fue la clave para entender a este personaje. Si bien es cierto que se le educó en las mejores escuelas, con lo que no era ni mucho menos un inculto, también es cierto, como deja entrever Javier Moreno en su texto, que Alfonso XIII fue un niño y un joven consentido, al cual le llenaron la cabeza con grandes ideales donde siempre él era el protagonista. Sin embargo, y aquí entra mi hipótesis, en ningún momento se tuvo a Alfonso XIII por una figura fundamental en la política (no así en el ejército, donde se acataban sus órdenes).
Según mi opinión, Alfonso XIII fue la cabeza visible de un entramado político bien organizado donde no cabían sorpresas ni en las elecciones ni en los gobernantes, con lo que el rey únicamente tenía que hacer el paripé de refutar en el gobierno al jefe político que se le dijera.
Por otra parte, este papel sería jugado por el monarca como una misión vital para el futuro de España. Con ello estoy de acuerdo con la teoría del patriotismo extremo del rey. Este sentimiento llegaría a un punto tal que, cualquier cosa que se le metiese en la cabeza como beneficiosa para el país (ya fuera por voluntad propia, raramente, o por consejos ajenos, como creo) sería su batalla personal. Así se entiende únicamente que, teniendo la posibilidad de mantenerse en el trono ante el golpe de estado de Primo de Rivera, no ofreciera una resistencia fructífera. El dictador supo manejar al monarca para que aceptara su régimen en beneficio del país.
Aunque con matices, estoy de acuerdo con la opinión de Aitor de que Alfonso XIII no tiene un papel importante en la historia de España. Según mi opinión, la educación del futuro monarca fue la clave para entender a este personaje. Si bien es cierto que se le educó en las mejores escuelas, con lo que no era ni mucho menos un inculto, también es cierto, como deja entrever Javier Moreno en su texto, que Alfonso XIII fue un niño y un joven consentido, al cual le llenaron la cabeza con grandes ideales donde siempre él era el protagonista. Sin embargo, y aquí entra mi hipótesis, en ningún momento se tuvo a Alfonso XIII por una figura fundamental en la política (no así en el ejército, donde se acataban sus órdenes).
Según mi opinión, Alfonso XIII fue la cabeza visible de un entramado político bien organizado donde no cabían sorpresas ni en las elecciones ni en los gobernantes, con lo que el rey únicamente tenía que hacer el paripé de refutar en el gobierno al jefe político que se le dijera.
Por otra parte, este papel sería jugado por el monarca como una misión vital para el futuro de España. Con ello estoy de acuerdo con la teoría del patriotismo extremo del rey. Este sentimiento llegaría a un punto tal que, cualquier cosa que se le metiese en la cabeza como beneficiosa para el país (ya fuera por voluntad propia, raramente, o por consejos ajenos, como creo) sería su batalla personal. Así se entiende únicamente que, teniendo la posibilidad de mantenerse en el trono ante el golpe de estado de Primo de Rivera, no ofreciera una resistencia fructífera. El dictador supo manejar al monarca para que aceptara su régimen en beneficio del país.
· La imagen de Alfonso XIII
"Autoritarista, militarista, perjuro" son algunas de las denominaciones que recibe Alfonso XIII, una concepción enfrentada a la de "caballero, patriota o paladín de la hispanidad", dos extremos de una cuerda floja que, a juicio propio, tendrían que ver más con la apreciación de unos resultados desde un punto de vista institucional ansiados por determinados grupos que esperan ver resueltos intereses propios que a posicionamientos políticos estáticos y en teoría inamovibles (ni los más simpatizantes a la monarquía pasarán por alto los defectos reales, degradando al que ahora consideran representante de una caduca monarquía liberal que contamina la genuinamente española, a su entender). El apellido de "político" o "soldado" se encuentra condicionado por la salida que se le da a problemas en base a unas esperanzas políticas, perspectivas interpretadas en un catálogo historiográfico contrastivo, amplio y floreciente.
Valorar el alcance de la imagen del monarca en su época y contexto supone un ejerció complejo. Para que un grupo, cualquier grupo (mauristas, republicanos , socialistas, intelectuales, carlistas, grupos considerados de derecha…) construya una imagen del monarca es necesario observar la actitud del mismo a la hora de dar respuesta a problemas institucionales ante los cuales estos grupos se muestran especialmente críticos, respondiendo con voz más o me alta (recordemos "Alphonse XIII démasque" de Blasco Ibáñez) para reivindicar sus intereses propios. Sobre la figura construida de "monarca-icono" designado por su misma herencia secular (como ya se ha comentado en algún momento) tenemos la de "rey expectante", "inoperante", "magnífico prisionero de leyenda" o la de no representante del orden y la tradición del pasado, es decir, una nueva construcción de su figura en base a su intervención en la crisis de las organizaciones monárquicas , una participación que llevará a forjar una opinión distendida entre los que ven al monarca como una figura que debe participar de forma esperable y decisiva en una coyuntura política debilitada por la división de las organizaciones monárquicas y la de los que ven a un rey atrapado en dicha coyuntura.
"Autoritarista, militarista, perjuro" son algunas de las denominaciones que recibe Alfonso XIII, una concepción enfrentada a la de "caballero, patriota o paladín de la hispanidad", dos extremos de una cuerda floja que, a juicio propio, tendrían que ver más con la apreciación de unos resultados desde un punto de vista institucional ansiados por determinados grupos que esperan ver resueltos intereses propios que a posicionamientos políticos estáticos y en teoría inamovibles (ni los más simpatizantes a la monarquía pasarán por alto los defectos reales, degradando al que ahora consideran representante de una caduca monarquía liberal que contamina la genuinamente española, a su entender). El apellido de "político" o "soldado" se encuentra condicionado por la salida que se le da a problemas en base a unas esperanzas políticas, perspectivas interpretadas en un catálogo historiográfico contrastivo, amplio y floreciente.
Valorar el alcance de la imagen del monarca en su época y contexto supone un ejerció complejo. Para que un grupo, cualquier grupo (mauristas, republicanos , socialistas, intelectuales, carlistas, grupos considerados de derecha…) construya una imagen del monarca es necesario observar la actitud del mismo a la hora de dar respuesta a problemas institucionales ante los cuales estos grupos se muestran especialmente críticos, respondiendo con voz más o me alta (recordemos "Alphonse XIII démasque" de Blasco Ibáñez) para reivindicar sus intereses propios. Sobre la figura construida de "monarca-icono" designado por su misma herencia secular (como ya se ha comentado en algún momento) tenemos la de "rey expectante", "inoperante", "magnífico prisionero de leyenda" o la de no representante del orden y la tradición del pasado, es decir, una nueva construcción de su figura en base a su intervención en la crisis de las organizaciones monárquicas , una participación que llevará a forjar una opinión distendida entre los que ven al monarca como una figura que debe participar de forma esperable y decisiva en una coyuntura política debilitada por la división de las organizaciones monárquicas y la de los que ven a un rey atrapado en dicha coyuntura.
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